Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


viernes, 2 de enero de 2015

161.-El nacionalsocialismo



El nacionalsocialismo.

 

Mi Lucha

Definición 

Nacionalsocialismo.
(Del al. Nationalsozialismus).
1. m. Movimiento político y social del Tercer Reich alemán, de carácter pangermanista, fascista y antisemita.



Antecedentes históricos.

El Nazismo es la contracción de la voz alemana Nationalsozialismus, que significa nacionalsocialismo, y hace referencia a todo lo relacionado con la ideología y el régimen que gobernó Alemania de 1933 a 1945 con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Trabajadores Alemán de Adolf Hitler (NSDAP).
Es una ideología  gestada en la década de los años 1920, pero que no alcanzará importancia hasta los años 30, momento en que las duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles (1919) se juntan con la grave crisis mundial del Jueves Negro en 1929 (véase Gran Depresión). En Alemania la situación es más acuciante aún, ya que a los devastadores efectos económicos se sumaba la obligación de pagar el tributo de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y el descontento popular ante la injusta situación que hacía que las calles se llenaran de manifestaciones extremistas de toda índole, tanto de izquierda como de derecha.
Esta situación culmina con el fuerte descrédito de las democracias liberales, dado que las dictaduras que surgieron demostraron ser capaces de controlar y resolver las crisis más efectivamente que las democracias Tanto la Unión Soviética, como la Italia de Benito Mussolini —quien fue elogiado por «hacer que los trenes llegaran a tiempo», es decir, por poner fin a las huelgas y caos económico que había dominado a ese país— y el Imperio del Japón, países todos en los que se impusieron «gobiernos fuertes», no solo resolvieron la crisis a mediados de los 30 sino que fueron percibidas como restaurando el orden social aun con anterioridad a esa solución a problemas económicos.
A esa crisis político económica hay que agregar una crisis ideológica aún anterior que se ha sugerido se extiende desde 1890 a 1930 y que ha sido caracterizado como una «revolución contra el positivismo».
Tanto los valores como las aproximaciones a la sociedad y la política que formaban la base de la civilización occidental fueron percibidas como superadas reliquias del racionalismo proveniente de la Ilustración. Específicamente, tanto el fascismo como los desarrollos intelectuales que lo antecedieron buscaron transcender lo que se percibía como la decadencia del Occidente.

Ideología.

La base ideológica del nacional-socialismo la designan sus fundadores con el nombre de "nueva concepción del mundo" (Weltanschauung). Ello significa tanto como una nueva representación de la vida, otra imagen, sino nueva, como quieren los nacional-socialistas, muy diferente, por lo menos, de la que imperaba en Alemania después de la primera guerra mundial. Es algo así como un nuevo clima, otro ambiente moral en el que los espíritus ven las cosas desde otro punto de vista.
Complementaria de esta concepción es la afirmación relativa al pueblo alemán, que se concibe como una hermandad (Volksgemeinschaft), teniendo como distintivo el ser una comunidad cultural y racial.
La sociedad alemana no está concebida como una agregación de individuos, como lo hace una concepción individualista y abstracta que ha venido imperando en la política liberal democrática y de las concepciones abstractas del revolucionarismo francés. Alemania, a semejanza de la concepción italo-fascista, es una realidad espiritual histórica con caracteres distintivos.
Todo lo que no esté conforme con este punto de vista, no puede ser nacional-socialista. Y es indudable que para un viejo liberal esa idea de la comunidad superior de la nación y esos deberes que ello engendra, con las correspondientes limitaciones y subordinaciones en bien de la comunidad, resultará algo inconcebible y rechazable. Pero lo cierto es que las grandes reformas que se consignan en el programa del partido no pueden concebirse sino en armonía con tales bases ideológicas.

La doctrina que promovió Hitler se caracteriza por su racismo, nacionalismo, autoritarismo y pangermanismo:

Racismo: Se fundaba en gran parte en la “teoría racial” que proclamaba la superioridad de una supuesta “raza alemana”; declaraba racialmente inferiores a los judíos, a la raza negra y, sobre todo, a aquellos provenientes de mezclas de razas. En Mein Kampf, Hitler llamaba a los judíos el enemigo absoluto de Alemania, responsable de todos los males e organizador del capitalismo.

Nacionalismo: Difundió el amor hacia la patria a la cual se debía subordinar el individuo, pronunciándose contra todo lo que tenía carácter internacional, como la Iglesia Católica, el marxismo y el capitalismo.

Autoritarismo: Uno los pilares del nazismo fue el culto al líder. El partido nazi se basaba en una rígida jerarquía en donde la obediencia al jefe era la regla.

Pangermanismo: La unión de los pueblos germanos se vio como el primer paso de la expansión de Alemania por el mundo para recuperar su “grandeza” de antaño.

El nacionalsocialismo no se conforma con la sola existencia nacional fundada en la soberanía e independencia, sino que también se basa en la total defensa de los valores nacionales desde todo punto de vista.  El nacionalsocialismo era una religión política.



NSDAP.



El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (en alemán: Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei; abreviado como NSDAP), conocido coloquialmente como Partido Nazi, fue un partido político de extrema derecha activo en Alemania entre 1920 y 1945 cuya ideología fue el nacionalsocialismo o nazismo. Su predecesor fue el Partido Obrero Alemán (DAP), que existió entre 1919 y 1920.

El partido surgió al calor de la cultura racista y ultranacionalista de los Freikorps, unidades paramilitares que combatieron los levantamientos comunistas que se produjeron al término de la Primera Guerra Mundial. La defensa de una forma de «socialismo conservador» era común en sectores de derecha desde la época de Bismarck y hasta años después de la Primera Guerra Mundial, sectores que influyeron en el nacionalsocialismo. Arthur Moeller van den Bruck, del Movimiento Revolucionario Conservador, acuñó el término «Tercer Reich» y abogaba por una ideología que combinara el nacionalismo y el socialismo. En la práctica, el partido utilizó el término socialismo para intentar atraer a la clase obrera y así alejarla del comunismo (KPD) y la socialdemocracia (SPD),al tiempo que utilizó el término nacionalismo para atraer a los sectores nacionalistas y conservadores. En un principio el discurso del partido se centró en la lucha contra las grandes empresas, con una marcada retórica antiburguesa y anticapitalista; sin embargo, posteriormente fueron suavizando estos postulados y obtuvieron el apoyo y financiación de grandes empresas industriales y ricas personalidades. Desde la década de 1930, el partido orientó sus postulados al antisemitismo y al antimarxismo.

Desde 1921, el líder del partido fue Adolf Hitler, quien fue nombrado canciller por el presidente Paul von Hindenburg en 1933, tras haber obtenido el partido en 1932 dos victorias con mayoría simple en las elecciones democráticas parlamentarias. Rápidamente, Hitler estableció un régimen totalitario liquidando las instituciones democráticas de la República de Weimar e instauró el llamado Tercer Reich. Los nazis impusieron su dictadura antidemocráticamente pero con una apariencia de legalidad formal gracias al Decreto del Incendio del Reichstag y a la Ley habilitante de 1933. El primero le permitió eliminar al KPD como fuerza política y la segunda autorizaba al gobierno a legislar sin la intervención de las Cámaras. La aprobación de esta ley suponía una modificación de la Constitución y, por ello, requería ser aprobada por dos tercios de los miembros del Reichstag, mayoría que solo pudo obtener con la ausencia obligada de todos los parlamentarios comunistas y negociando el voto favorable de los católicos de centro.

El racismo fue un eje central de la ideología nazi. Los nazis trataron de ampliar el área de expansión de los pueblos germanos a través de la pureza racial, la eugenesia, amplios programas de bienestar social y un desprecio sistemático del valor del individuo, el cual podía ser sacrificado por el bien del Estado nazi y en pos de una «raza aria superior». Para mantener la supuesta pureza y fuerza de la raza aria, los nazis exterminaron a judíos, romaníes, discapacitados, homosexuales, testigos de Jehová, africanos y disidentes políticos fundamentalmente de izquierda por toda Europa, que habían ocupado durante la primera mitad de la Segunda Guerra Mundial. Si no eran asesinados, se les imponía la segregación y exclusión de la sociedad. En total unos 11 millones de personas fallecerían a consecuencia de estas políticas, lo que en el caso judío (entre cinco y seis millones de víctimas) se conoce como Holocausto. Hoy en día, las teorías raciales propias de la ideología nazi son desechadas de manera universal por carecer de fundamentos científicos.

Tras la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial en 1945, fue declarado ilegal y organización criminal, y los líderes que no se habían suicidado fueron arrestados, culpados y juzgados por crímenes de guerra, contra la humanidad y contra la paz en los juicios de Núremberg, celebrados entre noviembre de 1945 y octubre de 1946.




Programa de los 25 puntos del NSDAP.

 


Asamblea del Partido Nazi en la cervecería Bürgerbräukeller, en Múnich, el año 1923.

El 24 de febrero de 1920, se celebró a petición de Hitler el primer mitin multitudinario del Deutsche Arbeiter Partei (Partido Obrero Alemán) en Munich, donde Hitler leyó el Programa de los 25 puntos del NSDAP, escritos por Hitler y Anton Drexler, puntos que constituyeron el programa político del nacionalsocialismo:


1. Exigimos la unión de todos los alemanes para constituir una gran Alemania fundada en el derecho de la independencia de que gozan las naciones.

2. Exigimos para el pueblo alemán la igualdad de derechos en sus tratados con las demás naciones y la abolición de los Tratados de Paz de Versalles y Saint-Germain.

3. Exigimos espacio y territorio para la alimentación de nuestro pueblo y para establecer a nuestro exceso de población.

4. Nadie, fuera de los miembros de la nación, podrá ser ciudadano del Estado. Nadie, fuera de aquellos por cuyas venas circule sangre alemana, sea cual fuere su credo religioso, podrá ser miembro de la Nación. Por consiguiente, ningún judío será miembro de la Nación.

5. Quien no sea ciudadano del Estado, sólo residirá en Alemania como huésped y será considerado como sujeto a las leyes extranjeras.

6. El derecho a sufragar para la formación del Gobierno del Estado y para la sanción de las Leyes será ejercido únicamente por ciudadanos del Estado. Exigimos, en consecuencia, que todas las funciones oficiales, sea cual sea su naturaleza, tanto en la nación como en el campo y las localidades menores, sean desempeñadas exclusivamente por ciudadanos del Estado.
Nos oponemos a la corruptora práctica parlamentaria de llenar los puestos teniendo en cuenta solamente consideraciones de partido en lugar de carácter o de idoneidad.

7. Exigimos que el Estado contemple como su primer y principal deber el promover el progreso de la industria y el velar por la subsistencia de los ciudadanos del Estado. Si no fuera posible alimentar a toda la población del Estado, será indispensable que los residentes extranjeros sean excluidos de la nación.

8. Hay que impedir toda inmigración no alemana. Exigimos que se obligue a todo no ario llegado a Alemania, a partir del 2 de agosto de 1.914, abandonar inmediatamente el territorio nacional.

9. Todos los ciudadanos del Estado gozarán de iguales derechos y tendrán idénticas obligaciones.

10. El primer deber de todo ciudadano del Estado consiste en trabajar con la mente o con el cuerpo. Las actividades individuales no estarán reñidas con los intereses generales, sino que se adaptarán al marco impuesto por la comunidad y tendrán en cuenta las conveniencias de la misma.

11. Exigimos la abolición de todo ingreso no conseguido por medio del trabajo.
-Abolición de la Servidumbre impuesta por el Interés del Dinero-

12. En vista de los enormes sacrificios de vidas y propiedades que exige toda guerra, el enriquecimiento personal logrado merced a los conflictos armados internacionales se considerará como un crimen contra la Nación. Exigimos, en consecuencia, la confiscación implacable de todas las ganancias por medio de la guerra.

13. Exigimos la nacionalización de todos los negocios que se han organizado hasta la fecha en forma de agrupaciones de sociedades (trusts).

14. Exigimos que las utilidades del comercio al por mayor sean compartidas por la Nación.

15. Exigimos que se ponga en práctica un plan gradual de asistencia social a la vejez.

16. Exigimos la creación y mantenimiento de una sana clase media, la nacionalización inmediata de las propiedades utilizadas en la especulación, a fin de que se alquilen en favorables condiciones a pequeños comerciantes, y que se tengan especiales consideraciones para con los pequeños proveedores del Estado, de las autoridades de distrito y de las localidades menores.

17. Exigimos la reforma de la propiedad rural para que sirva a nuestros intereses nacionales; la sanción de una ley ordenando la confiscación sin compensación de la tierra con propósitos comunales; la abolición del interés de los préstamos sobre tierras y la prohibición de especular con las mismas.

18. Exigimos la persecución despiadada de aquellos cuyas actividades sean perjudiciales al interés común. Los sórdidos criminales que conspiran contra el bienestar de la Nación, los usureros, especuladores, etc. Deben ser castigados con la muerte, sean cuales fueren su credo o su raza.

19. Exigimos que el Derecho Romano, que sirve al régimen materialista del mundo, sea reemplazado con un sistema legal concebido para toda Alemania.

20. Con el fin de proporcionar a todo alemán competente e industrioso la posibilidad de una mejor educación y promover así el progreso, el Estado abordará la reconstrucción total de nuestro sistema nacional de educación. El plan de estudios de todo establecimiento educativo deberá hallarse de acuerdo con las necesidades prácticas de la vida. El inculcar y hacer comprensible la idea de Estado (Sociología del Estado) debe ser uno de los propósitos fundamentales de la educación y comenzará con el primer destello de inteligencia del alumno. Exigimos que el Estado eduque a sus expensas a los niños dotados de superior talento e hijos de padres pobres, sean cuales sean la respectiva clase u ocupación de estos últimos.

21. El Estado procurará elevar el nivel general de la salud de la Nación amparando a las madres e infantes, prohibiendo el trabajo de los niños, aumentando la eficiencia corporal mediante la gimnasia obligatoria y los deportes y apoyando sin restricciones a los clubes fundados con el objeto de promover el mejoramiento físico de la juventud.

22. Exigimos la abolición del ejército mercenario y la formación de un ejército nacional.

23. Exigimos la adopción de medidas legales contra la impostura política deliberada y su difusión por medio de la prensa. Para facilitar la creación de una prensa nacional alemana:

a) Que todos los editores de periódicos y sus asistentes, cuando empleen la lengua alemana, sean miembros de la nación. 

b) Que la aparición de periódicos no alemanes no tenga lugar sino en virtud de un permiso especial acordado por el Estado. No será indispensable que tales órganos se impriman en alemán. 

c) Que se prohiba por Ley la participación financiera o la influencia de no alemanes en los periódicos germanos, estableciendo como penalidad para los infractores la supresión del periódico y el inmediato destierro de los no alemanes implicados en el asunto.
Debe prohibirse la publicación de órganos cuyos propósitos no contemplen el bienestar nacional. Exigimos que se persiga legalmente a todas las tendencias artísticas y literarias pertenecientes a algún capaz de contribuir a la disgregación de nuestra vida como Nación, y la supresión de cualquier institución cuyos fines estén reñidos con la citada exigencia.


24. Exigimos la libertad para todas las denominaciones religiosas dentro del Estado mientras no representen un peligro para éste y no militen contra los sentimientos morales de la raza alemana.
El Partido defiende, en su carácter de tal, la idea del cristianismo positivo, más no se compromete, en materia de credo, con ninguna confesión en particular. Combate el materialismo judío filtrado entre nosotros y está convencido de que nuestra nación no logrará la salud permanente sino dentro de sí misma y gracias a la aplicación de este principio.
El Interés común antes que el Propio.

25. Para realizar todo lo que precede, exigimos la creación de una poderosa autoridad central del Estado; incuestionables atribuciones del parlamento políticamente centralizado sobre toda la Nación y sobre su organización, y la formación de una Cámara representando a las clases y profesiones, con el propósito de poner en práctica en los diversos estados de la confederación las leyes generales promulgadas por la autoridad.


Munich, 24 de febrero de 1920.


HISTORIA
  En Múnich, el 24 de febrero de 1920, Hitler anunció públicamente el Programa de los 25 puntos del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), cuando los nazis aún permanecían con el nombre de DAP (Partido Obrero Alemán).[2]​ Mantuvieron el programa al cambiar el nombre del partido a Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) en febrero de 1920, y pasó a ser el programa oficial del partido.Este programa fue una adaptación alemana — redactado por Anton Drexler, Adolf Hitler, Gottfried Feder y Dietrich Eckart — del programa austro-bohemio realizado por Rudolf Jung. A diferencia de los austríacos, los alemanes no pretendían ser liberales o democráticos, ni se oponían a la reacción política ni a la aristocracia, pero defendían las instituciones democráticas (por ejemplo, el parlamento central alemán) y el derecho a sufragio únicamente para los ciudadanos alemanes, lo que implicaba que los nazis podrían retener el sufragio universal. El monarquista austríaco Erik von Kuehnelt-Leddihn propuso que el programa fuese pro-laboral, declarando que: "Defendía el derecho al trabajo, y abogaba por la institución de la participación en los beneficios, la confiscación de las ganancias de guerra, el enjuiciamiento de usureros y especuladores, la nacionalización de los fideicomisos, la comunalización de grandes almacenes, la extensión del sistema de pensiones a los adultos mayores, la creación de un programa nacional de educación en todas las clases, la abolición del trabajo infantil, y poner fin al dominio del capital financiero". Mientras que el historiador William Brustein, propuso que aquellos puntos del programa declarados y las declaraciones del fundador Anton Drexler, indicaron que el Partido Nazi (NSDAP) se originó como un partido político de la clase obrera. En el transcurso de obtener un cargo público, los fracasos agrarios durante los años veinte incitaron a Hitler a explicar mejor el "verdadero" significado del Punto 17 (reforma agraria, expropiación legal de terrenos para uso público, la abolición del impuesto sobre bienes inmuebles y proscripción a la especulación de tierras), con la esperanza de obtener votos por parte de los agricultores en las elecciones de mayo de 1928. Hitler disfrazó las contradicciones implícitas del Punto 17 al explicar que "la expropiación gratuita concierne sólo a la creación de oportunidades legales, a expropiar, si es necesario, terrenos que han sido adquiridos de forma ilegal, o que no son administradas desde el punto de vista del bienestar nacional. Esto estuvo dirigido en contra de las compañías de especulación de terrenos, dirigidas por los judíos" Durante los años veinte, otros miembros del NSDAP, que querían que hubiese una consistencia ideológica, buscaron cambiar o reemplazar el Programa Nacionalsocialista. En 1924, el economista Gottfried Feder propuso un programa de 39 puntos que retuvieron algunas de las políticas originales e introdujeron otras nuevas. Hitler suprimió cualquier intento de cambiar el programa, negándose a abordar los asuntos después de 1925, porque el Programa Nacionalsocialista era “inviolable”, y por lo tanto, inmutable.​ El historiador Henry A. Turner, señaló que Hitler "conspicuamente" omitió el texto del programa de su biografía política, Mi Lucha (1925, 1926), en donde se refirió a él como "el llamado programa del movimiento".


 
Reflexiones en torno al discurso dogmático: El discurso nacionalista.


JAVIER GIMENO PERELLÓ
24 DE AGOSTO DE 2020

 



El hombre ha desarrollado a lo largo de la Historia diferentes formas de ficción. En esta reflexión se pretende analizar algunas de las que más han influido en sus formas de vida, como las relacionadas con la religión, el nacionalismo o los sistemas de poder político. Permeados entre sí, los discursos religiosos, y de algún modo, los nacionales, han surgido como dogma, y muchas de las narrativas vinculadas al poder se han vuelto dogmáticas, en especial, las relacionadas con sociedades autoritarias.

El filósofo y teólogo alemán del siglo XVIII, Johann Gottfried von Herder, precursor del romanticismo, sostenía que el nacionalismo es una visión del mundo y de la realidad humana dividida en pueblos o naciones. En este sentido, puede concebirse también como actitud emocional o sentimiento de adhesión a un territorio, lo cual lleva implícita la identificación y lealtad del individuo con su colectividad. 

Podemos señalar con el filósofo checo Ernest Gellner que el nacionalismo como lo conocemos hoy surge en el siglo XIX al calor de la Revolución industrial y de la mano del Romanticismo, contemporáneo de las grandes ideologías seculares, período en el que se acuñó el concepto ‘Volkgeist’ o espíritu del pueblo:

 “Las civilizaciones agrarias no engendran nacionalismo; son las sociedades industriales las que lo engendran” [1]. La industrialización, como una de los resultados más significativos de la revolución burguesa, trajo como consecuencia el predominio de la cultura. Con ello, la alfabetización, la extensión de la educación o la lengua. Al mismo tiempo, la doctrina religiosa inicia una suerte de decadencia, consecuencia también de haberse entregado la nueva sociedad al desarrollo económico propio del modelo productivo capitalista, así como al crecimiento cognitivo que en no pocas ocasiones resulta incompatible con prácticas rituales, con valores morales y ,en general, con formas y estructuras sociales agrarias. “Así nace la edad del nacionalismo”, asegura Gellner [2]. Como también señala el historiador José Álvarez Junco, “sólo con el Romanticismo llegó el principio de las nacionalidades, lo que dio lugar al intento de adecuar las fronteras políticas a las unidades étnico-culturales; pero también a toda una reinterpretación de la cultura, y de la historia en particular, en términos nacionales” [3].

Constituida la nación independiente, tenemos a los “nacionales genuinos”, y al resto, es decir, ciudadanos de segunda, sean inmigrantes, no hablantes de la lengua vernácula y otros colectivos que por diferentes razones no son considerados ‘auténticos’ ciudadanos nacionales

Por su parte, el filósofo e historiador Ernest Renan afirmaba que “la antigüedad no conocía las naciones en nuestro sentido; sus Estados ciudades conocían el patriotismo y también hubo conjuntos imperiales y otras aglomeraciones mayores, pero no naciones”, advirtiendo en 1882 del papel que tiene la amnesia en la formación de las naciones: “El olvido, incluso diría, el error histórico, son un factor esencial de la creación de una nación” [4].

Renan señalaba asimismo que el nacionalismo en la Europa Occidental no se formó de la misma manera que en la Europa Oriental, con sus excepciones, como veremos en casos como Escocia y Cataluña, estudiados por John Elliot. Mientras en Francia o en el Reino Unido tuvo un papel relevante la voluntad de construir una nación frente a las cuestiones puramente etnográficas, en países como la República Checa o Rusia las epopeyas y leyendas medievales fueron determinantes [5]. 

Siguiendo a los principales investigadores del nacionalismo, no podemos asegurar en ningún caso que la Historia arroje argumentos científicos que justifiquen el surgimiento de una nación, sino, más bien, un conjunto de elementos subjetivos de diferentes categorías: desde mitológicas, legendarias o literarias, hasta etnográficas, antropológicas o lingüísticas (éstas con un peso considerable), pasando por aspectos históricos determinados convenientemente adaptados al interés nacional. Álvarez Junco define las naciones como “construcciones históricas de naturaleza contingente”, que se nutren de sistemas de creencias y de adhesión emocional que surten efectos políticos de los que se benefician ciertas élites locales” [6].

El concepto de “nación” no surge, como afirman algunos historiadores, hace dos siglos, sino mucho antes, tal como demuestra Álvarez Junco. Ya desde antiguo existían naciones pero no como se entiende ahora, es decir, identidades colectivas con plena soberanía sobre un determinado territorio. En la era premoderna se hablaba de clanes, linajes, etnias y también de “naciones“, pero no en el sentido que nosotros le damos ahora porque “no estaba vinculado a la legitimación del poder como expresión de la voluntad colectiva” [7]. Las identidades nacionales “no son eternas –sostiene A. Junco-, no son hechos naturales… como los ríos o las montañas”, que surgieron en algún momento indeterminado del pasado. En unos casos, acabaron desapareciendo, como los imperios romano, otomano o bizantino; en otros, se mantienen vigentes. 

Pero, como pasa en la Historia, nada es eterno, y menos las identidades colectivas. Ninguna nación que haya obtenido su independencia está libre de verse enfrentada en algún momento de su historia a nuevos movimientos nacionalistas surgidos al interior de sus fronteras. El término latino “natio” significa “nación” a la que se pertenecía por haber nacido en un determinado lugar. La ciudad de Roma se caracterizaba por acoger a personas procedentes de cualquier zona del Imperio, de modo tal que en sus barrios periféricos se asentaban, entre otras, las “nationes” de comerciantes judíos o sirios de la diáspora. 

Álvarez Junco define nación como “conjunto de seres humanos entre los que domina la conciencia de poseer ciertos rasgos culturales comunes (es decir, de ser un “pueblo“ o grupo étnico) y que se encuentra asentado desde hace tiempo en un determinado territorio, sobre el que cree poseer derechos y desea establecer una estructura política autónoma” [8]. Nación y Estado se confunden con frecuencia. El historiador resuelve esta confusión atribuyendo a nación un carácter cultural e histórico, y a Estado, una naturaleza jurídica y territorial. En virtud de ello, propone la siguiente definición de Estado: 

“Conjunto de instituciones públicas que administran un territorio determinado, dotadas de los medios coactivos necesarios para requerir la obediencia de los habitantes a las normas por ellos establecidas y extraer los recursos necesarios para la realización de sus tareas” [9].

Otro término que asimismo se presta a confusión es Estado nación. El historiador estadounidense de origen checo, Hans Kohn, investigador del nacionalismo, usó este concepto referido a un estado de mayor “intensidad administrativa” que las antiguas ciudades-Estado o las instituciones políticas del Antiguo Régimen. Para Á. Junco no se sostiene la pretensión de asimilar Estado a nación, pues aquél “no puede presumir de una homogeneidad cultural que refleje con fidelidad el ideal nacional”. Asegura que la fórmula “Estado nación” puede defenderse siempre que tengamos claro que nos estamos refiriendo a un constructo ideal desprovisto de realidad, y en este sentido, propone definirlo como “una estructura política soberana con fronteras claramente definidas que pretende coincidir con una nación o sociedad culturalmente integrada” [10].

También es frecuente la identificación de nación con territorio. Una vez conseguida, el paso siguiente es la identidad étnica. Es una constante del nacionalismo insistir en sus diferencias para reclamar el control político del territorio. Cuando éste se ha consolidado, el siguiente paso es suprimir la heterogeneidad, sea cultural, lingüística, étnica, religiosa, etc., llegando incluso a establecer en su seno dos clases diferenciadas de ciudadanos, como vimos en el caso de los ciudadanos turcos no musulmanes. Constituida la nación independiente, tenemos a los “nacionales genuinos”, portadores del sentir y del espíritu de la nación, y al resto, es decir, ciudadanos de segunda, sean inmigrantes, no hablantes de la lengua vernácula y otros colectivos que por diferentes razones no son considerados ‘auténticos’ ciudadanos nacionales.



[1] Gellner, E.: Cultura, identidad y política. El nacionalismo y los nuevos cambios sociales. Gedisa, 2019, p. 29
[2] Ibid., pp. 27-28
[3] Álvarez Junco, J.: Dioses útiles. Galaxia Gutenberg, 2016, p. 23
[4] Renan, E: Qu’est-ce qu’une nation? París, 1882
[5] Ibid., p. 68
[6] A. Junco, op. cit., p. XIX   
[7] Id., p. 51
[8] Id., p. 46
[9] Id., p. 46
[10]  Id., p. 46.

 



Testamento político de Hitler.




Mi testamento político (primera parte)

Más de treinta años han pasado desde que en 1914 hice mi modesta contribución como voluntario en la Primera Guerra Mundial a la que fue forzado el Reich.

En esas tres décadas he actuado, únicamente por amor y lealtad a mi pueblo en todos mis pensamientos, actos y vida. Ellos me dieron la fuerza para tomar las decisiones más difíciles que mortal alguno nunca confrontó. En ello he empleado mi vida, mi esfuerzo en el trabajo y mi salud, durante estas tres décadas.

No es cierto que yo, o alguien más en Alemania, quisiera la guerra en 1939. Fue deseada e instigada exclusivamente por esos hombres de estado quienes han sido judíos o han trabajado para intereses judíos. He hecho muchas ofertas para el control y limitación de armamentos, las cuales no podrán ser olvidadas por la posteridad, para que la responsabilidad del inicio de la guerra sea echada sobre mí.

Tampoco he deseado nunca, que después de la fatal primera guerra mundial, una segunda contra Inglaterra, o aún sobre Estados Unidos, fuera desatada. Los siglos pasarán, pero de las ruinas de nuestras ciudades y monumentos, resurgirá el odio contra aquellos finalmente responsables -a quienes todos debemos agradecer todo lo sucedido- el Judaísmo Internacional y sus secuaces.

Tres días antes del inicio de la guerra entre Alemania y Polonia, le propuse al embajador británico en Berlín una solución al problema germano-polaco, similar al del caso del Distrito del Sarre, bajo control internacional. La existencia de esa oferta tampoco podrá ser negada. Fue rechazada únicamente por los círculos dirigentes de la política británica que querían la guerra, en parte, por debido a las posibilidades de negocios y en parte por la influencia de la propaganda organizada por el judaísmo internacional.

También he dejado bien en claro que, si las naciones de Europa fueron consideradas como meros bonos, que podían ser comprados y vendidos, en dinero e intereses financieros, por esos conspiradores internacionales, entonces esos competidores, los judíos, quienes son los verdaderos criminales en este conflicto asesino, deberán ser responsabilizados.

También quiero que nadie tenga ninguna duda, que esta vez han logrado que no sólo millones de niños arios en Europa mueran de hambre; hombres jóvenes han sufrido la muerte y no solo cientos de miles de mujeres y niños han sido bombardeados e incinerados hasta morir en las ciudades, sin que los verdaderos criminales hayan expiado su culpa, ni siquiera por medios humanos.

Después de seis años de guerra -que a despecho de los obstáculos será recordada algún día como la más gloriosa y valiente demostración del propósito de vida de una nación- no puedo abandonar la ciudad que es la capital de este Reich. Como las fuerzas son muy exiguas como para intentar cualquier oposición en contra de los ataques enemigos, y porque nuestra resistencia se ha venido debilitando por los hombres que nos han engañado con su falta de iniciativa, al permanecer en esta ciudad quiero compartir mi destino con los otros millones de hombres que han decidido hacer lo mismo. Tampoco quiero caer en manos de un enemigo, que querrá presentar un nuevo espectáculo organizado por los judíos, para el regocijo de las masas histéricas.

Por tanto he decidido permanecer en Berlín y libremente escoger la muerte en el momento que yo crea que la posición del Führer y la propia Cancillería, no pueda ser más defendida.

Muero con el corazón feliz, consciente de los incalculables legados y logros de nuestros soldados en el frente, nuestras mujeres en casa, los logros de nuestros campesinos y obreros en su trabajo, únicos en la historia, de las juventudes que llevan mi nombre.

A ellos, desde el fondo de mi corazón, les expreso mi gratitud, como es evidente es mi deseo que ustedes, debido a eso, bajo ningún concepto abandonen la lucha en esta contienda sino que más bien la continúen, contra los enemigos de nuestra madre patria, sin importar dónde, fieles al credo de Clausewitz. Del sacrificio de nuestros soldados y por mi comunión con ellos en la muerte, nunca desaparecerá de la historia de Alemania, la semilla del radiante renacimiento del movimiento Nacional-Socialista y por tanto, de una verdadera comunidad de naciones.

Muchos de los hombres y mujeres valientes han decidido unir sus vidas con la mía. Hasta el último momento he rogado y finalmente les he ordenado, no hacerlo y tomar parte en la última batalla de la nación. He rogado a los dirigentes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, reforzar por todos los medios el espíritu de resistencia de nuestros soldados en el sentido Nacionalsocialista, con especial referencia al hecho, de que también yo mismo, como creador y fundador de ese movimiento, he preferido la muerte a la cobarde abdicación o peor la capitulación.

Deberá, en un futuro, formar parte del código de honor del oficial alemán, como es actualmente de nuestra marina, que rendir un distrito o una ciudad es imposible, y que por sobre todo, nuestros líderes deben marchar al frente como ejemplos refulgentes, cumpliendo con fe en su obligación hasta la muerte.

Mi testamento político (segunda parte)

Antes de mi muerte, expulso al ex Mariscal del Reich Hermann Göring del partido y lo despojo de todos los derechos que pudiera gozar en virtud del decreto del 29 de junio de 1941; y también en virtud de mi manifiesto en el Reichstag el 29 de Junio de 1939. Designo en su lugar al Gran Almirante Dönitz, como Presidente del Reich y Supremo Comandante de las Fuerzas Armadas.

Antes de mi muerte, expulso del partido y de todas las oficinas del Estado al ex Reichsführer-SS y Ministro del Interior, Heinrich Himmler. En su lugar designo al Gauleiter Karl Hanke como Reichsführer-SS y Jefe de la Policía Alemana y designo al Gauleiter Paul Giesler como Ministro del Interior del Reich.

Goering y Himler, totalmente aparte de su deslealtad hacia mi persona, han hecho un daño enorme al país y a toda la nación, al efectuar negociaciones secretas con el enemigo, las que condujeron sin mi consentimiento y contra mis deseos, y al intentar usufructuar ilegalmente poderes del Estado.

Con el propósito de darle al pueblo alemán un gobierno compuesto por hombres honorables, un gobierno que pueda satisfacer sus deseos de continuar la guerra por todos los medios, designo a los siguientes miembros del nuevo gabinete de líderes de la nación:

  • Presidente del Reich: Dönitz 
  • Canciller del Reich: Dr.Goebbels 
  • Ministro del Partido: Bormann 
  • Ministro del Exterior: Seyß-Inquart 
  • Ministro del Interior: Gauleiter Giesler 
  • Ministro de Guerra: Dönitz 
  • Comandante Supremo del Ejército de Tierra: Schörner 
  • Comandante Supremo de la Marina de Guerra: Dönitz 
  • Comandante Supremo de la Aviación: Greim 
  • Reichsführer-SS y Jefe de la Policía Alemana: Gauleiter Hanke 
  • Economía: Funk 
  • Agricultura: Backe 
  • Justicia: Thierack 
  • Cultura: Dr.Scheel 
  • Propaganda: Dr.Naumann 
  • Finanzas: Schwerin-Crossigk 
  • Trabajo: Dr.Hupfauer 
  • Armamento: Saur 
  • Director de la Organización Nacional del Frente del Trabajo y Miembro Asociado al Gabinete del Reich: Reichsminister Dr. Robert Ley.

Como una cantidad de esos hombres, como Martin Borman, Dr. Goebbels, etc., conjuntamente con sus esposas, se unieron a mí por propia voluntad y no desean dejar la capital del Reich bajo cualquier circunstancia, pero desean perecer conmigo aquí, debo pedirles que obedezcan mi solicitud, y en este caso cedan sus propios intereses a los intereses de la nación, por sobre todos sus sentimientos.

Por su trabajo leal como camaradas, ellos estarán muy cerca de mí después de la muerte, así como el deseo de que mi espíritu perdure y que siempre siga con ellos. Dejen que sean estrictos, pero nunca injustos, pero sobretodo, no les permitan que el temor guíe sus actos, y que pongan el honor de la nación por sobre todas las cosas del mundo. Finalmente, permítanles que sean conscientes del hecho de que nuestra obligación, que es continuar la construcción del Estado Nacionalsocialista, signifique el trabajo de los siglos por venir, que colocará a cada persona individualmente, bajo la obligación de servir siempre al interés común y subordinar sus propios intereses a ese fin. Demando que todos los alemanes, todos los Nacionalsocialistas, hombres, mujeres y a todos los hombres de las Fuerzas Armadas, sean fieles y obedientes, hasta la muerte, al nuevo gobierno y a su Presidente.

Por sobre todo, encargo a los líderes de la nación y a todos sus subordinados la observación escrupulosa de las leyes de la raza y la oposición inmisericorde a los envenenadores de los pueblos, el judaísmo internacional.

Dado en Berlín, este 29avo día, del mes de Abril de 1945 a las 4:00 AM







Camino de servidumbre.

Autor: Friedrich A. Hayek

Friedrich August von Hayek (1899 – 1992) nació en Viena, Austria, que en ese entonces era una de las grandes capitales intelectuales de Europa. Hayek es particularmente conocido como un defensor del liberalismo clásico y del capitalismo en contra del socialismo y el pensamiento colectivista. Fue miembro de la Escuela Austriaca de economía y escribió extensamente acerca teoría monetaria, el cálculo en una economía socialista, la teoría de los órdenes espontáneos y la teoría del derecho evolutivo. Inició su carrera como profesor universitario en la Universidad de Viena, luego en la London School of Economics y posteriormente en la Universidad de Chicago y en la Universidad de Freiburg. En 1974 obtuvo el Premio Nobel de Economía por su trabajo relacionado a "la teoría monetaria y las fluctuaciones económicas y por su profundo análisis de la interdependencia entre los fenómenos económicos, sociales e institucionales".

El libro de Hayek, Camino de servidumbre —en alusión a la frase de Alexis de Tocqueville “el camino a la esclavitud”— fue publicado en el Reino Unido el 10 de marzo de 1944. De inmediato generó controversia puesto que explicaba de manera sencilla y clara la relación entre la libertad individual y la planificación económica centralizada. Para Hayek, las ideas colectivistas —ya sean de izquierda o de derecha— no conducen a una utopía sino que al darle cada vez más poder al Estado para controlar la economía, inevitablemente conducen a horrores como los de la Alemania Nazi y la Italia Fascista.


Hayek, F.A. Camino de servidumbre. Textos y documentos. Madrid: Unión Editorial, 2008.

Tabla de contenidos.

  • Capítulo XII
  • Las raíces socialistas del nazismo.

Todas las fuerzas antiliberales se están combinando contra todo lo que es liberal.

A. Moeller Van Den Bruck[264]

Es un error general considerar el nacionalsocialismo como una simple revuelta contra la razón, como un movimiento irracional sin trasfondo intelectual alguno. Si fuera así, el movimiento sería mucho menos peligroso que lo que es. Pero nada más lejos de la verdad ni más engañoso. Las doctrinas del nacionalsocialismo son la cima de una larga evolución ideológica, de un proceso en el que han participado pensadores que ejercieron una gran influencia mucho más allá de las fronteras de Alemania.

 Se piense lo que se quiera sobre sus premisas de partida, lo cierto es que los hombres que engendraron las nuevas doctrinas, escritores vigorosos, han dejado la impronta de sus ideas sobre el pensamiento europeo entero. Desarrollaron su sistema con rigurosa consecuencia, y una vez que se aceptan las premisas iniciales no es posible escapar a su lógica. Es, simplemente, el colectivismo, libre de todas las huellas de una tradición individualista que pudiera embarazar su realización.

Aunque en este desarrollo llevaron la dirección los pensadores alemanes, no estuvieron en modo alguno solos.Thomas Carlyle y Houston Stewart Chamberlain, Auguste Comte y Georges Sorel han participado en esta expansión continua tanto como cualesquier alemanes.[265] El desarrollo de esta dirección intelectual dentro de Alemania lo ha trazado con acierto, recientemente,Mr. R.D. Butler en su estudio sobre Las raíces del nacionalsocialismo.[266] 

Pero aunque tiene algo de aterrador su permanencia a través de ciento cincuenta años, en una forma casi inalterada y siempre recurrente, como lo ha puesto de manifiesto dicho estudio, es fácil exagerar la importancia que estas ideas ejercieron en Alemania antes de 1914. No pasaron de ser una corriente intelectual en un pueblo que era entonces más diverso, quizá, en sus opiniones que cualquier otro.Y en su conjunto estuvieron representadas por una pequeña minoría y tenidas en gran desprecio por la mayoría de los alemanes, como ocurrió en otros países.

Entonces, ¿cómo es que estas opiniones, sostenidas por una minoría reaccionaria, acabaron por ganar la asistencia de la gran mayoría de los alemanes y, prácticamente, de toda su juventud? No fue sólo la derrota, el sufrimiento y la ola de nacionalismo lo que trajo su triunfo.Todavía menos fue su origen, como muchas gentes desean creer, una reacción capitalista contra el avance del socialismo. Por el contrario, la ayuda que dio el predominio a estas ideas vino precisamente del campo socialista. En realidad, no fue la burguesía, sino más bien la ausencia de una fuerte burguesía, lo que contribuyó a elevarlas al poder. 

Las doctrinas que guiaron a los sectores dirigentes de Alemania en la generación pasada no se oponían al socialismo en cuanto marxismo, sino a los elementos liberales contenidos en aquél: su internacionalismo y a su democracia. Y a medida que se hizo más claro que eran precisamente estos elementos los obstáculos para la realización del socialismo, los socialistas de la izquierda se aproximaron más y más a los de la derecha. Fue la unión de las fuerzas anticapitalistas de la derecha y la izquierda, la fusión del socialismo radical con el conservador, lo que expulsó de Alemania a todo lo que era liberal.

En Alemania, la conexión entre socialismo y nacionalismo fue estrecha desde un principio. Es significativo que los más importantes antecesores del nacionalsocialismo —Fichte, Rodbertus y Lassalle— fueron al mismo tiempo padres reconocidos del socialismo.[267] Mientras el socialismo teórico, en su forma marxista, dirigía el movimiento obrero alemán, el elemento autoritario y nacionalista retrocedía temporalmente a segundo plano. Pero no por mucho tiempo.[268] A partir de 1914 surgen de las filas del socialismo marxista un predicador tras otro que conducen al redil del nacionalsocialismo, no a los conservadores y reaccionarios, sino a los trabajadores manuales y a la juventud idealista. Sólo más tarde alcanzó la marea del socialismo nacionalista considerable importancia y se transformó rápidamente en la doctrina hitleriana. La histeria bélica de 1914, que, precisamente por causa de la derrota alemana, no se curó jamás por completo, es el comienzo del moderno desenvolvimiento que produjo el nacionalsocialismo, el cual surgió durante este periodo gracias en buena parte a la asistencia de viejos socialistas.

Quizá el primer representante de esta orientación, y en muchos aspectos el más característico, fue el difunto profesor Werner Sombart, cuya conocida obra Händler und Helden (Mercaderes y Héroes) apareció en 1915.[269] Sombart había comenzado como socialista marxista, y todavía en 1909 afirmaba con orgullo que había dedicado la mayor parte de su vida a luchar por las ideas de Karl Marx. Sombart ha contribuido tanto como el que más a difundir por toda Alemania las ideas socialistas y el resentimiento anticapitalista de diversos matices; y si en el pensamiento alemán penetraron elementos marxistas en una proporción no superada por ningún otro país hasta la revolución rusa, ello se debió en gran medida a Sombart. 

Durante un tiempo, fue considerado como el representante más distinguido de la perseguida intelectualidad socialista, incapacitada, por sus opiniones radicales, para obtener una cátedra universitaria. Y aun después de la anterior guerra, la influencia, dentro y fuera de Alemania, de su obra de historiador, que enfocó como marxista después de dejar de serlo en política, alcanzó extraordinaria difusión, la cual se advierte particularmente en las obras de muchos de los planificadores ingleses y americanos.

En su libro de guerra, este viejo socialista saludó la «guerra alemana» como el conflicto inevitable entre la civilización comercial de Inglaterra y la cultura heroica de Alemania. Su desprecio hacia los criterios «comerciales» del pueblo inglés, que había perdido todos sus instintos guerreros, no tiene límite. Nada es más despreciable a sus ojos que el general afán por la felicidad individual. Y lo que él presenta como la máxima orientadora de la moral inglesa, a saber: sé justo, «para que puedas alcanzar el bienestar y prolongar tus días sobre la tierra», es, para él, «la más infame sentencia que haya salido jamás de una mente comercial».[270] 

La «idea alemana del Estado», como la formularon Fichte, Lassalle y Rodbertus, es que el Estado, ni lo fundan individuos, ni se forma de individuos, ni es un agregado de individuos, ni su finalidad es la de servir cualesquier intereses individuales.Es una Volksgemeinschaft, en la que el individuo no tiene derechos, sino tan sólo deberes.[271] Las reclamaciones del individuo son siempre una consecuencia del espíritu comercial. «Las ideas de 1789» —Libertad, Igualdad, Fraternidad— son ideales típicamente comerciales, sin otro fin posible que el de asegurar ciertas ventajas a los individuos.

Antes de 1914, todos los verdaderos ideales alemanes de vida heroica estuvieron en mortal peligro ante el continuo avance de los ideales comerciales ingleses, el confort inglés y el sport inglés. El pueblo inglés, no sólo se ha corrompido por completo a sí mismo, pues todos los miembros de los sindicatos se están hundiendo en la «ciénaga del confort», sino que ha comenzado a infectar a los demás pueblos. Sólo la guerra ha ayudado a los alemanes a recordar que eran realmente un pueblo de soldados, un pueblo cuyas actividades todas, y particularmente las económicas, estaban subordinadas a los fines militares. Sombart sabía que otros pueblos desprecian a los alemanes porque éstos consideran la guerra como sagrada, pero él les glorifica por eso. Considerar la guerra como inhumana y sin sentido es un producto de los criterios comerciales.

Hay una vida superior a la vida individual, la vida del pueblo y la vida del Estado, y el cometido del individuo consiste en sacrificarse por esta vida superior. La guerra es, para Sombart, la consumación del sentido heroico de la vida, y la guerra contra Inglaterra es la guerra contra el ideal opuesto, el ideal comercial de la libertad del individuo y del confort inglés, que a sus ojos encuentra su más despreciable expresión en... las máquinas de afeitar halladas en las trincheras inglesas.

Si el exabrupto de Sombart fue en aquel tiempo excesivo, incluso para la mayoría de los alemanes, otro profesor alemán llegaba, en lo esencial, a las mismas ideas en una forma más moderada y más universitaria, pero por esta razón aún más eficaz. El profesor Johann Plenge era una autoridad sobre Marx tan grande como Sombart. Su libro Marx und Hegel marca el comienzo del moderno renacimiento hegeliano entre los universitarios marxistas; y no puede haber duda acerca de la naturaleza genuinamente socialista de las convicciones de que partió. Entre sus numerosas publicaciones de guerra, la más importante es un libro, breve, pero muy discutido en su tiempo, que lleva este significativo título: 1789 y 1914. Años simbólicos en la historia del pensamiento político.[272] Está dedicado al conflicto entre las «Ideas de 1789», el ideal de libertad, y las «Ideas de 1914», el ideal de organización.

La organización es para él, como para todos los socialistas que extraen su socialismo de una tosca aplicación de los ideales científicos a los problemas de la sociedad, la esencia del socialismo. Ella fue, como justamente destaca, la raíz del movimiento socialista al engendrarse en Francia en los comienzos del siglo XIX. Marx y el marxismo han traicionado esta idea fundamental del socialismo con su fanática, pero utópica, adhesión a la idea abstracta de libertad. 

Ahora es cuando la idea de organización vuelve a su lugar, en todas partes, como lo muestra la obra de H.G.Wells (cuyo Future in America influyó profundamente en el profesor Plenge, y a quien éste señala como una de las figuras sobresalientes del socialismo moderno), pero particularmente en Alemania, donde ha sido mejor entendida y más plenamente realizada.[273] La guerra entre Inglaterra y Alemania es, pues, realmente un conflicto entre dos principios opuestos. La «guerra mundial económica» es la tercera gran etapa de la lucha espiritual en la historia moderna. Es de igual importancia que la Reforma y la revolución burguesa por la libertad. Es la lucha por la victoria de las nuevas fuerzas nacidas de la avanzada vida económica del siglo XIX: socialismo y organización.

«Porque, en la esfera de las ideas, Alemania fue el más convencido exponente de todos los sueños socialistas y, en la esfera de la realidad, el más poderoso arquitecto del sistema económico más altamente organizado. —En nosotros está el siglo XX. Cualquiera que sea el final de la guerra, somos el pueblo ejemplar. Nuestras ideas determinarán los objetivos de la vida de la Humanidad—. La Historia mundial vive al presente el colosal espectáculo de un nuevo gran ideal de vida que con nosotros gana su victoria final, mientras, a la vez, en Inglaterra se desploma definitivamente uno de los principios históricos mundiales.»[274]
La economía de guerra creada en Alemania en 1914 «es la primera realización de una sociedad socialista, y su espíritu, la primera aparición activa, y no sólo reivindicatoria, de un espíritu socialista. Las necesidades de la guerra han establecido la idea socialista en la vida económica alemana, y así la defensa de nuestra nación ha proporcionado a la Humanidad la idea de 1914, la idea de la organización alemana, de la comunidad popular (Volksgemeinschaft) del socialismo nacional...[275] Sin advertirlo nosotros realmente, toda nuestra vida política, en el Estado y en la economía, se ha elevado a un nivel superior. Estado y vida económica forman una nueva unidad...[276] El sentimiento de responsabilidad económica que caracteriza la labor del funcionario público domina toda la actividad privada.»
[277 ] 

La nueva constitución corporativa alemana de la vida económica [que el profesor Plenge admite no estar todavía madura o completa]... «es la más alta forma de vida del Estado que jamás se haya conocido sobre la tierra.»[278]

Al principio, el profesor Plenge esperaba todavía conciliar el ideal de libertad y el ideal de organización, aunque, en gran parte, a través de la completa, pero voluntaria, sumisión del individuo al conjunto. Pero pronto desaparecen de sus escritos estos residuos de las ideas liberales. En 1918, la unión entre socialismo y política de poder inexorable se ha completado ya en su mente. Poco antes del fin de la guerra exhortó a sus compatriotas, desde la revista socialista Die Glocke, de la siguiente manera:

«Ha llegado la hora de admitir que el socialismo debe ser una política de poder, porque tiene que ser organización. El socialismo tiene que ganar el Poder; no debe jamás destruirlo ciegamente. Y la más importante y crítica cuestión para el socialismo, cuando los pueblos hacen la guerra, es necesariamente ésta: ¿cuál es el pueblo llamado entre todos al Poder, porque es el conductor ejemplar en la organización de los pueblos?»[279]

Y adelanta todas las ideas que servirán después para justificar el nuevo orden de Hitler:
 «Precisamente desde el punto de vista del socialismo, que es organización, el derecho absoluto de autodeterminación de los pueblos, ¿no es el derecho a la anarquía económica individualista? ¿Estamos dispuestos a otorgar una completa autodeterminación al individuo en la vida económica?

Un socialismo consecuente sólo puede conceder derecho de asociación política a un pueblo si ello corresponde a la distribución real de las fuerzas históricamente determinadas.»

Los ideales que Plenge expresó con tanta claridad fueron especialmente populares en ciertos círculos, de donde quizá derivaron, formados por hombres de ciencia e ingenieros alemanes, los cuales clamaban, precisamente como ahora lo hacen tan ruidosamente sus trasuntos ingleses, por la organización planificada centralmente de todos los aspectos de la vida. A la cabeza de ellos estaba el famoso químico Wilhelm Ostwald, una de cuyas manifestaciones sobre este punto ha alcanzado cierta celebridad. 

Según se dice, manifestó públicamente que «Alemania tiene que organizar a Europa, que aún carece de organización. Explicaré a usted ahora el gran secreto de Alemania: nosotros, o quizá la raza alemana, hemos descubierto el significado de la organización. Mientras las demás naciones viven todavía bajo el régimen del individualismo, nosotros hemos ya alcanzado el de la organización».[280]

Ideas muy semejantes a éstas fueron corrientes en las oficinas del dictador alemán de las materias primas, Walter Rathenau, quien, aunque se habría estremecido ante las consecuencias de su economía totalitaria, de haberlas experimentado, merece un lugar importante en una historia completa del desarrollo de las ideas nazis.[281] A través de sus escritos ha determinado, probablemente más que cualquier otro hombre, las opiniones económicas de la generación que creció en Alemania durante la primera guerra mundial e inmediatamente después; y algunos de sus colaboradores más íntimos formaron luego la espina dorsal de la administración del Plan quinquenal de Goering. Muy semejantes fueron también las enseñanzas de otro antiguo marxista, Friedrich Naumann, cuya Mitteleuropa alcanzó probablemente en Alemania más circulación que ningún otro libro de guerra.[282]

Pero correspondió a un activo político socialista, miembro del ala izquierda del partido socialdemócrata en el Reichstag, el desarrollo más completo de estas ideas y su extensa difusión. Paul Lensch había definido ya en sus primeros libros la guerra como la «vía de escape de la burguesía inglesa ante el avance del socialismo», y explicado cuán diferentes eran el ideal socialista de libertad y la concepción inglesa.[283] 

Sin embargo, sólo en su tercer libro de guerra, el de mayor éxito, en su Tres años de revolución mundial,[284] lograron sus ideas características, bajo la influencia de Plenge, su pleno desarrollo. Lensch basa su argumentación en un interesante y, en muchos aspectos, puntual relato histórico de cómo la adopción del proteccionismo por Bismarck permitió en Alemania una evolución hacia formas de concentración industrial y cartelización que, desde su punto de vista marxista, representaban una etapa más alta en el desarrollo industrial.

«El resultado de la decisión de Bismarck en el año 1879 fue que Alemania asumió el papel de revolucionaria; es decir, de un Estado cuya posición respecto al resto del mundo es la del representante de un sistema económico más alto y avanzado. Comprendido esto, advertiremos que, en la presente revolución mundial,Alemania representa el lado revolucionario, y su mayor antagonista, Inglaterra, el contrarrevolucionario. Este hecho prueba cuán escasamente afecta la constitución de un país, sea liberal y republicana o monárquica y autocrática, a la cuestión de saber si, desde el punto de vista del desarrollo histórico, este país ha de considerarse o no como liberal.O, para decirlo más llanamente, nuestras concepciones del liberalismo, la democracia, etc., se derivaron de las ideas del individualismo inglés, de acuerdo con las cuales un Estado con un gobierno débil es un Estado liberal, y toda restricción impuesta a la libertad del individuo se considera producto de la autocracia y el militarismo.»[285]

En Alemania, «representante designada por la Historia» de esta forma superior de vida económica, «la lucha en pro del socialismo se ha simplificado extraordinariamente, porque todas las condiciones que el socialismo requiere de antemano están ya establecidas.Y, por ende, para todos los partidos socialistas era forzosamente de interés vital que Alemania pudiera sostenerse triunfante contra sus enemigos y, con ello, cumplir su histórica misión de revolucionar el mundo. Por tanto, la guerra de la Entente contra Alemania recordaba la tentativa de la baja burguesía de la edad precapitalista para evitar la ruina de su propia clase.»[286]

Esta organización del capital, prosigue Lensch, «que comenzó inconscientemente antes de la guerra y que durante la guerra ha continuado conscientemente, se mantendrá de modo sistemático después de la lucha. No a causa de un gusto por los sistemas de organización, ni aun porque el socialismo se haya reconocido como un principio superior de desarrollo social. Las clases que son hoy día los verdaderos introductores del socialismo son, en teoría, sus declarados adversarios o, por lo menos, lo fueron hasta hace poco tiempo. El socialismo está llegando, y de hecho ha llegado en cierto modo, porque no podemos ya vivir sin él».[287]

Las únicas gentes que todavía se oponen a esta marcha son los liberales.

 «A esta clase de gente, que inconscientemente razona según patrones ingleses, pertenece toda la burguesía culta alemana. Sus nociones políticas de «libertad» y «derechos ciudadanos», de constitucionalismo y parlamentarismo, se derivan de la concepción individualista del mundo, cuya clásica encarnación es el liberalismo inglés, adoptada por los portavoces de la burguesía alemana en las décadas sexta, séptima y octava del siglo XIX. 

Pero estos patrones están pasados de moda y descompuestos, de la misma manera que el liberalismo inglés, pasado de moda, ha sido destrozado por esta guerra. Lo que ha de hacerse ahora es saltar por encima de estas ideas políticas heredadas y contribuir al nacimiento de un nuevo concepto del Estado y la sociedad.También en esta esfera debe presentar el socialismo una consciente y decidida oposición al individualismo.A este respecto es un hecho sorprendente que en la supuesta reaccionaria Alemania las clases trabajadoras hayan ganado para sí una posición mucho más sólida y poderosa en la vida del Estado que lo logrado en Inglaterra o Francia.»[288]

Lensch continúa con unas consideraciones que, también, contienen mucha verdad y merecen ser examinadas:

«Cuando los socialdemócratas, con la ayuda de este sufragio [universal], ocuparon todos los puestos que pudieron obtener en el Reichstag, en los Parlamentos de los estados, en los ayuntamientos, en los tribunales laborales, en las Cajas de subsidio de enfermedad, etc., penetraron muy profundamente en el organismo estatal; pero el precio que pagaron por ello fue que el Estado, a su vez, ejerció una profunda influencia sobre las clases trabajadoras. No hay duda que, como resultado de los duros esfuerzos socialistas durante cincuenta años, el Estado no es ya el del año 1867, cuando se adoptó el sufragio universal; pero la Socialdemocracia, a su vez, no es ya la que era entonces. El Estado ha experimentado un proceso de socialización, y la Socialdemocracia ha experimentado un proceso de nacionalización.»[289]

A su vez, Plenge y Lensch suministraron las ideas directoras a los maestros inmediatos del nacionalsocialismo, particularmente Oswald Spengler y A. Moeller van den Bruck, por mencionar sólo los dos nombres más conocidos.[290] Cabe discutir hasta qué punto puede considerarse socialista al primero. Pero es ahora evidente que en su alegato sobre Prusianismo y Socialismo, aparecido en 1920, no hace sino dar expresión a ideas ampliamente sostenidas por los socialistas alemanes.[291] Bastarán unas cuantas muestras de su argumentación.

«El viejo espíritu prusiano y el credo socialista, que hoy se odian entre sí con odio de hermanos, son uno y el mismo.»[292]

 Los representantes de la civilización occidental en Alemania, los liberales alemanes, forman «el invisible ejército inglés que, después de la batalla de Jena, dejó tras sí Napoleón sobre el suelo alemán».[293] Para Spengler, hombres como Hardenberg y Humboldt y todos los demás reformadores liberales eran «ingleses». Pero este espíritu «inglés»[294] será expulsado por la revolución alemana que comenzó en 1914.

«Las tres últimas naciones de Occidente han aspirado a tres formas de existencia que están representadas por las famosas consignas: Libertad, Igualdad, Comunidad.Toman cuerpo en las formas políticas del parlamentarismo liberal, la democracia social y el socialismo autoritario...[295] El instinto alemán, o, más correctamente, prusiano, dice: el poder pertenece al conjunto... Cada uno recibe su puesto. Se manda o se obedece. Esto es, desde el siglo XVIII, socialismo autoritario, esencialmente antiliberal y antidemocrático, frente a lo que significan el liberalismo inglés y la democracia francesa...[296] Hay en Alemania muchos contrastes aborrecidos y mal vistos, pero despreciable sobre el suelo alemán, sólo lo es el liberalismo.[297]

«La estructura de la nación inglesa se basa sobre la distinción entre rico y pobre; la de la prusiana, sobre la que hay entre mando y obediencia. El significado de la distinción de clases es, con arreglo a esto, fundamentalmente diferente en los dos países.» [298]

Después de señalar la esencial diferencia entre el sistema inglés de libre competencia y el sistema prusiano de «administración económica», y después de mostrar (siguiendo expresamente a Lensch) cómo, desde Bismarck, la deliberada organización de la actividad económica ha asumido nuevas formas, cada vez más socialistas, Spengler continúa:

«En Prusia existía un verdadero Estado, en el más ambicioso significado de la palabra. No podían existir, estrictamente hablando, personas privadas. Todo el que vivía dentro de un sistema que trabajaba con la precisión de un aparato de relojería era en algún modo uno de sus eslabones. La conducción de los negocios públicos no podía, por consiguiente, estar en manos de los particulares, como supone el Parlamentarismo. Era un Amt, y el político responsable era un funcionario público, un servidor de la comunidad.»[299]
La «idea prusiana» exige que todo el mundo sea funcionario público, que el Estado fije todos los salarios y sueldos. La administración de toda la propiedad, especialmente, se convierte en una función asalariada. El Estado del futuro será un Beamtenstaat. Pero «la cuestión decisiva, no sólo para Alemania, sino para el mundo, que tiene que ser resuelta por Alemania para el mundo, es: en el futuro, ¿gobernará el comercio al Estado, o el Estado gobernará al comercio? Frente a esta cuestión, el Prusianismo y el Socialismo son iguales... Prusianismo y Socialismo combaten a Inglaterra en nuestro mismo seno».300

De aquí sólo faltaba un paso para que el santo patrono del nacionalsocialismo, Moeller van den Bruck, proclamase que la guerra mundial era la guerra entre liberalismo y socialismo: «Hemos perdido la guerra contra el Occidente. El socialismo la ha perdido contra el liberalismo.»[301] Como para Spengler, el liberalismo es, pues, el enemigo a muerte. Moeller van den Bruck celebra el hecho de que «no hay juventud liberal en Alemania hoy día. Hay jóvenes revolucionarios; hay jóvenes conservadores.
 Pero ¿quién querría ser liberal?... El liberalismo es una filosofía de la vida a la que ahora la juventud alemana vuelve la espalda con asco, con ira, con especial desprecio, porque no hay nada más extranjero, más repugnante, más opuesto a su filosofía. La juventud alemana de hoy reconoce en el liberal a su archienemigo».[302] El Tercer Reich de Moeller van den Bruck pretendía dar a los alemanes un socialismo adaptado a su naturaleza y no contaminado por las ideas liberales del Occidente. Y así lo hizo.

Estos escritores no representan, en modo alguno, un fenómeno aislado. Ya en 1922, un observador independiente pudo hablar de un «fenómeno peculiar y, a primera vista, sorprendente» que era dable observar entonces en Alemania: «La lucha contra el orden económico capitalista, según este criterio, es una continuación de la guerra contra la Entente con las armas del espíritu y la organización económica, el camino que conduce al socialismo práctico, un retorno del pueblo alemán a sus mejores y más nobles tradiciones.»[303]

La lucha contra el liberalismo en todas sus formas, el liberalismo que había derrotado a Alemania, fue la idea común que unió a socialistas y conservadores en un frente único. Primero, fue principalmente en el Movimiento Juvenil Alemán, casi por entero socialista en inspiración y propósitos, donde estas ideas se aceptaron más fácilmente y donde se completó la fusión del socialismo y el nacionalismo.

 Desde finales de la década de los 20 y hasta la llegada de Hitler al poder, un círculo de jóvenes congregados en tomo a la revista Die Tat y dirigidos por Ferdinand Fried fue, en la esfera intelectual el principal exponente de esta tradición.[304] El libro de Fried, Ende des Kapitalismus, es quizá el producto más característico de este grupo de Edelnazis, como se les llamaba en Alemania, y es particularmente inquietante su semejanza con tanta parte de la literatura que vemos en la Inglaterra de hoy, donde podemos observar el mismo movimiento de aproximación entre la derecha y los socialistas de la izquierda, y casi el mismo desprecio por todo lo que es liberal en el viejo sentido. 

El «socialismo conservador» (y, en otros círculos, el «socialismo religioso») fue el slogan con el que un gran número de escritores prepararon la atmósfera donde triunfó el «nacionalsocialismo». El «socialismo conservador» es la tendencia que domina ahora en Inglaterra. La guerra contra las potencias occidentales «con las armas del espíritu y de la organización económica», ¿no había casi triunfado antes de que la verdadera guerra comenzara?



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Notas al pie de página

[264] [Arthur Moeller van den Bruck, Das dritte Reich (Hamburgo: Hanseatische Verlagsanstalt, 1931), p. 102. Una traducción condensada autorizada apareció en 1934; véase Arthur Moeller van den Bruck, Germany’s Third Empire, trad. E.O. Lorimer (Londres: G.Allen and Unwin, 1934; reedic. Nueva York: Fertig, 1971). —Ed.]

[265] [Para más datos sobre Carlyle y Chamberlain, véase la introducción del autor, nota 4. Sobre Comte y Sorel, véase el capítulo 1, nota 9, y el cap. 11, nota 4, respectivamente. —Ed.]

[266] [Hayek se refiere aquí a Rohan Butler, The Roots of National Socialism (Nueva York: E.P. Dutton, N. York 1942). —Ed.]

[267] [El filósofo alemán Johann Gottlieb Fichte (1762-1814) enseñó en Jena, Berlín, y Erlangen, y en 1810 fue el primer rector de la nueva Universidad de Berlín. En 1807-08 publicó una serie de lecciones con la intención de impulsar el nacionalismo alemán para oponerse a Napoleón; sus categorías filosóficas anticiparon el concepto nazi de Herrenvolk. El economista alemán Johann Karl Rodbertus (1805-1875) es conocido como fundador del socialismo científico y propuso un programa que habría conducido gradualmente a un estado socialista en el Imperio alemán. El autor político y panfletista alemán Ferdinand Lassalle (1825-1864) fundó la Allgemeiner Deutscher Arbeiterverein (Asociación General de los Trabajadores Alemanes), precursora del Partido Socialdemócrata. —Ed.]

[268] Y sólo parcialmente. En 1892, uno de los jefes del partido socialdemócrata, August Bebel, fue capaz de decir a Bismarck: «el Canciller del Reich puede estar tranquilo; la socialdemocracia alemana es una especie de escuela preparatoria del militarismo.» [Ferdinand August Bebel (1840-1913) fue un dirigente del movimiento socialdemócrata alemán y uno de sus principales portavoces en el Reichstag. —Ed.]

[269] [Werner Sombart, Händler und Helden: patriotische Besinnungen (Munich y Leipzig: Duncker & Humblot, 1915). Más sobre Sombart en el capítulo 1, nota 13. —Ed.]

[270] [Sombart, Händler und Helden, cit., p. 19. —Ed.]

[271] [Volksgemeinschaft podría traducirse como «comunidad del pueblo», si bien con los nazis fue llevada más allá con el fin de incluir algo parecido a una «comunidad racialmente pura». —Ed.]

[272] [Los dos libros de Johann Plenge a los que se refiere Hayek son Marx und Hegel (Tubinga: H. Laupp, 1911), y 1789 und 1914: die symbolischen Jahre in der Geschichte des politischen Geistes (Berlín: J. Springer, 1916). Historiador y pensador político, Johann Plenge (1874-1963) enseñó en Leipzig y en Münster. Fue uno de los impulsores del «socialismo organizativo» y apoyó también un resurgir de la sociología, ciencia que pensaba que podía ser utilizada para adiestrar a los ejecutivos que dirigirían las organizaciones a gran escala. —Ed.]
[273] [Hayek se refiere a la obra de H.G.Wells, Future in America:A Search after Realities (Londres y Nueva York: Harper & Brothers, 1906). —Ed.]

[274] [Johann Plenge, 1789 und 1914,. cit., p. 20. —Ed.]

[275] [Ibid., p. 82. —Ed.]

[276] [Ibid., p. 120. —Ed.]

[277] [Ibid., p. 121. —Ed.]

[278] [Ibid. —Ed.]

[279] [Ésta y la siguiente cita aparecieron evidentemente en el periódico socialista Die Glocke poco antes del final de la guerra. Los redactores de la edición alemana de los Collected Works no pudieron localizar la fuente exacta de la cita, y yo tampoco he podido. —Ed.]

[280] [El químico alemán Friedrich Wilhelm Ostwald (1853-1932) dio clases sobre todo en Leipzig, donde fundó un periódico y un instituto; colaboró también en la fundación de muchas sociedades científicas. Sus muchos descubrimientos hicieron que se le concediera el Premio Nobel en 1909. —Ed.]

[281] [El industrial y político alemán Walther Rathenau (1867-1922) aportó su experiencia como ex director del cartel de la electricidad en calidad de asesor en la obtención de materias primas para el Ministerio de la Guerra alemán durante la I Guerra mundial. En un influyente panfleto publicado después de la guerra propugnó la socialización de la economía prosiguiendo la planificación del tiempo de guerra en tiempos de paz. Internacionalista progresista, y judío, Rathenau fue asesinado en 1922 al poco tiempo de ser nombrado Ministro de Asuntos Exteriores. Sobre la influencia de Rathenau en Hayek, véase F.A. Hayek, Hayek on Hayek, cit., p. 47 {p. 50 de la edición española} —Ed.]

[282] Un buen resumen de las ideas de Naumann, tan características de la combinación germana de socialismo e imperialismo como todas las que hemos citado en el texto, se encontrará en R.D. Butler, The Roots of National Socialism, 1941, pp. 203-9. [Hayek se refiere a Friedrich Naumann, Mitteleuropa (Berlín:G. Reimer, 1915). El libro fue traducido por Christabel Meredith con el título Central Europe (Nueva York: A.A. Knopf, 1917; reeditado en:Westport, CT: Greenwood, 1971). Periodista, escritor y dirigente político, Friedrich Naumann (1860-1919) fundó el Partido Democrático Alemán al final de la I Guerra mundial. En su libro Naumann propugnaba una reorganización económica y política de la Europa central bajo la hegemonía germano-prusiana. —Ed.]

[283] [El economista y periodista alemán Paul Lensch (1873-1926) estaba asociado, antes de la guerra, al ala marxista del Partido socialdemócrata alemán, pero fue deslizándose cada vez más hacia la derecha durante la guerra. Sus críticas al partido le valieron la expulsión en 1922. Probablemente Hayek se refiere aquí a los libros de Lensch Die deutsche Sozialdemokratie under der Weltkrieg: eine politische Studie (Berlín: Singer, 1915) y Das englische Weltreich (Berlín: Singer, 1915). —Ed.]

[284] Paul Lensch: Drei Jahre Weltrevolution, 1917. Una persona sagaz permitió disponer, todavía en curso la anterior guerra, de la traducción inglesa de esta obra: Three Years of World Revolution. Prólogo de J.E.M. (Londres: Constable and Co., Ltd., 1918).

[285] [Ibid., pp. 25-26. En este pasaje Lensch decía en realidad: «desde el punto de vista del desarrollo histórico, ese país tiene que ser considerado revolucionario o no.» —Ed.]

[286] [Ibid., pp. 67-68. —Ed.]

[287] [Ibid., p. 204. —Ed.]

[288] [Ibid., p. 208. —Ed.]

[289] [Ibid., p. 210. —Ed.]

[290] Lo mismo vale para otros muchos de los dirigentes intelectuales de la generación que produjo el nazismo, tales como Othmar Spann, Hans Freyer, Carl Schmitt y Ernst Jünger. Respecto a éstos, véase el interesante estudio de Aurel Kolnai, The War against the West, 1938, que padece, sin embargo, el defecto de pasar por alto a sus creadores socialistas por limitarse al periodo de la posguerra, cuando de estos ideales se habían apoderado ya los nacionalsocialistas. [El libro del historiador y crítico Arthur Moeller van den Bruck (1876-1925) Das dritte Reich («El Tercer Reich»), fue publicado originariamente en 1923, e influyó profundamente en Adolf Hitler. En el libro, del que un extracto proporcionaba la cita que introduce el capítulo, Moeller van den Bruck criticaba ideologías como el socialismo, el liberalismo y la democracia, y pedía la formación de una nueva conciencia propia de los alemanes y la institución de un estado autoritario con control centralizado estricto de la economía. El filósofo de la historia alemán Oswald Spengler (1880-1936), otro crítico de la democracia parlamentaria liberal, predijo la inevitable decadencia de la cultura europea, que sería sustituida por una nueva época de cesarismo (análoga a la sustitución de la cultura griega por la romana, siendo esta última «carente de inspiración, bárbara, disciplinada, práctica, protestante, prusiana»—p. 26), en su libro The Decline of the West, traducido por Charles Francis Atkinson, 2 vols. (Nueva York: A.A. Knopf, 1926-1928). El sociólogo y economista austriaco Othmar Spann (1878-1950) enseñó en la Universidad de Viena, donde Hayek fue uno de sus alumnos. Era el profeta del «universalismo intuitivo», que preparó el camino al austrofascismo, atacó la democracia, el liberalismo, el socialismo, y el individualismo en sus leccions. Más datos sobre Spann, y la reacción de Hayek contra él, en Caldwell, Hayek’s Challenge, cit, pp. 137-39. El filósofo y sociólogo alemán Hans Freyer (1887-1969) fue otro precursor intelectual de los nazis. En su libro Revolution von Rechts («Revolución en la Derecha»), publicado en 1931, propugnó el fin de la lucha de clases y, por medio de «reformas» educativas, el surgimiento de un «estado del pueblo» alemán nacionalista. En sus escritos, el escritor y ensayista alemán Ernst Jünger (1895-1998) glorificó los aspectos estéticos, espirituales, y heroicos de la guerra, y propugnó que la nación alemana hiciese suyo un ethos y una organización militarista. Su relato de primera mano de la guerra de trincheras en la I Guerra mundial, In Stahlgewittern, traducido al inglés como Storm of Steel por Michael Hofmann (Nueva York: Penguin Books, 2004). Sobre el jurista Carl Schmitt, véase cap. VI, nota 5. —Ed.]

[291] [Hayek se refiere a Oswald Spengler, Preussentum und Sozialismus (Munich: Beck, 1920). —Ed.]

[292] [Ibid., p. 4. —Ed.]

[293] [Ibid., p. 7. —Ed.]

[294] [Ibid., p. 62. Bajo su liderazgo, el estadista prusiano Karl August, Fürst von Hardenberg (1750- 1822) supervisó la abolición de la servidumbre, una reforma extensiva de los militares prusianos y, con Heinrich Stein, la reforma del sistema educativo prusiano. Para más datos sobre Humboldt, véase la introducción del autor, nota 4. —Ed.]

[295] La fórmula spengleriana encuentra su eco en una frase, a menudo citada, de Carl Schmitt, la primera autoridad nazi en Derecho constitucional, según la cual la evolución del Estado se realiza «en tres etapas dialécticas: del Estado absoluto de los siglos XVII y XVIII, a través del Estado neutral del liberal siglo xix, al Estado totalitario, en el que Estado y sociedad son idénticos». (C. Schmitt, Der Hüter der Verlassung. Tubinga, 1931, p. 79.)

[296] [Oswald Spengler, Preussentum und Sozialismus, cit., p. 15. —Ed.]

[297] [Ibid., p. 34. —Ed.]

[298] [Ibid., p. 43-44. —Ed.]

[299] [Ibid., p. 60. —Ed.]

[300] [Ibid., p. 97. —Ed.]

[301] Arthur Moeller van den Bruck: Sozialismus und Aussenpolitik (Breslau:W.G Korn, 1933), pp. 87, 90 y 100. Los artículos aquí recogidos, particularmente el relativo a «Lenin y Keynes», que debate más detalladamente el tema discutido en el texto, se publicaron primero entre 1919 y 1923. [En el original, las tres referencias de Hayek son sobre las citas de van den Bruck, y las incluye incorrectamente como aparecen en las páginas 87, 90, y 100 respectivamente, y no donde aparecen realmente, en las páginas 100-102. —Ed.]

[302] [Ibid., pp. 101-2. —Ed.]

[303] K. Pribram: «Deutscher Nationalismus und deutscher Sozialismus», en el Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, volumen 49, 1922, pp. 298-99. El autor menciona como otros ejemplos de la misma vía de argumentación al filósofo Max Scheler, predicador de «la misión mundial socialista de Alemania», y al marxista K. Korsch, que escribía conforme al espíritu de la nueva Volksgemeinschaft. [El filósofo alemán Max Scheler (1874—1928), que escribió sobre ética, religión, metafísica, y sobre el lugar de la persona en la sociedad, pertenecía al movimiento fenomenológico con Husserl. Durante la I Guerra mundial elaboró textos de propaganda para el gobierno. El periodista y escritor marxista Karl Korsch (1886-1961) fue un dirigente del Partido Comunista alemán desde 1920 a 1926, que escribía con frecuencia para sus diarios y redactaba su periódico teórico, Die Internationale. Fue expulsado del partido bajo acusaciones de revisionismo en 1926, y abandonó Alemania en 1934, estableciéndose finalmente en los Estados Unidos. —Ed.]

[304] [El periodista alemán Ferdinand Fried (1898-1967) escribió de economía para varios periódicos, y fue el teórico económico del Tatkreis, grupo de jóvenes revolucionarios conservadores. En su órgano Die Tat (traducido de varias maneras como «La Acción» o «El Hecho») se oponían a la democracia parlamentaria y al capitalismo, y propugnaban una economía nacional autárquica y planificada. —Ed.]


Autor.



Friedrich August von Hayek (Viena, 8 de mayo de 1899-Friburgo, 23 de marzo de 1992) fue un economista, jurista y filósofo austriaco, ganador del Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel en 1974.
Exponente de la Escuela Austriaca, era discípulo de Friedrich von Wieser y de Ludwig von Mises. Es conocido principalmente por su defensa del liberalismo y por sus críticas a la economía planificada y al socialismo, el cual y como sostiene en Camino de servidumbre, considera un peligro para la libertad individual que conduce al totalitarismo. Diversas fuentes sostienen que defendió dictaduras como vehículo para instaurar medidas liberales,aunque hay opiniones de adherentes suyos que sostienen lo contrario.​Hayek declaró en una entrevista a El Mercurio sobre la dictadura de Pinochet que "Personalmente prefiero una dictadura liberal a un gobierno democrático carente de liberalismo".

Su obra, que comprende unos 130 artículos y 25 libros, no se limita únicamente a la ciencia económica, sino que trata desde filosofía política hasta antropología jurídica, historia o epistemología, y en general todo lo referente a ciencias sociales.

 




1 comentario:

  1. el nacionalismo y el marxismo tiene muchos elementos en común, como son anticomunismo, anti democracia, planificación económica centralizada, totalitarismo

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