1901-07-20 - Alejandro Lerroux
Señores diputados, cuando yo descendí
desde los humildes asientos
de la tribuna de la prensa a estos
escaños ya sabía que no habría de
encontrarme con un Congreso
que se diferenciase notablemente
de aquellos que conocí en los largos años que
desde aquella tribuna asistí a las sesiones de
esta Cámara.
He visto que el Gobierno no tiene criterio
alguno sobre ninguna de las cuestiones tratadas.
No tiene soluciones para la cuestión religiosa,
no tiene soluciones para la cuestión económica
y no las ha presentado tampoco para
la cuestión regionalista.
A propósito de la cuestión religiosa, y aun
cuando no sea muy pertinente al asunto de la
proposición que estoy apoyando, me cumple
decir una cosa sin que de ella se deduzca de
ninguna manera que haya en estos bancos de
la minoría republicana discrepancias de fondo;
me cumple decir, repito, que mis compañeros
el señor Blasco Ibáñez, el señor Soriano
y yo entendemos que hay algo más que lo que
aquí, con elocuentísima palabra, nuestro docto
compañero el señor Álvarez exponía como
solución para las cuestiones religiosas.
Nosotros creemos, como el señor Pi y Margall,
que se impone de momento, que es práctica,
que es conveniente la separación de la
Iglesia y del Estado; nosotros creemos que es
conveniente la supresión del presupuesto del
culto y clero, aplicando, como decía el señor
Pi yMargall, el importe de este presupuesto a
la contratación de un empréstito dedicado al
fomento de las obras públicas y a la enseñanza.
Nosotros creemos, además, que importa
tanto como la secularización del Estado la secularización
de la sociedad, y he de decirlo
con toda la modestia que a mí me corresponde;
he de decirlo sin intención de ninguna especie;
sin que parezca que vengo a traer aquí
la voz de los meetings populares, pero con la
convicción honrada y sincera que pongo en
mis manifestaciones; he de decir que creo conveniente
la secularización de la sociedad, porque
entiendo que se puede vivir perfectamente
sin Dios y sin religión.
Por lo que respecta a la cuestión social, sobre
todo en lo que hace relación con la cuestión
obrera, todos habéis oído elocuentísimos
discursos, en los que, cuando más, podríamos
recoger aquellas orientaciones de que yo hablaba
hace un momento; pero ¿qué habéis
oído al Gobierno que a esto se refiera? El Gobierno,
para las cuestiones obreras, para los
conflictos obreros, no tiene absolutamente
ninguna solución; las oposiciones tampoco
las han presentado, unos porque no han tenido
ocasión, otros porque no han querido o
porque han tenido miedo, y el Gobierno porque
no tiene quizá soluciones para ellas; como
que el Gobierno, en último caso, para solucionar
los conflictos obreros no tiene más
que un medio: la Guardia Civil.
Los políticos, señores diputados, forman
algo así como una tribu que monopoliza el
ejercicio del poder en España en nombre de
una clase que gobierna, para tener sujetas a su
explotación, pudiera decir su tiranía, a todas
las demás clases, singularmente a las clases
desheredadas, al proletariado. En virtud de
ese monopolio, y así me explico yo aquel divorcio
de que hablaba hace un momento, en
virtud de este monopolio el proletariado se va
separando por completo y en absoluto de nosotros;
porque no nos hemos ocupado, mejor
dicho, porque no os habéis ocupado, que yo,
afortunadamente, en eso no tengo responsabilidad
de ninguna especie, porque no os habéis
preocupado de sus necesidades; porque no conocéis
sus dolores; porque no sabéis lo que sufre;
porque no habéis estudiado los medios
que puedan encontrarse dentro de las leyes,
dentro del Gobierno, dentro de la política,
para poder satisfacer aquellas aspiraciones
que tienen legitimidad.
En cuanto a esto, yo entiendo que la tienen
todas; pero yo me coloco en vuestro punto de
vista, y aun así, habéis de convenir en que
aquí no se ha hecho más que hablar de diferentes
proyectos muy a la ligera, mencionándolos
como un índice de reformas a realizar,
pero que no se realizarán nunca.
Yo he oído hablar aquí de una fórmula que
se repite en todas partes como posible solución
para el problema social y para el problema
obrero; de la armonía entre el capital y el
trabajo; y yo declaro que la armonía entre el
capital y el trabajo es imposible, como es imposible
la armonía entre el ladrón y el robado.
Yo me explicaré; pero tengo que sentar las
premisas para sacar luego las conclusiones.
Yo puedo aceptar la armonía entre el capital
y el trabajo; yo puedo aceptarla como una
transacción en el camino de la evolución
progresiva que realiza la humanidad; pero yo
entiendo que esa armonía únicamente puede
ser la obra de un momento; porque es indudable
que llegará un día en que no existirá el
capital, en que no habrá otro capital que el
trabajo, en que no habrá diferencia entre los
hombres, y entonces no habrá necesidad de
armonizar dos elementos que son irreconciliables.
Por eso, señores diputados, por eso, porque
es imposible la armonía entre el capital y el
trabajo y porque entendéis vosotros, bien el
Gobierno, bien los que estudiáis estas cuestiones,
por armonía entre el capital y el trabajo
el mantenimiento del statu quo, por eso surgen
los conflictos entre el capital y el trabajo;
y surgen, además, porque no os preocupáis
(he de insistir hasta la impertinencia en este
punto), porque no os preocupáis nunca, en
ninguna ocasión, del pueblo trabajador, del
conflicto obrero; y cuando aparecen estos conflictos,
como he dicho antes y repito ahora,
no tenéis más que un medio de resolverlos,
apelar al medio que se llama en todas partes
fuerza pública, la cual emplea los fusiles contr
los trabajadores.
De este modo, ejerciendo una coacción que
da pena y sobre la que yo quisiera fulminar
todos los anatemas que surgen de mi corazón
indignado, apeláis a los representantes de la
fuerza pública que están en contacto con el
pueblo, apeláis a la Guardia Civil, para que...
Yo no sé de qué manera decirlo para que no
me llamen otra vez al orden, y para que vosotros,
que sois propietarios y tenéis una gran fe
en la Guardia Civil, no os alteréis; pero yo,
que, poniendo a recaudo mi honor, no tengo
ninguna otra cosa que perder, yo tengo que
lanzar todos esos anatemas contra esa institución,
contra ese Cuerpo a quien se pone en la
necesidad (lo diré así para que no se altere
ningún nervio) de disparar sus armas contra
el pueblo, generalmente cuando vuelve las
espaldas.
Necesito yo también, señores diputados, ya
que no se me había ofrecido ocasión más propicia,
en mi calidad de representante de Barcelona;
necesitaba ocuparme algo del problema
regionalista, porque también se liga íntimamente
con el problema obrero, como tendré
el honor de demostrar. No quise, o no
pude ayer, cuando el señor diputado por Barcelona,
doctor Robert, me dirigió cierta alusión,
no quise recogerla, como tampoco recogí
una más directa que me hizo el señor Lombardero;
que yo no vengo aquí a ser representante
de masas, agrupaciones o colectividades
que se llamen de esta o de la otra manera;
yo pertenezco a un partido, y dentro de él tengo
un matiz más o menos radical, pero no
autorizo a nadie para que me encasille en
aquellos otros que pueden tener ideas con las
cuales no comulgo todavía, aunque espero comulgar
en el porvenir.
Yo no entiendo que pueda condenarse como
ilegal, ni siquiera desde el punto de vista
de un patriotismo muy susceptible, la doctrina
catalanista; pero entiendo que el catalanismo,
quieran o no quieran sus mantenedores,
lleva en sus entrañas, aun contra su voluntad,
el separatismo; y siento mucho que mis compañeros
en representación de Barcelona no se
encuentren en estos bancos, porque tengo la
seguridad de que ellos y yo habríamos de discutir
esta cuestión y llegaríamos a ponernos
de acuerdo.
No es el catalanismo el separatismo, pero lo
lleva en las entrañas. Mas he de añadir una
razón y una consideración. El separatismo no
se incuba allí, en Barcelona. El separatismo se
incuba y se fomenta cuando para contestar a
legítimas aspiraciones de una parte del pueblo
español, se emplean discursos amorfos, contestaciones
anodinas, como el discurso que
pronunció, dicho sea con todo el respeto que
me merece su ancianidad, el señor presidente
del Consejo de Ministros en la tarde de ayer.
El catalanismo se incuba también en el Gobierno
Civil de Barcelona, en la Delegación
de Hacienda y en la Capitanía General. Afortunadamente
para la unidad nacional hay en
Catalunya una masa obrera que no es ni será
nunca catalanista, porque esa masa obrera de
Barcelona, ilustrada, inteligente, piensa que
no estamos en tiempos en que es posible hacer
patria chica, ni conveniente, ni necesario;
porque sabe muy bien que mientras no se solucionen
aquellos problemas por virtud de los
cuales ha de mejorar su condición moral y material,
al pasar de una a otra organización política
del Estado, no haría más que cambiar de
dueño.
Los obreros de Barcelona, o son radicales,
con aquel radicalismo que piensa en una patria
universal y en la fraternidad de todos los
pueblos, o son republicanos, también radicales,
que entienden que la República no es un
fin, sino un medio para llegar al planteamiento
de más nobles y grandes ideales.
Sí, señores diputados, la garantía de la unidad
nacional en Catalunya la tenéis en los partidos
republicanos, la tenéis en la masa obrera
republicana, y precisamente veo con dolor
que en estas Cortes no está Catalunya representada
aquí más que por dos diputados republicanos,
por el señor Pi y Margall y por un
humilde servidor vuestro, que no es catalán;
pero advertid si tiene importancia, si da relieve
a la representación que yo traigo aquí, inmerecida
sin duda, el hecho mismo de que los
catalanes hayan elegido para representante suyo,
legítimo representante (y no quiero metermeen
esta cuestión, porque habríamos de discutir
muy largamente), a uno que no es catalán,
pero que está identificado con el sentir de
aquel pueblo, con el sentir de aquella masa.
Y dicho esto, no tengo que añadir más que
una cosa. Nosotros, los que aquí representamos,
como el señor Soriano, como el señor
Blasco Ibáñez y como yo, una tendencia radicalísima
dentro de la minoría republicana, nosotros
tenemos un ideal que cabe perfectamente
dentro de la unidad nacional; pero
ideal que encarna en las masas, que encarna
en las muchedumbres; ideal que no solamente
es político, sino que también tiene escrita
en su bandera la petición de aquellas reivindicaciones
sociales que son necesarias para que
llegue al proletariado, al eternamente explotado,
una mayor cantidad de justicia, y siquiera
la esperanza de que puede ir verificándose
con normalidad la evolución progresiva que
ha de llevarnos a un estado de justicia, de paz
y de fraternidad.
Buenas tardes.
|
El Partido Republicano Radical (PRR)
Continuación
uno de los grandes oradores de la vieja españa
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