Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


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viernes, 2 de enero de 2015

161.-El nacionalsocialismo



 
Reflexiones en torno al discurso dogmático: El discurso nacionalista


JAVIER GIMENO PERELLÓ
24 DE AGOSTO DE 2020

El hombre ha desarrollado a lo largo de la Historia diferentes formas de ficción. En esta reflexión se pretende analizar algunas de las que más han influido en sus formas de vida, como las relacionadas con la religión, el nacionalismo o los sistemas de poder político. Permeados entre sí, los discursos religiosos, y de algún modo, los nacionales, han surgido como dogma, y muchas de las narrativas vinculadas al poder se han vuelto dogmáticas, en especial, las relacionadas con sociedades autoritarias.

El filósofo y teólogo alemán del siglo XVIII, Johann Gottfried von Herder, precursor del romanticismo, sostenía que el nacionalismo es una visión del mundo y de la realidad humana dividida en pueblos o naciones. En este sentido, puede concebirse también como actitud emocional o sentimiento de adhesión a un territorio, lo cual lleva implícita la identificación y lealtad del individuo con su colectividad. 

Podemos señalar con el filósofo checo Ernest Gellner que el nacionalismo como lo conocemos hoy surge en el siglo XIX al calor de la Revolución industrial y de la mano del Romanticismo, contemporáneo de las grandes ideologías seculares, período en el que se acuñó el concepto ‘Volkgeist’ o espíritu del pueblo:

 “Las civilizaciones agrarias no engendran nacionalismo; son las sociedades industriales las que lo engendran” [1]. La industrialización, como una de los resultados más significativos de la revolución burguesa, trajo como consecuencia el predominio de la cultura. Con ello, la alfabetización, la extensión de la educación o la lengua. Al mismo tiempo, la doctrina religiosa inicia una suerte de decadencia, consecuencia también de haberse entregado la nueva sociedad al desarrollo económico propio del modelo productivo capitalista, así como al crecimiento cognitivo que en no pocas ocasiones resulta incompatible con prácticas rituales, con valores morales y ,en general, con formas y estructuras sociales agrarias. “Así nace la edad del nacionalismo”, asegura Gellner [2]. Como también señala el historiador José Álvarez Junco, “sólo con el Romanticismo llegó el principio de las nacionalidades, lo que dio lugar al intento de adecuar las fronteras políticas a las unidades étnico-culturales; pero también a toda una reinterpretación de la cultura, y de la historia en particular, en términos nacionales” [3].

Constituida la nación independiente, tenemos a los “nacionales genuinos”, y al resto, es decir, ciudadanos de segunda, sean inmigrantes, no hablantes de la lengua vernácula y otros colectivos que por diferentes razones no son considerados ‘auténticos’ ciudadanos nacionales

Por su parte, el filósofo e historiador Ernest Renan afirmaba que “la antigüedad no conocía las naciones en nuestro sentido; sus Estados ciudades conocían el patriotismo y también hubo conjuntos imperiales y otras aglomeraciones mayores, pero no naciones”, advirtiendo en 1882 del papel que tiene la amnesia en la formación de las naciones: “El olvido, incluso diría, el error histórico, son un factor esencial de la creación de una nación” [4].

Renan señalaba asimismo que el nacionalismo en la Europa Occidental no se formó de la misma manera que en la Europa Oriental, con sus excepciones, como veremos en casos como Escocia y Cataluña, estudiados por John Elliot. Mientras en Francia o en el Reino Unido tuvo un papel relevante la voluntad de construir una nación frente a las cuestiones puramente etnográficas, en países como la República Checa o Rusia las epopeyas y leyendas medievales fueron determinantes [5]. 

Siguiendo a los principales investigadores del nacionalismo, no podemos asegurar en ningún caso que la Historia arroje argumentos científicos que justifiquen el surgimiento de una nación, sino, más bien, un conjunto de elementos subjetivos de diferentes categorías: desde mitológicas, legendarias o literarias, hasta etnográficas, antropológicas o lingüísticas (éstas con un peso considerable), pasando por aspectos históricos determinados convenientemente adaptados al interés nacional. Álvarez Junco define las naciones como “construcciones históricas de naturaleza contingente”, que se nutren de sistemas de creencias y de adhesión emocional que surten efectos políticos de los que se benefician ciertas élites locales” [6].

El concepto de “nación” no surge, como afirman algunos historiadores, hace dos siglos, sino mucho antes, tal como demuestra Álvarez Junco. Ya desde antiguo existían naciones pero no como se entiende ahora, es decir, identidades colectivas con plena soberanía sobre un determinado territorio. En la era premoderna se hablaba de clanes, linajes, etnias y también de “naciones“, pero no en el sentido que nosotros le damos ahora porque “no estaba vinculado a la legitimación del poder como expresión de la voluntad colectiva” [7]. Las identidades nacionales “no son eternas –sostiene A. Junco-, no son hechos naturales… como los ríos o las montañas”, que surgieron en algún momento indeterminado del pasado. En unos casos, acabaron desapareciendo, como los imperios romano, otomano o bizantino; en otros, se mantienen vigentes. 

Pero, como pasa en la Historia, nada es eterno, y menos las identidades colectivas. Ninguna nación que haya obtenido su independencia está libre de verse enfrentada en algún momento de su historia a nuevos movimientos nacionalistas surgidos al interior de sus fronteras. El término latino “natio” significa “nación” a la que se pertenecía por haber nacido en un determinado lugar. La ciudad de Roma se caracterizaba por acoger a personas procedentes de cualquier zona del Imperio, de modo tal que en sus barrios periféricos se asentaban, entre otras, las “nationes” de comerciantes judíos o sirios de la diáspora. 

Álvarez Junco define nación como “conjunto de seres humanos entre los que domina la conciencia de poseer ciertos rasgos culturales comunes (es decir, de ser un “pueblo“ o grupo étnico) y que se encuentra asentado desde hace tiempo en un determinado territorio, sobre el que cree poseer derechos y desea establecer una estructura política autónoma” [8]. Nación y Estado se confunden con frecuencia. El historiador resuelve esta confusión atribuyendo a nación un carácter cultural e histórico, y a Estado, una naturaleza jurídica y territorial. En virtud de ello, propone la siguiente definición de Estado: 

“Conjunto de instituciones públicas que administran un territorio determinado, dotadas de los medios coactivos necesarios para requerir la obediencia de los habitantes a las normas por ellos establecidas y extraer los recursos necesarios para la realización de sus tareas” [9].

Otro término que asimismo se presta a confusión es Estado nación. El historiador estadounidense de origen checo, Hans Kohn, investigador del nacionalismo, usó este concepto referido a un estado de mayor “intensidad administrativa” que las antiguas ciudades-Estado o las instituciones políticas del Antiguo Régimen. Para Á. Junco no se sostiene la pretensión de asimilar Estado a nación, pues aquél “no puede presumir de una homogeneidad cultural que refleje con fidelidad el ideal nacional”. Asegura que la fórmula “Estado nación” puede defenderse siempre que tengamos claro que nos estamos refiriendo a un constructo ideal desprovisto de realidad, y en este sentido, propone definirlo como “una estructura política soberana con fronteras claramente definidas que pretende coincidir con una nación o sociedad culturalmente integrada” [10].

También es frecuente la identificación de nación con territorio. Una vez conseguida, el paso siguiente es la identidad étnica. Es una constante del nacionalismo insistir en sus diferencias para reclamar el control político del territorio. Cuando éste se ha consolidado, el siguiente paso es suprimir la heterogeneidad, sea cultural, lingüística, étnica, religiosa, etc., llegando incluso a establecer en su seno dos clases diferenciadas de ciudadanos, como vimos en el caso de los ciudadanos turcos no musulmanes. Constituida la nación independiente, tenemos a los “nacionales genuinos”, portadores del sentir y del espíritu de la nación, y al resto, es decir, ciudadanos de segunda, sean inmigrantes, no hablantes de la lengua vernácula y otros colectivos que por diferentes razones no son considerados ‘auténticos’ ciudadanos nacionales.

[1] Gellner, E.: Cultura, identidad y política. El nacionalismo y los nuevos cambios sociales. Gedisa, 2019, p. 29
[2] Ibid., pp. 27-28
[3] Álvarez Junco, J.: Dioses útiles. Galaxia Gutenberg, 2016, p. 23
[4] Renan, E: Qu’est-ce qu’une nation? París, 1882
[5] Ibid., p. 68
[6] A. Junco, op. cit., p. XIX   
[7] Id., p. 51
[8] Id., p. 46
[9] Id., p. 46
[10]  Id., p. 46





Mi Lucha

Definición 

Nacionalsocialismo.
(Del al. Nationalsozialismus).
1. m. Movimiento político y social del Tercer Reich alemán, de carácter pangermanista, fascista y antisemita.

Antecedentes históricos 

El Nazismo es la contracción de la voz alemana Nationalsozialismus, que significa nacionalsocialismo, y hace referencia a todo lo relacionado con la ideología y el régimen que gobernó Alemania de 1933 a 1945 con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Trabajadores Alemán de Adolf Hitler (NSDAP).
Es una ideología  gestada en la década de los años 1920, pero que no alcanzará importancia hasta los años 30, momento en que las duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles (1919) se juntan con la grave crisis mundial del Jueves Negro en 1929 (véase Gran Depresión). En Alemania la situación es más acuciante aún, ya que a los devastadores efectos económicos se sumaba la obligación de pagar el tributo de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y el descontento popular ante la injusta situación que hacía que las calles se llenaran de manifestaciones extremistas de toda índole, tanto de izquierda como de derecha.
Esta situación culmina con el fuerte descrédito de las democracias liberales, dado que las dictaduras que surgieron demostraron ser capaces de controlar y resolver las crisis más efectivamente que las democracias Tanto la Unión Soviética, como la Italia de Benito Mussolini —quien fue elogiado por «hacer que los trenes llegaran a tiempo», es decir, por poner fin a las huelgas y caos económico que había dominado a ese país— y el Imperio del Japón, países todos en los que se impusieron «gobiernos fuertes», no solo resolvieron la crisis a mediados de los 30 sino que fueron percibidas como restaurando el orden social aun con anterioridad a esa solución a problemas económicos.
A esa crisis político económica hay que agregar una crisis ideológica aún anterior que se ha sugerido se extiende desde 1890 a 1930 y que ha sido caracterizado como una «revolución contra el positivismo».
Tanto los valores como las aproximaciones a la sociedad y la política que formaban la base de la civilización occidental fueron percibidas como superadas reliquias del racionalismo proveniente de la Ilustración. Específicamente, tanto el fascismo como los desarrollos intelectuales que lo antecedieron buscaron transcender lo que se percibía como la decadencia del Occidente.

Ideología.

La base ideológica del nacional-socialismo la designan sus fundadores con el nombre de "nueva concepción del mundo" (Weltanschauung). Ello significa tanto como una nueva representación de la vida, otra imagen, sino nueva, como quieren los nacional-socialistas, muy diferente, por lo menos, de la que imperaba en Alemania después de la primera guerra mundial. Es algo así como un nuevo clima, otro ambiente moral en el que los espíritus ven las cosas desde otro punto de vista.
Complementaria de esta concepción es la afirmación relativa al pueblo alemán, que se concibe como una hermandad (Volksgemeinschaft), teniendo como distintivo el ser una comunidad cultural y racial.
La sociedad alemana no está concebida como una agregación de individuos, como lo hace una concepción individualista y abstracta que ha venido imperando en la política liberal democrática y de las concepciones abstractas del revolucionarismo francés. Alemania, a semejanza de la concepción italo-fascista, es una realidad espiritual histórica con caracteres distintivos.
Todo lo que no esté conforme con este punto de vista, no puede ser nacional-socialista. Y es indudable que para un viejo liberal esa idea de la comunidad superior de la nación y esos deberes que ello engendra, con las correspondientes limitaciones y subordinaciones en bien de la comunidad, resultará algo inconcebible y rechazable. Pero lo cierto es que las grandes reformas que se consignan en el programa del partido no pueden concebirse sino en armonía con tales bases ideológicas.

La doctrina que promovió Hitler se caracteriza por su racismo, nacionalismo, autoritarismo y pangermanismo:

Racismo: Se fundaba en gran parte en la “teoría racial” que proclamaba la superioridad de una supuesta “raza alemana”; declaraba racialmente inferiores a los judíos, a la raza negra y, sobre todo, a aquellos provenientes de mezclas de razas. En Mein Kampf, Hitler llamaba a los judíos el enemigo absoluto de Alemania, responsable de todos los males e organizador del capitalismo.

Nacionalismo: Difundió el amor hacia la patria a la cual se debía subordinar el individuo, pronunciándose contra todo lo que tenía carácter internacional, como la Iglesia Católica, el marxismo y el capitalismo.

Autoritarismo: Uno los pilares del nazismo fue el culto al líder. El partido nazi se basaba en una rígida jerarquía en donde la obediencia al jefe era la regla.

Pangermanismo: La unión de los pueblos germanos se vio como el primer paso de la expansión de Alemania por el mundo para recuperar su “grandeza” de antaño.

El nacionalsocialismo no se conforma con la sola existencia nacional fundada en la soberanía e independencia, sino que también se basa en la total defensa de los valores nacionales desde todo punto de vista.  El nacionalsocialismo era una religión política.

 







Asamblea del Partido Nazi en la cervecería Bürgerbräukeller, en Múnich, el año 1923.
Programa de los 25 puntos del NSDAP.

El 24 de febrero de 1920, se celebró a petición de Hitler el primer mítin multitudinario del Deutsche Arbeiter Partei (Partido Obrero Alemán) en Munich, donde Hitler leyó el Programa de los 25 puntos del NSDAP, escritos por Hitler y Anton Drexler, puntos que constituyeron el programa político del nacionalsocialismo:


1. Exigimos la unión de todos los alemanes para constituir una gran Alemania fundada en el derecho de la independencia de que gozan las naciones.

2. Exigimos para el pueblo alemán la igualdad de derechos en sus tratados con las demás naciones y la abolición de los Tratados de Paz de Versalles y Saint-Germain.

3. Exigimos espacio y territorio para la alimentación de nuestro pueblo y para establecer a nuestro exceso de población.

4. Nadie, fuera de los miembros de la nación, podrá ser ciudadano del Estado. Nadie, fuera de aquellos por cuyas venas circule sangre alemana, sea cual fuere su credo religioso, podrá ser miembro de la Nación. Por consiguiente, ningún judío será miembro de la Nación.

5. Quien no sea ciudadano del Estado, sólo residirá en Alemania como huésped y será considerado como sujeto a las leyes extranjeras.

6. El derecho a sufragar para la formación del Gobierno del Estado y para la sanción de las Leyes será ejercido únicamente por ciudadanos del Estado. Exigimos, en consecuencia, que todas las funciones oficiales, sea cual sea su naturaleza, tanto en la nación como en el campo y las localidades menores, sean desempeñadas exclusivamente por ciudadanos del Estado.
Nos oponemos a la corruptora práctica parlamentaria de llenar los puestos teniendo en cuenta solamente consideraciones de partido en lugar de carácter o de idoneidad.

7. Exigimos que el Estado contemple como su primer y principal deber el promover el progreso de la industria y el velar por la subsistencia de los ciudadanos del Estado. Si no fuera posible alimentar a toda la población del Estado, será indispensable que los residentes extranjeros sean excluidos de la nación.

8. Hay que impedir toda inmigración no alemana. Exigimos que se obligue a todo no ario llegado a Alemania, a partir del 2 de agosto de 1.914, abandonar inmediatamente el territorio nacional.

9. Todos los ciudadanos del Estado gozarán de iguales derechos y tendrán idénticas obligaciones.

10. El primer deber de todo ciudadano del Estado consiste en trabajar con la mente o con el cuerpo. Las actividades individuales no estarán reñidas con los intereses generales, sino que se adaptarán al marco impuesto por la comunidad y tendrán en cuenta las conveniencias de la misma.

11. Exigimos la abolición de todo ingreso no conseguido por medio del trabajo.
-Abolición de la Servidumbre impuesta por el Interés del Dinero-

12. En vista de los enormes sacrificios de vidas y propiedades que exige toda guerra, el enriquecimiento personal logrado merced a los conflictos armados internacionales se considerará como un crimen contra la Nación. Exigimos, en consecuencia, la confiscación implacable de todas las ganancias por medio de la guerra.

13. Exigimos la nacionalización de todos los negocios que se han organizado hasta la fecha en forma de agrupaciones de sociedades (trusts).

14. Exigimos que las utilidades del comercio al por mayor sean compartidas por la Nación.

15. Exigimos que se ponga en práctica un plan gradual de asistencia social a la vejez.

16. Exigimos la creación y mantenimiento de una sana clase media, la nacionalización inmediata de las propiedades utilizadas en la especulación, a fin de que se alquilen en favorables condiciones a pequeños comerciantes, y que se tengan especiales consideraciones para con los pequeños proveedores del Estado, de las autoridades de distrito y de las localidades menores.

17. Exigimos la reforma de la propiedad rural para que sirva a nuestros intereses nacionales; la sanción de una ley ordenando la confiscación sin compensación de la tierra con propósitos comunales; la abolición del interés de los préstamos sobre tierras y la prohibición de especular con las mismas.

18. Exigimos la persecución despiadada de aquellos cuyas actividades sean perjudiciales al interés común. Los sórdidos criminales que conspiran contra el bienestar de la Nación, los usureros, especuladores, etc. Deben ser castigados con la muerte, sean cuales fueren su credo o su raza.

19. Exigimos que el Derecho Romano, que sirve al régimen materialista del mundo, sea reemplazado con un sistema legal concebido para toda Alemania.

20. Con el fin de proporcionar a todo alemán competente e industrioso la posibilidad de una mejor educación y promover así el progreso, el Estado abordará la reconstrucción total de nuestro sistema nacional de educación. El plan de estudios de todo establecimiento educativo deberá hallarse de acuerdo con las necesidades prácticas de la vida. El inculcar y hacer comprensible la idea de Estado (Sociología del Estado) debe ser uno de los propósitos fundamentales de la educación y comenzará con el primer destello de inteligencia del alumno. Exigimos que el Estado eduque a sus expensas a los niños dotados de superior talento e hijos de padres pobres, sean cuales sean la respectiva clase u ocupación de estos últimos.

21. El Estado procurará elevar el nivel general de la salud de la Nación amparando a las madres e infantes, prohibiendo el trabajo de los niños, aumentando la eficiencia corporal mediante la gimnasia obligatoria y los deportes y apoyando sin restricciones a los clubes fundados con el objeto de promover el mejoramiento físico de la juventud.

22. Exigimos la abolición del ejército mercenario y la formación de un ejército nacional.

23. Exigimos la adopción de medidas legales contra la impostura política deliberada y su difusión por medio de la prensa. Para facilitar la creación de una prensa nacional alemana:

a) Que todos los editores de periódicos y sus asistentes, cuando empleen la lengua alemana, sean miembros de la nación.
b) Que la aparición de periódicos no alemanes no tenga lugar sino en virtud de un permiso especial acordado por el Estado. No será indispensable que tales órganos se impriman en alemán.
c) Que se prohiba por Ley la participación financiera o la influencia de no alemanes en los periódicos germanos, estableciendo como penalidad para los infractores la supresión del periódico y el inmediato destierro de los no alemanes implicados en el asunto.
Debe prohibirse la publicación de órganos cuyos propósitos no contemplen el bienestar nacional. Exigimos que se persiga legalmente a todas las tendencias artísticas y literarias pertenecientes a algún capaz de contribuir a la disgregación de nuestra vida como Nación, y la supresión de cualquier institución cuyos fines estén reñidos con la citada exigencia.


24. Exigimos la libertad para todas las denominaciones religiosas dentro del Estado mientras no representen un peligro para éste y no militen contra los sentimientos morales de la raza alemana.
El Partido defiende, en su carácter de tal, la idea del cristianismo positivo, más no se compromete, en materia de credo, con ninguna confesión en particular. Combate el materialismo judío filtrado entre nosotros y está convencido de que nuestra nación no logrará la salud permanente sino dentro de sí misma y gracias a la aplicación de este principio.
El Interés común antes que el Propio.

25. Para realizar todo lo que precede, exigimos la creación de una poderosa autoridad central del Estado; incuestionables atribuciones del parlamento políticamente centralizado sobre toda la Nación y sobre su organización, y la formación de una Cámara representando a las clases y profesiones, con el propósito de poner en práctica en los diversos estados de la confederación las leyes generales promulgadas por la autoridad.


Munich, 24 de febrero de 1920.

 



1 comentario:

  1. el nacionalismo y el marxismo tiene muchos elementos en común, como son anticomunismo, anti democracia, planificación económica centralizada, totalitarismo

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