Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


domingo, 26 de junio de 2016

252.-Condes de Chinchón.-a

  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; 

Señores de Chinchón
(concesión por Isabel I de Castilla)
IAndrés de Cabrera1489-1511
IIFernando de Cabrera y Bobadilla (I conde)1511-1521
  
Andrés Cabrera (Cuenca, 1430-4 de octubre 1511) fue un financiero, político y militar castellano de ascendencia judeoconversa;​ mayordomo, consejero y tesorero del rey Enrique IV de Castilla (1462, año en que también obtiene el hábito de Santiago —previamente había sido doncel de Enrique desde 1451 y camarero mayor desde 1455— y partidario de Isabel la Católica en la Guerra de Sucesión Castellana. Su esposa (desde 1467), Beatriz de Bobadilla, posiblemente de ascendencia hebrea​ era uno de los personajes más influyentes de la corte, por su proximidad y amistad con la reina, desde la infancia de la entonces princesa Isabel, medio hermana del rey Enrique; fue decisiva en el acercamiento de Andrés al partido isabelino y en la carrera política de este.

Biografía

El rey, además de nombrarle tesorero de Segovia y Cuenca (1465), le confió el cargo de justicia mayor de la ciudad de Segovia (1468) y el de alcaide del Alcázar de Segovia (1470), un puesto clave desde el que pudo reforzar la influencia de los partidarios de Isabel no solo en la ciudad, sino en todo el reino, al controlar el tesoro real.
Su intervención fue decisiva en los sucesos que siguieron a la muerte del príncipe Alfonso (1468) y a la del propio rey Enrique (1474).

...en señal de reconoscimiento de señorío entregaron las varas de la justicia que en sus manos tenían a la dicha señora reyna e su alteza las tomo e las entrego al leal Andrés de Cabrera mayordomo del dicho señor rey don Enrique e de su consejo e justicia mayor de la dicha cibdad de Segouia que ay estaua presente para que las tenga o de a quien las tenga e use por su alteza el cual dicho mayordomo las rescibio de mano de la dicha señora reyna e las entrego a los dichos corregidor e alcaldes e alguazil que presentes estauan que primero las tenia para que las tengan en su lugar e por la dicha señora reyna.
Segovia, diciembre de 1474. 
Como recompensa por su apoyo fue ennoblecido por la ya reina Isabel con el título de marqués de Moya,1​ villa conquense que ya le había sido concedida en señorío por Enrique IV en 1463. Posteriormente (1480) Isabel le otorgó el señorío de Chinchón, de nueva creación, que incluía buena parte del sur de la actual Comunidad de Madrid (entonces perteneciente a la comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia). En el testamento de Isabel la Católica (1504) se dedica un extenso párrafo a confirmar los privilegios concedidos a él y a su mujer.
Andrés Cabrera se había destacado en las luchas internas de la ciudad de Segovia, donde consiguió impedir una revuelta contra los cristianos nuevos. En 1476, sus enemigos aprovecharon su ausencia de la ciudad para provocar un motín que reclamaba su destitución, que la propia reina negó, acusando de la revuelta al anterior alcaide, Maldonado.
Participó en distintos hechos de armas de la guerra de Granada: tomas de Málaga, Guadix, Baza y de la propia Granada, de cuyas capitulaciones fue testigo (25 de noviembre de 1491).
Hijo de Pedro López de Madrid o Xibaja y de María Alonso de Cabrera.​ Estaba emparentado con el segoviano Abraham Senior, rabino mayor de Castilla y recaudador de impuestos, con el que mantuvo estrechas relaciones económicas y políticas conformando un grupo de notables entre los que también figuraba el Contador Mayor Alonso de Quintanilla; uno de cuyos proyectos fue la formación de la Santa Hermandad. Algunas fuentes les califican de partido burgués defensor de los intereses de las ciudades artesanas del centro de Castilla, gobernadas por un patriciado urbano proveniente de la baja nobleza y la burguesía.
Abandonó la corte, junto con doña Beatriz, tras la llegada de Felipe el Hermoso, pero al volver Fernando el Católico, decidió no acudir de nuevo. Felipe el Hermoso le privó de la alcaidía del Alcázar de Segovia otorgándosela a don Juan Manuel, señor de Belmonte. Esta decisión no fue aceptada por Andrés Cabrera, cuyos hijos intentaron recuperarla por la fuerza aprovechando el estado de anarquía del reino. Esta acción fue contestada de forma violenta por algunos caballeros segovianos, partidarios de don Juan Manuel como el licenciado Sebastián de Peralta y el bachiller Alonso de Guadalajara, futuro personaje clave en la Guerra de las Comunidades.
Falleció en 1511, casi diez meses después que Beatriz, a los 81 años, casi imposible en aquella época.
Sus restos yacen en la localidad conquense de Carboneras de Guadazaón, junto con los de su mujer Beatriz de Bobadilla. El edificio es de propiedad privada y está en estado de ruina.

Biografía de Real Academia.

Cabrera, Andrés de. Marqués de Moya (I), Señor de Chinchón. Cuenca, 1430 – Chinchón (Madrid), 4.X.1511. Camarero real, escribano mayor, consejero real, tesorero, regidor y mayordomo mayor de Enrique IV.
Nació en el seno de una familia hidalga, aunque de ascendencia judía, si bien este extremo trató de ocultarse gracias al recurso a una falsa genealogía que pretendía convertir a la familia en cristiana vieja, extremo que fue aceptado por su biógrafo del siglo xvii, Francisco Pinel y Monroy, que escribió por encargo de sus descendientes. Parece que sus antepasados por línea paterna se convirtieron al cristianismo en relación con las predicaciones de San Vicente Ferrer, hecho que era bien conocido por los coetáneos de Andrés de Cabrera, entre ellos Juan Pacheco, marqués de Villena, quien llegó a atizar el estallido de un tumulto anticonverso en Segovia, con el propósito de arrebatar a Cabrera el poder que tenía en la ciudad. Avanzado el siglo xvi, los orígenes del linaje eran objeto de discusión, con el disgusto de sus miembros, que lograron que Felipe II terciara en el debate para declarar la limpieza de sangre de la familia, dando la cuestión por definitivamente zanjada.
Su padre fue Pedro López de Madrid, que tuvo en Cuenca cargos y oficios de honor, reservados en exclusiva a hidalgos como él. Su madre fue María Alfonso de Cabrera, que debía de ser de alcurnia superior a la de su marido, lo que explicaría que los vástagos del matrimonio mostraran una clara preferencia por adoptar el apellido de su progenitora, tal como hizo Andrés. La pareja, avecindada en la parroquia de San Miguel, engendró ocho hijos, siendo Andrés el tercero.
De sus dos hermanas, María Pérez Cabrera y Leonor de Cabrera, tan sólo se conocen los nombres de sus maridos: el comendador Pedro Suárez del Castillo y Francisco de Arriaga, respectivamente.
En cuanto a los hermanos, Pedro de Cabrera dedicó la mayor parte de su vida al servicio de las armas, y llegó a ser comendador de Mures y Benazuza, así como veinticuatro de la ciudad de Sevilla, donde se avecindó. Alfonso de Cabrera fue vecino y regidor de Cuenca, aunque desempeñó también varios oficios en las Cortes de Enrique IV y de los Reyes Católicos, gracias al favor que le dispensó su poderoso hermano.
Fernando de Cabrera se avecindó en Segovia, donde estuvo al servicio de su hermano Andrés. Lope Velázquez de Cabrera, vecino de Cuenca, sirvió primero a Enrique IV y después fue maestresala de los Reyes Católicos. Finalmente, Juan Pérez de Cabrera consagró su vida a Dios y fue protonotario apostólico, bien relacionado con el papa Alejandro VI, y arcediano de la catedral de Toledo.
Tanto Alfonso como Fernando se vieron sometidos al escrutinio de la Inquisición, si bien ninguno de ellos llegó a ser procesado. El primero fue acusado de recibir en su casa a un rabí judío, que, según el único testimonio de un criado, se encargaría de guiar al caballero y a su familia en los ritos y ceremonias del judaísmo; el segundo fue acusado de acudir a la morada de Abraham Seneor para participar en los ritos mosaicos que en aquélla se realizaban, aunque fue el propio judío quien justificó la presencia habitual en su casa de Fernando de Cabrera y de otros conversos, librándolos de cualquier sospecha. Hay que añadir que ambos hermanos estaban casados con damas de ascendencia conversa: la mujer de Alfonso de Cabrera era hija del doctor de Ciudad Rodrigo, mientras que la de Fernando de Cabrera era hija del doctor Fernando Díaz de Toledo.

Andrés de Cabrera nació en Cuenca, corriendo el año de 1430, sin que sea posible realizar más precisiones cronológicas. Su infancia se desarrolló en su ciudad natal. Allí fue también donde se inició su actividad pública, participando en la defensa de Cuenca frente a Diego Hurtado de Mendoza, que, enfrentado con Álvaro de Luna, pretendía hacerse con el control de la ciudad para entregarla al rey de Navarra.
Ya en 1451, se unió a Pedro, su hermano mayor, para marchar a Navarra, formando parte de las tropas de Juan Pacheco, que, junto a otras castellanas, trataban de socorrer al príncipe de Viana. Finalizada esta expedición, Pacheco le introdujo en la corte que el príncipe de Asturias, futuro Enrique IV, mantenía en Segovia. Andrés de Cabrera asentó como doncel (1451), olvidando la carrera de las armas, a la que se había consagrado durante sus primeros años de vida adulta. Desde su entrada en la Corte del príncipe de Asturias, Cabrera contó con el favor de su señor, quizá por el ascendiente que sobre éste ejercía Pacheco, con el que Cabrera mantuvo excelentes relaciones durante muchos años; esos vínculos aprovecharon a ambos, pues Pacheco recibió de su otrora protegido destacados beneficios, hasta que los lazos entre los dos se rompieron.
Tras la entronización de Enrique IV (1454), Andrés de Cabrera se convirtió en su camarero. A partir de ese momento, sus servicios se hicieron imprescindibles para el Soberano, al que acompañaba habitualmente en sus desplazamientos. Entre ellos, los relacionados con las campañas contra Granada, en los que Cabrera pudo seguir alimentando su atracción hacia la carrera de las armas; fue precisamente en el contexto de una de esas campañas cuando ingresó en la Orden militar de Santiago, recibiendo la Encomienda de Mures y Benazuza. También en esos años iniciales del reinado Cabrera se atrajo la buena voluntad de Beltrán de la Cueva. Favorecido por los dos cortesanos más destacados de Enrique IV, Cabrera protagonizó a partir de ese momento una fulgurante carrera como oficial regio, en la que el año 1462 fue una fecha clave, pues durante el mismo fue nombrado, consecutivamente, maestresala y mayordomo, oficio este último que había quedado vacante después de que su anterior ostentador, Beltrán de la Cueva, se hubiera convertido en conde de Ledesma. Ese mismo año logró también un oficio de tesorero de la Casa de la Moneda de Cuenca, ciudad de la que fue regidor desde 1465.
Iniciada la sublevación nobiliaria que amargó los años finales del reinado, Cabrera permaneció fiel a Enrique IV, lo que supuso la ruptura con Pacheco, pero también el establecimiento de vínculos más estrechos con Beltrán de la Cueva; junto a éste luchó en la batalla de Olmedo, a la que acudió con las lanzas de su acostamiento y con otras que llevó a sus expensas.
Fue en el contexto de la sublevación nobiliaria cuando la estrella de Andrés de Cabrera empezó a brillar con luz propia. Mucho tuvo que ver con ello la traición de los Arias de Ávila, pues el Monarca le entregó los cargos de gobierno y justicia de la ciudad de Segovia que hasta ese momento había ostentado Pedro Arias de Ávila (1468); tal vez a partir de ese momento fue el escribano mayor de los privilegios y las confirmaciones, oficio que estuvo en su poder al menos desde el comienzo del reinado de los Reyes Católicos, y que en su momento había servido Pedro Arias de Ávila. Ese mismo año, Cabrera se convirtió en alcaide de los alcázares de Madrid, obteniendo la custodia del tesoro real, que se hallaba depositado en esa fortaleza. Al menos desde 1469 era también miembro del Consejo Real. Durante esos turbulentos años casó con Beatriz de Bobadilla; la boda tuvo lugar en fecha indeterminada, pero en cualquier caso hacia el final de la década de los sesenta, antes del 12 de abril de 1467, cuando parece que la pareja ya había contraído matrimonio.
En 1470 fue nombrado alcaide del alcázar de Segovia, lo que, unido a los oficios de que ya disfrutaba antes en esa ciudad, y a la ausencia de su obispo, Juan Arias de Ávila, que se había refugiado en su villa de Turégano, le convirtió en el auténtico amo de Segovia.
En ese mismo año, Enrique IV le hizo donación de Moya, en agradecimiento por los muchos servicios prestados, si bien Cabrera no pudo hacerse con la posesión de la villa hasta años después, debido a las difíciles circunstancias por las que atravesaba el reino.
En efecto, y pese a su evidente engrandecimiento, los años finales del reinado de Enrique IV no fueron fáciles para Andrés de Cabrera, que hubo de enfrentarse a las insidias y celadas de sus enemigos, entre ellos su antiguo protector, Juan Pacheco. Éste, tras arrebatarle la alcaidía del alcázar de Madrid, trató también de desposeerle de la del alcázar de Segovia, valiéndose de un tumulto anticonverso que Cabrera fue capaz de sofocar.
Quizá fueron esas circunstancias difíciles las que le impulsaron a acercarse a la futura Isabel I. El apoyo que Cabrera prestó a los futuros Reyes Católicos quedó bien regulado en el pacto suscrito por ambas partes en 15 de junio de 1473, realizado por mediación de Alonso de Quintanilla. El pacto exigía el respeto absoluto hacia Enrique IV, imponiendo la necesidad de intentar una reconciliación con él, aunque también reconocía explícitamente los derechos de Isabel al trono castellano, estableciendo el firme compromiso de Cabrera en la lucha por imponer esos derechos.
También se ofrecía a poner en poder de Isabel el tesoro regio, que se había trasladado de Madrid a Segovia, aunque reservándose el control de los gastos que pudieran efectuarse. Como contrapartida, Cabrera exigía a los futuros soberanos el compromiso de luchar por la restitución de los bienes enajenados del patrimonio real, y también hacer todo lo posible por mejorar la caótica situación en que estaba sumido el reino. Finalmente, exigía que Isabel y Fernando le dieran garantías de que su apoyo le iba a suponer el acrecentamiento de su honra y estado.
Andrés de Cabrera, secundado por Beatriz de Bobadilla, cuya inclinación personal hacia Isabel había sido siempre evidente, cumplió todo lo prometido, pues fue el auténtico artífice de la reconciliación de Isabel y Enrique IV, en vísperas de la muerte de éste, algo que permitió que la primera se instalara en la ciudad de Segovia, donde residía cuando se produjo el fallecimiento de su hermanastro. Aunque Cabrera se mantuvo fiel a Enrique IV hasta el momento de su muerte, una vez que la misma tuvo lugar se puso al servicio de Isabel, en cuya proclamación real (1474) participó de forma sobresaliente. Su contribución a la entronización de los nuevos soberanos le granjeó el agradecimiento de éstos, que se apresuraron a confirmarle todos los oficios y cargos que había obtenido durante el reinado de Enrique IV. A esos oficios y cargos muy pronto se unieron otros, con los que Isabel y Fernando quisieron recompensar a Cabrera: tesorero de la Casa de la Moneda de Segovia (1475), veinticuatro de Sevilla, así como alcalde mayor de las alcabalas de esa ciudad, efectuándose estos dos últimos nombramientos en fecha desconocida.

Pocos años después (1480), los Reyes Católicos saldaron la deuda de gratitud que habían contraído con Andrés de Cabrera y Beatriz de Bobadilla concediéndoles el marquesado de Moya, al tiempo que también recibían la merced de mil doscientos vasallos en los sexmos de Valdemoros y Casarrubios, que tanta polvareda levantaría en Segovia, perjudicada por esa concesión real. Culminaba, así, el proceso de engrandecimiento de Andrés de Cabrera, iniciado cuando recibió de Enrique IV el título de mayordomo. Una vez elevados a la alta nobleza, los marqueses de Moya llevaron una vida acorde con su nueva situación, en la que fueron frecuentes las estancias en la Corte.
Desde comienzos del siglo xvi, el marqués tuvo que enfrentarse a los achaques y quebrantos propios de la senectud, que hicieron que, el día 21 de octubre de 1502, solicitara a los reyes licencia para andar en mula, pues sus padecimientos ya no le permitían montar a caballo. Pero si aspiraba a disfrutar de una vejez tranquila, Andrés de Cabrera se equivocaba, pues las circunstancias no se lo iban a permitir. Esas circunstancias están relacionadas con los avatares de la sucesión de los Reyes Católicos, con la entronización en Castilla de Juana la Loca y Felipe el Hermoso tras la muerte de la reina Isabel. Una de las primeras acciones de Felipe como rey de Castilla fue la de desposeer a Andrés de la alcaidía de los alcázares de Segovia (1506), desoyendo el testamento de la difunta soberana, en el que recordaba a sus sucesores el deber que tenían de respetar y honrar a los marqueses de Moya. Éstos contestaron a la ingratitud con la rebeldía, negándose a entregar el alcázar a su nuevo alcaide, don Juan Manuel, señor de Belmonte. Las cosas sólo volvieron a su cauce tras la muerte de Felipe y el regreso a Castilla del rey Fernando, que revocó el nombramiento efectuado por su yerno, reponiendo a Andrés de Cabrera como alcaide de los alcázares de Segovia.
La agitada vida del marqués de Moya tocaba a su fin; consciente de ello, otorgó su última voluntad en Chinchón, el 15 de marzo de 1509. El testamento, aparte de las habituales mandas piadosas y de los también habituales contenidos económicos, es una auténtica declaración de amor a Beatriz de Bobadilla, pues Andrés de Cabrera se refiere a sus muchos años de convivencia matrimonial con ternura y hasta apasionamiento.
Precisamente fue la muerte de su amada esposa (17 de enero de 1511) la que obligó al marqués a redactar un segundo testamento, que fue otorgado en Chinchón el 29 de julio de 1511.
Andrés de Cabrera sobrevivió tan sólo unos pocos meses a Beatriz de Bobadilla. El rápido deterioro de su salud preocupó al Soberano, que envió a Chinchón a un afamado médico, el doctor de la Reina, que no pudo hacer nada por mejorar al enfermo. Su vida se apagó en Chinchón el 4 de octubre de 1511. Fue enterrado junto a su esposa, en el convento dominico de Santa Cruz, que la pareja había fundado, en unión con Juan Pérez de Cabrera, en Carboneras, lugar del marquesado de Moya. El citado convento fue edificado en acción de gracias por la concesión del marquesado de Moya, que se efectuó, precisamente, la víspera de la festividad de la Invención de la Santa Cruz; la nueva fundación dejaba en manos de las ramas secundarias de la familia la capilla que Andrés y su hermano Juan Pérez de Cabrera habían fundado tiempo atrás en el trascoro de la catedral de Cuenca, con la intención de que albergara los restos mortales de los padres de los fundadores, así como los suyos propios, los de sus restantes hermanos y otros parientes. La devoción de los marqueses de Moya, su deseo de servir a la Iglesia, se hizo también evidente a través de la fundación del convento de trinitarios calzados (aunque acabó pasando a los dominicos) de Santa María de Tejeda, también en el marquesado de Moya. A estas fundaciones quizá habría que unir la del convento de San Agustín de Chinchón, aunque no exista apoyatura documental suficiente para afirmarlo con rotundidad.
Andrés de Cabrera engendró una numerosa prole: Pedro, que murió siendo muy niño; Juan, que se benefició del mayorazgo que sus padres instituyeron a su favor en 1505, convirtiéndose, tras la muerte de su progenitor, en el segundo marqués de Moya; Fernando, que se benefició del segundo mayorazgo establecido por sus padres, y fue el primer conde de Chinchón; Francisco, que se consagró a la carrera eclesiástica, llegando a ser obispo de Ciudad Rodrigo y terminando sus días como obispo de Salamanca; Diego, caballero de la orden militar de Calatrava (fue comendador de Villarrubia y Zurita), aunque al final se su vida profesó en el convento dominico de San Ginés en Talavera de la Reina; Pedro, que fue protagonista de una azarosa vida, pues si primero fue caballero de la orden militar de Santiago, luego profesó como dominico, para escapar del convento poco después, iniciando una exitosa carrera de corsario, que hizo que el papa Julio II le tomara a su servicio para luchar contra el turco, aunque terminó su vida al servicio del emperador; María, que fue condesa de Haro por su matrimonio con Rodrigo Manrique; Juana, que murió muy joven; finalmente, Isabel, que fue marquesa de Cañete por su enlace con Diego Hurtado de Mendoza.

Bibl.: F. Pinel y Monroy, Retrato del buen vasallo, Madrid, Imprenta Real, 1677; P. Molina Gutiérrez, “Formación del patrimonio de los primeros marqueses de Moya”, en la España Medieval, 12 (1989), págs. 285-304; M. P. Rábade Obradó, Los judeoconversos en la corte y en la época de los Reyes Católicos, Madrid, Universidad Complutense, 1990, págs. 521-527, 565-579, 661-670, 803-821 y 893-901; Una elite de poder en la corte de los Reyes Católicos: los judeoconversos, Madrid, Sigilo, 1993, págs. 173-230 y 267-278; A. Franco Silva, “El Condado de Chinchón. Los problemas internos de un señorío en tierra de Segovia (1480-1555)”, en Estudios de Historia y de Arqueología Medievales, 11 (1996), págs. 131-174; L. Mombiedro Manso (dir.), Moya: estudios y documentos I, Cuenca, Diputación Provincial de Cuenca, 1996, passim.



Fernando de Cabrera y Bobadilla (s. m. s. XV - 1522), comendador de Montemolín en la Orden de Santiago (cuyo hábito tomó en marzo de 1505), alcaide del alcázar de Segovia desde el 4 de octubre de 1511, tesorero de la casa de moneda de esta ciudad, II señor y también I conde de Chinchón por concesión de Carlos I el 9 de mayo de 1520, desde La Coruña.
Era hijo segundo de Andrés de Cabrera —I señor de Chinchón, I marqués de Moya y camarero mayor del rey Enrique IV— y de Beatriz de Bobadilla, su mujer —camarera mayor de la reina Isabel la Católica—.
Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520-1521), se unió al bando realista y debió afrontar la rebelión antiseñorial de sus súbditos de Chinchón, Ciempozuelos y otras villas del feudo, que además contaban con el apoyo militar de los comuneros segovianos. Así, el 13 de septiembre de 1520 pedía refuerzos para controlar la situación, y todavía en mayo del año siguiente se expedía una provisión para que todas las autoridades se pusiesen a disposición del aristócrata a ayudarle en esta tarea.
Casó con Teresa de la Cueva, natural de Cuéllar, hija de Francisco Fernández de la Cueva y Mendoza, II duque de Alburquerque, II conde de Ledesma y II de Huelma, y de Francisca de Toledo, su mujer, hija de los primeros duques de Alba. Ambos fueron padres de:
  1. Pedro Fernández de Cabrera y Bobadilla, que sucedió en el condado.
  2. Mariana de la Cueva y Bobadilla (o Cabrera y de la Cueva), casada con Luis de Leiva, II príncipe de Asculi, marqués de Atella y conde de Monza, comendador de Yeste en la Orden de Santiago y capitán general de la gente de armas del ducado de Milán.
Murió en 1522.

Armas de los Cabrera y Bobadilla, condes de Chinchón.

La Casa de Cabrera fue una importante dinastía Catalana. Comenzó a reinar el Vizcondado de Gerona, que luego pasaría a denominarse Vizcondado de Cabrera, así como el Vizcondado de Ager, el condado Siciliano de Modica y el Condado de Urgel.


La dinastía tiene su origen en el Castillo de Cabrera en L'Esquirol, una villa ahora incluida en la municipalidad de Santa Maria de Corcó, en la comarca natural conocida como Cabrerès, Osona. El primer gobernante documentado fue Gausfredo de Cabrera en 1002. Su hijo Guerau I de Cabrera se casó con Ermessenda de Montsoriu, (hija del vizconde de Gerona) Amat de Montsoriu. De esta manera el linaje de Cabrera unificó y gobernó el vizcondado de Gerona, antes conocido como el vizcondado de Montsoriu.
En el año 1335 el vizcondado de Bas pasó por herencia a los Cabrera, incorporando a sus dominios la Vall d'en Bas, Riudaura, la Garrocha. El condado de Osona, que comprendía la Plana de Vich, fue donado por el rey Pedro IV de Aragón a Bernardo III de Cabrera.
Se incorporaron luego el condado de Muòrica, el vizcondado de Ager y el condado de Urgel. Este último fue heredado de Aurembiaix, condesa de Urgel, en el año 1231, luego dado a los condes de Barcelona en 1314.

 Bobadilla.

La mayoría de los genealogistas están de acuerdo en que este apellido tiene su origen en los reyes de León.  Así lo sostiene don José Guerra y Villegas, Rey de Armas y cronista del rey don Carlos II y don Antonio Barahona en su libro «Nobleza Universal» y se añade que después formaron la casa de los condes de Chinchón, que entroncó mediante enlaces matrimoniales con las casas más nobles de España.

Escudo cuartelado: 1º y el 4º: de gules y un águila de plata. 2º y 3º: de plata y un castillo con llamas que salen de su parte superior.

El primer caballero que se conoce de este apellido fue Fernández de Bobadilla, señor de la villa de Bobadilla, junto a Medina del Campo, camarero mayor del rey don Alfonso II, de León y Asturias, llamado «el Casto», que reinó entre el año 797 y el 842.

Este rey parece ser que tuvo en mucha estima al señor de Bobadilla, siendo éste el tronco y origen del que descienden los de este linaje. De esta esclarecida familia fue doña Beatriz de Bobadilla, dama de la reina doña Isabel «la Católica», a quien con su admirable entereza salvó la vida durante el cerco de Málaga, presentándose a un moro que llegó con alevosa intención para asesinar a la reina, y era hija de don Pedro Fernández de Bobadilla y de doña María Maldonado y nieta del famoso caballero don Juan Fernández de Bobadilla, que acompañó al infante don Fernando en la toma de Antequera. El aprecio que la citada doña Beatriz mereció a los Reyes Católicos fue tan grande que la llenaron de honores, llegando a casarla con don Andrés de la Cabrera, caballero del hábito de Santiago, comendador de Montemolin, a quien concedieron el título de marqués de Moya, dándoles como dote veinte villas de los diezmos de Valmoro y Casarrubios, en el reino de Toledo, con lo cual fundaron muy buenos mayorazgos para sus descendientes. El mayor de los hijos de este matrimonio fue don Juan de Cabrera Bobadilla que heredó el marquesado de Mota y su tierra y alcaldía de Segovia y el segundo don Fernando Cabrera Bobadilla, que heredó el condado de Chinchón.


  
Bobadilla, Beatriz de. Marquesa de Moya (I). Medina del Campo (Valladolid), c. 1440 – Madrid, 17.I.1511. Dama y amiga personal de la reina Isabel I de Castilla.

Hija del matrimonio formado por Pedro de Bobadilla y María Maldonado, procedentes ambos de la pequeña nobleza, fue Beatriz, de todos sus hermanos, la que gozó de un mayor protagonismo al estar íntimamente unida, desde su infancia, a la futura Isabel I de Castilla. Los otros hijos del matrimonio Bobadilla- Maldonado consiguieron, no obstante, materializar interesantes matrimonios que les supusieron un ascenso desde el estatus de la caballería hasta la primera línea de la nobleza. Las dos hermanas de Beatriz de Bobadilla se casaron con personajes destacados en la Corte de Enrique IV —Álvaro de Luna y Pedro Arias, este último sobrino del obispo de Segovia—. El hermano varón, Francisco, fue maestresala y capitán de los futuros Reyes Católicos. Sin embargo, sólo Beatriz pasó a la historia por méritos propios.

El padre de Beatriz era alcaide del castillo de Arévalo —de ahí que se le denominara más tarde, amo de la Reina— lugar de residencia de la Reina viuda, Isabel de Portugal y de sus hijos, Isabel y Alfonso. Los pequeños eran hijos del segundo matrimonio de Juan II y hermanos de padre del rey Enrique IV. Beatriz, a pesar de la diferencia de edad —once años— con la infanta, se convirtió, durante la estancia de ésta en Arévalo, en su amiga de juegos, confidente y protectora hasta que, en 1462, Isabel y Alfonso fueron trasladados a la Corte de su hermanastro. Ese ascendiente, originado en la difícil infancia de Isabel, le procuró a Beatriz un papel relevante ante la Reina hasta la muerte de la Soberana.

Enrique IV, apreciando la feliz influencia que Beatriz ejercía sobre su hermanastra, la nombró doncella y criada de aquélla y, más adelante, en 1466, le procuró un matrimonio preferente con su mayordomo Andrés Cabrera, un conquense también de origen hidalgo, quizás converso, que con el tiempo jugaría un papel trascendente en la proclamación de los príncipes Fernando e Isabel como reyes de Castilla. A raíz de su matrimonio con Andrés Cabrera, Beatriz recibió varias mercedes del Rey —caso de los trescientos mil maravedíes de juro situados y repartidos en diferentes lugares del reino— que constituyeron el punto de partida para su irresistible ascenso social.

El 5 de junio de 1465 el príncipe Alfonso, hermano de Isabel, fue alzado Rey por los nobles en Ávila comenzando un difícil período de tres años de duración caracterizados por la existencia de una dualidad monárquica en Castilla que llevó a una guerra civil soterrada. Dentro de este contexto se conoce uno de los episodios más relevantes protagonizado por Beatriz de Bobadilla, que, a la sazón, acompañaba a la infanta Isabel en la Corte de su hermano. El Monarca decidió que su hermana, de quince años, se casara con Pedro Girón, maestre de Calatrava, un cincuentón ambicioso y prepotente, a fin de pacificar el reino. Los cronistas relatan que Isabel permaneció rezando toda la noche para que uno de los dos desapareciera, pero su dama, la Bobadilla, más resuelta, le prometió que ella misma se encargaría de impedir, incluso apuñalando al impresentable novio si era preciso, para evitar aquella disparatada boda. No hizo falta, ya que, de forma repentina, y seguramente no de forma natural, Girón moría en el camino. Isabel nunca olvidaría el apoyo de Beatriz.
 Un segundo episodio, en la misma línea que el anterior, tiene lugar meses después cuando Alfonso XII tras la batalla de Olmedo (1467) entra en Segovia y libera a su hermana Isabel de vivir con la reina Juana. Desde entonces y hasta la muerte del joven Alfonso, los hermanos permanecieron juntos. La infanta, en aquellos momentos de la toma de Segovia estaba servida por cinco damas, una de ellas Beatriz, cuyo marido ya era el alcaide del alcázar y custodio del tesoro real. Juan Pacheco, marqués de Villena, verdadero artífice del reinado de Alfonso XII, pretendió despedir a las damas de la infanta, a lo que se negaron tanto Mencía de la Torre como Beatriz. Todas ellas pasarían a la Corte alfonsina en donde celebrarían, y participarían con la infanta Isabel a la cabeza, en el decimocuarto cumpleaños del rey Alfonso, en una fiesta de momos escrita para la ocasión por el poeta Gómez Manrique, primo del inmortal autor de las “Coplas” también miembro de la Corte literaria de Alfonso XII.

La muerte del rey Alfonso en julio 1468, envenenado por Villena, coloca a Castilla en una situación dramática. Isabel es reconocida en Guisando como heredera desplazando a Juana, la hija nacida en el matrimonio de Enrique IV, pero, al casarse con el príncipe Fernando de Aragón, se enfrenta a su hermanastro que vuelve a reconocer a su hija. El matrimonio Bobadilla-Cabrera hizo lo posible para que la infanta no se casara con Fernando, si bien, una vez realizado, se convirtieron en los más firmes defensores de los príncipes así como intermediarios con el Monarca para que se produjera tanto la reconciliación entre los hermanos como el reconocimiento de aquéllos a la herencia. El hecho de que el alcázar de Segovia, con su tesoro, estuviera en posesión de Andrés Cabrera permite al marido de Beatriz tener la llave del futuro del reino y a ella protagonizar un episodio espectacular para conseguir que Isabel entrara en Segovia. El matrimonio hubo de enfrentarse con las artimañas del marqués de Villena —ahora antiisabelino— y Cabrera con sus propias dudas. Esto es, mantener el alcázar por Enrique IV o entregárselo a los príncipes. Finalmente, influenciado por Beatriz, apuesta por éstos entrando en negociación con uno de los hombres de confianza de Isabel, el contador Alonso de Quintanilla. 
El pacto entre el matrimonio y Quintanilla, siempre con la promesa de no combatir a Enrique IV, encuentra apoyo en el cardenal Mendoza, quien gozaba de una amistad íntima —según el cronista Palencia—, con Beatriz. Por aquel pacto el matrimonio Bobadilla-Cabrera se comprometió a permitir la entrada de la princesa en Segovia cuando fuera oportuno exigiendo como rehén a la pequeña Isabel, hija de los príncipes. Beatriz de Bobadilla, disfrazada de aldeana y montada en una mula, salió de la ciudad burlando los planes de Pacheco, para permitir la entrada de la princesa, hecho que se produce el 27 de diciembre de 1473. También, gracias al matrimonio, Enrique IV se reconcilia con su hermana, lo que no impide que cambie su decisión sobre la sucesión del reino que pertenecería a Juana. Un año después de los hechos el Monarca muere pero los príncipes ya están en Segovia, en donde Isabel se proclama Reina propietaria. Dueños del tesoro del reino custodiado por el fiel Cabrera, comenzará la guerra civil.

En 1475 se produjo un grave incidente —que incluso llegó a poner en peligro la vida de la pequeña Isabel— que amenazó con privar al marido de Beatriz de la alcaidía de Segovia. Era tal la deuda que Isabel sentía tener hacia el matrimonio que, tras las correspondientes pesquisas, confirmó a Cabrera en su cargo. Todavía en 1500 y siempre en recuerdo de su lealtad en el episodio del alcázar, el matrimonio Bobadilla-Cabrera serían distinguidos. Así fueron receptores de una curiosa merced: el privilegio denominado “de la Copa de Oro” —copa en la que habían bebido los Reyes— que conmemoraba la entrega de la fortaleza el día de Santa Lucía (13 de diciembre). Asimismo, el matrimonio Cabrera-Bobadilla gozaba del honor de situarse, en la ceremonia religiosa del día de Navidad, junto a la cortina real, para que, una vez que el Rey recibiese la paz se la transmitiera con su propia mano a Andrés Cabrera haciendo lo propio la Reina con Beatriz. Ese honor se transmitió, por juro de heredad, a los sucesores del matrimonio. Otra merced singular y única, concedida sólo a Beatriz de Bobadilla, fue el añadir a su escudo una mención específica de mejora exclusivamente en sus armas. Es el único testimonio de que en unas armas matrimoniales se haga una mejora de las de la esposa, diferenciadas de las del marido.

El inmenso papel que había protagonizado el matrimonio en el triunfo de la causa de Isabel y Fernando explica prácticamente todo su patrimonio. Con la entronización de los Reyes Católicos, Beatriz sería beneficiaria de mercedes ocasionales que sólo se explican por la relación de amistad con Isabel, caso del famoso juro, en las rentas de Segovia, que antes había pertenecido a la reina Juana. Sin embargo, la más destacable de las mercedes fue el señorío de Moya con título de marquesado concedido al matrimonio el 4 de julio de 1489. Un señorío que constituía un importante territorio estratégico ubicado en la frontera de los reinos de Castilla y Aragón en contacto con el mercado valenciano —particularmente de la madera— y en donde confluían factores de enriquecimiento. 
El matrimonio fue también receptor de los sexmos segovianos de Casarrubios y Valdemoro, después convertido en señorío, y, más tarde, en condado de Chinchón. Este señorío, sin embargo, tuvo conflictos desde su nacimiento, ya que los Reyes Católicos, en su afán de premiar a Beatriz y a su marido, perjudicaron seriamente la integridad del alfoz de Segovia. Los cronistas no fueron ajenos al ascenso de Cabrera gracias a la influencia de su mujer. Andrés Bernáldez, cuando se refiere por vez primera vez al matrimonio, describe a Cabrera como el “marido de la señora Bobadilla, marquesa de Moya”, para identificarlo, más adelante como marqués de Moya, comendador y mayordomo mayor, de forma que el título más relevante de Andrés Cabrera era, sobre todo, ser “marido de”. Es más, otros, caso del siempre agudo Palencia, consideraba a Cabrera un advenedizo dominado por su mujer

Durante el reinado de los Reyes Católicos, Beatriz no dejó de ejercer como una cortesana influyente y culta —se interesó por el estudio del latín como todo el entorno femenino de Isabel—, lo que justificó el dicho “después de la reina de Castilla, la Bobadilla”, popularizado por el cronista Palencia que la juzgaba apasionado por las joyas y gastadora. Otros cronistas no dudan en subrayar su discreción y valentía y todos ellos su gran ascendiente sobre la Reina. Tanta simbiosis le acarreó más de un problema: durante la guerra de Granada concretamente en 1487, sucedió un episodio singular. Confundida con la propia Soberana, Beatriz fue atacada por un moro que la hirió sin gravedad gracias a la defensa que de ella hacían los adornos de oro de su traje. Su afición a los “arreos” —en palabras de Palencia— le había salvado la vida. Isabel compensó a su dama entregándole unas casas en Sevilla —28 de julio de 1488— así como treinta esclavas de las que se tomaron en la ciudad de Málaga. 
También fue receptora de otra merced tan curiosa como poder enviar una carabela con mercadería a Guinea con exención del quinto, merced que ha sido contextualizada por algunos autores con anterioridad a ese episodio, esto es, durante la guerra de Portugal. También debe señalarse que, aunque Beatriz de Bobadilla aparece en la historiografía posterior como valedora de Cristóbal Colón, debe aclararse que la que sí tuvo íntima relación con el descubridor fue su sobrina del mismo nombre y apellido si bien algunos autores indican que la marquesa de Moya pudo intermediar en el favorecimiento al genovés.

Los años fueron pasando, pero Beatriz nunca dejó de ser la más amada de las damas de Isabel. Tanto que Gonzalo Fernández de Oviedo escribía “me acuerdo de verlas ya viejas e nunca la reyna la llamaba sino hija marquesa”.

La reina Isabel muere el 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo y, según la tradición, es la marquesa de Moya la que tuvo el privilegio de cerrarle los ojos. Los Bobadilla fueron los primeros servidores que la Reina recomendó a su hija Juana en su testamento “por la lealtad con que nos sirvieron para aver y cobrar la sucesión de los dichos mis reinos”. De entre los bienes de la Reina fue a parar a la marquesa una calderuela de plata blanca usada para guardar las reliquias. A la muerte de la Reina los Cabrera aún hubieron de luchar por su bien más emblemático: la alcaldía de Segovia que durante el breve reinado de Felipe el Hermoso fue a parar a otras manos. Pedro Mártir de Anglería relata la defensa del alcázar cuya dirección se hizo bajo la animosa Bobadilla —con sesenta y seis años— ante la incapacidad del viejo, achacoso y leal servidor que aún era su marido. Finalmente el castillo pasó de nuevo a Cabrera en nombre del rey Fernando. Fue la última heroicidad de Beatriz de Bobadilla. A partir de aquel episodio ambos se dedican a preparar su alma, como lo demuestra las fundaciones piadosas que llevaron a cabo, caso de la edificación del convento de Nuestra Señora de Tejada.

La marquesa de Moya muere en Madrid el 17 de enero de 1511. Cabrera le sigue a la tumba poco tiempo después. El matrimonio dejará tras de sí una saneada hacienda cuya característica más sobresaliente reside en las donaciones regias, gracias a la privanza real, lo que facilitó el entroncamiento con los mejores linajes del reino a través de sus descendientes. Los marqueses de Moya tuvieron nueve hijos —uno de ellos, Pedro, desaparecido prematuramente— y fundaron dos mayorazgos en Moya y en Chinchón. El primero se fundó en la persona de su primogénito y heredero del marquesado, Juan, casado con la hija del duque del Infantado. Fernando recibe el segundo mayorazgo en las tierras segregadas de la jurisdicción de Segovia, esto es, los sexmos de Casarrubios y Valdemoro. En 1520, con el título concedido por Carlos V de conde de Chinchón, el hijo de Beatriz de Bobadilla se convierte en noble de primera fila.
 Otros dos hijos —Francisco y Diego— fueron hombres de Iglesia. El primero llegó a ser obispo de Ciudad Rodrigo y continuó su carrera eclesiástica en Roma. Diego se hizo monje dominico. Otro de los hijos del matrimonio, Pedro, protagonizó una vida azarosa plagada de aventuras: pasó por la milicia, la Iglesia y hasta probó ser corsario acabando, finalmente, como fiel servidor de Carlos V. Las hijas de los Bobadilla realizaron importantes matrimonios: María se casó con el conde de Osorno, Juana entroncó con el imponente linaje de los Manrique, e Isabel, emparentada con el linaje Pacheco, fue marquesa de Cañete.

El matrimonio Bobadilla-Cabrera está enterrado en el convento de Santa Cruz de Carboneras, cerca de Cuenca.

 

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Los problemas internos de un señorío en tierras de Segovia (1480-1555)”, en Estudios de Historia y Arqueología Medievales, XI (1996), págs. 131-174; C. Quintanilla Raso, “El protagonismo nobiliario en la Castilla bajomedieval. Una revisión historiográfica (1984-1997)”, en Medievalismo, 7 (1997), págs. 188-233; R. Bustamante y J. A. Calderón Ortega, Enrique IV 1454-1474, Burgos, Serie Reyes de Castilla y León, Diputación de Palencia, 1998; E. San Miguel Pérez, Isabel I de Castilla, 1474-1504, Burgos, Diputación de Palencia, 1998; M. A. Ladero Quesada, La España de los Reyes Católicos, Madrid, Alianza Editorial, 1999; L. Suárez Fernández, Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001; Isabel I, Reina, Barcelona, Ariel, 2002; A. Alvar Ezquerra, Isabel la Católica. Una reina vencedora, una mujer derrotada, Madrid, Temas de Hoy, 2002; A. Fernández de Córdoba, La Corte de Isabel I: ritos y ceremonias de una reina (1474-1504), Madrid, Dykinson, 2002; S. M. 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Educación, Mecenazgo y Entorno Literario, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2008; M.ª del P. Rábade Obradó, “El entorno judeo-converso de la Casa y Corte de Isabel la Católica”, en J. Martínez Millán y M.ª P. Marçal Lourenço (coords.), Las relaciones discretas entre las Monarquías Hispana y Portuguesa: Las Casas de las Reinas (siglos XV-XIX), vol. 2, Madrid, Polifemo, 2008, págs. 887-918; M.ª del P. Rábade Obradó, “Leonor López de Córdoba y Beatriz de Bobadilla: dos consejeras para dos reinas”, en e-Spania (2011) [en línea], disponible en http://espania.revues.org/20705.


 
 El señorío de Chinchón.

Este extenso estado, situado en el reino de Toledo y que no formaba coto redondo, fue concedido a perpetuidad por los Reyes Católicos mediante Real Cédula dada en Toledo el 20 de julio de 1489 y refrendada por Fernando Álvarez de Toledo, su secretario, en favor de Andrés de Cabrera y Beatriz de Bobadilla, primeros marqueses de Moya. La reina Isabel confirmaría esta donación por su testamento hecho en Medina del Campo el 12 de octubre de 1504. El señorío incluía veinte villas y numerosos lugares, con 1.200 vasallos, que habían sido desmembrados poco antes de la jurisdicción de la ciudad de Segovia e incorporados a la Corona.
 Las villas en él comprendidas eran las de Valdelaguna, Chinchón, Valdeconejos, Bayona de Tajuña, San Martín de la Vega, Ciempozuelos y Seseña, todas en el sexmo de Valdemoro; y en el de Casarrubios las de Moraleja de Enmedio, Moraleja la Mayor, Serranillos, La Cabeza, la Zarzuela, la Puebla de Mari Martín, Tiracentenos, Sacedón, Cienvallejos, Odón, Brunete, Quijorna y Vega Sagrilla, con todos sus términos, tierras y pastos, y con «jurisdicción civil y criminal alta y baja, mero y mixto imperio, y apartadamente por sí y sobre sí que haya en ellos y cada uno de ellos, alcaldes, alguacil, escribano y pregonero, horca y picota, cepo y cadena de azote, y las otras insignias de nuestra justicia».

El 5 de julio de dicho año los marqueses de Moya habían dado poder a Martín de Alarcón, comendador de la Membrilla, para que en su nombre tomase posesión de dichas villas y jurisdicción. Los Reyes Católicos libraron una Real Cédula el 6 de julio mandando a todas ellas que diesen posesión como nuevos señores a los dichos marqueses. 
La ciudad de Segovia se opuso denodadamente a esta desmembración y movió varios pleitos contra los condes de Chinchón, demandando la supresión de la merced y sosteniendo el derecho de todos los pastores de su comunidad de ciudad y tierra a usar de los pastos del señorío.
 Estos pleitos se prolongaron durante 112 años y en su transcurso se proveyó que las dehesas, ejidos y abrevaderos incluidos en la donación a los marqueses de Moya se redujesen a pasto común de los segovianos. El 12 de junio de 1592, por la mediación del obispo Andrés Pacheco, se firmó una concordia entre dicho consistorio y Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, III conde de Chinchón, que ponía fin a los litigios y fue confirmada por el rey Felipe II en Illescas el 29 de mayo del mismo año y en San Lorenzo de El Escorial el 17 de julio de 1793.​

Los primeros marqueses de Moya vincularon el señorío de Chinchón, junto con los oficios perpetuos de alcaide y guarda mayor de los Reales Alcázares de Segovia y tesorero de su casa de moneda, en un mayorazgo que fundaron en cabeza de Fernando de Cabrera y Bobadilla, su segundo hijo varón, que en 1520 fue creado I conde de Chinchón.



  
El condado de Chinchón es un título nobiliario español, de Castilla, que desde 1799 comporta la dignidad de grande de España de primera clase.

Fue creado por el rey Carlos I (antes de serlo de Romanos) mediante Real Cédula dada en La Coruña el 9 de mayo de 1520, en favor de Fernando de Cabrera y Bobadilla, señor de Chinchón, alcaide perpetuo del Alcázar de Segovia y tesorero de la casa de moneda de esta ciudad, gran capitán de los Imperiales en la Guerra de las Comunidades, comendador de Montemolín en la Orden de Santiago, hijo segundo de Andrés de Cabrera, I marqués de Moya, poseedor del mismo señorío y oficios, camarero mayor del rey Enrique IV, caballero de Santiago, y de Beatriz de Bobadilla, su mujer, camarera mayor de la reina Isabel la Católica. Esta soberana había concedido a los marqueses de Moya en 1489 el señorío de Chinchón en el reino de Toledo, desmembrado de la comunidad de ciudad y tierra de Segovia y que comprendía veinte villas y 1.200 vasallos en los sexmos de Valdemoro y Casarrubios.

Desde finales del XVII la casa recayó en los Savelli y en los Sforza-Cesarini, familias principescas romanas. En 1729 sucedió como XI conde José Sforza Cesarini Savelli, príncipe de Santa Flora, quien tras obtener licencia del Rey Felipe V, en 1738 vendió el título y estado de Chinchón al infante de España Don Felipe de Borbón, después duque de Parma, hijo de dicho rey y de Isabel de Farnesio, su segunda consorte. El duque de Parma lo vendió a su vez el 28 de mayo de 1761, con licencia de su hermano el rey Carlos III, al infante Don Luis de Borbón, hermano entero y menor de ambos, quien después de ser cardenal y arzobispo de Toledo había obtenido la dimisión del estado clerical y quince años después contraería matrimonio morganático con María Teresa de Vallabriga.​

Después de los días del infante Don Luis, el título de conde de Chinchón fue vuelto a crear en favor de su hijo Luis María de Vallabriga, mediante Real Decreto de Carlos IV dado el 25 de abril de 1794.​ En 1798 el concesionario de la segunda creación fue autorizado a usar el apellido y armas de Borbón y pasó a llamarse Luis María de Borbón y Vallabriga, y al año siguiente el mismo rey le otorgó la grandeza de España de 1.ª clase para unir al condado, mediante otro Real Decreto del 4 de agosto de 1799.
 En los años siguientes fue nombrado arzobispo de Sevilla y de Toledo y cardenal del título de Santa María della Scala, dignidades eclesiásticas que también había poseído su padre. En 1803 renunció el condado en favor de su hermana María Teresa, condesa de Boadilla del Monte, casada con Manuel Godoy, y desde 1823 fue caballero del Toisón de Oro. Sin embargo, pasaron más de treinta años hasta que Fernando VII firmó el Real Despacho de creación de la grandeza, expedido el 14 de marzo de 1831 en favor de Carlota Luisa de Godoy y Borbón, sobrina del concesionario.

El título sigue hasta nuestros días en la descendencia del infante Don Luis y unido a la casa de Sueca y la Alcudia, títulos ducales concedidos a Godoy. Su denominación hace referencia a la villa y municipio de Chinchón, en la provincia y comunidad de Madrid.

Chinchón.

Chinchón es un municipio y localidad española del sureste de la Comunidad de Madrid. Perteneciente a la comarca de Las Vegas, el término municipal cuenta con una población de 5240 habitantes (INE 2017). El casco histórico de la localidad, con una notable plaza mayor, tiene el estatus bien de interés cultural en la categoría de conjunto histórico.



Condado de Chinchón
Primera creación

Primer titularFernando de Cabrera
 y Bobadilla
ConcesiónCarlos I de España
9 de mayo de 1520

Grandeza de España 

honoraria concedida 

por Carlos II en 1689

Linajes• Cabrera y Bobadilla 
(línea menor de la casa
 de Moya, con varonía
López de Madrid, antes
 Gibaja, y entronques
 Cabrera, tal vez de la
casa vizcondal de
Cabrera, y Bobadilla,
 con la célebre marquesa 
Beatriz, camarera mayor 
de la Reina Católica)

• Castro (línea menor

 de la casa de Lemos)

• Cárdenas (casa de la 

Puebla del Maestre,

 línea menor de los 

señores de Moguer, y estos 

de la casa de Villena, con 

varonía Acuña y entronques Girón, Pacheco,

 Portocarrero y Cárdenas)

• Castro íterum

• Savelli (casa principesca 

de Albano, línea menor 

de la ducal de

 Castel Gandolfo)

• Sforza-Cesarini 

(casa principesca de 

Santa Fiora, antes 

condal, con varonía

 Sforza y entronques

 Cesarini y Savelli)

• Borbón (infantes 

Don Felipe, duque

 de Parma, y Don

 Luis, ex cardenal,

 hijos ambos del 

Rey de España Felipe V)

Segunda creación

Primer titularLuis María de
Borbón y Vallabriga
ConcesiónCarlos IV
25 de abril de 1794

Grandeza de España

 de 1.ª clase por Real

 Decreto del mismo

 (4 de agosto de 

1799) y Real

 Despacho de

 Fernando VII

 (14 de marzo 

de 1831)

Linajes• Borbón (línea 
morganática
 proveniente del Infante
 Don Luis, hijo
del Rey Felipe V)

• Godoy (duques 

de Sueca y la Alcudia)

• Rúspoli (príncipes 

del Sacro Imperio,

 línea menor de los

 príncipes de Cerveteri,

 con varonia Marescotti,

 de la casa condal 

de Vignanello, y

 entronque 

Rúspoli por 

donde les tocaba

 el marquesado

 de Cerveteri)

Actual titularLuis Carlos
 Ruspoli y
 Sanchiz, duque
de Sueca (XX
conde desde 2018)


 
Los Ruspoli 

Carla Nicol Vargas Berrios
Los Ruspoli son una antigua y noble familia italiana, cuyos orígenes se pueden rastrear a Florencia en el siglo XIII, con directa descendencia de los Marescotti de Bologna.
 En el siglo XVII los Ruspoli se mudaron a Roma cuando la última descendiente, Vittoria Ruspoli, Marquesa de Cerveteri, casó con Sforza Vicino Marescotti, Conde de Vignanello, descendiente de la familia Farnese tanto del lado paterno como del materno. Uno de los hijos de Vittoria toma el nombre Ruspoli y su escudo de armas para garantizar la continuidad de la Casa.

Existen trazas de Ruspolis en las lápidas de las iglesias de Ognisanti y de Santa María Novella en Florencia. Notarios, Gonfalonieros, Priores, Pretores, los Ruspoli ocupaban renombrados cargos públicos durante los siglos XII y XIII. Neri Ruspoli, jefe gibelino, perdió su casa florentina por habérsela quemado los güelfos en 1266. 
Güelfos y gibelinos eran las dos facciones que apoyaron en sacro imperio romano germánico, respectivamente, a la Casa de Baviera y a la Casa de los Hohenstaufen de Suabia. La lucha entre ambas facciones tuvo lugar también en Italia desde la segunda mitad del siglo XII. Su contexto histórico era el conflicto secular entre el Pontificado y el Sacro Imperio Romano Germánico, los dos poderes universales que se disputaban el Dominium mundi.

Los güelfos sostenían una línea política de autonomía en contra de cualquier intromisión externa y en contra de los privilegios nobiliarios, apoyando a la Iglesia en contraposición al Imperio. Los gibelinos, por el contrario, se oponían al poder del pontífice afirmando la supremacía de la institución imperial. Muerto Enrique V y, con la elección a rey de Alemania de Federico I Hohenstaufen (llamado el Barbarroja) en 1152, la facción gibelina triunfó en el territorio imperial. Dado que Federico deseaba reafirmar en Italia la supremacía imperial que las comunidades habían sustraído al imperio con el apoyo del papado, bajo su reinado se verificó un desplazamiento de los términos güelfo y gibelino desde la zona alemana a la italiana, donde pasaron a denominar respectivamente a los partidarios del partido papal y a los defensores de la causa imperial. En Italia, por lo tanto, hubo ciudades como Florencia, Milán y Mantua que abrazaron la causa güelfa, mientras que otras como Forlí, Pisa, Siena y Lucca se unieron a la causa imperial.
Con Bartolomeo Ruspoli la familia se alejó de los Gibelinos y se acercó al Estado Vaticano. Bartolomeo Ruspoli nace en Florencia en 1496, hijo de Lorenzo Ruspoli –compañero de Américo Vespucci- y Alessandra da Magguale. Allí inicia una relación de negocios con la familia Altoviti, influyentes banqueros y comerciantes. En 1529 se casa en Roma con María Ardinghelli, sobrina del cardenal Niccolò Ardinghelli, íntimo asociado de Alessandro Farnese, el futuro Pablo III. 
Los Ruspoli empiezan así a integrarse a los mecanismos de la Curia y la corte papal y los hijos e hijas de Bartolomeo se casan todos con miembros de la nobleza romana: Muti, Cavalieri y Floridi. En 1531 Bartolomeo Ruspoli es nombrado Solicitante de las cartas apostólicas por Clemente VII. En 1535 fue hecho Prior de Florencia.

Gradualmente, los Ruspoli han perdido su identidad como mercaderes y banqueros florentinos y comienzan a referirse exclusivamente como miembros de la nobleza de Roma.

Marescotti-Ruspoli

Vittoria Ruspoli, hija de Orazio y Felice Cavalieri, casó en 1617 con Sforza Vicino Marescotti, descendiente de la familia Farnese, por lo que había heredado sus feudos. Era Conde de Vignanello, Señor de Parrano, Noble de Roma y Patricio de Bologna, Magistrado de los Colegios de Bologna en 1632 y Conservador de Roma en 1654. El hermano de Vittoria, Bartolomeo Ruspoli Cavalieri, después de adquirir el feudo del Marqués de Cerveteri y en Roma el Palacio sobre el Ara Coeli, donó todo a los herederos de su hermana.
Galeazzo Marescotti, hijo de Sforza Vicino y Vittoria Ruspoli, fue nombrado Cardenal por el Papa Clemente X.
Francesco Maria Marescotti Ruspoli, primer hijo de Alessandro, nieto de Sforza Vicino y Vittoria dei Principi Ruspoli, nació en 1672 y en 1695 casó con Isabella Cesi Conti, sobrina del Papa Inocencio XIII. Para 1705 agregó a sus títulos el de Marqués de Cerveteri.
En 1721, Benedicto XIII confirió a Francesco Maria el título de Princeps Romanus, a él y sus descendientes ad infinitum, para que su familia pudiera conservar el prestigio de sus ancestros.


Lista de señores y condes de Chinchón.
TitularPeriodo
Señores de Chinchón
(concesión por Isabel I de Castilla)
IAndrés de Cabrera1489-1511
IIFernando de Cabrera y Bobadilla (I conde)1511-1521
Condes de Chinchón
(1.ª creación, por Carlos I de España)
IFernando de Cabrera y Bobadilla1520-1521
IIPedro Fernández de Cabrera y Bobadilla1521-1575
IIIDiego Fernández de Cabrera y Bobadilla1575-c.1600
IVLuis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadillac.1600-1647
VFrancisco Fausto Fernández de Cabrera y Bobadilla1647-1665
VIInés de Castro Cabrera y Bobadilla1665-1665
VIIFrancisca de Cárdenas Cabrera y Bobadilla1666-1669
VIIIFrancisca de Castro Cabrera y Bobadilla1669-1683
IXJulio Savelli y Peretti1683-1712
XJuan Jorge Sforza Cesarini Savelli1712-1729
XIJosé Sforza Cesarini Savelli1729-1738
Enajenación autorizada por Felipe V
XIIFelipe de Borbón y Farnesio1738-1761
Enajenación autorizada por Carlos III
XIIILuis de Borbón y Farnesio1761-1785
2.ª creación
por Carlos IV en 1794
XIVLuis María de Borbón y Vallabriga1794-1803
XVMaría Teresa de Borbón y Vallabriga1803-1828
XVICarlota Luisa Manuela de Godoy y Borbón1831-1886
XVIICarlos Luis Rúspoli y Álvarez de Toledo1887-1936
XVIIICamilo Carlos Adolfo Rúspoli y Caro1940-1975
XIXCarlos Oswaldo Rúspoli y Morenés1978-2016
XXLuis Carlos Ruspoli y Sanchiz2018-hoy



Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio.

 (Madrid, 25 de julio de 1727-Arenas de San Pedro, 7 de agosto de 1785) fue infante de España, sexto hijo de Felipe V de España y de su segunda esposa, Isabel Farnesio, duquesa de Parma. Ejerció la carrera eclesiástica y fue cardenal arzobispo de Toledo y primado de España (1735) y arzobispo de Sevilla (1741). Abandonó el estado eclesiástico en 1754, convirtiéndose en 1761 en el XIII conde de Chinchón. Fue un importante mecenas que apoyó a pintores como Francisco de Goya y Luis Paret, y al músico Luigi Boccherini.

María Teresa Josefa de Borbón y Vallabriga, condesa de Chinchón 
(Velada, Toledo, 26 de noviembre de 1780-París, 24 de noviembre de 1828), fue una aristócrata española, hija del infante Don Luis y primera mujer de Manuel Godoy.
Ostentó por derecho propio y hasta el fin de sus días los títulos de condesa de Boadilla del Monte (desde 1799) y de Chinchón (desde 1803, con grandeza de España), y por matrimonio fue, durante algunos años, princesa de la Paz (1795-1808, con tratamiento de Alteza Serenísima) y duquesa de la Alcudia (1792-1808) y de Sueca (1804-1808, ambos con grandeza), entre otras dignidades.

Escudo de armas de Manuel Godoy. Rodean el campo como adornos exteriores los emblemas de las principales dignidades que poseyó: corona de duque, manto de grande de España, y las cruces, collares y veneras de las Órdenes del Toisón de Oro, Cristo, Malta, Santiago y Carlos III.

Carlota Luisa Manuela de Godoy y Borbón (Madrid, 7 de octubre de 1800 - París, 13 de mayo de 1886), fue una aristócrata española, perteneciente a las casas de Borbón, Godoy y Ruspoli.

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