Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


viernes, 10 de enero de 2014

106.-La oratoria de Barack Obama;



La oratoria de Barack Obama.

Retrato oficial
 ANA GONZÁLEZ HUENCHUÑIR 

La capacidad oratoria del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, su habilidad de capturar e inspirar al público con sus poderosos discursos, ha llevado a algunos académicos a describirlo como el mejor orador de su generación. Obama está inspirado en antiguos oradores estadounidense.

¿Cuál es el secreto de su éxito, las palabras que usa, la forma en que las pronuncia, o el cambio histórico que representa?

"Creo que Barack Obama personifica, más que ningún otro político, los ideales de la elocuencia estadounidense", dice Ekaterina Haskins, profesor de retórica en el Instituto Politécnico Rensselaer en Troya, ciudad de Nueva York.
Los discursos de Obama, indica Haskins, llevan la sombra de sutiles ecos de otros grandes discursos del pasado, conscientemente creando un sentido de la historia, propósito y continuidad.

Fantasmas del pasado.

"Ciertamente, él ha estudiado a todos sus predecesores, él esta consciente de la herencia retórica de la que se nutre", explica Haskins. "Claramente, él se ve como un descendiente de oratoria política de Abraham Lincoln y Martin Luther King".

"Está llamando a los fantasmas de líderes anteriores y presidentes que los estadounidenses han aprendido a reverenciar".

ECO DEL PASADO. (Ejemplo)

MARTIN LUTHER KING: 

Puede ser que yo no llegue con ustedes pero quiero que ustedes sepan esta noche que nosotros como un pueblo vamos a recibir la tierra prometida.

BARACK OBAMA: 

El camino por delante será largo. Nuestra subida será empinada. Tal vez no lleguemos en un año o en un término. Pero, Estados Unidos, nunca he tenido más esperanzas de las que tengo esta noche de que vamos a llegar. Les prometo, que nosotros como un pueblo vamos a llegar.

Tras ganar las elecciones, su discurso en Chicago fue el eco de dos de los discursos más famosos en la historia de EE.UU., las palabras que pronunció Abraham Lincoln en Gettysburg en 1863 y las que dijo el asesinado defensor de los derechos civiles, Martin Luther King el día antes de su muerte.

Philip Collins, quien redactor los discursos políticos del ex primer ministro  británico, Tony Blair, no tiene dudas de que Obama le debe su éxito a sus dones oratorios.
"Él ha mostrado el poder de la fuerza retórica brillante", dice Collins, uno de los principales escritores del diario británico Times.
Inicialmente, los discursos de Obama, pigmentados con referencias a ideales como "cambio", "promesa" y "convicción", provocaron la crítica de que les faltaba contenido y política.
Empezó a agregar detalles de política en la medida en que progresó la campaña. Pero su discurso en la Convención Demócrata fue visto como menos encantador por algunos observadores, precisamente debido al número de propuestas concretas que contenía.

 
Minado por personalidades.

Haskins asegura que Obama tiene otras técnicas para evitar la crítica de que su discurso es pura retórica, agregándole profundidad a lo abstracto con sólidas ilustraciones.
"La retórica siempre tiene la connotación de ser sobre apariencias más que realidad, pero él no suena falso. Él juega con las abstracciones que le permiten cierto tipo de maniobra retórica y las llena con ejemplos específicos y concretos", agregó.
Su discurso de victoria, pronunciado en Chicago, canalizó amplias ideas sobre la lucha de una generación a través de los ojos de Ann Nixon Cooper, de 106 años, quien se ha convertido en una celebridad por su propio mérito.
Pero, ¿corre el riesgo la poesía de su campaña de caer cuando se enfrenta al papel más prosaico de ocupar un cargo?

Muchos comentaristas resaltan el discurso "Una unión más perfecta", pronunciado en marzo de 2008 tras el escándalo sobre el sermón  su antiguo pastor, Reverendo Jeremiah Wright, como uno de los mejores dichos por Obama.
 La debilidad de la retórica de Obama hasta ahora es que es muy agradable.
Philip Collins, periodista.

La evidencia de los incendiados sermones del reverendo Wright amenazaban con perjudicar la candidatura de Obama pero su respuesta pudo responder las preguntas de raza en la sociedad estadounidense con delicadeza.
Fue un discurso que envolvió la experiencia de diferentes razas juntas, expresando un entendimiento de los muy arraigados sentimientos de cada uno y presentándose a sí mismo como la personificación de unidad.
Para Collins, sigue siendo el único discurso, hasta el momento, que no desaparecerá. Los inspiradores discursos de campaña, sin embargo, aunque perfectamente pronunciados, indicó, no ponen a prueba la verdadera medida de un político. Lo que sí lo hace es un discurso que intenta cambiar las opiniones de aquellos que están en desacuerdo.
"La debilidad de la retórica de Obama hasta ahora es que es muy agradable. No hay nada que él diga con lo que se puede estar en desacuerdo. Necesitamos esperar por los grandes momentos, los retos de política exterior, para los grandes discursos de Obama".
"Es el tono"

Sin embargo, sólo hay que imprimir y leer una transcripción de un discurso de Obama y puede ser que se sienta defraudado. Virginia Sapiro, profesora de ciencia política de la Universidad de Boston, piensa que la forma en que él pronuncia sus discursos es tan importante como sus palabras.
"Él se ve siempre en posesión de sí mismo -él es muy calmado, con una paz interior en su entrega que es muy importante".
 Su estilo es básicamente es estilo de una iglesia, es  religioso.

Philip Collins

Haskins está de acuerdo:
 "He estado revisando sus discursos textualmente. El texto por sí solo no nos puede decir por qué son tan poderosos. Es la forma en que los pronuncia".
Él puede tener calma, resalta Collins, pero la extensión de su entrega, la forma en que altera su tono y ritmo, se asemeja mucho al de una canción.
"Su estilo es básicamente de iglesia, es religioso: la forma en que saborea algunas palabras y dispara otras, la entonación, el énfasis, las pausas y los silencios", explica.

"Es casi como si cantara, de la misma forma que una prédica es casi como una canción. Toda escritura tiene un ritmo y él lo resalta, entona. Es sobre el tono, no la lírica, en el caso de Obama".


Obama es un maestro en identificar aquellos puntos que pueden suponer un conflicto en su carrera y afrontarlo de forma directa, natural e incluso divertida, antes de que supongan un obstáculo. 

En su discurso de presentación en la Convención Demócrata de 2004, recalcó que “un caso como el suyo sólo podía darse en un país como éste”. Es decir, consigue que argumentos que podrían ser un arma arrojadiza en manos de sus adversarios se conviertan en una baza para su triunfo: padre extranjero, familia desestructurada, pareja interracial, infancia en el extranjero, antecedentes familiares musulmanes… "Me pusieron un nombre africano, Barack o Bendecido, con la convicción de que en una América tolerante el nombre no es una barrera para triunfar. (…) Hoy estoy aquí, agradecido a la diversidad de mi herencia. (…) Estoy aquí, sabiendo que (…) y que en ningún otro país de la tierra es posible mi historia", ha dicho. Empatizar con la audiencia.

Obama recrea situaciones que su audiencia pueda identificar fácilmente. 


Así les da a entender que es alguien como ellos, que entiende sus angustias y que comparte sus miedos. Y también que comparte los sueños de los demás: “Yo sé algo sobre ese sueño. Yo no nací en un hogar rico. Fui educado por una madre soltera con la ayuda de mis abuelos, que crecieron en una pequeña ciudad de Kansas, fueron a la escuela gracias a la Ley del Soldado, y compraron su casa a través de un préstamo de la Dirección federal de la Vivienda. Mi madre tuvo que recurrir en una ocasión a los cupones canjeables por comida de la asistencia pública, pero a pesar de todo consiguió, gracias también a las becas, que dispusiera de la oportunidad de ir a las mejores escuelas. Mi madre me ayudó a entrar en
algunas de las mejores universidades y me concedió préstamos que Michelle [su mujer] y yo terminamos de pagar no hace muchos años”.

Nunca descalifica.

Ante las críticas, por muy duras que sean, Obama se esfuerza en plantar cara de forma cortés, pero firme. En cierto momento de la anterior campaña electoral tuvo que enfrentarse a una situación delicada en que un senador conservador, en una conferencia dentro de una iglesia, le amonestó subrepticiamente por ser negro y le dio la bienvenida a su casa, haciendo alusión a la mayoría caucásica que estaba en el auditorio. Obama, lejos de responder al insulto, arrancó el discurso ensalzando las virtudes del senador que acababa de hablar.

Busca un terreno en común.

Como se analiza en el libro Hablar como Obama, el líder norteamericano es capaz de conectar con un auditorio compuesto por mujeres trabajadoras, agradeciendo el esfuerzo de su madre trabajadora, de su abuela trabajadora y de su mujer trabajadora. Es capaz de convencer a un público de trabajadores sociales de Florida apelando a su pasado como trabajador social en Chicago. Un buen líder tiene que hacer eso, debe molestarse en conocer a su audiencia y en encontrar los resortes que le permitan llegar a ellos. 
Pueden ser referencias incluso deportivas, universitarias, de tus experiencias…

Usa mensajes cortos.

Obama domina las frases de 20 segundos. Crea eslóganes y frases muy fáciles de recordar. Trabaja sus discursos en profundidad, puliendo las frases y las palabras que mejor pueden transmitir el mensaje que quiere comunicar. El famoso “ yes, we can”, entra dentro de esta categoría. Es un lenguaje de palabras simples y verbos de acción, recalcando las ideas principales en las oraciones más sencillas de construir gramaticalmente.

Utiliza pronombres personales.

El empleo del yo ayuda también a la personalización del mensaje, la utilización del nosotros introduce a la audiencia en el mensaje y resulta integrador: no soy yo quien lo consigue, somos nosotros; tú participas conmigo Deben combinarse los dos: “Conozco a estos niños. Sé de su desesperanza. Yo empecé mi carrera profesional hace dos décadas como trabajador social en las calles del South Side de Chicago. Trabajé con padres, profesores y líderes locales para luchar por su futuro… Y, aunque conozco la desesperanza, conozco también la esperanza. Sé que si llevamos programas de educación elemental a estas comunidades…”

Recurre a imágenes conceptuales.

Obama  cuenta historias que ayudan a generar imágenes en la mente del oyente y lo hace con gran profusión de detalles. Utiliza muchos ejemplos de la historia con un lenguaje muy poético que suscita imágenes. En el discurso de investidura, por ejemplo, terminó dando esperanza a la gente aportando una anécdota de la guerra de independencia. Hablaba de cómo un pequeño grupo de hombres soportaban los rigores del frío invierno frente a un fuego de campamento y de cómo habían cruzado el río en esas condiciones y habían vencido a los ingleses.

Elige un lenguaje positivo y afirmativo.

Recurre a citas de otras personas, conoce a su audiencia y nunca enumera. Habla a las emociones y en este sentido una enumeración restaría emoción, imprimiendo un aire formal y lejano al discurso. En lugar de eso estructura su discurso con el recurso a la reiteración de la misa fórmula, del giro, del bucle:

 “Que no quepa duda de las dificultades a las que nos enfrentamos (…)”; “Nos enfrentamos a la creencia de qué es correcto…”; “Nos enfrentamos a décadas de partidismo…”

Domina la voz.
Trabaja bien la entonación, jugando con el volumen, el ritmo y la modulación. Eleva el tono cuando quiere enfatizar algo y lo baja para mostrar desaprobación. Juega con el ritmo, acelerándolo con el empleo de repeticiones de ideas y de frases entrecortadas y ralentizándolo en el resto del discurso. Así consigue atraer la atención sobre las ideas que
quiere resaltar. También juega con las pausas y los silencios.

Lenguaje gestual.

Gesticula mientras habla con ademanes suaves, pero firmes, y a veces refrenda sus palabras con signos imaginarios: como hacer que llama a la puerta o que escribe en el aire o para detener imaginariamente una idea. Su insistencia en ponerse la mano en el corazón en los momentos clave, confiere sinceridad a sus palabras.

Mira a los ojos.

Siempre que acude al estrado lo hace aplaudiendo a su audiencia y cuando se dirige a ella va oscilando lentamente de izquierda a derecha, con ello transmite respeto hacia sus oyentes y que les habla a ellos, por eso quiere mirarlos uno a uno, como si les mirase a los ojos.


 
 Balance final: 5 éxitos y 5 fracasos de la presidencia de Barack Obama

"Mi último pedido es el mismo que el primero. Les pido que crean, no en mi habilidad para generar un cambio, sino en la suya", dijo Barack Obama en su discurso de despedida como presidente de Estados Unidos, ante 18 mil seguidores reunidos en Chicago, la ciudad donde comenzó su carrera política.

El próximo 20 de enero entregará a Donald Trump el mando del país que, a pesar de todos los cambios que sacudieron al mundo en lo que va de siglo XXI, sigue siendo el más poderoso del mundo. La presidencia de Obama fue histórica y se destacará invariablemente por sobre otras. Porque fue el primer presidente negro. Porque asumió generando un movimiento de esperanza sin muchos precedentes.
La pregunta que muchos se están haciendo en estos días es qué cambió en estos ocho años. Cuántas de esas promesas de transformación se materializaron, y cuántas quedaron en la nada. Infobae consultó a cinco politólogos estadounidenses para hacer un balance de los logros y de los fracasos de la Administración Obama. Éstos son los más destacados:




LOS 5 LOGROS DE OBAMA

1. Recuperación de la economía

"Cuando Obama asumió la presidencia, la Administración Bush había llevado la economía estadounidense a la depresión, con bancos en quiebra, viviendas ejecutadas, desempleo y más. Hacia el fin de 2016 la desocupación cayó al 4,6% tras la creación de 16 millones de empleos. El mercado inmobiliario se recuperó, la bolsa también. Con la reforma financiera de 2010 se instauraron mecanismos de protección contra los abusos de Wall Street", dijo Dave Garson, profesor de ciencia política y gobierno en la Universidad Estatal de Carolina del Norte.

La agresiva política de tasas negativas y de incentivos a la producción rindió sus frutos. El crecimiento de 3,5% del PIB registrado en el tercer trimestre de 2016, el mayor en dos años, confirma que los fantasmas de la recesión y la desocupación de dos dígitos quedaron atrás. Es cierto que la notable expansión del empleo se dio a partir de trabajos de peor calidad, que pagan salarios más bajos, lo que explica parte del éxito de Trump. Pero la mejoría es indiscutible, y no era fácil de prever en 2009.

"La gente se olvida de la magnitud de la crisis financiera que había. La recuperación no alcanzó a todos, pero el desempleo está por debajo del 5% y la economía es robusta. Él no se lleva un crédito suficiente porque no podemos ver el contrafáctico, qué habría ocurrido si no hubiera sido exitoso", afirmó David E. Lewis, docente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Vanderbilt.

2. El fin de la Guerra de Irak

"La Administración Bush llevó a los estadounidenses hacia una contraproducente guerra en Irak —dijo Garson—. Previamente, Irak era un contrapeso de Irán en la región, así que su principal efecto fue darle a Irán la hegemonía. Además hizo trepar a su punto máximo la deuda de Estados Unidos. Obama terminó con la guerra, aunque el daño de las políticas de Bush ya estaba hecho".

El presidente dio por concluido el conflicto en 2011, ocho años después de su comienzo, y aceleró el proceso de repatriación de las tropas. Es cierto que la retirada nunca llegó a ser total, y que la aparición de Estado Islámico lo obligó a reforzar la presencia militar en el país. Pero más allá de toda la agitación que hubo en la región en estos años, pudo ir hacia en una progresiva desmilitarización de la política exterior.

3. Acuerdo nuclear con Irán

"Obama lideró un progreso en la política exterior en una variedad de frentes, incluyendo la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y la negociación de un acuerdo con Irán para bloquear sus posibilidades de desarrollar una bomba atómica, a cambio de una reducción de las sanciones. La entrante Administración Trump ni siquiera reconoce al cambio climático como un problema y critica el acuerdo con Irán, pero ambos son logros históricos", dijo Garson.

El pacto alcanzado en julio de 2015 con el régimen chiita supuso un avance significativo en un conflicto de larga data. Más allá de que hizo enojar a algunos halcones, permitió trasladar a los canales diplomáticos un diferendo que amenazaba con tornarse violento. Además supuso el restablecimiento de las relaciones con un país con el que todo el diálogo estaba roto.

"Este tipo de logros le exigieron a Obama romper con posiciones de larga data y correr riesgos a los que otros no se hubieran atrevido", explicó William A. Boettcher III, profesor de ciencia polìtica y estudios internacionales de la Universidad de Estatal de Carolina del Norte.

4. Avances en la protección del medio ambiente

El Acuerdo de París contra el cambio climático, que entró en vigor en noviembre de 2016, comprometió a todos los países firmantes a reducir las emisiones de los gases causantes del calentamiento global. Obama fue clave para darle impulso, venciendo las presiones de parte del entramado industrial estadounidense. No fue su única decisión en esa dirección.

"Las órdenes ejecutivas que tomó y el trabajo de su Agencia para la Protección del Medio Ambiente en el control de la contaminación fueron logros significativos. Sus esfuerzos en favor de la eficiencia energética y el endurecimiento de los estándares para las plantas eléctricas a carbón han sido vitales para reducir las emisiones de dióxido de carbono y de otros contaminantes del aire", señaló Marjorie Hershey, profesora de ciencia política de la Universidad de Indiana.

5. El Obamacare

"La significativa expansión de los seguros de salud a través de la Affordable Care Act (llamada Obamacare por sus oponentes republicanos) les permitió acceder a un seguro a 20 millones de estadounidenses que antes no tenían. Eso los protege de la bancarrota a causa de gastos médicos y mejora sus posibilidades de tener una vida productiva", dijo Hershey.

Fue una de las reformas más ambiciosas y cuestionadas de su gobierno por su elevado costo. Con todas sus limitaciones es la política de salud más importante impulsada por Estados Unidos en la historia reciente.



 

LOS 5 FRACASOS DE OBAMA

1. Siria

"Los republicanos argumentan que Obama fracasó en términos generales en su política exterior. Señalan que no pudo hacer cumplir su 'línea roja' sobre el uso de armas químicas en Siria, y sobre las crecientes agresiones de Rusia, como las acciones en Ucrania y Crimea", dijo Timothy M. Hagle, especialista en política estadounidense de la Universidad de Iowa.

Es evidente que Siria fue un problema que lo sobrepasó. El gobierno de Obama siempre corrió detrás de los acontecimientos y no supo cómo reaccionar ante cada nuevo hito: las protestas contra el régimen de Bashar al Assad, el estallido de la guerra civil, sus salvajes ataques con armas químicas contra su propia población, el surgimiento y expansión de Estado Islámico y la posterior intervención de Moscú con un rol cada vez más protagónico. A cada paso las crisis se multiplicaban y las respuestas de Estados Unidos fueron siempre erráticas.

"En todos esos fracasos —dijo Boettcher—, el realismo de Obama lo previno de tomar acciones más decididas, que podrían haber arrojado resultados diferentes. Su cautela llevó a que cada situación empeorara".

2. Agravamiento del déficit fiscal y de gestión

"Estados Unidos tiene un problema de déficit a causa de la estructura impositiva y de la solvencia de la seguridad social y del seguro médico, que permanecen después de ocho años de presidencia. De la misma manera, continúan los inconvenientes de gestión de larga data en el funcionamiento de las agencias federales, en buena medida por negligencia de los distintos presidentes, incluido Obama. El Gobierno Federal no tiene un sistema moderno de manejo del personal, y no estoy seguro de que el presidente entendiera los desafíos de administrar a la fuerza de trabajo federal", sostuvo Lewis.

3. Debilitamiento del Partido Demócrata

Nadie puede discutir las cualidades del mandatario saliente como candidato. Su carisma le permitió compensar su falta de experiencia para ganar con cierta comodidad sus dos elecciones presidenciales. Pero no pudo trasladar esa capacidad a su partido, que se debilitó ostensiblemente durante su período en la Casa Blanca.

"Al descuidar al Partido Demócrata a nivel estatal y local —dijo Garson—, el Partido Republicano fue exitoso en manipular los distritos electorales, restringir los derechos al voto, inundar el proceso electoral con dinero, y mucho más. Si bien no se lo puede culpar individualmente a Obama por eso, fortalecer al Partido Demócrata no fue su prioridad, y no fue un líder efectivo en los estados. Como resultado, a pesar de que la mayoría de los ciudadanos apoyan las políticas demócratas, la mayor parte de los distritos electorales están dominados por los republicanos. En 2016 lograron hacerse del control de la presidencia, de las dos cámaras del Congreso, y de casi todas las gobernaciones y las legislaturas estatales".

4. Abusos en el combate al terrorismo.

El joven senador de Illinois llegó a Washington prometiendo combatir al terrorismo sin dejar de respetar los derechos humanos, para diferenciarse de las prácticas impulsadas por su antecesor. En esa línea, se comprometió a cerrar la cárcel de Guantánamo. Si bien hubo algunos avances, como la transferencias de prisioneros, no pudo cumplir con ninguno de estos compromisos.

"Obama fue el 'presidente drone' —continuó Garson—. Aumentaron mucho los ataques con drones, incluso para matar a ciudadanos estadounidenses sin un proceso judicial. También convirtió en rutina el registro masivo de emails y teléfonos, y el secuestro y la detención indefinida de radicales extranjeros. Si bien en su defensa se supone que terminó con la tortura y con las prisiones secretas, parece que ambas continuaron en cierta medida. Obama deja así un legado de tácticas de 'hombre fuerte' que Trump podrá capitalizar y expandir".

5. El Obamacare

Sí, fue un logro muy importante por la cantidad de personas a las que les dio una respuesta. Pero también un fracaso igualmente grande. La mejor prueba es que está a punto de ser erradicado por la mayoría republicana en el Congreso, que no está encontrando demasiada resistencia por sus numerosos errores de diseño e implementación.

"Los republicanos hicieron de los problemas del Obamacare el centro de sus argumentos de campaña —dijo Hagle—, mientras que los demócratas eligieron no apoyarlo con la fuerza con la que se esperaba. Hay que esperar para ver qué hacen los republicanos con la ley, pero sea cual sea el resultado, sabemos que el Obamacare va a desaparecer o cambiar drásticamente".

¿En qué falló el proyecto?
 "La base del Partido Demócrata quería seguir el modelo del resto del mundo industrial y tener un seguro de salud nacional. Pero en lugar de defender esa visión, Obama se inclinó por el plan de un gobernador republicano, que dispuso penalidades impositivas para forzar a las personas sin seguro de salud a comprar uno privado, aportando incluso algunos subsidios para ellos. Aunque beneficiaba a las aseguradoras privadas, los republicanos lo repudiaron y lo hicieron foco de sus ataques. Ahora será desmantelado como un fracaso político, odiado por republicanos y por la base demócrata por igual", concluyó Garson.



La oratoria de Barack Obama.


  
Barack y Michelle Obama tienen dos hijas: Malia Ann, nacida el 4 de julio de 1998,  y Natasha Marian  , nacida el 10 de junio de 2001. 
Sasha fue la hija más joven en residir en la Casa Blanca desde que John F. Kennedy Jr. llegó siendo un bebé en 1961. 







Segunda Guerra Mundial.


artículos
Una vida y la nostalgia del cine británico por la Segunda Guerra Mundial.

El pasado está innegablemente presente en las representaciones contemporáneas del esfuerzo bélico británico, lo que representa una obsesión con la antigua gloria militar y la influencia mundial.

Gran parte de la cultura británica contemporánea está ligada a la Segunda Guerra Mundial. A pesar de ser uno de los momentos más oscuros de la historia moderna, también es uno de los más celebrados y comentados, considerado un ejemplo de resiliencia nacional y democracia. Cada año, el 6 de junio, recordamos el Día D y cada segundo domingo de noviembre, se celebran actos conmemorativos en todo el país el Domingo del Recuerdo, que se celebra en conmemoración de los militares caídos en ambas guerras mundiales y conflictos posteriores. Las imágenes de la Segunda Guerra Mundial están presentes en nuestra memoria colectiva, incluso para generaciones posteriores, desde días especiales dedicados a su memoria hasta libros, películas y programas de televisión.

En los últimos años, ha habido una afluencia de películas británicas centradas en la Segunda Guerra Mundial de alguna manera, siendo La hora más oscura de Joe Wright y Dunkerque de Christopher Nolan solo dos de los ejemplos más notables, y Operación Carne Picada (2021), Múnich: Al filo de la guerra (2021) y El gran evasor (2023) una prueba más de esta persistente obsesión. Más recientemente, Una vida (2023), dirigida por James Hawes y protagonizada por Anthony Hopkins, hace lo mismo. Curiosamente, un enfoque tan marcado en la Segunda Guerra Mundial no es nuevo en la industria cinematográfica; las representaciones del conflicto en la pantalla fueron prominentes desde el comienzo mismo de la guerra. Como muestran los resultados recientes de taquilla , las películas bélicas siempre han demostrado ser populares entre el público británico; Una vida se estrenó en segundo lugar en la taquilla del Reino Unido en enero.


One Life es un drama biográfico basado en la historia real de Sir Nicholas Winton, un humanitario británico que ayudó a rescatar a 669 niños de la República Checa (entonces Checoslovaquia) ocupada por los nazis justo antes del estallido oficial de la Segunda Guerra Mundial. La película alterna entre dos líneas temporales: una sigue a Nicholas Winton (Anthony Hopkins), de 79 años, quien rememora su pasado, mientras que la otra sigue a Nicholas 50 años antes (interpretado por Johnny Flynn), quien decide salvar a los refugiados que encuentra recolectando donaciones y trasladándolos a Inglaterra, donde familias de acogida locales los acogerán.

Al estar basada en una historia real, One Life mantiene una apariencia de objetividad y neutralidad al narrarla. El uso de intertítulos antes del inicio de la película es solo un ejemplo, ya que evocan una idea de imparcialidad documental al establecer el contexto histórico al principio. Sin embargo, a pesar de su intención de autenticidad, One Life termina presentando una versión sesgada y editada de la historia, en particular en lo que respecta al papel del Reino Unido en el conflicto más amplio.

En general, las películas bélicas británicas parecen exagerar el papel del Reino Unido en la guerra. Esto se aprecia en la Operación Carne Picada, donde uno de los personajes insinúa que el destino del mundo libre depende del éxito de su misión y, por lo tanto, únicamente del esfuerzo bélico británico. La Hora Más Oscura sugiere la misma idea, con Churchill apareciendo como el único responsable de detener a Hitler. Si bien es cierto que el país jugó un papel importante en el conflicto, especialmente en la primera mitad, parece exagerado retratar a Gran Bretaña como la única potencia capaz de oponerse a un enemigo a menudo esquivo y casi nunca mencionado. Sin embargo, presentar al país como la única potencia global que sobrevivió a Hitler y al nazismo crea una narrativa mucho más convincente y es fundamental para la forma en que el país quiere ser visto en el presente.

A medida que avanza One Life, se hace cada vez más evidente que, de no ser por el Reino Unido, y por Winton en particular, nadie habría intervenido para salvar a los niños judíos mientras los nazis ocupaban Praga. Según la versión cinematográfica de la historia, Gran Bretaña es el único lugar seguro para ellos en un mundo que, de otro modo, estaría controlado por la Alemania de Hitler. A través de estas representaciones cinematográficas, el Reino Unido en general se ha convertido en sinónimo de democracia y libertad, y su éxito sugiere una sensación de nostalgia en el público británico, e incluso quizás internacional, por el supuesto papel que desempeñó el Reino Unido en la defensa de la democracia, la libertad y la justicia para todos.

Esta visión afectuosa del Reino Unido, una nación que actualmente ha ido perdiendo importantes áreas de influencia en el panorama geopolítico actual y que ha distanciado a sus vecinos europeos desde el Brexit, transmite un mensaje claro. El recuerdo de un pasado glorioso (independientemente de si realmente existió) sugiere un sentimiento de patriotismo por lo que el país fue y, al menos según las reivindicaciones políticas y las narrativas nacionalistas actuales, puede volver a ser. Esto no solo aplica a One Life, ya que muchas otras películas bélicas británicas ofrecen la misma perspectiva sobre la historia y la guerra. En La hora más oscura, el triunfo final de Churchill y su famoso discurso culminan gloriosamente la película, creando una imagen de Gran Bretaña como una potencia mundial líder. Esta misma idea tiene una poderosa resonancia en la vida política actual, ya que esta imagen de Gran Bretaña se ha evocado también en los últimos años y se ha convertido en clave para las campañas electorales del Partido Conservador. En este sentido, las películas bélicas británicas también pueden encapsular los sentimientos conservadores al utilizar la nostalgia y las emociones para evocar un sentimiento de patriotismo en la Gran Bretaña actual.

One Life es también la historia de un acto singular de heroísmo. «Tienes mucha fe en la gente común», le dice uno de los personajes a Nicholas mientras intenta reclutar gente para que lo ayude a salvar a los niños. Esto es precisamente lo que la película nos anima a hacer. La película inspira orgullo por las acciones de una persona común que se distinguió por su valentía y resiliencia. Si Nicholas hubiera sido una persona normal, ese mismo heroísmo podría encontrarse hoy en día en cualquier británico que esté entre el público viendo esta película.

Curiosamente, retratar al héroe individual como una persona común siempre ha sido un elemento clave del cine bélico británico, incluso durante la Segunda Guerra Mundial, con las películas de propaganda en las que la industria solía centrarse, como "An Airman's Letter Home", dirigida por Michael Powell. En el cine contemporáneo, Dunkerque pone mucho énfasis en cómo el esfuerzo y la valentía de los ciudadanos británicos comunes hicieron posible la impresionante evacuación de Dunkerque. "La hora más oscura" hace algo muy similar; si bien la mayor parte de la película se centra en Churchill, hay una escena crucial en la que el primer ministro británico habla de las negociaciones de paz con la gente común en el metro de Londres.

Aunque Hitler y la Alemania nazi se mencionan más de una vez a lo largo de la película, la historia de One Life podría extrapolarse fácilmente de su contexto histórico. A los niños que Windon salva nunca se les llama judíos, sino solo refugiados; de igual manera, el enemigo contra el que lucha el protagonista permanece anónimo y, en gran medida, también anónimo. De hecho, la película nunca muestra nada sobre la guerra en sí, ya que ni el conflicto ni las personas contra las que lucha Gran Bretaña aparecen en pantalla. Sería fácil dar otro nombre o nacionalidad a este antagonista y, aun así, que el público sintiera los mismos sentimientos de lucha por la democracia y la justicia. Esto contrasta marcadamente con la situación actual del país, tanto en política interna como externa, desde el plan de Conservación para restablecer el Servicio Nacional Obligatorio hasta la respuesta ambivalente del gobierno británico a la crisis humanitaria en Gaza, que ha dejado más de 37.000 palestinos muertos y miles más de heridos y desplazados.

En general, One Life parece reflejar una tendencia actual en el cine bélico británico, que se centra en una narración muy específica del pasado, centrada principalmente en el destacado papel que desempeñó el país en la Segunda Guerra Mundial y en las acciones de la gente común. De este modo, estas películas infunden nostalgia en el público por una época en la que la gente estaba dispuesta a hacer sacrificios personales para salvar su país y cuando el Reino Unido era sinónimo de libertad y democracia, o al menos así lo creían. De este modo, logran sugerir una memoria selectiva de los acontecimientos históricos que retratan. Al mismo tiempo, glorifican actos de heroísmo singular, quizás con la esperanza de sugerir que tiempos como aquellos podrían volver. Todo esto influye en la comprensión que el público tiene del papel de Gran Bretaña en la situación geopolítica actual. En última instancia, parecen moldear la comprensión del pasado y el presente del público moderno, invocando sentimientos de patriotismo hacia el Reino Unido actual al reflexionar sobre su pasado aparentemente heroico.

Publicado el 10 de junio de 2024


Opinión
Es hora de que Estados Unidos supere la nostalgia de la Segunda Guerra Mundial.

Por Ryan Cooper
publicado 12 de enero de 2018

Estados Unidos ha estado fascinado desde hace mucho tiempo por su papel en la Segunda Guerra Mundial . Ya sean libros, películas, series o videojuegos (la última entrega de la exitosa franquicia Call of Duty , que ya cuenta con cinco entregas de la Segunda Guerra Mundial), los estadounidenses tienen un apetito voraz por los medios de comunicación bélicos.
No hay nada de malo en interesarse por la historia. Pero la forma distorsionada y chovinista en que se ha presentado la historia de la guerra en el imaginario popular es un problema grave. Hace tiempo que los estadounidenses adoptaron una actitud más realista y sensata hacia la Segunda Guerra Mundial.
El mayor error histórico en la interpretación popular estadounidense de la guerra es la idea de que Estados Unidos la ganó prácticamente sin ayuda de nadie. De hecho, si bien la producción y el dinero estadounidenses fueron probablemente indispensables para el éxito general de los Aliados, el combate estadounidense real fue en su mayoría un espectáculo secundario frente al conflicto principal: la lucha entre la Unión Soviética y la Alemania nazi . 
En el teatro de operaciones de Europa del Este, que rara vez se retrata en los medios populares estadounidenses, murieron más de 30 millones de personas, incluida la gran mayoría de las víctimas del Holocausto. Durante la guerra , los soviéticos sufrieron quizás nueve millones de muertes de soldados y 16 millones de muertes de civiles, mientras que las fuerzas alemanas perdieron alrededor de 4,4 millones de soldados, o el 80 por ciento de sus bajas totales, en comparación con menos de un millón de muertos en Europa Occidental.
En total, Estados Unidos sufrió 400.000 bajas, una cifra aterradora, sin duda. Pero los soviéticos perdieron aún más solo en la batalla de Stalingrado.

Esto se vincula perfectamente con el segundo problema de la interpretación popular: la idea de que la Segunda Guerra Mundial fue una cruzada singularmente noble o una simple contienda entre el bien y el mal. La razón por la que los estadounidenses quieren creer que la ganamos solos es, obviamente, para atribuirse el mérito de ser los buenos. En realidad, si bien fue una de las dos guerras en la historia estadounidense que sin duda debían librarse (la otra fue la Guerra de Secesión), y los nazis fueron el movimiento político más perverso que jamás haya existido, lo cierto es que nadie se comportó particularmente bien durante la guerra.
El hecho de que los soviéticos hicieran la mayor parte de la derrota de Hitler echa por tierra la jactancia estadounidense, pero también complica gravemente la pueril confrontación del bien contra el mal. Los soviéticos merecen un enorme reconocimiento por la victoria, especialmente los soldados rasos, en su mayoría reclutados, pero Stalin también había firmado un pacto de no agresión con Hitler y conspirado cínicamente con él para arrasar con la mitad de Polonia, para luego librar una guerra con una crueldad escalofriante. En el fondo, el escenario de guerra más importante, con diferencia, contó con dos dictaduras totalitarias, una solo un poco menos vil que la otra, que se enfrentaron en una guerra de aniquilación incomprensiblemente mortífera.
Pero si Stalin no era muy buena persona, con sus asesinatos en masa de la NKVD , purgas estúpidas de su cuerpo de oficiales y un desprecio frívolo por las bajas soviéticas, tanto militares como civiles, los otros aliados tampoco eran exactamente impecables. El primer ministro británico Winston Churchill desvió reservas de alimentos de la India colonial durante una hambruna masiva en 1943 y respondió a un telegrama pidiendo ayuda preguntando por qué Gandhi no había muerto de hambre todavía.
 El gobierno estadounidense, receloso de la implicación europea y bajo la presión de simpatizantes nazis estadounidenses como Charles Lindbergh, no se unió a la guerra para ayudar a Francia y Gran Bretaña, ni siquiera cuando esta última se enfrentó completamente sola a Hitler. Aunque FDR anticipó la guerra y respaldó generosamente a Gran Bretaña con el programa de préstamo y arriendo, Estados Unidos en su conjunto solo se unió después de que Japón bombardeara Pearl Harbor. En casa, FDR respondió a ese ataque con una culpa colectiva racista: acorralando a los estadounidenses de origen japonés y colocándolos en campos de concentración.
Lo peor de todo es que los Aliados prácticamente no hicieron nada para prevenir el Holocausto, a pesar de conocer la violencia antijudía. Por el contrario, el gobierno estadounidense rechazó un barco lleno de refugiados judíos , casi todos los cuales fueron posteriormente masacrados, rechazó un plan para rescatar a 20.000 niños judíos y le negó una visa a Ana Frank , todo ello con un fuerte apoyo popular. El Reino Unido descartó la posibilidad de una evacuación masiva de judíos durante la guerra, en parte porque el ministro de Asuntos Exteriores, Anthony Eden, temía que Hitler aceptara la oferta . No fue hasta 1944 que el gobierno estadounidense encontró un lugar para un puñado de refugiados judíos.
La conducta bélica de Estados Unidos y el Reino Unido, si bien no fue tan mala como la de Stalin, también incluyó crímenes de guerra como estrategia deliberada. El bombardeo de ciudades alemanas y japonesas mató a millones de civiles, y ni siquiera fue tan eficaz para socavar el esfuerzo bélico enemigo. Como dijo Robert McNamara sobre su tiempo trabajando en logística para la campaña de bombardeo estratégico del general de la Fuerza Aérea Curtis LeMay durante la guerra: 
« Él, y yo diría que yo, nos estábamos comportando como criminales de guerra » .

El peor símbolo de la miope comprensión popular es el Monumento Nacional a la Segunda Guerra Mundial en Washington, D.C. A diferencia del desgarrador monumento a la guerra de Vietnam, ubicado en las cercanías, y del elegante y discreto monumento a la guerra de Corea, este es, sin duda, una celebración del conflicto. Se supone que es un monumento al triunfo estadounidense, compartido por los 56 estados y territorios de EE. UU., cada uno con su propio pilar de granito. Con su contenido ideológico, su simetría exacta, sus múltiples coronas y águilas, y su simbolismo torpe, evoca profundamente la arquitectura de Albert Speer.
En definitiva, la Segunda Guerra Mundial fue el punto más bajo de la historia de la humanidad, no una simple historia de gran heroísmo. Quizás si los estadounidenses pudieran asimilar ese hecho, no sería tan fácil engañarnos para iniciar una nueva y sangrienta guerra de agresión.



Lo mejor de nosotros para siempre: la nostalgia británica de la Segunda Guerra Mundial.

Peter Mitchell sobre el gran mito nacional de la Segunda Guerra Mundial

15 de agosto de 2023

En la primavera de 2020, un hombre al que había entrevistado recientemente para un proyecto de historia oral falleció de COVID-19. Harry recordaba una infancia de pobreza extrema y pérdidas en las décadas de 1920 y 1930. Después de la guerra, había abierto una tienda de aspiradoras, se había convertido en un pilar de la comunidad (Scouts, Rotary Club, iglesia, diversas organizaciones benéficas) y fue voluntario hasta los noventa años para el Servicio Nacional de Salud (NHS). Sin embargo, cuando falleció, el titular de portada de la prensa regional decía: «Adiós a nuestro héroe Harry: La COVID-19 se cobra la vida de un expiloto de bombardero».

Los artículos contaban con entusiasmo que su bisnieta se grabó cantando "We'll Meet Again" para que él pudiera oírla mientras yacía aislado en el hospital. Resulta que Harry nunca había pilotado un bombardero: pasó la guerra como conductor en la RAF, transportando oficiales entre bases en el norte de Irlanda y tomando té en la NAAFI. Era difícil evitar la sensación de que su larga y ejemplar vida había quedado reducida a un simple fragmento de la guerra —una mentira, por cierto— y su muerte, forzada a asumir la forma de un sacrificio final, largamente postergado, a la última noble causa de la nación.

Mientras tanto, los murales del Capitán Tom, el veterano de la Segunda Guerra Mundial convertido en activista de caridad, lo mostraban encorvado pero desafiante, la sombra detrás de él alargándose hasta la silueta de un soldado con casco y pistola. En el hastial de un pub en Gales, un Tommy británico se enfrentaba a un campo de batalla pulverizado , con un Messerschmidt sobrevolando. Junto a él y en la misma postura de determinación con las piernas abiertas, una enfermera se enfrentaba a una larga perspectiva de camas de hospital bajo un cielo plagado de virus gigantes. La reina, dando un raro discurso televisado para el primer confinamiento, entonó "Nos volveremos a encontrar" e invocó su primera transmisión de radio, a los niños evacuados en 1940. El 75 aniversario del Día de la Victoria en Europa se convirtió en un carnaval autorizado de banderines, fiestas comunales socialmente distanciadas y, en imágenes ampliamente circuladas e igualmente ridiculizadas, hombres adultos corriendo carreras por las calles suburbanas vestidos como Spitfires. La experiencia de la pandemia estuvo mediada, como pocas cosas, por la mitología de la guerra y el cuidadoso cultivo de resonancias históricas.

Como la mayoría de las nostalgias, esta tiene su propia historia. Tras las guerras de Irak y de las Malvinas, respectivamente, los académicos Paul Gilroy y Patrick Wright vieron en la enérgica invocación de la guerra antinazi el anhelado retorno a una guerra sin complicaciones contra el mal, librada por una nación que aún no había perdido el rumbo: un «mito étnico», en palabras de Gilroy, que incluso en el auge del triunfalismo podía cumplir una función admonitoria. Para Wright, era una guerra que se redeclaraba constantemente, no contra Hitler esta vez, sino contra la paz que le siguió.

Esa paz fue, por supuesto, la paz en la que el imperio se dilapidó, la patria soberana fue penetrada por diversos Otros (antiguos súbditos coloniales, burócratas europeos, sindicatos, minorías sexuales y étnicas) y las unidades imaginadas de la nación, la familia patriarcal y la comunidad cultural se hicieron añicos. Escribiendo en la miserable década de 2010, Owen Hatherley vio cómo esta nostalgia se recalibraba , en una lluvia de banderines y carteles de «Keep Calm and Carry On», en un estilo retro-chic de austeridad, una «nostalgia por la condición de ser reprimido» que sublimó el trauma de las crecientes crisis de la década de 2010 apelando a una fantasía estetizada de solidaridad nacional.
En todos los casos, el principal impulso de esta nostalgia se desplegó contra otros, fueran quienes fueran. Como observó Wright en 1985: «Si los Spitfires y los Lancasters vuelven a volar, ahora ondean contra el “socialismo” y el “Estado arrogante”». En las elecciones de las décadas de 2000 y 2010, los Spitfires ondearon contra la inmigración y la UE en sus materiales de campaña (en particular, los del BNP y Britain First) y fueron un elemento frecuente en el teatro político de prácticamente todos los partidos. En 2020, uno de los pocos Spitfires supervivientes llevaba los nombres de los socorristas del NHS y la leyenda «Thank U NHS» pintada en su tren de aterrizaje, y fue llevado en una gira nacional de vuelos de reconocimiento hospitalario.

Del recuerdo al mito.

A medida que la Segunda Guerra Mundial finalmente desaparece de la memoria viva y el acuerdo de posguerra que inauguró se desmorona hasta volverse irreconocible, las formas en que recordamos esa guerra probablemente nunca han sido más controvertidas, ni sus invocaciones más extrañas, discordantes, kitsch, histéricas y fragmentadas. La victoria sobre el fascismo es una garantía moral para hacer lo que queramos cuando queramos, un objeto fetiche para ciertos tipos de blancura, un mito del origen del estado de bienestar, una herramienta disciplinaria contra la juventud vegana de pelo azul y una razón por la que no podemos tener cosas buenas, todo al mismo tiempo. Detrás de esto, en algún lugar, también sigue habiendo una memoria colectiva, transmitida a través de familias e individuos, de sacrificio, trauma, orgullo, aburrimiento, impotencia y pérdida. Pero esta interacción de símbolos, representación pública y memoria popular ahora media un conflicto cada vez más explícito sobre lo que esa guerra significó en los términos más literales: fascismo, democracia, imperio, raza, genocidio.
La Segunda Guerra Mundial, como gran mito nacional, y el Holocausto, como la atrocidad fundacional del orden liberal de posguerra basado en los derechos, corren el riesgo de ser abstraídos de su facticidad histórica a medida que desaparecen sus últimos supervivientes. El riesgo es que, como objetos congelados, alejados del paso ordinario y comprensible del tiempo, sus significados queden cuidadosamente circunscritos y sus funciones, puramente disciplinarias.
¿Tienes algún problema con el Estado británico, sus prácticas fronterizas y racializadoras, la historia colonial arraigada en su distribución del poder extremadamente desigual, las masacres, las guerras expedicionarias, la tortura, las hambrunas? 
¡Cállate!

 Habrías estado viviendo bajo el fascismo de no haber sido por Churchill. Podemos hacer lo que queramos con ustedes, los intelectuales, los sindicatos y los que se quedan en la UE, porque vencimos a Hitler con la frente en alto y una férrea actitud desvalida; y podemos hacer lo que queramos con ellos, los refugiados, las minorías sexuales y los pobres racializados, porque el guion histórico paradigmático de deshumanización y eliminacionismo proporcionado por la Alemania nazi es inamovible.
Mientras tanto, se libra una guerra terrestre en Europa, en territorios devastados por la última guerra, de maneras que nuestro imaginario nacional oficial de esa guerra suele mostrar reticente. El culto ruso a la «gran guerra patriótica» establece un paralelismo inquietante con el nuestro: un recuerdo del trauma y el sacrificio comunitarios que ratificaron la paz de la posguerra, convertido ahora en una justificación explícita de la violencia estatal desenfrenada contra enemigos internos y externos.
Nuestras patologías nostálgicas distan mucho de ser únicas: dondequiera que las democracias liberales experimentan un giro autoritario, la política de la reacción melancólica construye pasados ​​utilizables para justificar la mala conducta presente. Nuestra propia licencia para ser bastardos viene envuelta en banderines, canciones de Vera Lynn y maquetas de Spitfires de Airfix, y está reuniendo a su alrededor una magia oscura y perversa.

Peter Mitchell is a writer, historian and the author of Imperial Nostalgia: How the British Conquered Themselves (Manchester University Press, 2021)


Nación y mundo.
Por qué 'Good War' no fue tan buena.
Un académico de West Point sostiene que un mito "confuso y optimista" dio forma a una falsa sensación sobre el destino de Estados Unidos.

Liz Mineo
Redactor de Harvard
25 de enero de 2022

Fotografía de Hedy Samet

Cuando recordamos la Segunda Guerra Mundial, decimos: 'Todos estaban unidos, todos apoyaban la guerra', y ciertamente, en comparación con las guerras posteriores, es cierto. Pero no fue exactamente así”, afirma Elizabeth D. Samet (promoción de 1991), autora de “Buscando la buena guerra”.

En su nuevo libro, “En busca de la buena guerra: Amnesia estadounidense y la violenta búsqueda de la felicidad”, Elizabeth D. Samet (promoción de 1991), profesora de inglés en West Point, aboga por la desmitificación de la Segunda Guerra Mundial. The Gazette conversó con Samet sobre cómo una narrativa sentimental sobre la Segunda Guerra Mundial se apoderó del imaginario estadounidense tras las derrotas de la guerra de Vietnam y cómo configuró, para bien o para mal, una falsa idea de destino nacional. Esta entrevista fue editada para mayor claridad y brevedad.

(Nota del editor: Las opiniones expresadas por Samet no reflejan la política o posición del Departamento del Ejército, el Departamento de Defensa o el gobierno de Estados Unidos).
Preguntas y respuestas
Elizabeth D. Samet

GAZETTE: Dedica este libro a su padre, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que murió en 2020. ¿Cómo habría reaccionado ante este libro?

SAMET: Mi padre falleció en diciembre de 2020 mientras trabajaba en las últimas revisiones del libro. Él fue, en gran medida, la razón por la que lo escribí. Todo el proyecto tiene sus raíces más profundas en algo que solíamos hacer juntos: crecí viendo películas de la Segunda Guerra Mundial con él, y esa fue mi primera exposición a las representaciones de la guerra en la cultura popular. Mi padre era controlador aéreo en el Cuerpo Aéreo del Ejército y sirvió en varias bases en Estados Unidos y en el extranjero, en la India. Era muy joven en aquel entonces, y creo que vio muchas cosas que nunca esperó ver. Estoy seguro de que habríamos estado de acuerdo en algunos puntos del libro y discrepado en otros, y creo que habríamos tenido conversaciones muy interesantes. Era un hombre que valoraba la búsqueda de la verdad, y me entristece profundamente que no pudiera leerlo.

GAZETTE: ¿Cuáles son las raíces de la mitología de la Segunda Guerra Mundial como la "Guerra Buena"? ¿Cómo se arraigó en el imaginario estadounidense?

SAMET: La versión más robusta de la mitología en torno a la Segunda Guerra Mundial es la de la conmemoración del 50.º aniversario, que tuvo lugar en la década de 1990. Una de las personas más identificadas con esta versión es el historiador Stephen Ambrose, cuya serie de libros sobre la Segunda Guerra Mundial fue tremendamente popular; son narraciones de ritmo rápido que cuentan una historia particular de la "Guerra Buena" y retratan a los militares estadounidenses como liberadores decentes y juveniles que llegan a parecer más grandes que la vida. Tom Brokaw los denominó "La Generación Más Grande" en su libro del mismo nombre. En términos de cultura popular, varias películas que se estrenaron en esa época, pero en particular la película de Steven Spielberg "Rescatando al Soldado Ryan", cimentaron esta mitología en nuestra imaginación.

Es una narrativa sumamente halagadora y seductora. Cautivó la imaginación porque surgió tras guerras que no podrían describirse como victorias, principalmente la de Vietnam. Además, el 50.º aniversario se celebró poco después de la Primera Guerra del Golfo, que fue un espectáculo abrumador del poder estadounidense y fue vista por el primer presidente Bush, veterano de la Segunda Guerra Mundial, como la guerra que curaría de una vez por todas lo que él y otros llamaron el "síndrome de Vietnam".
Esta concatenación de acontecimientos cristalizó la mitología y borró eficazmente las huellas de la profunda ambivalencia —y las diferencias de opinión— sobre la Segunda Guerra Mundial que existían durante su desarrollo y después. Pero mi libro no pretende argumentar que nuestra participación fuera injustificada o innecesaria. Creo que fue justificada y necesaria. No pretende minimizar en absoluto la crueldad ni los crímenes de los regímenes que derrotamos, ni la trascendencia de la victoria aliada. No es una historia de la guerra en sí, sino de cómo se incorporó a nuestro imaginario nacional y se transformó en algo más.

GAZETTE: Como resultado de esa mitología, escribe, existe una narrativa sentimental sobre la Segunda Guerra Mundial que oscurece la realidad histórica del conflicto. ¿Podría explicarlo?

SAMET: Cuando recordamos la Segunda Guerra Mundial, decimos: «Todos estaban unidos, todos apoyaban la guerra», y ciertamente, en comparación con las guerras posteriores, es cierto. Pero no fue exactamente así. Antes de Pearl Harbor, muchos estadounidenses no deseaban intervenir en la guerra: el Comité América Primero —entre cuyos miembros se encontraban figuras públicas, senadores estadounidenses y un héroe nacional, Charles Lindbergh— eran todos aislacionistas, y algunos mostraban una simpatía alarmante por el fascismo europeo. El sentimiento aislacionista era muy fuerte después de la Primera Guerra Mundial.
Pearl Harbor cambió muchas mentalidades, pero la idea de que todos cambiaron de la noche a la mañana es exagerada. Varios meses después de Pearl Harbor, a miembros de la administración Roosevelt les preocupaba que el país volviera a caer en la complacencia. También es cierto que Pearl Harbor nos centró en Japón —y el grito era de venganza, no de liberación—, pero aun así no le declaramos la guerra a Alemania. Alemania nos declaró la guerra a nosotros. La idea de que fuimos a la guerra específica o principalmente para liberar a Europa es en gran medida una ficción, aunque obviamente contribuimos a lograr esa hazaña. Había mucha gente en Estados Unidos que no estaba interesada en unirse a la lucha mundial contra el fascismo y que resentía lo que percibía como una estrategia de la administración Roosevelt para acercar al país cada vez más a través del Préstamo y Arriendo y otras iniciativas. Fuimos a la guerra porque nos atacaron y porque sentimos de repente que existía una amenaza existencial. Antes no la sentíamos.
Otra parte del mito es que todos recibían a los veteranos con los brazos abiertos. Las películas y los periódicos de la época presentan la figura del veterano de la Segunda Guerra Mundial como un vagabundo, un Odiseo moderno, un errante, pero esa visión ha caído en el olvido. Incluso en el 40.º aniversario de la guerra, prevalecía una visión más matizada de la misma. Por aquella época, Studs Terkel publicó su historia oral de la Segunda Guerra Mundial [“La buena guerra”], que incluía desde veteranos entusiastas hasta los profundamente heridos, desde patriotas entusiastas hasta otros que admitían desconocer realmente la esencia de la guerra. Lo que admiro de esta obra es que no intenta tejer una historia coherente, unificar las múltiples actitudes hacia la guerra. Ofrece una alternativa mucho más sana al sentimentalismo: recordar la guerra con una especie de resplandor nebuloso y rosado, como un momento en el que todos estaban 100 por ciento unidos por una causa, y celebrar a la generación que la combatió como poseedora de una grandeza sin igual antes ni después.

GAZETTE: Dices que para comprender la mitología de la Segunda Guerra Mundial, hay que comprender la de la Guerra Civil y la llamada Causa Perdida de la Confederación. ¿Qué tienen en común estas mitologías?

SAMET: Considero que estos son los dos eventos catastróficos de la historia estadounidense: la gran crisis interna de la Guerra Civil en el siglo XIX y la experiencia transformadora de la Segunda Guerra Mundial en el escenario internacional del siglo XX. Podemos ver a nuestro alrededor el daño causado por la forma en que hemos conmemorado la Guerra Civil. Eric Foner, el gran historiador de este período, explicó:
«La Confederación perdió la guerra en el campo de batalla, pero ganó la guerra por la memoria».
Seguimos lidiando con ese legado a diario. La Guerra Civil nos resulta muy lejana, la Segunda Guerra Mundial menos, por supuesto, porque hay veteranos que aún viven. Sentimos una poderosa respuesta emocional hacia esos veteranos, ¿cómo no? Nos ha llevado mucho tiempo empezar a reconocer las consecuencias de aceptar acríticamente los mitos de la Guerra Civil durante tanto tiempo. Aunque es difícil comprender los peligros del mito cuando aún se vive, quería sugerir la magnitud de lo que ocurre cuando se compra al por mayor un mito de guerra en particular. Es por eso que lancé esta mirada retrospectiva a la Guerra Civil.

GAZETTE: ¿Qué piensan sus estudiantes de West Point sobre la Segunda Guerra Mundial?

SAMET: Mis estudiantes, al graduarse, serán nombrados subtenientes del Ejército. Para muchos de ellos, la Segunda Guerra Mundial es historia antigua. Lo que los une es que, como dijo uno de mis estudiantes de primer año el semestre pasado, nunca han conocido un país que no esté en guerra. Como tantos estadounidenses, conocen la Gran Generación y el concepto de la guerra justa. También les fascina la imagen del soldado de la Segunda Guerra Mundial, tal como se filtra en los cómics y las películas basadas en él, como "Capitán América". Muchos héroes de cómics alcanzaron la mayoría de edad luchando contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

A veces se asume que cuando hablamos de guerra o enseñamos sobre ella en West Point, no enseñamos nada antibélico o no mostramos sus realidades, lo cual es sumamente injusto para mis alumnos, quienes son reflexivos, comprometidos y capaces de una profunda introspección. Enseñamos una amplia gama de literatura, incluyendo algunas de las memorias antibélicas más mordaces. ¿Quién sabe mejor que un veterano lo terrible que es la guerra? ¿Creen mis alumnos en la imagen de los soldados estadounidenses como agentes de la libertad? ¿Les resulta atractiva? Por supuesto. En el mejor de los casos, uno espera que se encuentren en esa situación, pero también podrían tener que lidiar con la ambigüedad y la confusión que enfrentan actualmente los veteranos de las guerras de los últimos 20 años.

GAZETTE: ¿Cuáles son los peligros de perpetuar mitos sobre la Segunda Guerra Mundial?

SAMET: La Segunda Guerra Mundial nos brindó una forma de ver el mundo como una contienda inequívoca entre el bien y el mal. Hemos usado un vocabulario heredado de ella: el fascismo se convirtió en islamofascismo, las Potencias del Eje en el Eje del Mal, el segundo mandato del presidente Bush para describir una constelación de adversarios sin relación alguna. También nos inculcó la creencia de que el ejercicio de la fuerza estadounidense siempre traería mágicamente la victoria y serviría a la causa de la liberación de los oprimidos. Como resultado de ello, nos encontramos, tras décadas de guerra y pérdidas, teniendo que afrontar el hecho de que nuestra forma de pensar y hablar sobre la guerra y sobre el mundo está completamente anticuada. Es irónico que un país que siempre se ha basado en la reinvención y la mirada al futuro ahora parezca extraer su mayor fortaleza de un acontecimiento que ocurrió hace 80 años.



A los 80 años del fin de la Segunda Guerra en Europa, se termino la investigaciones de crimenes de Guerra y contra humanidad  por las autoridades alemanas. Ahora esos crimenes son historia.


La Oficina Central para la Investigación de Delitos Nacionalsocialistas (Zentrale Stelle der Landesjustizverwaltungen zur Aufklärung nationalsozialistischer Verbrechen) es la principal autoridad en Alemania de investigación preliminar contra asesinatos cometidos por el nacionalsocialismo. Su objetivo es encontrar a los autores de los asesinatos en masa cometidos durante la época del gobierno del III Reich, que todavía están vivos y a los cómplices de esos crímenes de guerra nazis.

El procesamiento de los criminales nazis llega a su fin.
30 de marzo de 2025, 

Aproximadamente 80 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, la investigación judicial sobre los crímenes nazis llega a su fin. Thomas Will, jefe de la Oficina Central de las Administraciones de Justicia del Estado para la Investigación de los Crímenes Nazis, declaró al periódico "Neue Osnabrücker Zeitung": 
«Seguimos encontrando sospechosos. Pero una cosa es cierta: nos guiamos por la vista; hemos llegado a la fase final de la persecución nazi». 
Los perpetradores más jóvenes tienen 97 años hoy, si ingresaron al sistema a los 17 años en el último año de la guerra, 1945. El convicto de mayor edad que localizamos anteriormente tenía 101 años al momento de su condena. Siendo realistas, a la Oficina Central solo le quedaban unos pocos años para localizar a los perpetradores. 

Aún es posible localizar a los autores

En estos momentos, las autoridades de Ludwigsburg no están llevando a cabo ninguna investigación preliminar concreta, afirmó Will. Pero eso siempre puede cambiar rápidamente. Para cada campo de concentración, su agencia tiene registros de personas que aún no han sido localizadas. "Si los encontramos, teóricamente, aunque sea improbable a este nivel, pronto nos veremos envueltos en docenas de procedimientos adicionales". 
La Oficina Central realiza investigaciones preliminares y presenta los resultados a los fiscales competentes en los estados federados. Según el periódico, en este momento sólo hay una acusación abierta en todo el país. El acusado es un hombre acusado de complicidad en 3.322 asesinatos en el campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín. El Tribunal Regional de Hanau declaró que el anciano no era apto para ser juzgado basándose en el dictamen de un perito. Por ello, el Tribunal Superior Regional de Frankfurt rechazó la no admisión y solicitó nuevas revisiones. Estos continúan. Un portavoz judicial dijo al periódico que no se espera una decisión “a corto plazo”. 
En otro caso en Berlín contra un ex guardia de un campo de prisioneros no habrá juicio. El hombre falleció a finales del año pasado y el proceso fue archivado, según informó la Fiscalía de Berlín al "Neue Osnabrücker Zeitung". El hombre fue acusado de complicidad en asesinatos en 809 casos.



Plaza Loreto 80 años después: el brutal epílogo del fascismo que resiste en la memoria.



 28 abril 2025 
Gonzalo Sánchez

Milán (Italia), 28 abr (EFE).- Hay lugares que se convierten en un símbolo por su peso en la historia. Es el caso de la Plaza Loreto de Milán (norte), donde hace 80 años el cadáver del dictador Benito Mussolini fue masacrado por la muchedumbre y que, aún hoy, rememora aquel pasado violento, como una advertencia para el mundo moderno.
El estruendo de un pelotón de fusilamiento decretó el final del fundador del fascismo, el hombre que había gobernado con puño de hierro Italia durante más de dos décadas y arrastrado al país a la catástrofe de la II Guerra Mundial.
Mussolini fue arrestado por unos partisanos la mañana del 27 de abril de 1945 en el pueblo de Dongo mientras intentaba huir a Suiza disfrazado de soldado alemán con su amante Clara Petacci y otros jerarcas fascistas desde el norte, donde en 1943 había fundado el estado títere de la República Social Italiana (RSI) de Salò.

Escarnio al fascismo

Un día después, a las 16:10 horas del 28 de abril, el tirano y su novia eran fusilados en Giulino, a orillas del Lago de Como.
El día 29, los cuerpos del ‘Duce’, su novia y de otros dirigentes fueron llevados a la Plaza Loreto de Milán para ser entregados a la muchedumbre, que los colgó como animales, los masacró, escupió, pisoteó y orinó, desahogando la rabia de la dictadura y la guerra.
En realidad se estaba consumando una ‘vendetta’, pues en esa misma plazoleta, un año antes, el 10 de agosto de 1944, habían sido fusilados 15 partisanos por la temida legión fascista ‘Ettore Muti’.

Ochenta años después

La Plaza Loreto es hoy un punto importante de la gran capital del norte italiano, amurallado entre edificios con letreros luminosos y centros comerciales donde la gente compra o pasea entre un tráfico descomunal.
Nada recuerda el ultraje a los cadáveres fascistas pero, en cambio, sí hay un monolito de metal en honor de los «mártires» que «cayeron en nombre de la libertad», con los nombres de aquellos partisanos tiroteados.
El lugar es, por ende, un símbolo de la memoria nacional. «Preferimos recordar la liberación», susurra Maurizio, de 78 años, ante el monumento.
Este milanés cuyo padre marchó a la guerra en Rusia apunta con entusiasmo a un poste en el centro de la plaza: «Les colgaron ahí», promete. Al escuchar su explicación, Giuseppe, de 76 años, le corrige
«No, fue en una gasolinera pero ya no existe».
Otros más jóvenes pasan sin prestar mucha atención al monolito. Nicoletta posa las bolsas de la compra para descansar: «No sé qué es», confiesa con cierto rubor.

Un símbolo aún vigente.

No muy lejos está la Casa de la Memoria, un edificio que reproduce con mosaicos en su fachada las caras de la Resistencia y que acoge organizaciones como la Asociación Nacional de Partisanos (ANPI), que cada 10 de agosto pone flores ante el monumento.
«La Plaza Loreto tiene un valor simbólico muy alto, pero nosotros no conmemoramos la ejecución de Mussolini sino el final de la guerra y la muerte del fascismo», matiza a EFE su secretario Primo Minelli.
Han pasado ochenta años, pero la figura del fundador del fascismo sigue resonando. «Por desgracia el fantasma de Mussolini aún campa», sostiene.
En 2024 un periódico proclamó al dictador «persona del año» por «la obsesión de la izquierda». Era una provocación… pero revelaba al mismo tiempo que este es un tema que sigue suscitando un intenso debate en el país, que se calienta especialmente cada 25 de Abril, Día de la Liberación.
Además, las manifestaciones neofascistas se repiten cada año en sitios clave de su oscura historia como Predappio (norte), el pueblo natal de Mussolini.

Minelli asevera que «el fascismo fue derrotado militarmente pero política y culturalmente aún permanece» de la sociedad. Son grupos «electoralmente insignificantes», admite, pero con una «cobertura política» desde la derecha que actualmente gobierna.
Basta pensar que el partido de la primera ministra Giorgia Meloni, Hermanos de Italia, es heredero del Movimiento Social Italiano, fundado por ‘posfascistas’ como Giorgio Almirante.
«Algunas palabras que escuchamos en 2025 se parecen mucho a las de hace cien años», asevera.
Meloni viene siendo cada vez más clara al rechazar esa ideología. Lo hizo a una semana de ganar las elecciones en 2022, en un vídeo en varios idiomas, y lo ha repetido este 25 de abril, denunciando la «negación» de la libertad perpetrada por el régimen fascista.
Sin embargo, Mussolini sigue siendo ciudadano honorífico en un centenar de localidades, aunque poco a poco algunas le retiran esa distinción. La última ha sido Salò gracias a la llegada de un joven alcalde que acabó con un cuarto de siglo de hegemonía derechista.
En todo caso, Plaza Loreto seguirá evocando con su mera existencia avisos de su pasado «negro» en la vida normal de esta ciudad, origen y tumba del fascismo. EFE



80 Años Después: El Día De La Victoria Y La Liberación En Europa.

Este año se cumple el 80 aniversario de la victoria de los Aliados sobre la Alemania nazi y el fin de la guerra en Europa, que se cobró millones de vidas. El 7 de mayo de 1945, pocos días después de que el dictador nazi Adolf Hitler se suicidara, el general nazi de alto rango Alfred Jodl firmó un documento de rendición. Un día después, el 8 de mayo, el primer ministro británico, Winston Churchill, informó al público que la Segunda Guerra Mundial en Europa había llegado a su fin. Tras el anuncio histórico, decenas de miles de personas salieron a las calles de Nueva York, Nueva Orleans, Londres y París para celebrar el fin del conflicto, que ahora se conoce como el Día de la Victoria en Europa.
 La Unión Soviética, que recibió la rendición de los nazis el 8 de mayo, celebra su propio "Día de la Victoria" el 9 de mayo. Aunque las hostilidades habían terminado en Europa, no fue hasta el 15 de agosto que la Segunda Guerra Mundial terminó oficialmente tras la rendición de Japón luego de que Estados Unidos lanzara dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Personas de todo el mundo celebran el Día de la Victoria en Europa, o Día de la Victoria en Europa, el 8 de mayo de cada año para conmemorar a quienes lucharon y murieron durante la guerra. 
Los veteranos de la Segunda Guerra Mundial a menudo se reúnen en el aniversario con monumentos erigidos desde entonces para rendir homenaje a los sacrificios que hicieron por la libertad en Europa. Este año, se llevarán a cabo celebraciones en ciudades de todo el Reino Unido para celebrar el Día de la Victoria en Europa, incluidas Londres, York y Bristol. 



El lugar donde colgaron a Benito Mussolini y cómo está ahora-

El 29 de abril de 1945 colgaban en una estación de servicio en Milán el cuerpo de Benito Mussolini. El líder fascista había sido acribillado a tiros el día anterior.



El 11 de julio de 1982 fue un día de fiesta en Italia. En Madrid, la Selección de fútbol había ganado la Copa del Mundo y las cámaras enfocaban al palco para mostrar a un viejito exultante que festejaba con los brazos abiertos. Era Sandro Pertini, presidente del república, el mismo hombre que 37 años antes había pronunciado una frase que se mantiene como un eco en la historia: Benito Mussolini debía ser fusilado "como un perro rabioso".

Pertini era entonces un miembro destacado del Comité de Liberación Nacional y no disimulaba el deseo que primaba en las filas antisfacistas. Se terminaba abril de 1945 y la suerte de Mussolini estaba echada. El avance de los Aliados era inexorable y el último recurso del Duce fue huir hacia el norte para organizar un reducto fascista en en Valtellina, un valle en la frontera con Suiza. Desde allí pretendía convencer a los países occidentales y capitalistas del bloque triunfante que él podía ser últil para combatir, en el futuro, a la amenaza soviética.
Concretamente, el 25 de abril partió por ruta con su amante Clara Petacci y un grupo de jerarcas, escoltado por los alemanes. En la madrugada del 27 de abril un comando partisano les cortaron el camino, identificaron al Duce, que tenía puesto un casco alemán, y se lo llevaron detenido.
Al día siguiente, el 28 de abril de 1945, los captores condujeron a Mussolini y su pareja en un Fiat 1100 haste el portón de la Villa Belmonte, una residencia en Giulino de Mezzegra, en la región de Como. Los acribillaron a tiros, luego de un juicio sumarísimo.
El 29 de abril llegó el episodio más presente de la secuencia. Después de patearlos y desfigurarlos, miembros de la Resistencia italiana colgaron los cuerpos cabeza abajo del techo de una estación de servicio que funcionaba frente a la plaza Loreto, en el centro de Milan.
Las escenas son un emblema cruento del fin de la tiranía y del ocaso de la Segunda Guerra Mundial. Apenas un día después, el 30 de abril, Adolf Hitler se suicidaba en Berlín.
Miles de personas se acercaron a la Esso de la plaza Loreto para ver los cuerpos colgados de Mussolini, su amante Claretta y otros partidarios fascistas.
La elección del lugar no fue casual. En la misma Plaza, el 10 de agosto de 1944, por orden del jerarca nazi Theodor Saevecke, habían sido masacrados 15 antifascistas partisanos. Para ejercer terror, habían dejado durante días los cuerpos pudriéndose al sol.

La plaza Loreto cuando aún existía la Esso



Mussolini colgado: cómo está el lugar hoy

El lugar en Giulino de Mezzegra donde mataron al Duce y su pareja está identificado con una cruz y un cofre con la foto de los fusilados.
La plaza Loreto es hoy una zona hípercomercial con un ruidoso cruce de avenidas. Quienes van buscar vestigios de la Esso, se encuentran con un edificio donde funciona un Mc Donald’s.
No hay evocaciones de aquel episodio, pero a unos metros existe un monolito de metal en honor de los mártires que "cayeron en nombre de la libertad", con los nombres de los partisanos masacrados en 1944.

La plaza Loreto en la actualidad


Cerca está la Casa de la Memoria, un edificio que reproduce con mosaicos en su fachada los rostros de la Resistencia el fascismo y aglutina organizaciones como la Asociación Nacional de Partisanos (ANPI), que cada 10 de agosto pone flores ante el monumento de sobre el boulevard Andrea Doria, a metros de la plaza.

Monumento Loreto

El monumento a los partisando masacrados, a metro de la plaza Loreto en Milán
¿Cuál es el significado de la plaza Loreto 80 años después? Primo MInelli, de la Casa de la Memoria, lo pone en estas palabras: "La plaza tiene un valor simbólico muy alto, pero nosotros no conmemoramos la ejecución de Mussolini sino el final de la guerra y la muerte del fascismo".


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