Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


jueves, 9 de agosto de 2018

332.-Rey Alfonso XII de España.-a

  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farias Picon; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolas Wasiliew Sala ; Marcelo Yañez Garin; 


Alfonso XII de España


  
Rey de España, nacido el 28 de noviembre de 1857, en el Palacio Real de Madrid, y muerto, antes de cumplir los veintiocho años, víctima de la tuberculosis, el 25 de noviembre de 1885. Accedió al trono español el 29 de diciembre de 1874, gracias al golpe de Estado que dio el general Martínez Campos.
retrato
ana karina gonzalez huenchuñir

Segundo hijo de la reina Isabel II, y primer varón, a los once años tuvo que exiliarse junto con toda la familia real por las convulsiones políticas del Sexenio Revolucionario que provocó el destronamiento de su madre. Alfonso, desde pequeño, dio muestras de ser un príncipe enfermizo y propenso a los resfriados, a lo que se unía su carácter dócil, sencillo y leal para con sus protectores. No obstante, demostró una gran entereza de espíritu, franqueza y jovialidad que le hizo ser muy querido por todo el pueblo. Alfonso XII, como monarca, quizás ha sido el rey más popular y amado por sus súbditos, y en especial por el pueblo de Madrid. Sin duda alguna, hubo en la vida de Alfonso circunstancias que alentaron la faceta popular de este rey, muchas de ellas luego engrandecidas por el sentido romántico que se le dio: el casamiento por amor con su prima María de las Mercedes, la muerte prematura de ésta que postró al rey en un estado de melancolía perpetuo, los diversos amores ilícitos que tuvo el rey, entre los que destaca el que mantuvo con la cantante Elena Sanz, y para finalizar, el hecho de que el rey muriese de la más romántica y popular de las enfermedades: la tuberculosis. Todo este cúmulo de anécdotas, más las que se inventó después el pueblo madrileño, dieron pie para perpetuar la imagen del rey cercano al pueblo, en sus males y en sus alegrías.

El exilio del príncipe Alfonso duró seis años. En un principio, la familia real fijó su residencia en París, donde continuó la sólida formación del príncipe. La corte española en el exilio estaba obligada a vivir con cierta modestia y privaciones, aspecto éste que luego recordaría Alfonso ya de rey, y que le sirvió para adquirir experiencia personal. En el año 1869 siguió la formación de Alfonso en Roma, bajo la protección de su padrino, el papa Pío IX. En ese mismo año, Alfonso fue enviado a Austria para estudiar en uno de los colegios más aristocráticos de Europa, el Theresianum, en la ciudad de Viena. Permaneció en ese colegio tres años, donde el futuro rey recibió experiencias y sorpresas que absorbió con auténtico deleite, resultando ese período crucial en su formación. Fue en Viena donde empezó a desarrollarse intelectualmente y a acercarse progresivamente al mundo de la política, del que había estado ausente hasta el momento.

En España el fracaso de la monarquía demoliberal de Amadeo de Saboya (impuesto por el general Prim), la tercera guerra carlista, la revuelta cantonal y la insurrección cubana, hicieron que ciertos sectores de peso provenientes de las antiguas filas de los moderados y unionistas de la época isabelina, liderados por Cánovas del Castillo, comenzaron a trabajar de firme en una cada vez más factible restauración monárquica en la figura del príncipe Alfonso. Dicha restauración no era posible en la persona de Isabel II, puesto que su regreso hubiera contado con múltiples oposiciones. Cánovas del Castillo pudo convencer a Isabel II para que abdicara en favor de su hijo Alfonso. Así, el 25 de junio de 1870, Isabel se resignó “por razones de Estado” y abdicó sus derechos al trono en su joven hijo, al que se le designó como príncipe de Asturias. Cánovas del Castillo consiguió con esta medida dos propósitos: restaurar la dinastía borbónica en la figura del príncipe Alfonso, más preparado y desvinculado de los modos monárquicos antiguos; y por otra parte, preparar el terreno para instaurar el sistema político del bipartidismo. Cánovas del Castillo se hizo cargo de la educación del príncipe, así como de su posterior proyección política, esperando el momento adecuado para regresar a España.

Cánovas del Castillo mandó al príncipe a seguir sus estudios a Inglaterra, a la academia militar de Sandhurt. La intención de tal medida era dotar a Alfonso de una adecuada preparación militar, a la vez que aprendiera el sistema monárquico constitucionalista inglés, del cual Cánovas era un ferviente admirador. Con motivo del decimoséptimo cumpleaños del príncipe (con capacidad legal para reinar), Cánovas del Castillo preparó y alentó la lectura pública del famoso Manifiesto de Sandhurst por parte del príncipe. Aquel documento era toda una declaración de intenciones expositivas del eventual programa que llevaría a cabo el futuro rey en caso de que los españoles le llamaran para ocupar el trono, como el mismo Alfonso declaraba en el texto. En este documento, el príncipe hacía mención a su legitimidad, pero sin aludir para nada a una posible continuidad del régimen isabelino, sino a un régimen nuevo, abierto hacia todas las tendencias. La conclusión es que Alfonso prometía una monarquía restaurada. El manifiesto cayó sobre un terreno ya bastante propicio para la causa alfonsina. El 3 de enero de 1874, el general Pavía dio un golpe de Estado, irrumpiendo en las Cortes montado a caballo, cuando éstas estaban votando para la elección de un nuevo presidente republicano, toda vez que Emilio Castelarhabía sido obligado a dimitir por los disturbios que asolaban al país. Esta acción militar no fue un intento de derribar a la República, sino más bien para intentar poner orden en el caos político. Se formó un gobierno provisional comandado por el incombustible general Francisco Serrano y basado en una constante indefinición y ambigüedad lo que hizo que el final de la Primera República española se acelerase. Este hecho se produjo el 29 de diciembre de 1874 con el último pronunciamiento militar exitoso de viejo corte isabelino, a cargo del general Martínez Campos, quien se había sublevado en Sagunto, proclamando por su cuenta a Alfonso XII como rey de España. El 30 de diciembre se constituyó un gobierno provisional bajo la dirección de Cánovas del Castillo. Realmente, el golpe militar de Martínez Campos disgustó profundamente a Cánovas del Castillo, que estaba preparando el triunfo de la restauración por medio exclusivamente legales y políticos. Martínez Campos, en su proclama golpista dirigida a Cánovas del Castillo, le desveló que no tenía intención alguna de lucrarse ni de acceder al poder, como realmente así fue. Por lo tanto, el triunfo político correspondió totalmente a Cánovas del Castillo, apareciendo ante los ojos de todo el mundo como el padre de la Restauración. Martínez Campos pasó inmediatamente a un segundo plano.

El 9 de enero de 1875 entraba Alfonso XII en Barcelona, ya como rey de todos los españoles. Seguidamente, el 14 de ese mismo mes hacía lo propio en Madrid, bajo el delirio de todo el pueblo que lo aclamaba con auténtico fervor y pasión. El recibimiento del pueblo fue inenarrable, sin precedente alguno desde la llegada de Fernando VII, su abuelo, en 1814. En seguida fue identificado como Alfonso XII el Pacificador, ya que fue presentado como el símbolo de la concordia y de la reconstrucción. Alfonso XII aglutinó en torno a su persona las simpatías de todos los espectros políticos del país, a excepción de los últimos reductos carlistas. Cánovas del Castillo, en su puesto de jefe del nuevo gobierno, comenzó a diseñar el nuevo sistema político de la Restauración. Alfonso XII supo responder a la confianza que en él se depositaba. Su reinado fue el más tranquilo del siglo XIX español, se logró la paz y la prosperidad. Alfonso XII dejó obrar a los políticos, reinando siempre constitucionalmente y con un exquisito tacto, puesto que nunca dejó entrever simpatías o antipatías hacia los distintos bandos políticos. Fue un rey absolutamente neutral, tal como él mismo se había propuesto y presentado en el famoso manifiesto inglés. Aunque su papel político fue pasivo, desde el año 1883 empezó a intervenir activamente en los asuntos de Estado, siempre en un papel de árbitro. Su muerte prematura impidió constatar el alcance y los resultados de dicha orientación.

Como militar se adjudicó un gran éxito al comandar personalmente las tropas reales en la tercera guerra contra los carlistas. Gracias a su presencia, las tropas reales, desorientadas y sin saber qué régimen defendían, pudieron reagruparse en torno a un ideal y preparar a fondo una gran campaña ofensiva. La campaña terminó victoriosamente en el año 1876, con el problema del carlismo resuelto definitivamente. También se logró zanjar la peligrosa insurrección cubana con la Paz de Zanjón en el año 1878.

Alfonso XII se embarcó en la realización de una política populista con el objeto de revalorizar la institución monárquica. Para ello viajó por todo el país, recabando adhesiones y simpatías del pueblo, inaugurando líneas de ferrocarriles, asistiendo a fundaciones de hospitales y acudiendo a zonas catastróficas y pobres del país. También se realizó una gran gira por Austria, Alemania y Francia. Precisamente, a su paso por Alemania, hizo un comentario favorable al Reich alemán, insinuando la posibilidad de una alianza con Alemania. Esta noticia fue tomada por Francia, enemiga de Alemania, como una afrenta y amenaza, lo que provocó una crisis entre Francia y España que a punto estuvo de resolverse por las armas. Alfonso XII arregló el asunto no dándole la mayor importancia, por lo que poco a poco el clima de sosiego fue restablecido entre ambas delegaciones diplomáticas.

Alfonso XII se casó dos veces. El 23 de enero de 1878 con su prima, doña María de las Mercedes de Orleans, hija de los duques de Montpellier. La boda fue muy popular y sonada en todo el reino. Cinco meses después moría la reina, a la edad de diecisiete años: la última reina cantada y alabada por los romances del pueblo.
En octubre de 1878, Alfonso XII sufrió un atentado del que salió indemne. El 29 de noviembre, presionado por el gobierno, Alfonso XII contrajo nuevamente matrimonio con la archiduquesa María Cristina de Habsburgo-Lorena, con la que tuvo dos hijas, las infantas María de las Mercedes y María Teresa. En 1883 su salud comenzó a dar síntomas preocupantes; su eterno catarro mal curado derivó en una tuberculosis profunda que le hizo postrarse en cama. Todo el año de 1885 fue un lento declinar de la salud del rey que preocupó a los políticos del momento, puesto que el rey no había cumplido aún los veintisiete años y carecía de descendencia masculina. Su estado se agravó de tal modo en el otoño de ese año que acabó muriendo el 25 de noviembre. La reina María Cristina quedaba encinta, por lo que se demoró, hasta el nacimiento del hijo o hija póstumo, toda decisión en cuanto al problema sucesorio, abriéndose así el período de regencia fijado en el Pacto del Pardo. Por fin, nació el fruto de la unión, era un niño y reinaría con el nombre de Alfonso XIII.

El sistema canovista: La Restauración.

Una de las características fundamentales del período denominado de la Restauración fue la reformulación del Estado liberal, encauzando la actividad política dentro de la disciplina de los partidos políticos, y en el marco de las libertades ciudadanas, aunque esto último no llegó a pasar de un plano nominal. Cánovas del Castillo fue el ideólogo de este entramado político, que consagraba la idea de una soberanía compartida entre las Cortes y el monarca, donde ambos poderes sancionaban la Constitución y el corpus legal por el que se debía regir la nación. Para ello, Cánovas del Castillo promulgó la Constitución de 1878, la cual respondía perfectamente a su ideario político: encontrar un verdadero ámbito de encuentro y diálogo de las fuerzas políticas imperantes, aglutinadas en dos únicos partidos que se alternarían con perfecta sintonía en el poder. El objetivo era lograr una especie de co-soberanía entre el rey y las Cortes, con una primacía de esta última sobre el primero.

La práctica política se realizaba mediante la petición del rey de formar gobierno, el cual debía ser sancionado por las Cortes a propuesta del rey. El nuevo primer ministro, elegido a su vez por propuesta del rey y previa aceptación del parlamento, tenía la capacidad para disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones en las que, con toda probabilidad, obtendría la mayoría absoluta, gracias a toda una red de intereses políticos y socioeconómicos existentes en todo el país (caciquismo). El mecanismo de cambio gubernamental quedaba depositado, no en la voluntad de los electores, sino en el principio de la alternancia obligada de partidos dinásticos en el poder; cosa ésta que se quedó bien fijada en el llamado Pacto del Pardo de 1885.
 Este acuerdo, sustancialmente, se fijó sobre la base de la rotación en el poder de ambos partidos, el liberal y el conservador, basado en la solidaridad esencial entre ambos. Esta circunstancia implicó que ambos partidos hicieran causa común frente a cualquier pretensión de “asalto al Estado”, o contra un posible tercer partido que pudiera poner en peligro el sistema bipartidista. Estas dos formaciones políticas eran y estaban formadas por: el Partido Liberal Conservador, liderado por Cánovas del Castillo, que aglutinaba a toda la derecha moderada de antes de la Revolución de 1868; y el Partido Liberal Fusionista, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta, que aunó en torno suyo a todos los grupos procedentes del Sexenio revolucionario que aceptaron la nueva legalidad. Realmente, ambas formaciones fueron muy similares en cuanto a ideario político y bases sociales, aunque el partido de Sagasta amplió un poco más su espectro social, integrando no sólo a aristócratas y notables, sino también a sectores de los grandes propietarios agrarios, comerciantes de grandes núcleos urbanos e industriales. Donde realmente coincidieron ambos partidos fue en su ideario económico, puesto que ambos defendieron a ultranza la política proteccionista y la propiedad privada en los medios de producción. Se asistió al nacimiento de la burguesía propietaria, tanto financiera como industrial y a la restauración de las grandes propiedades agrarias, grupos éstos que poco a poco se irían conformando en un núcleo homogéneo de poder, junto con el sector militar, con intereses de ideologías claramente definidas ya a principios del siglo XX.
La Restauración, en definitiva, permitió la aparición de una elite encargada de ejercer y ejercitar el poder y que surgió precisamente de ese bloque homogéneo y oligárquico. El modelo instaurado y desarrollado desde 1875 por Cánovas del Castillo funcionó a la perfección durante todo el reinado de Alfonso XII y durante los primeros años de la regencia. El sistema empezó a mostrar sus fallos, en el año 1898, y llegó a mostrarse totalmente anacrónico y obsoleto en el año 1909, debido al terremoto político que significó la Semana Trágica de Barcelona. El tropiezo colonial africano del año 1921 dio la señal para el comienza de una ofensiva general contra el trono y el ejército, respectivamente representados por el rey Alfonso XIII y el general Primo de Rivera. En el año 1923, la dictadura impuesta por Primo de Rivera puso fin definitivo al sistema canovista.
A pesar de lo efímero del reinado de Alfonso XII, éste presenta rasgos de gran trascendencia, con elementos renovadores. Fue de hecho el primer monarca constitucional pleno, a semejanza de los existentes en varios países europeos. Bajo su reinado, España accedió a la modernidad con un impulso renovador en todos sus ámbitos, auspiciados por la Corona. Se trataba de realizar un definitivo viraje que sustrajese definitivamente al país del estancamiento generalizado en el que se encontraba sumido desde hacía siglos. Con Alfonso XII se lograron esos fines.
ana karina gonzalez huenchuñir


 
Alfonso XII. Madrid, 28.XI.1857 – 25.XI.1885. Rey de España.

Alfonso de Borbón y Borbón, hijo de Isabel II y de su esposo el rey consorte don Francisco de Asís de Borbón y Borbón, nació en el Palacio Real de Madrid el 28 de noviembre de 1857. Bautizado el 7 de diciembre del mismo año en la capilla de Palacio, se le impusieron los nombres de Alfonso, Francisco de Asís, Fernando, Pío, Juan, María, Gregorio y Pelagio, siendo su padrino el pontífice Pío IX representado por el nuncio Banli: el mismo Pontífice que en 1870 le administraría, en Roma, la Primera Comunión.

Muy niño aún, don Alfonso acompañó a sus padres en las visitas que éstos hicieron a las diversas provincias españolas. En Covadonga fue confirmado, recibiendo un nombre más, el simbólico de Pelayo.

Jefe del cuarto del Príncipe y orientador de su educación fue el marqués de Alcañices, José Nicolás de Ossorio y Silva —padre del que había de ser con el tiempo íntimo amigo del Rey, el duque de Sesto—. A partir de 1865 sustituyó a aquél el conde de Ezpeleta de Beire, asistido por el general Álvarez Osorio, jefe de Estudios, el canónigo sevillano Cayetano Fernández, encargado de las clases de Religión —al que a su vez sustituiría el arzobispo de Burgos, Fernando de la Cuesta y Primo de Rivera—, así como los gentiles hombres Bernardo Ulibarri, Isidro Losa y Guillermo Morphy —otro de los futuros íntimos del Rey, a quien serviría de secretario hasta su muerte—.
Sobrevenida la revolución de 1868, tras la batalla de Alcolea, la Familia Real hubo de abandonar el país (30 de septiembre), internándose en Francia; tras una breve estancia en el castillo de Pau, cedido por Napoleón III, quedó instalada en París, primero en el palacio Rohan, luego en el Basilewski (rebautizado palacio de Castilla). Don Francisco de Asís se retiró a como Epinay; la separación entre los reales esposos sería definitiva.
El príncipe, que contaba once años, fue matriculado en el Colegio Stanislas, donde siguió, “con aprovechamiento”, un solo curso, al que se añadieron clases particulares: así, Morphy le inició en materias políticas y constitucionales.

El 25 de junio de 1870, la Reina abdicó en su único hijo varón, en solemne ceremonia celebrada en el palacio de Castilla: los más sensatos miembros del partido isabelino (unionistas, y algún moderado), entre los que destacaban Sesto y el marqués de Molins, lograron convencer a Isabel II de que tomara esta decisión, ya aconsejada el año anterior por varios destacados políticos de su reinado, encabezados por Bravo Murillo.
Los graves acontecimientos internacionales (la guerra franco-prusiana y sus consecuencias inmediatas) determinaron el traslado de la Familia Real española a Ginebra. En 1872, don Alfonso —cuya educación dirigía entonces el brigadier O’Ryan—, ingresó en el prestigioso Colegio Theresianum, de Viena, donde cursó estudios hasta 1872, en que se incorporó a la academia Militar de Sandhurst, en Inglaterra, siguiendo el consejo de Cánovas del Castillo, que desde 1873 dirigía el movimiento político que había de llevar a la Restauración.
En contraste con el caso de Isabel II, cuyas lamentables carencias en educación —intelectual y política— contribuyeron eficazmente al fracaso de su reinado, don Alfonso se formó en contacto con los más variados ambientes sociales y culturales, y en los mejores colegios de Europa. Dominando varios idiomas; familiarizado con sistemas políticos que iban del autoritarismo paternalista del emperador Francisco José al parlamentarismo británico de la reina Victoria, y dotado de una inteligencia despierta, de una clara intuición y de una generosidad y amplitud de miras verdaderamente regias, Alfonso XII iba a ser el Rey ideal para coronar el proyecto integrador de Cánovas.

En diciembre de 1874, el pronunciamiento de Martínez Campos precipitó los acontecimientos, al conseguir que prácticamente todos los mandos del Ejército se sumasen a la iniciativa de aquél, cuando al frente de la brigada Dabán proclamó Rey a Alfonso XII en Sagunto. Aunque el proyecto canovista —basado en una proclamación democrática del Rey en el seno de las Cortes en que necesariamente había de desembocar la “república sin parlamento” del general Serrano—, estaba en contradicción con un nuevo recurso a las armas, hubo de asumir los resultados del golpe militar, haciéndose cargo del Gobierno-regencia en que le ratificó el ya rey Alfonso, desde París, donde se encontraba al recibir la noticia del pronunciamiento. Por lo demás, la compenetración de don Alfonso con el programa político de Cánovas, había quedado expresada en el manifiesto de Sandhurst, publicado con ocasión del cumpleaños del Príncipe en noviembre anterior, documento que mostraba una clara divergencia con respecto a la tradición moderada, al afirmar una voluntad integradora con respecto a las dos Españas en guerra, apuntando a un sistema centro, preconizado ahora por el mismo Cánovas que en otro tiempo había sido el artífice del “partido centro” (la Unión Liberal encabezada por O’Donnell).
El párrafo final del manifiesto reflejaba, perfectamente, la voluntad de concordia entre la posición integrista y la vocación democrática enfrentadas en 1868:

 “Llegado el caso, fácil será que se entiendan y concierten, para todas las cuestiones por resolver, un príncipe leal y un pueblo libre. Sea lo que quiera mi suerte, no dejaré de ser un buen español, ni como todos mis antepasados, buen católico, ni como hombre de mi siglo, verdaderamente liberal”.

Alfonso XII entró en España por Barcelona, donde tuvo un recibimiento entusiasta (9 de enero de 1875).
Allí confirmó en sus poderes a Cánovas, y siguió viaje por Valencia, para hacer su entrada triunfal en Madrid el 14 del mismo mes. Cuatro días más tarde partía —vía Zaragoza— a fin de ponerse al frente de las tropas que luchaban contra el carlismo. En Peralta lanzó un manifiesto conciliador a los combatientes carlistas, que no tuvo efecto alguno. En Lácar estuvo a punto de ser sorprendido por un destacamento enemigo, pero logró ponerse a salvo dejando bien probado su valor personal. De regreso a Madrid, visitó en Logroño al viejo general Espartero —todo un símbolo— que le impuso su propia cruz laureada de San Fernando. Secundando la política integradora de Cánovas, tomó contacto también con Serrano y Sagasta —respectivamente, jefe del Estado y jefe del Gobierno a cuyos poderes había puesto fin la Restauración—.
Ruiz Zorrilla, en cambio, marcó distancias, manteniendo un republicanismo a ultranza desde su exilio en Francia, donde no tardaría en lanzarse a vías conspiradoras.

La Constitución de 1876, elaborada en las Cortes reunidas el año anterior por un breve Gobierno Jovellar, y de la que fue auténtico artífice Cánovas, y redactor Alonso Martínez, abrió camino a una política tan alejada del moderantismo isabelino —que cifraba su programa en el restablecimiento de la Constitución de 1845— como de la democracia del 69: aspiró a un equilibrio ecléctico entre ambos. El artículo 11 —el más polémico de la Constitución de 1869, que establecía la libertad de cultos— fue sustituido por una prudente “tolerancia de cultos” que, de hecho, estaba muy próxima a aquélla. En cuanto a los poderes del Rey, quedaron fijados en la “regia prerrogativa” —que convertía al poder moderador en árbitro entre los partidos—, y en el mando supremo del Ejército.
 Como Rey soldado, Alfonso XII había de ser el factor fundamental para asegurar el civilismo al que aspiraba Cánovas, clausurando al “régimen de los generales”. El mismo año 1876 concluía la guerra carlista: el Rey, asesorado por el general Quesada, dirigió la ofensiva final, entrando en Pamplona el 28 de febrero, al mismo tiempo que el llamado Carlos VII cruzaba la frontera. Dos años después, la colaboración entre los dos jefes que habían conducido las operaciones en España —Martínez Campos y Jovellar— permitió poner fin a la guerra de los diez años (paz de Zanjón). La concordia ideológica y la conclusión de los conflictos armados, en España y en Ultramar, justificaron el honroso apelativo del Monarca, el Pacificador.

El 23 de enero de 1878 tuvo lugar —pese a la oposición de la reina Isabel— la boda del Rey con su prima, María Mercedes de Orleáns, de la que estaba profundamente enamorado. Desgraciadamente, la joven soberana —diecisiete años— falleció cinco meses más tarde. El Rey hubo de contraer nuevo matrimonio (29 de noviembre de 1879), esta vez por estricta razón de Estado, con la archiduquesa María Cristina de Habsburgo-Lorena, que desempeñaría un papel ejemplar en el trono, pero no contó nunca con el amor de su marido. De este enlace nacerían tres hijos: la princesa Mercedes (1881), la infanta María Teresa (1883), y el que ceñiría la corona como Alfonso XIII, nacido seis meses después de la muerte de su padre.
En todo momento el Rey supo desempeñar con perfecta pulcritud el papel de árbitro entre los dos partidos —liberal conservador y liberal progresista— que dieron vida al “sistema centro” antes referido. Su lealtad a Cánovas fue una constante en su conducta; y en algún momento crucial demostró serlo a pesar del propio Cánovas. Efectivamente, fue iniciativa del Monarca —haciendo uso de la regia prerrogativa— la llamada al poder de los “constitucionalistas” de Sagasta en 1881, iniciando así, de hecho, el futuro “turnismo”.
El mando del Partido conservador se había prolongado por espacio de seis años, y empezaba a insinuarse en el horizonte el fantasma de los “obstáculos tradicionales” que, identificado con la política de Isabel II, había provocado el hundimiento del trono en 1868. Alfonso XII acreditó ahora el carácter liberal de la Monarquía: situación contrapuesta a la típica de la época isabelina, caracterizada por el mantenimiento en el poder de un solo partido.

Contribuyó eficazmente a la consolidación de la monarquía alfonsina, que ésta coincidiese con una excelente coyuntura económica: el decenio 1876-1886, el período más brillante, en este sentido, del siglo XIX, identificado en Cataluña con la llamada “febre d’or”.
Precisamente en relación con las nuevas inquietudes que esa realidad estimulaba en la burguesía catalana, demostró Alfonso XII, una vez más, su acertada concepción de España y de la monarquía. En efecto, en el último año de su reinado tomó contacto con el incipiente catalanismo organizado, una de cuyas motivaciones radicaban en la lucha para restablecer un sistema proteccionista. La cordial acogida del Rey a los portadores del memorial de greuges (agravios) —Guimerá, Almirall, Verdaguer, Collell y Maspons— puso de relieve la amplitud de horizontes que definen el españolismo de don Alfonso, no muy acorde con la política que en esa misma época presidía el arreglo comercial o modus vivendi en Inglaterra.
De que el régimen estaba perfectamente consolidado dio pruebas concluyentes el fracaso de los intentos de retorno al viejo sistema de los pronunciamientos.
En 1883 se produjo el que, fraguado desde París por Ruiz Zorrilla, fracasó rotundamente en Badajoz y —en sus posteriores secuencias— en Santo Domingo de la Calzada y en la Seo de Urgell. La solidez del Régimen se probó asimismo en el ámbito internacional: el Régimen demostró su simpatía hacia Alemania con el viaje del Rey a Berlín en 1883 —lo que tuvo como contrapartida la mala acogida que le dispensaron en París a su regreso—. En cualquier caso, ese episodio contribuyó a acentuar la adhesión del pueblo español hacia su joven Rey, demostrada clamorosamente a su regreso. La buena relación de don Alfonso con el emperador Guillermo I evitó que, en septiembre de 1885, la cuestión de las Carolinas degenerase en un rompimiento armado; y así, pudo resolverse mediante el arbitraje del papa León XIII.

En todo momento, el Rey gozó de una extraordinaria popularidad. Es curioso que a esta popularidad contribuyese incluso el “donjuanismo” impenitente de don Alfonso, muy dado a aventuras extramatrimoniales, de las cuales dos tuvieron especial resonancia —la de su devaneo con Adela Borghi y, de forma mucho más estable, sus amores con Elena Sanz, de la que tuvo dos hijos—. Pero, por encima de su perfecta adecuación al papel de Rey constitucional y, por encima también de su valor a toda prueba y de su simpática llaneza, lo que explica y justifica plenamente la popularidad del Rey es su entrega sin regateos al servicio de su pueblo cuando éste se vio afectado por desgracias o catástrofes colectivas. Así, su asistencia a los perjudicados por las inundaciones de Murcia, y sobre todo, su extraordinaria labor de socorro a los afectados por los terremotos de Andalucía oriental a finales de 1884, cuando ya su salud era muy precaria; acto de caridad que se repitió en agosto de 1885 al ceder las salas del palacio de Aranjuez para hospitalizar a los afectados por la epidemia colérica, y su presencia personal junto a los mismos, pese al veto que el Gobierno había opuesto a ello.
Dos meses después, el 25 de noviembre de 1885, el Monarca, minado por la tuberculosis, falleció en el palacio del Pardo, en medio de la desolación de su pueblo. Su muerte dio ocasión al prudente acuerdo que los dos partidos del sistema pactaron para sucederse pacíficamente en el poder, llamado por ello impropiamente, Pacto de El Pardo.

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Seco Serrano, Historia del conservadurismo español, Madrid, Temas de Hoy, 2000; C. Dardé, Alfonso XII, Madrid, Arlanza Ediciones, 2001; J. R. Milán García, Sagasta, o el arte de hacer política, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001


 



El Collège Stanislas coloquialmente conocida como Stan, es una escuela católica privada altamente selectiva en París, situada en "Rue Notre-Dame-des-Champs" en el distrito 6. Tiene más de 3.000 estudiantes, desde preescolar hasta classes préparatoires (clases para preparar a los estudiantes para ingresar a las grandes écoles de élite como École Polytechnique, CentraleSupélec, ESSEC Business School, ESCP Business School y HEC Paris), y es la escuela privada más grande de Francia. ​Stanislas es considerada una de las escuelas francesas más prestigiosas y de élite. ​

El príncipe Alfonso de Borbón, de doce años de edad, cuando era alumno del colegio Stanislas de París (1870).

La escuela ocupó el primer lugar en 2019 para la escuela secundaria.


  

El Theresianum (de Collegium Theresianum) o Academia Teresiana (en alemán: Theresianische Akademie), oficialmente Escuela Pública de la Fundación de la Academia Teresiana (Öffentliches Gymnasium der Stiftung Theresianische Akademie), es un establecimiento público instalado en un local centenario en Viena, distrito 4. Antigua escuela de élite para la alta administración imperial, hoy es un gymnasium que comparte sus instalaciones con la Escuela de Servicios Diplomáticos (Diplomatische Akademie Wien). Desde 2011, también dispone de un jardín de infancia y una escuela primaria.
Antes de la disolución del Imperio austrohúngaro, fue conocido como la Real e Imperial Academia Teresiana. Entre sus alumnos más ilustres se encontraba el entonces príncipe español Alfonso de Borbón, quien cursó sus estudios entre 1872 y 1874, y que a finales de ese último año fue proclamado rey de España con el título de Alfonso XII.​
El edificio del gymnasium, un palacio barroco, está inscrito en el registro de patrimonio histórico de Austria.

Historia

Propiedad desde 1614 de la casa imperial austríaca, la finca recibió el nombre de Favoritenhof (‘La Favorita’) en 1623, siendo el palacio de verano preferido de los emperadores Leopoldo I, José I y Carlos VI. Estos monarcas realizaron numerosas mejoras y ampliaciones del palacio, que había sido parcialmente destruido durante el Sitio de Viena de 1683.
María Teresa de Austria donó el edificio a los jesuitas con el fin de que abrieran un colegio y una escuela de equitación dedicada particularmente a jóvenes de familias nobles. La misión esencial de aquel nuevo establecimiento era la formación de funcionarios y diplomáticos cultos y devotos de la Corona. A lo largo de los siglos XVIII y XIX, los edificios se ampliaron y se construyeron pisos adicionales.
En 1783, el príncipe reformador José II de Austria suprimió todas las escuelas de equitación del dominio hereditario de Austria y, por tanto, también el Theresianum, pero en 1797 el emperador Francisco II de Austria autorizó su reapertura, encomendándola a los hermanos escolapios. La fachada fue remodelada en estilo clásico. Al final de la Revolución de 1848, el emperador Francisco José I de Austria concedió la admisión a esta escuela «a los niños de la burguesía».
Con el Anschluss (1938), las autoridades nazis cerraron la Academia de la Reina Teresa, pero el 13 de marzo de 1939 abrieron una escuela para ejecutivos del régimen (Napola). Esta escuela fue destruida durante los bombardeos de 1944-45. Después de la capitulación nazi, las autoridades de ocupación soviéticas, responsables del distrito 4 de Viena, confiaron el Theresianum a la USIA, el consorcio para la gestión del botín de guerra soviético.
Con la constitución austriaca de 1955, el Estado austriaco y por lo tanto la fundación del Theresianum recuperaron la posesión del local el 20 de septiembre de 1955, y en septiembre de 1957 se pudieron reanudar las clases de la escuela privada. La reparación de los edificios destruidos durante la guerra fue financiada por el Estado de 1956 a 1964. En 1964, el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores cerró parte de las instalaciones para restablecer allí el Centro de Formación Diplomática: de hecho, fue el regreso de esta institución al local que ocupaba 60 años antes.
En la actualidad, más allá del plan de estudios básico, la escuela prioriza la educación internacional y la práctica de idiomas extranjeros: además de literatura alemana, se enseña inglés, francés, latín y ruso. Se ofrecen cursos opcionales en deportes, artes plásticas, creatividad, tecnologías de la información y la comunicación y música, así como estudios de casos de economía. La escuela ofrece planes tanto de internado como de media pensión. El Instituto de Secundaria tiene actualmente 800 estudiantes. Varios son extranjeros o proceden de Länder alejados de la capital: en este último caso, pueden acceder a un internado.


  


La Real Academia Militar de Sandhurst (en inglés, Royal Military Academy Sandhurst; RMAS), conocida simplemente como Sandhurst, es el centro inicial de entrenamiento de oficiales del Ejército británico. Sandhurst es prestigiosa y ha tenido muchos alumnos famosos, como Winston Churchill, Abdalá II de Jordania, Alfonso XII de España, Qabus de Omán y recientemente, los príncipes Enrique y Guillermo del Reino Unido, así como el gran duque heredero Guillermo de Luxemburgo y Tamim bin Hamad Al Thani (actual jefe de Estado de Catar). Todos los oficiales del Ejército británico y muchos de otras partes del mundo han sido entrenados en Sandhurst.  

Historia

La Academia abrió sus puertas en 1947 en el anterior Royal Military College (RMC) en Sandhurst. Surgió de la fusión de la Real Academia Militar en Woolwich, que entrenaba a los oficiales para la Royal Artillery y Royal Engineers (desde 1741 hasta 1939), y el Royal Military College. Al término del servicio militar en el Reino Unido, la Academia se convirtió en el único centro de adiestramiento inicial para el Ejército británico porque se cerró la Mons Officer Training School en Aldershot. La Academia se ubica entre los condados de Berkshire y Surrey, marcado por un pequeño arroyo que es conocido como el arroyo de los sueños, en cuyo honor recibe su nombre el periódico de la Academia.
Sandhurst, a diferencia de otras academias nacionales militares, como West Point en los Estados Unidos o la Australian Defence Force Academy, no es una universidad. Se espera que los nuevos alumnos sean graduados universitarios aunque este no es un requerimiento absoluto. Esto podría ser visto en casos como el príncipe William, que era un graduado universitario cuando ingresó en la Academia, mientras que su hermano Henry no lo es. Las Fuerzas Armadas Británicas operan el Welbeck College, que prepara a los candidatos para grados académicos de ingeniería en universidades civiles. Se espera que dichos estudiantes pasen a Sandhurst, Dartmouth (Colegio Naval Real de Britannia) o Cranwell (RAF College Cranwell) después de terminar sus estudios.


  
Tomás O'Ryan Vázquez.



Biografía

O’Ryan Vázquez, Tomás. Madrid, 30.III.1821 – 2.VIII.1902. Teniente general de Ingenieros y ministro de la Guerra.

Hijo de Edmundo Tomás O’Ryan, intendente de los Ejércitos nacionales en la provincia de Toledo en 1819, consejero y director de Hacienda Pública (Rentas Cesantes), individuo de la Junta de Aduanas y caballero de la Orden de Carlos III, natural de Thurles (Irlanda), y de María Soledad Vázquez, natural de Lugo.
Estudió Matemáticas con Francisco Travesedo y Dibujo con Vicente López. El 18 de mayo de 1838 su padre solicitó su entrada en el Cuerpo de Ingenieros, en cuya Academia fue admitido el 26 de octubre de 1838, obteniendo el grado de subteniente del Regimiento Provincial de Compostela el 5 de septiembre de 1838. Tras terminar sus estudios en 1842 fue promovido a teniente de ingenieros, disfrutando, por antigüedad de 22 de marzo de 1840, del empleo de teniente de milicias provinciales. El 23 de noviembre de 1842 fue destinado al Ejército de Cataluña, donde actuó como habilitado de las compañías. Tras obtener el puesto de teniente ayudante del 2.º batallón del Regimiento de Ingenieros el 19 de enero de 1843, obtuvo el grado de capitán de Infantería el 24 de septiembre, y un año después fue enviado a la División Expedicionaria de África, pasando a la plaza de Ceuta con cuatro compañías de su cuerpo para formar parte de la expedición proyectada al imperio de Marruecos. Pero al frustrarse la empresa, pasó a incorporarse al resto del Regimiento acantonado en Guadalajara.

Ascendido a capitán, tomó el mando de una Compañía de Minadores, y el 20 de abril de 1846 fue designado para una misión en la Escuela Práctica Regimental de Montpellier (Francia), asistiendo hasta noviembre a clases prácticas relativas a las minas. Gracias al caudal de información que suministró (manuales de zapadores, minadores, pontoneros, litografías, planos, etc.), el 13 de septiembre de 1847 fue nombrado director de la Escuela Práctica de Guadalajara que tuvo lugar del 10 al 16 de octubre, y el 24 de ese mes obtuvo, en recompensa a sus trabajos, el grado de 2.º comandante de Infantería. Continuó desempeñando el servicio del Cuerpo en Madrid y La Granja, y en la Revolución de 26 de marzo de 1848 combatió con una pequeña columna a los insurgentes en las calles de Madrid, tomando, con grandes bajas, las barricadas de la Carrera de San Jerónimo, por lo que recibió la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase y el grado de teniente coronel de Infantería. Del 28 de noviembre de 1848 al 18 de marzo de 1850 fue profesor en la Academia de Ingenieros.
Luego pasó a Cuba, donde formó parte, como secretario, de una comisión dirigida por el teniente general Rafael de Arístegui Vélez de Guevara, conde de Mirasol, destinada a estudiar las defensas de la isla. Su desembarco (al que llegó enfermo) coincidió con la expedición filibustera conducida por el general Narciso López, contra la que actuó en funciones de Estado Mayor y con tropas en auxilio de Cárdenas en mayo de 1850. Tras retornar a España en octubre, fue elegido secretario de la Comisión para redactar las conclusiones de los trabajos de inspección desarrollados en Cuba. Elevado poco después el conde de Mirasol al cargo de ministro de la Guerra, O’Ryan quedó a sus órdenes directas en enero de 1851, y obtuvo el empleo de 1.er comandante de Infantería el 6 de febrero de ese año, quedando el 17 de marzo a las órdenes del ministro hasta la terminación de la Comisión acerca de la isla de Cuba.
El 24 de febrero de 1852 quedó a las órdenes del ingeniero general, y poco después fue nombrado secretario de la Junta encargada de informar acerca de los diferentes ramos de la administración y gobierno cubanos. En 27 de marzo de 1852 fue designado miembro de la Comisión que se trasladó a Austria para hacer indagaciones militares sobre el uso de la luz como material de guerra, viaje que aprovechó para visitar las fortificaciones en la frontera con Italia y en el Adriático, y para traducir del alemán varios trabajos importantes de su especialidad. El 3 de julio se le concedió permiso para ir en comisión a Francia, Bélgica, Alemania, Hungría e Italia. Tras suspender su estancia en Austria en abril de 1854 por razones de salud, participó en los acontecimientos militares y políticos de junio-julio de ese año. Retornó al profesorado en la Academia Especial de Ingenieros, y obtuvo el 16 de mayo de 1855 el grado de coronel de Infantería como recompensa por su participación en la Comisión de indagaciones militares en el Imperio Austro-Húngaro.

En julio de 1855 fue agregado al cuartel general francés en la campaña de Crimea, asistiendo con otros compañeros, como el entonces teniente coronel de Artillería José López Domínguez, al sitio de Sebastopol, y concurrió a la batalla de Tchernaïa (16 de agosto), al asalto a la torre de Malakoff (8 de septiembre) y a la toma de la ciudad, tras lo cual se le otorgó el rango de oficial de la Legión de Honor, caballero de la 3.ª clase de la Orden Imperial de Medjidié, Medalla de la Reina de Inglaterra a los Ejércitos de Crimea y el ascenso efectivo a coronel con fecha 11 de abril de 1856, tras un informe favorable del mariscal Pellissier al Gobierno español. Al regresar a España en agosto, se le destinó a las órdenes del ingeniero general para redactar la Memoria de la Guerra de Oriente, y más tarde fue colocado en la Dirección General de Ingenieros.
El 19 de mayo de 1859 se le confió el cometido de estudiar la guerra de Italia con el Ejército sardo. El 15 de junio llegó a Génova, y se incorporó en Rivoltella al Cuartel Real piamontés, con el que concurrió a la toma de Peschiera. Firmado el armisticio, fue condecorado en enero de 1860 por el rey Víctor Manuel II con la Orden de San Mauricio y San Lázaro, y pasó a estudiar, con varios oficiales a sus órdenes, las plazas y establecimientos militares de Cerdeña y la organización del naciente Ejército italiano. Volvió a España justo a tiempo de ser nombrado mayor general de Ingenieros del Ejército de África. El 22 de febrero de 1859 se le destinó a dicha fuerza expedicionaria en clase de mayor general. En la campaña de África resultó herido el 9 de diciembre de 1859 y fue ascendido a brigadier de Infantería el 25 de febrero de 1860. Apenas restablecido, se unió nuevamente al Ejército y participó en el combate de Samsa y en la batalla de Wad-Ras.

De 1860 hasta agosto de 1866 desempeñó sucesivamente los cargos de gobernador militar de Ferrol (27 de septiembre de 1861), Melilla (10 de julio de 1863) y Alicante (14 de marzo de 1864). El 18 de noviembre de 1864 fue nombrado secretario de la Dirección General de Infantería, y en ese cargo tomó parte en los combates que se libraron en Madrid el 22 de junio de 1866. Tras resultar herido por arma de fuego, obtuvo la Cruz del Mérito Militar de 3.ª Clase. El 13 de agosto de 1866 dejó su cargo en la Dirección General de Infantería y solicitó cuatro meses de real licencia para curarse de sus heridas. Sin embargo, el 29 de agosto de 1866 pasó a tomar el mando de una brigada en las Provincias Vascongadas, fijando su residencia en San Sebastián, hasta que el 7 de noviembre fue nombrado secretario de la Junta Consultiva de Guerra. El 29 de agosto de 1867 recibió la orden de mandar una columna hacia Béjar para sofocar una rebelión, manteniéndose en operaciones hasta el 23 de noviembre. El 23 de junio de 1868 se le concedieron tres meses de licencia para tomar baños en Cambo (Francia).
Al producirse la Revolución de septiembre, fue separado del cargo que desempeñaba como secretario de la Junta Consultiva de Guerra, que fue suprimida el 20 de octubre, y quedó en situación de cuartel en Madrid hasta que el 23 de noviembre se le concedió licencia para Francia, donde ingresó en el entorno de la destronada Isabel II. Cuando la destituida Reina le nombró el 1 de mayo de 1870 director de estudios y jefe del Cuarto del Príncipe de Asturias, O’Ryan mandó un escrito el día 21 solicitando un año suplementario de licencia para desempeñar este cometido. Sin embargo, el Gobierno presidido por Prim ordenó el día 25 su retorno a Madrid, orden que O’Ryan se negó a cumplir. Un Consejo de Guerra celebrado en Madrid el 1 de agosto le sentenció en rebeldía a ser despedido del servicio en el Estado Mayor por desobediencia. Aunque el 23 de octubre de 1873 se le dio de alta en el Estado Mayor General del Ejército, una Orden de 24 de noviembre dejó sin efecto su retorno al servicio activo.

Tras acompañar al príncipe Alfonso en sus viajes por Europa, la Restauración le permitió reincorporarse a la milicia el 20 de enero de 1875, en el cuadro de Estado Mayor General de Ejército. El 8 de abril se le concedió el empleo de mariscal de campo, promoviéndosele al año siguiente al grado de teniente general. Como jefe del Estado Mayor General del Ejército del Norte desde el 3 de abril de 1875, preparó las fortificaciones de la línea del Arga y el transporte de fuerzas de Navarra a Miranda. Continuó desempeñando la jefatura del Estado Mayor del Ejército de la Izquierda y del Primer Ejército a pesar de que, por su destacado comportamiento en la batalla de Elgueta (13 de febrero de 1876), obtuvo el 1 de abril el empleo de teniente general. Finalizada la guerra, fue capitán general de Granada (9 de agosto de 1876), 1.er ayudante de campo de Su Majestad el Rey (de 11 de julio de 1877 a 17 de julio de 1879), director general de Administración Militar (18 de diciembre de 1879), capitán general de Castilla la Nueva (3 de marzo de 1880), director general de Infantería en dos ocasiones (del 17 de julio al 18 de diciembre de 1879, y del 2 de julio de 1887 al 14 de junio de 1888), presidente de la Sección Primera de la Junta Consultiva de Guerra (5 de noviembre de 1883), presidente de la Sección Segunda de dicha Junta (9 de diciembre de 1885 y del 20 de enero de 1893 al 6 de abril de 1893) y ministro de la Guerra con Sagasta (del 14 de junio de 1888 al 11 de diciembre de 1888). Fue también director general de la Guardia Civil (13 de diciembre de 1888) e inspector general de la misma (28 de julio de 1889) y presidente de la Junta Superior Consultiva de Guerra (13 de noviembre de 1890). Recibió orden de cumplimentar al presidente de la República Francesa en Pau el 2 de mayo de 1891. Desde el 6 de abril de 1893 quedó en situación de reserva hasta su muerte.

Se casó en febrero de 1867 con Sofía O’Ryan y Payno (viuda). Era miembro de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País desde el 30 de junio de 1861. Entre sus distinciones destacan: Cruz de San Fernando de 1.ª Clase (18 de abril de 1848) por su actuación durante los sucesos revolucionarios de marzo; caballero de Carlos III (21 de marzo de 1852); Orden de Carlos III (21 de enero de 1856) por su estancia en Crimea; Gran Cruz de San Hermenegildo (22 de noviembre de 1859 y 22 de septiembre de 1875 con antigüedad de 3 de marzo de 1873); Gran Cruz de Isabel la Católica (20 de junio de 1865); Cruz del Mérito Militar de 3.ª Clase con distintivo rojo (27 de julio de 1866, efectiva desde el 22 de diciembre por su participación en los sucesos de junio en Madrid) y Gran Cruz del Mérito Miliar (31 de agosto de 1875) y Orden de Medjidié de Turquía y Gran Cruz de la misma (31 de diciembre de 1880).
En 1878 marchó comisionado a Italia para asistir a las honras fúnebres del rey Víctor Manuel, siendo nombrado el 14 de febrero de 1878 caballero Gran Cordón de la Orden de los Santos San Mauricio y San Lázaro. En 1879, coincidiendo con la entrevista de Alfonso XII con el rey de Portugal, fue nombrado el 19 de junio caballero Gran Cruz de la Real Orden Militar Portuguesa de Nuestra Señora de la Concepción de Villaviciosa.
Tomás O’Ryan tradujo numerosas obras del alemán y del inglés, y fue también colaborador de la revista Estudios Militares (1897).


Obras de ~: con F. Coello y Quesada y P. Madoz, Atlas de España y sus posesiones de ultramar. Diccionario geográficoestadístico- histórico. Posesiones de América: Isla de Cuba, Madrid, Camilo Alabern, Leroux, Bacot, 1851-1853; J. Wrumb, Tratado de arquitectura militar, trad. de ~, Madrid, 1856; con A. Villalón, Memoria sobre el viaje militar a la Crimea, presentada por los Oficiales del Cuerpo de Ingenieros nombrados en 1855, para seguir a estudiar las operaciones de la guerra entre Rusia y las potencias occidentales, Francia e Inglaterra, auxiliando a la Turquía, Madrid, Imprenta del Memorial de Ingenieros, 1858, págs. 234-242; Biografía del Sr. D. Antonio Rodríguez y Martínez, general de Brigada del Ejército francés, por un antiguo oficial del Cuerpo de Ingenieros, Madrid, Memorial de Ingenieros, 1876; Fuerza de voluntad y notabilidades modernas, 1877; Guerra de Oriente (1854 a 1856): Conferencias, Madrid, Memorial de Ingenieros, 1886; A. de Boguslawstri, Consecuencias tácticas deducidas de la guerra de 1870-71, trad. de ~, Madrid, Imprenta del Memorial de Ingenieros, 1890; La campaña de 1859, preludio de los acontecimientos de 1866, 1870 y 1871. Traducido del alemán por Tomás O’Ryan y Andrés Villalón, Madrid, Memorial de Artillería, 1898; La luz como material de guerra, s. f. (ms. de 20 págs. en el Archivo Genera Militar, Segovia, exp. personal, carp. 9); Manual del pontonero, s. f.; Memoria sobre la organización de la Escuela teórico-experimental regimental de Ingenieros de Montpellier, s. f.; Descripción de varios hornos de cal y fogatas pedreras, s. f.; Descripción de las letrinas de hiero, usadas en los cuarteles y hospitales militares en Austria, s. f.; Apuntes y consideraciones sobre la guerra francoalemana [por un oficial general ruso], trad. de ~, s. f.; Rüstow, Guerra de Italia en 1859, trad. de ~, s. f.; Barón de Scholl, Determinación de la forma más conveniente de la sección transversal para las galerías de mina, trad. de ~, s. f.; Barón de Seddler, La infantería, la caballería y la artillería alemanas, trad. de ~, s. f.; Barón Mauricio de Sellón, De la defensa nacional en Inglaterra, trad. de ~, s. f.; Cardena de Wideru, Guerra turco-rusa de 1877 a 78, hasta la toma de Plewua, trad. de ~, s. f.; Instrucción del zapador, trad. de ~, s. f.; Instrucción para construir hornos de campaña de 178 raciones en hornada, trad. de ~, s. f.

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), exp. 1838; Archivo Histórico Nacional, Estado, Carlos III, exps. 662 y 2325; Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Condecoraciones, caja 178.

J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Actas, 1998.


  
Guillermo Morphy y Ferriz de Guzmán



Biografía

Morphy y Férriz de Guzmán, Guillermo. Conde de Morphy (I). Madrid, 29.II.1836 – Baden (Suiza), 28.VIII.1899. Secretario particular del rey Alfonso XII.

Hijo de José Morphy, nacido en Madrid el 29 de febrero de 1836, Guillermo Morphy aparece vinculado a la historia de la Familia Real española en 1870, año en el que la reina Isabel II abdicó sus derechos en su hijo el príncipe Alfonso, futuro Alfonso XII. Abogado de formación pero músico apasionado, Morphy siguió estudios de Música en los Conservatorios de Madrid y Bruselas, pero hacia las citadas fechas abandonó su prometedora carrera musical en aras de su relación con el futuro Monarca.
Había comenzado sus estudios musicales a los ocho años, con el maestro Orihuela, y dos años después, con Antonio Mercé en la Escuela Pía de San Antonio de Madrid, matriculándose posteriormente en el Colegio de Santiago de Masarnau, donde la Música ocupaba un lugar destacado dentro de las enseñanzas impartidas, componiendo algunas pequeñas piezas, que fueron interpretadas en su círculo familiar. Al tiempo que cursaba su carrera de Leyes en la Universidad Central, tomó como maestro de Música, sin que al principio lo supiera su familia, a Francisco de Asís Gil, Primer Premio del Conservatorio de Bruselas, con quien estudió Armonía, Contrapunto y Fuga durante seis años.
Saldoni refiere que “muchas veces pasaba las horas del aula en armonizar bajetes o escribiendo contrapuntos sobre un canto llano, y sin embargo de esto, ganó todos los años de estudio, obteniendo siempre buenas notas, pero a fuerza de trasnochar o de madrugar, aun en invierno”. Al tiempo se dedicó al análisis y a la musicografía, dejando en segundo plano el estudio del Piano, instrumento en el cual había alcanzado un nivel técnico considerable. En esta época realizó viajes a Galicia, Asturias y Santander, con el fin de conocer la música popular de estas regiones.

En 1854, los avatares políticos llevaron a su padre a trasladarse a Sevilla como fiscal de la Audiencia, a quien acompañó toda su familia y también su hijo Guillermo Morphy, que aprovechó para estudiar Violín durante dos años y de paso conoció el espíritu de la música popular andaluza. Al fallecer José Morphy en 1858, la familia regresó a Madrid, teniendo Guillermo que renunciar a sus aspiraciones artísticas para hacerse cargo del bufete paterno. Sin embargo, en 1863 consiguió el encargo de estudiar los conservatorios líricos y sociedades corales europeas, y así viajó por casi toda Europa y permaneció nueve meses en Bruselas para estudiar composición bajo la supervisión de Fétis, director del conservatorio. Un año después compuso El cántico de Moisés, cantata a gran orquesta y coros con texto latino, dedicada al duque de Brabante —después rey de Bélgica—.
Refiere Mariano Vázquez que “Fétis, interesado por el discípulo que ya estimaba, contribuyó con su influencia y proporcionó los medios para que la obra se ejecutase en la Sala Ducal con el gran órgano, la orquesta y coros de la Catedral de Santa Gúdula, y juntamente la Sociedad Lírica, que era entonces la más notable de Bélgica. Se reunieron trescientos ejecutantes, la obra fue muy aplaudida, y el joven compositor pudo decir que la fortuna había acompañado sus primeros pasos”; esta cantata permaneció varios años en el repertorio de la iglesia de Santa Gúdula.

Según refiere Ovilo y Otero, “mientras el primer editor de Bruselas le proponía comprarle la partitura de su obra, el director del teatro de la Moneda le prometía representarle una ópera, así que estuviese concluida”. Según Vázquez, “a estas obras siguieron otras varias, entre ellas los coros a voces solas titulados Los trapenses, Serenata española y Los almogávares, con algunos más, que fueron ejecutados por la Sociedad Lírica en los conciertos de la misma. El éxito alcanzado por estas composiciones hizo que fuesen adquiridas por un editor, siendo estímulo poderoso además para el Sr. Morphy la promesa de un libreto de ópera, en dos actos, para el teatro de la Monnaie.
Al propio tiempo el Sr. Fétis le instaba para que se quedase en Bruselas trabajando a su lado”.

Morphy regresó a Madrid al ser nombrado gentilhombre del príncipe de Asturias, para ocuparse de la educación del príncipe, abandonando —en palabras de Ovilo y Otero— “el sillón de la orquesta por las cámaras de Palacio, la batuta del director por el libro del pedagogo, la libertad del artista por la esclavitud del vasallo”. Durante ese período entabló amistad con Monasterio, Eslava, Guelbenzu y otros músicos notables del Madrid de la época. Pero, con la Revolución de 1868, Morphy se consideró expulsado de España, y se estableció en París con su madre, recurriendo a la música para atender a su subsistencia, relacionándose con Gounod, David, Thomas y Gévaert, entonces director de la Grande Opéra. Éste le animó a continuar sus investigaciones sobre los libros de vihuela y guitarra española, facilitándole los materiales que él había reunido y aquellos que se conservaban en París, para más tarde estudiar los de las bibliotecas de Bruselas, Viena, Dresde y Madrid, especialmente en la de Barbieri. En París compuso una Sonata para piano y violín, la Serenata española para canto y piano, interpretadas en la Sala Hertz y publicadas por Gérad, así como la Sonatina para piano a cuatro manos, publicada por Durand en París y Romero en Madrid.
Escribió la música del baile Un mariage à Seville, sobre argumento de Théophile Gautier, con figurines de Fortuna, que fue admitido para su estreno en la Grande Opéra, pero no pudo ser estrenado por la guerra franco-prusiana. Ante el cerco de París, Morphy y su madre huyeron a Narbonne, donde permanecieron diez meses, trasladándose después a Madrid, donde publicó algunos artículos de crítica musical en La Ilustración Española y Americana y otros periódicos, y trabajó en la composición de las óperas españolas Mudarra y Los amantes de Teruel, inconclusas.

En Burdeos asistió a las sesiones de la Asamblea, acudiendo a las tertulias de Victor Hugo, Garibaldi y Thiers. Tras la firma de la paz, en París, acompañó a Gauthier en su última enfermedad; tras el fallecimiento del mismo, sus herederos pusieron dificultades a la publicación del texto del ballet inédito, con música de Morphy, que no llegó a ser estrenado.
En 1872, después que el príncipe Alfonso completase su formación académica y militar en París y marchó a Viena para continuar su educación en el Colegio Teresiano, Morphy entonces abandonó su carrera como compositor por haber aceptado el encargo de la Reina de convertirse en preceptor y director de los estudios del joven príncipe, a quien desde entonces no abandonaría y tan sólo en sus ratos libres pudo completar su trabajo sobre los libros de vihuela y tablatura en las bibliotecas de Viena, al tiempo que compone la ópera Lizzie, con texto de Chirch, y varias obras para la orquesta de Eduardo Strauss. De forma recíproca, el príncipe cobró un afecto especial por él, que no solamente dirigió sus estudios en todos los ámbitos, sino que también le guió durante aquellos años inciertos previos a su restauración en el trono. Como muestra de gratitud, pocos días después de llegar a España como nuevo rey Alfonso XII, el Soberano le concedió el título de conde de Morphy, el 27 de febrero de 1875, y le encargó las tareas propias de su secretaría personal al producirse la Restauración borbónica.

Amigo íntimo del Rey, fue su consejero y confidente fiel. Tras el fallecimiento del Soberano, en 1885, a quien Morphy asistió en sus últimos días, la reina regente María Cristina lo mantuvo como secretario personal, encargándole la remodelación de su secretaría privada ese mismo año. Consciente de la importancia de aquel encargo, Morphy reorganizó la secretaría real siguiendo los modelos del rey de Bélgica y el emperador de Austria, poniéndose en marcha la nueva secretaría en 1891. Con un salario de 15.000 pesetas y potestad para proponer el nombramiento del personal de la secretaría, Morphy contó hasta su muerte con la confianza absoluta de la Reina, con quien compartió su apasionado interés por la música. Buen amigo, asimismo, de la infanta Isabel, Morphy fue uno de sus apoyos en la promoción de eventos musicales durante la Regencia, participando en la gestión de diversas entidades musicales y apoyando a los músicos españoles. En abril de 1884 la Unión Artístico-Musical interpretó su Zambra morisca con éxito. Fue presidente de la Sociedad de Conciertos de Madrid entre 1884 y 1890, coincidiendo con la etapa de la dirección de Tomás Bretón; intervino en la consolidación de la orquesta, consiguió subvenciones del Ministerio de Fomento e hizo posible que la sociedad interviniese en algunos actos oficiales celebrados en el Palacio Real. Presidió la Sección de Bellas Artes del Ateneo Científico y Literario de Madrid entre 1886 y 1895, impartiendo varias conferencias dedicadas a la historia del arte y de la música de España. El 31 de enero de 1887 fue elegido académico de la sección de Música de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y fue condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica. En su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes, en 1892, habló de superar el drama wagneriano, siguiendo algunas de las alternativas mostradas por Bretón en sus óperas; también proponía la reforma de la música lírica española y la creación de un teatro lírico en su contestación al discurso de ingreso en la Academia de Bretón. Morphy planteó una visión regeneracionista sobre la música española; consideraba necesario tomar los elementos propios españoles para construir con ellos las obras musicales que permitieran el renacimiento de la música española. Muchas de sus opiniones —que anticipan los postulados de Pedrell— fueron transmitidas a sus amigos músicos, influyendo directamente sobre los escritos de Bretón.
Se mostraba defensor de la creación de la ópera española, considerando la zarzuela como pasada de moda y limitada por sus moldes formales. Estimaba necesario reformar la enseñanza de la música, incluyéndola en las escuelas primarias, organizar y reformar el conservatorio, crear un teatro lírico y de la zarzuela, crear una gran Sociedad Filarmónica con sucursales en las ciudades importantes, premiar a los maestros de capilla que restaurasen el cultivo de la música religiosa española y reorganizar las músicas militares, todo ello con el objetivo de conseguir el progreso de la cultura musical española.

Morphy, prototipo de hombre de cultura bien relacionado con los intelectuales de su época, en cuyos salones se celebraron conciertos y audiciones en los que participaron todos los artistas extranjeros que acudían a Madrid, no en vano era buen amigo de músicos españoles y extranjeros, especialmente de Granados, Arbós, Guervós, Bretón, Blanquer y Albéniz. Según Bretón, “ […] en la Corte […] sólo pensó el conde de Morphy, después de cumplir con los deberes de su cargo, en favorecer el desarrollo del arte y facilitar el camino a los artistas de todas clases”, favoreciendo que diversos artistas obtuvieran pensiones para formarse en el extranjero.
Casado con la austríaca Cristina Hagyi y Seringer, dama de la reina María Cristina, el conde de Morphy falleció en la localidad suiza de Baden el 28 de agosto de 1899, adonde se había trasladado para tomar las aguas termales y recomponer su ya quebradiza salud.
Había compuesto unas cien obras musicales de distintos géneros, hoy en día en el olvido. Tradujo del inglés la biografía y correspondencia de Beethoven publicada por Moschèles. Escribió artículos de crítica musical en La América, El Parlamento, La Gaceta Literaria, La Ilustración Española y Americana y otros periódicos. Sus trabajos sobre los vihuelistas españoles vieron la luz en un volumen póstumo titulado Les luthistes espagnols du XVIè siècle, con prólogo de Gevaert, publicado en edición alemana traducida por Hugo Riemann.

Obras de ~: Los trapenses, Serenata española; Los almogávares; Sonata, para piano y violín; Serenata española, para canto y piano; Sonatin, para piano; Un mariage à Seville, Mudarra, ópera (inacabada); Los amantes de Teruel, ópera (inacabada); Lizzie, ópera; Zambra morisca.

Escritos: Discurso leído en la apertura de la Sección de Bellas Artes del Ateneo Científico y Literario de Madrid por el Excmo. Sr. Conde de Morphy, Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1886; “El año musical 1889 en España”, en La España Moderna, año II, t. XIII, I (1890), págs. 77-78; Discursos leídos ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la recepción pública del Excmo. Sr. D. Guillermo Morphy y Férriz de Guzmán, Conde de Morphy, el día 18 de diciembre de 1892, Madrid, Imprenta de Manuel Tello, 1892; Discursos leídos ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la recepción pública del Ilmo. Sr. D. Tomás Bretón el día 14 de mayo de 1896. Contestación del Excmo. Sr. Conde de Morphy, Madrid, Imprenta de los hijos de José M. Ducazcal, 1896; Les Luthistes espagnoles du XVIe siècle. Die spanischeri lautenmeister des 16 Jahrhunderts (von G. Morphy, vorwort von F.A. Gevaert, französischen text revidiert von Charles Malherbe, deutsche ubersetzun von Hugo Riemann), Leipzig, Breitkopf und Härtel, 1902.

Bibl.: B. Saldoni, Diccionario Biográfico-Bibliográfico de Efemérides de Músicos Españoles, vol. II, Madrid, Antonio Pérez Dubrallç, 1880; M. Ovilo y Otero, “El caballero Morphy”, en Escenas Contemporáneas, vols. II-III, Madrid, Imprenta de Higinio Reneses, 1883; F. Arteaga y Pereira, Celebridades Musicales, Barcelona, Centro Editorial Artístico de Torres y Seguí, 1887, pág. 635; A. L. Salvans, “Excmo. Sr. Conde de Morphy”, en Ilustración Musical Hispano-Americana (Barcelona), año II, 35 (21 de junio de 1889), págs. 89-90; “El Conde de Morphy. Su muerte”, en El Heraldo de Madrid, 30 de agosto de 1899; “El Conde de Morphy”, en La Música Ilustrada Hispano-Americana (Barcelona), año II, 18 (10 de septiembre de 1899), pág. 4; T. Bretón, “Homenaje a un artista”, en El Heraldo de Madrid, 1 de septiembre de 1899; Discurso leído por el Ilmo. Sr. D. Tomás Bretón en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la sesión de 25 de septiembre de 1899, en memoria del difunto académico de número Excmo. Sr. Conde de Morphy, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1899; A. de Sagrera, Una rusa en España. Sofía, duquesa de Sesto, Madrid, Espasa Calpe, 1990; R. de la Cierva, La otra vida de Alfonso XII, Madrid, Fénix, 1994; A. de Sagrera, La Reina Mercedes, Madrid, Compañía Literaria, 1995; R. Sobrino, “El epistolario inédito de Tomás Bretón a Isaac Albéniz (1890-1908): nuevos documentos sobre la música española en torno al 98” y “El Conde de Morphy (1836-1899), protagonista musical de una época. Epistolarios a Albéniz y Pedrell”, en Cuadernos de Música Iberoamericana (Madrid), vols. 5 y 7 1998, 1999), págs. 163-183 y págs. 61- 102, respect.; L. G. Iberni, “Morphy Ferrís, Guillermo”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, vol. VII, Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales-Sociedad General de Autores y Editores, 2000, págs. 827-828; M.ª J. Rubio, La Chata. Isabel de Borbón y la Corona de España, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003; J. A. Vaca de Osma, Alfonso XII y la reina Cristina, Madrid, Espasa, 2005; R. Mateos Sainz de Medrano, La Reina María Cristina. Madre de Alfonso XIII y regente de España, Madrid, La Esfera de los Libros, 2007.


  
  Medalla de Alfonso XII


Anverso y reverso de la Medalla de Alfonso XII


Real orden de 8 de septiembre de 1875.

Se crea una medalla denominada de Alfonso XII que recuerde las glorias y penalidades de la presente guerra civil y perpetúe sus más brillantes hechos, inscribiendo sus nombres en pasadores adjuntos a dicha condecoración, a contar desde 1.º de enero de este año, hasta su terminación
Para tener derecho al uso de la medalla, será preciso llevar un año de operaciones o de guarnición en plazas fuertes, etc., enclavados en territorio de la guerra, al frente del enemigo, a contar desde 1.º de enero último. Haber sido herido. Llevar seis meses de operaciones o guarniciones de la forma expresada, habiendo asistido además a tres acciones de guerra.

Rey con la medalla.


La medalla se entregaba en dos materiales: plata para oficiales y de metal blanco para las clases de tropa, de forma circular y 35 milímetros de diámetro, con un botón en la parte superior por el que pasará una anilla prolongada donde estará la cinta.

Anverso: el busto de S. M. el Rey, y alrededor la siguiente inscripción: ALFONSO XII, A LOS EJÉRCITOS EN OPERACIONES

Reverso: orla circular de laurel, abierta por la parte superior para dejar sitio a la corona real; y en el centro de la orla en tres líneas horizontales se leerá: VALOR, DISCIPLINA, LEALTAD

Cinta: amarilla, de igual amplitud que la medalla, con dos listas rojas verticales, de 5 milímetros de ancho cada una, equidistantes otros 5 milímetros de los extremos de la cinta. Pasadores: del mismo metal que la medalla, de 3 milímetros de anchura, y se colocarán horizontalmente sobre la cinta, dejando entre uno y otro 2 milímetros de distancia, siendo la antigüedad de los hechos que llevan inscritos la que determinará el lugar de su colocación a partir de abajo arriba, de modo que la fecha más antigua sea el más inmediato a la medalla.

08.09.1875: PAMPLONA, CANTAVIEJA, TREVIÑO y SEO DE URGEL

31.12.1875: MIRAVALLES

27.03.1876: ORIA y ELGUETA

08.04.1876: OLOT, JUNQUERA, PEÑA-PLATA, VERA, SANTA BÁRBARA y ESTELLA

13.06.1876: GUETARIA y CANTABRIA

30.04.1880: ESQUINZA-OTEIZA y LÍNEAS DE ORIO

MIRAVALLES


TREVIÑO y OTEIZA

CANTAVIEJA, SEO DE URGEL, SANTA BÁRBARA y ESTELLA

JUNQUERA, TREVIÑO y PAMPLONA

pasadores varios

La tercera guerra carlista fue una guerra civil que tuvo lugar en España de 1872 a 1876, entre los partidarios de Carlos, duque de Madrid, pretendiente carlista al trono, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII. 
En marzo de 1870, Ramón Cabrera presentó la dimisión como jefe político y militar del carlismo por creer que no se daban las "condiciones razonables de alcanzar el triunfo por las armas" y no querer exponer a España a una nueva guerra civil. El pretendiente, que llevaba meses preparando la insurrección desde el exilio, estableció el 21 de abril de 1872 como la fecha para el comienzo de la sublevación.
Esta guerra civil se desarrolló sobre todo en las Provincias Vascongadas, Navarra y Cataluña. Además de la defensa del orden y la unidad católica, la restauración por parte del pretendiente en julio de 1872 de los fueros abolidos por los decretos de Nueva Planta por Felipe V, influyó en la fuerza del levantamiento en Cataluña y en menor medida en Valencia y Aragón. También se alzaron algunas partidas poco activas por Andalucía, así como el resto del territorio peninsular, especialmente en áreas montañosas donde practicaban el bandolerismo ante su marginalidad y escasa eficacia a la hora de establecer un vínculo con el pueblo que facilitara su actividad guerrillera. A pesar del aumento tanto cualitativo como cuantitativo del ejército carlista, estos volvieron a ver sus esfuerzos frustrados.
La guerra provocó entre 7.000 y 50.000 bajas.




Honores.

Investidura de Alfonso XII como gran maestre de las Órdenes Militares el día 24 de febrero de 1877, óleo sobre lienzo, 200 x 150 cm, Madrid, Palacio del Senado.

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