Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


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lunes, 10 de septiembre de 2018

346.-Palacio Las Torres de Meirás, o Pazo de Meirás. a


«Lo que me detiene aquí es la necesidad de dirigir el ornato de mi torre, que este año (loado sea Dios) se termina». Esto escribía Emilia Pardo Bazán a su amiga Blanca de los Ríos en julio de 1903. Estaba entonces la escritora inmersa («Vivimos entre virutas, cal y ladrillo») en la construcción de las torres de Meirás, en el municipio coruñés de Sada, que había iniciado nueve años antes.

Las Torres de Meirás, o Pazo de Meirás, es un pazo señorial situado en el término municipal de Sada (Provincia de La Coruña), España.

Introducción.


Vista de la Torre de la Quimera y de otra de las tres torres. Entre ellas,
el acceso principal al edificio. A la derecha, se aprecia el tejado
 de las dependencias destinadas al servicio.

Las Torres de Meirás se sitúan próximas al centro de una gran propiedad, en la zona elevada de una ladera que domina un amplio valle. La finca está rodeada por un fuerte muro de piedra que, en el momento en que se construyó, no incluía tres parcelas que fueron añadidas posteriormente a la propiedad, entre las que se encuentra la de la Casa de las Conchas.
El edificio principal es de estilo romántico.​ Consta de tres torres cuadradas y almenadas de distintas alturas, unidas por cuerpos más bajos: el que une las dos torres de la fachada oeste acoge la capilla, y el que está entre las torres de la fachada sur, donde está la portada principal de acceso, aloja el vestíbulo. Las torres de poniente tienen tres alturas y la de la Quimera, cuatro. Su cerramiento está realizado en granito, aunque existe una gran variedad en los tipos de aparejo, reservándose las mejores piezas de cantería para las esquinas, los vanos, remates y piezas singulares.
Destacan las elegantes ventanas de una de las torres, formadas por una triple arcada apoyada en columnas y balaustrada corrida del segundo piso, y los huecos en esquina de la siguiente planta bajo dinteles de cantería rematados en arco labrado en la misma pieza y apoyados sobre tres esbeltas columnas con capiteles. El balcón cubierto de la Torre de la Quimera es otro de los elementos singulares de esta fachada. Está soportado por tres poderosas ménsulas o modillones, con balaustrada de remate macizo sobre pequeñas columnas, en las que apoya la doble arcada que soporta la cubierta y en la que no faltan los elementos decorativos de épocas anteriores.
En la fachada norte se encuentran unas dependencias que podrían haber sido añadidas en algún momento para ampliar las torres y dotarlas de un área destinada a la servidumbre.
En la capilla hay un retablo barroco dedicado a San Francisco y que fue trasladado desde el Pazo de Santa María de Sada, al sufrir éste un incendio. El pazo alberga interesantes piezas arqueológicas, blasones, escudos, fuentes y cruceros, acumulados fundamentalmente por el general Franco durante su estancia estival allí.

Historia.

El Pazo de Meirás o Torres de Meirás a pesar de su aspecto medieval el actual edificio es de finales del siglo XIX (la primera piedra se colocó en 1893). Fue construido sobre las ruinas de una antigua fortificación edificada en el siglo XIV por Ruy de Mondego, señor de las Mariñas (que es como se llama la comarca) y perteneció sucesivamente a las familias Dejo, Taibo, Ribadeneyra y, desde el siglo XVI, a los Patiño de Bergondo. Fue destruida por las tropas francesas, en el año 1809, durante la Guerra de la Independencia.



Emilia Pardo Bazán​. 

 Emilia Pardo Bazán​ 

Mediante enlaces matrimoniales las propiedades pasaron a manos de los Pardo de Lama, y mediante herencia llegó a manos de Emilia Pardo Bazán​ que emprende la construcción de la actual edificación que era conocida como las Torres de Meirás.​ La escritora se casó en la capilla del pazo –al que llamaba «Granja de Meirás»— el 10 de julio de 1868 y, una vez remodelado, pasaba allí más de cuatro meses al año (el resto en Madrid y La Coruña). Trabajaba en la torre que llamó «de la quimera», donde tenía instalada su biblioteca, que permaneció allí  todavía.

Emilia Antonia Socorro Josefa Amalia Vicenta Eufemia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa.



Emilia Pardo Bazán de la Rúa-Figueroa.

Biografía

Pardo Bazán de la Rúa-Figueroa, Emilia. Condesa de Pardo Bazán (I). La Coruña, 16.IX.1851 – Madrid, 12.V.1921. Novelista, narradora, ensayista, poeta, dramaturga y periodista, catedrática de Literaturas Neolatinas Contemporáneas en la Universidad Central.

Retrato de Emilia Pardo Bazán de niña, c. 1863-1867.


Sus padres pertenecían a sendas familias gallegas de abolengo, con varios títulos en su haber y predominio de la carrera jurídica en la de su padre, José Pardo Bazán y Mosquera, y militar en la de su madre, Amalia de la Rúa-Figueroa y Somoza. Políticamente, se entreveran carlismo (o neocatolicismo) y liberalismo. Tío abuelo de la escritora fue el afrancesado Pedro Pablo Pardo Bazán de Mendoza, traductor de Voltaire en el exilio, al que le llevó su actuación como agente napoleónico en la Universidad de Santiago de Compostela.
Aquellas opuestas tendencias políticas acompañarán a la Pardo Bazán toda su vida. Carlista era su esposo, el hidalgo orensano José Quiroga y Pérez de Deza, con el que contrajo matrimonio en el año de la Revolución del 68, y lo fue su hijo primogénito Jaime, asesinado en agosto de 1936. Su propio padre tuvo veleidades carlistas en su juventud, pronto sustituidas por una fiel adscripción a las filas políticas de Salustiano Olózaga, en cuyo bloque progresista obtuvo acta de diputado por O Carballiño en las Cortes Constituyentes de 1869 en las que, no obstante, sus encendidas defensas del catolicismo le hicieron merecedor del título palatino de conde de Pardo Bazán, concedido en 1870 por el papa Pío IX, cuyo uso autorizó el rey Amadeo de Saboya dos años más tarde. Pasado el tiempo, por Real Decreto de 12 de mayo de 1908 y en honor a sus notorios méritos literarios, Alfonso XIII concedió a Emilia el título real de condesa de Pardo Bazán.

Es de destacar la extraordinaria influencia ejercida en la trayectoria de la escritora, hija única, por su padre, al que con motivo de su muerte en 1890 califica, en una carta a Menéndez Pelayo, como un verdadero amigo, consejero y protector, “representación viva del honor y de la bondad”. Ya antes, en unos “Apuntes autobiográficos” que sus editores le pidieron para la primera edición de Los Pazos de Ulloa, lo había definido como “un hombre ilustrado, que tiene aficiones de político, jurisconsulto y agrónomo, y a quien interesan más las cuestiones sociales que las literarias”. En su biblioteca, Emilia niña se convirtió en una voraz lectora, sobre todo de Cervantes, la Biblia, la Ilíada y, como libros prohibidos, los de Víctor Hugo. Con posterioridad se sirvió cumplidamente de la Biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela, bajo la protección de su rector, el ilustre químico Antonio Casares. Con todo, su formación fue en gran medida autodidacta, sólo con estudios reglados para señoritas de alcurnia en “cierto colegio francés, muy protegido de la Real Casa”, de donde sacó en limpio un perfecto conocimiento del idioma de Molière.

Retrato de Emilia Pardo Bazán de joven, c. 1876-1886.


Pero la voluntad paterna hacia ella era totalmente proclive a facilitar el libre desarrollo de su inteligencia y talento literario sin ninguna cortapisa debida a su condición de mujer. Muy otra fue la actitud del esposo, con el que tuvo tres hijos, Jaime (1876), Blanca (1879) y Carmen (1881), y del que se separó amistosamente en 1883 a raíz de las polémicas provocadas por la publicación de su novela sobre las obreras coruñesas titulada La Tribuna y su ensayo sobre el naturalismo francés La cuestión palpitante.
A poco de su matrimonio, y desencantado ya su padre por el rumbo político prerrevolucionario que tomaba el país, la familia Pardo Bazán emprendió, en el verano de 1873, el que fue el primer viaje europeo de la escritora por Francia, Italia y Austria. A su regreso, Emilia, imbuida del ideario carlista y neocatólico, sintió curiosidad, sin embargo, por el krausismo, y en la Universidad de Santiago, donde su esposo concluyó la carrera de Derecho, vivió de cerca la llamada “segunda cuestión universitaria”, en la que los primeros en manifestar su oposición al decreto del ministro Orovio fueron dos jóvenes profesores krausistas de la Minerva compostelana, Laureano Calderón y Augusto González Linares, a los que protegió José Pardo Bazán y del segundo de los cuales se enamoró Emilia. Por estas circunstancias entró en contacto con Francisco Giner de los Ríos, cuya amistad la acompañó desde 1875 hasta la muerte de quien ella consideró “tal vez el mejor de mis amigos”, que influyó sobremanera tanto en la moderación de sus ideas, en su comprensión ecléctica de las diversas opciones de pensamiento frente al integrismo neocatólico, como en su profundo sentido patriótico y en su decidida actitud feminista, entre otros extremos. De hecho, Giner costeó en 1881 la edición del volumen de versos que Emilia dedicó a su hijo Jaime. De muy distinto signo es la relación epistolar y personal que la escritora mantuvo desde 1879 con Menéndez Pelayo, plena de reticencias por parte de éste, que evolucionaron hacia una franca enemistad cuando Menéndez Pelayo supo del proyecto pardobazaniano, que nunca llegaría a materializarse, de una Historia de las letras castellanas, que él deseaba también poder escribir para continuar la obra de Amador de los Ríos.

Después de poesías juveniles, como las patrióticas compuestas al regreso de las tropas españolas victoriosas en África, y de un intento novelístico, Aficiones peligrosas, publicado en la prensa, es muy significativo que la primera incursión de la Pardo Bazán en el terreno del ensayo se produjera en 1876 con motivo del certamen convocado en Orense por mor del segundo centenario del nacimiento del padre Feijoo, que la joven escritora ganó polémicamente con un texto no muy extenso y bastante deficiente, vencedor, sin embargo, del presentado por Concepción Arenal, fallo mal acogido por los krausistas. De su paisano Feijoo le interesaba a Emilia el sincretismo entre razón y fe, la develación de los errores comunes y la curiosidad universal. De hecho, entre 1891 y 1893 realizó la proeza de editar ella sola, como única redactora, una revista bajo el título, precisamente, de Nuevo Teatro Crítico.
Por esos años se interesó, sobre todo, por las nuevas ideas científicas y filosóficas, que intentó conciliar, como en el caso del darwinismo, con los fundamentos de su fe católica, e ignoró por completo el género novelístico, de modo que sólo tardíamente conoció la literatura de Valera, Alarcón y Galdós y publicó, en 1879, su primera novela, de ambientación compostelana, Pascual López, autobiografía de un estudiante de Medicina, al tiempo que empezó a escribir cuentos, aparecidos en la prensa, y dirigió, en 1880, la Revista de Galicia, de muy corta vida. En Emilia Pardo se dio siempre una fuerte vinculación vital y literaria con su tierra gallega, su folclore —de cuya Sociedad fue elegida presidenta en 1884— y sus gentes, pero no gozó de las simpatías de los escritores galleguistas, en especial del poeta Curros Enríquez y del polígrafo Manuel Murguía, que nunca le perdonó los fríos términos de su discurso necrológico, pronunciado con motivo de la muerte de Rosalía de Castro en 1885. Pardo Bazán, en efecto, veía como un germen de separatismo la exacerbación del sentimiento regionalista, y esta actitud suya se incrementó considerablemente en los últimos años de su vida. No hay en ella impulsos de denuncia contra la preterición y menosprecio de los gallegos, y su consideración de su lengua es poco entusiasta.

No menor importancia para el afianzamiento de su carrera como novelista tuvo su viaje a Vichy en septiembre de 1880, para someterse en su famoso balneario a un tratamiento contra su enfermedad hepática, con una posterior visita en París al cenáculo de Víctor Hugo. De entonces data el comienzo de sus vastas lecturas de los novelistas franceses Balzac, Flaubert, Daudet y los Goncourt. Años después, en 1886, escribió en una carta al novelista catalán Narcìs Oller: “En España creo ser una de las pocas personas que tienen la cabeza para mirar lo que pasa en el extranjero”, para lo que contaba con su desahogada posición económica, que le permitía viajar por toda Europa regularmente, y su conocimiento de las lenguas más importantes del continente. Allí, en Vichy, escribió las primeras páginas de su segunda novela, Un viaje de novios (1881), y pronto se convirtió en puntual conocedora del naturalismo de la escuela zolaesca, cuyo círculo llegó a frecuentar, y divulgadora en España de sus teorías estéticas, positivistas y experimentalistas.
De todo ello dio razón en un polémico ensayo, La cuestión palpitante (1883), incomprendido en el fondo de sus tesis, más proclives a los logros estéticos del realismo propio de la tradición española del Siglo de Oro, lo que ella denominó, en una carta al ecuatoriano Juan Montalvo fechada en 1887, “mi sistema de realismo armónico o sincrético”.
Desde entonces, la condescendencia masculina con que había sido recibida como escritora se tornó desvío o franca hostilidad, lo que le granjeó, dada la firmeza con que defendía sus posiciones, calificativos como “Doña Verdades” o “la inevitable doña Emilia”. La escritora gallega mantuvo una intensa relación epistolar y amistosa con los más importantes autores españoles de su tiempo y trató a algunos de los franceses, incluidos Émile Zola, Daudet y Edmond de Goncourt, participando activamente, además, en la república literaria mediante la redacción de numerosas reseñas críticas sobre las obras de sus contemporáneos, alguno de los cuales, como Juan Valera, escribió para contradecir La cuestión palpitante toda una serie de artículos reunidos en el libro Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas (1887).
El propio Zola llegó a hablar, sorprendido por lo que de contradicción había en ello, del “naturalismo católico” de doña Emilia, negador por lo tanto del determinismo materialista de la herencia y del medio.

Significativamente, el comienzo de la serie considerada naturalista de sus novelas vino precedido de su libro sobre san Francisco de Asís (1882), cuya segunda edición prologó el propio Menéndez Pelayo, pero tanto La Tribuna (1883), interesante reflejo de la vida de las trabajadoras coruñesas de la fábrica de Tabacos cuando la Primera República, que no satisfizo a tirios ni a troyanos, como sus dos grandes novelas Los Pazos de Ulloa (1886) y La Madre Naturaleza (1887) fueron adscritas sin matices a la escuela francesa y tildadas por muchos como heterodoxas. Pero Emilia Pardo estaba ya entusiasmada por otra novelística que conoció también en París, gracias en parte a sus contactos con el crítico y periodista Isaac Yakovlevich Pavlosky y a través de traducciones francesas, objeto de otras conferencias suyas en el Ateneo, luego reunidas en el volumen La Revolución y la novela en Rusia (1887).
La década de 1880 coincide con el mejor momento de Emilia Pardo Bazán, que se mostró extraordinariamente prolífica, fue constantemente homenajeada en su tierra natal pero trasladó finalmente, en 1889, su residencia a Madrid, en un espléndido piso de la calle de San Bernardo. Su vida había transcurrido hasta entonces entre la capital de España, Galicia y París, adonde viajó, por lo demás, a raíz de la magna Exposición Internacional de la que salió su libro de crónicas, escritas para el diario bonaerense La Nación, Al pie de la torre Eiffel (1889). Asimismo es destacable su viaje a Roma con motivo del jubileo de León XIII, lo que le permitió visitar en Loredán al pretendiente Don Carlos. De todo ello dio cuenta en su libro Mi romería (1888), y su sugerencia en él de un carlismo transigente y dialogante le granjeó la enemiga de los fundamentalistas y provocó una escisión en el Partido Tradicionalista.

Al tiempo, se cartearon con ella o escribieron sobre sus libros autores e intelectuales de tan diverso signo cuales Giner de los Ríos o Gumersindo Laverde, Menéndez Pelayo, Pereda, Clarín y los catalanes Oller, Yxart o Ángel Guimerá. La tradujo al francés Albert Savine y mantuvo idilios amorosos con el escritor ecuatoriano Juan Montalvo, con Benito Pérez Galdós, con el que viajó por Alemania, y con el financiero y coleccionista José Lázaro Galdiano, el fundador de la revista La España Moderna, al que conoció en Barcelona con motivo de su Exposición Internacional. Esta etapa galante de su vida se dejó traslucir en novelas como Insolación y Morriña, y en Realidad del propio Galdós, todas ellas de 1889. Pero la influencia mayor que experimentó siguió siendo, sin duda, la del padre de la Institución Libre de Enseñanza, quien trasladó su lugar de veraneo a las proximidades de la granja de Meirás, el pazo de Pardo Bazán. A él le debe también su intermitente pero poco arraigada preocupación social, que donde se muestra más patente es en el libro de su viaje a los Países Bajos titulado Por la Europa católica (1902), fruto de contactos propiciados por el propio Giner.
Ya quedó apuntado que, en parte, el feminismo de la condesa tenía esa misma procedencia krausista e institucionista, que había dado lugar a realizaciones como el Ateneo Artístico y Literario de Señoras, la Asociación para la enseñanza de la mujer o la Escuela de Institutrices, y probablemente se exacerbó a causa del cambio de actitud generalizada hacia su persona y su obra, especialmente sangrante en el caso de Pereda y, sobre todo, de Clarín, quien llegó a escribir acerca del “furor literario-uterino de doña Emilia”, rechazo muy generalizado que se percibe desde el último decenio del siglo y que provocó, entre otras operaciones, declaradas maniobras por parte de los académicos más recalcitrantes en contra de su ingreso en la Real Academia Española.

De 1889 datan dos importantes escritos de esta índole, “La cuestión académica. A Gertrudis Gómez de Avellaneda”, sobre la imposibilidad de su acceso a la docta casa, que recibió réplica de Juan Valera, y sobre todo el extenso artículo sobre “La mujer española” que le encargó desde Inglaterra la Fortnightly Review, luego traducido en la revista de Lázaro Galdiano. Se trata de un trabajo de impronta sociológica en el que se traza un panorama regionalizado de la situación femenina en España nada complaciente, pues, amén de denunciar las insuperables constricciones machistas, se denuncian las flaquezas de las propias mujeres, sobre todo las burguesas, que salen muy mal paradas por su vulgaridad y cursilería. En todo caso, aun teniendo en cuenta la situación social privilegiada de que disfrutaba y que reproduce en varias de las protagonistas de sus novelas, cuya independencia económica las hace más libres que sus congéneres del común, es digna de encomio la valentía y clarividencia con que Emilia utilizó todas las armas a su alcance —tribunas, libros, publicaciones periódicas, novelas como las publicadas en la década de 1890, actividad social, la Biblioteca de la Mujer por ella creada en 1892, sus públicos homenajes a Concepción Arenal, etc.— para introducir la posibilidad de una “mujer nueva o del porvenir” para la que le servían de modelo algunas de sus escasas amigas, como las institucionistas Sara Innrarity y Emilia Gayangos. Estos esfuerzos de la condesa, al margen de sus sucesivos fracasos académicos, dieron frutos tan notables como la presidencia en 1906 de la sección literaria del Ateneo madrileño, cometido en el que se mostró muy activa, su incorporación en 1910 al Consejo de Instrucción Pública, reconocimiento gubernamental de su interés por temas como la educación del hombre y la mujer que Emilia había expuesto en un sonado congreso de 1892, y, sobre todo, su nombramiento, debido en 1916 al ministro de Instrucción Pública Julio Burell, como primera catedrática de la Universidad Central de Madrid, donde, por cierto, fue objeto de manifiesto boicot por parte del claustro de profesores y de los propios alumnos.
Desde la publicación, entre 1891 y 1893, de los treinta números de Nuevo Teatro Crítico, ciento cincuenta cuartillas de texto que la escritora redactó mensualmente a tal fin, se percibe en el pensamiento de la Pardo Bazán una honda preocupación, claramente pre-noventaiochista, hacia la pérdida de pulso de su país, verdadera obsesión que convive con reiterados artículos de sesgo feminista y la crítica literaria, en la que el autor más favorecido es Benito Pérez Galdós.
La escritora llegó a hablar de la necesidad, para España, de “despensa y caja”, lo que hace recordar a Joaquín Costa. Critica sin cortapisas lo acomodaticio e interesado de los partidos turnantes y el artículo titulado “Despedida” con el que cierra el Nuevo Teatro Crítico aparece transido de pesimismo por la postración de España. Surgió, también, al socaire del centenario de 1492, el creciente interés de la escritora, que ya no la abandonó, por las empresas de España en América. El resultado de tanto esfuerzo fue el agotamiento físico y financiero de la condesa y el cierre en 1893 de esta revista de tan feijoniano título cuando los rumbos de la novelística finisecular, de los que la escritora se hizo otra vez eco tanto en el aspecto crítico como en el creativo, apuntan hacia un nuevo espiritualismo simbolista. Doña Emilia ya no publicó ninguna novela de la envergadura de Los Pazos de Ulloa y comenzó a cultivar un género que se hizo extremadamente popular en los decenios siguientes, la novela corta, de las que llegó a publicar no menos de diecinueve títulos hasta 1920.

No faltaron, por estos años, en la actividad de la condesa los viajes por tierras castellanas, y sus escritos regeneracionistas se multiplicaron con el final del siglo.
Le preocupaban las guerras coloniales pero también el resurgir de los movimientos secesionistas internos. Las dos grandes lacras que denunció una y otra vez eran el caciquismo y el parlamentarismo, lo que la iba aproximando cada vez más a soluciones en falso, como las propiciadas por un “cirujano de hierro”. El régimen de la Restauración le parecía definitivamente fracasado, y acaecido ya el “Desastre”, no dudó en pronunciar en la sala Charrás de La Sorbona una conferencia titulada “La España de ayer y la de hoy”, sumamente autocrítica para los españoles y de decidido talante regeneracionista, que le mereció, por parte de Pereda y de don Marcelino, el calificativo de vendepatrias. Las mismas ideas fueron, no obstante, difundidas por la condesa en otras conferencias pronunciadas en el interior del país, desde Valencia hasta Orense, así como en las crónicas que envió en 1900 desde París bajo el título Cuarenta días en la Exposición, muy críticas para con el significado del pabellón español.
Su paradójicamente renacido sentimiento patriótico asoma en la gran mayoría de los cuentos que entonces escribió y publicó. Coincidiendo con este relativo decaimiento de ánimo y creatividad —más en lo cualitativo que en lo cuantitativo—, la condesa hizo una intensa vida social y convirtió los salones de su casa en lugar de encuentro de aristócratas, políticos —Cánovas, Castelar, Silvela, Canalejas y Romanones se encuentran entre sus más asiduos amigos—, artistas, periodistas, escritores y poetas como Rubén Darío, a muchos de los cuales ofreció la hospitalidad veraniega de las ahora, tras su remozamiento, denominadas Torres de Meirás. Su madre, Amalia de la Rúa-Figueroa, con la que convivió, le secundó en todos los aspectos domésticos, pero se hizo íntima amiga, a la vez, de Unamuno o del pintor Joaquín Vaamonde, que inspiró la figura de Silvio Lago, el protagonista de la novela decadentista de 1905 La Quimera. Vaamonde, tras retratar a la condesa, se convirtió en su protegido ante la aristocracia capitalina, y después de una corta vida despilfarrada, murió acogido precisamente por las Pardo Bazán en las Torres de Meirás.

Introducida por Santiago Rusiñol, Emilia visitó el Cau Ferrat de Sitges y quedó deslumbrada por el modernismo catalán, en una época de su vida en que se acrecentó considerablemente su interés por las artes plásticas (Sorolla y Benlliure estaban entre sus preferidos).
Mantuvo su amistad con Galdós, exenta ya de cualquier componente amoroso, que sí se dio en una fugaz relación, de triste final, con el novelista Vicente Blasco Ibáñez mantenida entre 1899 y los primeros años del nuevo siglo. La saña del novelista valenciano contra ella se vertió, precisamente, en la novela de 1906 La maja desnuda. La escritora, un tanto desengañada de la vida literaria que tanto había cultivado con la pluma y con el trato personal en tiempos anteriores, dividió ahora su tiempo entre su predio gallego, donde pasaba un largo verano, y su casa de Madrid, convertida en un mentidero de puertas abiertas que frecuentaban ya escritores de la generación más joven, en especial Miguel de Unamuno.
También gozó de la amistad de Azorín, pero sufrió la enemiga de Pío Baroja. Con todo, el noventaiochista que destacó en sus preferencias literarias fue su paisano Valle-Inclán. Familiarmente, de 1910 data la boda de su hija Blanca con el general Cavalcanti, y de 1915 la de su hijo Jaime, también militar, más afecto al carlismo de su padre que al eclecticismo liberal de la madre. La condesa intentó beneficiarlo con el título real que le había concedido Alfonso XIII, manteniendo el pontificio para ella.
Muerto Francisco Giner de los Ríos en 1915, los dos varones de su familia influyeron en la deriva conservadora del pensamiento de la condesa que caracterizó los últimos años de su vida, marcados asimismo por un recio sentimiento patriótico que se percibe bien a las claras en las “Crónicas de España” que enviaba al diario argentino La Nación hasta el mismo año de su muerte, y por ciertas ínfulas místicas que en su literatura se vierten, sobre todo, en su última novela extensa, Dulce dueño, de 1911.

El fracaso de un nuevo intento por entrar en la Real Academia Española se palió con otros honores y títulos, como la Banda de la Orden de María Luisa y la Cruz “Pro Ecclesia et Pontífice” concedida por Benedicto XV. También representan otros tantos fracasos los intentos teatrales de la condesa, realizados tardíamente, entre 1898 y 1906, y probablemente estimulados por la incursión en los escenarios de su amigo y maestro Pérez Galdós. Sólo cuatro de las piezas por ella escritas —El vestido de boda (1898), La suerte (1904), Verdad y Cuesta abajo, ambas de 1906— llegaron a representarse, sin alcanzar ni con mucho el eco que la obra de su autora había logrado en lo novelístico y seguía mereciendo con sus cuentos y novelas cortas. Así, el matrimonio María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, los grandes señores de la escena española del momento, rechazaron estrenarle su pieza Juventud. Ello no empece la atención crítica que la escritora concedió al arte dramático, y su postura abierta hacia las posibilidades artísticas del cine, otro de los nuevos inventos que, como el automóvil o el teléfono, la condesa incluyó muy pronto en el argumento de sus narraciones. El desengaño por los disgustos que su militante actividad crítica le había deparado en tiempos pasados la hacía ahora más prudente, y renunció a escribir sobre escritores vivos, ocupándose puntualmente, sin embargo, de las grandes figuras, españolas y extranjeras, que fallecían y asimilando su metodología a la de su admirado Hippolite Taine. En todo caso, tanto por su labor crítica como por la cátedra que regentó en la Universidad Central, se puede afirmar con justicia que ella fue la primera cultivadora de la literatura comparada en España, así como una decidida europeísta. Fueron, asimismo, notables sus dos conferencias conmemorativas del centenario cervantino sobre “El lugar del Quijote entre las obras capitales del espíritu humano” o la leída ese mismo año de 1916 en la Residencia de Estudiantes sobre “El porvenir de la literatura después de la guerra”.

Su invariable interés por lo literario se hizo compatible, durante estos últimos años de su vida, con una creciente atención a la pintura y en particular a las exposiciones de los artistas contemporáneos, así como con una gran afición a la ópera, en particular la de Wagner. No renunció, tampoco, a incidir con su opinión en las políticas concretas de su país, en lo que destaca su campaña a favor del fomento del libro y la lectura, y la creación de nuevas bibliotecas públicas. No ocultó su desencanto por el fracaso del regeneracionismo en la vida pública española, y dejó traslucir la añoranza de una autoridad fuerte como la de Juan Franco, primer ministro del rey de Portugal, precursor de la dictadura española de Primo de Rivera.
Comentó también en sus crónicas la marcha de la Gran Guerra, aunque desistió de viajar a París para seguirla más de cerca tal y como había sido su primera intención. No desaparecieron, sin embargo, de sus escritos periodísticos las propuestas feministas, entre las cuales es curioso su aplauso a las aventuras automovilísticas o aeronáuticas protagonizadas por mujeres, y sobresalió también la atención a todo lo relacionado con los avances médicos, que perpetúa el interés por las enfermedades de sus novelas escritas durante la época naturalista. Precisamente una afección gripal, complicada con su diabetes, le provocó la muerte el 12 de mayo de 1921. Pese a las múltiples manifestaciones de duelo por la pérdida de una escritora y una persona tan excepcional como fue Emilia Pardo Bazán, no faltó un artículo necrológico, firmado el 13 de mayo por Enrique Díaz Canedo en El Sol, en el que figuran desmesuras como ésta: “Leyendo a la condesa Pardo Bazán, en sus novelas y sus cuentos, no se está en presencia de una mujer. Su estilo tiene vigor masculino, y en sus mismas exageraciones, antes que un amaneramiento mujeril, se delata una brusquedad hombruna”. Fue enterrada en el cementerio madrileño de San Lorenzo, muy lejos de la capilla de las Torres de Meirás.

Obras de ~: Estudio crítico de las obras del padre Feijoo, Madrid, Tipografía Perojo, 1877; Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina, Madrid, Montoya y Cía., 1879; Un viaje de novios, Madrid, Manuel G. Hernández, 1881; Jaime, colección de poesías, Madrid, Aurelio J. Alaria, 1881; San Francisco de Asís, siglo XIII, Madrid, Gómez y Fuentenebro, 1882, 2 ts.; La Tribuna, Madrid, Alberto de Carlos Hierro, 1883; La cuestión palpitante, Madrid, Imprenta Víctor Sáiz, 1883; El Cisne de Vilamorta, Madrid, Ricardo Fe, 1885; La dama joven. Bucólica. Nieto del Cid. El indulto. Fuego a bordo. El rizo del Nazareno. La Borgoñona. Primer amor. Un diplomático. “Sic transit”. El premio gordo. Una pasión. El Príncipe Amado. La Gallega, Barcelona, Daniel Cortezo, 1885; El Folklore gallego en 1884-1885. Sus actas, acuerdos y discursos, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Ricardo Fe, 1886; Los Pazos de Ulloa, Madrid, Daniel Cortezo, 1886; La Madre Naturaleza, Madrid, Daniel Cortezo, 1887, 2 ts.; La Revolución y la novela en Rusia (Lecturas en el Ateneo de Madrid), Madrid, Tello, 1887, 3 ts.; La leyenda de la Pastoriza, A Coruña, José Míguez Peinó y Hermano Impresor, 1887; De mi tierra, A Coruña, Casa de la Misericordia, 1888; Mi romería (Recuerdos de viaje), Madrid, Tello, 1888; Insolación (Historia amorosa), Madrid, Ramírez, 1889; Morriña (Historia amorosa), Madrid, Henrich, 1889; Al pie de la Torre Eiffel (Crónica de la Exposición), Madrid, Renacimiento, 1889; Los pedagogos del Renacimiento. Erasmo, Rabelais y Montaigne, Madrid, Publicaciones del Museo Pedagógico, 1889; Por Francia y Alemania (Crónica de la Exposición), Madrid, La España Editorial, 1890; Una Cristiana-La Prueba, Madrid, Renacimiento, 1890-1891, 2 ts.; La piedra angular, Madrid, Renacimiento, 1891; Nuevo Teatro Crítico, Madrid, E. Rubiños, 1891-1893; Obras Completas, Madrid, Imprenta Renacimiento y Atlántica, Imprenta A. Pérez Dubrull, Artística y Sáez Hnos., 1891-1922, 43 vols.; Polémicas y estudios literarios, Madrid, Renacimiento, 1892; Cuentos de Marineda, Madrid, Renacimiento, 1892; Cuentos nuevos, Madrid, Renacimiento, 1894; Doña Milagros (Ciclo de Adán y Eva), Madrid, Renacimiento, 1894; Los poetas épicos cristianos, Madrid, Agustín Aurial, ¿1895?; Las memorias de un solterón, Madrid, Renacimiento, 1896; Hombres y mujeres de antaño, Barcelona, 1896; El tesoro de Gastón, Madrid, Juan Gili, 1897; El saludo de las brujas, Madrid, Renacimiento, 1898; Cuentos de amor, Madrid, Renacimiento, 1898; La España de ayer y la de hoy. Muerte de una leyenda, Madrid, Avrial, 1899; Cuentos sacroprofanos, Madrid, Renacimiento, 1899; El Niño de Guzmán, Madrid, Renacimiento, 1899; Un destripador de antaño (Historias y cuentos de Galicia), Madrid, Idamor Moreno, 1900; Cuarenta días en la Exposición, Madrid, Renacimiento, 1900; En tranvía (Cuentos dramáticos), Madrid, Idamor Moreno, 1901; Por la Europa católica, Madrid, Idamor Moreno, 1902; De Siglo a Siglo, Madrid, 1902 (2.ª ed., Madrid, Renacimiento, ¿1912?); Misterio, Madrid, Bailly- Baillière, 1902; Cuentos de Navidad y de Reyes, Cuentos de la patria, Cuentos antiguos, O. C., t. XXV, Madrid, edición de la autora, s. d. ¿1902?; La Suerte, diálogo dramático, Madrid, Idamor Moreno, 1904; La Quimera, Madrid, Idamor Moreno, 1905; Discurso en la velada que la ciudad de Salamanca consagró a la memoria del poeta Gabriel y Galán, el 26 de marzo de 1905, Madrid, Idamor Moreno, 1905; Lecciones de literatura, Madrid, Ibero-americana, 1906; Verdad, drama en cuatro actos, Madrid, Velasco, 1906; Novelas ejemplares: Los tres arcos de Cirilo, Un drama, Mujer, Madrid, Renacimiento, 1906; Cuesta abajo, comedia dramática en cinco actos, Madrid, Velasco, 1906; El fondo del alma, cuentos del terruño, Madrid, Renacimiento, 1907; Cada uno, Madrid, Imprenta Artística de José Blass, El Cuento Semanal, 1907; Allende la verdad, Madrid, Imprenta Artística de José Blass, El Cuento Semanal, 1908; Belcebú, Madrid, Imprenta Campomanes, El Cuento Semanal, 1908; La Sirena negra, Madrid, M. Pérez Villavicencio, 1908; Retratos y apuntes literarios, Madrid, Velasco, 1908; Finafrol, Madrid, Imprenta de Alrededor del Mundo, Los Contemporáneos, 1909; Sud-exprés, Madrid, Imprenta R. Velasco, 1909; Verdad, Cuesta abajo, Juventud, Las raíces, El vestido de boda, El becerro de metal, La suerte, Madrid, Imprenta Velasco, 1909; La literatura francesa moderna. El Romanticismo, Madrid, Renacimiento, 1910; Dulce dueño, Madrid, Renacimiento, 1911; La gota de sangre, Madrid, Los Contemporáneos, 1911; La literatura francesa moderna. La transición, Madrid, Prieto, 1911; Arrastrado, Madrid, Imprenta de Alrededor del Mundo, Los Contemporáneos, 1912; Cuentos trágicos, Madrid, Renacimiento, 1912; En las cavernas, Madrid, Imprenta de Gabriel López del Horno, El libro popular, 1912; La cocina española antigua, Madrid, Renacimiento, 1913; La cocina española moderna, Madrid, Renacimiento, 1913; La muerte del poeta, Madrid, Los Contemporáneos, 1913; La literatura francesa moderna. El Naturalismo, Madrid, Prieto, c. 1914; Hernán Cortés y sus hazañas, Madrid, Tipografía La Lectura, 1914; Instinto, Madrid, Imprenta Luna, 1916; La aventura de Isidro, Madrid, Imprenta Luna, La Novela Corta, 1916; La última fada, Madrid, Imprenta de la Novela Corta, 1916; Porvenir de la literatura después de la guerra, Madrid, Residencia de Estudiantes, 1917; Francisco Pizarro o Historia de la conquista de Perú, Madrid, Voluntad, 1917; Clavileño, Madrid, La Novela Corta, 1917; Dioses, Madrid, La Novela Corta, 1919; Rodando, Madrid, La Novela Corta, 1920; Cuentos de la tierra, Madrid, Sáez Hermanos, 1922; Cuadros religiosos, Madrid, Pueyo, 1925; El lirismo en la poesía francesa, Madrid, Pueyo, 1926.

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Escudo de la condesa de Pardo Bazán, dama de la Orden de María Luisa.

Escudo partido. 1º, en campo de azur, cáliz de oro acompañado de tres cruces llanas del mismo metal en palo a cada lado y una en el jefe; 2º, jaquelado de sable y plata, de quince puntos. Al timbre, corona condal. 

El blasonado, aun respetando las estrictas leyes heráldicas, mantiene algún consciente error que induce a una notable confusión a la hora de distinguirlo. Todo tipo de heráldica, siempre plena de simbología, tiene la función de mostrar los elementos de identidad, diferenciadores de los demás, respondiendo a una representación de alegorías que, por sí solas, describen y relacionan la condición de la persona a quien pertenece. En este caso, ha sido parcialmente desvirtuado con respecto a sus orígenes. Si la intención de doña Emilia fue acolar las armas de los Pardo y los Bazán -motivo bien justificado-, evidenciamos en su primer cuartel una total desvinculación de las armas utilizadas por los Pardo-a secas- y, en cuanto al segundo, aparece incompleto, toda vez que el apellido Bazán custodia su blasón «jaquelado de plata y sable, con bordura de gules, cargada de ocho aspas de oro», y aquí, como bien puede apreciarse en el dibujo, falta la bordura y sus ocho aspas.

No me resisto a esbozar una ligera reflexión final, alrededor de este blasón de la condesa de Pardo Bazán, rubricando lo que diversos y rigurosos analistas heráldicos determinan, primeramente, sobre la simbólica representación de las armas de los Pardo, del que algunos afirman que «trae de oro tres pinos de sinople bien ordenados» y, por su lado, el docto padre Crespo, señala que las armas «primitivas parecen haber sido de gules, con un águila de su color, picada, membrada y armada de oro». Tampoco esto hace al caso, pues cada una de las ramas del linaje suelen modificar su emblemática y, por tanto, pueden existir algunas otras variantes, pero estos escudos, concretamente, son las más relacionadas con la nobleza gallega. Pese a este planteamiento, doña Emilia, rehuye de todas las fórmulas relacionadas con dicho apellido y sus caracteres heráldicos y se decanta por utilizar otro que nada tiene que ver con el apellido en estudio y sí con uno de los utilizados por la Casa de los Pardo de Cela. «En campo de azur, un copón de oro, surmontado en el centro por una cruz de oro y flanqueado por otras seis cruces del mismo metal, en palo, tres y tres». Y aquí, mi concluyente especulación. 

¿Por qué adopta doña Emilia esta emblemática en lugar de la correspondiente a los Pardo -a secas-, como hemos señalado? 

Solamente una remota posibilidad, en un comprensivo intento de explicar el motivo -o capricho- por el que la condesa Emilia hubiera alterado las piezas del primer cuartel, haciendo caso omiso de los Pardo, me impulsa a intuir que la inserción del cáliz, copón o viril, que, con las siete cruces representan la heráldica gentilicia de los Pardo de Cela, pudiera suponer un intencionado homenaje, tal vez, a alguno de sus ilustres antepasados, como en su momento también modificara -así lo hemos podido comprobar- el nombre de su condado otorgado por el Rey Alfonso XIII. También pudiera ser un deseoso galanteo de acendrado orgullo y espíritu filial a su tierra nativa, dada la semejanza de aquellas armas de los Pardo de Cela con las que configuran el escudo de nuestra admirada Galicia.

Nota: Posible y venerado recuerdo, a su tercera abuela, doña Ángela-Antonia Pardo de Cela y Ponte, casada con don Pedro Pardo de Lama Patiño Montejano, señor de Ciobre, progenitores de don Juan José Pardo de Lama y Pardo de Cela, del Real Cuerpo de Artillería, con pruebas de Nobleza, y bisabuelo de «la condesa Emilia».



Francisco Franco.

Tras la muerte de Emilia, en 1921, y el asesinato en 1936 de su hijo Jaime y del nieto de la condesa, también llamado Jaime, por milicianos de la FAI,​ la propiedad queda en manos de su hija Blanca Quiroga de Pardo Bazán y de Manuela Esteban-Collantes, viuda de Jaime.​ Las dos deciden donar el Pazo a la Compañía de Jesús con una serie de condiciones que no son aceptadas por estos.​ Entonces, en 1938, los partidarios franquistas de la coruña deciden ofrecer el Pazo a Francisco Franco como residencia veraniega.  La operación de compra incluyó por tanto todo el mobiliario y el legado de la escritora, así como unas  ha de terreno.
​ La torre y los principales motivos ornamentales del Pazo de Bendaña en localidad de Dodro fueron trasladados al Pazo de Meirás. A las propiedades iniciales que correspondían al Pazo, se le añadieron algunas cercanas gracias a un proceso de expropiación forzosa de los terrenos colindantes, llevando así la superficie del edificio y de las tierras que lo rodean a 6,6 ha.​ La Diputación de La Coruña también expropió fincas para la «mejora y ornamentación» de la carretera que va de la capital de la provincia al Pazo.

El Pazo de Meirás fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 2008. Este hecho obligaba a los propietarios a abrir al público el inmueble, al menos, 4 días al mes.



La biblioteca.

La biblioteca que alberga el pazo, repartida en tres estancias distintas y donde aún se conserva parte del legado literario de Emilia Pardo Bazán. En Meirás, atesoran entre 9.000 a 13.000 ejemplares, en la mayoría volúmenes de ediciones de los siglos XIX y XX. Las temáticas son muy variadas y diversas, destacan los técnicos, al mezclar literatura, historia, filosofía, arte y libros de viajes, que a buen seguro conservaba allí la ilustre escritora coruñesa, con textos sobre la historia militar o el "Movimiento Nacional". 
En la declaración que tramita la Xunta de Galicia para proteger como Bien de Interés Cultural lo que resta del legado de Pardo Bazán, tiene registrados 3.200 volúmenes, entre ellas primeras ediciones de Voltaire. Un inventario más complejo y especializado se impone para catalogar los fondos bibliográficos de las Torres de Meirás, subrayan los técnicos.

Parte de los libros de la biblioteca de Emilia Pardo Bazán custodiados por la Real Academia Galega


La biblioteca de Pardo Bazán constituye un patrimonio bibliográfico excepcional. Los libros que la componen dan cuenta de los amplios intereses y las relaciones que la escritora mantuvo con numerosos intelectuales coetáneos, buena parte de los cuales le dedicaron sus obras. Muchos volúmenes, la gran mayoría, son primeras ediciones que contienen, sobre todo, la literatura del Siglo de Oro español, obras francesas y españolas del siglo XIX y de principios del XX y una buena representación de la literatura gallega. Se pueden encontrar también volúmenes de filosofía, historia, sociología, guías de viajes y una amplia representación de la época en que Pardo Bazán solía colaborar. Entre ellos destacan tesoros como el libro de Saavedra Fajardo Empresas políticas (1648) o primeras ediciones de Voltaire del s. XVIII, a las que alude Pardo Bazán en Los pazos de Ulloa y de las que seguramente el primer dueño fue su abuelo Miguel Pardo Bazán.
Entre los volúmenes dedicados por autores y autoras foráneos figuran también Essays on Social Topics, una serie de ensayos sobre los derechos de las mujeres y la ética sexual publicada alrededor de 1900 por Tennessee Claflin, Lady Cook, sufragista y primera mujer agente de bolsa estadounidense; o L'Assommoir (La Taberna) de Émile Zola, novela salida de imprenta en 1877. Emilia Pardo Bazán hablaba francés, leía además en inglés e italiano, e incluso tradujo del alemán a Heine. Su dominio lingüístico se refleja, asimismo, a través de títulos como Sonnets from the Portuguese (1890), de Elizabeth Barrett Browning; la Memorie autobiografiche del revolucionario Giuseppe Garibaldi; o libros científicos como Le règne animal de George Cuvier, dedicado a su hijo Jaime Quiroga, y Cosmos de Alexander Humboldt en una versión traducida al francés.

Cuatrocientos veinte títulos de la biblioteca de Pardo Bazán conservada en la RAG proceden del propio domicilio coruñés de la autora, hoy sede de su Casa-Museo y de la Academia, y otros 7.463 llegaron de las Torres de Meirás tras el incendio que sufrió el pazo en el año 1978. A día de hoy, permanecen en esta residencia de Sada unos 3.000 volúmenes que pertenecieron a la escritora, según la catalogación que se pudo llevar a cabo a partir de las gestiones promovidas por la Academia en el año 2015, contando con la colaboración de especialistas de la Universidad de Santiago de Compostela y de la Universidad de A Coruña.




El municipio de Sada y Gobierno regional quieren convertir Pazo de Meirás, en un edificio público.


Nota de prensa.


El pleno del ayuntamiento de Sada, donde ubica Pazo aprobó  en agosto de  2017 la reclamación de la propiedad y el uso públicos, de Meirás y declarar "non grata" a los descendientes de  Francisco Franco.
Como consecuencia de este hecho, los descendientes de Francisco Franco ha puesto el inmueble a la venta por 8 millones de euros.
Por otra parte, el Parlamento de Galicia pidió de forma unánime que la que fue propiedad de Emilia Pardo Bazán sea de uso público en julio de 2018. 

«En campo de azul, un navío de dos palos de oro habillado de plata, con velamen al viento, sobre ondas de plata y azul; en el saliente de cada flanco un monte rocoso de gules defendido por una torre abierta y donjonada de oro. Al timbre, corona real cerrada.»
.
Sada es un municipio en la provincia de La Coruña (Galicia). Situado en las Rías Altas, dentro de la ría de Betanzos, dista unos 20 km de la capital de la provincia. Es un pueblo costero, con la pesca y el turismo como industrias principales. La ciudad de Sada se ve favorecida por un clima atlántico. Posee por lo tanto todas las características propias de la costa noroeste gallega: suavidad de temperaturas y poca oscilación térmica, a lo que se suma la agradable temperatura media de las aguas de la ría de Betanzos, permitiendo la práctica de diversas actividades náuticas (vela, buceo, pesca) durante todo el año.
El municipio está situado en el área metropolitana de La Coruña.
En los últimos años el municipio ha experimentado un gran crecimiento urbanístico. ​De esta forma, un pueblo marinero pasó a alcanzar los 14.000 habitantes debido principalmente a la gran permisividad a la hora de construir y a la integración de la localidad en el área metropolitana de La Coruña.

«Paño de azul, con un navío de dos palos de amarillo con el velaje al viento de blanco, sobre dos olas de blanco, flanqueado por dos torres de amarillo donjonadas y abierto.»



Con 27,49 km² de extensión repartidos en ocho parroquias, el municipio de Sada se compone de las de Carnoedo, Veigue, Meirás, Mondego, Mosteirón, Osedo, Soñeiro y Sada.

Sus resguardadas playas son muy aptas para el baño, la pesca y el submarinismo, siendo muy conocidas por la zona, como Arnela, Cirro y San Pedro y su proximidad a La Coruña (18 km) y Betanzos (10 km).



Las Torres de Meirás, o Pazo de Meirás,​ es un pazo señorial que en el año 2008 fue declarado Bien de Interés Cultural. Al finalizar la Guerra Civil, fue  utilizado como residencia estival por Francisco Franco​ hasta su muerte, y posteriormente y de manera irregular pasó a formar parte del patrimonio de los herederos de su hija Carmen Franco (duquesa de Franco), hasta que la controversia sobre la tenencia del pazo llevó a la familia a ponerlo en venta en 2018, sin que llegara a comprarse.
El 2 de septiembre de 2020, el Juzgado de Primera Instancia número 1 de La Coruña sentenció que el pazo era propiedad del Estado, declarando nula y sin efecto la "donación personal" a Franco y a su familia del pazo. Dos meses después se cumplió la sentencia, y desde el 10 de diciembre de 2020 dejó de ser propiedad de la familia Franco y pasó a ser patrimonio del Estado.
Tras recurrir la familia Franco la sentencia ante la Audiencia Provincial de La Coruña,30​ esta ratificó el 12 de febrero de 2021 que el pazo de Meirás y sus fincas son propiedad del Estado y que los franco debían desalojar la propiedad, pero a diferencia del juzgado de Primera Instancia, reconoció a la familia el derecho a ser indemnizada.
 En concreto, la sentencia hace referencia a los gastos de rehabilitación y mantenimiento del inmueble, que sufrió un devastador incendio en 1978, como también a las múltiples reparaciones y mejoras que los Franco habían llevado a cabo a lo largo de cuatro décadas, sin los cuales el estado actual de la propiedad sería "ruinoso". La sentencia también reconoce que no hubo mala fe por parte de la familia Franco, quien durante todo este tiempo ocupó la propiedad de manera pacífica, reconociendo su desconocimiento de la invalidez del título de propiedad que había heredado del jefe de Estado. La cantidad que deberá abonar el Estado a la familia se definiría en la fase de ejecución de la sentencia.




Descripción.


escalera
Descripción de las partes integrantes:

A) La finca: 

Las Torres de Meirás se sitúan próximas a la parte central de una gran propiedad, cerrada sobre sí en la zona elevada de una ladera que domina un amplio valle. El edificio muestra una solidez de formas semejante a la de las estructuras medievales.

Rodea el conjunto un fuerte muro de piedra que forma ángulo recto en los límites norte y este, y que se adapta al trazado de la carretera Meirás-Santa Cruz por el oeste. En el momento en que se construyó el cierre existían tres parcelas que no habían sido añadidas a la propiedad entre las que se encuentra la de la Casa de las Conchas, por lo que el remate por el margen sur se aleja de la carretera, que discurre paralela al frente norte a una cota inferior.

B) Los accesos: 

Se accede a la finca a través de un portalón de hierro forjado delante del que se conserva una de las garitas de control de cantería. Desde aquí, un camino conduce por el interior hasta la casa de los caseros y continúa entre una masa arbolada y bordeada de elementos decorativos, cara a la fachada oeste del Pazo. Además de esta entrada existe otra de similares características en el extremo noroeste de la parcela, que comunica con la fachada norte de la edificación principal.
Finalmente, cerca de la Casa del Guarda, en el frente sur que da a la carretera, se sitúa un portón de madera entre dos pilares de hormigón que sustituye el elemento que, posiblemente en una época relativamente reciente, constituía una tercera entrada orientada a la fachada principal sur de las Torres. Desde ella se accede a la parte inferior de la finca y al camino que discurre pegado al muro de cierre que llega a la antigua granja. Está en la cota mas baja de la parcela, de la que parte el primer montículo que va ascendiendo con una ligera pendiente hasta llegar a la escalinata situada en el frente de la fachada sur, y que desembarca en la cota de la explanada sobre la que se yergue el edificio.
Desde esta misma entrada se inicia otro camino delimitado por un muro de piedra que contiene el terreno de este segundo montículo, en el que se sitúa la edificación principal. Apoya sobre uno de sus tramos un emparrado, a partir de él el camino está empedrado con losas y bordeado de magnolios. En la parte más alta, antes de llegar a la explanada de la casa de los caseros, se deja a la izquierda el espacio donde aún se conservan las fuentes del antiguo jardín de la granja de Meirás. Este acceso confluye con el que hoy está en uso y que lleva al edificio principal.

C) El edificio principal:

El volumen: La construcción que se denomina Torres o Pazo de Meirás forma un vasto polígono irregular, en el que se elevan tres torres cuadradas en esquina, de distinta altura y almenadas. Las dos torres de la fachada oeste están unidas por un cuerpo más bajo que acoge la capilla; entre las torres de la fachada sur existe otro cuerpo, también de menor altura, en el que está la portada principal de acceso, que aloja el vestíbulo.
El edificio se implanta sobre la finca descrita anteriormente, con la fachada principal orientada cara al sureste, en cuyo extremo se yergue la llamada Torre de la Quimera. Se trata de una construcción con planta en L en cuanto a su funcionamiento interior, al que se le añade un cuerpo por el extremo norte de proporciones similares al que alberga la escalera, y entre los que se crea un pequeño patio a través del que se iluminan y ventilan fundamentalmente las dependencias del servicio.

La planta y las cubiertas: Las estancias se distribuyen en dos plantas a excepción de las torres de poniente (con tres alturas) y la de la Quimera (con cuatro). Se cubren a cuatro aguas al igual que el volumen añadido por el frente trasero que además tiene una bufarda orientada cara a la fachada norte. El cuerpo de la capilla tiene un pequeño faldón a un agua y el resto cubierta curva. Sobre el vestíbulo de entrada y la escalera principal hay dos planos de cubierta en banzos, con pendiente y desagüe cara a la fachada principal. El resto de la cubierta es a dos aguas con faldones de distinta dimensión en función de la geometría de la propia planta.

Las fachadas: El frente principal del Pazo de Meirás, orientado al sureste, ve alterada su simetría por la diferencia de altura entre las dos torres que lo componen. El material empleado para su cerramiento es el granito, aunque existe una gran variedad en los tipos de aparejo, reservándose las mejores piezas de cantería para las esquinas, los vanos, remates y piezas singulares. En el cuerpo bajo se centra la puerta principal ornamentada, con los muros cubiertos por buganvillas que descuelgan desde la cubierta. Al no estar al nivel de la explanada que circunda el pazo, se accede a ella subiendo por una pequeña escalinata.

En ambas torres, aunque de forma desigual, se busca la composición de los vanos. Todos ellos son de proporciones verticales y carpinterías de dos hojas, unos rematados con arco de medio punto y otros con dinteles horizontales. Incluso aquellos que se disponen corridos, siguen este mismo criterio separados por esbeltas columnas con sus capiteles, remarcando la verticalidad. Entre ellos destacan las elegantes ventanas de una de las torres, formadas por una triple arcada apoyada en columnas y balaustrada corrida del segundo piso, y los huecos en esquina de la siguiente planta bajo dinteles de cantería rematados en arco labrado en la misma pieza y apoyados sobre tres esbeltas columnas con capiteles.

El balcón cubierto de la Torre de la Quimera es otro de los elementos singulares de esta fachada. Está soportado por tres poderosas ménsulas o modillones, con balaustrada de remate macizo sobre pequeñas columnas, en las que apoya la doble arcada que soporta la cubierta y en la que no faltan los elementos decorativos de épocas anteriores.

La fachada este, abrazada por las hiedras que substituyen a los elementos decorativos, está integrada con el paisaje. Presenta la imagen de torre con un cuerpo pegado, en el que las partes macizas se ven interrumpidas por los numerosos vanos practicados para servir a las estancias de la zona noble, perfectamente orientadas en la planta primera que acoge los dormitorios.

No es posible apreciar la calidad de las fábricas pero si el orden compositivo de la fachada, con huecos y carpinterías de las mismas proporciones, sencillos todos ellos, con una sola singularidad: el balcón corrido con baranda de hierro que asoma discretamente centrado en este cuerpo bajo.

Hacia el norte la fachada de las dependencias del servicio, ofrece en apariencia una imagen de fábrica de cantería de pequeño tamaño, probablemente un aplacado. Existe una clara diferenciación entre los dos cuerpos del ala este: el de cubierta a dos aguas y el que podría haber sido añadido en algún momento para ampliar las torres y dotarlas de un área destinada a la servidumbre dentro de la propia casa. Al igual que sucede con el volumen prismático de la chimenea que parte de la cocina apegado a esta fachada salvando coherentemente los vanos practicados en ella; o el pequeño tiro de la cocina necesario, por otra parte, para ir adaptando el inmueble a las nuevas necesidades. Poco hay que decir sobre la organización de los huecos en este frente, de proporciones similares alineados por plantas en la supuesta ampliación y puede que reorganizados en la baja en el momento en el que la cocina fue remodelada.

La única torre que tiene fachada al norte, aparentemente de cantería, cuenta con un único vano centrado en la primera planta que ilumina y ventila un dormitorio. En el piso siguiente, un vano en esquina, simétrico al de la otra torre. Finalmente cara al oeste, se presenta el lateral del área de servicio y el patio interior cerrado por una reja metálica, sin variación en la fábrica empleada ni en cuanto a proporciones y organización de vanos.

palacio

En la fachada oeste, entre las torres, avanza el volumen de la capilla. Su frente está proyectado, con similar criterio constructivo, compositivo y ornamental que la fachada principal. Variedad en el tipo de aparejo, ordenación y tipología de vanos, elementos decorativos y escudos conforman su imagen. Alineados con el cerramiento de la fachada este y con el del cuerpo de servicio por el lado oeste, hay dos portadas, o pórticos exentos, que cierran la explanada que circunda el edificio por el frente trasero, organizándose así un pequeño patio al que se sale desde esta área de servicio. La situada al oeste parece que fue trasladada desde el muro que delimita la propiedad en el lugar en el que hoy hay un portón de madera, referido anteriormente como tercera entrada.

Los espacios interiores: De los departamentos de Meirás, es el vestíbulo el más destacable. Está centrado por un arco ante el que arranca la ancha escalera de granito, y el pasamanos de piedra, que se abre en dos ramas, torciendo en la derecha, para resolver la distinta altura de las dos alas del edificio, y desembocar en la galería que rodea el vestíbulo. Sobre el primer descansillo se encuentra una vidriera de colores. En el cuadrado posterior del vestíbulo, donde se situaban en otro tiempo parte de los numerosos volúmenes de la biblioteca de doña Emilia Pardo Bazán, un friso de madera y mobles de época, cuadros, tapices, armas y pergaminos.

palacio

Las Torres de Meirás responden al esquema de dos alturas y fallado, dos torres con tres plantas, incluida la baja, y la de la Quimera con un tercer piso. Reservadas estas para alguno de los dormitorios, escritorios, bibliotecas, o salas de la familia, podríamos diferenciar en el resto de los espacios, la zona noble de la destinada a la servidumbre. Al oeste de la planta baja encontramos las dos torres de menor altura unidas por la capilla. A una de ellas se accede desde el vestíbulo al que en otra época era un despacho y hoy está habilitado como dormitorio. Tras él, un distribuidor previo al cuarto de baño y desde aquel, el acceso a la escalera interior que sube a la planta primera de esta torre. Desde este dormitorio tenemos el único acceso interior a la sacristía y a la capilla. 
En esta merece mención el interesante retablo de madera que encuadra a San Francisco. El techo es abovedado, con tribuna a la que se accede desde la planta superior de la otra torre. En la planta baja de esta se sitúa una biblioteca con acceso desde el vestíbulo que envuelve la solemne escalera. Los paramentos verticales están paneleados en madera barnizada, sobresaliendo los anaqueles llenos de libros y documentos cuyo valor se desconoce. El techo tiene una banda de artesonado perimetral y viguería y apontonado de madera a la vista.

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En el ala este se distribuyen, en el espacio destinado a la zona noble, dos «salones de respeto», y el comedor, rematando este cuerpo en un office y la cocina, ya vinculados al ámbito de la servidumbre. Estas dependencias están comunicadas por el interior y sólo se accede, desde el cuerpo principal, a las dos primeras salas. En el muro que las separa, coincidente con la base del lado norte de la Torre de la Quimera hay dos chimeneas de cantería con la cambota apoyada sobre columnas con capiteles esculpidos al igual que su cornisa. Una puerta a la derecha de la escalera principal da paso a un pequeño distribuidor en el que se sitúa el cuarto de aseo de cortesía y el ascensor cuyo volumen sobresale en el extremo sureste del patio. A partir de aquí se sitúa el amplio corredor de la zona de servicio, en la que en simetría con la cocina y office está la zona de lavado, dos estancias –en una de ellas está el cuadro eléctrico y la otra habilitada como dormitorio–, cuartos de aseo y la escalera que comunica con el área de servicio del primer piso.

El esquema de la planta primera es idéntico a la descrita. Se mantienen el perímetro y en general los muros de carga transversales que van delimitando los cuerpos de la edificación. Por la escalera de servicio que acabamos de nombrar accedemos a los dormitorios de la servidumbre. El volumen de la capilla de mayor altura, es accesible a esta cota a través de la tribuna, y el cuerpo de la entrada principal, a doble altura, rodea el doble departamento que forma el vestíbulo.

En una de las torres hay un despacho con acceso directo a la escalera de bajada al dormitorio que tiene acceso directo a la capilla. Encima de la sacristía, la escalera de subida a la planta segunda de la torre con acceso directo desde el corredor perimetral. Desde aquí otra puerta de entrada a la escalera de la tercera torre, que en este piso está ocupada por un dormitorio y su cuarto de aseo. Desembarcando por la rama de la derecha y salvando cinco peldaños, llegamos al distribuidor del ala este. En el encontramos la puerta del ascensor y desde él pasamos al amplio corredor a través del que se accede a las dependencias nobles de esta planta. Dormitorios y cuartos de aseo se distribuyen de una forma similar. En el extremo sur, pegada a la Torre de la Quimera, una escalera previa a la entrada de la única sala que en esta planta ocupa la superficie de esta torre.
 Ya en el segundo piso, las torres con su correspondiente dormitorio con cuarto de baño y el remate de as escaleras. En el caso de la Torre de la Quimera, en la que esta sigue subiendo, existe una pequeña variación con respecto al representado en la planta en lo tocante al núcleo de comunicación vertical. En este rellano hay una puerta que comunica con el fallado. En él se perciben parte de los daños del incendio sufrido por el pazo en el año 1978. Se ve la estructura de cubierta de cerchas metálicas roblonadas y el falso techo de la planta inferior colgando de la antigua estructura de madera, con los nuevos forjados de hormigón que debieron de sustituirla en el área afectada, fundamentalmente esta ala este.


Título de nobleza.



Mobiliario y piezas de procedencia incierta se almacenan junto con herramientas o enseres en los restos de la antigua Granja, residencia de veraneo original de los Pardo Bazán.

ana karina gonzalez huenchuñir

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Los vestigios de la conocida como Granja de Meirás, la antigua residencia de veraneo de los Pardo Bazán que fue reconvertida en zona de servicio tras la construcción de As Torres, nunca formaron parte de los itinerarios por este Bien de Interés Cultural. En las visitas, el guía se limitaba a mostrar las edificaciones desde lejos y explicar que albergaban la casa del guardés, almacenes, garajes y dependencias de apoyo para el cuidado de la finca.

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Muestran el desolador estado de la antigua Granja, objeto de múltiples reformas y transformaciones que comenzaron ya en tiempos de doña Emilia y que continuaron durante franquismo , en las que albergó pabellones, oficinas de la Casa Civil, el despacho de la telefonista y el conserje, cocheras o almacenes.



La Academia Galega y el Concello de Sada discrepan sobre el destino de los fondos depositados en Meirás.
Sada 
26·11·20 
ana karina gonzalez huenchuñir

“La biblioteca de Pardo Bazán no debe salir del pazo de Meirás. Ni ahora ni en el futuro”. 
El alcalde de Sada, Benito Portela, se mostraba ayer tajante a la hora de pronunciarse sobre el destino de los cerca de 3.200 títulos que permanecen todavía en la Torre de la Quimera. La Real Academia Galega aspira, en cambio, a que la declaración de Bien de Interés Cultural permita en breve unificar la biblioteca de la escritora en la casa museo de la calle Tabernas, en A Coruña, que custodia cerca de 8.000 títulos.

La polémica está servida y la Consellería de Cultura, que tendrá un papel decisivo a la hora de decantar la balanza, evitó ayer aclarar su postura a este diario.
 “En este momento, por mandato judicial, no está permitida la salida de bienes de las Torres de Meirás”, se limitaron a responder desde el departamento autonómico que dirige Román Rodríguez al ser consultados sobre si eran partidarios de unificar los fondos en la Casa Museo de A Coruña o si abogaban por que permaneciesen en el pazo de Meirás, declarado Bien de Interés Cultural en 2008, entre otros motivos, por su vinculación con la escritora.

La Real Academia Galega defiende que los fondos deben trasladarse a la Casa Museo, “que fue hogar de la escritora”. La RAG recuerda que es responsable de la custodia y del cuidado del patrimonio cultural y de la producción intelectual de la escritora por la “decisión de su hija y heredera, Blanca Quiroga”, que donó el edificio para “perpetuar la memoria” de la autora de Los pazos de Ulloa.

El Concello de Sada defiende que los fondos deben permanecer en el pazo de Meirás, que una sentencia de primera instancia acaba de declarar patrimonio del Estado. En un comunicado remitido a los medios, el Gobierno local de Sada expresaba ayer su satisfacción por el inicio del expediente para declarar Bien de Interés Cultural la biblioteca de Pardo Bazán:
 “Es representativa de la vida y obra de una escritora de referencia en la cultura de nuestro país, precursora feminista y defensora de los derechos de las mujeres. Que se publique en el Diario Oficial de Galicia el día contra la violencia machista es una oportuna coincidencia”, celebra el Ejecutivo, en que subraya que la declaración de Bien de Interés Cultural de los fondos es un paso “fundamental para la integridad del pazo como sitio histórico BIC”.

El Ayuntamiento sadense pone el acento en que uno de los principales motivos que justificó la declaración de BIC en 2008 de As Torres fue su vinculación con Pardo Bazán, que diseñó el edificio y escribió buena parte de su obra tras los muros de esta residencia señorial que pasó en 1938 a manos del dictador Francisco Franco.

El hecho de que el anuncio de la incoación del expediente que publicó ayer en el Diario Oficial de Galicia no haga ninguna mención al BIC del pazo de Meirás ha sido acogido con sorpresa en el Ayuntamiento sadense. 

“Entendemos que es una omisión involuntaria, pero que, desde luego, no debe afectar a que consta históricamente acreditada la localización originaria en Meirás de la integridad de la biblioteca y que el propio BIC de As Torres de Meirás se fundamenta, entre otros, en la categoría de sitio histórico que le da la vida, obra, y también la biblioteca, de Pardo Bazán”.

Sada ha defendido en varias ocasiones que los fondos de la escritora deben permanecer en Meirás. Tras anunciar los Franco que pretendían retirar todos los bienes del pazo antes de su entrega provisional al Estado, el Ejecutivo municipal demandó una modificación de la resolución de BIC de As Torres para incluir un anexo con los bienes que deben permanecer en el inmueble por importancia para interpretar este sitio histórico. En la resolución de 2008 solo hay una alusión vaga a “anaqueles llenos de libros y documentos cuyo valor se desconoce”, una afirmación que ahora queda en entredicho.