Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


lunes, 5 de enero de 2015

163.-La geopolítica.-a


  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farías Picon; Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; 

 
La geopolítica.


 

La geopolítica es una ciencia que se ocupa del estudio de la causalidad espacial de los sucesos políticos y de los próximos o futuros efectos de los mismos. Se nutre especialmente de otras disciplinas de envergadura tales como la historia, la geografía descriptiva y la geografía política.

Inicios y evolución histórica.

La geopolítica es una disciplina que fundó el geógrafo de origen sueco Rudolf Kjellén. En 1900 con su libro "Introducción a la geografía sueca" expuso los rudimentos básicos de la misma. En 1916 produjo su libro más importante: "El Estado como organismo viviente" (Staten som livsform), donde el término geopolítica fue utilizado por primera vez. Los principios de dicha ciencia en el pensamiento geoestratégico habían sido tratados por el también geógrafo alemán Friedrich Ratzel. Según éste, los Estados tienen muchas de las características de los organismos vivientes. También introdujo la idea de que un estado tenía que crecer, extender o morirse dentro de "fronteras vivientes", por ello tales fronteras son dinámicas y sujetas al cambio.

A principios del siglo XX varios geógrafos anglosajones amplían las reflexiones de Ratzel a problemas militares y geoestratégicos. Así geógrafos como el almirante estadounidense Alfred Thayer Mahan postulaban la importancia estratégica del dominio naval como clave para la dominación mundial ("Quien domine el mar domina el comercio mundial; quien domine el comercio mundial domina el mundo") o Sir Halford John Mackinder, que desarrolló la teoría del Heartland (región cardial) o áreas pivote, grandes zonas continentales cuyo control facilitaría el dominio del mundo, un excelente ejemplo de la aplicación de estas teorías geopolíticas sobre todo de los autores estadounidenses es, la compra de los territorios donde ahora se encuentra el extenso estado de Alaska, el cual en su momento fue comprado por los Estados Unidos de Norteamérica al Imperio ruso, y que ha contribuido a mantener a los estados asiáticos a raya con respecto a Canadá y en general a la parte norte del continente americano.

La geopolítica tuvo gran interés en la Alemania de principios del siglo XX y alcanzó una gran difusión durante el nazismo. El alemán Karl Haushofer modernizó la geografía política, utilizándola como instrumento que justificaba la expansión territorial de Alemania durante el Tercer Reich y desarrollando las teorías de Ratzel del espacio vital (Lebensraum). De todas formas, existen ciertas actuaciones del régimen nazi que no se corresponden con las teorías de Ratzel y Haushofer, como la cesión del Tirol del Sur a los italianos, zona poblada en su mayoría población germana.

Países como Rusia, China y Japón dieron también gran importancia a esta ciencia durante los años 1930 y 1940 como camino para alcanzar un poder global. La utilización propagandística de la geopolítica acarreó, tras la derrota alemana, su descrédito y olvido, sobre todo en el ámbito académico. No obstante, otras personas, como militares o diplomáticos, siguieron interesándose por esta rama de la geografía. A partir de los años 1970 la geopolítica recuperó el interés perdido y ha vuelto a crecer actualmente al amparo de las tensiones internacionales surgidas.
 Conceptos como eje, estado tapón, países aliados, área comercial, etc., son términos geopolíticos comúnmente utilizados.

Otros importantes aportes durante la segunda mitad del siglo XX fueron los de Alexander Seversky (1894-1974), quien en su obra el “Poder Aéreo: clave para la sobrevivencia” sostuvo que por su eficiencia y rapidez el poder aéreo tiene mayor importancia que el terrestre y el marítimo y enunció su máxima "quien logre la supremacía aérea obtendrá el poder global".
Asimismo y en las misma época, Nicholas Spykman, considerado uno de los pensadores geopolíticos más importantes del siglo XX, postuló en su obra "Estados Unidos frente al Mundo“ (1942), que "quien logre el control de las áreas periféricas o Rimland del continente Euroasiático gobernaría Eurasia". Desarrollo las ideas de Mackinder aunque contrapuso las propias y es considerado el ideólogo de la contención durante la guerra fría, y de la proyección del poder nacional norteamericano aún en el siglo XXI.



Aporte de las escuelas geopolíticas latinoamericanas.

A partir de eso es muy importante saber que también la geopolítica tuvo mucho que ver con la primera guerra mundial y la segunda.
También debe mencionarse el aporte de las escuelas geopolíticas brasileña, argentina y chilena que durante el periodo 1956 - 1972 desarrollaron la geopolítica bajo el enfoque de la expansión de las fronteras interiores, que reconoce que condiciones geográficas, políticas, sociales e históricas dentro del espacio geográfico de los Estados, pueden limitar el desarrollo de regiones e incluso aislar estas del Heartland de la nación. Lo que requiere estrategias que consoliden el Estado internamente ya sea con obras de infraestructura o con una división política que articule polos de desarrollo regional con zonas periféricas históricamente aisladas.

Bajo la influencia del enfoque geopolítico de expansión de las fronteras interiores, Chile pasó de una división política de provincias (basada en factores históricos) a una de regiones (basada en factores geográficos, económicos, históricos y sociales), por este motivo también se construyó la carretera Austral que incorporó esta región a los polos de desarrollo del Estado chileno. En otras palabras, este enfoque geopolítico considera que antes de pensar en la expansión exterior de un Estado, este debe estar cohesionado en su interior.

  
Karl Ernst Haushofer (Múnich, 27 de agosto de 1869-Pähl, 13 de marzo de 1946) fue un político, militar y geógrafo alemán, destacando también como un prolífico escritor. Se le considera el fundador de la geopolítica como disciplina y uno de los principales ideólogos del Lebensraum.

Formación y carrera profesional

Nació en Múnich el 27 de agosto de 1869,​ en el seno de una familia de artistas y académicos. En 1887 inicia la carrera militar en la escuela de guerra de Baviera, y tres años después ingresa como oficial de artillería en el regimiento de artillería de campaña Príncipe Regente Luitpold. Luego se casa el 8 de julio de 1896 con Martha Mayer-Doss, joven de ascendencia hebrea. Dos años después es ascendido a oficial del Estado Mayor.
En 1903 era profesor en la Academia de Guerra de Baviera y es enviado al Japón en 1908 a reorganizar el aparato militar del país. También realizó viajes a China, India y Corea. En uno de sus periplos conoce a Lord Kitchener, con quien intercambia opiniones sobre un posible enfrentamiento bélico entre Alemania y Gran Bretaña, cuyas consecuencias serían favorables para los Estados Unidos y el Japón.
En 1913, Haushofer dio cursos de geografía en la Universidad de Múnich, llegando a ser catedrático en esta rama. Al año siguiente fue movilizado para la Primera Guerra Mundial como mayor general y comandante brigadier del ejército alemán en el frente francés, y en 1916 combate en el frente del Cáucaso. Tres años después, renuncia a su carrera militar para dedicarse por entero al estudio de la geografía política en Múnich.
Sus estudios sobre los aspectos políticos del mundo lo hicieron merecedor por redefinición de la ciencia que conocemos hoy como geopolítica. Le acompañaron en sus estudios las tesis de historiadores ingleses, como Thomas Macaulay y Edward Gibbon, alemanes, como Albrecht Roscher y Friedrich Rätzel, suecos como Rudolf Kjellén, quienes configuraron el pensamiento geopolítico de Haushofer.
Para los hechos históricos que siguieron, Haushofer comprometió su pensamiento con su vinculación indirecta con el movimiento ultranacionalista alemán nacionalsocialista. Desde 1919, Haushofer y otros dirigentes (entre ellos Rudolf Hess) fundaron el Partido Obrero Alemán, al cual se unieron después Adolf Hitler y Joseph Goebbels, así como la sociedad secreta Thule. Aunque su participación en el partido fue casi nula, proporcionó sus conocimientos de geopolítica al Nazismo, que ya estaba ganando adeptos entre el público. Debido a su unión matrimonial con una judía, tuvo numerosos inconvenientes con los nazis, por lo que su amigo Rudolf Hess decidió protegerlo.
En 1924 ya funda su publicación Zeitschrift Für Geopolitik («Revista de Geopolítica») con la cual inicia sus actividades como especialista en el área internacional de la política alemana. Luego funda la «Academia Alemana» el 5 de mayo de 1925 y dos años después da a conocer en Berlín su estudio acerca de las fronteras nacionales. Tuvo dos hijos de su unión con Martha, Albrecht y Heinz. De ellos, Albrecht Haushofer llegaría a ser el protegido y geopolítico apadrinado de Rudolf Hess en la década de 1930.
Sus problemas con los nazis se incrementaron después de 1933, cuando un comando del partido asaltó su residencia en busca de armas. Meses después logró conservar su puesto de profesor universitario gracias a la habilidad de Hess. Fue elegido presidente de la Academia Alemana de 1934 a 1937, y durante ese periodo actuó como diplomático en misiones secretas a Londres. En 1938, Haushofer cayó en desgracia y su situación se complicó aún más con la desaparición de Hess en 1941. 
1944, fue vinculado al proceso judicial por causa del atentado fallido contra Hitler dirigido por Claus von Stauffenberg. La Gestapo lo encarceló en Dachau. Uno de sus hijos, Albrecht Haushofer (diplomático y coautor del Pacto Ribbentrop-Mólotov), fue ejecutado al final de la Segunda Guerra Mundial.

Pensamiento

Siendo uno de los principales ideólogos del Lebensraum o «espacio vital», término acuñado por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), establecía la importancia de la relación entre espacio y población, asegurando que la existencia de un Estado quedaba garantizada cuando dispusiera del suficiente espacio para atender a las necesidades del mismo. Esta idea es análoga al Destino manifiesto estadounidense. Haushofer quiso dar a la geopolítica de su época una idea de antiimperialismo en contra de las potencias marítimas del mundo, como Estados Unidos y Gran Bretaña; para ello deseaba que los países más desarrollados de Eurasia hicieran frente contra estas potencias y contribuyeran a surgir los espacios continentales de naciones solidarias con un despliegue armonioso y supranacional.

Obras
Geopolitik des Pazifischen Ozeans (1925)
Macht und Erde (1932-34)
Weltpolitik von heute (1935).

  
Rudolf Kjellen  ( * Torsö, 13 de junio de 1864-Upsala, 14 de noviembre de 1922) fue un geógrafo, politólogo y político sueco. Acuñó el término Geopolítica, en 1899. Su trabajo fue influido por el afamado geógrafo Friedrich Ratzel. Con Alexander von Humboldt y Karl Ritter. Kjellén lanzó las bases de la geopolítica alemana, que más tarde serían aprovechadas por Karl Haushofer.

Kjellén completó la enseñanza secundaria en Skara, en 1880 y se matriculó en la Universidad de Upsala ese mismo año. Completó su doctorado en Upsala en 1891 y fue docente en esa universidad entre 1890 y 1893. También enseñó en la Universidad de Gotemburgo, donde fue profesor de ciencia política y estadística a partir de 1901, hasta volver a Upsala en 1916, para ocupar una posición prestigiada como profesor de elocuencia y gobierno.
Siendo un político conservador, fue miembro de la segunda cámara del parlamento sueco, entre 1905 y 1908, y de la primera cámara, entre 1911 y 1917.

Kjellén fundó una nueva ciencia política, dedicada a describir el Estado: «el Estado en toda su totalidad, tal como se manifiesta en la vida real». Enumeró, así, los atributos del poder:

  • La geografía -analizada por la geopolítica-, establece la relación entre el Estado y su territorio;
  • La economía - analizada por la geoeconomía-, establece la relación entre el Estado y la economía;
  • La sociología - analizada por la sociopolítica-, establece la relación entre el Estado y la sociedad nacional;
  • La política define la forma, el poder y la vida del Estado.
Se trata de un desarrollo muy próximo al determinismo. Afirmó que: «Los Estados son seres sensibles y razonables, como los hombres».
Su concepto de Geopolitik se convirtió en un lema ideológico de los nacionalsocialistas. La idea fundamental de Kjellén era que un estudio realista de la historia y el crecimiento de los Estados deberían incluir factores como el medio físico, la antropología, la sociología y la economía, así como su organización constitucional y estructura legal. A este interés teórico, la geopolítica añadía siempre un interés político por las relaciones de poder entre Rusia y Europa Central, lo cual despertó la atención de Hitler.

  
 Alfred Thayer Mahan, más conocido con el nombre de Alfred Mahan o de Alfred T. Mahan, (West Point, Nueva York, 27 de septiembre de 1840 - 1 de diciembre de 1914) fue un historiador y estratega naval estadounidense.
Hijo de Mary Helena Mahan y de un reputado profesor de táctica en West Point llamado Dennis Hart Mahan,​ sirvió en la Marina durante la Guerra de Secesión, y luego fue presidente del Colegio de Guerra Naval[2]​ de Newport en Rhode Island.
Mahan sobre todo es conocido por la influencia que tuvo en la doctrina marítima de Estados Unidos. Su obra The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783[3]​ (1890) tuvo mucha influencia, en su época, sobre la importancia y la necesidad, para los Estados Unidos, de desarrollar una Armada potente y muy operativa.
En 1902, ocupó la presidencia de la American Historical Association, y se retiró como contraalmirante en 1906.
Fue él quien empleó el término Medio Oriente por primera vez, en un artículo de septiembre de 1902 titulado "The Persian Gulf and International Relations", y publicado oportunamente en la National Review​ de Londres.

Teoría de Mahan

En sus libros, el almirante Mahan trataba de explicar de dónde provenía el prestigio y la fortaleza del Imperio británico, afirmando que la respuesta podía encontrarse en la adquisición por parte de los británicos de la supremacía marítima, gracias a lo cual se aseguraron lo siguiente:

  • un comercio exterior próspero,
  • una muy buena y eficiente marina mercante, capaz de apoyar dicho comercio,
  • una potente marina de guerra, que pudiera ir en defensa de los barcos de comercio allá donde se la necesitase,
  • una serie de bases marítimas, en donde los navíos podrían reabastecerse o ser reparados,​ y
  • varios territorios coloniales, para proporcionar las materias primas que necesitaba la industria de la metrópoli, permitiendo así satisfacer las necesidades más exigentes de los mercados de consumo en cuanto a productos finos y/o exóticos.
Mahan opinaba que estos cinco elementos a la vez eran complementarios e indispensables para asegurar la prosperidad y la supremacía, ya que sin ellos o sin algunos de ellos, una nación inevitablemente quedaba en inferioridad de condiciones, y sin posibilidades de obtener la eficiencia y los rendimientos que eran de desear: los estadounidenses supieron aprender bien la lección, y aprovechar en su beneficio esta doctrina.
Se daba perfectamente cuenta de que, en su época, no era posible rivalizar y competir con los británicos de igual a igual, y que en el camino de reafirmación de poder que debía recorrer Estados Unidos de América , la toma de control de territorios o de colonias sería la última etapa a cumplir. Lo primero de lo que debía preocuparse el gobierno estadounidense, era de establecer una flota de guerra propia susceptible de controlar los océanos en el entorno del propio territorio estadounidense; acto seguido, debía preocuparse por impedir acceder a sitios estratégicos cercanos a las zonas a defender, a todo potencial enemigo o competidor; finalmente, una posterior preocupación sería marcar presencia militar y comercial en las principales rutas marítimas del globo, a pesar de que se encontraran lejos del propio territorio.
En cuanto a adquisiciones, Mahan no recomendaba la anexión de cualquier territorio, sino que era selectivo: decididamente no era partidario de la adquisición de Guam, de Filipinas, y de ninguna isla al oeste de Hawái; y en el Caribe, estaba muy poco interesado en Cuba, Haití, o Puerto Rico, islas todas ellas muy pobladas, pues prefería Hawái, así como una de las Indias Occidentales Danesas, el control de la zona de un canal transoceánico, y el alquiler de al menos un buen puerto en América Central o América del Sur.

Influencia de Mahan

La importancia de las aportaciones intelectuales de Mahan vienen sobre todo de la influencia que este especialista ejerció sobre gobernantes y personalidades, en cuanto a la definición de la política extranjera estadounidense. Dicha influencia se manifestó muy particularmente sobre Benjamin Franklin Tracy,[7]​ secretario de la Marina, quien oportunamente propuso un vasto plan de construcciones navales en 1889, así como sobre Henry Cabot Lodge, miembro de la Comisión de la Marina en la Cámara de representantes entre 1889 y 1893, y después en el Senado a partir de 1895, y obviamente también sobre Theodore Roosevelt, quien fue nombrado Assistant Secretary de la Marina en marzo de 1897.
Henry Lodge, por ejemplo, declaró en el Senado el 2 de marzo de 1895, que ninguna nación podría ser realmente poderosa e importante, sin tener una buena flota naval, y sin poseer ciertas islas como las de Hawái, consideradas clave en el océano Pacífico.
La propia construcción de un canal transoceánico, el futuro Canal de Panamá, perdería buena parte de su valor estratégico-potencial, si no se tuviera una buena flota de barcos.
Theodore Roosevelt, en 1882, al poco de dejar las universidad de Harvard, escribió un libro sobre la guerra de 1812, y en donde adoptó completamente los puntos de vista de Mahan.
En 1890, el Naval Policy Board (Consejo de política marítima) nombrado por Benjamin Tracy, afirmó la necesidad para Estados Unidos de tener una flota poderosa y operativa, no solamente para el patrullaje costero, sino también para proteger sus rutas comerciales. Las recomendaciones del consejo no fueron enteramente seguidas, pero parte de estas ideas se reflejaron en el Naval Act de 1890, y en la construcción de acorazados costeros capaces de internarse en alta mar para eventualmente cumplir misiones más ambiciosas. En 1898, durante la Guerra hispano-estadounidense, la United States Navy contaba ya con 5 acorazados, en 1900, era la tercera en el mundo, y en 1908, pasó a ser segunda.

Citas

"Una derrota abrumadora o una marcada inferioridad en presencia de una flota enemiga, equivale a una dislocación completa de todo el sistema de las colonias y de sus zonas de influencia, cualquiera que fuere el lugar de la citada derrota".

"Una potencia marítima en primer lugar promueve el comercio sobre las rutas más ventajosas; y una potencia militar siempre sigue al comercio, para ayudarlo a progresar y para protegerlo".

"Las guerras se ganan desde el mar, por el estrangulamiento económico del enemigo, puesto que el poder naval dominante hará desaparecer al enemigo de una determinada zona marítima o le permitirá aparecer en ella como si fuera un fugitivo".


  
Geopolítica crítica: alcances, límites y aportes para los estudios internacionales en Sudamérica.

Lester Cabrera Toledo* 


Este artículo tiene por objetivo discutir, en términos epistemológicos, teóricos y metodológicos, el concepto de geopolítica crítica y su vinculación con los estudios internacionales. Así, se analizarán los alcances, límites y aportes del concepto, comparando entre los postulados clásicos y críticos de la geopolítica, y estableciendo un vínculo con la realidad sudamericana, región en la que el conocimiento geopolítico ha tenido un desarrollo relevante. Se concluye que es necesaria la vinculación entre la noción clásica y crítica de la geopolítica, con el objetivo de lograr una actualización de los postulados de la disciplina que priman en Sudamérica.

Introducción

¿ Cuáles son los principales problemas y aportes que se ponen de manifiesto en el concepto de geopolítica crítica? ¿Cómo se ha manifestado la geopolítica crítica en Sudamérica? El presente trabajo tiene como principal objetivo responder a las interrogantes planteadas, pero, sin perjuicio de un posterior desarrollo, resulta conveniente generar respuestas simples a modo introductorio. La geopolítica crítica nace como respuesta a los postulados “clásicos” de aquella área del conocimiento, especialmente teniendo en consideración las prácticas de los responsables de tomar decisiones y del contexto sobre el cual se establecían los postulados geopolíticos. En este plano, la postura crítica de la geopolítica, deconstruye los postulados clásicos, desde un punto de vista tanto de su puesta en práctica, como de los aspectos que influyen en su elaboración, aportando otras perspectivas analíticas para observar un determinado fenómeno social, preferentemente vinculado al territorio y sus representaciones. No obstante lo mencionado, este enfoque posee limitaciones en su entendimiento, su método de aplicación y su vinculación real con la geopolítica. Así, es posible dilucidar que, en múltiples puntos, la geopolítica crítica pasa de una revisión de los postulados geopolíticos clásicos a un análisis de discurso, dejando de lado factores clave para el análisis geopolítico, como lo es la propia condición geográfica. Al mismo tiempo, la geopolítica crítica establece patrones de análisis que ayudan a explicar fenómenos y procesos sociales, especialmente en el plano internacional, abriendo el camino a otras perspectivas disciplinarias que complementan el conocimiento y la explicación geopolítica de los fenómenos territoriales.
Con respecto a la segunda interrogante, el desarrollo del conocimiento geopolítico en Sudamérica ha tenido un fuerte auge en comparación con otras zonas geográficas, especialmente en contextos históricos donde la disciplina era considerada una “ciencia nazi”, producto de su utilización para justificar la expansión territorial de la Alemania nazi. Así, la geopolítica en la región fue desarrollada especialmente por los miembros de las Fuerzas Armadas, generando al mismo tiempo sus propios postulados y lineamientos, tomando en consideración las realidades geográficas y el posicionamiento regional. Sin embargo, tales postulados, incluso una vez finalizado el conflicto bipolar, han mantenido la noción epistemológica de las nociones clásicas, disminuyendo la relevancia de las corrientes más contemporáneas de la geopolítica, tanto por el desconocimiento de éstas, como por el hecho de que el conocimiento geopolítico ha permanecido vinculado al estamento militar.
El objeto de estudio es analizar, desde una perspectiva conceptual, las limitaciones, alcances y aportes que se avizoran en la aplicación del análisis que aporta la geopolítica crítica. En este sentido, se comienza desde una perspectiva comparada, describiendo los principales elementos que “critica” la geopolítica crítica respecto a los postulados clásicos, para luego advertir y analizar las eventuales limitaciones y alcances en torno al concepto en sí, decantando en aquellos elementos que permiten generar nuevas perspectivas de explicación a fenómenos tanto locales como internacionales. Uno de los aspectos que llama la atención en relación a esto es que el mismo objeto de análisis de la geopolítica crítica sea difuso, lo que a su vez tiene como consecuencia una mayor amplitud al establecer la definición de geopolítica crítica e, incluso de la misma relevancia, delimitirla frente a lo que no es.
El material estudiado da cuenta de la evolución en la forma en que se entiende la separación de las geopolíticas mencionadas, como también de un aumento progresivo en el debate sobre los elementos que forman el conocimiento en geopolítica crítica. No obstante, si bien los tópicos sobre los cuales la geopolítica crítica se centra han aumentado, también lo han hecho las perspectivas difusas. Respecto a éstas, cabe mencionar que no aportan propuesta alguna, ni teórica ni metodológica, ni ayudan a mejorar el nivel de análisis o a proponer nuevas formas de entender las cuestiones analizadas.
Entre las propuestas novedosas de la geopolítica crítica, destacan dos. En primer lugar, se observa que la geopolítica crítica pretende establecer un ordenamiento y clasificación de las representaciones geopolíticas, a través del propio origen de los discursos asociados a éstas. Con ello, no solamente se vislumbra una capacidad de generar nuevo conocimiento geopolítico, sino que también se hacen hallazgos sobre eventuales contradicciones en los discursos que construyen realidades sociales. Y, en segundo lugar, producto de la propia representación en el imaginario geopolítico, la perspectiva que entregan los denominados “códigos geopolíticos” ofrece nuevos esquemas de socialización en lo relativo a las amenazas e intereses de los países en general, como de los responsables de tomar decisiones, en particular, al momento de hacer referencia a los intereses internacionales de los Estados.
Se concluye que, si bien la geopolítica crítica es un campo que experimenta un aumento progresivo respecto a su utilización, ello aún no es debidamente comprendido, producto del desconocimiento prevaleciente de la disciplina, de las herramientas metodológicas difusas y de una perspectiva teórica cuya dirección aún no es clara. Pero el desafío radica tanto en el hecho de poder efectuar un análisis geopolítico, sin dejar de lado aquellos aspectos centrales de la disciplina geopolítica, como el territorio y el espacio, y vincular los preceptos tanto clásicos y críticos, como una forma de mejorar y enriquecer el conocimiento y las inferencias que puedan efectuarse, especialmente desde la óptica regional sudamericana, donde el conocimiento geopolítico sigue teniendo gran influencia en la formulación de las políticas exterior y de defensa.

Geopolítica crítica como respuesta a “lo clásico”

Cuando se tiene una perspectiva en torno a lo que implica el concepto “geopolítica”, por lo general se establece una asociación que es vaga, difusa y compleja.1 En primer lugar, ha sido subutilizada para hacer referencia a fenómenos que, sin ser necesariamente de naturaleza geopolíticos, se les atribuye tal característica, como una búsqueda para explicar los factores que ocasionan el problema.2 La concepción difusa de la geopolítica se basa en el hecho de que, si bien se tienen múltiples puntos de vista sobre la disciplina, también hay una gran cantidad de definiciones que enfatizan diferentes elementos y perspectivas,3 sin encontrar, necesariamente, puntos de conflicto al respecto. Y, finalmente, la complejidad de la geopolítica es una consecuencia de lo mencionado; es decir, hay diferentes escuelas de pensamiento que generan una mayor complejidad en la definición sobre lo que es, y lo que no es, geopolítica.4
De acuerdo con múltiples autores,5 la principal diferenciación, considerando elementos epistémicos y teóricos, deviene de la separación entre la denominada geopolítica “clásica” y la “crítica”. La geopolítica clásica se denomina así por medio de los planteamientos vinculados, fundamentalmente, a la epistemología alemana de comienzos del siglo XX, donde se entendía el Estado como un organismo vivo, al tiempo que se le señalaba como la principal unidad de análisis.6 Como complemento de lo anterior, resulta adecuado presentar algunas definiciones al respecto. Para Rudolf Kjëllen, el autor que por primera vez acuñó el concepto, la “geopolítica es la ciencia que concibe el Estado como un organismo geográfico o como un fenómeno en el espacio”. Otra definición desde la perspectiva clásica es la de Karl Haushofer: “es la base científica del arte de la actuación política en la lucha a vida o muerte de los organismos estatales por el espacio vital”.7
Un análisis de las anteriores definiciones aporta un panorama sobre el que se vincula la noción clásica de la geopolítica con la teoría realista de los estudios internacionales, identificando al Estado como la principal unidad de análisis. A lo anterior debe añadirse, necesariamente, una postura en torno a que el razonamiento geopolítico se efectuaba sobre la base de una estructura darwiniana, en la que el Estado se encontraba en permanente lucha por su desarrollo y supervivencia. Aquello se interpretaba como una forma de análisis basado en un juego de “suma cero” entre los países, en que la vinculación geográfica y el espacio se establecían como factores relevantes para la obtención de objetivos, especialmente a nivel internacional, siendo éste uno de los preceptos básicos de la concepción teórica realista. Además, la perspectiva de “suma cero” se trasplantabla al plano territorial, donde una posible ganancia o pérdida de este elemento significa, en el razonamiento geopolítico de la época, un cambio en el equilibrio de poder en términos absolutos.8 Incluso para la noción clásica esta perspectiva se considera un fundamento de la caída de imperios u otras formaciones políticas a lo largo de la historia.9
Otra de las cuestiones que se destacan en la visión clásica es la concepción ideológica subyacente que se tiene de ésta. Pese a que la geopolítica se planteó para entender el comportamiento de los países, lo cierto es que los diferentes “proyectos geopolíticos” o “teorías geopolíticas” que se esbozaron, especialmente en la primera mitad del siglo XX, eran parte del posicionamiento de determinados Estados en el ámbito internacional.10 Por ese motivo, las “teorías geopolíticas clásicas” pueden considerarse como proyectos en el ámbito de la política exterior de una serie de países, que buscaban tener un posicionamiento hegemónico en el sistema regional e internacional imperante. Por esta razón, para determinados autores la geopolítica clásica puede considerarse una parte sustancial de un proyecto hegemónico e imperialista.11
Como una manera de responder a aquellos fenómenos e interpretaciones, en conjunto con el contexto académico imperante sobre la propia censura de la geopolítica clásica, surge la geopolítica crítica. Y al igual que la perspectiva clásica, la visión crítica puede interpretarse desde diferentes puntos de vista. Así, para Klaus Dodds, Merje Kuus y Joanne Sharp, la mencionada disciplina “es un subcampo de la geografía humana, la cual investiga las aseveraciones y supuestos geográficos que se establecen en la política mundial. Para realizar aquello, examina las prácticas sobre las cuales los actores políticos ‘espacializan’ la política internacional, al tiempo que representan ‘el mundo’ caracterizado por lugares particulares”.12 Otra definición es la de Alison Mountz, al señalar que la geopolítica crítica “es el campo que examina la producción discursiva de ‘los otros’ y las formas que aquella producción del conocimiento se informa en las relaciones internacionales, especialmente los vinculados a los proyectos imperiales y coloniales.13 Finalmente, Heriberto Cairo establece que la geopolítica crítica es una disciplina auxiliar al Estado, y la define como “una práctica discursiva por la cual diversos grupos de responsables de tomar decisiones de gobierno (intellectuals of statecraft) ‘espacializan’ la política internacional para representar un ‘mundo’ caracterizado por tipos determinados de lugares, gentes y relatos”.14
De acuerdo con la definiciones proporcionadas, la geopolítica crítica se posiciona como una respuesta necesaria a lo esbozado por los autores clásicos, en especial como consecuencia de la deslegitimación de la disciplina producto de la vinculación con la ideología nazi.15 La perspectiva crítica, que toma sus herramientas teóricas desde el posestructuralismo y las visiones “reflectivistas” o “interpretativistas” de los estudios internacionales,16 posiciona el discurso geopolítico como una realidad social construida y que, por ende, puede analizarse por sí sola. Además, coloca en un sitial de relevancia para el análisis factores como el contexto político, que encierra la generación del discurso geopolítico, como una forma de apreciar nociones como el imperialismo y la hegemonía, en especial en el plano de las políticas exteriores esgrimidas por los países.17
Desde la visión crítica de la geopolítica, el pensamiento clásico no solamente es absoluto, sino limitado, principalmente a la hora de concebir su unidad de análisis. Si bien es cierto que el Estado es relevante, desde la geopolítica crítica éste no se interpreta como un todo absoluto y homogéneo. El pensamiento crítico en geopolítica propugna elementos que van desde la necesidad de incorporar las identidades como factor diferenciador en las sociedades, nociones económicas que grafiquen y expliquen una eventual “categorización” de las sociedades e, incluso, las formas de razonamiento que se observan entre los responsables de tomar decisiones.18 Desde este punto de vista, la geopolítica crítica toma una posición en torno a los discursos derivados del pensamiento clásico, que considera como una declaración de intereses; es decir, no adopta un posicionamiento o razonamiento neutral.19 En esencia, y siempre desde la perspectiva crítica, la geopolítica clásica encapsula, de acuerdo con los responsables de tomar decisiones en política exterior, el deseo de mantener un determinado orden nacional y, especialmente, internacional, con el fin de conservar o ganar una posición de superioridad con respecto a “los otros”.20 Esta conducta, en los años en que los clásicos esgrimieron sus lineamientos geopolíticos, se corresponde con declaraciones y acciones de diversos Estados, como la Gran Bretaña de Mackinder, o la Alemania de Haushofer.21 Por lo tanto, la geopolítica clásica también se interpreta desde la perspectiva crítica como un instrumento que justifica medidas imperiales y hegemónicas en el ámbito internacional.
Un aspecto relevante en el campo de estudio de la geopolítica crítica responde al hecho de que, si bien ésta se ha considerado, cada vez más, en los análisis que pueden efectuarse, también es cierto que ha generado resistencias entre la propia comunidad epistémica,22 como también entre una serie de autores quienes, a su vez, critican sus postulados, fundamentalmente por disminuir el valor geopolítico de los autores clásicos. No obstante, al mismo tiempo se reconoce que, pese a las perspectivas contrarias, la geopolítica crítica ayuda a delimitar el conocimiento geopolítico, en especial cuando el concepto de geopolítica como tal se ha masificado, fundamentalmente en los medios de comunicación.23 Al respecto, y a favor de los aportes de la geopolítica crítica, señalan Dodds, Kuus y Sharp que “reconociendo que muchos de los así llamados escritores geopolíticos estaban movilizando una comprensión simplista de los lugares y los espacios, la geopolítica crítica desafió esas preocupaciones, destacando por ejemplo la capacidad de recuperación de los hilos del pensamiento geopolítico como imperialista, nacionalista y racista”.24
No obstante, los problemas y posiciones encontradas respecto a la geopolítica crítica van más allá del punto de vista que se adopta con respecto a los postulados clásicos. Así, es claro que las principales problemáticas se relacionan con el valor del discurso como un absoluto, la vinculación de los análisis con el territorio y la metodología con la cual opera.

El discurso, la territorialidad y el método como limitantes

La conceptualización de la geopolítica crítica, pese a que incluya una serie de elementos que evidencia aspectos comunes, también refleja una complejidad en lo relativo a la amplitud del concepto como tal. Un ejemplo de ello es el propio objeto de estudio sobre el que trabaja la geopolítica crítica. Cuando se efectúa un análisis sobre la base de la disciplina mencionada, el objeto central es, en la mayoría de los casos, difuso. Así, y como bien lo señala Dahlman, la geopolítica crítica, si se toma desde su base teórica posestructuralista, carece de un método único cuando explica un determinado tópico25 e, incluso, en este punto los autores no mencionan que exista un objeto de estudio delimitado, como sí lo tiene el enfoque clásico.26 En consecuencia, la geopolítica crítica no postula “leyes” o “teorías” que traten de comprender determinados fenómenos. Si bien esto se entiende por la propia concepción epistémica y ontológica de la geopolítica crítica, también es cierto que esta disciplina tiene frente a sí el desafío de construir y desarrollar su propio corpus teórico y analítico. Sin embargo, uno de las pocas cuestiones en las que es posible encontrar un aspecto delimitador es en torno a las perspectivas que se enfocan en desestimar las narrativas vinculadas al poder estatal, en sus diferentes niveles de acción.27
La comprensión y el análisis del objeto de estudio para la geopolítica crítica, al escapar de la única unidad de análisis que postulaba la geopolítica clásica, pierde claridad. Por ello, la disciplina necesita otras herramientas para efectuar sus planteamientos. Es así que, y en línea con lo planteado por Martin Müller, el análisis de discurso, especialmente como insumo para el eventual logro de los objetivos que la disciplina propugna, se aprecia como un aspecto sólidamente vinculado a la geopolítica crítica.28 No obstante, pese a que el análisis de discurso se convierte en el núcleo de los eventuales lineamientos que se deduzcan de un fenómeno o proceso observado, también se aprecia, en forma mayoritaria, un análisis en sí mismo.29 Al enfocar el análisis de discurso como un método más que como una técnica, y sumando su concepción teórica posestructuralista o reflectivista, la geopolítica crítica se limitaría principalmente a los análisis narrativos; pese a ello, el principal problema no se aprecia en la forma, sino cuando busca responder a las preguntas sobre qué se estudia y para qué se estudia. En estricto rigor, el análisis de discurso se diferencia medianamente de la geopolítica crítica cuando se da una respuesta satisfactoria a una interrogante señalada. Incluso así, el análisis carece de un elemento clave para denominarse geopolítico.30
Al generar explicaciones e inferencias sobre la base de un análisis, como sería para el caso de la geopolítica crítica, tomando como referencia el discurso, se efectúa el error de perder la cualidad “geopolítica” como tal, haciendo del análisis del discurso un fin en sí mismo. En este plano, la presencia de una determinada característica territorial es lo que otorga la condición geopolítica. El territorio, para algunos autores, marca el vínculo con la geopolítica, más allá del hecho de que al realizar una desagregación del discurso puedan evidenciarse nociones de poder y hegemonía, cuya base lógicamente es política y no necesariamente territorial.31 La geopolítica, en cualquiera de sus dos grandes vertientes, se representa como una influencia de poder; sin embargo, la diferencia reside principalmente en la ubicación, representación y manifestación misma del poder. Sin embargo, aquel poder, sin la unión con el territorio, carece de una configuración geográfica como tal y, por ende, de la cualidad geopolítica.
Existen una multiplicidad de análisis que vinculan el poder con el territorio en el ámbito de la geopolítica crítica,32 pero la comprensión del territorio, desde una perspectiva posestructuralista, no necesariamente refleja los intereses de poder que supone e, incluso, la propia concepción subjetiva del territorio da como resultado una percepción difusa de los elementos que se vinculan a éste, siempre en términos de poder. De esta manera, el discurso y el territorio, si bien pueden compartir importantes segmentos de análisis, pueden también no compartirlo, originando una desnaturalización de la concepción geopolítica. Ejemplo de ello son los análisis de procesos “geopolíticos” que poco o nada se relacionan con la territorialidad.33
De acuerdo con Phill Kelly,34 hay un elemento que resulta fundamental para entender la limitación territorial que establece la geopolítica crítica, y que se vincula directamente tanto con la forma de comprender los actuales procesos políticos, como con el hecho de situarse en un determinado punto de vista epistémico para comprender el territorio. Así, si bien es cierto que existe una visión en torno a la “desterritorialización” de los espacios geográficos,35 también lo es que la geopolítica no puede concebirse como tal sin la propia noción del territorio. Sin embargo, el problema no radica en la composición del territorio en sí misma, sino en su comprensión. Con ello, la visión de “espacio” resulta más adecuada que la de territorio, incluso para referirse a las realidades que se visualizan en el interior del Estado. El espacio, para la geopolítica crítica, se acopla a una visión dinámica y en constante cambio, incorporando la necesidad de tener diferentes niveles de entendimiento de éste. Desde esta perspectiva, el discurso se convierte en la forma de interpretar el espacio, así como todas sus diferencias, en las que es posible establecer el posicionamiento propio de un grupo social, el ordenamiento territorial de una ciudad o un asentamiento urbano, o las diferencias entre ruralidad y urbanidad.36
De esta manera, es posible dilucidar que la visión de territorio es una perspectiva absoluta y poco adaptable a los cambios que traen consigo los movimientos sociales, incluso desde el plano internacional; mientras que la noción de espacio, si bien toca el proceso de “desterritorialización”, se efectúa sobre una base totalmente contraria al posicionamiento de la geopolítica clásica, para la cual los elementos geográficos influyen, casi de manera irremediable, en la forma de concebir las orientaciones políticas y sociales.
Otra de las dificultades de la geopolítica crítica radica en la metodología que emplea para efectuar sus análisis. Al respecto, si bien es cierto que dentro del propio análisis del discurso es factible encontrar una buena cantidad de referencias sobre cómo realizarlo, lo cierto es que esa perspectiva, como bien se mencionó en su momento, no necesariamente se vincula con lo que puede ser un análisis de características geopolíticas. Pero, incluso más allá de esto, desde una visión teórica, la geopolítica crítica carece de un método claro y específico, por lo que debe valerse de otras perspectivas para desarrollar sus análisis.37 Los principales autores de la disciplina han tomado en consideración esta debilidad, y si bien no han establecido una metodología de análisis, sí han desarrollado una manera de comprender los discursos que debe tomar en cuenta la disciplina, en atención a su origen.38 Sin embargo, esto no puede concebirse como un método propio de la geopolítica crítica, sino como una sistematización en torno al objeto de estudio. Y en este aspectose establecen dos elementos clave: la primacía del discurso en cualquier análisis de la geopolítica crítica y la carencia metodológica de la disciplina, que se suple con otro tipo de herramientas.
Como se mencionó en su momento, el discurso ocupa un lugar clave para la comprensión de los fenómenos que se propone analizar la geopolítica crítica. Pero si bien ello puede considerarse como un elemento que ayuda a entender los aspectos y realidades subyacentes de los diferentes contextos, también es cierto que limita la propia perspectiva geopolítica, vinculándose en este punto con el aspecto territorial. Cuando el discurso se convierte en el centro del análisis, se pierde una noción importante de la territorialidad. Esto se explica por el hecho de que los elementos en torno al análisis del discurso no son necesariamente territoriales, lo que da lugar a que cualquier discurso, sin importar el objeto o problema que se analice, puede incorporarse como un fenómeno a considerar perteneciente a la geopolítica crítica, lo cual no es necesariamente eficiente.
Mientras que en el segundo aspecto, las herramientas que se proponen desde la geopolítica crítica tienen una base sobre el propio discurso, sin generar una diferencia sustancial entre lo que puede entenderse por análisis de discurso, por un lado, y geopolítica crítica, por otro.39 La diferencia se presenta cuando se define el objeto de investigación, a la vez que se vincula adecuadamente con una realidad territorial, la cual bien puede ser deconstruida a través de los preceptos de la geopolítica crítica, pero debe tenerse presente para, de esa forma, hablar de geopolítica como tal.

Los aportes de la geopolítica crítica

Pese a las diferentes limitantes señaladas de la geopolítica crítica, ello no es necesariamente reflejo de una cualidad negativa, sino de un límite; pero tal perspectiva también puede considerarse un desafío, en cuanto a la incorporación de aproximaciones sociales a fenómenos que se relacionan con el territorio. En este plano, la geopolítica crítica puede ser una herramienta adecuada cuando sea conveniente asociarse, en los estudios internacionales, con diferentes maneras de entender y explicar la forma en que los actores del sistema internacional se relacionan, e incluso el propio comportamiento de éstos.
El campo de estudio de la geopolítica crítica, si bien establece el discurso como uno de los elementos centrales en su eventual análisis, no solamente se enfoca en el discurso en sí, ya que considera aspectos de la representación de un espacio geográfico, como en el origen del propio discurso. Es así que se establecen diferencias sustanciales al intentar comprender un cambio en la forma de representar el territorio, como consecuencia de la multiplicidad de puntos de vista propuestos.40 Pero además, el núcleo central se basa en el origen de los discursos.41 A raíz de ello, el discurso geopolítico encontraría su importancia al conocer y comprender el contexto en que se dio tal discurso, los elementos que eventualmente influyeron en su generación y los aspectos subyacentes, generalmente simbólicos, que se encuentran en éste.
Es así como -y de acuerdo con Gearoid O’Tuathail y Simon Dalby-, el discurso debe tener una clasificación para poder explicar aspectos tales como la apreciación de las fronteras, la representación del espacio territorial y las amenazas que eventualmente perciben las personas responsables de tomar decisiones de política exterior en el Estado. La clasificación propuesta por tales autores se vincula con el propio origen de los discursos, tomando en consideración la fuente de éstos, pero desde un punto de vista institucional, estableciendo tres divisiones: la geopolítica práctica, que se relaciona con los discursos emitidos por los líderes de Estado y la burocracia a cargo de la política exterior del país; la geopolítica formal, dada como consecuencia de los discursos que emanan de centros de estudios y universidades; y, finalmente, la geopolítica popular, presente en los discursos que se emiten a través de los medios masivos de comunicación.42
En este sentido, es posible señalar que existen tres formas de comprender la “imagen” y representación que manifiesta el discurso, como herramienta y como generador de patrones sociales, en la geopolítica popular, la geopolítica práctica y la geopolítica formal. La categorización de cada una de éstas se refleja en el siguiente diagrama.
Como puede observarse, la geopolítica formal se enfoca en la construcción de un imaginario social que deviene de los discursos de los centros de investigación, las universidades y cualquier organización con una directa vinculación con el medio académico-profesional. En este ámbito, el discurso se manifiesta fundamentalmente a través de publicaciones como revistas, libros, o incluso artículos de opinión, donde se observen las perspectivas geopolíticas de un autor o bien de una institución.
Siguiendo el diagrama anterior, la geopolítica práctica se extrae de los discursos de las personas responsables de tomar decisiones, particularmente en el ámbito de la política exterior. Este punto es uno de los más complejos a tratar, si se considera la multiplicidad de actores que pudiesen estar involucrados en la generación de la política mencionada, así como por los múltiples canales que difunden una determinada imagen o discurso sobre un tema en cuestión. Sin embargo, las consideraciones en torno a las implicaciones estratégicas y territoriales son las que marcan una diferencia entre los discursos geopolíticos y de otro tipo, pese a que incluso con esa perspectiva resulte viable establecer apreciaciones geográficas desde una base económica o comercial. Finalmente, la geopolítica popular se da como consecuencia de los discursos derivados de los medios de comunicación masivos y de las expresiones culturales masivas como el cine o la televisión. En este ámbito, la dificultad se aprecia en la amplitud de fuentes y, por ende, en delimitar los elementos que subyacen al discurso popular, el cual, de acuerdo con los propios autores, esconde aspectos ideológicos que denotan una representación geopolítica que, en un primer momento, no es clara ni explícita.43
Otro de los elementos relevantes que integra la perspectiva de la geopolítica crítica es la generación del concepto “códigos geopolíticos”. Esta perspectiva integra la concepción (o imágenes) de los responsables de tomar decisiones de política exterior de los Estados y la propia percepción sobre las amenazas que perciben, tomando en consideración la composición del sistema internacional como parte de un patrón de intereses. Así, para Colin Flint, los códigos geopolíticos pueden definirse como “la manera en que un país se orienta a sí mismo hacia el mundo”;44 otra definición plantea que son “un conjunto de supuestos estratégicos que elabora un gobierno sobre otros Estados para orientar su política exterior”.45
Más allá de una eventual explicación sobre los elementos implícitos en esta categoría conceptual, los códigos geopolíticos “suponen la ponderación, según su evaluación estratégica y en tanto que amenazas potenciales, de lugares que están más allá de las fronteras del Estado.46 Este aspecto no es menor, ya que sitúa los códigos geopolíticos como parte de una interpretación mucho más amplia de lo que podría concebirse como una mera declaración de intenciones, desde el punto de vista de la política exterior. Esto se relaciona con las apreciaciones y percepciones que puede sostener un Estado, pero tomando en cuenta elementos que se relacionan con su seguridad, los que no necesariamente poseen la cualidad de provenir de un actor estatal. Por lo tanto, la configuración de un código geopolítico supone cualidades que se asocian a la política exterior y directa o indirectamente, con la seguridad del Estado.47
Una de las cuestiones clave de la concepción de los códigos geopolíticos es el hecho de que todos los países lo tienen y se le ha denominado código geopolítico local. Así también, sólo algunos países, especialmente aquéllos con un grado relevante de influencia en sus entornos cercanos, tienen un código geopolítico de características regionales. Y, finalmente, algunos países tienen lo que los autores mencionados denominan un código geopolítico mundial.48 Esta clasificación cobra validez cuando un Estado se manifiesta en relación con temas locales, vecinales, regionales o mundiales, en consonancia con sus respectivos discursos, en los diferentes ámbitos que proponen tanto O’Tuathail como Dalby. Asimismo, según las propias expresiones oficiales y a través de los medios de comunicación es posible señalar que los códigos geopolíticos no son inmutables, sino que van evolucionando y cambiando con el contexto internacional y en la manera en que los responsables de tomar decisiones interpretan el escenario mencionado.
De esta manera, , desde un punto de vista teórico, las diferentes visiones de la geopolítica crítica comparten una serie de elementos en común que aportan una base para la mejor comprensión de los fenómenos que se desean analizar, a la vez que señala elementos o procesos que ayudarían a construir una perspectiva o abordaje propio de la geopolítica crítica. No obstante y sin perjuicio de lo mencionado, resulta adecuado establecer algunas precisiones. La primera gira en torno al grado de relación de los elementos teóricos que sustentan las posiciones de los diferentes autores, vinculados a la generación del conocimiento en la disciplina de la geopolítica crítica. Esto permite clasificar las nociones que, si bien en un primer momento pueden parecer dispersas, tienen puentes conceptuales y teóricos que son parte de un campo de estudio singular. De este modo, es posible considerar el enfoque planteado por Gearoid O’Tuathail y Simón Dalby, en su trasfondo teórico, desde la perspectiva posestructuralista. Al mismo tiempo, los postulados geopolíticos que esgrimen autores como Peter Taylor y Colin Flint se sustentan en la economía política internacional, al considerar la noción de los códigos geopolíticos desde el punto de vista de Immanuel Wallerstein en lo que denomina el sistema-mundo y su estructura tripartita de centro, periferia y semiperiferia.49
Al respecto, cabe señalar que los postulados vinculados al posestructuralismo abogarían por la división de la geopolítica en práctica, formal y popular (mencionadas líneas arriba), y en todas éstas el discurso es el elemento central. Mientras que, por otro lado, la visión relacionada con la economía política internacional tiene como elementos conceptuales los denominados códigos geopolíticos, que establecen una “imagen” en torno a la propia proyección de los países hacia el mundo, los actores que lo componen y la evaluación de las amenazas y riesgos que presuponen para sus intereses. Y pese a las diferencias, ambas corrientes encuentran elementos en común que permiten una concatenación de supuestos y preceptos, ayudando así a la creación del campo de estudio. Por ejemplo, se muestra que el discurso y el concepto de “imagen” no solamente se relacionan en forma íntima, sino que además encuentran un soporte conceptual tanto en las diferentes clasificaciones de las geopolíticas como desde los propios códigos.
Lo anterior se entiende mejor si tomamos en cuenta que en ambas perspectivas, teóricas o conceptuales, el elemento central no pasaría a ser el discurso como tal, sino que una determinada “visión de mundo”, lo que se traduce en el objeto de estudio de la geopolítica crítica, considerando las diferentes relaciones y vinculaciones que se suceden en el ámbito internacional. Por esta razón, la “visión del mundo” es el elemento que une ambas nociones teóricas. Incluso, es posible coincidir en aquello con planteamientos que propugnan por mantener el Estado como la principal unidad de análisis, incluso desde un punto de vista crítico de la geopolítica.50 
Si bien esto último puede considerarse como parte de una propuesta en torno a la generación de los preceptos teóricos que sustentan la geopolítica crítica, aquello es digno de debate y de diversas observaciones. No obstante, en términos generales, los aportes de la geopolítica crítica pueden resumirse en dos grandes aspectos: la “revitalización” de la geopolítica como disciplina académica y la capacidad de explorar nuevos elementos y conceptos que aportan otros puntos de vista, más allá de los que generan los postulados clásicos, frente a fenómenos principalmente internacionales y regionales. Y es frente a aquella realidad en donde la región de América del Sur presenta una serie de procesos que evidencia la necesidad de debatir y evolucionar de acuerdo con la manera en que la geopolítica se presenta e interpreta, como campo de estudio.

Geopolítica y su visión crítica en el contexto sudamericano

La geopolítica en Sudamérica ha sido una de las disciplinas más desarrolladas en el plano de las áreas del conocimiento que vinculan al Estado con su entorno internacional.51 Lo anterior, tanto en comparación con otras disciplinas similares, como por el hecho de que mientras en otras latitudes del mundo la geopolítica se consideraba un conocimiento “tabú” debido a su vinculación con el expansionismo de la Alemania nazi. En la región sudamericana se siguieron desarrollando preceptos y lineamientos geopolíticos de acuerdo con las cualidades de cada país.52 Es así como en algunos de ellos, la evolución del conocimiento geopolítico alcanzó un nivel alto, lo cual se reflejaba tanto en políticas como en preceptos conceptuales propios, tomando como casos de estudio principalmente las realidades de Brasil, Argentina y Chile, considerados incluso “escuelas geopolíticas”.53 Sin embargo entender la expansión de esta rama del conocimiento, cuya raíz es eminentemente clásica, exige estudiar una serie de procesos que la región vivió durante el siglo XX.
Uno de esos procesos se relaciona con la interpretación que se hizo de la geopolítica, especialmente en la pos Segunda Guerra Mundial, desde el punto de vista de su objeto de estudio. En este plano, se distingue que la noción clásica de la disciplina fue predominante en la región con la consecuencia de que el Estado fue el actor principal en los diferentes análisis relacionados con la geopolítica. Este punto es clave porque, como consecuencia de ese precepto, en la región se vinculó con fuerza la geopolítica con el realismo.54 Y esto último se vio maximizado como producto de la interpretación y el desarrollo de la geopolítica, en especial en pleno conflicto bipolar, tomando en cuenta que fue el segmento militar el que mayormente buscó recurrir a la geopolítica como herramienta que le permitiera prever y analizar los posibles puntos de conflicto con otros países.55 Al mismo tiempo, la geopolítica comenzó a tener una perspectiva nacional, estableciéndose como una disciplina que ayudaba a tomar decisiones en el plano de la política exterior de los Estados y, así, lograr o mantener sus intereses en el ámbito regional y en el entorno de países vecinos, lo cual se demostró especialmente cuando los gobiernos militares fueron la tónica en Sudamérica.56
No obstante, concebir el pensamiento y desarrollo de la geopolítica en Sudamérica como un todo es un error. Incluso en la forma en que ésta se concibió en un principio y luego se expandió, es posible encontrar diferencias sustanciales que ayudan a explicar las nociones de regiones e incluso los intereses de los países de manera particular.57 De esta manera, al analizar la evolución del conocimiento geopolítico en Sudamérica desde un punto de vista crítico, es posible mostrar dos grandes perspectivas: la que se deriva de la realidad del Cono Sur, y la lógica del pensamiento brasileño y uruguayo.
Uno de los puntos fuertes de la noción que se manifiesta del pensamiento geopolítico propio del Cono Sur deviene de una concepción realista de la geopolítica, en la cual los preceptos elaborados, especialmente por autores militares, buscaban presencia sobre determinados lugares territoriales, con el objetivo de lograr una mayor influencia y proyección de los Estados.58 En este plano, la geopolítica se interpretaba como un medio para que los países mantuvieran su territorio, aumentar su influencia y proyección y, tal vez lo más relevante, evitar el acceso de otro país a esas posiciones. Bajo aquella lógica, la geopolítica sirvió para justificar y argumentar conflictos, que tenían también un componente que se derivaba de la historia bilateral y, principalmente, de los conflictos bélicos vividos en el pasado. Pese a que señalaba la relevancia de la presencia de las instituciones del Estado en la extensión territorial de un país en particular, el foco de la geopolítica para los países de esta región se centraba en el plano internacional y de países vecinos.59
A diferencia de la concepción del Cono Sur, la perspectiva de Brasil y Uruguay presenta elementos que la acercan más a los postulados iniciales de la disciplina, considerando el punto de vista del creador del concepto como tal. En este sentido, la geopolítica se interpreta en su relación con el desarrollo de los países, en otras palabras, tiene una connotación más cercana a la perspectiva de desarrollo en los países, que de conflicto en el ámbito internacional. De este modo, se apreció como una herramienta para la creación de institucionalidad estatal, que pudiese establecer un control efectivo de los espacios territoriales.60 Incluso los postulados del ámbito internacional, desarrollados desde una base geopolítica, buscaban emplear recursos en pos de la integración de los países de la región, ofreciendo al mismo tiempo un contrapeso a las perspectivas hegemónicas de las grandes potencias, en especial en tiempos de la Guerra Fría.61
Y pese a que los contextos regionales e internacionales han variado considerablemente con respecto a lo vivido durante el conflicto bipolar, en el siglo XXI en la región aún se mantienen concepciones derivadas del pensamiento militar en la disciplina, demostrando así tanto la fuerte influencia que ha mantenido el ámbito castrense en esta rama del conocimiento, como también el hecho de que desde la misma academia no se ha hecho un esfuerzo para discutir las nuevas perspectivas teóricas y conceptuales de las nociones más contemporáneas, incluyendo lo planteado por la geopolítica crítica.62 Y, más aun, se destaca que en momentos en que el mundo repudiaba la geopolítica, producto de la remembranza de lo “nazi”, en la región se siguió desarrollando la disciplina, pero en su base epistémica positivista y teóricamente clásica.63
Sin perjuicio de lo anterior, es posible rescatar algunas propuestas teóricas propias de la región, y que ayudan a enfatizar los problemas y realidades que, casi de manera exclusiva, vive Sudamérica en su totalidad, aunque con diferentes matices, pese a que en este punto es claro un desconocimiento o mal entendimiento de lo que comprende la geopolítica crítica o los parámetros más contemporáneos de la geopolítica.64 De esta manera, se destacan perspectivas que, desde una base epistémica reflectivista, plantean problemas como la protección de los recursos naturales regionales, la perspectiva imperial y hegemónica de ciertos Estados extrarregionales e, incluso, los desafíos de los modelos de integración regional.65
Producto de la incorporación de nuevos esquemas de pensamiento, principalmente derivados de las problemáticas regionales, se produce un nuevo campo sobre el cual es posible incorporar perspectivas más contemporáneas para la comprensión y análisis de los fenómenos, desde un enfoque más amplio. Éstos serían algunos de los factores y variables que la geopolítica crítica ayudaría a incorporar a las nociones de la geopolítica clásica propias de la región, considerando procesos como la globalización y un cambio de interpretación de los factores clásicos en la construcción de una institución moderna, como el Estado. Ello daría como resultado un conocimiento más holístico y amplio de los fenómenos que afectan Sudamérica.
Pero la cuestión más relevante es que, como tal, la geopolítica aún no se encuentra realmente imbuida en una construcción de conocimiento, específicamente en el plano de los estudios internacionales en la región. Y este aspecto no es menor debido a que en esta rama de las ciencias sociales aún se sigue reflexionando sobre parámetros derivados del primer mundo, los cuales no se aplican necesariamente a la realidad regional. En este sentido, pese a que la geopolítica crítica también se deriva de una visión de pensamiento de otras latitudes, su uso e incorporación en los esquemas analíticos, como el caso del valor del discurso y los “códigos geopolíticos”, ayudarían a reconocer los elementos que subyacen en iniciativas tanto nacionales como regionales, en torno a problemáticas puntuales y, con ello, comprender de mejor manera la realidad regional, siempre en términos geopolíticos.

Conclusiones

Por lo general, cuando se hace referencia a la geopolítica crítica, se realiza como una forma de expresión en contra de los preceptos de la geopolítica clásica, pero lo cierto es que ambas posiciones no necesariamente se consideran antagónicas e irreconciliables, sino que es factible establecer un grado de complementariedad, e incluso, de reforzamiento en la comprensión de los diversos postulados de cada una de las mencionadas ramas. Así, para entender de mejor forma los postulados clásicos, la geopolítica crítica establece un marco de análisis adecuado para ello. Incluso con la composición de una serie de lineamientos clásicos en geopolítica, si bien cumplen con las cualidades “negativas” que propugna y “descubre” la geopolítica crítica, también se observan aspectos desconocidos de ésta, que revitalizan y actualizan el conocimiento geopolítico. Y desde aquella visión, la geopolítica clásica complementa la visión crítica, al señalar la importancia de elementos como el territorio y la necesaria vinculación geográfica de los aspectos que se analizan. Con ello, no solamente se cumple el objetivo de presentar un desarrollo más complejo del concepto de geopolítica sino que, al mismo tiempo, se genera un límite para establecer lo que es y lo que no es geopolítica.
Las limitaciones de la geopolítica crítica, si bien se manifiestan incluso por los mismos autores que han desarrollado aquella disciplina, han generado una nueva visión en torno a los preceptos que son parte, en algunas ocasiones en condiciones de relevancia, del conocimiento geopolítico en general. La composición teórica de la geopolítica crítica se considera como tal debido a que, si bien identifica problemas, no propone soluciones, y lleva a un camino donde el desafío para proponer alguna mejora es justamente eso: proponer soluciones, pero con mayor congruencia metodológica.
Si lo anterior se aplica a la realidad regional, tomando en cuenta el grado de desarrollo de la geopolítica y los fenómenos o problemas que se muestran, la vinculación entre lo que implica “lo clásico” y “lo crítico” se vuelve necesaria. Sin embargo, para lograrlo, es imperativo comenzar a debatir sobre nuevas bases epistémicas y teóricas, que permitan la deconstrucción y discusión en torno a los parámetros clásicos que sostienen el conocimiento geopolítico regional. Sobre este punto, si bien se han establecido patrones relacionados, especialmente en lo relativo a fenómenos y procesos sociales, incluso con alcance internacional, se tiene el desafío de incorporar aquellos planteamientos sobre una base metodológica clara y explícita, con el fin de no caer en las debilidades mencionadas de la geopolítica crítica.
La región posee una fuerte vinculación con el conocimiento geopolítico, lo cual se manifiesta en sus políticas internas como externas. Pero los elementos intrínsecos del pensamiento geopolítico sudamericano deben actualizarse e incluso “democratizarse”, tomando en cuenta que pese a estar en pleno siglo XXI, se siguen repitiendo patrones del siglo pasado, en particular el casi monopolio del ámbito castrense sobre la disciplina. Y ello también incluye masificar el concepto de geopolítica como tal, pero desde una base académica. La geopolítica crítica podría ayudar en esta labor, desde una óptica en la que los aspectos a discutir sean metodológica y teóricamente claros, específicos y acordes con los problemas de la región.

 
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1 Phil Kelly, “A Critique of Critical Geopolitics”, Geopolitics, vol. 11 (2006), pp. 24-53.

2 John Agnew, Geopolitics: Re-visioning World Politics, Londres, Routledge, 2003; Gearoid O’Tuathail, Critical Geopolitics. The Politics of Writing Global Space, Londres, Routledge, 1996.

3 Martin Müller, “Reconsidering the concept of discourse for the field of critical geopolitics: Towards discourse as language and practice”, Political Geography, núm. 27 (2008), pp. 322-338; Colin Flint, Introduction to Geopolitics, Londres, Routledge, 2006; Peter Taylor y Colin Flint, Geografía política. Economía mundo, Estado-nación y localidad, Madrid, Trama Editorial, 2002; Simon Dalby, Creating the Second Cold War. The Discourse of Politics, Londres, Pinter Publishers, 1990.

4 Yves Lacoste, Geopolítica. La larga historia de hoy, Madrid, Síntesis, 2008; Phil Kelly, Classical Geopolitics. A New Analytical Model, Stanford, University Press, 2016.

5Phil Kelly, op. cit. 2006; Gearoid O’Tuathail, “Thinking Critically about Geopolitics”, en Gearoid O’Tuathail, Simon Dalby y Paul Routledge (eds.), The Geopolitics Reader, Londres, Routledge, 2006, pp. 1-14; David Atkinson y Klaus Dodds, “Introduction to geopolitical traditions: a century of geopolitical thought”, en Klaus Dodds y David Atkinson (eds.), Geopolitical Traditions. A century of geopolitical thought, Nueva York, Routledge, 2000, pp. 1-25; Geoffrey Sloan y Colin Gray, “Why geopolitics?”, Journal of Strategic Studies, vol. 22 (1999), pp. 1-11.

6 Yves Lacoste, “Las etapas de la geopolítica”, en Leopoldo González Aguayo (edit.), Cuaderno de Trabajo. Antología. Los principales autores de las escuelas de la geopolítica en el mundo, México, unam, 2011, pp. 11-22; Gearoid O’Tuathail, op. cit., 1996.

7 Jorge Atencio, ¿Qué es la geopolítica?, Buenos Aires, Editorial Pleamar, 1968, pp. 23-25.

8Phil Kelly, op. cit., 2016; Saul Cohen, Geopolitics. The Geography of International Relations, Nueva York, Rownman & Littlefield, 2015; Klaus Dodds, Geopolitics: A Very Short Introduction, Nueva York, Oxford University Press, 2007.

9 Joan Nogué y Joan Ruffí, Geopolítica, identidad y globalización, Barcelona, Ariel Geografía, 2001.

10John Agnew, op. cit., 2003; Gearoid O’Tuathail, op. cit., 1996.

11David Atkinson y Klaus Dodds, op. cit.; Gearoid O’Tuathail y Simon Dalby, “Introduction: Rethinking geopolitics: towards a critical geopolitics”, en Gearoid O’Tuathail y Simon Dalby (eds.), Rethinking Geopolitics, Londres, Routledge, 1998, pp. 1-15.

12 Klaus Dodds, Merje Kuus y Joanne Sharp, “Introduction: Geopolitics and its Critics”, en Klaus Dodds, Merje Kuus y Joanne Sharp (eds.), The Ashgate Research Companion to Critical Geopolitics, Londres, Ashgate Publishing, 2013, pp. 1-14.

13 Alison Mountz, “The Other”, en Carolyn Gallaher et al. (eds.), Key Concepts in Political Geography, Londres, sage, 2009, pp. 328-338.

14 Heriberto Cairo, “Re-pensando la geopolítica: la renovación de la disciplina y las aportaciones de John A. Agnew” (Prólogo), en John Agnew, Geopolítica. Una re-visión de la política mundial, Madrid, Trama Editorial, 2005, pp. 9-16.

15Yves Lacoste, op. cit., 2008; Joan Nogué y Joan Ruffí, op. cit.

16 Klaus Dodds, Global Geopolitics. A Critical Introduction, Londres, Pearson Prentice Hall, 2005.

17 Gearoid O’Tuathail y John Agnew, “Geopolitics and discourse: Practical geopolitical reasoning in American Foreign Policy”, Political Geography, vol. 11, (1992), pp. 190-204; Simon Dalby, op. cit., 1990.

18 Terrence Haverluk, Kevin Beauchemin y Brandon Mueller, “The Three Critical Flaws of Critical Geopolitics: Towards a Neo-Classical Geopolitics”, Geopolitics, núm. 19 (2014), pp. 19-39.

19Klaus Dodds, Merje Kuus y Joanne Sharp, op. cit.

20 Carl Dahlman, “Geopolitics”, en Carolyn Gallaher et. al. (eds.), Key Concepts in Political Geography, Londres, sage, 2009, pp. 87-98.

21 Gerry Kearns, “Imperial Geopolitics”, en John Agnew, Katharyne Mitchell y Gearoid O’Tuathail (eds.), A Companion to Political Geography, Nueva York, Blackwell Publishing, 2003, pp. 173-186.

22 Simon Dalby, “Imperialism, Domination, Culture: The Continued Relevance of Critical Geopolitics”, Geopolitics, vol. 13, núm. 3 (2008), pp. 413-436; Peter Taylor, “Geopolitics, Political Geography and Social Science”, en Klaus Dodds y David Atkinson (eds.), Geopolitical Traditions. A century of geopolitical thought, Nueva York, Routledge, 2000, pp.375-379.

23Gerry Kearns, op. cit.

24Klaus Dodds, Merje Kuus y Joanne Sharp, op. cit., p. 5.

25Carl Dahlman, op. cit.

26Klaus Dodds, op. cit., 2007; Gearoid O’Tuathail, op. cit., 1996.

27Carl Dahlman, op. cit.

28Martin Müller, op cit.

29John Agnew, op. cit.; Gearoid O’Tuathail y John Agnew, op. cit.; Simon Dalby, op. cit., 1990.

30Martin Müller, op. cit.

31Klaus Dodds, Merje Kuus y Joanne Sharp, op. cit.

32John Agnew, op. cit.; Wolfgang Natter, “Geopolitics in Germany, 1919-1945”, en John Agnew, Katharyne Mitchell y Gearoid O’Tuathail (eds.), A Companion to Political Geography, Nueva York, Blackwell Publishing, 2003, pp. 187-203.

33 Paul Routledge, “Introduction: Anti-Geopolitics”, en Gearoid O’Tuathail, Simon Dalby y Paul Routledge (eds.), The Geopolitics Reader, Londres, Routledge, 2006, pp. 245-255.

34Phil Kelly, op. cit., 2006.

35 John Agnew y Stuart Corbridge, Mastering Space. Hegemony, territory and international political economy, Londres, Routledge, 1995.

36 Stephen Graham, “Introduction: Cities, Warfare, and States of Emergency”, en Stephen Graham (edit.), Cities, War, and Terrorism. Towards an Urban Geopolitics, Nueva York, Blackwell Publishing, 2004, pp. 1-26.

37Klaus Dodds, Merje Kuus y Joanne Sharp, op. cit.

38Simon Dalby, op. cit., 2008; Gearoid O’Tuathail, “Postmodern geopolitics? The modern geopolitical imagination and beyond”, en Gearoid O’Tuathail y Simon Dalby (eds.), Rethinking Geopolitics, Londres, Routledge, 1998, pp. 16-38.

39Martin Müller, op. cit.

40Phil Kelly, op. cit., 2006.

41Martin Müller, op. cit.

42Gearoid O’Tuathaul y Simon Dalby, op. cit.

43Loc cit.

44Colin Flint, op. cit., p. 55.

45Peter Taylor y Colin Flint, op. cit., p. 99.

46Loc cit.

47 Lester Cabrera, “La vinculación entre geopolítica y seguridad: algunas apreciaciones conceptuales y teóricas”, urvio, Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad, núm. 20 (2017), pp. 111-125.

48Peter Taylor y Colin Flint, op. cit., p. 101.

49 Immanuel Wallerstein, Geopolítica y Geocultura. Ensayos sobre el moderno sistema mundial, Barcelona, Editorial Kairós, 2011.

50Klaus Dodds, op. cit., 2007.

51 Detlef Nolte y Leslie Wehner, “Geopolitics in Latin America, Old and New”, en David Mares y Arie Kacowicz (eds.), Routledge Handbook of Latin American Security, Nueva York, Routledge, 2016, pp. 33-43.

52Phil Kelly, op. cit., 2016; Jonathan Barton, A Political Geography of Latin America, Nueva York, Routledge, 1997.

53 John Child, “Geopolitical Thinking in Latin America”, Latin American Research Review, núm. 14, vol. 2 (1979), pp. 89-111.

54Lester Cabrera, op. cit.

55 Fredercik Nunn, Relaciones militares civiles sudamericanas en el siglo XXI. Sombras del pasado y formas de lo que vendrá, Santiago, Academia de Guerra del Ejército de Chile, 2011.

56Jonathan Barton, op. cit.; John Child, op. cit.

57 Leslie Hepple, “South American Heartland: The Charcas, Latin American Geopolitics and Global Strategies”, The Geographical Journal, vol. 170, núm. 4 (2004), pp. 359-367.

58 Carlos Mierelles, Antología geopolítica de autores militares chilenos, Santiago, Centro de Estudios e Investigaciones Militares, 2000.

59Jorge Atencio, op, cit.; Carlos Mierelles, op. cit.

60 Andrés Rivarola, “‘Geopolitics of Integration’ and the Imagination of South America”, Geopolitics, vol. 16, núm. 4 (2011), pp. 846-864; Gerardo Caetano, “De la “Suiza de América” al “Uruguay como problema”. La génesis del pensamiento de Alberto Methol Ferré”, Iberoamericana - Nordic Journal of Latin American and Caribbean Studies, vol. 47, núm. 1 (2018), pp. 63-73.

61 Therezinha de Castro, “Antártica - o assunto do momento”, Boletim Geográfico, vol. 16, núm. 142 (1958), pp. 42-49.

62 Lester Cabrera, “Geopolítica en América del Sur: desde la militarización de la disciplina a la necesidad del debate académico”, Revista Chilena de Derecho y Ciencia Política, vol. 8, núm. 2, 2017, pp. 167-188.

63Detlef Nolte y Leslie Wehner, op. cit.

64 Luis González, “Organización del espacio global en la geopolítica ‘clásica’: una mirada desde la geopolítica crítica”, Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, vol. 13, núm. 1 (2018), pp. 221-238; Francisco Le Dantec, “Contribución de la geopolítica crítica a la comprensión de la actual concepción de seguridad”, Política y Estrategia, núm. 108 (2007), pp. 71-82.

65 Mónica Bruckman, Recursos naturales y la geopolítica de la integración sudamericana, Quito, Instituto de Altos Estudios Nacionales, 2012; Atilio Borón, América Latina en la geopolítica del imperialismo, Buenos Aires, Luxemburgo, 2013; Miguel Ángel Barrios, “La geopolítica sudamericana del siglo XXI ”, Geopolítica y Estrategia Suramericana. Perspectivas académicas, Sangolquí, Centro de Estudios Estratégicos-espe, 2014, pp. 54-69.

Recibido: Octubre de 2018; Aprobado: Enero de 2019

Traducción de Gonzalo Celorio Morayta (inglés)

Traducción de Bernardo Mabire (francés)


  
Valle de Arán.


  
80 años de la invasión del Valle de Arán: Un homenaje a Almudena Grandes, y a la novela «Inés y la Alegría»





Yolanda Rodríguez González 
 10/10/2024 

A partir del XIV Cuerpo Guerrillero que quedó al mando de Jesús Ríos García, antiguo oficial del Ejército Popular, en mayo de 1944 se conformó una fuerza guerrillera que se denominó Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE), compuesta en su mayoría por comunistas, constituyéndose como ejercito de reserva para cualquier eventualidad política o militar.
Con el objetivo de desalojar a Franco del poder y restaurar la República, se promueve la Unión Nacional Española (UNE) con el propósito de que una vez liberada Francia del nazismo, la acción militar se prolongaría a España y se crearía un gobierno de Unidad Nacional, con fuerzas de la izquierda y la derecha, que restableciera la democracia convocando elecciones.
La operación recibió el nombre de “Reconquista de España” y fue diseñada para ser ejecutada por la AGE. El ataque consistió en llevar a cabo diversas escaramuzas por toda la frontera pirenaica, con el objeto de distraer a las fuerzas franquistas, mientras que la invasión principal se dirigiría contra Viella, la capital del Valle de Arán.

Viella quedaba aislada durante el invierno del resto de España y eso permitiría consolidar un territorio español donde existiese la legalidad republicana.
La acción principal comenzó el 19 de octubre con la invasión del Valle de Arán. Fue la 204 división de guerrilleros, dirigida por el coronel Vicente López Tovar, la que entró en el Valle de Arán ocupando caseríos y la localidad de Bosot, pero se frenó el asalto a Viella, la capital del valle, al advertir la existencia de una fuerte concentración de tropas franquistas dirigidas por el general Moscardó, capitán general de Cataluña en ese momento.
El 18 de octubre de 2024 se conmemora el 80 aniversario de la invasión del Valle de Arán y durante ese fin de semana se celebrarán unas jornadas de homenaje a la guerrilla con diversas conferencias sobre la oposición armada al franquismo capitaneada por militantes del Partido Comunista de España, la represión y el control social de la población del valle.

La mayoría de este país desconocería la “Operación Reconquista” y la historia de 4.000 guerrilleros que pasaron la frontera desde Francia si no fuese por Almudena Grandes y su novela Inés y la Alegría.
La literatura ha sido capaz de dar voz a aquellos y aquellos que durante décadas se pretendió callar; así dar el protagonismo de una novela a la guerrilla antifranquista se convierte en una forma de luchar contra  el olvido y la deformación histórica a la que sus representantes fueron condenados durante el régimen franquista. Según definió Juan Gelman: El antónimo de olvido, no es sólo la memoria sino también la verdad.
Hasta cerca de los años 60 la posición del franquismo hacia la guerrilla española fue declararla inexistente (aunque su actividad fuese notable en parte del país), dejarla en el olvido, no nombrarla para no reconocer las debilidades del régimen franquista. Cuando la resistencia armada contra el franquismo desaparece, el régimen potencia un relato: por un lado, la exaltación de la valentía de las fuerzas represivas, y enfrente la guerrilla escenificada como simples criminales o bandoleros y no como lo que realmente fueron, víctimas de la violencia franquista y luchadores por la libertad.

Guerrilleras, en el monte y en la retaguardia.

Almudena Grandes, a través de una obra de ficción inserta la crónica de un acontecimiento histórico real: la invasión del valle de Arán relatada a través de la vida de Inés Ruiz Maldonado y los guerrilleros que la acompañaron en su odisea a través del valle y posteriormente en el exilio francés. Almudena Grandes escogió esa perspectiva en su novela, la de la vida de Inés y los guerrilleros. Le pareció la mas justa y emocionante; y por ello, lo más justo y emocionante de este articulo es rendir homenaje a las miles de mujeres que en nuestro país se incorporaron a la lucha contra el franquismo. 
Rescatamos algunos nombres de guerrilleras que participaron en la invasión pirenaica: Carmen Casas Godesart, Dolores Sierra Escudero, Esperanza Gutiérrez López, María Camarasa y Roser Gímenez, Consuelo Carriedo, Pilar Vázquez, Sonia Niel, Natalia Querol, Concepción Tarantiel, Teresa Manelich, Ivette Valls, Josefa Ramos, Francisca García Brun, Tomasa Cebrián Ortega, María Falseto Garcés, Celestina Fernández Andrés, Vitorina Castán del Vall.

Miles de mujeres salieron de España para huir del terror del golpe franquista. Las que se quedaron sufrieron torturas, destierro, cárcel, violaciones y muchas fueron asesinadas.
En España, las mujeres durante la dictadura perdieron los derechos y avances ganados durante la Segunda República, quedando encuadradas en la Sección Femenina o la Iglesia católica que se encargaba de redefinir el “nuevo papel de la mujer” bajo los cánones y dogmas de la tradición más reaccionaria.
Muchas mujeres se incorporan a la guerrilla española desde la retaguardia, ejerciendo de enlaces entre el llano y el monte. Eran los correos y las proveedoras de víveres. Su participación activa en la lucha armada fue menor y las razones, cómo no, fueron de origen sexista y patriarcal, marcados por los roles de género.
Desde 1936 hasta 1943 las mujeres que realizaban una resistencia activa en el monte no fueron muchas, donde más mujeres se incorporaron fue en los montes de Andalucía y Extremadura, siendo Extremadura la región donde se produce una represión de género brutal.
En el periodo más activo de la guerrilla, entre 1943 y 1952,  aumentó la participación de mujeres en la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). Eran “enlaces quemados” y su vida corría peligro en el llano
En el periodo más activo de la guerrilla entre 1943 y 1952  aumenta la presencia de mujeres en la misma y la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) fue donde más mujeres se unieron, mujeres como “Sole, Blanca, Rosita, Celia”, sus nombres de guerra. Se echaron al monte en 1950, todas ellas estaban muy perseguidas en el llano, llegando su vida a correr peligro ya que habían sido identificadas como enlaces con el monte, “enlaces quemados” era el nombre que recibían.

Una de las guerrilleras mas conocidas fue Teresa Pla Meseguer, llamada “la Pastora” por su ocupación anterior en Castellón. Sobrevivió en el monte hasta 1960, siendo apresada el 5 de marzo en Seo de Urgel. Teresa Pla Meseguer no cumplía con ninguno de los cánones marcados por la dictadura y el régimen la bautizó con el nombre de “Teresona” por su apariencia física. Ella se autodenominó “Durruti”. Conmutada su pena de muerte, Teresa adoptó una identidad masculina con el nombre de Florencio.
Otra de las luchadoras activas contra el franquismo fue Enriqueta Otero Blanco,  “Maria Dolores”. Maestra nacional y dirigente del PCE de Lugo, realizó una importante tarea de alfabetización de los guerrilleros en el monte creando las llamadas “escuelas de campaña”. Enriqueta, durante la guerra, se alistó en la división de El Campesino, donde consiguió el grado de comandante. Fue coordinadora en el hospital de Carabanchel y secretaria de Pasionaria. Detenida y encarcelada tras el golpe de Casado, consigue fugarse en un motín, regresa a Galicia y se integra en la guerrilla que durante diez años mantuvo en jaque a las fuerzas represivas. Fue herida de gravedad, detenida, torturada y condenada a pena de muerte. La presión internacional consiguió la conmutación de la misma por 30 de años de prisión de los que cumplió 19.

La historiadora Mercedes Yusta señala cómo las mujeres son siempre vistas desde una perspectiva sexual. El franquismo presentó a las mujeres que participan en la guerrilla como concubinas o las queridas de los guerrilleros. Y dentro de la guerrilla se producían visiones muy heterogéneas, desde la incomprensión de algunos ante la participación de las mujeres en la guerrilla al del mito de la dependencia sexual, para explicar el apoyo de las mujeres a los hombres del monte. Significativo y a la vez triste fue el análisis de algún dirigente al considerar como parte del fracaso de la guerrilla en 1952 elementos de corrupción, mujeres, bebida, derroche de dinero…
Si este artículo pretende ser un homenaje a Almudena Grandes y su novela Inés y la Alegría, no puede finalizar sin un reconocimiento a la alegría revolucionaria de las que nunca se rindieron, nunca se rinden y nunca se rendirán.

(*) Secretaría de Memoria Democrática del PCE

 
ABC
Historia.

Cuando los comunistas intentaron invadir Cataluña en pleno franquismo para establecer la Tercera República.

Unos 12.000 hombres comandados por el dirigente del PCE Jesús Monzón entraron en España desde Francia el 3 de octubre de 1944, con el objetivo de que los españoles y los aliados vinieran en su apoyo para derrotar a Franco en la Segunda Guerra Mundial

Un guerrillero de la UNE, con el mapa de la «Operación Reconquista de España» de fondo



Israel Viana
08/07/2020


Aseguraba Almudena Grandes a ABC hace una década que el episodio que les vamos a relatar ahora «era conveniente para todos que no se conociera». Lo hizo durante la presentación en Sevilla de su novela « Inés y la alegría » (Tusquets), en la que describía el intento de invasión del valle de Arán, en 1944, por parte del Ejército de la Unión Nacional Española (UNE). La escritora madrileña aseguraba entonces que no existía una versión oficial de los hechos por parte de sus protagonistas, miembros del Partido Comunista de España (PCE), ni por parte del bando franquista. Y que tampoco aquella operación fue recogida por los historiadores británicos ni soviéticos que narraron la Segunda Guerra Mundial, puesto que «a nadie le convenía que se contara».

Según la Policía francesa de la época, la UNE era una «organización terrorista española formada por elementos del antiguo ejército republicano, comunistas, anarquistas y socialistas que tenía como objetivo unir a sus compatriotas en el deseo de restaurar la República». En un informe realizado tras una redada masiva en la comarca de Lôt-et-Garonne en 1942, aseguraban también que «estaba jerarquizada, era secreta y se dedicaba a sabotear el traslado de franceses y extranjeros a Alemania para trabajar, a repartir propaganda subversiva contra el Gobierno francés de Vichy, a pasar clandestinamente evadidos por la frontera y a robar pólvora, dinamita y detonadores de minas».

La UNE había sido fundada en 1941 por Jesús Monzón y el general Joan Blázquez con el objetivo de combatir a los nazis en Francia, pero con el pensamiento puesto siempre en un cambio de régimen en España. Se organizaron en brigadas guerrilleras dentro de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI), un conjunto de organizaciones clandestinas de carácter militar que operaban en el país vecino en apoyo de los aliados y que jugaron un papel decisivo en la liberación de 36 departamentos, el mismo año en que se produjo la invasión de esta comarca española situada en la vertiente norte de los Pirineos centrales.
«Una humillación para el franquismo»
En palabras de la escritora, los franquistas quisieron ocultarlo porque fue «una humillación y un susto de muerte para el régimen», mientras que los dirigentes del PCE, para no «elogiar a Monzón, el usurpador», ya que este había puesto en marcha el plan contra las órdenes de sus jefes y en un momento en el que sus grupos armados estaban manteniendo con cierto éxito lucha contra el franquismo desde la clandestinidad. Así lo ve el historiador Josemari Lorenzo Espinosa, que en su libro «Entre la espada y la pared: De Franco a la Constitución» recuerda algunas acciones de hostigamiento contra la Policía y a la Guardia Civil dentro de España e, incluso, varios atentados contra elementos falangistas en Madrid.

La acción más espectacular de la UNE, sin embargo, fue esta invasión del valle de Arán. Muchos historiadores cifran los participantes en 12.000 hombres. Otros, como Eva María Flores Ruiz y Fernando Durán López en su obra «Guerras de soledad, soldados de infamia» (Genueve, 2018) hablan de 4.000 distribuidos en varias brigadas. Pero la cifra exacta siempre ha sido un misterio, como todo lo que ha rodeado a esta operación desde entonces.

Sea como fuere, todos ellos cruzaron los Pirineos el 3 de octubre de 1944 para hacerse con el control de algunas poblaciones del valle, en una operación que se bautizó con el nombre en clave de «Reconquista de España» y que, para muchos historiadores, fue un despropósito desde el principio. «Muchos comunistas mostraron su disconformidad con el proyecto en una agitada reunión celebrada en septiembre. Estos preferían una penetración lenta, goteada, sobre distintos lugares de la Península, para en un momento dado, y con el apoyo de los patriotas españoles, incidir sobre medios de comunicación, centros de producción, locales de Falange, etc.. Preferían este gigantesco y espectacular golpe propagandístico y pensaban, además, que era una aventura arriesgada y prematura en la que iban a exponerse las mejores fuerzas del Partido, que se verían mermadas si, como parecía, no tenía éxito», explica Andrés Sorel en «La guerrilla antifranquista: La historia del Maquis contada por sus protagonistas» (Txalaparta, 2002).

La invasión

Las críticas no fueron aceptadas por Monzón y sus colaboradores, que prepararon las armas para reanudar la contienda que había concluído cinco años antes. Creían que la moral de los franquistas se iba a desmoronar en cuanto les vieran entrar por la frontera y que, una vez iniciada la batalla, los aliados considerarían a España como parte del combate que debían librar para barrer al fascismo de Europa. Y con esa premisa iniciarion la ofensiva el 3 de octubre de 1944.
El primer movimiento lo protagonizó una brigada de 250 hombres al penetrar por Roncesvalles y enfrentarse con la Policía armada franquista en el municipio navarro de Portillo de Lazar. Murieron dos agentes y un guardia civil. Inmediatamente después, otra brigada con los mismo efectivos intentó invadir el valle del Roncal, aunque fueron frenados por el Ejército español y por la falta de apoyo de la población civil. La mayoría huyeron y los que se atrevieron a seguir adelante fueron capturados o abatidos.
A pesar del fracaso inicial, la UNE decidió iniciar su segunda ofensiva a mediados de octubre con tres brigadas más. Estas cruzaron por el sector comprendido entre Hendaya y Saint Jean-de-Pied-de-Port, en el País Vasco, donde se encontraron de nuevo con el Ejército y la Guardia Civil, que mató a 21 de sus hombres e hirió a decenas más. A lo largo de las escaramuzas que se produjeron en la siguiente semana, la mayoría de los republicanos de este contingente acabó huyendo también.

El valle de Arán

El ataque principal fue el del valle de Arán, protagonizado por la 204 División que comandaba el coronel Vicente López Tovar . Estaba dividida en 12 brigadas, con sus batallones y compañías de 30 hombres cada una. Tenían como objetivos tomar el puerto de La Bonaigua para evitar la llegada de los refuerzos franquistas, conquistar Viella para establecer la capital de la Tercera República y crear una vía de comunicación segura con Francia por donde pudieran llegar los aliados en su ayuda. En una declaraciones recogida por el diario «Arriba España», órgano oficial de Falange, el general Yagüe ya advertía que «en las palomeras de Echalar, en Navarra, se puede cazar y pueden estar bien tranquilos los pueblos fronterizos».
La progresión en el bajo Arán fue, en principio, muy rápida. Consiguieron cerrar el paso a las tropas de Franco y provocar la huida de un buen número de guardias civiles. En el Alto Arán, aunque inicialmente ocuparon muchas aldeas de pocos habitantes y sin mucho valor, la resistencia por parte de los franquistas acabó siendo mucho más dura de lo que esperaban. Y eso que derrotaron a pequeños destacamentos de la Benemérita apostados en la frontera, pero los invasores tuvieron que detener su ofensiva a las afueras de Viella, el día 23, al advertir que el general Moscardó se había apostado allí con miles de hombres hombres.
Los republicanos se hallaban en inferioridad numérica y de armamento y, además, tampoco se produjo el esperado apoyo de los aliados en el exterior ni ningún tipo de levantamiento popular. A los invasores se les agotó el tiempo cuando, el 27 de octubre, el Caudillo envió a la zona más de 50.000 soldados, policías y guardias civiles para abortar la operación de una vez. En ese momento, los supervivientes se vieron obligados a retirarse o, en algunos casos, a integrarse en los grupos maquis que operaban en la zona. Según las fuentes consultadas por Josemari Lorenzo Espinosa, los comunistas sufrieron más de 5.000.

Santiago Carrillo

«El general Moscardó ha recibido hoy a los periodistas y les ha manifestado que, tras llamar al general Ricardo Marzo, gobernador militar de Lérida y jefe de aquel sector de operaciones, le ha comunicado que el último rojo español había traspasado ya la frontera de Francia. Se ha capturado a un importante número de prisioneros cuya cifra exacta no puede determinarse aún. El valle de Arán ha quedado completamente limpio de maquis», anunciaba ABC el 31 de octubre de 1944 .
Como recordaría el dirigente comunista Santiago Carrillo , presente en aquella invasión, en sus memorias, «a la salida del túnel de Viella estaba esperándonos el general Moscardó con varias decenas de miles de soldados, tanques y artillería. En conjunto, una fuerza contra la que no teníamos ninguna posibilidad. Permanecer en el valle de Arán no habría tenido ningún sentido. Nos desalojarían fácilmente y avanzar por el túnel de Viella, como pensaban algunos, era meterse de cabeza en una trampa».
Paradójicamente, el intento de invasión sirvió para cohesionar al régimen franquista tras un momento inicial en el que el descontento se estaba extendiendo en el ejército y en algunos sectores políticos, como los monárquicos y los falangistas más puros. Todo ello, impulsado por las victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial y por la más que probable derrota de las potencias del Eje. Esta amenaza de conquista hizo olvidar las desavenencias internas para concentrarse en salvar a Franco.


 
 Operación 'Reconquista de España': la invasión del Valle de Arán.

Hace 80 años, 11.000 guerrilleros españoles fogueados contra los nazis entraron en España con el objetivo de que los aliados eliminaran el último bastión del fascismo en el mundo. Fue otra derrota, otra decepción, otra traición.

Ignacio Fontes
28 de septiembre de 2024 

Últimos días del verano de 1944. Transformado el Comité de Liberación Nacional de la Resistencia en Gobierno Provisional de la República Francesa y tras la liberación de París el 24 de agosto de 1944 y de la Francia de Vichy, iniciada con el desembarco de las tropas aliadas en el sureste francés, la Operación Dragoon del 15 de agosto, al otro lado de los Pirineos se hallaba un ejército de 11.000 guerrilleros españoles, preparados para la acción y eufóricos por las victorias aliadas contra el nazismo, muchas protagonizadas por ellos mismos.
Esperaban órdenes de la Unión Nacional (UN, o UNE: Unión Nacional Española), organización política unitaria fundada en 1942, abierta a los partidos políticos democráticos y antifranquistas –incluso carlistas, 'juanistas' y católicos– y de la que, por tanto, sólo se excluía a la Falange, aunque como estaba promovida y fiscalizada por el Partido Comunista de España (PCE) sólo ingresaron a título individual representantes de algunos de los otros partidos, mientras que éstos, en los que estaba generalizada la desconfianza hacia los comunistas en los últimos años de la República y de la guerra, prefirieron como entidad política unitaria la Junta Española de Liberación (JEL), fundada en 1943 por los republicanos exiliados en México, o la Alianza de Fuerzas Democráticas, constituida en España a finales de 1944 por los 'prietistas' del PSOE y sectores republicanos y de la CNT (y en la que el PCE, disuelta la UN, terminaría por ingresar en 1946).
La UN era, en efecto, 'invento' de Jesús Monzón Repáraz (Pamplona, 1910-1973), un peculiar dirigente comunista y curioso personaje que, por mor de la denostadora censura partidaria, sólo ha ocupado, como si dijéramos notas a pie de página en la historia de la España del siglo XX, a pesar de haber sido un político notable tanto por su trayectoria como por su capacidad organizativa y disposición para la acción. Al final de la Guerra Civil huyó de España en los vuelos a Argelia de la cúpula del PCE –en el mismo avión que Dolores Ibarruri, Pasionaria– y, entre otras cosas, rechazó trasladarse a México, como le ordenaba el buró político del PCE desde Moscú, donde se habían refugiado los máximos dirigentes, así como en México. Permaneció en el sur de Francia, como responsable de facto de la delegación del PCE en Francia, para aglutinar a los comunistas del exilio y formar un verdadero ejército de resistencia a los nazis con los guerrilleros republicanos. Responsable del PCE en el interior desde 1943, impulsó la invasión del valle de Arán.

Finalmente, cuando trataba de salir de España, convocado en Francia para ser sometido a 'juicio político' por un Santiago Carrillo que, en ascenso por haber remediado el desastre de Arán, lo acusaba de los 'crímenes' estalinistas propios de la época: “Traidor, hereje, mujeriego, prototipo de quien llevaba una vida de pequeño burgués, colaboracionista y aventurero”. Fue detenido por la Policía en Barcelona, por suerte para él, pues del 'juicio' de sus camaradas muy probablemente habría salido con los pies por delante, como fue el caso de sus colaboradores más cercanos.
Tampoco le esperaba, en principio, mejor suerte de los tribunales militares en España. Pero le fue rebajada la petición de pena de muerte por cadena perpetua, entonces 30 años de cárcel. Ocurrió sorprendentemente, ya que, además de los antecedentes descritos, en la guerra había sido sucesivamente gobernador civil de Albacete, Alicante y Cuenca y secretario general del Ministerio de la Guerra en el gobierno de Juan Negrín, méritos de sobra para el ávido paredón de la dictadura. El PCE no movió un dedo en su favor, no como en otros casos, pero Monzón mantenía relaciones amistosas con políticos y personajes de signo político opuesto.
Procedente de una familia de la burguesía navarra, fue abogado y cofundador del insignificante PC navarro, del que llegó a ser secretario general tras una brillantísima operación política: en 1935 se inventó una “prestación social por desempleo”, quizá la primera, al llegar a un acuerdo con los empresarios navarros para pagar de tres a cinco pesetas diarias a los albañiles sin empleo, casados o solteros, y así desconvocar la huelga de la construcción de la que había sido uno de los principales impulsores.
Cuando se le pedía pena de muerte, amigos suyos con destinos importantes en el nuevo Estado le recordaron a Franco que, gracias a Jesús Monzón, estaba vivo Antonio de Lizarza, uno de los fundadores del requeté carlista y temprano y decisivo conspirador del golpe con el general Sanjurjo, pues siendo gobernador civil de Alicante lo proveyó de un salvoconducto para pasar desde la embajada británica en Valencia donde estaba refugiado a Francia y a la zona franquista, bajo la promesa de que pondría en libertad a su hermano Carmelo Monzón, preso en Pamplona, en un peculiar canje de prisioneros entre ambos.
Lizarra no cumplió su parte del trato, pero, agradecido, firmó un documento, falso, atestiguando que Monzón estuvo en Suiza desde 1943 hasta poco antes de su detención, por lo que no pudo influir en la invasión de Arán. Las gestiones de dos capitostes carlistas, el general Solchaga y el obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea –autor de una pastoral durante la guerra contra los asesinatos masivos perpetrados por los militares golpistas y los falangistas–, de familias amigas de la de la madre de Monzón, le permitió “dar esquinazo a la pálida figura que aspiraba a arrebatarle la vida”, como dice su biógrafo Manuel Martorell (Jesús Monzón: el líder comunista olvidado por la historia, 2000).
Expulsado del PCE, rabioso por no haber sido ellos los 'jueces', tras diez años de presidio fue excarcelado y desterrado en 1959. Se exilió en México, de donde volvió para morir en España. Nunca fue rehabilitado por el PCE.

El fracaso de la Reconquista

15 años antes, viviendo Monzón en Madrid en la clandestinidad, consiguió convencer a la delegación en Francia del PCE de que invadiera España el XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles, el ejército de la Unión Nacional creada en la denominada Conferencia de Grenoble –que, en realidad, se celebró en Toulouse, el 7 de noviembre de 1942, pero que se llamó así para confundir a las policías nazi y de Vichy y a los espías del franquismo en la Francia ocupada–.
La Operación Reconquista de España se decidió no sin oposición de algunos dirigentes y, significativamente, del designado para el mando de las tropas invasoras, el coronel Vicente López Tovar, un militar que se afilió al PCE por el alzamiento golpista y que era sumamente respetado en la resistencia francesa como mando de las Forces Françaises de l'Intérieur (FFI).
Pues lo que a López Tovar y al resto que se oponía les parecía una fantasía suicida, Monzón y la mayoría de dirigentes de Toulouse, sede del PCE y la UN, lo veían como oportunidad de oro para conquistar un territorio español, el Valle de Arán, establecer una cabeza de puente y constituir un gobierno provisional en Viella, capital de la comarca, presidido por el doctor Negrín, último presidente del gobierno de la República, junto con el respetado general José Riquelme –gentilhombre del rey Alfonso XIII y militar africanista, fue nombrado jefe de la decisiva I División el 19 de julio de 1936 y paralizó en Somosierra las tropas del norte del golpista general Mola que avanzaban sobre Madrid–. La invasión y el gobierno republicano, decían los comunistas, provocarían una oleada de levantamientos populares y obligaría a los aliados a intervenir en España.
Pero los observadores enviados a España a pulsar el momento confirmaron a su vuelta a Toulouse lo que temía López Tovar: que a la Junta Suprema de Unión Nacional (JSUN), el órgano de gobierno de la UN creado para atraer a los partidos democráticos, no la conocían más que los militantes comunistas inasequibles al desaliento y que la sociedad de la que se esperaba recibimiento, apoyo y suma entusiasta no sólo estaba deprimida en la miseria sino aterrorizada y furiosamente rencorosa contra la guerra y las instituciones y partidos políticos de todo signo: una situación opuesta a la que habían percibido en la lucha contra los nazis, que era la experiencia en la que basaban las expectativas de los planes de invasión.

Pero como suele suceder, la plana mayor del PCE en Francia no permitió que la realidad desmintiera la belleza de los planes diseñados en los despachos y el 3 de octubre de 1944 una brigada de unos 250 guerrilleros entró por el valle navarro de Roncesvalles, en una de las maniobras de distracción previas –que, junto a las operaciones adicionales por las fronteras gerundense, guipuzcoana y aragonesa, sumaron una fuerza de unos 7.000 guerrilleros– a la operación principal: el 15 de octubre alrededor de 4.000 guerrilleros penetraron en el Valle de Arán por tres vías a fin de converger al sur de Viella.
Las victorias iniciales fueron rápidamente neutralizadas por el ejército de Franco, quien, tras una desorientación inicial por la pluralidad de las invasiones, sumó a las tropas ya destacadas en los Pirineos, en previsión de una invasión primero de los alemanes y luego de los aliados, una fuerza adicional de 50.000 soldados y guardias civiles mandados por tres generales de su absoluta confianza: José Moscardó, el resistente del Alcázar de Toledo; José Monasterio, carlista y africanista, y el falangista Juan Yagüe, el carnicero de Badajoz. En 15 días, la aplastante superioridad numérica obligó a replegarse al XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles y, finalmente, a retirarse a su base de Pau.
El balance final de la aventura fue de 32 muertos, 216 heridos y 300 prisioneros, entre las fuerzas del ejército franquista y de 129 muertos, 241 heridos y 218 prisioneros entre las de los guerrilleros. Le puso fin Santiago Carrillo, a quien la Komintern había confiado la reorganización del PCE en España y era de quienes consideraban la operación un suicidio. Además, Stalin ya no era partidario de otra guerra y había ordenado la táctica del ‘entrismo’ en sindicatos y otras instituciones.

La Operación Bolero-Paprika.

La invasión de Arán incomodó al recién nombrado Gobierno Provisional de la República Francesa (10 de septiembre de 1944), pues el Comité de Liberación Nacional de la Resistencia había mantenido unas relaciones oficiosas, distantes pero provechosas, con el gobierno de Franco y si bien De Gaulle reconocía y agradecía los servicios prestados por el exilio republicano, una vez liberada la Francia de Vichy era una locura táctica crearse un enemigo militarmente experimentado a la espalda cuando el signo de la guerra obligaba a concentrar las fuerzas en dirección contraria.
Así, el 14 de septiembre de 1944, De Gaulle, que había condecorado a los guerrilleros españoles por su decisiva participación en la guerra contra los nazis, los desarmó menos de un mes después y el 16 de octubre de 1944 reconoció al gobierno de Franco. “El gobierno francés no puede olvidar que España no atacó a Francia en 1940 y, en justa reciprocidad, Francia no piensa atacar ahora a España”, declaró, el 27 de octubre de 1944.
Quienes se oponían a la operación militar de Arán defendieron como alternativa estratégica el paso a España de pequeñas partidas que contactaran con las numerosas del interior que, a lo largo y al final de la guerra civil, se habían refugiado en las montañas y actuaban por su cuenta y desorganizadamente, sin más obediencia que al jefe de cada una. Durante tres años, esos movimientos guerrilleros y las acciones de los infiltrados desde Francia, que el régimen las definirá en seguida como “terroristas”, provocaron, por un lado, un incremento de la represión en España y, ésta, por el lado de Francia y por extensión el de las sociedades occidentales, el enconamiento de los sentimientos populares antifranquistas. Los consejos de guerra multiplicaban las penas de muerte en aplicación de las todavía vigentes leyes de guerra y el gobierno de Franco utilizaba el derecho de gracia como un elemento 'diplomático' más en sus relaciones exteriores, primordialmente en las turbulentas y llenas de altibajos con Francia, en las que abundaban las concesiones mutuas.

El ministerio francés de Asuntos Exteriores, el Quai d’Orsay, que a su vez utilizaba su propia política multifacética en los asuntos españoles, tuvo en cuenta la dosificación entre flexibilidad y firmeza de su  homónimo español, el palacio de Santa Cruz, que al mismo tiempo que se acercaba a París acusaba al gobierno francés ante las embajadas anglosajonas de connivencia con Moscú en el mantenimiento y facilidades de la guerrilla comunista y en el reclutamiento de brigadas internacionales. Sin mucho éxito, pues los servicios de inteligencia norteamericanos y británicos desbrozaban de propaganda los datos ofrecidos por el gobierno de Franco y reducían a su realidad el aparato del PCE en Francia, auxiliado y mantenido por Moscú y organizaciones y autoridades francesas, que no suponía peligro para el régimen franquista y mucho menos amenaza para la estabilidad europea, por aparatoso que pareciera. No obstante, atendían e investigaban los informes de Santa Cruz, les daban crédito en lo que tenían de realidad y transmitían la preocupación española al Quai d’Orsay, que, a su vez, acusaba la concienzuda campaña de prensa contra Francia emprendida por el régimen –que lo amenazaba recurrentemente con la pérdida no sólo del prestigio social en España sino de los mercados españoles en beneficio de los anglosajones, consciente como era de la preocupación del gobierno francés en este aspecto– y respondía con su propio doble rasero político: contemporización con la dictadura franquista, sostén oportunista y disimulado con el exilio y oposición frontal en los foros internacionales.
Las concesiones del gobierno francés no eran sino cálculos. Empezaba a considerar que los comunistas españoles, más que los republicanos, podían ser una amenaza, tanto por su trabajo conjunto con el PCF como por su obediencia acrítica, ciega, a Moscú y al PCUS. Informes del Service de Documentation Extérieure et de Contre-Espionnage (SDECE) señalaban que el PCE realizaría acciones subversivas planeadas por el PCF; informaciones de solidez más que sospechosa, pero adecuadas para los intereses gubernamentales. De ambos gobiernos.

Así lo explicó el ministro del Interior, el socialista Jules Moch, en la Asociación de Periodistas Extranjeros, en París, el 27 de enero de 1950: se iba a restringir de la emigración clandestina, tanto de signo económico como social, pero se continuaría otorgando el derecho de asilo a los perseguidos políticos y se reprimiría a aquellos que hicieran política, contraviniendo el estatus otorgado por la autoridad francesa. Y, como principio general, un giro político de importancia: una cosa era el antifranquismo del gobierno y otra, intolerable, que Francia se convirtiera en sede de maniobras contra Madrid. Se preparaba a la opinión pública para la Operación Bolero-Paprika.
El 7 de septiembre de 1950, el gobierno francés –una coalición de la que estaba excluida el PCF, presidida desde el 12 de julio por el socialista moderado René Pleven (UDSR, Union Démocratique et Socialiste de la Résistance) y en el que François Mitterrand desempeñaba la cartera de la Francia de Ultramar, después de la cartera de Veteranos y Víctimas de Guerra hasta 1948–, decidió romper el soporte político más radical del exilio español: los “comunistas peligrosos”; expulsarlos de Francia y deportarlos a Córcega, Argelia y Europa del Este. La redada en los departamentos fronterizos se denominó Operación Bolero-Paprika, por los comunistas españoles (Bolero) y por los comunistas centroeuropeos (Paprika). 
El ministerio del Interior francés avisó de los planes de su gobierno al delegado español en París unos días antes de la operación. De los 177 dirigentes españoles expulsados, 61 fueron deportados a Córcega, 84 a Argelia y 32 a diversos países del Este, sobre todo a Checoslovaquia. El PCE fue declarado ilegal por decreto el 7 de octubre, acusado de inmiscuirse en la vida política francesa y amenazar la seguridad de la República –en el marco de la prohibición de organizaciones extranjeras comunistas– y con él, otras organizaciones comunistas: Amigos del Mundo Obrero, Solidaridad Española, PSUC y JSUC y la muy activa Amicale des Anciens Guérilleros Espagnols.



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