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Scherezada Jacqueline Alvear Godoy |
Hitler orador:
Hitler poseía un natural talento en la oratoria, un singular personal indescifrable, magnético. Lo que llamamos carisma. Resulta pues adecuado apuntar algunos rasgos típicos de los discursos de Hitler, pues resultan muy valiosos.
Una de las características de la oratoria de Hitler la hallamos en las afirmaciones categóricas. En muchas ocasiones hallamos esas afirmaciones, sin embargo, cuando el tema en cuestión contiene alguna complicación, sobre economía, fenómenos históricos, etc. -, sigue invariablemente a esta afirmación, una serie de detallados y clarísimos ejemplos, que dejan tan claramente expuesto el problema que es innecesaria una explicación posterior. No hay nada más claro para entender la economía que los discursos que Hitler dio sobre el tema. Son trasparentes como el cristal.
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La característica más remarcables de Hitler es posiblemente la adaptación al auditorio. Le bastaba una simple mirada para sentirse parte del auditorio y dialogar con ellos con toda sencillez o con toda gravedad.
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“Son otros muchos los que dicen: Piense usted en que todo pesa sobre las espaldas de los jóvenes. ¡Pues pueden sentirse orgullosos de pasar por esa escuela!”
Este fragmento de discurso, elegido al azar, muestra una forma muy peculiar y habitual de Hitler en su oratoria.
A través de esos diálogos, consigue Hitler exponer ideas muy profundas en forma muy sencilla. También es normal en Hitler la puntualización de soluciones o de problemas a través de primero, segundo, tercero, etc. Y en general sus discursos cuentan con una parte inicial histórica, evocando los primeros tiempos de lucha, para pasar luego a los temas del momento.
La idea de Hitler de que debía empezarse en forma moderada, casi rutinaria, con la voz monótona durante una hora, para pasar en la siguiente a actitudes combativas, continuar en la tercera en igual forma y volver en la cuarta hora al período inicial.
Sin duda Hitler no dejaba nada al azar, siempre estaba pendiente de su postura y oratoria a la hora de dirigirse al público. En las siguientes imágenes se puede apreciar a Hitler en donde cuida sus movimientos con una especie de mímica ante el espejo para ensayar sus arengas tan famosas.
A través de esos diálogos, consigue Hitler exponer ideas muy profundas en forma muy sencilla. También es normal en Hitler la puntualización de soluciones o de problemas a través de primero, segundo, tercero, etc. Y en general sus discursos cuentan con una parte inicial histórica, evocando los primeros tiempos de lucha, para pasar luego a los temas del momento.
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Sin duda Hitler no dejaba nada al azar, siempre estaba pendiente de su postura y oratoria a la hora de dirigirse al público. En las siguientes imágenes se puede apreciar a Hitler en donde cuida sus movimientos con una especie de mímica ante el espejo para ensayar sus arengas tan famosas.
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Hitler recibió enseñanza teatral. Ensayó todos sus gestos famosos y hasta las expresiones faciales. Tuvo un profesor, Paul Devrient (1890-1973), que fue cantante de ópera. Este le enseñó técnicas para su puesta en escena y también le enseñó a educar su voz. Pocos políticos se habían tomado esas molestias. Pero Hitler sí. No dejó nada al azar. Solía quedarse afónico tras sus discursos y terminaba absolutamente agotado. Después de cada aparición pública solía preguntar a sus colaboradores sobre cómo había estado.
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Scherezada Jacqueline Alvear Godoy |
En 1931 la revista norteamericana Vanity Fair lo incluyó entre los mejores oradores de la época. Ciertamente Hitler fue un genio de la oratoria.
Los secretos para hablar en público de Hitler, Demóstenes y Martin Luther Demóstenes, Martin Luther King y Adolfo Hitler también dejaron una gran herencia para todos los emprendedores: sus secretos para hablar y convencer. Son las estrategias que emplearon para generar confianza, fidelidad y apoyo. Este legado no está escrito en ningún lugar, lo dejaron escondido en el mejor sitio para hacerlo: frente a los auditorios que cautivaron. Ellos tres emplearon las mismas técnicas en cada discurso y rompieron el mito de que sólo los predestinados podían ser oradores. Estas son las claves con las que ellos hicieron los discursos más emblemáticos de la historia. Conocer al auditorio. Antes del encuentro, el orador sabe a quiénes les hablará. Se trata de un estudio demográfico para conocer las generalidades del público, y de uno más específico que revelará las motivaciones que tienen sus futuros oyentes. Las entrevistas cara a cara con alguno de los participantes lograrán enfocar bien el discurso al centrarse en motivaciones reales y no especulaciones o supuestos. Esto permitirá concretar la exposición. Para que haya mayor fiabilidad, es necesario realizar tres entrevistas. Visitar el sitio de trabajo y acompañar a uno de los miembros del auditorio durante la jornada laboral logrará que el orador conozca perfectamente qué realizan y cómo lo hacen. Los informes anuales y los sitios web de la empresa a la que se ofrecerá la conferencia son otras fuentes valiosas de información para saber exactamente a quiénes se hablará y cómo se deberá hacerlo. El activista y pastor Martín Luther King, por ejemplo, cuidaba que su lenguaje fuera comprensible y tomaba los deseos no rescatados de su público para presentarlos como propios. Su discurso más importante, “Tengo un sueño”, realmente era el sueño de todos. Preparar un contenido sobresaliente. Una gran exposición invita a quienes la oyen a explorar otras formas de pensar y actuar de un modo diferente. La preparación del contenido, su estructuración y su comunicación son tres actividades interrelacionadas que logran ese objetivo. El contenido de la exposición tendrá más fuerza si se comienza con una frase impactante. El mismo puede reforzarse con una pregunta retórica que haga pensar a los asistentes y reclame toda su atención. Por otra parte, el título de la ponencia funciona como un gancho: supone un elemento clave de decisión para asistir o no a la conferencia. En nuestras presentaciones debemos prestar especial atención a los comienzos y finales. Investigaciones sobre la memoria muestran que el material que se recuerda más fácilmente y resulta más impactante es el que se encuentra al comienzo y al final. Por ello es conveniente abrir y cerrar toda exposición de forma contundente. Sólo tenemos 90 segundos para captar la atención del público. Una buena forma de terminar la exposición es con una rápida revisión del material cubierto o utilizando una cita genial, una historia o una anécdota. Las citas son un material perfecto para potenciar el contenido y lo bueno de ellas es que existe una para cada ocasión. Las historias son otro de esos ingredientes que ilustran el contenido y animan la exposición. Pueden utilizarse como introducción; para romper el hielo, como ejemplo, explicación o ilustración, estudio de caso, metáfora o como conclusión. Sin embargo, para que las exposiciones resulten enérgicas, memorables e impactantes, se utilizan historias convincentes para ilustrar el concepto, se emplea una simulación para que los asistentes adquieran una experiencia de primera mano y, finalmente, una conclusión avalada por pruebas científicas, aunque el orden de los elementos se puede alterar según las necesidades de la exposición. Adolfo Hitler era un orador que empleaba sistemáticamente historias, experiencias y datos contundentes. Apelaba a razones y emociones de su público. Organizar el contenido de forma excepcional. Los oradores de gran nivel trabajan en el contenido y en la comunicación del mensaje, pero también en la manera en la que organizarán el material. Al comienzo de la presentación se anuncian cuántos puntos se van a tratar y, cada vez que concluya uno de ellos se señalan al auditorio: “ese era el segundo punto”. Dichas explicaciones se pueden apoyar en material visual. Pueden utilizarse ocho estructuras organizativas: cronológica, geográfica, analítica, funcional, comparativa, conflictiva, metafórica y una combinación de las anteriores. El 80% de los ponentes emplea el modelo cronológico, pero puede resultar tedioso, conviene combinar las estructuras. Es necesario asegurarse de que haya cohesión, y para esto se debe escribir una misión, desarrollar metas y objetivos, formular y responder preguntas esenciales, utilizar diagramas como guías para exponer pensamientos claros y ensayar la presentación. Por último, incluir una llamada a la acción. Es aconsejable prestar atención a las transiciones, pues estas son clave para la claridad Desarrollar una comunicación dinámica. Existen 13 técnicas para hacerlo:
Hacer que recuerden el contenido. Las personas recuerdan el 50% de la información expuesta durante 24 horas después de haber dado una presentación, mientras que dentro de las siguientes 24 horas olvidará un 50% de ello. El individuo medio olvida el 75% de lo que oye en una conferencia, pero hay técnicas para que se logre recordar. Una de estas es repetir y decir con otras palabras lo que ya ha dicho, pues si reiteramos un dato siete veces, las posibilidades de que la gente lo recuerde aumentan en 80%. Por eso los oradores con experiencia dicen lo mismo hasta tres o más veces. Martin Luther King cambiaba sus explicaciones y exponía un principio de simple aplicación para poco a poco añadir complejidad al asunto, mientras Demóstenes pedía a uno de los asistentes que resumiera el material cubierto antes de pasar al punto siguiente. Para que los asistentes estén atentos, se recomienda que nos sirvamos del humor, la novedad y del factor sorpresa. Improvisar juegos y dinámicas también permiten el aprendizaje activo. Finalmente, el éxito de un orador depende de que los conocimientos impartidos generen acción. Hitler tenía esto muy claro. Cada pieza de oratoria del führer llevaba a realizar acciones muy claras, generalmente bélicas pero a veces de simple orgullo racial. Actualmente, nuestros discursos no se emplearán para convencer de la supremacía de una raza, sino que se observará si lo dicho en nuestra presentación se transfiere al lugar de trabajo y se convierte en parte integrante de la cultura empresarial. Para un emprendedor el éxito puede representarse con la firma de un contrato, el convencimiento de inversión o hasta mejor reputación para un público determinado. Controlar situaciones difíciles Los problemas pueden surgir en las presentaciones y el orador debe reconocerlas y no hacer caso omiso. Muchas de las dificultades pueden ser por fallas en el sonido o un accidente. Otras veces se trata de asistentes “causa problemas” a los que se debe calmar para que no interfieran en el discurso. Muchas veces basta la promesa de explicar después al que interrumpe constantemente porque “demora mucho tiempo el explicarlo”. Mejora total de la calidad Los grandes profesionales de la oratoria se consagran a la mejora continua, practicando a fondo su discurso antes de hablar en público e incluso escuchan atentamente el feedback de quienes los escuchan. Es aconsejable practicar y simular de la forma más fidedigna posible la sala y el público, realizar ensayos, hablar ante diferentes tipos de público que nos proporcionen retroalimentación sobre diferentes aspectos y observar la presentación desde varias perspectivas. Recuerda que la práctica hace al maestro. Esto lo sabía bien Demóstenes que practicaba varias horas al día sus discursos y logró sobreponerse al tartamudeo inicial, por ejemplo. En la próxima presentación de la empresa, en un seminario de ventas o hasta en una entrevista informal con un colaborador o cliente potencial, aplica el legado de los tres personajes para conseguir excelentes resultados. ¡Mucho éxito emprendedor! |
A 75 años de muerte de Adolfo Hitler, dos generaciones separan al conflicto más brutal en la historia de la humanidad con las realidades y penurias del mundo actual. Ya los testigos que pelearon o tenían vivencia de esta epoca han desaparecido de la historia. Por fin el nazismo y la segunda guerra mundial ha desaparecido de vivencia actual de personas que viven en actualidad. 20-7-2020 |
– A partir de un informe elaborado por el OSS en octubre de 1942, gracias a las informaciones de Ernst Hanfstaeng.
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Ernst "Putzi" Hanfstaengl (Múnich, Alemania; 2 de febrero de 1887 – 6 de noviembre de 1975) fue un periodista-editor, músico, e hijo de un rico editor de arte alemán, Edgar Hanfstaengl, y madre estadounidense que tuvo una gran cercanía e influencia en la ascensión hacia el poder por parte de Adolf Hitler durante la República de Weimar. |
Una vez tras otra, el Dr. Sedgwick ha sido interrogado sobre cómo Hitler hace sus discursos. El hecho es que Hitler no pueda soportar que se encuentre alguien en la sala mientras trabaja sus discursos.
En los viejos tiempos (1922 y 1923) Hitler no dictaba los discursos como hace ahora. Tardaba de 4 a 6 horas en hacer un esquema en folios de tamaño grande: unos 10 o 12. En cada página había solo unas cuantas palabras que servían como apuntes.
Hitler conocía muy bien el peligro de tener demasiadas cosas que decir. Mientras que Hitler solía leer muchos libros, raramente, por no decir nunca, los consultaba mientras preparaba un discurso. Muy a menudo el Dr. Sedgwick lo visitaba cuando trabajaba en un discurso para hacerle llegar un mensaje especial. Fuera, en la calle, las vallas publicitarias rojas, cubiertas con enormes carteles, anunciaban el mitin. Como de costumbre, el doctor encontraba a Hitler en su habitación con un sencillo jersey marrón y unas zapatillas de fieltro gris y de suela gorda.
Ningún libro sobre la mesa, ningún papel sobre el escritorio. Una vez, en 1923, Hitler hizo una excepción a esa norma. Era mediados de julio y había de dirigirse a miles de gimnastas alemanes que habían llegado a Berlín desde toda Alemania para participar en el “Deutscher Turnertag” (Día del gimnasta alemán). Hitler quería hacer un esfuerzo especial. Había conseguido un volumen de von Clauserwitz y se enamoró tan profundamente que se llevó el libro al circo Krone.
A la mitad del discurso, cuando Hitler estaba concentrado exponiendo la importancia del entusiasmo nacional y del fervor fanático del pueblo por el ejército, saco el libro de von Clauserwitz y se puso a leer 4 páginas. Parecía como si se hubiera olvidado de la audiencia que cada vez estaba más nerviosa. Cuando Hitler volvió su discurso, tuvo que restablecer de nuevo el contacto con el público. Hitler consciente de eso, puso en marcha inmediatamente la táctica de la rapsodia y salvó el día con unos 10 últimos minutos brillantes. Después de aquella experiencia, Hitler no volvió a subir nunca más con un libro al estrado. Cuando se acercaba la hora del mitin, caminaba de un lado a otro de la sala, como si ensayara mentalmente las diferentes partes del discurso. Durante ese rato el teléfono iba sonando continuamente.
Normalmente quien llamaba era Christian Weber, Max Amann o Hermann Hesser, quienes explicaban a Hitler como estaba la situación. La típica pregunta que Hitler hacía cuando lo llamaban era “¿Ha venido mucha gente?, ¿Cuál es el estado de ánimo general?, ¿Habrá alguna oposición?”
Después Hitler da instrucciones sobre el desarrollo del evento mientras se espera su comparecencia. Entonces cuelga el teléfono, y sigue caminando por la habitación.
Entrada
Incluso cuando Hitler va vestido de civil, su apariencia es militar. No tiene nada que ver con el estilo excesivamente familiar de algunos demagogos. No hace caso a nadie mientras camina entre la multitud camino del podio.
Tiene la mirada fija en las SS y SA que forman con las banderas. La única excepción, desde 1932, es cuando alguien hace salir un niño a su paso para que le de un ramito de flores. Coge las flores con la mano izquierda. En todo eso Hitler sólo dedica unos segundos. Pasa el ramito de flores a Shaub o a Brückner y sigue su camino.
Interrupciones
Cualquier interrupción en el recorrido de entrada o salida que no tenga nada que ver con madre y niños puede encender la ira de Hitler. Desgraciado el comandante de la SS responsable de una de esas infiltraciones. El Dr. Sedgwick recuerda que en el año 1932, cerca de Königsberg, Hitler estaba saliendo de un estadio cuando, de repente, una señora de mediana edad, histérica, le cortó el paso, se arrodilló delante suyo e intentó ponerle en la mano un rollo de papel con revelaciones que aseguraba haber recibido del más allá. Hitler, furioso, llamó a Brückner: “¡Saca a esta loca de mi camino!”. Hitler estuvo de mal humor el resto del día.
Discurso
Muy a menudo alguien hace un discurso previo para aprovechar el tiempo esperando la llegada de Hitler. A Hitler no le importa quien hable antes, pero no quiere de ninguna manera que nadie hable después de él. Tanto antes como después de su discurso siempre suena una inspiradora música marcial. Cuando Hitler se acercaba al atril para hablar, solía colocar sus notas en una mesa ubicada a su izquierda, y una vez las había mirado, las dejaba en otra mesa ubicada a su derecha. Tardaba de 10 a 15 minutos en discursar sobre las notas de cada folio.
Los discursos normalmente duraban entre dos horas y dos horas y media, hasta tres horas se consideraban normales antes de que empezada a tener problemas en la garganta. También acostumbraba a beber cerveza de una jarra, de vez en cuando, lo que en Munich siempre provocaba un aplauso extra.
Postura
El Dr. Sedgwick, que ha estado sentado detrás de Hitler en innumerables ocasiones, mirándolo de cerca, ha observado que siempre comienza con una postura militar. La postura la mantiene durante 15, 20 o 25 minutos, según el caso. Durante todo ese tiempo, los talones de sus botas están firmemente unidos, no hay un segundo de relajación. Toda su figura tiene una firmeza absoluta, incluidos los hombros y la cabeza. Tiene las manos cogidas en la espalda.
Es el estilo que probablemente adoptó en 1919 y en los años siguientes, cuando sirvió como instructor no oficial en los barracones de Munich. Para él y para la audiencia, este es un periodo de disciplina y se corresponde en cierta manera a la tradición entre los concertistas de piano de abrir el programa con una selección de Bach.
Después de 20 minutos mueve un pie por primera vez, seguido de las manos. A partir de entonces las cosas comienzan a despertarse. Comparados con una pieza de música, los discursos de Hitler consisten en dos tercios a tiempo de marcha creciente cada vez más deprisa hasta llegar al último tercio, que son hechos probados y anécdotas cada vez más irónicas.
Como ya es sabido, nunca sufre interrupciones ni comentarios molestos. Sabedor que una presentación continuada a cargo de un solo orador sería aburrida, encarga de una manera magistral un alter ego imaginario que lo interrumpe a menudo con un argumento en contra y, después de haber rebatido completamente a su oponente, retorna al hilo del pensamiento original. Esta estrategia proporciona a la audiencia un especial toque teatral que a menudo es interrumpido por una lluvia de aplausos espontáneos, aunque Hitler no haga discursos estrictamente con el objetivo de recibir aplausos.
A menudo parece que solo quiera convertir a las personas a sus ideas y se ofende cuando cualquier ruido prematuro lo interrumpe. Si el aplauso se alarga demasiado para su gusto, lo corta enseguida, a veces hasta en el inicio, con un gesto: haciendo temblar la mano. Todo el entusiasmo ha de reservarse para la tercera parte del discurso, el que va de la exhortación, la promesa y la dedicación, a la rapsodia final. El tempo se anima. Las explosiones de staccato ocurren más frecuentes y el discurso converge en la apoteosis.
Final de discurso
Hitler decía:
“Acabar bien un discurso es una de las cosas más difíciles de hacer. Has de saber que quieres decir y que no quieres decir”. “Es siempre un experimento nuevo, y, oyendo la reacción de la audiencia, has de saber exactamente cuando es el momento de lanzar la última jabalina flameante que enciende al público y los envía a casa con una idea principal zumbando en la cabeza.
Podemos medir exactamente la fascinación de la audiencia por si el público de la galería y del resto del recinto va girando la cabeza. Esto es señal de que el orador aún no se ha hecho con su audiencia. I esto también es una de las razones por las cuales no puedo escuchar los discursos de otro”.
(El único hombre al que Hitler puede soportar escuchar es a Goebbels).
Omisión de nombres y personajes
Cuando hable, Hitler evita cuidadosamente mencionar nombres de personajes públicos, estén muertos o vivos. Por ejemplo, en lugar de decir “Una vez Bismarck dijo…”, Hitler diría “el canciller de hierro dijo…”; o en lugar de decir “nuestra deuda con el general Ludenforff…”, él diría:
Omisión de nombres y personajes
Cuando hable, Hitler evita cuidadosamente mencionar nombres de personajes públicos, estén muertos o vivos. Por ejemplo, en lugar de decir “Una vez Bismarck dijo…”, Hitler diría “el canciller de hierro dijo…”; o en lugar de decir “nuestra deuda con el general Ludenforff…”, él diría:
“nuestra deuda con el gran intendente de la Guerra Mundial…”.
A Schiller y Goethe nunca los nombraba por su nombre, siempre como “grandes poetas anónimos”. La única excepción que hace a esta regla es Richard Wagner.
Técnica de salida
Cuando el discurso de Hitler se acerca a su final orgiástico, llega la última fase que ha de ser la apoteosis del mitin. La banda toca el himno nacional, el Deutschland ueber Alles (nacionalismo) seguido por la Canción de Horst Wessel (nacionalsocialismo). Sin esperar, Hitler saluda a derecha e izquierda y se va durante la interpretación. Normalmente llega al coche antes de que acaben los cánticos.
Ya sea hecha expresamente o inconscientemente, esta retirada tiene muchas ventajas. Además de facilitarle una salida sin molestias hasta el coche, prevé que la exaltación del público se apague antes de que el se vaya. También lo protege de entrevistas indeseadas y deja intacta la imagen de apoteosis que el público ha recibido del final del discurso.
Una vez Hitler le dijo al El Dr. Sedgwick:
Técnica de salida
Cuando el discurso de Hitler se acerca a su final orgiástico, llega la última fase que ha de ser la apoteosis del mitin. La banda toca el himno nacional, el Deutschland ueber Alles (nacionalismo) seguido por la Canción de Horst Wessel (nacionalsocialismo). Sin esperar, Hitler saluda a derecha e izquierda y se va durante la interpretación. Normalmente llega al coche antes de que acaben los cánticos.
Ya sea hecha expresamente o inconscientemente, esta retirada tiene muchas ventajas. Además de facilitarle una salida sin molestias hasta el coche, prevé que la exaltación del público se apague antes de que el se vaya. También lo protege de entrevistas indeseadas y deja intacta la imagen de apoteosis que el público ha recibido del final del discurso.
Una vez Hitler le dijo al El Dr. Sedgwick:
“Es un gran error que hacen muchos oradores, el de quedarse cando el discurso ya se ha acabado. Eso solo lleva a el anti clímax, y a veces hasta incluso surgen comentarios que podrían destruir completamente dos horas de labor oratoria”
Después pasando a una comparación con el teatro dijo:
"No me han gustado nunca los actores que cuando acaban su papel salen a saludar al final de la obra. Mata la ilusión cuando un Hamlet o un Tristany que acaba de morir magníficamente en el escenario, aparece a sonreír y hacer reverencias para agradecer los aplausos del público. Por descontado, los actores profesionales que viven de esos aplausos y que el número de bises determina su estatus dentro de la profesión. Richard Wagner murió cuando prohibió los bises de saludos en las representaciones. Es y será una profanación”.
Paula Flores Vargas;
A mi la oratoria de Hitler me recuerda mucho a la de los pastores cristianos, Hitler era muy teatral, esos silencios que dejaba para que la masa se callara, esos ademanes exagerados justo como los de los pastores cristianos.
El gran acierto de Hitler fue hacer del nacionalsocialismo una especie de religión con adeptos fanáticos y el mismo lo aclara en "mi lucha", Hitler dice en su libro que las masas son de índole mas femenina, es decir, son mas EMOCIONALES y si controlas a la masa desde la emocionalidad la tendrás rendida a tus pies.
Por eso las religiones, sectas e ideologías funcionan, si convences a tus adeptos y haces que se sientan "parte de grupo" (una necesidad psicológica de los seres humanos "el sentido de pertenecía") ellos estarán dispuestos a dar su vida por ti y por tu causa.
Hitler fue apodado durante un tiempo Herr Wolf(Lobo) por sus amigos más cercanos y a la fuerte influencia que en la mitología germánica tiene la leyenda del Werwolf.
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