Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Paula Flores Vargas ; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo; Soledad García Nannig;Carla Nicol Vargas Berrios
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La persuasión en el discurso de EMILIO CASTELAR |
Emilio Castelar y Ripoll (Cádiz, 7 de septiembre de 1832-San Pedro del Pinatar, 25 de mayo de 1899) fue un político, historiador, periodista y escritor español, presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República entre 1873 y 1874. Durante el reinado de Isabel II militó en la oposición a la monarquía desde diversos periódicos, al mismo tiempo que impartía clases de Historia en la Universidad de Madrid. Uno de sus artículos le costó la cátedra, siendo condenado a muerte en 1865. Consiguió escapar al exilio en París pero regresó a España con la Revolución de 1868, que destronó a Isabel II. Ya en suelo español se opuso al Gobierno provisional de Prim y a la monarquía de Amadeo I como uno de los principales líderes de los republicanos. Con el advenimiento de la Primera República en 1873 fue nombrado ministro de Estado, después presidente del Congreso de los Diputados y por último jefe del Estado el 7 de septiembre del mismo año. Partidario de un republicanismo unitario y conservador, no tuvo objeciones en aplazar las reformas sociales y en utilizar la fuerza para establecer el orden, provocando una moción de censura en su contra de la mayoría federal, lo que precipitó el golpe de Estado del general Pavía el 3 de enero de 1874. Durante la Restauración borbónica volvió al escaño en Cortes desde posiciones próximas al dinástico Partido Liberal. Es recordado como uno de los oradores más importantes de la historia de España. Consideraciones previas. Recurrir a Castelar en el año dos mil para tratar de aproximarnos a la comprensión de los textos orales puede parecer un anacronismo. Castelar es un olvidado para la gran mayoría. No obstante, todavía se le recuerda a través de las expresiones de algunos abuelos cuando dicen “este niño habla como Castelar”. Mostrando así cierta admiración por la capacidad de comunicación oral del nieto más elocuente. Lo cual quiere decir que el nombre de Castelar caló en el pueblo por su dominio de la palabra. Esa palabra que utilizamos para tratar de entendernos y convencer, aunque sea firmando constantemente acuerdos bilaterales que nos vienen a dejar bastante claro que, finalmente, la comunicación comprensiva en un mero acuerdo entre partes. Quienes recuerdan todavía a Castelar, como lo evocan algunos abuelos, no saben que, quizás, la palabra, en la época dorada del orador gaditano, era capaz de transformar la realidad. Así Souto al referirse al brillante parlamentario que fue Castelar señala: “El ritmo poderoso de sus discursos, la rica imaginería que los vestía suntuosamente, la reiteración que martilleaba una y otra vez el mismo argumento en el auditorio, no podían menos que recordar a sus modelos: los retóricos romanos, los oradores de la revolución francesa. Y con todo, esas largas batallas verbales que llenaban el tiempo y los bancos de las cortes, que el pueblo comentaba en los cafés y en la calle, constituían una especie de gran teatro.” (Souto 1980: X) En este sentido se manifiesta asimismo Llorca:
Posiblemente Castelar debía, en cierta medida, el poder de su palabra al carácter enciclopédico de sus saberes. En la actualidad asistimos a la especialización del hombre en determinados temas desechando, con frecuencia, el dominio de los conocimientos formativos más universales. Lo que conlleva a perder de vista el sentido global de los conocimientos humanos en favor del dominio de los saberes que impregnan las corrientes científicas y técnicas. Sería bueno aproximarse, hoy, a un punto intermedio en la cuestión que trata sobre la formación del ser humano. Habría que fortalecer los distintos saberes que ha desarrollado el hombre a lo largo de su devenir, y aquellos otros de los que necesariamente es indispensable servirse para avanzar en el tiempo. Creemos que se debería animar, al menos, a aquellos que pretenden todavía que la palabra dicha de forma que parezca nueva y conocida a la vez, sea la mejor de las razones que nos acerque a la comprensión interesada de lo que se oye. Sería extraordinario que pudiéramos escuchar hoy a hablantes como Castelar “sus periodos largos y ondulantes; frases que se detienen en un suspenso efectista para luego resolverse inesperadamente; interrogantes que se dejan para siempre inconclusas; oraciones esmaltadas de imágenes, símiles, comparaciones (...) referencias a los libros sagrados, a la mitología, a la historia, a la geología, a la flora, a la fauna, que debía no sólo deslumbrar al auditorio, sino aturdirlo, abrumarlo y apabullarlo.” (Souto, XIV). Azorín nos habla de la sensibilidad de Castelar basándose en la correspondencia que el político gaditano mantiene con Calzado, banquero residente en París, que le prestó dinero a Castelar, en no pocas ocasiones, para que pudiera salir de diversos apuros económicos. Para Azorín esa sensibilidad proviene del interés que Castelar posee por todo lo que le rodea: los libros, la política, la vida en sociedad. Azorín cree que la sensibilidad de Castelar es la sensibilidad cercana al Romanticismo de Meléndez Valdés, incrementada, ensalzada por un don verbal espléndido que es capaz de llenar su forma de hablar de imágenes portentosas y de cierto sentimiento exagerado de la propia personalidad. Azorín refiriéndose a la estética de Castelar afirma: “Pero Castelar, por su musicalidad, ha hecho caminar un gran trecho a la prosa castellana. La prosa castellana es otra desde Castelar, y eso es lo que habría que estudiar detenidamente en la obra del gran orador. Habría que estudiar la amplitud - soberbia - de la prosa de Castelar, su flexibilidad, su movimiento y, sobre todo, el ritmo musical, la magnífica musicalidad de ese estilo único...” (Azorín 1944:132) Para Azorín las palabras del orador gaditano que aparecen en Historia del año 1983: “...entre las ramas olientes, y los nidos poblados, y las mariposas multicolores, y los coros alegres y la exuberancia de vida, que rebosan los pechos ubérrimos de la próvida Naturaleza” (Azorín 1944:132), son el germen de ésas otras “ Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispannia fecunda”, de Rubén Darío. La musicalidad, el ritmo poderoso, las imágenes, la reiteración de las ideas, las comparaciones, las referencias diversas, las preguntas a los receptores son elementos básicos para llegar a la mejor comprensión de lo que se oye, para convencer con la palabra. Hernández Guerrero manifiesta, en la línea de otros estudiosos, que el objeto de la Retórica es la persuasión: “Persuadir es invitar a la adhesión a una idea, a la aceptación de una teoría, a la identificación con una doctrina; es formular una propuesta para que el oyente asuma y asimile un mensaje, para que se identifique con unos valores. Persuadir es cambiar el pensamiento, es convertir las ideas, es orientar las actitudes, es estimular los comportamientos. Persuadir es influir en la vida de los oyentes.” (Hernández 1997:76) Con certeza persuadir se logrará siempre de una manera más efectiva si buscamos emocionar a los oyentes, si tratamos de llegar a sus sentimientos e incluso a sus pasiones Y eso siempre es difícil de conseguir. Las palabras, con las ideas que transportan, que van a ser descodificadas oralmente, están cercadas por un laberinto engañoso, fabricado por la manera se ser y de sentir de los que al final quieren o tienen la necesidad de entendernos cuando les hablamos. El ruido psicológico que eso puede producir en los oyentes es atacado por Castelar para conseguir los propósitos de una buena comunicación. Castelar, como los antiguos griegos, llama con sus palabras a la puerta del alma de quien lo quiere escuchar. Convierte a la palabra en un conjuro, trata de exorcizar a sus oyentes para conseguir sus propósitos. Leyendo muchos de los discursos de Castelar comprobamos la fuerza pragmática de la palabra para despertar las emociones que nos invaden como seres humanos. Ya Gorgias de Leontino (siglo V a. J. C.) cree que los discursos deben atraer, hechizar y apoderarse de la voluntad de los oyentes por medio del emotividad y del goce. Castelar se apresta a ello. Sabe que el poder mágico de la palabra arrastra como la poesía. Por eso Castelar va a servirse de técnicas psicagógicas, que evocan a las almas, además de apoyar sus argumentos en la claridad y en un carácter de orador muy por encima de los caracteres de la mayoría de sus oyentes. Además sabe que tiene cierto poder taumatúrgico, de persona capaz de hacer cosas maravillosas con las palabras, sustentado todo por su preparación y por la fama que poseía en su tiempo de dominador de los sentimientos y las emociones. Para situar, aunque sea con brevedad, el discurso de Castelar que vamos a estudiar diremos que en junio de 1870 Isabel II abdica en favor de su hijo Alfonso; en noviembre del mismo año es elegido rey, por las Cortes españolas, Amadeo de Saboya; en diciembre es asesinado Prim. Política y socialmente la nación española estaba ciertamente revuelta. Las Cortes eran lugar de diatribas constantes sobre cuestiones que afectaban a las formas de gobierno, a las garantías individuales, a reyes extranjeros, a la esclavitud, que aún se mantenía en las colonias españolas que en 1870 eran consideradas como una prolongación de España. Para personas como Castelar la esclavitud era una razón social con la que había que terminar en un Estado de progreso. Se creía en el deber de persuadir a sus conciudadanos de la ignominia que representaba mantener tal estado de cosas. Castelar en el periodo de tiempo que va del 17 de febrero de 1869 al 16 de diciembre de 1870 logra llevar la oratoria española a su cima. Se transformaba al hablar hasta convertirse - como dice Carmen Llorca- “ en el medio de captación más fascinante.” En el mismo sentido, el 21 de mayo de 1969, había publicado El Imparcial “ el señor Castelar se rodea de una aureola refulgente que deslumbra y arrebata, que conmueve y agita, que obliga a su auditorio a que se identifique por completo con sus sentimientos”. Sus intervenciones durante el tiempo mencionado, que coincide con el periodo de las Cortes Constituyentes, fueron sobre todo para defender las causas de los oprimidos entre los que se encontraban los esclavos de Cuba y Puerto Rico. Según Martínez Carreras (1986) la idea abolicionista aparece en 1811, en las Cortes de Cádiz, en una propuesta de Alcocer y Argüelles, pero la situación política española de entonces hace que no salga adelante. No hay manifestaciones importantes sobre la abolición de la esclavitud hasta el decenio que va de 1850 a 1860. En este periodo Castelar sostiene polémicas en la prensa sobre este asunto, pero no es hasta 1869 cuando el problema de la esclavitud llega a las Cortes de una forma virulenta. Los debates que se producen entre oradores que están a favor y en contra de la esclavitud son determinantes para el triunfo final de la idea abolicionista. En mayo de 1870 otro ilustre gaditano, Segismundo Moret, a la sazón ministro de Ultramar, presenta un proyecto de ley, todavía limitado, en favor de la abolición de la esclavitud. Da cierto escalofrío pensar que, en términos históricos, el baldón de la esclavitud en España no está muy lejano de nosotros. Es terrible lo que manifiesta Lucena en varias referencias a los códigos de negros: “Los códigos negros iniciaron una sistematización jurídica moderna sobre la esclavitud americana (que) se continuó (...) con los dos Reglamentos de esclavos para Puerto Rico y Cuba de 1826 y 1842.” (Lucena 1996:161) Los códigos y los reglamentos aparecían para regular, en cierto modo, “la perversión de algunos de sus amos, que les obligaban a trabajar excesivamente, no les suministraban lo necesario para su sustento, y los maltrataban con castigos crueles.” No obstante el código de 1842, en su artículo 12, dice: “En tiempos ordinarios trabajarán los esclavos de nueve a diez horas diarias (...) durante la zafra o recolección serán diez y seis horas de trabajo.” En cuanto a las penas y correcciones, podrá ser castigado el esclavo por sus amos, según el artículo 41 del citado código:
Como es evidente los códigos de negros españoles dejan mucho que desear en cuanto a su humanidad. Son tan inhumanos y miserables como los esclavistas que harán uso indebido de ellos. Vamos a analizar los intentos de persuasión, contra este estado de cosas, que aparecen en el discurso sobre la abolición de la esclavitud pronunciado, en las Cortes, por Castelar, el 20 de junio de 1870. Análisis del discurso. Habida cuenta de los ciento treinta años pasados desde la elocución del discurso de Castelar debemos tener en cuenta además del lugar y el tiempo, la identificación de los oyentes con sus ideas, con sus escalas de valores. Asimismo es necesario tomar en consideración el contexto social que da importancia significativa a las relaciones existente entre los participantes en el evento comunicativo. También es esencial saber de la influencia que tiene el contexto psicológico en consonancia con la serie de suposiciones que el orador intuye acerca de sus oyentes, sus conocimientos previos sobre el tema tratado, su vinculación con los significados propuestos en las palabras que dispone en su discurso. Ellis y Mc Clintock (1993:222) refieren que el mensaje “ es atendido, filtrado, descalificado o reforzado” por el grupo que lo escucha. Asimismo la credibilidad del mensaje tiene que ser tan clara como la credibilidad de quien lo presenta. Además la redundancia de la idea principal del texto oral, que se va a referir a la “maldad de la esclavitud y de los que la defienden”, aumenta la posibilidad de que el mensaje sea percibido y comprendido, aunque hay que procurar que las repeticiones no lo parezcan, ya que de ser así la redundancia podría tener un efecto contrario al que se persigue. Inicia Castelar el discurso formulando una proposición general, simple y categórica: “La esclavitud antigua tenía una fuente, al fin heroica, que era la guerra. La esclavitud moderna tiene una fuente cenagosa, que se llama trata”. Y de forma brusca inicia las preguntas para todos los que están en el hemiciclo y aquellos otros que acuden como espectadores deseosos de ser fascinados. En la primera interrogación que aparece en el discurso “ ¿Creéis que hay en el mundo algo más horrible, algo más espantoso, más abominable que el negrero?” Estamos ante una modalidad de pregunta a la que sólo alcanzan dos respuestas posibles: sí o no. Los oyentes, mayoritariamente, se verían abocados a responderse: no. Ese no supone confirmar el acuerdo con lo que se oye. En esta pregunta Castelar trata de poner barreras a la oportunidad de la respuesta sí con una batería de ideas encadenadas que van desde la aversión profunda a la consternación, para terminar en lo condenable. Además, para el que no esté ganado para su causa, Castelar hace llegar que el negrero es peor que el tiburón que pasa por debajo del barco: “ataúd flotante de gentes vivas”. El negrero, a latigazos, une el dolor del alma con la inmundicias de los cuerpos y con el dolor de los corazones. ¿Qué receptor va a aceptar este estado de cosas sin repugnancia? En la segunda interrogación “¿Y aún temeréis que nuestras leyes perturben las digestiones de los negreros, cuando estos crímenes no han perturbado sus conciencias?” Castelar les está planteando a los diputados de las Cortes, con cierto humor negro, la estupidez que significaría tener miedo de perturbar, de molestar a quien vive del crimen, a quien del crimen hace negocio. Que aboca al oyente a responderse que no tiene miedo, ya que tenerlo sería una majadería. Estamos ante una forma de persuasión, puesto que nadie desea ser considerado un majadero. Castelar, como buen orador, sabría que dentro de cada uno de los que escuchan hay un orador en potencia, puesto que escuchar y hablar son tan inseparables como el anverso y el reverso de una moneda. Sus oyentes estarían valorando sus preguntas como si las hubieran hecho ellos mismos. Resaltadas por el entusiasmo y la convicción de quien se las hace llegar. Continúa Castelar: “¿Puede haber sociedad donde se publican y se leen, en periódicos de Cuba, anuncios como el que sigue?: Se venden dos yeguas de tiro, dos yeguas del Canadá; dos negras, hija y madre; las yeguas juntas o separadas; las negras, la hija y la madre, separadas o juntas”. Ante lo dicho el transcriptor se limita a acotar (Sensación). Es la sensación que abre camino a la persuasión. El sentido de las preguntas cambia cuando interpela a los que están en el hemiciclo con cuestiones como: “¿No tenéis todos el sentimiento de humanidad?” - “¿Y en que consiste este gran sentimiento que distingue a los pueblos modernos de los pueblos antiguos?” Si en las primeras preguntas Castelar se plantea la iniquidad del ser humano, con estas últimas hace aflorar el sentimiento de humanidad que debían albergar sus oyentes. Con la contraposición intenta lograr la intensificación de sus propósitos de persuasión. -Sí, tenemos sentimiento de humanidad. -Se contestarían sus oyentes-. ¿Quién es capaz de negar eso a sí mismo? Pero la cuestión referida a qué consiste el sentimiento de humanidad, es una interrogación que hay que explicar de forma precisa. Es un momento clave para captar la atención y para persuadir. Estamos en el tiempo en el que la intervención de Castelar alcanza un carácter prioritario. Lo que defiende tiene la suficiente importancia, en el momento de su intervención, como para que los oyentes estén muy atentos en el proceso comunicativo. Castelar sabe que sus oyentes van a interpretar el mensaje desbordando el marco formal en que se sustenta el mismo. Al final aquello que se comprende está entre lo afirmado y lo presupuestado, o entre lo literal y lo sobreentendido. Es lo que Gallardo (1996: 31-33) desarrolla como Ley de sentido amplio. Es interesante, en la pregunta, la mención a pueblos modernos y pueblos antiguos. Alusión que llega hasta nuestros días como arma arrojadiza entre conservadores y progresistas. Y es que casi todos nos queremos considerar modernos, y desechamos el término antiguo como algo peyorativo. Un pueblo moderno no puede aceptar la esclavitud. A continuación, Castelar, inicia el camino de las oposiciones que tienden a persuadir, a llevar a los oyentes a identificarse con los valores de humanidad en su acepción de sensibilidad, así como de compasión de las desgracias de nuestros semejantes. Es ponerse en el lugar del otro:
Quien oiga esto necesariamente comprenderá el sufrimiento de quien ha perdido hogar, familia y libertad: los elementos sagrados de la convivencia entre los seres humanos. Castelar juega con la antítesis de conceptos más simple, más llana, para acabar con la imagen extraordinaria que nos hace ver las consecuencias terribles de la esclavitud: la pena, el dolor y las cadenas. Inmediatamente Castelar introduce en el discurso un tema candente en su época: la religión. Ahora relacionándola con la esclavitud. Estamos en la parte del discurso en la que Castelar va a emplear la paradoja para persuadir. El uso de la paradoja tiene gran predicamento en el mundo judicial. Castelar aprovecha la figura de pensamiento para tratar de lograr los mejores resultados en la defensa de una causa, ya que mostrar como lógico lo contrario de lo que se espera despereza el alma y la predispone a la comprensión de lo que no es lógico que suceda. Azaustre y Casas consideran “ la paradoja como una figura retórica peculiar, que manifiesta, de un modo vago, un contenido sorprendente por ser contrario a lo esperado” (1997: 120). En este sentido Castelar recurre, pero no de un modo vago, a la oposición de ideas para lograr sus propósitos de persuasión. Es un maestro en el uso de la antítesis, como mantiene Pulido en su prólogo de Obras Escogidas de D. Emilio Castelar, haciéndose eco de las palabras del diputado Zulueta, en el ciclo de conferencias castelarinas pronunciadas en el Ateneo de Madrid, en mayo de 1922: “usa, quizás abusa, de la antítesis, tanto en las grandes concepciones como en los menudos giros ornamentales, sin caer, sin embargo, en simples juegos de palabras, en contrastes triviales, ni simétricas contraposiciones; y siempre la antítesis es sabia, natural, no prevista: la de los afectos, de las imágenes o de las circunstancias (...) el parangón, el símil, la oposición, lo contrario, lo opuesto, la antonimia, surgen a cada paso, estableciendo la diferenciación propia para definir cada una de sus ideas por las contraria.” (LXX) Y así la voz de Castelar truena:
Castelar, habiendo reconocido, previamente, “ yo no participo, no puedo, la conciencia nos impone las ideas; yo no participo de toda la fe, de todas las creencias, de todas las ideas que tienen los sacerdotes de esta Cámara”, toma el sitio de los sacerdotes presentes, también diputados, y les lanza: “si yo fuera sacerdote, si yo tuviera la alta honra de pertenecer a esa clase elevada, teniendo vuestra fe, me diría(...)” Y llevando a los extremos de la exaltación lo paradójico, quiere dar una lección práctica de cristianismo a todos los presentes y de manera muy especial a los sacerdotes, a los que Castelar ha tildado, previamente, de representantes de la intolerancia religiosa, y a los que arrebata el máximo símbolo del cristiano y lo enarbola rozando el sacrilegio: “Yo levanto la hostia” El orador es, en esos momentos, el pontífice de la palabra. Muestra a aquel público una serie de hechos sostenidos en fascinantes contradicciones:
Y a pesar de lo pasado por Cristo, todavía, refiriéndose a los esclavos, “ hay hombres si familia, sin conciencia, sin dignidad, instrumentos más que seres responsables, cosas más que personas.” Los oyentes de Castelar, sorprendidos, revisarían en su interior sus valores y creencias. Cuando nos comportamos de forma inconsecuente, con nuestros valores, y creencias entramos en un estado de insatisfacción moral. Hay que elegir. Hay que decidir qué es lo prioritario. Logrado el compromiso aparece la predisposición a dejarse convencer por las ideas expuestas, a asumir lo que se nos transmite. Y eso, Castelar, lo sabía. Llegada la última parte del discurso Castelar dirige una llamada de atención patética a los protagonistas principales de sus palabras. Palabras consistentes que han reforzado las disquisiciones anteriores, inspiradas por el terrible motivo de la esclavitud. Castelar introduce la invocación y la imprecación para dar un nuevo giro a sus palabras, de modo que intensifiquen la emoción e impresionen al máximo los ánimos. Y, para lograrlo, no se dirige a los oyentes que están presentes sino a los protagonistas principales, ausentes de la Cámara: los esclavos y los negreros. “Levantaos esclavos, porque tenéis patria, porque habéis hallado vuestra redención, porque allende los cielos hay algo más que el abismo, hay Dios, y vosotros huid, negreros, huid de la cólera celeste (...) herís la libertad, herís la igualdad, borráis las promesas evangélicas selladas con la sangre divina del Calvario”. En este momento Castelar abre un paréntesis, inserta en su alocución el parecer de uno de los representantes en las Cortes, el señor Plaja, que no acepta el abolicionismo y que ha espetado, en una sesión pasada, a los partidarios del grupo político de Castelar: “¡Bien se conoce que los señores de enfrente no tienen esclavos!” Introducir este sarcasmo, teñido de crueldad encubierta y maliciosa hostilidad, intensifica, proyecta, necesariamente, la indignación, latente en todo el discurso. La indignación que, como manifiesta Lausberg, “es como un trallazo sobre el público para que se indisponga con la causa de la parte contraria” (1975: 365). Y es así como Castelar, indignado, vuelve a colocarse en el lugar del débil, tratando de arrastrar a sus oyentes al mismo camino:
En estos últimos momentos de su discurso Castelar abruma con sus palabras. Crea un campo de significaciones acerca del padecimiento de nuestros antepasados que acongojaría el aliento de los allí presentes. Muchos diputados y espectadores sentirían sobre sí a los espectros de sus ascendientes, resucitados en los negros todavía esclavos, que en una imagen espléndida se transforman en “sombra de nuestros dolores”. Castelar ha resaltado en esta parte del discurso las enumeraciones asindéticas para dar un carácter abrupto a la oración, y de esa manera lograr intensificar la expresividad que se ayuda de la repetición y de la conexión entre las ideas. Es sabido que un discurso debe acabar con una conclusión, con un resumen, con una idea global o una petición final, que es el caso del discurso pronunciado por Castelar. Aguadero sostiene que esa petición final “debe ser muy clara y concreta(...) Es la culminación de la comunicación y seguramente la razón de ser de la misma” (1997: 135). El final del discurso llega con extensos periodos limitados por exclamaciones. Castelar quiere lograr con ellos intensificar al máximo las emociones y los sentimientos de sus oyentes. Las curvas de entonación arrasan a la frase enunciativa y busca, desesperadamente, a través del halago sumar voluntades a sus deseos.
Pero la proposición es rechazada. Ya sabemos de las incongruencias de la política. Ahora bien, como manifiesta Llorca: “Éste era Castelar. Le saludaban de todos los lados de la cámara, le aplaudían desde el gobierno hasta la oposición, pero a la hora de votar todos se mostraban irreductibles y seguían las consignas de su partido particular.” (1966: 142) Podría parecer, en este momento, que la persuasión ha fallado por el resultado obtenido en la votación. Pero no es así. Los convencimientos del momento, que por cuestiones políticas no se pueden substanciar efectivamente, son los antecedentes del discurso que pronuncia el 21 de diciembre de 1872. Castelar vuelve a hablar en las Cortes con una alocución semejante, en sus términos, a la que hemos tratado de acercarnos. De sus palabras afloran premoniciones de lo que en el futuro va a ocurrir:
El eco del éxito de esta intervención de Castelar se extendió por los Estados Unidos y por muchos países de Europa. Meses más tarde - sin debate porque el debate tuvo lugar en la citada sesión de 21 de diciembre de 1872 - se votó a favor de la abolición gracias, en gran medida, a la capacidad de persuasión, y también hay que decirlo, a la persistencia y a las capacidades rebosantes de emoción que don Emilio Castelar ponía en el empeño de hacer de su palabra una buena razón en favor de los más débiles de la sociedad española de aquellos años. Conclusión. Después de haber “oído” en nuestra mente “La abolición de la esclavitud”, sentiremos emociones diversas. Sabremos, de forma muy particular, si el texto de Castelar nos ha conmovido, nos ha deleitado, si hemos aprendido de él algo que no sabíamos o nos hemos sorprendido con lo que no sabíamos, o llegamos a la conclusión de que hay formas desconocidas, para nuestra mente, de presentar los argumentos, los contenidos que al final asumimos o no. Con toda certeza no ha sido necesario, por el paso de esos ciento treinta años, convencernos nosotros, en el año dos mil, de la perversión y la inhumanidad de la esclavitud. Pero, al menos, nos hubiera gustado estar en el lugar reservado al público, en las Cortes, aquel 20 de junio de 1870, para confirmar con nuestra presencia y conformidad el extraordinario beneficio que para la defensa de la abolición de la esclavitud tuvieron las palabras del político gaditano. Palabras que, junto a las de otros excelentes españoles, terminaron por abrir las puertas de la persuasión, de la fuerza de la razón, a la idea de que era necesario acabar social y políticamente con la lacra depravada que representaba la trata de los esclavos, los negreros y sus infames valedores. Antonio de Gracia Mainé Universidad de Cádiz |
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Cardenal |
Leonardo Sapienza R.C.I. (Cassano delle Murge, Apulia, Italia, 18 de noviembre de 1952) es un sacerdote católico y escritor italiano. De joven ingresó en la Congregación de los Rogacionistas del Corazón de Jesús, y entró en el seminario diocesano, en el cual realizó su formación eclesiástica, filosófica y teológica. Al terminar sus estudios superiores, fue ordenado sacerdote el día 1 de julio de 1978, en la ciudad de Grottaferrata. Tras su ordenación, inició su ministerio pastoral en su diócesis. Al poco tiempo fue llamado por la Santa Sede, donde permaneció durante unos 30 años como agente oficial de protocolo. Luego, el 4 de agosto de 2012 pasó ser el nuevo Regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, sustituyendo en este cargo al obispo Paolo De Nicolò. Desde el 9 de febrero de 2013, tras haber sido nombrado por el Papa Benedicto XVI, también es Protonotario apostólico. El 4 de agosto de 2017 fue confirmado como Regente de la Prefectura de la Casa Pontificia donec aliter provideatur. Es autor de numerosos libros y publicaciones de ámbito religioso. Obras
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Cómo hacer que las homilías no sean una «tortura»: el nuevo libro del estrecho colaborador del Papa. Leonardo Sapienza, regente de la Prefectura de la Casa Pontificia y estrecho colaborador del Papa Francisco, ha publicado un libro con el objetivo de revitalizar las homilías Ary Waldir Ramos Díaz Vaticano 20/01/2024 Durante algunos sermones, es común que la gente se quede dormida o pierda interés debido a la monotonía en la voz del predicador y su falta de pasión. Aunque las homilías eruditas son obras maestras, los expertos sugieren que el orador tiene apenas 30 segundos para capturar la atención y un máximo de 10 minutos para retenerla. Monseñor Leonardo Sapienza, cercano confidente del Papa Francisco, lanza una advertencia contundente: «Homilías aburridas, largas, carentes de alma; más que sermones, son torturas inútiles, excesivamente arduas para quienes las escuchan…». Esta reflexión no la hace un sacerdote cualquiera, sino el regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, quien es responsable de las audiencias, encuentros oficiales, visitas a parroquias, viajes del Pontífice, y, por tanto, autoridad eclesial que desde su experiencia diaria se permite proporcionar sugerencias para hacer los sermones más interesantes. Sapienza ha publicado el libro La Palabra en el Corazón. Reflexiones sobre los Evangelios Festivos (La Parola nel cuore. Riflessioni sui Vangeli festivi. Ed. Rogate), en el cual critica las homilías leídas y largas hasta media hora. Homilías que producen el efecto contrario: alejar a los fieles de las Misas dominicales, los ritos de precepto y las celebraciones navideñas y pascuales. Conectar con la realidad y la actualidad. Se trata de la voz de un estudioso y prolífico escritor, comprometido en temas de oración y catequesis, pero sobre todo en la figura y escritos del Papa Pablo VI. Sapienza ofrece consejos para hacer las homilías más interesantes, instando a los sacerdotes a conectarse con la realidad de sus parroquianos y estar al tanto de eventos actuales. Incluso insta a los predicadores a empaparse o conocer bien situaciones dramáticas actuales: desde las muertes de migrantes en el Mediterráneo, los feminicidios, las críticas eclesiásticas, hasta los problemas laborales, entre otros. Asimismo, invita a usar pensamientos y palabras de poetas, escritores y cantantes, mencionando algunos autores lejanos del ámbito eclesiástico, como el escritor Ernest Hemingway, junto a intelectuales católicos conocidos por el gran público, por ejemplo el teólogo alemán Karl Rahner, quien ha participado en el Concilio Vaticano II. Fieles distraídos «Cada vez más a menudo, se leen en periódicos, revistas y blogs cartas de fieles que se quejan de las predicaciones aburridas, que se convierten en una tortura inútil…», escribe Sapienza en la introducción del volumen. Luego, explica que si se observan los rostros de los fieles durante las Misas dominicales transmitidas por televisión en el momento de la homilía, «las miradas, si no están apagadas, ciertamente no muestran atención y participación». Y esto sucede porque, los celebrantes no «comprenden la responsabilidad, la importancia, la belleza» de la homilía. «La prisa, la falta de preparación, la improvisación, la ausencia de meditación y rumiación de la Palabra de Dios, contribuyen a hacer que la predicación sea como la espada de Carlomagno, larga y plana». Mientras que, en cambio, «la homilía debe nacer en el corazón del sacerdote y llegar al corazón de los fieles», argumenta Sapienza. La Biblia es vida. Por tanto, propone ejemplos concretos y cita una frase de Dietrich Bonhoeffer, célebre pastor protestante, muy apreciado también por el Papa Francisco: «Nadie puede comentar la Biblia desde el púlpito», palabras de Bonhoeffer, «sin practicarla en la mesa del trabajo y de la oración». De aquí la indicación de Sapienza a los sacerdotes de dar «predicaciones cálidas, no abstractas o enrevesadas, de modo que impacten a quienes escuchan. Predicaciones preparadas en la oración y con espíritu apostólico» . En un intento pedagógico, el regente de la Prefectura de la Casa Pontificia presenta una muestra de homilías como ejemplo a seguir, en consonancia con el calendario litúrgico. Y el ejemplo «inicia en casa». Casi todas las homilías propuestas por monseñor Sapienza no superan la página y media, pero muchas toman como referencia grandes hechos de actualidad, incluso hechos de crónica, y grandes personajes de la literatura universal. En este sentido, cita a Hemingway: «Los viejos no se vuelven sabios. Se vuelven atentos». Frase que utiliza como clave de interpretación de la homilía del primer Domingo de Adviento cuando el Evangelio invita a estar «atentos» a la venida del Señor. Tampoco desatiende citar bromas que pueden hacer sonreír a los fieles y empatizar mejor con el mensaje evangélico. Que no falte el buen humor. Por lo tanto, toma como inspiración el refinado sentido del humor del cardenal Ercole Consalvi, una figura destacada en un periodo tumultuoso de la historia europea. Sapienza utiliza este ejemplo al ofrecer la homilía para la festividad de Cristo Rey, marcando el cierre del año litúrgico. Recuerda la ingeniosa respuesta que el cardenal Consalvi, en calidad de secretario de Estado pontificio, dio a Napoleón cuando dijo: «Yo destruiré la Iglesia» . La réplica del cardenal fue notable: «Majestad, en casi dos mil años, nosotros, los sacerdotes, aún no lo hemos logrado». Pero sin prejuicios. Cabe recordar también que durante un ciclo de predicaciones sobre el significado de la Misa, en la audiencia general del 7 de febrero de 2018, el Papa Francisco instó a los sacerdotes a no aburrir a los fieles con homilías largas e incomprensibles, sugiriendo que estas no deben exceder los diez minutos y tampoco estar cargadas de prejuicios personales. «Me decía un sacerdote que había ido a otra ciudad donde vivían sus padres. El padre le dijo: 'Estoy contento porque con mis amigos hemos encontrado una iglesia donde se hace la misa sin homilía'», explicaba el Papa. En Evangelii gaudium, la exhortación programática del Pontificado, precisamente, hay una sección dedicada a la importancia de la preparación de las homilías. En fin, monseñor Leonardo Sapienza, con su profunda experiencia como regente de la Prefectura de la Casa Pontificia y estrecho colaborador del Papa, destaca la imperante necesidad de revitalizar las homilías. Su enfoque apunta a alejarlas de la monotonía y la falta de conexión con la realidad de los fieles. Sapienza no solo critica, sino que ofrece soluciones concretas: homilías cálidas, preparadas con oración y corazón apostólico. |
Cónclave (película de 2024) |
Cónclave es una película de suspenso psicológico dirigida por Edward Berger y escrita por Peter Straughan, basada en la novela homónima de Robert Harris, publicada en 2016. El elenco principal está conformado por Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Lucian Msamati, Carlos Diehz, Sergio Castellitto e Isabella Rossellini. La película se estrenó en Estados Unidos el 25 de octubre de 2024, bajo la distribución de Focus Features, y en el Reino Unido el 29 de noviembre del mismo año, a través de Black Bear UK. La película recibió comentarios muy positivos de los críticos, con elogios por las actuaciones, la dirección, el guion y la cinematografía, y recaudó 117,7 millones de dólares en todo el mundo. Fue nombrada una de las diez mejores películas de 2024 por la National Board of Review y el American Film Institute. Entre otros galardones, recibió nominaciones a seis Globos de Oro, incluida «mejor película dramática», y empató con Wicked con once nominaciones líderes en los 30.º Critics' Choice Award, incluida «mejor película». Además, recibió el premio a mejor película de los Bafta 2025. Argumento Después de la muerte del papa a consecuencia de un ataque cardíaco, el colegio cardenalicio, bajo el liderazgo del cardenal decano Thomas Lawrence, se reúne en cónclave para elegir a su sucesor. Los cuatro candidatos principales son el italiano Aldo Bellini (un progresista en la línea del difunto papa), el nigeriano Joshua Adeyemi (un conservador social), el canadiense Joseph Tremblay (un conservador convencional) y el italiano Goffredo Tedesco (un tradicionalista reaccionario). El día antes del cónclave, Janusz Woźniak, el prefecto de la Casa Pontificia, afirma que el difunto papa exigió la dimisión de Tremblay la noche de su muerte, algo que Tremblay niega enérgicamente, y Bellini deja claro que su posición es impedir que Tedesco se convierta en papa. El Colegio Cardenalicio, mientras tanto, se sorprende con la llegada a última hora de Vincent Benítez, que un año antes había sido nombrado in pectore (en secreto) cardenal y arzobispo de Kabul (Afganistán). Lawrence pronuncia la homilía de la misa de inauguración del cónclave animando al Colegio a abrazar la duda y la incertidumbre, que algunos interpretan como una declaración de sus ambiciones papales. En la primera votación, ningún candidato se acerca a la mayoría requerida de dos tercios; Adeyemi tiene una ligera ventaja, mientras que Bellini y Lawrence dividen el voto progresista. Los progresistas se consolidan detrás de Adeyemi para disgusto de Bellini, que desprecia la homofobia de Adeyemi. A medida que Adeyemi gana impulso, el asistente de Lawrence descubre que Benítez era cercano al difunto papa, quien pagó el billete de avión de Benítez a Suiza para una cita médica que luego fue cancelada. Tras la tercera votación, la hermana Shanumi, una monja nigeriana, causa revuelo al enfrentarse a Adeyemi en el refectorio de los cardenales. Más tarde le confiesa a Lawrence que ella y Adeyemi tuvieron una relación ilícita, que dio como resultado el nacimiento de un hijo que ella dio en adopción. Aunque Lawrence tiene el deber de guardar el secreto, una campaña de rumores hace descarrilar la candidatura de Adeyemi. Bellini transfiere su apoyo a Tremblay para bloquear a Tedesco. La hermana Agnes (Isabella Rosellini), la jefa de las monjas responsables del alojamiento de los cardenales, informa a Lawrence que Tremblay había dispuesto que Shanumi fuese trasladada al Vaticano. Tremblay lo confirma, pero afirma que lo hizo a petición del papa y que no sabía de la conexión de Shanumi con Adeyemi. Lawrence irrumpe en las dependencias del papa y descubre documentos que muestran que Tremblay sobornó a los cardenales para obtener votos. Bellini insta a Lawrence a quemar los documentos para evitar la protesta pública por la corrupción de la Iglesia, lo que hace que Lawrence se dé cuenta de que Bellini también aceptó un soborno. Lawrence y Agnes revelan las acciones de Tremblay a los cardenales, destruyendo así la candidatura de Tremblay. Tedesco y Lawrence se convierten en los únicos candidatos principales restantes, aunque Benítez ha ganado apoyo de manera constante, para continua sorpresa de Lawrence. Finalmente en la sexta votación, mientras Lawrence emite su voto a regañadientes, un ataque terrorista en Roma mata a muchas personas que se encuentran afuera de la multitud y daña una ventana de la Capilla Sixtina, lo que hace entonces que Tedesco se enoje de la debilidad de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, afirmando que es necesario dejar de ser ingenuo y conciliador con los musulmanes, a quienes considera animales sedientos de sangre; en ese momento el cardenal Benítez toma la palabra para invocar su experiencia pastoral en lugares difíciles, alejados del remanso de paz de Europa y afirma que la violencia no puede ser la solución a la violencia. Conmovidos por el último discurso, finalmente los cardenales acaban eligiendo en la séptima votación a Benítez, quien adopta el nombre papal de Inocencio XIV. En los últimos minutos de la película, Benítez confiesa al cardenal Lawrence que es intersexual, una condición conocida y aceptada por el anterior papa. Lawrence decide proteger este secreto y encuentra una renovada fe en la Iglesia. La película concluye con una nota de esperanza, sugiriendo una apertura hacia una Iglesia más inclusiva. Elenco
Frases de la película: Cónclave. Lawrence: Pablo nos recuerda que el regalo de Dios a la Iglesia... es su variedad. Es esta variedad, esta diversidad de personas y de puntos de vista... lo que da a nuestra Iglesia su fuerza. Lawrence: Nuestra fe es algo vivo, precisamente porque camina de la mano de la duda. Si sólo existiera la certeza... y ninguna duda... no habría ningún misterio... y por lo tanto no habría necesidad... de la fe. Recemos para que Dios nos conceda a un Papa que dude. Y que nos conceda a un Papa que peque y pida perdón, y que siga adelante. Lawrence: Y tras el transcurso de muchos años... al servicio de nuestra Madre la Iglesia, déjenme decirles que hay un pecado, que he llegado a temer por encima de todos los demás. La certeza. La certeza es el gran enemigo de la unidad. La certeza es el mortal enemigo de la tolerancia. Ni siquiera Cristo estuvo seguro al final. "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Él gritó en su agonía, a la hora novena en la cruz. |
Los tres errores de la película “Cónclave” Ralph Fiennes dans le film "Conclave". Con Ralph Fiennes en el papel protagonista, "Cónclave", un thriller americano-británico de Edward Berger, cuenta la historia que se esconde tras la elección de un Papa. Aquí un análisis Aparentemente, Cónclave contiene todos los ingredientes de un thriller de alto octanaje. Pero, ¿está la película de Edward Berger a la altura de sus promesas? La desenfadada Habemus Papam (2011), de Nanni Moretti, se centraba en el terror que siente el cardenal Melville cuando es elegido Papa y que le lleva a huir de su cargo. Los dos Papas, de Fernando Meirelles (2019), presentaba la revelación de la renuncia del Papa Benedicto XVI al hombre que no sabe que le sucederá en la silla de Pedro. Cónclave también ahonda en los misterios de uno de los fenómenos más secretos, la elección del Romano Pontífice, y aborda las preguntas que él mismo se hace. Pero, por primera vez, intenta mostrar el proceso de elección desde dentro. El mejor thriller de suspense La película ha sido aclamada por la calidad de su trama, con sus numerosos giros (basada principalmente en la novela homónima del escritor británico), sus actores (con una mención especial para Ralph Fiennes en el papel principal, notable por su tensión interior) y su dirección (el suntuoso y a la vez claustrofóbico escenario de la Ciudad del Vaticano y, más aún, de la Capilla Sixtina). Por un lado, el contenedor es el ideal, la regla de las tres unidades, con una ampliación de la unidad de tiempo a siete vueltas de elección, es decir, unos pocos días. Por otra, el contenido es la historia simple pero eficaz del mayor suspense de todos: ¿quién será el próximo Papa, con lo mucho que está en juego en esta elección? Todo ello con el telón de fondo de una descripción casi documental de los diversos acontecimientos, altamente ritualizados, que rodean la muerte del Obispo de Roma. Las tres viejas concupiscencias Pero ahí acaban la originalidad y el interés de la película. En términos de suspense, y por tanto de sorpresa, se nos presenta la más trillada de las tres concupiscencias (cf. 1 Jn 2,16). Practicadas por los candidatos favoritos y reveladas sucesivamente, son todas acrobacias teatrales que conducen a su descrédito: la "concupiscencia de los ojos" o avaricia con el pecado de "simonía" (dice la película) o más bien de corrupción, ya que se revela la maniobra por la que el cardenal canadiense Tremblay (John Lithgow) compró los votos de otros cardenales; la "concupiscencia de la carne" o lujuria, ya que descubrimos que el cardenal nigeriano Joshua Adeyemi (Lucian Msamati) tuvo una relación íntima con una monja nigeriana treinta años antes, de la que nació un hijo que fue adoptado; la "soberbia de la vida", aquí en forma de búsqueda desmesurada de poder, cuando el cardenal estadounidense Aldo Bellini (Stanley Tucci) sospecha del cardenal Thomas Lawrence (Ralph Fiennes) por la ambición que le corroe, según el revelador test proyectivo de la paja y la viga. La duda, el vicio que destruye la fe. El único que no sucumbe a estas tentaciones deletéreas es el personaje más rico, el cardenal decano Lawrence, introducido y simbolizado por la primera escena, en la que le seguimos de espaldas mientras camina enérgicamente por el túnel bajo la colina vaticana que conduce al palacio pontificio. Pero este hombre íntegro y preocupado cederá a una falta no menos grave, porque su tema es teológico: pecar contra la fe. El hecho de que se tratara de una duda no contra Dios, sino contra la Iglesia, no la hacía más aceptable. El cónclave es un acto eminentemente religioso en el que el cardenal no entra en campaña de influencias, sino en oración ¿Acaso no confesamos: "Creo en la santa Iglesia católica" (no importa que no se trate de un cuarto artículo del Credo, sino de un desarrollo del tercero: "Creo en el Espíritu Santo")? Añadamos una aclaración, porque a menudo se dice que la duda no solo no se opone a la fe, sino que es un signo probado de ella. Todo lo contrario: la duda, o más bien la cultura de la incertidumbre que Lawrence preconizaba en su homilía previa al cónclave (1), es el vicio que destruye la virtud de la fe -del mismo modo que la desconfianza disuelve el vínculo de la amistad, el matrimonio, etc. La fe, en cambio, se aviva con la duda. La fe, por el contrario, se aviva con preguntas, como la que la Virgen María hace al ángel (cf. Lc 1, 34): "Diez mil dificultades no hacen una sola duda", decía el santo cardenal Newman (citado en el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 157). La esencia misma del cónclave. Pero, ¿es posible un thriller sobre el cónclave sin traicionar, no el secreto (por supuesto, es ficción), sino la esencia misma del cónclave? (2) De hecho, el cardenal Bellini revela la clave de lectura de la película cuando, ante la objeción del cardenal Lawrence: "Es un cónclave, no una guerra", afirma con rabia y dureza: "Por supuesto que es una guerra. Y vas a tener que elegir un bando. Y, en este caso, una guerra política que, si bien no es sangrienta, no es menos violenta, entre dos extremos bien definidos, cada uno ilustrado por un trío: de un lado, los liberales (el difunto Papa, los cardenales Bellini y Lawrence), del otro, los conservadores hasta el punto de ser reaccionarios (los cardenales Adeyemi, Tremblay y Tedesco). Desde este punto de vista, Edward Berger sigue los pasos de su última película, Nada nuevo en Occidente (también adaptación de un libro, la obra maestra de Erich Maria Remarque, que obtuvo cuatro premios Oscar, entre ellos el de mejor película internacional 2022): Al igual que el joven soldado alemán intenta escapar de la guerra sin conseguirlo nunca, el cardenal Lawrence solo encontrará la serenidad consintiendo lo que, para el director, constituye la esencia intrínsecamente polémica (del sustantivo griego polémos, "guerra") del cónclave. Un acto eminentemente religioso Pero el cineasta está muy equivocado, y por partida triple. Prescindamos de la vulgata simplista que equipara el polo conservador con la homofobia, la islamofobia, etc. y el polo liberal con la emancipación sexual y social. En segundo lugar, aunque en la Iglesia existen, por supuesto, lo que nos gusta llamar "sensibilidades" opuestas, éstas no son binarias, como cree cierta sociología eclesiástica (más representada en Francia o Estados Unidos), sino múltiples (basta con visitar los países más latinos para darse cuenta de lo poco que afectan las oposiciones entre tradicionalismo y progresismo). Por último, pero no por ello menos importante, el cónclave es un acto eminentemente religioso en el que el cardenal no entra en una campaña de influencia, sino en oración. El problema de la película, pues, no es que nos recuerde el homenaje, sino que lo deja ahí Es muy significativo que la película no muestre la importantísima misa de inicio del cónclave en la Basílica de San Pedro de Roma. En segundo lugar, la prenda roja que llevan los cardenales es una prenda litúrgica, no una prenda de identidad, y menos aún una prenda de desfile. En tercer lugar, aunque la cámara se toma el tiempo de filmar a cada votante balbuceando unas palabras en latín antes de depositar la papeleta en la urna, el realizador del video no sugiere en absoluto que se trate de una oración muy solemne por la que el votante compromete la salvación de su alma en la elección que haga del futuro Papa. ¿Tiene un ciudadano o un político tal conciencia? El cardenal Jean-Marie Lustiger, en abril de 2005, cuando se convocó el cónclave tras la muerte de Juan Pablo II, confesó: "Le rogué a Dios que me ahorrara la prueba de participar en la elección del Papa". Era tan consciente de que un cónclave era un acto de gran responsabilidad que no tenía nada de político. El problema de la película, pues, no es que nos recuerde el homenaje, sino que lo deja ahí. Bernanos lo entendió tan bien que, en lugar de detenerse en las turpitudes sexuales de sus personajes "demoníacos", algunos de los cuales, como el abate Cénabre, son sacerdotes, detalló su impostura teológica. Pero, ¿cómo mostrar esto en la pantalla, a menos que se fuera Dreyer (La pasión de Juana de Arco), Bresson (Au hasard Balthazar) o Bergman (El séptimo sello)? Cónclave, drama estadounidense-británico de Edward Berger, 2024 y adaptación de la novela homónima de Robert Harris, 2016, estará disponible en carteleras a partir del 9 de enero en México. (1) He aquí un extracto de la homilía de Lawrence, que dejó su papel para improvisar ante los emocionados cardenales: "El regalo de Dios a su Iglesia es la variedad. Después de todos estos años de servicio a la Iglesia, he aprendido a temer un pecado más que cualquier otro: la certeza. La certeza es el mayor enemigo de la unidad. La certeza es el enemigo mortal de la tolerancia. Incluso Cristo dudó al final: 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?'. Nuestra fe está eternamente viva precisamente porque camina de la mano de la duda. Si hubiera certeza y no hubiera duda, no habría misterio. Y sin misterio, no habría fe. Recemos para que el Señor nos conceda la gracia de un Papa que duda. Y también de un Papa que peque y sea capaz de pedir perdón". (2) Sin decir nada del final consentido y ampliamente publicitado: aparte de la concesión a la ideología de género (la difuminación de las fronteras entre los sexos), parece ignorar que la ordenación sacerdotal de una mujer sería ipso facto inválida. |
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