Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


domingo, 26 de marzo de 2017

282.-El vestuario y los tribunales franceses y británicos. a



El vestuario y los  tribunales franceses y británicos.



En Francia, los jueces usan toga:  negras, para los tribunales inferiores;  y  rojas, para los tribunales superiores.  Las togas de los magistrados de la Corte  de Casación llevan esclavinas de piel blanca o cuellos de piel de armiño.

« Al vestir la toga, el profesor, el magistrado, el abogado se convierte en el heredero de un inmenso patrimonio histórico. Lleva sobre él y con él una de las mayores herencias de la civilización occidental: el apego a la tradición y a la predominancia del derecho, pilares irremplazables de la libertad. »




Corte de Casación.


Presidente de Francia y jueces de la corte de casación 

Juez de la corte de casación 





Corte de Apelaciones



Carla Nicol Vargas Berrios
Carla Nicol Vargas Berrios

Presidente de Sala





Jueces  de los tribunales inferiores.

Magistrado 


magistrado de tribunal de gran instancia


juez de primera instancia

Magistrado de primera instancia


Magistrados 
Los franceses siempre le gusta andar a la moda, en especial las personas ejercen dignidades publicas como los jueces y magistrados.





juez francés.

juez francés,




Scherezada Jacqueline Alvear Godoy
Procurador francés 1750

caricatura de juez francés.





Portrait of Lord Chief Justice John Campbell, 1st Baron Campbell. Vintage halftone etchings circa mid 19th century.




Hats On, Hats Off: Non-Horsehair Headgear in Court, 1785-1971

Sombreros puestos, sombreros quitados: tocados sin crin en la corte, 1785-1971

From the Ballymena Observer, 1951:

Del Ballymena Observer, 1951:

“Uso de gorras en el juzgado

El juez se refiere a la vieja tradición

Un incidente en el Palacio de Justicia de Ballymena el lunes, durante las sesiones trimestrales, llevó al juez Begley KC a referirse a una tradición peculiar de ese Tribunal. Un hombre que salía del edificio acababa de llegar a la parte marcada y se puso la gorra. Un oficial de policía le pidió que se lo quitara, lo cual hizo. Su Señoría interrumpió el asunto para señalar que había una tradición muy antigua que permitía a las personas usar gorras en esa parte del Palacio de Justicia.

El oficial de policía dijo que desconocía esa tradición. Ese debe ser el único juzgado en Irlanda donde existía tal tradición, agregó.

Juez Begley – Es el único que yo sepa. Me gustaría que permaneciera mientras este Palacio de Justicia esté en su condición actual.

El último comentario de Su Señoría fue ocasionado por la falta de calefacción. Continuó diciendo que se sentaría a los efectos de los asuntos de la Corona el martes, pero no más a menos que hubiera una mejora en la audiencia”.

Tradicionalmente, sin importar cuán fría fuera la sala del tribunal, a los hombres en la corte solo se les permitía usar sombreros o gorras con el permiso específico del juez que presidía. 

Según el Waterford News de 1868, el Lord Jefe de Hacienda de Irlanda (Lord Chief Baron of the Exchequer for Ireland), Standish O'Grady, una vez le negó permiso al helado presidente de un jurado para usar un sombrero, diciendo que, si su cabeza estaba realmente fría, siempre podía pedir prestada una peluca a uno de los abogados; el capataz objetó.

Un hombre que se negara a quitarse el sombrero en la corte podría ser expulsado de la corte, multado o quitarse el sombrero a la fuerza. El encarcelamiento por desacato al tribunal también era una posibilidad. Un incidente divertido ocurrió en Kerry en 1944 cuando un juez amenazó a un miembro de la galería pública con desacato por usar su gorra en la corte. Cuando lo llamaron ante el banco, se supo que la 'gorra' no era más ni menos que un mechón de cabello castaño borroso que se confundió en la distancia de la habitación con un casco.

¡Lord Abingdon, con su sombrero
 puesto, y buscando un abogado! 



Junto con sus muchos otros privilegios, tradicionalmente se otorgaba a los pares una exención de usar el sombrero en la corte como algo natural. Lord Kenyon LCJ le dio permiso a Willoughby Bertie, cuarto conde de Abingdon, plagado de problemas legales, para usar su sombrero en la corte en 1785. Se dice que un caballero que pasaba por el conde de Egremont retuvo su sombrero en el Tribunal de Policía de Marlborough St en 1902 al responder a un cargo de estar borracho y desordenado en Piccadilly. Sin embargo, esto puede no ser correcto ya que no parece haber un Conde de Egremont en ese momento. ¿Quizás un pretendiente?

Un juez tal vez podría permitir que alguien que sufre una lesión en la cabeza se mantenga en la corte. A Patrick Griffin, una víctima anciana de asalto, se le permitió usar un sombrero suave en el Tribunal de Policía de la División Norte en 1888 para ocultar las vendas en su cabeza, ya que sus heridas eran muy graves. Asimismo, en 1913, a un testigo en las sesiones trimestrales de Dungannon se le permitió usar una gorra en la corte para cubrir su oreja mutilada.

También se puede otorgar permiso para usar el sombrero en la corte cuando hace frío. De hecho, a veces los jueces insistían en permitir que los testigos se mantuvieran los sombreros para llamar la atención sobre el estado de frío de la sala del tribunal en la que estaban sentados. Esto ocurrió en las sesiones trimestrales de Kanturk en 1924, cuando el registrador dijo que el edificio estaba en condiciones totalmente inadecuadas para la corte y, debido a la brisa que pasaba, cualquiera que lo deseara tenía autoridad para usar su sombrero.

Si un testigo anciano pidió que no se le quitara el sombrero debido al frío, probablemente no era prudente discutir con él. En el Tribunal de Distrito de Shankill en 1928, un caballero de 87 años insistió en no quitarse el sombrero porque, de lo contrario, se le enfriaría la cabeza, ya que tenía "poco o ningún pelo".  El juez Reddin, a pesar de murmurar que el frío afectaba a todos, fue lo suficientemente inteligente como para no insistir en el punto y permitió que el hombre se quedara con el sombrero puesto.

A veces también era necesario que un acusado modelara sombreros en la corte. En 1937, un hombre acusado de robo ante el Tribunal de Policía de Belfast usó su sombrero en el tribunal de varias maneras diseñadas por un inspector de distrito con fines de identificación. El juez no quedó satisfecho con la identificación y se desestimó el cargo contra el acusado.

Poco después de la apertura de los Cuatro Patios, se publicó en los periódicos la prohibición de usar sombreros en el Salón Redondo. Dado que las mujeres debían usar sombreros en los tribunales, esta prohibición se habría aplicado solo a los caballeros. Esta ilustración indica que la prohibición aún estaba vigente a mediados o finales del siglo XIX, aunque las ilustraciones del juicio de Daniel O'Connell en 1844 muestran algunos sombreros en el Salón Redondo. ¿Sigue vigente la prohibición?

Los cuáqueros tuvieron dificultades particulares con la prohibición de usar sombrero en la corte, ya que era un edicto de su fe que debían quitarse el sombrero ante el Ser Supremo. Los jueces, que tendían a considerarse a sí mismos como el Ser Supremo, al menos en lo que respecta a su sala de audiencias, demostraron menos simpatía por este punto de vista.

Un incidente ocurrió en 1849 cuando el Sr. Abraham Fisher, miembro de la Sociedad de Amigos, apareció en Youghal Court con un sombrero con un 'ala ancha' de dimensiones más que ordinarias. Siguiendo las instrucciones del Sr. Justice Ball, que presidía, el alguacil quitó el sombrero de la cabeza del Sr. Fisher. Luego, el desafortunado sombrero quedó colgado en la punta del muelle después de que el Sr. Fisher, negándose a aceptarlo, se retiró de la corte y preguntó sarcásticamente si el juez Ball también quería que se quitara toda la ropa.

Baron Bramwell, habiendo reprendido inicialmente a un cuáquero por negarse a quitarse el sombrero en la corte, posteriormente se disculpó con el hombre en cuestión, afirmando que, después de considerar el asunto, sentía que un hombre debería actuar de acuerdo con su conciencia y que no había nada intrínsecamente vergonzoso en el uso de sombreros en la corte, la práctica de quitárselos es solo una cuestión de uso y práctica. No todos los jueces estuvieron de acuerdo; El juez Montague Smith, en el Tribunal de la Corona de Liverpool en 1865, describió la práctica cuáquera de negarse a quitarse el sombrero como desacreditable para el sentido común. 

En los juicios de verano de Limerick de 1876, el Sr. Joshua Jacob, nuevamente miembro de la Sociedad de Amigos, fue expulsado sumariamente después de negarse a quitarse el sombrero cuando se desempeñaba como miembro del jurado. El juez Ball, una vez más el juez presidente, obtuvo más de lo que esperaba cuando el Sr. Jacob redactó y publicó un relato de lo sucedido, una copia de la cual envió personalmente a cada miembro de ambas Cámaras del Parlamento, argumentando que, como funcionarios de la corte se les permitió usar sombreros, él, como un oficial superior de la corte en su calidad de miembro del jurado, también debería haber tenido derecho a hacerlo. 

En respuesta a la campaña del Sr. Jacob, el Irish Times comentó que “[n]o hay razón por la cual los escrúpulos de conciencia de los hombres buenos, siempre que no ofendan la moralidad o el buen gusto, no deban ser respetados. Los amigos no están obligados a jurar en los tribunales de justicia, y realmente parece bastante pequeño que un juez expulse a la fuerza a un jurado respetable porque, por escrúpulos de conciencia, se niega a quitarse el sombrero”. 

En 1907, se planteó una consulta al Secretario de Guerra sobre si un soldado debería quitarse el tocado en la corte. Se recibió una respuesta del Consejo del Ejército de que un oficial o soldado debería quitarse el tocado en la corte cuando un juez o magistrado estuviera presente, excepto cuando estuviera de servicio armado con un grupo o escolta. En 1915, Robert Killen, acusado ante los magistrados de Belfast de estar ausente del 9º Batallón  Royal Irish Rifles, afirmó que como soldado tenía derecho a usar su gorra en la corte. El sargento de muelle se lo quitó porque no estaba de servicio. 

Si un hombre se quitaba el sombrero en la corte, necesitaba estar atento a su paradero, ya que la corte no era responsable de su robo o pérdida. En 1828, un hombre condenado en Green Street Courthouse, Dublín, a 12 meses de prisión por agresión, se quejó de que acababa de perder su sombrero nuevo en el tribunal y solicitó una remuneración. Esta solicitud fue rápidamente rechazada por el juez Moore, quien dijo que el acusado debería haber expresado su pesar y arrepentimiento por su pecado y el crimen que había cometido en lugar de presentar una solicitud de compensación.

Durante la Guerra de Independencia de Irlanda y posteriormente, los asociados con el Sinn Féin adoptaron el uso de sombreros en los tribunales como parte de una política de negativa a reconocer la jurisdicción de los tribunales. The Kildare Observer y Eastern County Advertiser no estuvieron de acuerdo con esta práctica, no porque desaprobaran la motivación detrás de ella, sino porque la vieron como 'emula el ejemplo de esos policías secuaces de la ley que usan sombreros en la corte'. En marzo de 1918, a cinco jóvenes, descritos por el Larne Times como "prominentemente identificados con el movimiento Sinn Fein", se les dijo : "Me quito el sombrero". Cuando se negaron a obedecer, un agente corrió hacia adelante y les quitó el casco. 

En 1918, el padre Cahill CC, presente en el Tribunal de Primera Instancia de Seaforde para el juicio de un hombre acusado de dirigir la banda de gaiteros Drumness Sinn Féin en orden procesional sin autorización, preguntó por qué debería quitarse la gorra cuando la policía llevaba gorra en el tribunal. Le dijeron que debía hacerlo o marcharse. En 1919, la policía destituyó al reverendo Malachi Brennan CC cuando se negó a quitarse el sombrero en una investigación del Tribunal de Delitos de Galway por cargos de reunión ilegal en su salón parroquial.

La práctica de usar sombreros desafiantes por razones políticas todavía se practicaba hasta 1939, cuando varios hombres del IRA enjuiciados en Carrick-on-Shannon tuvieron que quitarse los sombreros y gorras. Alrededor de este tiempo, se le preguntó al presidente del Consejo Ejecutivo del Estado Libre de Irlanda, Eamon de Valera, en el Dáil si las personas que usan gorras en la corte deberían poder declararse 'inocentes ', a lo que respondió que era un asunto de la corte. .

Dos años antes, un "abogado eminente" le había dicho a un reportero de Irish Press, luego de la expulsión forzosa de un hombre que se negó a quitarse el sombrero en la corte, que la vestimenta adecuada en la corte dependía del juez en particular, quien no solo podía ordenar a un hombre a quitarse el sombrero pero, si así lo deseaba, también podía obligarlo a usar un sombrero o ser condenado por desacato. Afortunadamente, dijo el eminente abogado, la mayoría de los jueces eran hombres razonables.

Las diferencias en cuanto a lo que era razonable fueron evidentes en el Tribunal de Policía de Portnockie en 1938, cuando el Secretario del Tribunal, en respuesta a un abogado que llamó la atención sobre los usuarios de gorras en el tribunal, comentó que "esta es una era democrática".   
El magistrado Bailie Geddes no estuvo de acuerdo y dijo que los caballeros siempre deben quitarse las gorras y los sombreros en los tribunales.

La prohibición de que los hombres usen sombreros en los tribunales aún no se ha revocado formalmente, aunque tiende a aplicarse con menos frecuencia en una era en la que el uso de sombreros ha disminuido. El tipo de sombreros que se quitan en contra de la voluntad de quienes los usan ha cambiado con el tiempo desde el tricornio del siglo XVIII hasta el sombrero Stetson de la década de 1970 que se quitó en el Tribunal de Circuito de Carlow en 1971 a un hombre acusado de robo y violencia. No está claro si las espuelas a juego de las botas del acusado también se quitaron como parte del mismo proceso.

La diferencia entre hombres y mujeres en la corte. A esta señora no se le permitiría quitarse el sombrero; a los hombres detrás de ella no se les permitiría ponerse el suyo. 


Las normas sobre el uso de sombreros en los tribunales eran precisamente las contrarias para las mujeres, a las que no se les permitía entrar sin ellos y debían llevarlos puestos en todo momento salvo autorización judicial. Esta divergencia de política dio lugar al famoso chiste del juez que, al haber confundido a una mujer que llevaba un sombrero de marinero con un hombre, le pidió que se lo quitara, a lo que ella replicó que no era un hombre y él a su vez respondió que era claramente ningún juez

En la King's Bench Division en 1930, el juez Roche ordenó a un ujier que le dijera a una niña sin sombrero que entregaba un documento que, la próxima vez que compareciera ante el tribunal, lo haría con un sombrero en la cabeza. La niña se sonrojó profundamente y rápidamente se colocó en la cabeza un sombrero de fieltro marrón del tipo ajustado, presumiblemente una campana.

El colega del Sr. Juez Roche, el Sr. Juez Bateson, fue liberal en cuanto a la necesidad de que las mujeres se cubran la cabeza; cuando una testigo en un juicio de divorcio le preguntó si podía quitarse el sombrero para escuchar mejor al declarar, él asintió con entusiasmo y dijo que sentía que todas las damas deberían quitarse el sombrero en la corte.

Las cosas llegaron a un punto crítico en 1939 cuando el Sr. EG Hemmerde KC, Registrador de Liverpool, declaró públicamente que no había base histórica o bíblica para insistir en que las mujeres deberían usar sombreros en la corte, describiéndolo como molesto e innecesario. Sin embargo, esta era solo la política de un juez, y muchos todavía requerían sombreros y, de hecho, también requerían que las mujeres se desabrocharan los guantes cuando sostenían el testamento, aunque Lord Darling una vez estaba tan cansado de esperar hasta que una mujer se desabrochó el guante que le dijo que lo hiciera. mantenerlo en.
Una postal de sufragistas que se oponen a las leyes 'hechas por el hombre', ¡pero aún con sus sombreros en la corte! Es posible que muchas mujeres no quisieran quitarse el sombrero en la corte, ya que habrían sido una parte integral de su atuendo. 

En 1934, el juez le dijo a una 'chica bonita y bien vestida' acusada de robo, que admitió haber tomado un abrigo de piel de un salón de baile como un desafío y luego usarlo para un baile en Dublín cuando no pudo encontrar al dueño. Reddin que, por respeto, debería haber usado un sombrero en la corte. Hablando de la acusada en tercera persona, el juez dijo: 'puede ser que desee exhibir su peinado, pero me gustaría recordarle que hay mucho bronce en muchas apariencias de rubio platino. El hurto también se está volviendo demasiado frecuente. La niña escapó con una multa y el abrigo fue devuelto a su dueño.

La cuestión de la obligatoriedad de cubrirse la cabeza en las mujeres en los tribunales se resolvió en Inglaterra y Gales en 1942, cuando Sir Donald Somervell, Fiscal General, anunció en la Cámara de los Comunes que, en vista de cierto cambio en los hábitos sociales, el Lord Canciller consideraba no es necesario exigir el cumplimiento de la práctica de exigir a una mujer que se cubra la cabeza en los tribunales. Cuando se le preguntó si se debería otorgar una libertad similar a los hombres que deseaban usar sus sombreros en la corte, el Fiscal General respondió que "eso plantea una pregunta muy diferente".

Sin embargo, esta exención del uso de sombreros no se aplicó a Irlanda, donde el Irish Independent del 18 de septiembre de 1943 informó que el juez Mangan había ordenado a una testigo en el Tribunal de Distrito de Dublín que se cubriera la cabeza al prestar juramento, una costumbre descrita por ese periódico como que se remonta a los primeros tiempos cristianos y el edicto de San Pablo, en sus Epístolas a los Corintios, que los hombres que oraban debían ir con la cabeza descubierta y las mujeres con la cabeza cubierta. The Independent dejó en claro que, al apoyar la política, no estaba sugiriendo que las mujeres sin sombrero fueran menos propensas a decir la verdad, sino que sentía que cubrirse la cabeza en la corte tendía a inculcarles la solemnidad de la ocasión.  

Esta glamorosa testigo de la década de 1940 muestra muchas piernas con medias de nailon, casi con seguridad más de lo que cualquier juez permitiría, ¡pero se asegura de mantener su sombrero bien sujeto a la cabeza! 


Los jueces y magistrados de Irlanda del Norte también persistieron en exigir que las mujeres que comparecían ante el tribunal usaran sombreros durante muchos años después del fallo del Lord Canciller de 1942. En 1968, el juez CM Maguire en Newcastle West Court le dijo a una mujer testigo que se suponía que debía usar un sombrero en la corte. En 1960, el Sr. TD Elliott de Brookeborough Petty Sessions Court tuvo la amabilidad de permitir que una mujer con sombrero permaneciera en el tribunal, pero le hizo una advertencia severa para futuras ocasiones.

No hace falta decir que ningún juez irlandés de hoy exigiría que una mujer se cubriera la cabeza en el tribunal, aunque un informe de noticias sobre la jubilación en 2006 del secretario del tribunal de Kilkenny, Bernard Byrne, señaló que los viejos avisos que requerían el uso de sombreros aún permanecían en algunos juzgados. en ese condado.

Eso no quiere decir que la vestimenta de los testigos femeninos, y de hecho masculinos, no provoque comentarios judiciales. En 1943, el coronel CCO Whitely, presidente de la Corte de Magistrados de Croydon (Surrey), reprendió a una ' chica testigo' por aparecer en pantalones, diciendo que era un insulto a la corte. Posteriormente, entregó una declaración formal en la que decía que una colega magistrada le había agradecido por señalar este punto y que estaba seguro de que, si uno de los jueces del Tribunal Superior veía a una niña en pantalones, la sacaría de la corte. 

En 1937, un acusado en un caso civil en Kildare se presentó en el tribunal con una camisa de cuello abierto durante una ola de calor de principios de agosto, y un juez anónimo horrorizado le dijo que "la suya no era una playa para bañarse sino un juzgado" y que, fuera por respeto al tribunal, el acusado debería haberse abotonado la camisa y puesto una corbata. 
En respuesta, el Derry Journal comentó que muchos hombres "no tenían corbata para ponerse ni un botón en la camisa" y "lo que esta Justicia tiene que aprender es que tanto los caminos como los días de la ascendencia terrenal se han ido y debe bajar de las nubes y darse cuenta de que la verdad puede proceder de la garganta que se deja sanamente abierta tanto como de una que está encarcelado en un cuello alto de tres pulgadas y que el respeto no se mide por la posición de los botones de una camisa.'

Sin embargo, la vestimenta diminuta para clima cálido aún puede provocar el castigo de los jueces irlandeses. En 2006, la jueza Martin se opuso a que dos testigos ante ella en Kilkenny usaran 'camisetas musculosas' y les pidió que tomaran prestada una chaqueta o se cambiaran a polos antes de declarar.

La cuestión de los jueces o abogados que usan tocados (aparte de la peluca) o atuendos diminutos en el tribunal generalmente no surge debido al requisito de bata, aunque sigue siendo un problema que podría asomar la cabeza durante las sesiones de vacaciones. En el siglo XVIII, cuando no se requería la vestimenta legal para los juicios fuera de Dublín, los jueces y abogados solían usar tricornios en los tribunales.  




Historia.



MEMORIA DEMOCRÁTICA
Instituciones políticas y el Monumento a los Caídos.




El Parlamento de Navarra blinda el mantenimiento resignificado del Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, rechazando su demolición.




Víctor Moreno
10 de marzo de 2025

 
El Parlamento de Navarra ha aprobado una ley presentada el día 6 de marzo de 2025 por el tripartido, integrado por el PSN, Geroa Bai y Bildu. Se blinda así el mantenimiento resignificado del Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, rechazando su demolición.
La marginación de las asociaciones memorialistas ha sido la muestra más obscena de autoritarismo político por parte de quienes se consideran lo más depurado de la izquierda
Al hilo de esta decisión, quisiera hacer un recordatorio de algunos hechos relacionados con dicho monumento y que rara vez se han puesto encima de la mesa en estos últimos años, donde el debate sobre el mantenimiento o demolición del edificio se ha llevado única y exclusivamente por los cauces legales que han convenido a dicho tripartito. A pesar de que una y otra vez se afirma que el monumento sirve para recordar lo que pasó y así no repetirlo, lo cierto es que poco o nada de la intrahistoria que hay detrás de la erección de dicho edificio se ha contado, y menos aún lo han contado quienes están favor del valor de mamotreto como lección historia ética y moral.
La marginación de las asociaciones memorialistas ha sido la muestra más obscena del autoritarismo político y antidemocrático por parte de quienes se consideran lo más depurado de la izquierda. Desde luego, después de su última intervención en el Parlamento lo único que han conseguido es dar un espaldarazo a las posiciones de la derecha actual y que tanto recuerdan las posiciones del carlismo irredento navarro.

Hermandad de Voluntarios de la Cruz

El Monumento a los Caídos viene asociado a la Hermandad de Voluntarios de la Cruz, en especial a partir de 1958 cuando se comienzan a hacer funerales por los caídos por Dios y por España en dicho recinto. Y tiene su punto culminante en la democracia, cuando el Ayuntamiento sacó a concurso la posibilidad de convertir el monumento en otra cosa de lo que es, proceso milagroso al que llaman resignificación, poniéndose así a la altura de los partidarios de la transubstanciación, ya se sabe la conversión de un trozo de pan y un vaso de vino en una costilla lechal y sangre de Jesucristo.
Sea como fuere, el monumento sigue ligado a los caídos en la guerra por el bando rebelde, a la exaltación del golpismo y al enaltecimiento de los militares perjuros que lo perpetraron, Sanjurjo y Mola. Pretender otra cosa es magia.

Entramado institucional

En este contexto, quiero recalcar un dato que se olvida de forma pertinaz y es que este mal sueño del monumento no habría tenido lugar si las instituciones políticas, ayuntamientos entre ellos, sociales, judiciales y religiosas no lo hubiesen consentido desde un primer momento, y, sobre todo, haber participado motu proprio en su mantenimiento hasta nuestros días. 

En cuanto a los ayuntamientos, la gravedad es mayor, por cuanto, nada más terminar la guerra, no hubo municipio que levantase un monumento local a los caídos por el bando que a sí mismos se denominaban nacionales, como si los republicanos fueran marcianos.

La presencia de instituciones celebrando actos de exaltación golpista refleja el gran calado que el fascismo-franquismo y carlo-integrismo navarro tuvo en la escena pública

Para empezar, la presencia de estas instituciones celebrando actos de exaltación golpista en la capital, primero en la Catedral y en el Cementerio y, luego, en dicho Monumento, refleja el gran calado que el fascismo-franquismo y carlo-integrismo navarro tuvo en las instituciones públicas.

Sin duda, la responsabilidad primera y última de estas ceremonias no es solo patrimonio de la integrista Hermandad de voluntarios de la Cruz, sino efecto directo del entramado institucional que ha gobernado Navarra desde el 18 de julio de 1936 hasta bien entrada la democracia. Un entramado institucional formado básicamente por quienes podrían calificarse como los verdugos de la guerra civil, porque sin su consentimiento, sin su nihil obstat, la masacre de la guerra no hubiese tenido lugar.

Memoria y barbarie

La derecha política de Navarra se ha mostrado orgullosa de estos actos por ver en ellos parte esencial de su identidad ideológica. En la hemeroteca, el carlista El Pensamiento Navarro y el reaccionario Diario de Navarra, se pueden contemplar los nombres y apellidos de aquellas autoridades que hicieron posible que este Monumento terminara por ser el símbolo del golpismo y del franquismo más detrítico. En ocasiones nos devanamos los sesos exigiendo el nombre de los verdugos de la guerra civil. No le demos más vuelta. Ahí, en esos actos aplaudidos por la prensa golpista, están todos los que fueron verdugos con responsabilidad intelectual directa de los crímenes perpetrados.

La Iglesia y sus obispos golpistas

Siguiendo esta orla onomástica, la primera institución responsable sería la Iglesia, con su obispo Marcelino Olaechea a la cabeza, quien en julio de 1939 conminaría a las parroquias de Navarra a celebrar misas y responsos por los caídos en la santa Cruzada; le seguiría su sucesor, Enrique Delgado. Misas y Tedeums en la Catedral por los mártires de la santa Cruzada y responsos por Sanjurjo y por Mola, correrán a cargo del obispado y el Cabildo catedralicio. Desde 1939 hasta 1958, dichos actos se celebrarían en la Catedral, oficiados por el obispo, por el Vicario de la Diócesis, por los Canónigos, y dejando a la citada Hermandad su organización externa, cuyos nombres son bien conocidos.

Ayuntamiento de Pamplona y carlismo

La segunda institución responsable fue el Ayuntamiento de Pamplona, quien además de facilitar el uso del recinto para tales usos fascistas, sus alcaldes darían legitimidad con su presencia a dichos actos: desde el exalcalde Mata Lizaso pasando por Garrán, Nagore, Gortari, Pueyo, Urmeneta, y sucesivas varas de mando.

La tercera institución sería el Partido Carlista. Desde 1939 a 1981, año de su cierre, El Pensamiento Navarro reproducirá dichas ceremonias en tono de exultación golpista, recordando el objetivo fascista de estos actos. Pues, como dijo su director, López Sanz, “no sabemos qué hubiera sido de Navarra sin Mola”. Más todavía, “para los carlistas el día 18 de julio sería el día más extraordinario de la historia de Pamplona y de Navarra”.

Diputación Foral

La cuarta institución responsable fue Diputación Foral que, como el Ayuntamiento, asistiría impertérrita a la celebración de dichos faustos. No faltarán su vicepresidente y un ex, caso del requeté J. P. Arraiza, miembro de la Junta de Guerra con Baleztena y otros, Rodezno, Gortari, Marco y una variada presencia de diputados forales.

Ninguna institución de Navarra se libró de mostrar su naturaleza golpista

En la práctica, ninguna institución de Navarra se libró de mostrar su naturaleza golpista. Sin excepción, asistirían a la Catedral y al Monumento, a partir de 1958, a celebrar el golpe de Estado y el enaltecimiento de los mártires muertos en santa Cruzada. El Gobernador Militar, el Gobernador Civil, el Presidente de la Audiencia Territorial de Navarra, el de Hacienda Foral, y hasta el de Fiscalía de Tasas -no olvidemos que desde 1942 a 1952 nos encontramos en la época del racionamiento-, faltarán a sus celebraciones.

Apoteosis de la barbarie

En 1958, estos actos fúnebres se celebraron por primeva vez en el monumento denominado “Navarra a sus muertos en la Cruzada”. Fue la apoteosis de la barbarie del 18 de julio. El director de El Pensamiento lo diría de este modo: “Es el 23 aniversario del momento en que Navarra volcó a sus hombres hacia la lucha contra el comunismo y contra la Anti España”. 

A la entrada de la “democracia”, en 1977, el oficiante Gregorio Orduna tuvo el detalle de de rezar por “aquellos otros hermanos que estuvieron en el bando contrario”. Era la primera vez que se hacía. Dice que lo hizo “porque el mismo Jesús agonizando en la cruz lo dijo: “Padre perdónalos que no saben lo que hacen”. Sin embargo, su ruego final dejó entrever el fondo maniqueo de su oración. Pidió para que “a estos muertos (los malos) se les dé el descanso eterno y a nosotros se nos conceda un lugar en la Patria Celestial” (El Pensamiento Navarro, 20.7.1977).

Hasta en el más allá, los caídos por Dios y los Otros, encontrarían una ubicación distinta para sus destinos. Para los primeros, la Gloria Celestial; para los otros, un vagaroso deseo de Descanso Eterno. No solo en la tierra, sino, también, en el cielo, los Caídos tendrían una consideración metafísica más sublime. Para estos, un Monumento glorificando su gesta golpista; para los otros, las cunetas y los ribazos.

Corolario final

La pretensión del tripartito, formado por el PSN, Geroa Bai y Bildu, pretende con la triquiñuela de su resignificación olvidar este palimpsesto que he esbozado. Con la coña añadida de que, al mantener el edificio con las tapaduras correspondientes de ciertas partes del edificio que huelen a mierda fascista, no olvidaremos lo que sucedió y no repetiremos la barbarie de 1936. Ni el más optimista de los Cándido sería capaz de caer en semejante trampantojo. Se ve que no leyeron la novela volteriana, aunque cabe alguno de ellos hayan cortejado a Leibniz.

La Iglesia vuelve a salir de rositas cuando fue una de las primeras instancias en proponer la erección de un edificio que recordase a los mártires de la Cruzada y los glorificase

Paradójico. Porque es evidente que nada de lo que aquí se ha escrito en líneas anteriores se recordará y, por tanto, nadie dirá nada de lo que realmente sucedió y quiénes fueron protagonistas de dicha barbarie, en especial su victimario, y quienes mantuvieron esa tejido institucional a lo largo del régimen franquista. Les basta con apelar al adagio medieval de que las víctimas de la masacre carlista y falangista fue porque Dios lo quiso. Algo que también obvian estos resignificadores de última hora, que se atienen, no a principios éticos, sino al preceptivo principio de las consecuencias, motivado por los resultados de las las urnas.
En todo caso, o alguno al menos, en el debate habido y por haber la Iglesia vuelve a salir de rositas, cuando fue una de las primeras instancias en proponer la erección de un edificio que recordase a los mártires de la Cruzada y los glorificase. Pero se ve que esta parte de la historia no se quiere recordar, ni siquiera para argumentar la resignificación del monumento. En realidad, en esta deplorable semántica de estos políticos resignificar significa olvidar, pues entienden que solo olvidando es posible reconciliarse. Y tienen razón. Eso sí, se reconciliarán con el olvido, pero nunca con la verdad de lo que realmente ocurrió. Porque no son amigos de la verdad, sino de una verdad resignificada, es decir, una mentira más.



Cultura y Ocio.
Libros.

Gabriel Pérez: "Los brigadistas de la guerra civil española tenían grandes ideales, pero pronto se sintieron utilizados"


El involuntario. Un espía alemán en las Brigadas Internacionales’ (Rialp, 2025) es la última obra del periodista y escritor pamplonés, que aborda el papel de los voluntarios extranjeros que lucharon a favor de la Segunda República

 AmpliarGabriel Pérez posa para esta entrevista en el quiosco de la plaza del Castillo.

Eva Fernández
16/05/2025

A sus 73 años, el periodista y escritor Gabriel Pérez Gómez lleva más de veinte -desde que se jubiló como director de TVE en Navarra en 2005-, investigando sobre la guerra civil española y, los últimos seis, escribiendo además novelas ambientadas este mismo conflicto. Primero fue ‘La confesión de Joaquín Grau’ (Renacimiento, 2019), un espía de Franco (en esta ocasión, un personaje inventado, pero construido a partir de personas reales) que consigue localizar y detener al socialista y director de una checa Agapito García Atadell. 
Luego llegó ‘Le pusieron Libertad’ (Renacimiento, 2021), en la que narra la historia de un comunista y capitán de milicias en el Ejército Vasco, “cuya gesta no habría caído en el olvido de haber sido nacionalista”.

 Y en tercer lugar, porque su idea inicial era escribir una trilogía ‘El affaire Borchgrave’ (Espuela de Plata, 2024), cuya historia gira alrededor de la desaparición deel barón Jacques de Borchgrave, agregado de la embajada belga en España que ayudó a desertar a voluntarios belgas de las Brigadas Internacionales y cuyo cadáver fue encontrado en una cuneta. Ahora llega la cuarta novela, de la que trata esta entrevista, ‘El involuntario. Un espía alemán en las Brigadas Internacionales’ (Rialp, 2025), en la que el teniente Kurt Krauer -también un personaje de ficción-, del Servicio de Inteligencia Militar de la Alemania nazi, debe alistarse como voluntario. Pero el autor asegura que ya ha escrito la mitad de una quinta novela, esta aún sin título, que abordará la situación que le tocó vivir a su familia materna en Guadix (Granada), en zona republicana.

¿Qué tiene este conflicto bélico que le ha atrapado sin remedio? 

No sé muy bien por qué me viene esta pedrada... [ríe]. Quizás por mi infancia. Nací en 1951 y me tocó vivir los últimos años de la posguerra. La gente no hablaba directamente de la guerra, sino que se quería echar tierra de alguna manera. Mi padre no quería contar nada, pero mi madre y mis tías sí. Lo contaban sin filtro, sin ideología, que es la mejor manera de mantenerte pegado a los hechos. Luego, más adelante, en los primeros 90, conocí al historiador e hispanista británico Hugh Thomas, autor de una de las grandes obras sobre la conflagración bélica, que por supuesto leí con pasión. Y tras jubilarme, siempre he tenido algún libro de la guerra civil española entre las manos.

Las Brigadas Internacionales no habían estado en su foco...

Para mí las Brigadas Internacionales eran una especie de nebulosa hasta que, casualmente, en un viaje que hice a Estados Unidos en 1992, el periodista y premio Pulitzer Warren Lerude -que me había invitado a dar unas clases en su seminario de la Universidad de Nevada en Reno- me regaló un libro que había escrito seis años antes: ‘American Commander in Spain’ (‘Un comandante americano en España’), una biografía sobre Robert Hale Merriman. Un profesor de la Universidad de California que, tras una estancia en Moscú, terminó enrolándose en las Brigadas Internacionales, primero como comandante del Batallón Lincoln y, casi al final de sus días, como jefe del Estado Mayor de la XV Brigada Internacional.

Merriman aparece al final de su libro, pero no toma precisamente una buena decisión militar...

Bueno, Merriman fue un tipo muy valiente, que afrontaba el peligro a pecho descubierto. De hecho, lo hirieron en las primeras escaramuzas que tuvo su batallón. Además, como era un tipo muy corpulento, enseguida podían hacer blanco en él cuando se ponía de pie... El problema fue que el 2 de abril de 1938 en Gandesa (Tarragona) se empeñó en seguir las órdenes que le habían dado y eso le costó la vida. Mientras que el jefe que lo sustituyó en el batallón, Milton Wolff, se dio cuenta enseguida de que ya estaban copados y que si seguían avanzando se produciría un desastre. Nunca se encontró el cadáver de Merriman y durante un tiempo hubo cierta leyenda de que podía haberse escapado, pero no era cierto: de haber sobrevivido hubiera dado señales de vida, sobre todo a su mujer, Marion.

Dicen que Hemingway se inspiró en él para crear el personaje de Robert Jordan de su libro ‘¿Por quién doblan las campanas?’, que interpretó en el cine Gary Cooper. ¿En qué se parecían ambos?
Sobre todo en la descripción física, en su idealismo y en su valentía...
El libro está repleto de personajes y hechos históricos. ¿Cómo se documentó para escribir la novela?

Fundamentalmente con el libro de Warren Lerude (1986) y con otro de Giles Tremlett ‘Las Brigadas Internacionales: fascismo, libertad y la guerra civil española’. También con decenas de páginas web de asociaciones de antiguos brigadistas en Inglaterra, Irlanda, Estados Unidos... en las que he encontrado muchísimos testimonios. Por último, he leído la colección completa en francés de ‘El Voluntario de la Libertad’, una de las publicaciones más difundidas de las Brigadas Internacionales durante su tiempo en campaña.

El título original de la novela iba a ser ‘El involuntario de la libertad’, pero parece que al final se quedó solo en ‘El involuntario’...

Sí. Podría haber sido un guiño a la publicación que acabo de mencionar, y que me sirve de marco ideal en la novela para colocar al espía protagonista -encargado de este órgano de prensa- para poder moverse por distintos frentes de batalla, vivir algunos de los hechos de armas más relevantes y obtener información, pero la editorial decidió dejarlo en ‘El involuntario’, como modo de generar una mayor incógnita...

Las historias de espías también son lo suyo... Primero , ‘La confesión de Joaquín Grau’, ahora esta, en la que un militar alemán debe hacerse pasar por judío...

El espionaje y la guerra van muy unidos. En este caso además, he tenido que hacer una inmersión en el judaísmo ortodoxo... [risas] Pero, sí, me encantan los libros de espías. Me he leído todo John le Carré, Frederick Forsyth... y los he disfrutado muchísimo.

¿Hubo muchos espías entre los brigadistas?

No he visto nada publicado, aunque sí hay una referencia que recojo en la novela. La del comandante de Intendencia de la base de las Brigadas en Albacete, que es un francés pertenecía a la Cagoule, una organización secreta de extrema derecha activa en Francia entre 1936-37 y conocida por su actividad terrorista. Fuera de esta gente, no tengo noticia de de otros espías de verdad.

¿Qué es ficción y qué es historia en ‘El involuntario’?

Ficción es todo lo que se refiere a la historia personal del protagonista, pero incluso en ella incorporo a un personaje histórico, ‘Finito’, que pasaba mensajes de un lado al otro del frente y que en la realidad es el general Manuel Gutiérrez Mellado. Quien se enfrentó a los golpistas del 23-F, pero que en la guerra trabajó como espía para Franco, un hecho que no es muy de dominio público.

¿Cuáles son las principales conclusiones que ha extraído sobre las Brigadas Internacionales tras escribir el libro?

Tengo la sensación de que los brigadistas tenían grandes ideales y querían combatir el fascismo de Hitler y Mussolini en España, puesto que Europa no estaba todavía en guerra. Sin embargo, desde los primeros momentos del conflicto, el Partido Comunista se hace con el control de todas las brigadas y ya no terminan siendo una fuerza idealista y antifascista, sino un órgano más del Partido Comunista pilotado desde la Unión Soviética. De ahí, todos los líos internos de las brigadas, entre los que pretenden luchar sin más y los que, obedeciendo órdenes del partido, imponen sus criterios y llegan al desastre que fue el final, por la división tan grande entre unos y otros. Los brigadistas, en muy poco tiempo y en un porcentaje muy alto, se sintieron manipulados y ya no combatieron con el mismo brío con que llegaron. Muchas veces los utilizaron como fuerza de choque, taponando huecos cuando la cosa estaba complicada, como carne de cañón en los sitios más difíciles, donde se producían más bajas y donde eran más vulnerables. Eso hizo que muchos desertaran.

¿Y la división ideológica?

Fue también muy fuerte, y no solo en las brigadas sino en todo el Ejército republicano (formado por tres grupos: los militares y soldados profesionales, los milicianos de los distintos partidos políticos y sindicatos, y las brigadas internacionales -que eran como los milicianos pero extranjeros-). Cada cual era de su padre y de su madre y muchas veces se ponían zancadillas entre ellos. Los comunistas ponían todas las zancadillas que podían a los anarquistas. Los trotskistas, a los del POUM. Los socialistas estaban a verlas venir... No hay un mando único indiscutible, capaz de imponerse a todos y de concitar una disciplina, como sucede en el bando nacional. Hubo muchas cabezas, que además muchas veces actuaban contradictoriamente.

Si Franco no hubiera promulgado el decreto de unificación del movimiento en abril de 1937, ¿podría haber pasado lo mismo?

Sí. Es impensable que falangistas y carlistas hubieran ido de la mano si no es porque Francos impuso su autoridad. Eso es lo que le dio fuerza y le llevó a la victoria.

El involuntario’ tiene al menos un final romántico y revela lo absurdo del conflicto. ¿Cree que de algún modo podría haberse evitado?

Las cosas estaban tan enconadas, que creo que se fue a la guerra casi inevitablemente. La Segunda Guerra Mundial fue otra cosa, no no tuvo esos componentes fraticidas que se dieron aquí. En España, la gente que estuvo en el frente fue al menos noble, se jugó el tipo frente a frente con las mismas armas o parecidas. En cambio, los desmanes que se cometieron en las retaguardias, tanto de un bando como de otro, no tienen justificación ninguna, fue gente que se comportó de manera abyecta y vil, y todo lo que queramos decir.
DNI

Gabriel Pérez Gómez (Guadix, Granada, 27-XII- 1951) estudió Periodismo en la Universidad de Navarra (UN) en Pamplona. Aquí conoció a Paz D’Ors Lois, hija del jurista y premio Príncipe de Viana Álvaro D’Ors, con quien está casado desde hace 49 años. Ambos tienen dos hijos solteros: Pablo, de 44 años, y Álvaro, de 42. Entró por oposición en TVE-Navarra en 1981, llegando a ser su director de 1996 a 2004. Ha sido profesor asociado de la UN y doctor desde 1986.