Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


miércoles, 18 de abril de 2012

32.-Moneda catalana de Pedro de Portugal.-a

  Esteban Aguilar Orellana ; Giovani Barbatos Epple.; Ismael Barrenechea Samaniego ; Jorge Catalán Nuñez; Boris Díaz Carrasco; -Rafael Díaz del Río Martí ; Alfredo Francisco Eloy Barra ; Rodrigo Farías Picón; -Franco González Fortunatti ; Patricio Hernández Jara; Walter Imilan Ojeda; Jaime Jamet Rojas ; Gustavo Morales Guajardo ; Francisco Moreno Gallardo ; Boris Ormeño Rojas; José Oyarzún Villa ; Rodrigo Palacios Marambio; Demetrio Protopsaltis Palma ; Cristian Quezada Moreno ; Edison Reyes Aramburu ; Rodrigo Rivera Hernández; Jorge Rojas Bustos ; Alejandro Suau Figueroa; Cristian Vergara Torrealba ; Rodrigo Villela Díaz; Nicolás Wasiliew Sala ; Marcelo Yáñez Garín; 



  
Moneda catalana de Pedro de Portugal.


  
Pedro de Coimbra, Condestável de Portugal.

Pedro de Portugal (1429-Granollers, 1466). Condestable de Portugal, fue hijo de infante Pedro de Portugal, duque de Coímbra (hijo de Juan I y regente del reino portugués) y de Isabel, nieto de Jaime II de Urgel, como uno de los pretendientes al trono aragonés en el Compromiso de Caspe, llegó a gobernar en Cataluña entre 1464 y 1466 con el nombre de Pedro IV.​ Se casó con Juana Enríquez.
Fue titulado rey de Aragón,​ y reconocido conde de Barcelona en 1464 por el Concejo del Principado de Cataluña,​ institución creada por la Diputación del General durante la guerra civil catalana contra Juan II de Aragón (1463-1466). Luchó contra los Infantes de Aragón en Castilla. Después de perder varias batallas en Lérida, Cervera e Igualada, fue gravemente derrotado en la Calaf (1465).
Como conde de Barcelona sucedió a Enrique IV de Castilla (1462-1463) y fue sucedido por Renato de Anjou (1466-1472).
Escribió una ficción sentimental hacia 1450, la Sátira de infelice e felice vida.

La guerra civil catalana de 1462-1472.

La guerra civil catalana de 1462-1472 fue el conflicto que se produjo en el principado de Cataluña entre los partidarios del rey Juan II de Aragón, conde de Barcelona, y los de las instituciones catalanas rebeldes al rey encabezadas por la Diputación del General del Principado de Cataluña y el Consejo del Principado.

Para el bando realista, los «rebeldes» lo eran por haber traicionado la fidelidad que habían jurado a su rey; mientras que los antijuanistas consideraban «traidores» a los realistas por no ser fieles a las leyes de la «tierra», por ser «enemigos de la cosa pública» o simplemente por ser «malos catalanes».
Así, el bando antijuanista desarrolló una nueva concepción de la sociedad política en la que, según Santiago Sobrequés y Jaume Sobrequés, «la solidaridad entre los hombres de un país se producía por tener unas leyes comunes y habitar una misma tierra, no como hasta entonces, por el hecho de ser vasallos de un mismo soberano».
 Había surgido, pues, el concepto moderno de patria que iba más allá de la mera adscripción territorial para revestir un carácter jurídico, por lo que la rebelión catalana sería, como ya señaló el historiador francés Joseph Calmette, nacido en Perpiñán, «la primera de las revoluciones modernas», cien años anterior a la rebelión de los Países Bajos.​

Según Francesc Xavier Hernández Cardona, «desde el punto de vista técnico y tecnológico, la Guerra Civil catalana fue la última guerra medieval, pero también la primera guerra moderna. (…) Los nobles tienen un papel secundario; son los dirigentes militares, pero ya no mandan mesnadas feudales, sino ejércitos desiguales de ciudadanos y mercenarios. Las tropas de caballería ya no están compuestas por la flor y nata de la nobleza, sino por hombres de armas a jornal. La pirobalística adquiere protagonismo; aunque el uso de las armas cortas de fuego parece todavía muy limitado, se generalizó el de la bombardas hasta prefigurar lo que podría calificarse como una artillería de campaña —los ejércitos arrastraban piezas para utilizarlas principalmente en los asedios—».

Sobre las causas de la guerra, Santiago Sobrequés y Jaume Sobrequés han señalado:
«La rivalidad que existía entre las ramas nobiliarias principales del país; la lucha entre la Biga, partido que agrupaba a la oligarquía, y la Busca, de tendencia popular y socializante, para conseguir el gobierno de la municipalidad barcelonesa; la agitación en el campo, donde la oposición de los señores a las aspiraciones legítimas de los campesinos de remensa habían atizado la lucha, y la profunda crisis económica que padecía Cataluña».

Y como causas inmediatas:
  «el desheredamiento del Príncipe de Viana por parte de su padre Juan II y la oposición entre el sentido absolutista del rey y el espíritu pactista catalán».


En 1462, el enfrentamiento entre el rey Juan II de Aragón (1458-1479) y las instituciones de Cataluña, que venía gestándose desde el inicio de su reinado, estalló en una guerra civil que se alargó por espacio de diez años y que alcanzó una dimensión internacional. La Diputación del General de Cataluña, que controlaba la ciudad de Barcelona y gran parte del principado, otorgó la corona sucesivamente al rey Enrique IV de Castilla (1462-1463), al condestable Pedro de Portugal (1464-1466), hijo del infante Pedro, duque de Coimbra, y a Renato de Anjou, conde de Provenza (1466-1472).
De los tres, sólo Pedro de Portugal dirigió personalmente el gobierno, mientras que Enrique IV y Renato de Anjou delegaron en lugartenientes.


 

Pedro IV, llamado «El Condestable de Portugal», Pacífico, 1464-1466

Pedro de Portugal, rey de los catalanes (1464-1466) ¿Un príncipe maldito redimido por el arte

17 de noviembre de 2016
Albert Estrada-Rius

Las efemérides son un buen pretexto para rememorar hechos históricos o bien para recordar a personajes olvidados. Este año se celebran 550 años de la muerte de un infante de la casa real de Portugal, de nombre Pedro, que llegó a reinar en Cataluña entre 1464 y 1466 con el nombre de Pedro IV. El contexto en el que accedió al trono fue el de la guerra civil (1462-1472) de las instituciones representativas de Cataluña –el Consell de Cent y la Diputación del General de Cataluña– contra el rey «legítimo» Juan II de Aragón. Por esta razón, una vez éste recuperó el trono y se acordó la paz, el difunto Pedro pasó a ser considerado un rey «intruso» y todas las partes procuraron olvidarle.
La cualidad del legado patrimonial del soberano que ha llegado a nosotros, a pesar de que su reinado fue corto y el contexto convulso, justifica que el Museu Nacional d’Art de Catalunya se haya implicado en la divulgación del personaje y de su obra.

 Primero, con la preparación del seminario «La moneda de un rey proscrito: Pedro IV en Cataluña» y, este otoño, con la organización de la jornada de estudio «Pedro de Portugal, rey de los catalanes: memoria y patrimonio».

Pedro era miembro de la familia real portuguesa y, por vía materna, nieto del último conde de Urgel, Jaime II. Su linaje arraigaba con el de los soberanos de la casa de Barcelona. Por esta razón, los catalanes levantados contra Juan II –hermano y sucesor de Alfonso V de Aragón y padre de Fernando II el Católico– le proclamaron rey.
El Condestable era un joven príncipe tan culto y refinado como perseguido por el infortunio. En el atardecer de la Edad Media y el nacimiento de la modernidad el humanismo magnificaba la melancolía y hacía bandera de ella. Pedro, hijo del regente de Portugal caído en desgracia y muerto en batalla, fue desposeído de la maestría de la orden de Avís y del cargo de Condestable; sufrió exilio en la culta corte de Castilla y allí escribió tres obras literarias de cualidad notable; adoptó como divisa personal, siguiendo la moda de la época, el «Paine pour joie» y la imagen alegórica de la rueda de la fortuna. En el inventario notarial levantado a su muerte se recogen objetos preciosos de todo tipo, en los que había grabado, pintado, esculpido o bordado, casi de manera obsesiva, su emblema.

Piso superior con la Anunciación, la Crucifixión y la Natividad.

Como monarca utilizó ampliamente las manifestaciones artísticas para proyectar sobre los nuevos súbditos la imagen personal de un rey culto y decidido. A pesar de la penuria económica imperante en un período de guerra, se esforzó en invertir dinero en la reforma del antiguo Palau Reial Major de Barcelona y encargó obras a los mejores artistas coetáneos, demostrando un gusto exquisito. Hoy aún se conserva el retablo  que encomendó a Jaume Huguet para ornar la capilla real y que dedicó a la Epifanía, en una sutil exaltación de la monarquía que encarnaba, y donde es posible que aparezca retratado en la figura del más joven de los magos. Igualmente se conservan varios dinteles de piedra ornados con su divisa esculpida.

También utilizó el ofrecimiento de obras de arte –en las que nunca olvidaba colocar su famosa divisa– a algunos santuarios para demostrar su carácter de príncipe piadoso. Así, se conserva la corona que regaló a Santa Maria de Castelló d’Empúries, actualmente en el Museu d’Art de Girona, y consta que también regaló, después de enriquecerla, la fastuosa cruz de los condes de Foix –hoy perdida– a la Virgen de Montserrat.
Como gobernante mandó acuñar una nueva, bonita y fuerte especie monetaria de oro que, por razones propagandísticas, denominó pacífico. Recientemente, la Generalitat de Catalunya ha adquirido una de estas raras monedas y la ha depositado en el Museu Nacional donde está expuesta.

Cuerpo central con la Resurrección y Pentecostés a la izquierda de la tabla central
 y la 'Ascensión y la Dormición de María a la derecha

El infortunio del príncipe hizo que perdiera demasiadas batallas y culminó con su prematura muerte a los 37 años en Granollers. En esta población se conserva la memoria de la casa –Palau dels Tagamanent o casa del Conestable– donde murió, el 29 de junio de 1466. Según sus disposiciones, fue enterrado en la iglesia de Santa Maria del Mar. En el libro de las solemnidades de Barcelona se describe el recorrido del séquito fúnebre y la vistosa y ruidosa ceremonia caballeresca del «correr las armas» que tuvo lugar en la plaza del Rei. La gastada lauda de mármol blanco que se le atribuye se conserva bajo el órgano de la basílica y muestra al rey –extrañamente desprovisto de los atributos de la realeza– con un libro en las manos. Su espada, símbolo supremo de la Justicia y de la protección armada que se esperaba de un monarca, se conserva en el tesoro de la Catedral de Barcelona. Ni que decir tiene que esta pieza extraordinaria, que va cautivó al poeta Juan-Eduardo Cirlot, también ostenta la mítica divisa.
No existe mejor manera de terminar esta evocación de una figura poco conocida que invitar a los lectores a recorrer los espacios y las calles de Ciutat Vella en los que se movió este príncipe. Un itinerario histórico y artístico que empieza en el Saló del Tinell del Palau Reial, pasa por la capilla palatina de Santa Àgata y por su retablo, sigue por el patio vecino del Palau del Lloctinent, donde reposa uno de los dinteles pétreos con la divisa del Conestable, continúa por el tesoro de la catedral y acaba delante de su tumba en Santa Maria del Mar. Parta aquellos que quieran continuar, el viaje puede seguir hacia Granollers para contemplar la casa donde murió y hacia el Museu d’Art de Girona donde se guarda la corona que dedicó a la Virgen.


  

El retablo del Condestable, también conocido como retablo de la Epifanía, es una obra artística de estilo gótico realizada con temple por el artista Jaume Huguet en 1464 para la capilla de Santa Ágata de Barcelona. Está dedicado a la Epifanía (o Adoración de los Reyes Magos) en una tabla que ocupa la posición central. En total consta de ocho tablas con una predela y dos puertas, a ambos lados del altar.
Fue un encargo de Pedro de Portugal y su realización tuvo lugar en la fase de madurez de Jaume Huguet, una vez que este se aproximó al realismo de la pintura flamenca. El retablo se conserva en el mismo lugar para el cual se concibió y no ha sufrido agresiones en ninguna de las revueltas anticlericales hasta la fecha, si bien las poco adecuadas condiciones en que se encontró durante muchos años hicieron que peligrase hasta que se restauró y protegió a comienzos del siglo XX.


La Epifanía, tabla central que da nombre al retablo.


  
Don Pedro.

Biografía

Pedro, Don. Coímbra o Tentúgal (Portugal), X.1429 – Granollers (Barcelona), 29.VI.1466. Condestable de Portugal, maestre de Avís.

Hijo primogénito de Pedro, duque de Coímbra y regente del reino, y de Isabel de Urgel, hija del conde de Urgel, nació en 1429, con toda probabilidad en Coímbra o en Tentúgal, donde se localizaban los pazos ducales. Todo indica que nació en octubre, en cuanto al día, se ignora. No existe seguridad absoluta sobre la fecha de su investidura como condestable de Portugal, aunque Esteves Pereira afirme que asumió estas funciones el 7 de enero de 1443, con la edad de trece años. Se sabe que tuvo una educación cuidada en lo que respecta a las humanidades. La casa de Pedro estaba constituida por cien ballesteros. Por carta real del 31 de diciembre de 1443 se estipulaba su competencia sobre todas las obras del maestrazgo de Santiago, cuya tutela le pertenecía. Por fallecimiento de su tío el infante Fernando en su cautiverio de Fez el 5 de junio de 1443 le tocó el maestrazgo de Avís.

Su padre, Pedro, en nombre del rey Alfonso V, por carta dirigida al papa Eugenio IV, alcanzó la bula el 29 de marzo de 1444, mediante la cual obtuvo ese nombramiento. Pedro fue armado caballero por su tío el infante Enrique en 1443, cuando cumplió catorce años de edad. La ceremonia de investidura tuvo lugar en Coímbra, suponiéndose que el propósito obedeció a la organización de la expedición militar de auxilio a Álvaro de Luna, lo que acaeció a mediados de mayo de 1445. Este hecho impidió que la expedición pudiese participar en la Batalla de Olmedo que transcurrió el 29 de mayo de ese año.

De regreso a Portugal el condestable fue nombrado alcalde del castillo de Guarda el 26 de febrero de 1446, por fallecimiento de su alcalde Álvaro Machado.

A pesar de las tensiones existentes entre su padre y el Rey, este hecho no impidió que Alfonso V le concediese el 28 de noviembre de 1448 el realengo de la villa de Elvas. En mayo de 1449 el Rey privó a su cuñado del cargo de condestable, nombrando en su substitución a su hermano, el infante Fernando. Una carta enviada por Alfonso V al concejo de Elvas informa de que el condestable organizaba un ejército con el intento de ayudar a su padre el duque de Coímbra. Alfonso V ordenaba a todos sus súbditos que no le obedeciesen. Para combatir al condestable, que se encontraba en Fronteira, el Rey envió al conde de Odemira, Sancho de Noroña.

Amenazado por la supremacía del Ejército real, Pedro tuvo que refugiarse en el castillo de Marvão. Sin poder contar con el auxilio militar del maestre de la Orden de Alcántara, Pedro no tuvo otra alternativa que encontrar refugio en Valencia de Alcántara, en el Reino de Castilla. El Rey lo privó del maestrazgo de Avís, cargo para el que nombró a su tío, el infante Enrique, el 27 de mayo de 1449. Una carta del 30 de mayo de 1453 revela que el maestrazgo de Avís fue devuelto a Pedro, por intercesión de su hermana la reina Isabel.

Martínez Ferrando (1942) defiende la tesis de que con la boda de Enrique IV con Juana, hermana de Alfonso V, había debido de mejorar la situación del exilado Pedro. Al parecer acompañó al nuevo monarca castellano en su expedición contra los moros de Granada. El fallecimiento de su hermana Isabel, el 2 de diciembre de 1455, causó la mayor impresión en el espíritu sensible de Pedro. Esta circunstancia tuvo como consecuencia que Alfonso V concediese permiso para su regreso a Portugal, a pesar de la promesa que había hecho al duque de Braganza de que jamás lo permitiría. Pedro pudo regresar a Portugal en febrero de 1456, después de haber pasado un destierro de más de seis años. El 8 de abril de ese año, el Rey lo nombró alcalde del castillo de Veiros. Menos de un año después Pedro terminó la redacción de su libro Tragedia de la Insigne Reyna Doña Isabel.

Pedro acompañó al Rey, su cuñado, en la conquista de la plaza de Alcácer en octubre de 1458. Auxilió también al Monarca en su expedición de ayuda a la plaza de Fez, que se encontraba cercada por los moros.

Aconsejando al Rey sobre la política portuguesa en Marruecos, Pedro opinaba que su continuidad resultaba perjudicial para el Reino. En reconocimiento de su fidelidad el Monarca le hizo una donación de muchas tierras que habían pertenecido a su padre, el duque de Coímbra. Este hecho ocurrió el 25 de septiembre de 1461, con la concesión de los castillos de Penela, Montemor-o-Velho y Tentúgal. También le otorgó las tierras realengas de Campores, Rabaçal, Vila Nova de Ançós y de Buarcos. El 18 de marzo de 1462 obtuvo la posesión de la villa de Abiul, por renuncia de su titular Duarte Borges, caballero de la casa real, que lo hizo para halagar al Monarca.

Participó al lado del Rey en la expedición a Tánger, en noviembre de 1463, lo que resultó un desastre militar. Por aquel entonces Pedro recibió un mensaje de los consejeros de Barcelona en que le proponían el señorío del Principado de Cataluña. En diciembre llegaron a Ceuta dos galeras de Barcelona con la incumbencia de transportar a Pedro con destino a ese reino. Después de alguna discusión, se dispuso Alfonso V a ceder a las pretensiones de su primo. Exasperados los patrones de las galeras por la tardanza, obligaron a Pedro a embarcar sin permiso del Rey, lo que provocó irritación en el Monarca. Llegó Pedro a Barcelona el 21 de enero de 1464. Fueron muchas las peticiones de auxilio que Pedro envió a Portugal con la finalidad de atenuar las graves dificultades con que se enfrentaba en Cataluña. Volvieron a oscurecerse las relaciones con Alfonso V que pretendía arrebatarle el maestrazgo de Avís, base fundamental de soldados y dinero. El 19 de septiembre de 1464, Pedro escribió una carta a su tía, la duquesa de Borgoña, para que ésta actuase, junto con el Papa, e impidiera que Alfonso V le retirase el maestrazgo de Avís. Al enterarse Pedro de que su primo le expropiaba el maestrazgo de Avís, se dirigió al papa Pablo II, por carta del 18 de septiembre de 1465, declarando que el acto de Alfonso V era ilegal.

Mientras tanto en noviembre de 1465 envió una embajada a Alfonso V con el propósito de obtener la devolución del maestrazgo de Avís a la par que auxilio económico para su tarea catalana. En su exposición afirmaba a su primo que existía la posibilidad de que el príncipe heredero Juan pudiera llegar a ser rey de los catalanes, considerando que él no tenía hijos. Se dispuso a ceder sus derechos sobre el maestrazgo de Avís, en favor del infante Fernando, a cambio de que él le prestase auxilio militar. Se disponía a casarse con la hija del II duque de Braganza con la condición de que éste le enviase un contingente militar constituido por cuatrocientos caballeros y doscientos hombres de armas. El transcurso accidentado de la estancia de Pedro en Cataluña terminó con su muerte en Granollers, en el palacio de Juan de Montbuy, el 29 de junio de 1466, cuando tenía treinta y seis años.

Bibl.: J. Zurita, Anales de la Corona de Aragón, 2.ª parte, t. IV, Zaragoza, Colegio de S. Vicente Ferrer por Lorenço de Robles, 1610, lib. 17; R. de Pina, “Chronica do Senhor Rey Dom Affonso V”, en Collecção de Livros Inéditos de História Portuguesa, t. II, Lisboa, Oficina da Academia Real das Ciências, 1790; J. de Mata Carriazo (ed.), Cronica de Don Álvaro de Luna Condestable de Castilla y maestre de Santiago, Madrid, Espasa Calpe, 1940; J. E. Martínez Ferrando, Tragedia del Insigne Condestable Don Pedro de Portugal, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, 1942; F. Pérez de Guzmán, “Cronica de serenisimo principe Don Juan, segundo Rey deste nombre en Castilla y en Leon”, y D. Enríquez del Castillo, “Cronica de El Rey Don Enrique el cuarto”, en C. Rosell (ed.), Crónica de los Reyes de Castilla, t. II, Madrid, Atlas, 1953 (Biblioteca de Autores Españoles, vol. 68); H. Baquero Moreno, A Batalha de Alfarrobeira. Antecedentes e significado histórico, Lourenço Marques, 1973; L. Adão da Fonseca, O Condestável D. Pedro de Portugal, Porto, Instituto Nacional de Investigación Científica, 1982.

Monedas de Pedro de Portugal.


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Sátira de Felice e Infelice Vida, Pedro de Portugal.



«Extraño libro, mezcla de prosa y verso» — al decir de Menéndez Pelayo—, obra del condestable don Pedro de Portugal (1429- 1466), personaje directamente vinculado a la historia de los reinos de Aragón y de Castilla y a quien el marqués de Santillana dirigió su inestimable Prohemio (v.).


Fue entre 1449 y 1457, tras la derrota de Alfarrobeira, cuando el autor escribió este libro, que empezó primero en portugués y prosi­guió en castellano después de traducir la parte redactada en portugués. Ha sido pu­blicado por Paz y Meliá en Opúsculos lite­rarios de los siglos XIV a XVI (Madrid, 1892). El propio autor explica la intención de la obra: «Sátira, que quiere decir repre­hensión con ánimo amigable de corregir: e aun este nombre ‘sátira’ viene de ‘satura’, que es loor». La obra quiere ser una especie de narración alegórica en la que se mezclan reminiscencias de Dante, de Petrarca, de Boccaccio y de El siervo libre de amor de Juan Rodríguez del Padrón, cuyo argu­mento resume en una de las glosas margi­nales.

En realidad, la obra es una alabanza de las damas: a ellas corresponde la vida «felice», mientras que a los enamorados les corresponde la «infelice» (de ahí su título). El autor declara que éste es el primer fru­to de sus estudios y la historia de sus pri­meros amores, entre los catorce y los die­ciocho años. El estilo de la prosa de este libro es irregular y los fragmentos en ver­so son sumamente conceptuosos y alam­bicados.


  
Juan II de Aragón y de Navarra.

Biografía.

Juan II de Aragón y de Navarra. Medina del Campo (Valladolid), 29.VI.1398 – Barcelona, 19.I.1479. Lugarteniente general y virrey de Sicilia, Cerdeña y Mallorca (1414-1416), lugarteniente real de Aragón, Valencia y Mallorca (1436-1458), co-lugarteniente real de Cataluña, rey de Navarra (1425- 1479) y rey de Aragón (1458-1479).

Nacido del matrimonio formado por Fernando I de Antequera, regente de Castilla y rey de Aragón (1412-1416), y Leonor Urraca, condesa de Alburquerque y, sin duda, la mayor rica hembra de Castilla, era el segundo de los hijos varones, es decir era “el segundogénito de un segundón”, como le calificó su biógrafo, el historiador Vicens Vives. Por nacimiento pertenecía a la rama menor de la dinastía castellana de los Trastámara, linaje preeminente y muy enriquecido gracias, sobre todo, a la prodigalidad de su abuelo, el monarca Juan I de Castilla.

Criado y educado en su residencia natal de Medina del Campo, en una verdadera Corte principesca, el infante Juan llegó a ser uno de los miembros más conspicuos de dicho linaje, ya que en su cabeza recayeron las Coronas de Navarra y, años después, de Aragón; recibió, como sus hermanos, una formación adecuada al modelo aristocrático, es decir, destreza en el ejercicio de las armas y en las artes venatorias —la caza fue, sin duda, su afición favorita—, que se verían completadas, seguramente, con una cierta preparación literaria bajo la influencia de su pariente Enrique de Villena. Dotado de un admirable sentido político, fue capaz de diseñar y conseguir un ambicioso proyecto para su dinastía gracias a su tesón y habilidad; su ambición, no obstante, le llevó, de otro lado, a enfrentarse con problemas de un calado excepcional que pudo solventar no sin tener que afrontar graves conflictos políticos y sociales, e incluso familiares.

Como todos los grandes personajes, su biografía arroja un balance de luces y sombras según las distintas aproximaciones historiográficas que se han realizado a su figura, ya que mientras unos lo tachan de ‘castellanista’, como a todos los reyes aragoneses de la dinastía Trastámara, otros le atribuyen un ‘feroz absolutismo’, radicalmente antagónico de quienes le califican de ‘monarca liberal’ por apoyar a los campesinos y menestrales catalanes; Juan II de Aragón y de Navarra, no obstante, dada su longevidad (vivió más de ochenta años) y cargos desempeñados, fue actor principal de buena parte de los acontecimientos políticos acaecidos a lo largo del siglo XV e intentó por todos los medios afirmar su autoridad monárquica y trazar un ambicioso proyecto para él y su dinastía que sólo los complejos e imprevistos avatares históricos lograron que se hiciera realidad en la figura de su hijo y sucesor.

Tras el Compromiso de Caspe (1412), se instauraba en Aragón un nuevo linaje, el de los Trastámara castellanos, llevando al trono de la Corona a Fernando I que, no obstante, no renunciaba a la regencia de Castilla. El 11 de febrero de 1414 el infante Juan, junto a sus hermanos, participaba activamente en la solemne ceremonia de coronación de su padre, Fernando I de Trastámara, como rey de Aragón en la Seo de Zaragoza, portando el cetro de oro. En la misma ceremonia, y una vez coronado, el nuevo Monarca designaba al infante Alfonso, su primogénito varón, como príncipe de Gerona y heredero de sus estados, mientras que Juan recibía el ducado de Peñafiel que, junto con el título de señor de Castrogeriz, le iba a proporcionar un importante patrimonio con unas elevadas rentas señoriales. El título le obligaba, además, a ejercer la jefatura de la rama menor de los Trastámara, a la que el infante no renunció durante muchos años; de ahí que se viera involucrado en la política interna castellana como uno de sus principales magnates, teniendo que intervenir en continuadas acciones bélicas, alguna de las cuales, como las derrotas sufridas en los años 1429, 1430 y 1445 ocasionaron la pérdida de una parte sustancial de la herencia castellana.

Su padre, Fernando I de Trastámara, proyectó, como todos los monarcas de la época, una compleja estrategia de dominio político peninsular en la que sus hijos jugaban un destacado papel en las relaciones exteriores y así negociaba para emparentarlos con otras casas reinantes. En dicha estrategia, el infante Juan era una pieza fundamental para consolidar el dominio aragonés en el Mediterráneo occidental; a tal fin recibió de su padre un primer cometido político de cierta envergadura: en febrero de 1414 era nombrado lugarteniente real y gobernador general de Cerdeña y Sicilia, proyectando que se hiciera cargo de Sicilia como virrey, en un régimen autónomo de gobierno, e incluso que llegara a dominar sobre Nápoles, preparando para ello la boda del joven infante, de apenas diecisiete años, con la reina Juana II de Nápoles, viuda ya entrada en años, pactada en escritura pública en Valencia en enero de 1415, aunque dicho acuerdo no llegó a cumplirse. En marzo de ese mismo año, el infante, acompañado de una importante escuadra, se hacía a la mar, llegando a Palermo (Sicilia) el 6 de abril de 1415. En la isla, además de dedicarse “a la caza y al juego de dados” —como le informaron al rey de Aragón, su padre—, empezó a fraguarse su personalidad política, ya que tuvo que contemporizar con el partido autonomista, que quería erigir una Monarquía independiente y separada de la común aragonesa y nombrar al propio infante Juan como Rey, intentando enemistarle así con su propio padre que había declarado solemnemente que Sicilia quedaba indisolublemente unida a la Corona de Aragón (1414). El infante conoció también en tierras insulares a Blanca, princesa de Navarra, y viuda desde 1409 del malogrado Martín el Joven, que había ejercido durante algún tiempo como lugarteniente real en Sicilia y que regresaba a Navarra en los primeros días de septiembre de 1415 como heredera del reino, y vio cómo se rompía definitivamente su acuerdo matrimonial con la reina Juana de Nápoles, que se casó con el conde de la Marca, Jaime de Borbón, del linaje de los Anjou.

Los esfuerzos paternos por situar al infante en Nápoles fracasaron, pues dirigió ahora sus miras hacia Castilla para ocuparse de los intereses familiares, mezclados en una verdadera maraña de complejos asuntos políticos y económicos que el linaje quería imponer para alcanzar el control del reino castellano. Además, el 2 de abril de 1416 fallecía en Igualada el rey de Aragón Fernando I; en su testamento dejaba como heredero del trono a su primogénito Alfonso V el Magnánimo, que se hizo cargo del gobierno de la Corona. El infante Juan, como segundogénito, recibió un buen número de títulos y propiedades en Castilla: el ducado de Peñafiel, el condado de Mayorga, el señorío de las villas de Alba de Tormes, Castrogeriz, Medina del Campo, Olmedo, Cuéllar, El Colmenar, Paredes de Nava, Villalón, Haro, Belorado, Briones, Cerezo y Roa, además del título catalán de duque de Montblanc.

El infante regresó a la Península en enero de 1418, siguiendo instrucciones de su hermano Alfonso, el nuevo titular de la Corona, que optó por encabezar él mismo la estrategia mediterránea y encomendó a su hermano que se hiciera cargo de los dominios e intereses familiares en Castilla, y a su esposa María y al propio infante Juan el gobierno de los distintos estados de la Corona de Aragón que, por primera vez, se encontraban ante un rey absentista.

El nuevo rey de Aragón y sus hermanos, los famosos “infantes de Aragón”, tenían puestos sus intereses y sus apetencias en toda la Península; eran, en realidad, unos magnates castellanos que detentaban amplios dominios territoriales, y que participaban en la política interna de Castilla, en la que estaban fuertemente imbricados, para hacerse con el control de la regencia o, en su defecto, con los resortes del poder, diseñando una hábil estrategia; así, Alfonso V se había casado en 1415 con su prima María, hermana de Juan II de Castilla, mientras que sus restantes hermanos varones controlaban las dignidades más importantes: así, Enrique, conde de Alburquerque y marqués de Villena, alcanzaba la dignidad de maestre de la Orden de Santiago, y en 1420 se casó con Catalina, la otra hermana del rey de Castilla; Sancho, que murió muy pronto, detentó el maestrazgo de Alcántara, y, por último, Pedro, duque de Notho, quedaba a la expectativa de ser nombrado maestre de Calatrava; de esta forma, pues, los “infantes de Aragón” lideraban, desde distintos cargos de responsabilidad, la nobleza castellana; además, en 1418 tenían lugar los esponsales de su hermana María con el propio Rey de Castilla, y la hermana menor, Leonor, fue reina de Portugal al casar con el rey Duarte (1433-1438).

La siguiente estrategia de la rama menor de los Trastámara, ahora llamados los “infantes de Aragón”, se dirigía hacia Navarra y a dicho fin se iniciaron negociaciones matrimoniales entre el infante Juan, duque de Peñafiel, y Blanca, hija del rey Carlos III el Noble (1387-1425) e infanta heredera de Navarra, que culminaron en las capitulaciones firmadas en Olite el 5 de noviembre de 1419. Las bodas se celebraron en Pamplona, el 18 de febrero de 1420. Los acuerdos establecían que el primogénito habido de la pareja, fuera hombre o mujer, heredaría el reino de Navarra y las propiedades territoriales que el infante Juan tuviera en Castilla y en Aragón.

El 29 de mayo de 1421 nacía, en Peñafiel, el príncipe Carlos, que fue jurado como heredero de Navarra por las Cortes reunidas en Olite el 11 de junio de 1422. Recibía también el título de príncipe de Viana, creado para él por su abuelo Carlos III. Otros hijos del matrimonio fueron la infanta Blanca, nacida en Olite el 7 de junio de 1424, y la infanta Leonor, nacida el 2 de febrero de 1426.

El interés dinástico y personal del infante Juan seguía centrado, no obstante, en Castilla, corona en la que tenía compromisos ineludibles. Juntamente con sus hermanos, los infantes Enrique y Pedro, intervino desde 1419 decisivamente en los asuntos castellanos, primero apoyando la causa del valido Álvaro de Luna, y desde 1425 luchando en su contra.

El 8 de septiembre de 1425 murió Carlos III, y Juan fue proclamado como rey de Navarra en su propio campamento militar instalado entonces en Tarazona, mientras que su esposa Blanca era proclamada como reina en el palacio real de Olite, donde residía. La situación de Juan II como rey de Navarra fue compleja, ya que desde su reconocimiento como tal, actuó únicamente como rey consorte, sin intervenir directamente en los asuntos de gobierno, que quedaban en manos de su esposa; utilizó la dignidad real, en cambio, para sus continuas intervenciones militares en Castilla.

Coincidiendo con su elevación al trono navarro, y junto con su cuñada María, la reina de Aragón abandonada por Alfonso V, Juan II de Navarra asumió las lugartenencias y responsabilidades de gobierno encargadas por su hermano y, sobre todo, ejerció la jefatura de la familia en las operaciones castellanas en un momento en que la Corona se vio inmersa en una serie de guerras y conflictos internos que le conducían a una irreversible situación de caos y desorden político, en parte alimentados por las ambiciones de los “infantes de Aragón” y sus partidarios para controlar al rey Juan II de Castilla; los intereses y alianzas fueron tan complejos que llevaron al enfrentamiento entre Juan, rey de Navarra, aliado circunstancialmente con Álvaro de Luna, y su propio hermano, el infante Enrique, que fue hecho prisionero. Las luchas se prolongaron durante los años 1425 a 1429, estando a punto el rey Alfonso V y su hermano Juan II de Navarra de invadir Castilla en este año y derrotar a don Álvaro, ahora en el bando contrario. La falta de decisión final, unido a la continuada sangría en hombres y en dinero que tenían que sufragar aragoneses y catalanes que, a cambio, no obtenían ningún beneficio, ni siquiera había justificación alguna en el intervencionismo de los “infantes de Aragón” en Castilla salvo servir los intereses del propio linaje familiar, llevó a la firma, el 19 de julio de 1430, en el real de Majano de una tregua de cinco años favorable, sin duda, a la causa del valido Álvaro de Luna; los infantes de Aragón, por su parte, debían retirarse de Castilla, con los graves perjuicios que de ello se derivaban; la tregua debe interpretarse como la renuncia del monarca aragonés a seguir defendiendo sus intereses dinásticos en Castilla y los extensos dominios señoriales de los Trastámara ‘aragoneses’ para dedicarse, en exclusividad a la política italiana.

En junio de 1434, Juan II embarcaba desde Valencia con destino a Palermo para apoyar militarmente a su hermano Alfonso V en la empresa napolitana; combatió en el sitio de Gaeta y, junto a sus hermanos, Alfonso y Enrique, fue hecho prisionero por los genoveses tras la derrota naval de Ponza (5 de agosto de 1435), y conducido a Milán. Obtuvo su libertad después de cuatro meses de prisión, con el encargo de trasladarse a Aragón y solicitar allí de las Cortes una fuerte suma para el rescate de Alfonso V y tras pactar con el duque Felipe María Visconti el reparto de las zonas de influencias en Italia. Íñigo López de Mendoza en su obra La comedieta de Ponza exalta los valores aristocráticos representados por los infantes de Aragón y sus seguidores, un centenar de caballeros que también fueron hechos prisioneros, entre los que se encontraba el propio escritor.

A fines de 1435, Juan II era designado por su hermano Alfonso V, que ya no regresó a la Península, lugarteniente real de Aragón, Valencia y Mallorca, ocupando desde entonces un destacado papel en la gobernación de los territorios peninsulares de la Corona, en cuyas tareas alternó con su cuñada doña María, reina consorte que tenía amplios poderes delegados por su esposo. El alejamiento definitivo de Alfonso V y la falta de descendencia, hicieron recaer en Juan II la categoría de heredero, por lo que en la práctica pudo actuar en el reino de Aragón como auténtico soberano. Al igual que en Navarra, Juan II desarrolló en Aragón una política personalista en la que primaron sus intereses dinásticos en Castilla; el reino aragonés se vio inmerso en un conflicto que le exigía una aportación continuada de dinero y de hombres, además de sufrir las zonas lindantes con Castilla los devastadores efectos de la guerra. En 1436 Juan II presidió las Cortes aragonesas que se celebraron en Alcañiz y, tres años después, convocó Cortes en Zaragoza, ante la amenaza francesa en la frontera catalana.

De nuevo, en 1441, Juan II reunió Cortes en Alcañiz que prosiguieron luego en Zaragoza.

El 1 de mayo de 1441 moría en el monasterio de Santa María de Nieva (Segovia) Blanca de Navarra.

La muerte de la Reina se producía mientras su marido, Juan, seguía inmerso en las banderías internas castellanas, capitaneando la liga de nobles castellanos que, aliada circunstancialmente con los “infantes de Aragón”, conseguía desterrar del reino al valido Álvaro de Luna y capturar al rey de Castilla en Medina del Campo; durante los dos años y medio siguientes, Juan de Navarra pudo actuar, siquiera momentáneamente, como amo y señor del gobierno de Castilla.

Tras el fallecimiento de su esposa, Juan II quedaba en una complicada situación política: de un lado, la sucesión al reino de Navarra iba a generar un prolongado enfrentamiento entre dos bandos irreconciliables, los agramonteses y los beamonteses; de otro, los distintos estados de la Corona de Aragón se negaban en Cortes a seguir suministrando ayuda económica a su lugarteniente para la guerra frente a Castilla. En Navarra el gobierno quedaba en manos del príncipe de Viana que, por ley, debía ser coronado, ya que, según el testamento de doña Blanca (17 de febrero de 1439), el primogénito Carlos quedaba como heredero universal de sus bienes, aunque le instaba a no tomar el título real sin contar con la anuencia paterna. El viudo rey consorte, al parecer, no tenía ninguna intención de perder su regio cargo, aunque, todavía ocupado en los asuntos castellanos, dejaba momentáneamente el gobierno de Navarra en manos de su hijo, al que nombraba lugarteniente general. Basándose precisamente en el testamento, Juan II conservó el gobierno de Navarra como usufructuario supérstite de su esposa, argumento sin valor legal, ya que su hijo era mayor de edad (tenía veinte años); la intransigencia del Monarca le llevó a un enfrentamiento con su propio hijo, el príncipe Carlos, con el que nunca llegó a entenderse.

La situación de Juan II en Navarra se agudizó cuando decidió apartar del trono a su hijo, coincidiendo además con la negociación de su nuevo matrimonio, situación que, según el Fuero General, invalidaba el alegato de usufructo. Sólo un carácter tan perseverante como el de Juan II podía mantener postura tan inflexible, agravada por la firma de las capitulaciones matrimoniales en septiembre de 1443 con Juana Enríquez, hija de Fadrique Enríquez, almirante de Castilla. Las bodas se celebraron en Calatayud el 13 de julio de 1447, y de este segundo matrimonio nacieron cuatro hijos: Fernando —el futuro Rey Católico—, las infantas Leonor y María —muertas de corta edad— y Juana —que casó con su primo Ferrante, rey de Nápoles e hijo natural de Alfonso V.

Además de sus hijos legítimos, tuvo Juan II varios hijos naturales: Alonso de Aragón, que fue maestre de Calatrava y después conde de Ribagorza; Juan de Aragón, que fue arzobispo de Zaragoza, y Leonor de Aragón, que casó con el condestable de Navarra, Luis de Beaumont, conde de Lerín.

Tras su definitiva derrota en la batalla de Olmedo (1445), en la que falleció el infante don Enrique, alejado momentáneamente de los asuntos castellanos, y pasados unos años, Juan II decidió en 1450 instalarse, junto con su nueva familia, en la Corte navarra, agravando así la crisis sucesoria. Desde entonces, tomó las riendas del gobierno que desempeñó de forma personalista, organizando la casa real y la Corte navarra de acuerdo con modelos existentes en Castilla; había pasado de ser rey consorte a rey efectivo en detrimento de su primogénito y legítimo heredero. La destitución del príncipe de Viana, su hijo, del cargo de lugarteniente, se completó con la pérdida de poder de los beamonteses —partidarios de Carlos y de la legitimidad sucesoria— y el ascenso político de los agramonteses —partidarios de Juan II—, culminando así la ruptura entre padre e hijo, que arrastró al reino de Navarra a una situación de guerra civil. Así pues, desde 1450 el príncipe Carlos, despojado de poder, tuvo que huir del reino y entrar en negociaciones con Castilla (pactos de Puente la Reina y Pamplona firmados en septiembre de 1451, que sirvieron de argumento principal para ser acusado por su padre de alta traición). El enfrentamiento civil se saldó, momentáneamente, con la derrota de los beamonteses en Aybar, el 23 de octubre de 1451, en la que el propio príncipe fue hecho prisionero.

Tras unos años en los que llegó a nombrar a Juana Enríquez, su segunda mujer, como gobernadora de Navarra, Juan II negoció, el 3 de diciembre de 1455 en Barcelona, la sucesión al trono navarro, desheredando para ello al primogénito Carlos de Viana y a su hermana Blanca, en beneficio de su hija menor Leonor, casada con Gastón IV de Foix, a quienes nombró como lugartenientes generales; el tratado fue definido por el insigne historiador Jerónimo Zurita como “la más infame negociación” realizada por el monarca aragonés.

El príncipe Carlos, derrotado en Navarra, buscó apoyos exteriores, y así acudió a Nápoles, donde fue bien acogido por su tío Alfonso V; se instaló en Sicilia (1457), donde el Parlamento vio en él la bandera del independentismo y solicitó a Juan II que nombrara a Carlos como virrey perpetuo del país, lo que generó nuevos recelos entre padre e hijo que, legítimamente, exigió heredar el trono navarro. La muerte del rey de Aragón en 1458 modificó sustancialmente esta conflictiva situación, ya que Juan heredó el trono aragonés y su hijo Carlos se convirtió en el príncipe heredero de la Corona. Navarra desde entonces ocupó un lugar secundario en el desarrollo del conflicto por la sucesión entre padre e hijo.

Cuando el 27 de junio de 1458 murió Alfonso V, en Nápoles, dejó a Ferrante, su hijo natural, el reino de Nápoles, mientras que su hermano Juan —rey de Navarra— fue reconocido como rey de Aragón y heredero de los diversos estados de la Corona: Sicilia, Cerdeña, Córcega, Atenas y Neopatria, Rosellón, Cerdaña, Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca, que quedaban bajo dominio del nuevo monarca.

Juan II de Aragón y de Navarra era, por entonces, hombre de avanzada edad (sesenta y un años), amenazado por las cataratas que lentamente le iban dejando sin vista; no obstante, tenía una amplia experiencia política, ya que había intervenido en buena parte de los acontecimientos más destacados desde su lejano nombramiento como virrey de Sicilia, cuando apenas contaba con diecisiete años de edad. En julio de 1458 aceptó su compromiso como rey de Aragón —y por tanto de la Corona— en la Seo de Zaragoza y juró los Fueros ante el Justicia de Aragón. En aquel acto solemne encumbró a su hijo Fernando, habido de su segundo matrimonio con Juana Enríquez, con los títulos de duque de Montblanc, conde de Ribagorza y señor de Balaguer, que, según las capitulaciones matrimoniales con Blanca de Navarra, deberían haber pasado al primogénito Carlos y, de acuerdo con la tradición, sucesor y heredero de los bienes paternos.

Por su parte, el gobierno municipal de Barcelona, que asumía la capitalidad del Principado, se dirigió a Juan II para reclamar su presencia en la ciudad para “jurar iuxta la forma acustumada nostres privilegis, usatges de la dita ciutat, usos e costums d’aquella, constituciones, capitoles e altres decrets e altres llibertats del Principat de Catalunya”.

Tanto las Cortes del reino como las catalanas exigieron a Juan II que designara a su primogénito Carlos de Viana como príncipe heredero y futuro rey de la Corona de Aragón. El monarca aragonés decidió, utilizando posiblemente una táctica dilatoria, firmar la llamada Concordia de Barcelona (enero de 1460) por la que perdonaba a su hijo Carlos y, de forma más aparente que real, resolvía la crisis sucesoria navarra, mientras que la sucesión aragonesa no se abordaba. El acercamiento entre padre e hijo duró poco tiempo ya que el príncipe Carlos, desde Barcelona, negoció con Enrique IV de Castilla su boda con Isabel de Castilla; estos contactos, a espaldas de su padre, sirvieron de justificación para que Juan II ordenara la detención de su propio hijo en diciembre de 1460. Las consecuencias mostraron que fue un grave error político, ya que no sólo en Navarra, donde se iniciaba una nueva fase de la guerra civil, sino en Aragón y, sobre todo, en Cataluña surgieron fuertes movimientos populares de contestación en favor de la liberación del heredero; a tal efecto, los parlamentarios aragoneses reunidos en Calatayud (1461) exigieron que el príncipe de Viana fuera nombrado también príncipe de Gerona, sucesor de la Corona y heredero universal, mientras que los catalanes optaron por un pronunciamiento a favor del príncipe, el 7 de febrero, ante la respuesta negativa del Rey de declarar a su primogénito como heredero universal; así, el Consejo de Cataluña proclamaba heredero al príncipe de Viana, que aceptaba y asumía, por tanto, la lugartenencia real, convirtiéndose en el jefe del poder ejecutivo.

El Rey se veía obligado a capitular, y en febrero de 1461 liberó a su hijo Carlos y firmó, ante la invasión de Navarra por las tropas castellanas, la llamada Capitulación de Villafranca del Panadés (21 de junio de 1461), aceptando las decisiones acordadas por el Consejo de Cataluña, que incluso le impedían entrar en el Principado sin autorización expresa de dicho Consejo, que había declarado a Juan II, a su esposa Juana Enríquez y al heredero, Fernando, “inimichus, destructors e subvertidors de la cosa publica del Principat”; no obstante, y de forma inesperada, el 23 de septiembre de 1461 murió de tuberculosis el príncipe Carlos, en extrañas circunstancias, urdiéndose desde entonces una aureolada leyenda en torno a su persona, que vendría a representar la bandera de la legitimidad y del independentismo frente a las “tiránicas” decisiones de su padre, Juan II, cuyo intervencionismo en Navarra y la conducta observada hacia su hijo, ocasionó también graves trastornos políticos al reino de Aragón, acentuados todavía más por las consecuencias derivadas de la sublevación catalana contra el Monarca que, no obstante, tramaba un apasionante futuro para su otro hijo varón, el infante Fernando, habido con su segunda esposa Juana Enríquez, de la que, según se deduce de la correspondencia, el Rey se sentía profundamente enamorado, ya que la llama “mi ninya e mi senyora bella”.

El 28 de mayo de 1462 el Monarca rompió la Capitulación y entró con sus tropas en el Principado; era el comienzo de la guerra civil catalana iniciada desde las instituciones más representativas, la Generalitat, el Consell de Cent de Barcelona y el Consell del Principat, dominadas por los grupos oligárquicos, y que ha sido definida por Jaime Vicens y la historiografía catalana posterior como una verdadera revolución o levantamiento “nacional” frente a Juan II promovida por la Biga barcelonesa, y los elementos más significativos del pactismo apoyados, además, por los dirigentes eclesiásticos. Fue, sin ninguna duda, una cruenta guerra civil que supuso la crisis política y social más grave de toda la larga andadura en común de la Corona de Aragón, y concitó tales sentimientos a favor del heredero Carlos, que la Diputación del General de Cataluña, aglutinando al pueblo en su entorno, declaró la guerra al Monarca.

La prolongada ausencia de Alfonso V de sus estados peninsulares había dado un fuerte protagonismo a los grupos privilegiados catalanes, los únicos que tenían representación política, pero que se mostraron incapaces de conseguir una coherencia interna basada en la consecución de unos intereses comunes y no en los individuales o de grupo. Se añadía a esta situación una tremenda crisis económica en los distintos estados de la Corona que aumentó la contestación social en aspectos tan conocidos como la rebelión de los forans mallorquines y los remensas catalanes, o enfrentamientos generalizados entre nobles y caballeros en Cataluña, Aragón y en Valencia, así como entre los propios ciudadanos que controlaban —y se disputaban— el gobierno municipal, la Busca y la Biga, cuyos miembros trataban de mantener su situación de predominio en un país progresivamente arruinado.

En este sentido, los conflictos de la Barcelona del siglo XV tuvieron su origen en la actitud decididamente egoísta de patricios y mercaderes, que intentaron consolidar a cualquier precio los privilegios obtenidos tras siglos de control de las instituciones urbanas frente a la actitud de la Corona, mucho más acorde con el autoritarismo monárquico que se estaba imponiendo en todo el mundo occidental.

Las hostilidades iban a comenzar con el sitio de Gerona a cargo del conde de Pallars, al que respondió Juan II con la toma de Balaguer y de Tárrega, y en su largo desarrollo (1462-1472) se mezclaron las discordias internas con la ayuda internacional. La guerra civil movía a los contendientes a solicitar ayudas internacionales, y así Juan II logró, en mayo de 1462, el apoyo del monarca francés Luis XI, que colaboró con setecientas lanzas y otro material de guerra a cambio de recibir 200.000 escudos de oro y, como garantía del pago, el monarca aragonés entregó a Luis XI los condados del Rosellón y la Cerdaña. El Consejo de Cataluña proseguía, por su parte, su decidida actuación, afianzando la Biga su posición de dominio en Barcelona y, a su vez, desarticulando al bando buscaire y reprimiendo a los remensas (sublevados desde enero de 1462) capitaneados por Francés Ventallat, y los representantes del Consejo no dudaron en solicitar apoyo a los otros estados de la Corona, es decir aragoneses, mallorquines y valencianos.

Sucesivamente fueron proponiendo el gobierno del Principado a distintos candidatos a cambio de su apoyo militar: en agosto de 1462 a Enrique IV de Castilla que, tras los éxitos del bando realista, renunciaba al condado; siguió luego el condestable Pedro de Portugal, descendiente de Jaime de Urgel, y que, tras la pérdida de Lérida en julio de 1464 y la de Villafranca del Panadés, moría en junio de 1466; y, por último, el Consejo de Cataluña ofrecía el gobierno a Renato de Anjou, duque de Provenza, que envió a su hijo Juan de Calabria con un nutrido contingente militar que no pudo recuperar ni los territorios perdidos ni tampoco logró la pacificación y control interno, sumida Barcelona —y sus habitantes— en una grave crisis de agotamiento, como ha estudiado C. Batllé, fuertemente empobrecida y aislada internacionalmente.

Frente a esta situación, agravada por la muerte de Juan de Calabria, el monarca Juan II obtenía victorias militares y éxitos diplomáticos, ya que en octubre de 1469 negociaba el matrimonio de su hijo Fernando con Isabel de Castilla, y conseguía la ayuda de Inglaterra y de Borgoña para luchar contra Francia que, de nuevo, amenazaba con invadir el Principado. Al año siguiente convocaba Cortes Generales de la Corona, reunidas en Monzón, en las que los representantes de Aragón y Valencia acordaban prestar la ayuda solicitada por el Rey para expulsar a las tropas francesas de Cataluña. La habilidad política y las ayudas económicas iban a decidir no sólo el final del levantamiento, sino el futuro de la dinastía y de la Corona.

Barcelona se rendía, tras un largo asedio, a las tropas realistas, firmándose la Capitulación de Pedralbes (24 de octubre de 1472). El Monarca, en una decisión política, se mostraba generoso con los rebeldes y se comprometía a no ejercer represalias, excepto con Hugo Roger III, conde de Pallars, y jefe de las tropas de la Generalitat; en cambio, aceptaba la continuación del sistema pactista anterior, y reconocía las leyes y acuerdos dictados por el Consejo del Principado, la Generalitat y el Consejo de Ciento. La Monarquía, como señala González Antón, ni se fortaleció ni fue capaz de abordar las necesarias reformas políticas, institucionales y sociales que estos reinos necesitaban, ni tan siquiera Juan II supo compensar a los menestrales y remensas, ya que se hacía imprescindible seguir contentando a las elites; en suma, que los graves problemas siguieron, por tanto, en los años siguientes, con un Principado en estado deplorable y sumido en la miseria, situación que se detecta también en los restantes reinos de la Corona, en los que se vivían complicadas situaciones de luchas intestinas, como en Valencia o en Aragón, donde se dibujaba un panorama de anarquía casi absoluta, con banderías continuadas tanto en el medio rural como en las ciudades.

Todavía en 1478 Cerdeña se sometía definitivamente a la Corona de Aragón, viéndose así el anciano Monarca reconfortado en los últimos meses de su vida.

Juan II, aquejado de gota en la etapa final de su vida, murió en Barcelona el día 19 de enero de 1479, a los ochenta y un años de edad, dejando como único heredero a su hijo Fernando, del que se despidió por medio de una carta recogida por su fiel secretario Juan de Coloma, en la que afirmaba que únicamente podía salvarle el “Creador y Redentor del mundo, en cuyas manos estamos”, y le recomendaba que se dejara regir por la justicia para conservar en paz “los regnos e súbditos [...] evitando quanto el mundo podays todas guerras y discusiones”.

El féretro real, con su cuerpo embalsamado, fue expuesto durante una docena de días en el salón del Tinell del palacio real barcelonés, donde recibió el homenaje de sus súbditos. Las exequias fúnebres, como correspondían a un regio gobernante, fueron muy costosas, hasta el punto de que hubo que empeñar una parte de las joyas del Monarca y vender oro y plata de la cámara real. Fue enterrado en el real monasterio de Poblet. Su hijo Fernando el Católico le sucedía como rey de Aragón y de los restantes reinos y estados de la Corona, y representó el triunfo monárquico y el tránsito a la Modernidad. Su hija Leonor, habida con su primera esposa Blanca, le sucedió en el reino de Navarra.

 Bibl.: J. Vicens Vives, Historia de los remensas (en el siglo XV), Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Jerónimo Zurita, 1945; E. Benito Ruano, Los Infantes de Aragón, Madrid, CSIC, 1952; J. Vicens Vives, Juan II de Aragón (1398-1479). Monarquía y revolución en la España del siglo xv, Barcelona, Teide, 1953; N. Coll Juliá, Doña Juana Enríquez, lugarteniente real en Cataluña, 1461-1468, Madrid, CSIC, 1953, 2 vols.; J. Vicens Vives, El segle xv. Els Trastamares, Barcelona, 1956; R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, t. XV, Madrid, Espasa Calpe, 1964; C. Batllé, La crisis social y económica de Barcelona a mediados del siglo xv, Barcelona, Universidad, 1973, 2 vols.; S. Sobrequés Vidal y J. Sobrequés Callicó, La guerra civil catalana del segle XV. Estudi sobre la crisi social i economica de la Baixa Edat Mitjana, Barcelona, Edic. 62, 1973, 2 vols.; J. Vicens Vives, Historia de los remensas en el siglo XV, Barcelona, Vicens-Vives, 1978; E. Ramírez Vaquero, Blanca, Juan II y el Príncipe de Viana, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1987; N. Baranda Leturio, “Una crónica desconocida de Juan II de Aragón (Valencia, 1541)”, en Dicenda, Cuadernos de Filología Hispánica, 7 (1988), págs. 267-288; M.ª I. Falcón Pérez, “Juan II”, en Los reyes de Aragón, Zaragoza, Caja Inmaculada, 1993, págs. 157-162; M.ª M. Costa Paretas, “El viatge de l’infant Joan (futur Joan II) a Sicilia (1415)”, en VV. AA., XIV Congresso di Storia della Corona d’Aragona, vol. III, Sassari-Alghero, 1996, págs. 287-302; L. González Antón, “Sobre poder y sociedad”, y A. García García-Estévez, “La última intromisión de Juan II en la política castellana”, en VV. AA., El poder real en la Corona de Aragón (siglos XIV-XVI). XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón: Actas, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1996, t. I, vol. 1, págs. 293-351, y t. I, vol. 2, págs. 457-474, respect.; R. Urgell Hernández, El regne de Mallorca a l’època de Joan II. La guerra civil catalana i las seves repercussions, Mallorca, El Tall ed., 1997; I. Ostolaza Elizondo, “D. Juan de Aragón y Navarra, un verdadero príncipe Trastámara”, en Aragón en la Edad Media (Zaragoza), XVI (2000), págs. 591-610; J. Á. Sesma Muñoz, La Corona de Aragón. Una introducción crítica, Zaragoza, Caja Inmaculada, 2000; V. Á. Álvarez Palenzuela, “Enrique, infante de Aragón, maestre de Santiago”, en Medievalismo (Madrid), año 12, n.º 12 (2002), págs. 37-89; C. López Rodríguez (ed.), Epistolari de Ferrán i d’Antequera amb els infants d’Aragó i la reina Elionor (1413-1416), Valencia, Universidad, 2004; L. M. Sánchez Aragonés, Las Cortes de la Corona de Aragón durante el reinado de Juan II (1458-1479). Monarquía, ciudades y relaciones entre el poder y los súbditos, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2004.

  
Renato de Anjou.



Biografía

Anjou, Renato de. Angers (Francia), 16.I.1409 – Aixen- Provence (Francia), 10.VII.1480. Rey de Nápoles titular (1435-1438) y efectivo (1438-1442), príncipe y hombre de letras. Duque de Anjou (1434-1480); de Bar (1430-1480) y de Lorena (1431-1453).

Hijo segundo de Luis II de Anjou y de Yolanda (hija segunda del rey Juan I de Aragón), hermano de Luis de Anjou.
Su nacimiento no hacía presagiar un destino político.
Fue adiestrado como caballero en las armas y las letras por Jean de Proyssy. Le casaron, ya que fue un matrimonio contratado por los padres de ambos, cuando tenía doce años de edad, con Isabel de Lorena, hija del duque Carlos (1420). Su tío abuelo el cardenal duque de Bar le nombra su sucesor y le confiere la Orden de la Fidelidad cuya divisa es “Tout ung” (todo uno). El ducado de Bar es el primer título de nobleza que adquiere.
A la muerte de Carlos II de Lorena (1431) se vio obligado a luchar por la sucesión con su sobrino Antonio de Vaudèmont, fue vencido y hecho prisionero y confiado al duque de Borgoña, Felipe el Bueno (liberado bajo palabra el 1 de mayo de 1432), dejando dos hijos como rehenes.

A la muerte en Consenza de su hermano mayor Luis II de Anjou (1432) pasa a ser duque de Anjou y rey de Jerusalén. En febrero de 1435 muere Juana II, reina de las dos Sicilias, sin sucesión; al morir sin hijos nombra sucesor a René, por lo que éste pasa a ser rey de Nápoles y de Sicilia. Esta herencia de Nápoles es puesta en duda por Alfonso de Aragón. En estas fechas es reclamado por Felipe el Bueno y de nuevo encarcelado, por lo que su esposa debe hacer frente a todas las dificultades que se generan con motivo de la sucesión de la reina Juana.
Compró su libertad por 400.000 de escudos de oro, lo que enriquece a la casa de Felipe el Bueno. El 19 de mayo de 1438 llega a Nápoles logrando un éxito efímero contra Alfonso V el Magnánimo, ya que el 2 de junio de 1442 las tropas de Alfonso tomaron Nápoles.
René regresó a Francia, donde permaneció hasta la muerte de su esposa.
Lleva a cabo una segunda expedición en Italia para apoyar, en Milán, a Sforza, pero acaba combatiendo contra Alfonso sin lograr ningún éxito.

En 1454 casa con Juana de Laval; este segundo matrimonio sorprendió como una verdadera historia de amor, ya que al parecer René se enamoró a través de las noticias que llegaban de ella. Es un matrimonio importante por su dimensión política y por la profundidad de sentimientos. Desde ese momento su hijo será el que se haga cargo de los asuntos italianos. El rey Luis XI de Francia se apodera de Anjou y el ducado de Bar, de tal manera que cuando René muera casi todo pasa directa o indirectamente a manos del Rey. Las posesiones de Réne fueron muy importantes y dispersas entre Angers y Nápoles y no gozaron nunca de estabilidad.
Sus ambiciones políticas se ciernen más allá de los Alpes, hacia Oriente. La realeza de Jerusalén es ficticia y se puede decir que no constituye un objetivo en su política. Hay que destacar que en los caballeros existía una doble vocación entre lo místico y lo militar, especialmente en los templarios, ejerciendo una gran influencia en los caballeros occidentales. Se considera que René, como hombre de su tiempo, es un buen ejemplo de esta influencia que le lleva a la fundación de la Orden de Caballeros de Anjou (patrón san Mauricio, patrón de la catedral de Angers) semejante a la Orden del Toisón de Oro (fundada por el duque de Borgoña). La Orden por él fundada se reservaba única y exclusivamente a la nobleza: nadie podía ingresar en ella si no era de lo más selecto de la aristocracia.
Fue considerado en su tiempo como uno de los más hábiles y mejores escenificadores de los pasos de armas de los torneos. Famosa fue la fiesta del Paso de Armas de la alegre guarda de Saumur (26 de agosto de 1446).
En 1451 dedica el Traité des Tournais (tratado de los torneos) a su hermano Carlos, donde fija las reglas y funciones del combate. En él se trata de dar a conocer los títulos de la nobleza mediante la exhibición de armas, los castigos al deshonor cuando el combate es jurídico, o el adiestramiento de los nobles en las armas.
Realizó grandes desplazamientos por mar y por tierra.
Perseguido por la intriga de Luis XI de Francia se refugia en la Provenza, en Aix y en Tarascón.
Los castillos de la Provenza están situados en el centro de un itinerario que va de Angers a Nápoles. De todas sus residencias la más significativa es la del castillo de Saumur, construido en 1367 por Luis I de Anjou.
Se dejó seducir por consejeros que pretendían conocer todos los secretos de la naturaleza, como François Prelati, compañero de Gilles de Rais, llamado Montcatin, que después del proceso y ejecución de su maestro (1440) obtuvo de René el mando de la Roche- Sur-Yon, cometió el error de encarcelar al tesorero del duque de Bretaña. Descubierta la acción, fue ahorcado en 1456.

La Corte de René se caracterizó por las grandes fiestas en las que contribuyeron todos los artistas de Francia. Las cuentas evidencian la frecuencia de los conciertos. El retorno de ciertas fiestas permite rivalizar entre los príncipes sobre los principios de la ceremonia y de la elegancia. Dedicó desde el punto de vista literario mucho tiempo a la búsqueda de libros, y esta actividad le confiere cierto aire de mecenas y humanista. Mantuvo amistad con el gramático Philelbe; con eruditos italianos, como Antoni Marcello, que le surte de importantes escritos.
Su biblioteca contenía numerosas obras históricas y literarias. No sólo llama a la Corte a las mejores figuras intelectuales del momento, sino que él trabaja en esta actividad. Se ha señalado el Tratado sobre los torneos (1451) y es autor del díptico literario Mortifiement de vaine plaisance (1455), donde relata cómo confía su corazón al alma, una obra inspirada en las enseñanzas del franciscano san Bernardino de Siena (fue su confesor canonizado en 1450 le hizo construir en 1453 una capilla en la catedral de Angers consagrada a su memoria). El objetivo de la obra es incitar a los lectores al buen comportamiento.
El libro fue dedicado al obispo de Tours, Jean Bernard. La segunda obra de este díptico literario es Livre du Cuer d’Amours Espris, donde por medio de la alegoría indica cómo fue atormentado por el dios del Amor.
Muere en Aix-en-Provence el 10 de julio de 1480 y su cuerpo fue enviado a Angers, donde fue enterrado en el muro del coro de la capilla de Saint Bernardin, en la columna de la izquierda, ante el altar de Saint Michel.

Bibl.: L. Suárez Fernández et al., Historia General de España y América, t. V. Los Trastámara y la unidad española (1369-1517), Madrid, Ediciones Rialp, 1981, págs. 368-369; G. Menéndez Pidal, M. T. Gousset y D. Poirion, El corazón enamorado, Madrid, ed. R. Díaz-Casariego, 1982.

écartelé en sautoir, en 1 d'azur semé de lys d'or et au lambel de gueules, en 2, fascé de gueules et d'argent, en 3 d'argent à la croix potencée d'or, cantonnée de quatre croisettes du même, en 4 d'azur semé de croisettes d'or et aux deux bars d'or. Sur le tout, d'azur aux trois fleurs de lys d'or et à la bordure de gueules.

La Casa de Anjou-Valois (francés: Maison de Valois-Anjou, italiano:Casa Angiò-Valois) fue una familia de la nobleza francesa, rama de la familia real Valois. Fueron los monarcas de Nápoles durante la Baja Edad Media en el sur de Italia.

Genealogía.

Yolanda de Anjou (Nancy, 2 de noviembre de 1428-23 de marzo de 1483) fue duquesa de Lorena (1473) y de Bar (1480). Era la hija de Isabel de Lorena y Renato de Anjou, quien luego sería el rey de Nápoles.

Renato II de Lorena (Angers, 2 de mayo de 1451 - Fains Véel, 10 de diciembre de 1508) fue un noble francés, hijo del conde Federico II de Vaudémont y de Yolande de Anjou, duquesa de Lorena, perteneciente a la Casa de Valois por ser hija de Renato I de Nápoles.

Antonio de Vaudémont (Bar-le-Duc, 4 de junio de 1489 - 14 de junio de 1544), duque de Lorena y de Bar, desde 1508 hasta su muerte,​ y titular del ducado de Güeldres de 1538 a 1541. Tercer hijo del duque René II de Lorena y de Felipa de Güeldres.

Francisco I de Vaudémont (Nancy, 23 de agosto de 1517-Remiremont, 12 de junio de 1545) fue de duque de Lorena y Bar, durante 363 días a partir de 1544 hasta 1545. Era hijo primogénito del duque Antonio de Lorena y Bar, y Renata de Borbón-Montpensier.

Carlos III de Lorena (Nancy, 18 de febrero de 1543-ibidem, 14 de mayo de 1608) fue duque de Lorena. Era hijo del duque Francisco I de Lorena y de Cristina de Dinamarca, sobrina del emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico.

Enrique II, llamado el Bueno, (Nancy, Ducado de Lorena, 8 de noviembre de 1563-Ibidem, 31 de julio de 1624) fue duque de Lorena y de Bar desde 1608 hasta su muerte. Era hijo de Carlos III de Lorena y de Claudia de Valois.

Claudia de Vaudémont, también conocida como Claudia Francisca de Lorena (en francés, Claude Françoise de Lorraine; Nancy, 6 de octubre de 1612-Viena, 2 de agosto de 1648), fue una noble francesa. Fue la segunda hija del duque Enrique II de Lorena y de Margarita Gonzaga, hija del duque Vicente I Gonzaga de Mantua y de Montferrato, y de Leonor de Médici. Su hermana mayor fue la duquesa Nicole de Lorena. Sus abuelos paternos fueron el duque Carlos III de Lorena y Claudia de Francia.

Carlos Leopoldo Nicolás Sixto de Vaudemónt (Viena, 3 de abril de 1643 - Wels, 18 de abril de 1690) fue el titular del Ducado de Lorena de 1675 a 1690, al tiempo que Lorena fue ocupada por Francia. Sin embargo, logró refugiarse con la dinastía de los Habsburgo, a cuyo servicio hizo una notable carrera militar siendo considerado junto con Albrecht von Wallenstein, Raimondo Montecuccoli y Eugenio de Saboya uno de los mejores generales que sirvió a la dinastía en el siglo XVII.

Leopoldo I de Lorena (11 de septiembre de 1679 - 27 de marzo de 1729), conocido como el Bueno, fue duque de Lorena y de Bar desde 1690 hasta su muerte. Hijo del duque Carlos V de Lorena y la archiduquesa Leonor María Josefa de Austria, hija del emperador Fernando III de Habsburgo.

Francisco Esteban de Lorena y Borbón-Orleans (en alemán: Franz Stephan von Lothringen; Nancy, Francia, 8 de diciembre de 1708-Innsbruck, Austria, 18 de agosto de 1765), también conocido como Francisco III de Lorena y luego como Francisco I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, duque de Lorena y gran duque de Toscana.

Leopoldo de Habsburgo-Lorena (en alemán: Leopold II von Habsburg-Lothringen; Viena, 5 de mayo de 1747 - id. 1 de marzo de 1792) fue un archiduque austriaco y luego emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Era hijo de los emperadores María Teresa de Habsburgo y Francisco I de Lorena. Gran Duque de Toscana (1765-1790), Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de Hungría y de Bohemia (1790-1792) al fallecer su hermano José II.

El archiduque Carlos de Habsburgo-Lorena (en alemán: Erzherzog Karl von Habsburg-Lothringen; Florencia, 5 de septiembre de 1771-Viena, 30 de abril de 1847), hijo de Leopoldo II y de María Luisa de Borbón, fue el hermano más joven del emperador Francisco II del Sacro Imperio Romano. A pesar de padecer epilepsia, Carlos consiguió labrarse el respeto como comandante y como reformador del ejército austriaco

Carlos Fernando de Austria-Teschen (Viena, 29 de julio de 1818-Gross-Seelowitz, 20 de noviembre de 1874) fue el segundo hijo del archiduque Carlos de Austria-Teschen y de la princesa Enriqueta de Nassau-Weilburg, y abuelo materno del rey Alfonso XIII de España. Pertenecía a la rama Teschen de la Casa de Habsburgo-Lorena.

María Cristina de Habsburgo-Lorena o de Austria,​ o, en su forma original alemana, Maria Christina von Habsburg-Lothringen​ (u Österreich) (Groß Seelowitz, 21 de julio de 1858​ - Madrid, 6 de febrero de 1929), fue la segunda esposa del rey Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Por vía materna guardaba parentesco con las familias reales española y austriaca, puesto que era tataranieta de Carlos III de España, igual que su marido, y bisnieta de Leopoldo II del Sacro Imperio Romano Germánico.

Alfonso XIII de España, llamado «el Africano» (Madrid, 17 de mayo de 1886-Roma, 28 de febrero de 1941) fue rey de España desde su nacimiento hasta la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931.

Juan de Borbón y Battenberg (Real Sitio de San Ildefonso, 20 de junio de 1913-Pamplona, 1 de abril de 1993). 

Juan Carlos I de España (Roma, 5 de enero de 1938) ha sido el rey de España desde el 22 de noviembre de 1975 hasta el 18 de junio de 2014, cuando abdicó la Corona en su hijo Felipe VI.

Felipe VI de España (Madrid, 30 de enero de 1968) es el rey de España, desde su ascenso al trono el 19 de junio de 2014.



Holly Wolf


  

Holly Wolf conocida por su papel en O Pecado da Mamã (1996), Thrill Ride (2016) y The Playboy Morning Show (2010).


Modelo Playmate internacional que es conocida por sus apariciones en populares revistas masculinas como Playboy, Maxim y FHM. También ha aparecido en la revista Wheels and Heels, Next Level y Players.

Antes de la Fama

Se convirtió en modelo de Playboy a través de la ayuda de sus amigas que también modelaban para la publicación.

Curiosidades

También ha sido modelo de cosplay y fue nombrada Mujer del Año Geek Fantasy.

Vida Familiar

Es originaria de Toronto, Canadá.

Asociación

Sarah Ingle y ella son modelos de cosplay.




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