Fernando de Cabrera y Bobadilla (s. m. s. XV - 1522), comendador de Montemolín en la Orden de Santiago (cuyo hábito tomó en marzo de 1505), alcaide del alcázar de Segovia desde el 4 de octubre de 1511, tesorero de la casa de moneda de esta ciudad, II señor y también I conde de Chinchón por concesión de Carlos I el 9 de mayo de 1520, desde La Coruña. Era hijo segundo de Andrés de Cabrera —I señor de Chinchón, I marqués de Moya y camarero mayor del rey Enrique IV— y de Beatriz de Bobadilla, su mujer —camarera mayor de la reina Isabel la Católica—. Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520-1521), se unió al bando realista y debió afrontar la rebelión antiseñorial de sus súbditos de Chinchón, Ciempozuelos y otras villas del feudo, que además contaban con el apoyo militar de los comuneros segovianos. Así, el 13 de septiembre de 1520 pedía refuerzos para controlar la situación, y todavía en mayo del año siguiente se expedía una provisión para que todas las autoridades se pusiesen a disposición del aristócrata a ayudarle en esta tarea. Casó con Teresa de la Cueva, natural de Cuéllar, hija de Francisco Fernández de la Cueva y Mendoza, II duque de Alburquerque, II conde de Ledesma y II de Huelma, y de Francisca de Toledo, su mujer, hija de los primeros duques de Alba. Ambos fueron padres de:
Murió en 1522.
La Casa de Cabrera fue una importante dinastía Catalana. Comenzó a reinar el Vizcondado de Gerona, que luego pasaría a denominarse Vizcondado de Cabrera, así como el Vizcondado de Ager, el condado Siciliano de Modica y el Condado de Urgel. La dinastía tiene su origen en el Castillo de Cabrera en L'Esquirol, una villa ahora incluida en la municipalidad de Santa Maria de Corcó, en la comarca natural conocida como Cabrerès, Osona. El primer gobernante documentado fue Gausfredo de Cabrera en 1002. Su hijo Guerau I de Cabrera se casó con Ermessenda de Montsoriu, (hija del vizconde de Gerona) Amat de Montsoriu. De esta manera el linaje de Cabrera unificó y gobernó el vizcondado de Gerona, antes conocido como el vizcondado de Montsoriu. En el año 1335 el vizcondado de Bas pasó por herencia a los Cabrera, incorporando a sus dominios la Vall d'en Bas, Riudaura, la Garrocha. El condado de Osona, que comprendía la Plana de Vich, fue donado por el rey Pedro IV de Aragón a Bernardo III de Cabrera. Se incorporaron luego el condado de Muòrica, el vizcondado de Ager y el condado de Urgel. Este último fue heredado de Aurembiaix, condesa de Urgel, en el año 1231, luego dado a los condes de Barcelona en 1314. Bobadilla. La mayoría de los genealogistas están de acuerdo en que este apellido tiene su origen en los reyes de León. Así lo sostiene don José Guerra y Villegas, Rey de Armas y cronista del rey don Carlos II y don Antonio Barahona en su libro «Nobleza Universal» y se añade que después formaron la casa de los condes de Chinchón, que entroncó mediante enlaces matrimoniales con las casas más nobles de España.
El primer caballero que se conoce de este apellido fue Fernández de Bobadilla, señor de la villa de Bobadilla, junto a Medina del Campo, camarero mayor del rey don Alfonso II, de León y Asturias, llamado «el Casto», que reinó entre el año 797 y el 842. Este rey parece ser que tuvo en mucha estima al señor de Bobadilla, siendo éste el tronco y origen del que descienden los de este linaje. De esta esclarecida familia fue doña Beatriz de Bobadilla, dama de la reina doña Isabel «la Católica», a quien con su admirable entereza salvó la vida durante el cerco de Málaga, presentándose a un moro que llegó con alevosa intención para asesinar a la reina, y era hija de don Pedro Fernández de Bobadilla y de doña María Maldonado y nieta del famoso caballero don Juan Fernández de Bobadilla, que acompañó al infante don Fernando en la toma de Antequera. El aprecio que la citada doña Beatriz mereció a los Reyes Católicos fue tan grande que la llenaron de honores, llegando a casarla con don Andrés de la Cabrera, caballero del hábito de Santiago, comendador de Montemolin, a quien concedieron el título de marqués de Moya, dándoles como dote veinte villas de los diezmos de Valmoro y Casarrubios, en el reino de Toledo, con lo cual fundaron muy buenos mayorazgos para sus descendientes. El mayor de los hijos de este matrimonio fue don Juan de Cabrera Bobadilla que heredó el marquesado de Mota y su tierra y alcaldía de Segovia y el segundo don Fernando Cabrera Bobadilla, que heredó el condado de Chinchón. |
Bobadilla, Beatriz de. Marquesa de Moya (I). Medina del Campo (Valladolid), c. 1440 – Madrid, 17.I.1511. Dama y amiga personal de la reina Isabel I de Castilla. Hija del matrimonio formado por Pedro de Bobadilla y María Maldonado, procedentes ambos de la pequeña nobleza, fue Beatriz, de todos sus hermanos, la que gozó de un mayor protagonismo al estar íntimamente unida, desde su infancia, a la futura Isabel I de Castilla. Los otros hijos del matrimonio Bobadilla- Maldonado consiguieron, no obstante, materializar interesantes matrimonios que les supusieron un ascenso desde el estatus de la caballería hasta la primera línea de la nobleza. Las dos hermanas de Beatriz de Bobadilla se casaron con personajes destacados en la Corte de Enrique IV —Álvaro de Luna y Pedro Arias, este último sobrino del obispo de Segovia—. El hermano varón, Francisco, fue maestresala y capitán de los futuros Reyes Católicos. Sin embargo, sólo Beatriz pasó a la historia por méritos propios. El padre de Beatriz era alcaide del castillo de Arévalo —de ahí que se le denominara más tarde, amo de la Reina— lugar de residencia de la Reina viuda, Isabel de Portugal y de sus hijos, Isabel y Alfonso. Los pequeños eran hijos del segundo matrimonio de Juan II y hermanos de padre del rey Enrique IV. Beatriz, a pesar de la diferencia de edad —once años— con la infanta, se convirtió, durante la estancia de ésta en Arévalo, en su amiga de juegos, confidente y protectora hasta que, en 1462, Isabel y Alfonso fueron trasladados a la Corte de su hermanastro. Ese ascendiente, originado en la difícil infancia de Isabel, le procuró a Beatriz un papel relevante ante la Reina hasta la muerte de la Soberana. Enrique IV, apreciando la feliz influencia que Beatriz ejercía sobre su hermanastra, la nombró doncella y criada de aquélla y, más adelante, en 1466, le procuró un matrimonio preferente con su mayordomo Andrés Cabrera, un conquense también de origen hidalgo, quizás converso, que con el tiempo jugaría un papel trascendente en la proclamación de los príncipes Fernando e Isabel como reyes de Castilla. A raíz de su matrimonio con Andrés Cabrera, Beatriz recibió varias mercedes del Rey —caso de los trescientos mil maravedíes de juro situados y repartidos en diferentes lugares del reino— que constituyeron el punto de partida para su irresistible ascenso social. El 5 de junio de 1465 el príncipe Alfonso, hermano de Isabel, fue alzado Rey por los nobles en Ávila comenzando un difícil período de tres años de duración caracterizados por la existencia de una dualidad monárquica en Castilla que llevó a una guerra civil soterrada. Dentro de este contexto se conoce uno de los episodios más relevantes protagonizado por Beatriz de Bobadilla, que, a la sazón, acompañaba a la infanta Isabel en la Corte de su hermano. El Monarca decidió que su hermana, de quince años, se casara con Pedro Girón, maestre de Calatrava, un cincuentón ambicioso y prepotente, a fin de pacificar el reino. Los cronistas relatan que Isabel permaneció rezando toda la noche para que uno de los dos desapareciera, pero su dama, la Bobadilla, más resuelta, le prometió que ella misma se encargaría de impedir, incluso apuñalando al impresentable novio si era preciso, para evitar aquella disparatada boda. No hizo falta, ya que, de forma repentina, y seguramente no de forma natural, Girón moría en el camino. Isabel nunca olvidaría el apoyo de Beatriz. Un segundo episodio, en la misma línea que el anterior, tiene lugar meses después cuando Alfonso XII tras la batalla de Olmedo (1467) entra en Segovia y libera a su hermana Isabel de vivir con la reina Juana. Desde entonces y hasta la muerte del joven Alfonso, los hermanos permanecieron juntos. La infanta, en aquellos momentos de la toma de Segovia estaba servida por cinco damas, una de ellas Beatriz, cuyo marido ya era el alcaide del alcázar y custodio del tesoro real. Juan Pacheco, marqués de Villena, verdadero artífice del reinado de Alfonso XII, pretendió despedir a las damas de la infanta, a lo que se negaron tanto Mencía de la Torre como Beatriz. Todas ellas pasarían a la Corte alfonsina en donde celebrarían, y participarían con la infanta Isabel a la cabeza, en el decimocuarto cumpleaños del rey Alfonso, en una fiesta de momos escrita para la ocasión por el poeta Gómez Manrique, primo del inmortal autor de las “Coplas” también miembro de la Corte literaria de Alfonso XII. La muerte del rey Alfonso en julio 1468, envenenado por Villena, coloca a Castilla en una situación dramática. Isabel es reconocida en Guisando como heredera desplazando a Juana, la hija nacida en el matrimonio de Enrique IV, pero, al casarse con el príncipe Fernando de Aragón, se enfrenta a su hermanastro que vuelve a reconocer a su hija. El matrimonio Bobadilla-Cabrera hizo lo posible para que la infanta no se casara con Fernando, si bien, una vez realizado, se convirtieron en los más firmes defensores de los príncipes así como intermediarios con el Monarca para que se produjera tanto la reconciliación entre los hermanos como el reconocimiento de aquéllos a la herencia. El hecho de que el alcázar de Segovia, con su tesoro, estuviera en posesión de Andrés Cabrera permite al marido de Beatriz tener la llave del futuro del reino y a ella protagonizar un episodio espectacular para conseguir que Isabel entrara en Segovia. El matrimonio hubo de enfrentarse con las artimañas del marqués de Villena —ahora antiisabelino— y Cabrera con sus propias dudas. Esto es, mantener el alcázar por Enrique IV o entregárselo a los príncipes. Finalmente, influenciado por Beatriz, apuesta por éstos entrando en negociación con uno de los hombres de confianza de Isabel, el contador Alonso de Quintanilla. El pacto entre el matrimonio y Quintanilla, siempre con la promesa de no combatir a Enrique IV, encuentra apoyo en el cardenal Mendoza, quien gozaba de una amistad íntima —según el cronista Palencia—, con Beatriz. Por aquel pacto el matrimonio Bobadilla-Cabrera se comprometió a permitir la entrada de la princesa en Segovia cuando fuera oportuno exigiendo como rehén a la pequeña Isabel, hija de los príncipes. Beatriz de Bobadilla, disfrazada de aldeana y montada en una mula, salió de la ciudad burlando los planes de Pacheco, para permitir la entrada de la princesa, hecho que se produce el 27 de diciembre de 1473. También, gracias al matrimonio, Enrique IV se reconcilia con su hermana, lo que no impide que cambie su decisión sobre la sucesión del reino que pertenecería a Juana. Un año después de los hechos el Monarca muere pero los príncipes ya están en Segovia, en donde Isabel se proclama Reina propietaria. Dueños del tesoro del reino custodiado por el fiel Cabrera, comenzará la guerra civil. En 1475 se produjo un grave incidente —que incluso llegó a poner en peligro la vida de la pequeña Isabel— que amenazó con privar al marido de Beatriz de la alcaidía de Segovia. Era tal la deuda que Isabel sentía tener hacia el matrimonio que, tras las correspondientes pesquisas, confirmó a Cabrera en su cargo. Todavía en 1500 y siempre en recuerdo de su lealtad en el episodio del alcázar, el matrimonio Bobadilla-Cabrera serían distinguidos. Así fueron receptores de una curiosa merced: el privilegio denominado “de la Copa de Oro” —copa en la que habían bebido los Reyes— que conmemoraba la entrega de la fortaleza el día de Santa Lucía (13 de diciembre). Asimismo, el matrimonio Cabrera-Bobadilla gozaba del honor de situarse, en la ceremonia religiosa del día de Navidad, junto a la cortina real, para que, una vez que el Rey recibiese la paz se la transmitiera con su propia mano a Andrés Cabrera haciendo lo propio la Reina con Beatriz. Ese honor se transmitió, por juro de heredad, a los sucesores del matrimonio. Otra merced singular y única, concedida sólo a Beatriz de Bobadilla, fue el añadir a su escudo una mención específica de mejora exclusivamente en sus armas. Es el único testimonio de que en unas armas matrimoniales se haga una mejora de las de la esposa, diferenciadas de las del marido. El inmenso papel que había protagonizado el matrimonio en el triunfo de la causa de Isabel y Fernando explica prácticamente todo su patrimonio. Con la entronización de los Reyes Católicos, Beatriz sería beneficiaria de mercedes ocasionales que sólo se explican por la relación de amistad con Isabel, caso del famoso juro, en las rentas de Segovia, que antes había pertenecido a la reina Juana. Sin embargo, la más destacable de las mercedes fue el señorío de Moya con título de marquesado concedido al matrimonio el 4 de julio de 1489. Un señorío que constituía un importante territorio estratégico ubicado en la frontera de los reinos de Castilla y Aragón en contacto con el mercado valenciano —particularmente de la madera— y en donde confluían factores de enriquecimiento. El matrimonio fue también receptor de los sexmos segovianos de Casarrubios y Valdemoro, después convertido en señorío, y, más tarde, en condado de Chinchón. Este señorío, sin embargo, tuvo conflictos desde su nacimiento, ya que los Reyes Católicos, en su afán de premiar a Beatriz y a su marido, perjudicaron seriamente la integridad del alfoz de Segovia. Los cronistas no fueron ajenos al ascenso de Cabrera gracias a la influencia de su mujer. Andrés Bernáldez, cuando se refiere por vez primera vez al matrimonio, describe a Cabrera como el “marido de la señora Bobadilla, marquesa de Moya”, para identificarlo, más adelante como marqués de Moya, comendador y mayordomo mayor, de forma que el título más relevante de Andrés Cabrera era, sobre todo, ser “marido de”. Es más, otros, caso del siempre agudo Palencia, consideraba a Cabrera un advenedizo dominado por su mujer Durante el reinado de los Reyes Católicos, Beatriz no dejó de ejercer como una cortesana influyente y culta —se interesó por el estudio del latín como todo el entorno femenino de Isabel—, lo que justificó el dicho “después de la reina de Castilla, la Bobadilla”, popularizado por el cronista Palencia que la juzgaba apasionado por las joyas y gastadora. Otros cronistas no dudan en subrayar su discreción y valentía y todos ellos su gran ascendiente sobre la Reina. Tanta simbiosis le acarreó más de un problema: durante la guerra de Granada concretamente en 1487, sucedió un episodio singular. Confundida con la propia Soberana, Beatriz fue atacada por un moro que la hirió sin gravedad gracias a la defensa que de ella hacían los adornos de oro de su traje. Su afición a los “arreos” —en palabras de Palencia— le había salvado la vida. Isabel compensó a su dama entregándole unas casas en Sevilla —28 de julio de 1488— así como treinta esclavas de las que se tomaron en la ciudad de Málaga. También fue receptora de otra merced tan curiosa como poder enviar una carabela con mercadería a Guinea con exención del quinto, merced que ha sido contextualizada por algunos autores con anterioridad a ese episodio, esto es, durante la guerra de Portugal. También debe señalarse que, aunque Beatriz de Bobadilla aparece en la historiografía posterior como valedora de Cristóbal Colón, debe aclararse que la que sí tuvo íntima relación con el descubridor fue su sobrina del mismo nombre y apellido si bien algunos autores indican que la marquesa de Moya pudo intermediar en el favorecimiento al genovés. Los años fueron pasando, pero Beatriz nunca dejó de ser la más amada de las damas de Isabel. Tanto que Gonzalo Fernández de Oviedo escribía “me acuerdo de verlas ya viejas e nunca la reyna la llamaba sino hija marquesa”. La reina Isabel muere el 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo y, según la tradición, es la marquesa de Moya la que tuvo el privilegio de cerrarle los ojos. Los Bobadilla fueron los primeros servidores que la Reina recomendó a su hija Juana en su testamento “por la lealtad con que nos sirvieron para aver y cobrar la sucesión de los dichos mis reinos”. De entre los bienes de la Reina fue a parar a la marquesa una calderuela de plata blanca usada para guardar las reliquias. A la muerte de la Reina los Cabrera aún hubieron de luchar por su bien más emblemático: la alcaldía de Segovia que durante el breve reinado de Felipe el Hermoso fue a parar a otras manos. Pedro Mártir de Anglería relata la defensa del alcázar cuya dirección se hizo bajo la animosa Bobadilla —con sesenta y seis años— ante la incapacidad del viejo, achacoso y leal servidor que aún era su marido. Finalmente el castillo pasó de nuevo a Cabrera en nombre del rey Fernando. Fue la última heroicidad de Beatriz de Bobadilla. A partir de aquel episodio ambos se dedican a preparar su alma, como lo demuestra las fundaciones piadosas que llevaron a cabo, caso de la edificación del convento de Nuestra Señora de Tejada. La marquesa de Moya muere en Madrid el 17 de enero de 1511. Cabrera le sigue a la tumba poco tiempo después. El matrimonio dejará tras de sí una saneada hacienda cuya característica más sobresaliente reside en las donaciones regias, gracias a la privanza real, lo que facilitó el entroncamiento con los mejores linajes del reino a través de sus descendientes. Los marqueses de Moya tuvieron nueve hijos —uno de ellos, Pedro, desaparecido prematuramente— y fundaron dos mayorazgos en Moya y en Chinchón. El primero se fundó en la persona de su primogénito y heredero del marquesado, Juan, casado con la hija del duque del Infantado. Fernando recibe el segundo mayorazgo en las tierras segregadas de la jurisdicción de Segovia, esto es, los sexmos de Casarrubios y Valdemoro. En 1520, con el título concedido por Carlos V de conde de Chinchón, el hijo de Beatriz de Bobadilla se convierte en noble de primera fila. Otros dos hijos —Francisco y Diego— fueron hombres de Iglesia. El primero llegó a ser obispo de Ciudad Rodrigo y continuó su carrera eclesiástica en Roma. Diego se hizo monje dominico. Otro de los hijos del matrimonio, Pedro, protagonizó una vida azarosa plagada de aventuras: pasó por la milicia, la Iglesia y hasta probó ser corsario acabando, finalmente, como fiel servidor de Carlos V. Las hijas de los Bobadilla realizaron importantes matrimonios: María se casó con el conde de Osorno, Juana entroncó con el imponente linaje de los Manrique, e Isabel, emparentada con el linaje Pacheco, fue marquesa de Cañete. El matrimonio Bobadilla-Cabrera está enterrado en el convento de Santa Cruz de Carboneras, cerca de Cuenca. Bibl.: F. Pinel y Monroy, Retrato del Buen Vasallo, copiado de la vida y hechos de D. Andrés de Cabrera, primer marqués de Moya, Madrid, Imprenta Imperial, 1677; P. Mártir de Anglería, Epistolario, est. y trad. de J. López de Toro, Madrid, Góngora, 1953-1957; C. Muñoz Roca-Tallada, La marquesa de Moya, Madrid, Instituto de Cultura Hispánica, 1966; A. de Palencia, Crónica de Enrique IV, intr. de Antonio Paz y Meliá, Madrid, Atlas, 1973 (Biblioteca de Autores Españoles); I. del Val Valdivieso, Isabel la Católica, Princesa de Castilla (1468-1474), Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1974; G. Fernández de Oviedo, Batallas y Quinquagenas, vol. I, Madrid, Real Academia de la Historia, 1983; E. 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Este extenso estado, situado en el reino de Toledo y que no formaba coto redondo, fue concedido a perpetuidad por los Reyes Católicos mediante Real Cédula dada en Toledo el 20 de julio de 1489 y refrendada por Fernando Álvarez de Toledo, su secretario, en favor de Andrés de Cabrera y Beatriz de Bobadilla, primeros marqueses de Moya. La reina Isabel confirmaría esta donación por su testamento hecho en Medina del Campo el 12 de octubre de 1504. El señorío incluía veinte villas y numerosos lugares, con 1.200 vasallos, que habían sido desmembrados poco antes de la jurisdicción de la ciudad de Segovia e incorporados a la Corona. Las villas en él comprendidas eran las de Valdelaguna, Chinchón, Valdeconejos, Bayona de Tajuña, San Martín de la Vega, Ciempozuelos y Seseña, todas en el sexmo de Valdemoro; y en el de Casarrubios las de Moraleja de Enmedio, Moraleja la Mayor, Serranillos, La Cabeza, la Zarzuela, la Puebla de Mari Martín, Tiracentenos, Sacedón, Cienvallejos, Odón, Brunete, Quijorna y Vega Sagrilla, con todos sus términos, tierras y pastos, y con «jurisdicción civil y criminal alta y baja, mero y mixto imperio, y apartadamente por sí y sobre sí que haya en ellos y cada uno de ellos, alcaldes, alguacil, escribano y pregonero, horca y picota, cepo y cadena de azote, y las otras insignias de nuestra justicia». El 5 de julio de dicho año los marqueses de Moya habían dado poder a Martín de Alarcón, comendador de la Membrilla, para que en su nombre tomase posesión de dichas villas y jurisdicción. Los Reyes Católicos libraron una Real Cédula el 6 de julio mandando a todas ellas que diesen posesión como nuevos señores a los dichos marqueses. La ciudad de Segovia se opuso denodadamente a esta desmembración y movió varios pleitos contra los condes de Chinchón, demandando la supresión de la merced y sosteniendo el derecho de todos los pastores de su comunidad de ciudad y tierra a usar de los pastos del señorío. Estos pleitos se prolongaron durante 112 años y en su transcurso se proveyó que las dehesas, ejidos y abrevaderos incluidos en la donación a los marqueses de Moya se redujesen a pasto común de los segovianos. El 12 de junio de 1592, por la mediación del obispo Andrés Pacheco, se firmó una concordia entre dicho consistorio y Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, III conde de Chinchón, que ponía fin a los litigios y fue confirmada por el rey Felipe II en Illescas el 29 de mayo del mismo año y en San Lorenzo de El Escorial el 17 de julio de 1793. Los primeros marqueses de Moya vincularon el señorío de Chinchón, junto con los oficios perpetuos de alcaide y guarda mayor de los Reales Alcázares de Segovia y tesorero de su casa de moneda, en un mayorazgo que fundaron en cabeza de Fernando de Cabrera y Bobadilla, su segundo hijo varón, que en 1520 fue creado I conde de Chinchón. |
El condado de Chinchón es un título nobiliario español, de Castilla, que desde 1799 comporta la dignidad de grande de España de primera clase. Fue creado por el rey Carlos I (antes de serlo de Romanos) mediante Real Cédula dada en La Coruña el 9 de mayo de 1520, en favor de Fernando de Cabrera y Bobadilla, señor de Chinchón, alcaide perpetuo del Alcázar de Segovia y tesorero de la casa de moneda de esta ciudad, gran capitán de los Imperiales en la Guerra de las Comunidades, comendador de Montemolín en la Orden de Santiago, hijo segundo de Andrés de Cabrera, I marqués de Moya, poseedor del mismo señorío y oficios, camarero mayor del rey Enrique IV, caballero de Santiago, y de Beatriz de Bobadilla, su mujer, camarera mayor de la reina Isabel la Católica. Esta soberana había concedido a los marqueses de Moya en 1489 el señorío de Chinchón en el reino de Toledo, desmembrado de la comunidad de ciudad y tierra de Segovia y que comprendía veinte villas y 1.200 vasallos en los sexmos de Valdemoro y Casarrubios. Desde finales del XVII la casa recayó en los Savelli y en los Sforza-Cesarini, familias principescas romanas. En 1729 sucedió como XI conde José Sforza Cesarini Savelli, príncipe de Santa Flora, quien tras obtener licencia del Rey Felipe V, en 1738 vendió el título y estado de Chinchón al infante de España Don Felipe de Borbón, después duque de Parma, hijo de dicho rey y de Isabel de Farnesio, su segunda consorte. El duque de Parma lo vendió a su vez el 28 de mayo de 1761, con licencia de su hermano el rey Carlos III, al infante Don Luis de Borbón, hermano entero y menor de ambos, quien después de ser cardenal y arzobispo de Toledo había obtenido la dimisión del estado clerical y quince años después contraería matrimonio morganático con María Teresa de Vallabriga. Después de los días del infante Don Luis, el título de conde de Chinchón fue vuelto a crear en favor de su hijo Luis María de Vallabriga, mediante Real Decreto de Carlos IV dado el 25 de abril de 1794. En 1798 el concesionario de la segunda creación fue autorizado a usar el apellido y armas de Borbón y pasó a llamarse Luis María de Borbón y Vallabriga, y al año siguiente el mismo rey le otorgó la grandeza de España de 1.ª clase para unir al condado, mediante otro Real Decreto del 4 de agosto de 1799. En los años siguientes fue nombrado arzobispo de Sevilla y de Toledo y cardenal del título de Santa María della Scala, dignidades eclesiásticas que también había poseído su padre. En 1803 renunció el condado en favor de su hermana María Teresa, condesa de Boadilla del Monte, casada con Manuel Godoy, y desde 1823 fue caballero del Toisón de Oro. Sin embargo, pasaron más de treinta años hasta que Fernando VII firmó el Real Despacho de creación de la grandeza, expedido el 14 de marzo de 1831 en favor de Carlota Luisa de Godoy y Borbón, sobrina del concesionario. El título sigue hasta nuestros días en la descendencia del infante Don Luis y unido a la casa de Sueca y la Alcudia, títulos ducales concedidos a Godoy. Su denominación hace referencia a la villa y municipio de Chinchón, en la provincia y comunidad de Madrid. Chinchón. Chinchón es un municipio y localidad española del sureste de la Comunidad de Madrid. Perteneciente a la comarca de Las Vegas, el término municipal cuenta con una población de 5240 habitantes (INE 2017). El casco histórico de la localidad, con una notable plaza mayor, tiene el estatus bien de interés cultural en la categoría de conjunto histórico. |
FAMILIAS. |
Los Ruspoli son una antigua y noble familia italiana, cuyos orígenes se pueden rastrear a Florencia en el siglo XIII, con directa descendencia de los Marescotti de Bologna. En el siglo XVII los Ruspoli se mudaron a Roma cuando la última descendiente, Vittoria Ruspoli, Marquesa de Cerveteri, casó con Sforza Vicino Marescotti, Conde de Vignanello, descendiente de la familia Farnese tanto del lado paterno como del materno. Uno de los hijos de Vittoria toma el nombre Ruspoli y su escudo de armas para garantizar la continuidad de la Casa. Existen trazas de Ruspolis en las lápidas de las iglesias de Ognisanti y de Santa María Novella en Florencia. Notarios, Gonfalonieros, Priores, Pretores, los Ruspoli ocupaban renombrados cargos públicos durante los siglos XII y XIII. Neri Ruspoli, jefe gibelino, perdió su casa florentina por habérsela quemado los güelfos en 1266. Güelfos y gibelinos eran las dos facciones que apoyaron en sacro imperio romano germánico, respectivamente, a la Casa de Baviera y a la Casa de los Hohenstaufen de Suabia. La lucha entre ambas facciones tuvo lugar también en Italia desde la segunda mitad del siglo XII. Su contexto histórico era el conflicto secular entre el Pontificado y el Sacro Imperio Romano Germánico, los dos poderes universales que se disputaban el Dominium mundi. Con Bartolomeo Ruspoli la familia se alejó de los Gibelinos y se acercó al Estado Vaticano. Bartolomeo Ruspoli nace en Florencia en 1496, hijo de Lorenzo Ruspoli –compañero de Américo Vespucci- y Alessandra da Magguale. Allí inicia una relación de negocios con la familia Altoviti, influyentes banqueros y comerciantes. En 1529 se casa en Roma con María Ardinghelli, sobrina del cardenal Niccolò Ardinghelli, íntimo asociado de Alessandro Farnese, el futuro Pablo III. Los Ruspoli empiezan así a integrarse a los mecanismos de la Curia y la corte papal y los hijos e hijas de Bartolomeo se casan todos con miembros de la nobleza romana: Muti, Cavalieri y Floridi. En 1531 Bartolomeo Ruspoli es nombrado Solicitante de las cartas apostólicas por Clemente VII. En 1535 fue hecho Prior de Florencia. Gradualmente, los Ruspoli han perdido su identidad como mercaderes y banqueros florentinos y comienzan a referirse exclusivamente como miembros de la nobleza de Roma. Marescotti-Ruspoli Vittoria Ruspoli, hija de Orazio y Felice Cavalieri, casó en 1617 con Sforza Vicino Marescotti, descendiente de la familia Farnese, por lo que había heredado sus feudos. Era Conde de Vignanello, Señor de Parrano, Noble de Roma y Patricio de Bologna, Magistrado de los Colegios de Bologna en 1632 y Conservador de Roma en 1654. El hermano de Vittoria, Bartolomeo Ruspoli Cavalieri, después de adquirir el feudo del Marqués de Cerveteri y en Roma el Palacio sobre el Ara Coeli, donó todo a los herederos de su hermana. Galeazzo Marescotti, hijo de Sforza Vicino y Vittoria Ruspoli, fue nombrado Cardenal por el Papa Clemente X. Francesco Maria Marescotti Ruspoli, primer hijo de Alessandro, nieto de Sforza Vicino y Vittoria dei Principi Ruspoli, nació en 1672 y en 1695 casó con Isabella Cesi Conti, sobrina del Papa Inocencio XIII. Para 1705 agregó a sus títulos el de Marqués de Cerveteri. |
Lista de señores y condes de Chinchón.
Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio. (Madrid, 25 de julio de 1727-Arenas de San Pedro, 7 de agosto de 1785) fue infante de España, sexto hijo de Felipe V de España y de su segunda esposa, Isabel Farnesio, duquesa de Parma. Ejerció la carrera eclesiástica y fue cardenal arzobispo de Toledo y primado de España (1735) y arzobispo de Sevilla (1741). Abandonó el estado eclesiástico en 1754, convirtiéndose en 1761 en el XIII conde de Chinchón. Fue un importante mecenas que apoyó a pintores como Francisco de Goya y Luis Paret, y al músico Luigi Boccherini. María Teresa Josefa de Borbón y Vallabriga, condesa de Chinchón (Velada, Toledo, 26 de noviembre de 1780-París, 24 de noviembre de 1828), fue una aristócrata española, hija del infante Don Luis y primera mujer de Manuel Godoy. Ostentó por derecho propio y hasta el fin de sus días los títulos de condesa de Boadilla del Monte (desde 1799) y de Chinchón (desde 1803, con grandeza de España), y por matrimonio fue, durante algunos años, princesa de la Paz (1795-1808, con tratamiento de Alteza Serenísima) y duquesa de la Alcudia (1792-1808) y de Sueca (1804-1808, ambos con grandeza), entre otras dignidades.
Carlota Luisa Manuela de Godoy y Borbón (Madrid, 7 de octubre de 1800 - París, 13 de mayo de 1886), fue una aristócrata española, perteneciente a las casas de Borbón, Godoy y Ruspoli. |
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