Discurso de Emilio Castelar. |
La nostalgia de Emilio Castelar exiliado. El republicano, un hombre sentimental que se llegó a entrevistar con Isabel II, se mudó a Italia, recuerdos que publicó años más tarde en un «best seller» mundial Jorge Vilches 18.04.2025 El exilio es una cosa muy mala. Te ves obligado a dejar tu país, y encima lo idealizas convirtiendo los recuerdos y anhelos en nostalgia. Esto era mucho peor en los tiempos del romanticismo decimonónico, tan exaltado y patriótico, tan dado a las florituras como a los duelos a primera sangre. Así era el siglo XIX, donde la lejanía forzada transformaba incluso lo más adverso en algo que era entrañable. Le ocurrió a Emilio Castelar, nuestro republicano más sensato de aquel siglo, aunque la sensatez le llegase después de sufrir en carne propia las consecuencias de predicar la utopía federal revolucionaria con gran ahínco durante años. Emilio era un sentimental, vivía aferrado al recuerdo de su madre, y era fiel a las amistades hasta el límite de lo conveniente. El republicano era capaz de llamar a la barricada por la libertad, pero aborrecer las bayonetas. Se había hecho famoso con un discurso pronunciado en el Teatro Real al socaire de la revolución de 1854. «¿Qué es la democracia?», dijo a la concurrencia, «pues yo os lo voy a decir». Y se lo dijo. Le sacaron a hombros como a un torero y le acompañaron a su casa, no para tirarle al pilón, sino para cantarle coplas y darle algún viva que otro. La noticia llegó a Palacio, y la reina quiso conocer al joven orador. Así fue. El republicano, bien vestido y afeitado, se plantó en la residencia regia. La entrevista fue muy cordial. Al término, Isabel II le dijo que si podía ayudarle en algo. La petición fue sencilla: quería consultar la biblioteca de Palacio. Aquella entrevista dejó en Castelar un cariño hacia la Borbón que perduró durante toda su vida, aunque trabajara para su destronamiento. De hecho, ya en el exilio tras la fracasada intentona revolucionaria en Madrid en junio de 1866, se sintió más solo que una república unitaria. Convocó a sus amigos demócratas a su casa de París en febrero de 1867. Castelar, a diferencia de los profesionales de la algarada, vivía de lo que escribía, y como pagaban poco, le daba a la pluma sin parar. Me siento muy identificado. El caso es que reunió a sus colegas republicanos. Ante el chasco de todos sus voraces amigos, no preparó un ágape ni sacó alcohol para brindar. Castelar era abstemio y en el exilio cuidaba la figura. La fiesta sirvió para que se reconciliara con Pi y Margall, que además de socialista proudhoniano y sinalagmático era un estirado. Se estrecharon la mano y pelillos a la mar federal. Sin embargo, su amigo Cristino Martos, con el que había compartido tertulias de taberna en Madrid, le dijo que era mejor una monarquía, que lo de la República era un lío que no entendía ni Dios. Manuel Becerra, que ya pensaba en atribuirse una glorieta en Madrid cerca de la Plaza de Toros, incluso una parada de metro, le dijo lo mismo. Castelar por su parte decidió dar por terminada la fiesta, y mientras recogía la casa se sintió bastante triste y solo. Guía del viajero. Emilio hizo la maleta. «Pues me voy a Italia. Lo tengo preparado. Tengo las maletas», se dijo, y aunque no se han recogido algunos de sus pensamientos, según cuenta la leyenda concluyó diciendo que«quiero comprarme un jersey a rayas. Pasaremos de la mafia. Nos bañaremos en la playa» (Perdón). En Roma volvió a caer en la tristeza. Sacó su cuaderno y un lápiz, e hizo terapia filosofal: «En la emigración el menor contratiempo os apesadumbra y os irrita –escribió–. El disgusto se convierte en pena, la pena se acrecienta con la nostalgia». Pasaron los días y los macarrones con tomate, hasta que una mañana de primavera, cuando llegó a la Fonda de Minerva en la que se hospedaba, el camarero le avisó de que la policía había pasado por allí buscándole por ser amigo de Garibaldi y Mazzini. «Huya Vd., señorito», dijo el camarero, y le informó de que salía un tren a las diez. Eran las nueve y media. Castelar habló con unos colegas de piso, que eran un propietario mexicano y dos estudiantes españoles del colegio de Bolonia, para que le enviaran el equipaje. Tomó un coche a la estación, compró un billete, «y me empaqueté en mi vagón con la guía del viajero en una mano y el periódico de Roma en la otra». Iba reflexionando sobre su suerte, cuando entraron en su camarote un par de italianos que se tomaron muchas confianzas. El más socarrón le dijo a Castelar que «vuestra reina es muy fea». «Ojito, nadie se mete con una española», debió pensar el expresidente del Congreso, así que respondió: «Pero no tan fea como vuestro Víctor Manuel II», el rey italiano, que tenía cierto parecido a Mario Bros. La sangre no llegó al río porque aquello era un secarral. Castelar publicó años después «Recuerdos de Italia», una obra que se convirtió en un fenómeno editorial y en un «best seller» mundial. |
Mundos paralelos. |
Matrimonio liderado por mujeres. El matrimonio liderado por mujeres es un concepto occidental. Según él, este matrimonio es una relación conyugal en la que la mujer tiene una posición dominante y el hombre está subordinado a ella, especialmente en materia de relaciones sexuales. Como las mujeres ocupan una posición dominante en estos matrimonios, tienen control total sobre los asuntos sexuales y eróticos, ya sea para infligir dolor físico a sus cónyuges cuando es necesario y por placer. En tales matrimonios, la posición del marido es a menudo peor que la de un sirviente doméstico; Tiene que obedecer todas las órdenes de su conyuges y sus hábitos sexuales en el dormitorio, además de realizar las tareas del hogar. زنانہ قیادتی شادی. زنانہ قیادتی شادی (انگریزی: Female Led Marriage) ایک مغربی تصور ہے۔ اس کی رو سے یہ شادی ایک ایسا ازدواجی رشتہ ہے جس میں عورت کو غالبانہ موقف حاصل ہے اور مرد اس کا محکوم ہے، بالخصوص جنسی تعلقات کے معاملوں میں۔ چونکہ خواتین ان شادیوں میں تحکم آمیز موقف حاصل کرتی ہیں، اس لیے جنسی اور شہوانی معاملات میں، عندالضرورت اور بہ غرض لذت اپنے شریک حیات کے جسم کو تکلیف دینے کے معاملے میں یا شوہر کے علاوہ ہم جنس پسندی کے تعلقات قائم کرنے کے معاملے عورتوں کو مکمل اختیار حاصل رہتا ہے۔ اس طرح کی شادیوں میں کئی بار شوہر کا مقام گھریلو ملازم سے بدتر ہوتا ہے، اسے گھر کے کام کاج کے ساتھ ساتھ بیوی کا ہر حکم اور خواب گاہ کی عادات و اطوار کے بارے میں اس کی ہر طرح کی اطاعت کرنا پڑتی ہے۔ |
Cultura ¿Ahora sí terminó la Guerra Civil Española? Este año se cumple medio siglo de la muerte del dictador Francisco Franco. En su novela “El corazón helado”, Almudena Grandes mostraba las contradicciones del conflicto y hacía una pregunta vigente. Patricia Kolesnicov 21 Ene, 2025 “Queridísimo hijo de mi corazón, perdóname todo el daño que haya podido hacerte sin querer por todo lo que te he querido”. Así empieza una carta que parte las aguas en esa novela hermosa que se llama El corazón helado y que Almudena Grandes terminó en 2006, setenta años después de que un sector de Ejército, en Marruecos, se levantara contra la República Española e iniciara así esa Guerra Civil que abrió paso a 40 años de dictadura. Este año se cumplirá medio siglo de la muerte de Francisco Franco, quien fue la cabeza de todo ese proceso y España es otro país. Pero las consecuencias de lo que pasó siguen pesando. De eso, un poco, se ocupa este libro. El corazón helado es un novelón de casi 1200 páginas que se vuelve una especie de enciclopedia total de la Guerra Civil Española, no porque tenga datos y batallas, aunque algunos tiene, sino porque traza el mapa cruzado de las lealtades, las emociones, las ideologías, las contradicciones de esa guerra. Porque desmiente cualquier idea de pureza, porque les prende fuego a los linajes, porque el malo malísimo tiene una sonrisa que es un sol y es, también, un chico abandonado por su madre socialista. Porque muestra la vileza de la gente común y el heroísmo de la gente común. Todo mezclado, todo enmarañado, todo mugriento y espléndido como la vida misma. Es una de esas novelas a las que entrás y en las que te querés quedar a vivir. Porque podríamos decir, en principio, que se trata de dos familias. Una, los Carrión, que se enriquecieron con el franquismo y la otra, los Fernández, que con la Guerra lo perdieron todo. En parte, a manos de un Carrión, que no era un enemigo sino el más cercano de los amigos. A partir de esa idea básica, la novela abre y abre para atrás y para todos los costados, del pasado al presente, de la familia nuclear a los muchos parientes, de Madrid y Torrelodones -un municipio a 30 kilómetros de la capital- a la París de los exiliados y a Rusia en plena Guerra Mundial, con la división española que peleaba para Hitler. Y todo para mostrar las cosas que hacemos para sobrevivir, para tratar de felices, porque queremos otra cosa o porque no podemos hacer otra cosa. Todo eso y, créanme, no dije nada. El tema es que un día el hijo de ese multimillonario en que se ha convertido Julio Carrión descubre la carta. El padre ha muerto y la historia oficial de la familia decía que la abuela Teresa había dejado este mundo en 1937, enferma de tuberculosis. Pero resulta que no, que la madre de Julio Carrión había vivido hasta 1941, los últimos años en la cárcel. Por roja. Entre eso y el romance con la nieta de aquel Fernández estafado, al joven Álvaro Carrión no le quedará más remedio que revisarlo todo. No va a encontrar cosas lindas, se imaginan. Voy a intentar, porque estoy hablando de Almudena Grandes, de no tratar a este libro como un hato de virtudes. Porque no se lo merece ella ni se lo merece este libro que, como dijimos recién, retuerce la idea de los buenos y los malos hasta que la deja seca. Eso pasa en El corazón helado, se cruzan de todas las maneras, se aparean hasta la confusión los buenos y los malos. Y, sin embargo Almudena Grandes no era neutral, era -murió en 2021, de cáncer, a los 61 años- una mujer de izquierda y feminista. Su marido, Luis García Montero -el director del Instituto Cervantes- le escribió, después, el libro de poemas más emocionante del mundo. Pero eso es irse por las ramas. Pero volvamos a la carta: ¿por qué es un parteaguas? Para el personaje de Álvaro, porque le abre la puerta a unos antepasados que le explican, como si hiciera falta parecerse a alguien para ser, lo que él siente y como ve el mundo, de manera tan diferente a la de sus padres. Para mí porque tiene uno de los párrafos más luminosos de la novela: " te harás mayor, y tendrás tus ideas, las mías o las de tu padre, y te darás cuenta de que son mucho más que lo que parecen, de que son una manera de vivir, una manera de enamorarse y de entender el mundo, a la gente, todas las cosas”. Que las ideas son una manera de vivir, una manera de enamorarse y de entender el mundo, a la gente, todas las cosas. Eso dice Almudena Grandes, lo leo a veces como si fuera un libro de autoayuda. La manera de ver el mundo, lo justo y lo injusto, al poder y sus sirvientes (que a veces somos nosotros mismos), la manera de ver el gran “todo” hace a nuestros vínculos, a nuestras simpatías, a nuestra forma de recibir a los amigos y de poner la mesa para cuando llegan. Hace a estar abrazado al pasado o a ponerle, siempre, unas fichas a ese futuro que será de otros. En fin. El corazón helado arranca con una frase que a muchos nos impacta. “Estoy cansada de no saber dónde morirme. Ésa es la mayor tristeza del emigrado. ¿Qué tenemos nosotros que ver con los cementerios de los países donde vivimos? [...] " Eso no es de Almudena Grandes sino que lo escribió María Teresa de León en Buenos Aires en 1970. Los que, por razones diferentes, tenemos a los antepasados enterrados lejos, alguna vez sentimos ese efecto de extrañamiento y de distancia. Españolito Como es transparente, el título tiene que ver con Españolito, un poema de Antonio Machado que no puedo sino escuchar en la vos de Joan Manuel Serrat
Exiliados Al comienzo de El corazón helado hay españoles en el exilio y españoles que vuelven del exilio. Con Almudena Grandes dan ganas de estar en esas fiestas españolas y de sentir esa alegría de volver a ver las viejas calles. Fue largo el exilio español, los que se fueron, por ejemplo, a los 25 años, no tenían menos de 65, 66 cuando pudieron volver. ¿Se imaginan? Con sus hijos ya franceses, ya argentinos. Pero, en esta novela, siempre españoles. -Yo nací en París.-, le dice una de las protagonistas, niña, a otros niños. —Entonces eres francesa.— No. Soy española. Mis padres son españoles, y mis abuelos también. Los inmigrantes hablan del sol porque extrañan el sol de Madrid, tan limpio, tan presente. El sol será una referencia permanente en la novela. Dice, por ejemplo: “Domingos de invierno en los que el cielo más bello del mundo elige amanecer en Madrid”. O: “A principios de marzos el sol sabe engañar, fingirse más maduro, más caliente en las últimas mañanas del invierno, cuando el cielo parece una fotografía de sí mismo, un azul tan intenso como si un niño pequeño lo hubiera retocado con un lápiz de cera, el cielo ideal, limpio, profundo, transparente, las montañas al fondo, los picos aún enjoyados de nieve y algunas nubes pálidas deshilachándose muy despacio, para afirmar con su indolencia la perfección de un espejismo de la primavera”. Y también: “Habían pasado muchos años, más de veinte, desde que el irresistible esplendor de un cielo de domingo nos llevó a comer a Torrelodones por última vez”. Todo el dolor del exilio aparece, tan sencillo, en un verbo sin circunstancial de lugar. “Volvemos”, dicen los españoles, por fin, en Francia. No hace falta decir adónde. Porque volver, aunque hayan pasado 40 años, se vuelve a un solo lugar, a casa.
Hay más, hay más, hay mucho amor a Madrid y a su gente que allá, en el exilio se hace llevar desde su tierra tesoros como “una caja enorme llena de pimentón dulce y picante, de latas de atún y de anchoas, de ñoras y de guindillas, de ajos morados, de orzas de lomo, de queso manchego, y un jamón entero, y chorizos de Salamanca, y morcillas de Burgos, y judías blancas, y garbanzos, y tocino, y dos garrafas inmensas de aceite de oliva”. Lo que la guerra nos dejó ¿Ha terminado la guerra cuando el país está regado de las consecuencias de la guerra? Esa pregunta cabe en El corazón helado. ¿Ha terminado, cuando el próspero inversor de hoy hizo su dinero con la mugre de esos días? ¿Vale pensar que, como dice uno de los personajes, así, perderlo todo, es perder la guerra, y que si hubieran ganado los republicanos hubieran hecho lo mismo? Almudena Grandes deja abiertas estas puertas mientras se ocupa de que hacer que la nieta de aquellos heroicos exiliados se dedique a las finanzas y esté planeando detalladamente una estafa. O que la pobre niña a la que una familia alberga termine traicionándolos de la peor manera. La guerra y sus secuelas: Cuando se ven en el presente, los personajes se posicionan respecto del pasado: no hay escapatoria. ¿Cuándo termina la guerra, cuándo cada uno deja de estar beneficiado o perjudicado por lo que pasó, cuando dejamos todos de vivir en el país de los ganadores? Se lo pregunta y nos lo pregunta a lo lectores y la pregunta rebota como una lamparita llena de pintura roja contra una pared: ¿Hasta cuándo vamos a vivir en el país de los ganadores? |
El corazón helado es una novela de la escritora madrileña Almudena Grandes editada por Tusquets en el año 2007. Ganadora del Premio José Manuel Lara en 2008. La novela.
El corazón helado se divide en tres partes: El corazón, El hielo y El corazón helado, siendo la más extensa la segunda parte. En total, la novela consta de 919 páginas, a las que hay que añadir las diez últimas que constituyen Al otro lado del hielo, una parte en la que la escritora ha contado anécdotas acerca de la novela, además de incluir los agradecimientos. Consideraciones. Almudena Grandes preparaba esta novela desde el año 2002. Leyó para documentarse más de 200 libros sobre la guerra civil española y recogió testimonios orales. Argumento. Durante el entierro de su padre, poderoso hombre de negocios, Álvaro Carrión divisa a lo lejos a una extraña mujer a la que nunca ha visto. Esa mujer no es otra que Raquel Fernández, nieta de un exiliado a Francia tras el triunfo fascista en España de 1939. Ambos personajes, que se sienten atraídos casi desde el primer momento, tendrán que luchar contra un pasado que comparten, contra una época de nuestra historia que, todavía hoy, influirá en sus vidas de manera decisiva. Personajes. Partiendo de la relación entre Álvaro Carrión y Raquel Fernández, la novela recrea el pasado de las familias de ambos personajes; la de Álvaro, de tendencia falangista y la de Raquel claramente republicana, cuya familia se vio obligada a huir a Francia durante la guerra civil, donde tuvo que permanecer toda la dictadura franquista. En los árboles genealógicos que se incluyen a continuación, se detallan los antepasados y parientes principales de ambos personajes que aparecen en la novela. Nota. El día de su muerte, Julio Carrión, poderoso hombre de negocios cuya fortuna se remonta a los años del franquismo, deja a sus hijos una sustanciosa herencia pero también muchos puntos oscuros de su pasado y de su experiencia en la Guerra Civil y en la División Azul. En su entierro, en febrero de 2005, su hijo Álvaro, el único que no ha querido dedicarse a los negocios familiares, se sorprende por la presencia de una mujer joven y atractiva, a la que nadie había visto antes y que parece delatar aspectos desconocidos de la vida íntima de su padre. Raquel Fernández Perea, por su parte, hija y nieta de exiliados en Francia, lo sabe en cambio casi todo sobre el pasado de sus progenitores y abuelos, a los que ha preguntado sobre su experiencia de la guerra y del exilio. Para ella sólo una historia permanece sin aclarar: la de una tarde en que acompañó a su abuelo, recién regresado a Madrid, y visitaron a unos desconocidos con los que intuyó que existía una deuda pendiente. Álvaro y Raquel están condenados a encontrarse porque sus respectivas historias familiares, que son también la historia de muchas familias en España, desde la Guerra Civil hasta la Transición, forman parte de sí mismos y explican además sus orígenes, su presente. También porque, sin saberlo, se sentirán atraídos sin remedio. Nota. A través de sus novecientas páginas que a veces llegan a pesar como una losa, y otras duelen cual herida abierta, Almudena Grandes narra la historia más o menos reciente de España, arranca poco antes de la II Republica, profundiza en la guerra civil, en los dos bandos de la contienda, a traves de dos personajes que daran continuidad a todo el hilo de la novela. Julio Carrion y su familia en el bando de los vencedores y Ignacio Fernandez y la suya en el de los parias de la tierra, en el bando de aquellos que fueron traicionados una y otra vez, incluso por los suyos, la posguerra de los vencedores, el enriquecimiento ilicito, el exilio de los vencidos, la vuelta a empezar de aquellos que marcharon con lo puesto, que añoraban su país tanto como lo habían llegado a odiar, esa tierra que pensaban que nunca volverían a pisar, como llegaban las noticias hasta ellos, y como las interpretaban, las visicitudes de unos frentes que poco tenían que ver con aquellos españoles rojos que pretendían destronar al dictador, y que al final fueron de nuevo traicionados por cuanto no vieron cumplidas sus expectativas, la transición con la vuelta de los exiliados y el temor de aquellos que se habían enriquecido ilicitamente y la democracia. Un largo periodo de nuestra historia contado con una prosa sencilla y fluida, a ello contribuyen la presencia de tres narradores, dos narran en primera persona, Alvaro Carrion Otero, a través de él vamos descubriendo ciertos aspectos de su familia, de su padre, lo vemos como alguien extraño, como alguien ajeno a sus progenitores que desdeña el dinero para dedicarse a lo que es su pasión la ciencia, sin embargo a través de las páginas del libro lo vemos enfrentarse primero a su vida, después a lo que es y quién es, y por ultimo cuestiona a todo su entorno, una metamorfosis que se produce mientras se desarrolla la trama, en forma de revelaciones que lo arrancan cruelmente de ese desconocimiento en el que su padre había protegido su infancia e incluso madurez. La segunda narradora aunque ensombrecida por Alvaro seria Raquel Fernández Perea, que tambien va sufriendo una metamorfosis que la enfrenta a su forma de pensar y llega incluso a cuestionarse si no estara traicionando a su abuelo ella también. El ultimo narrador y para mi el más importante, el más arido y el más cruel, es omnisciente, es aquel que en forma de flash back va desgranando episodios del pasado, retazos de historia sin los que no hay forma de entender los cambios que experimentan sus protagonistas, y que son dosificados en pequeños sorbos, que mantienen al lector expectante. La novela esta divida en tres partes, para mi las dos últimas fueron las más dificiles de digerir, aquellas que me hicieron entender a aquel profesor de sociologia que repetia una y otra vez, duele ese periodo y seguira doliendo, mientras que a otros posiblemente les avergüenze su pasado, sera dificil durante un cuarto de siglo más encontrar a gente valiente capaz de tomar partido por ambas causas y ser imparcial con ellas. La autora toma claramente partido por los Fernández, por aquellos que sufrieron en sus carnes las represiones, las prisiones, los campos de concentracion, el exilio, la traicion... en boca de Ignacio Fernandez Muñoz, los parias de la tierra, los últimos de los últimos. Quizás por ello el personaje de Julio Carrión González se me hizo infumable, conecte mejor con toda la familia Fernández, con Alvaro, e incluso con el cabeza loca de Julio Carrión Otero. Pero si un personaje fue tratado con dureza por la autora y salio mal parado, ese fue el de Angelica Otero Fernández, a la que envuelve en unos matices de grises y sombras, a la que no dispensa, ni explica su comportamiento. Es la que se cierra en banda y prefiere no dar explicaciones, dejar con la duda, no le ves ni una pizca de humanidad en el trayecto de la narración. Más indulgente fue Almudena Grandes con Julio Carrion Gonzalez, tratando de explicar a la minima de cambio su comportamiento, pero a mi se me atraganto tanta chuleria, tanta prepotencia, y tanta maldad. Pude conectar bien con casi todos los personajes y me reconocí en los rasgos de algunos de ellos, a pesar de la infinidad de personajes que desfilan por esta novela, estan todos descritos con guante blanco, de forma que te puedes hacer una idea de ellos e incluso a veces las escenas pasan como fotogramas ante tus ojos de lector. Como habreis podido entrever el argumento gira en torno a dos familias unidas por lazos de parentesco y por un pasado lleno de sombras, en el que se dan las manos la traicion y el amor. Los Carrión representan a los vencedores de la guerra, a los que se enriquecieron ilicitamente en la democracia expoliando de sus pertenencias a los vencidos, dejandoles tan solo la dignidad y a veces ni eso. La autora cuestiona la moralidad de todos aquellos que ejercieron el pillaje y tambien la de aquellos que incluso hoy prefieren mirar hacia otro lado... como decia Clara mejor no saber.... Los Fernandez son los hijos de la Republica de aquellos que vieron cumplido un sueño que les fue arrebatado, de aquellos que sufrieron la traicion de su propia gente, de aquellos que fueron carne de cañon y tuvieron que dejar su tierra para abrirse un futuro en otro país, aquellos que perdieron todo por el camino y en cada traicion un poco de dignidad y esperanza. La de aquellos que insuflaron en su descendencia el amor por España al tiempo que desdeñaban en que se había convertido, que renegaban de su país y se morían por ganas de volver. La de aquellos que marcaron a sus hijos con historias y rencores de unos episodios que no habían vivido. Y en el centro una historia de amor, contra natura, sin esperanza de futuro, que amenazaba con destruir a los dos partes. Una historia que nace de forma casual, sin pretenderse, una historia que nace del desconocimiento de una de las partes y el afan de venganza de la otra, para encontrarse devorados por una pasión que termina haciendoles mucho daño. Llevandolos a cuestionarse sus vidas y sus familias. Hábilmente la escritora contraresta el dolor que siente Alvaro al enterarse de aspectos de su pasado y de su familia que le haran sentirse cada vez mas solo y más lejos de aquellos que consideraba los suyos, con el dolor que sufren los exiliados en tierra ajena, va intercalando episodios, que hacen más llevadera la lectura. El amor de Raquel le ayudara a ir sobrellevando la situación, al tiempo que lo va hundiendo cada día un poco más, pero en contrapartida lo hace más fuerte. Al final de la novela se le ve angustiado, por el peso que le viene encima, empezar de nuevo enfrentado a su familia, pero con una gran entereza moral que le da fuerzas para continuar adelante. Esta es una de las lecturas que dejan poso, que sigue removiendose en el interior del lector pasados unos dias, deja una huella indeleble. El saber que las historias son ciertas y que tienen nombre propio, que hay cientos y miles de historias anónimas, gente que un dia pueda ver destruidos los cimientos de su familia por revelaciones poco afortunadas que no llevan a ningun lado y gente con tanto rencor, tanto odio acumulado y heredado a su vez, dejan un sabor agridulce, que se dulcifica en aquellos pasajes en los que la lealtad y el amor toman el control de la narración. Nota. Empieza al modo de una escena de cine : en marzo de 2005, en el cementerio de un pueblo en el que una familia presencia la inhumación de Julio Carrión, un importante empresario de inversiones inmobiliarias. Aparece una mujer desconocida que se queda a distancia y desaparece antes de que se acabe la ceremonia. Sólo Álvaro, el hijo menor del difunto, que no se parece a sus hermanos y que también se mantenía un poco alejado del resto de la familia, advierte la presencia de aquella mujer. Un mes más tarde, llega una carta de un banco sobre unos fondos que el padre había depositado. La viuda del empresario encarga a Álvaro que aclare el asunto. Cuando se presenta en la agencia, la persona que lo acoge no es otra que la mujer del cementerio de la que Álvaro se va a enamorar locamente. Así resumido el principio de la novela, se podría imaginar que va se a tratar de una novela sosa y rosa que cuenta una historia de amor con todos los ingredientes del folletín, incluso con el encuentro casual en Madrid con la mujer entrevistada en un pueblo de provincia. Si añadimos que Raquel, es el nombre de la mujer, fue la amante del padre de Álvaro … Sin embargo, el lector atento ya habrá olfateado ciertos indicios que indican que esta historia de amor esconde otras historias no tan amenas y que lo de la carta del banco no era mera casualidad. « La presencia de una mujer desconocida en el entierrro de mi padre no era un error, una equivocación ni una confusión de ningún tipo. » (pág..60) En realidad, Raquel es la nieta de un republicano de familia acomodada, Ignacio Fernández Muñoz, primo lejano de los Carrión, que emigró a Francia a finales de la guerra, abandonando todos sus bienes en España y que, por lo tanto, tuvo que volver a empezar desde cero. En cuanto al padre de Álvaro, ex combatiente en la División Azul, hizo fortuna en el entorno franquista. La historia de los Fernández Muñoz o, mejor dicho, las historias que se desarrollan en torno a esa familia están contadas en tercera persona mientras que la de los amores entre Raquel y Álvaro está narrada en primera persona por Álvaro mismo, el cual, por medio de las revelaciones que le hace Raquel, va a descubrir paulatinamente los secretos de la familia y la verdadera personalidad de un padre admirado por sus hijos y respetado por sus empleados. Sus secretos, sus silencios, sus mentiras y sus miedos. Los exiliados viven entre sí nutriéndose de recuerdos, pensando en los que se quedaron en el país, en los fusilados, en los encarcelados, en los desaparecidos y soñando, a menudo con miedo, con un porvenir incierto. En estas páginas se nos cuentan las historias de cada uno de ellos, la retirada, los campos de concentración franceses, el recelo de los vecinos, el miedo a las denuncias,… también los momentos felices como las fiestas de Navidad, las fiestas de L’Humanité, los fines de semana entre amigos y la gran fiesta a la muerte de Franco. Raquel nació en Francia en una familia y en un entorno de exiliados. Su familia volvió a España en 1976. Siente admiración y cariño por su abuelo Ignacio, con quien comparte una gran complicidad y algunos pequeños secretos -como esa carpeta que él le enseñó cuando era aún una niña sin decirle lo que contenía, lo que va a aguijonear su curiosidad-, los paseos con él por Madrid… En uno de esos paseos van a visitar, a escondidas de la abuela, a unos familiares ; mientras el abuelo, que lleva consigo la carpeta, habla con ellos, Raquel juega con los niños de la casa. Raquel siempre se acordará de aquel día en que vio llorar a su abuelo. Más tarde se enterará de que esos niños eran Álvaro y sus hermanos. En cuanto a Álvaro, y a raíz de su relación con Raquel y de la muerte de su padre, antiguo amante de Raquel, va a investigar el pasado de éste. Entre los papeles encuentra dos carnés, ambos emitidos en Madrid, en 1937 y en 1941 respectivamente, el primero es de la Juventud Socialista Unificada y el segundo de Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Alistado en la Divisón Azul y, como consecuencia de la derrota de los alemanes y al imaginar la posibilidad de que Hitler perdiera la guerra y de que los aliados pudieran ajustar las cuentas con Franco, no regresó directamente a España y se detuvo unos meses en París, en donde, en calidad de socialista, fue acogido y ayudado por los exiliados, entre ellos por la familia de Ignacio. Al enterarse de que Franco podía seguir como si nada en España, decide volver, alegando su pasado de falangista y con el apoyo de la embajada de España. En resumidas cuentas, el padre tan querido y tan admirado hasta entonces por Álvaro y sus hermanos no era más que un chaquetero de primera sin escrúpulos, que no vaciló en espoliar los bienes de los Fernández Muñoz para apropiarse de ellos, ni en mentir a sus hijos contándoles que su abuela, Teresa, una mujer de carácter, acérrima republicana, feminista y propagandista socialista que abandonó a su marido, un hombre de poca consistencia – un meapilas y un « calzonazos » como el mismo Julio Carrión calificaba a su padre – murió de tuberculosis en 1937, aunque sabía muy bien que murió en una cárcel franquista en 1941. Al descubrir todo lo que se le había ocultado, al descubrir que Raquel también le había mentido, Álvaro se siente desamparado y se pelea con sus hermanos, que representan cada uno una actitud de la sociedad española de la transición : al uno el pasado le tiene sin cuidado, el otro es un fascista que no quiere saber, en cuanto a sus hermanas, no quieren saber, la una por evitar problemas y la otra por tener miedo a cuestionarse. El colmo de su desamparo será el silencio de su madre «…no sé cómo pudiste casarte con el hombre que os había echado a la calle Te casaste con él, te enamoraste de él sabiendo lo que sabías y fuisteis felices como perdices,… » (pág. 914), que sólo le responde : ¿ Sabes una cosa, Álvaro ? Deberías cortarte el pelo. (pág. 916) Según se va avanzando en la novela, aparece en trasfondo el tema del miedo : el miedo al porvenir de los que no olvidaron, como Anita Salgado : « Habían pasado casi treinta años para los relojes, para los historiadores, para las hemerotecas, para su madre no. » (pág. 607). El miedo a saber : « Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Ni Dios ni amo. Ni siquiera el derecho a saber quién eres tú, porque para vivir aquí, lo mejor es no saber nada, incluso no entenderlo, dejarlo todo como está. Guárdate tú solo de las preguntas, de las respuestas y de sus razones, o una de las dos Españas te helará el corazón. » (pág.746) El miedo al pasado, como el de Julio Carrión :
En torno a los protagonistas principales giran personajes secundarios no desprovistos de densidad. Como Paloma, viuda a los veinte años de un marido fusilado después de haber sido entregado por una prima suya, la suegra de Julio Carrión ; como el abuelo Ignacio, humillado y engañado por Julio Carrión, quien, hasta el final de su vida, tendrá un sentimiento de culpabilidad ; como la abuela Teresa, la madre oculta de Julio Carrión, a quien Álvaro echa de menos no haber conocido ; como Eugenio Sánchez Delgado, un falangista idealista y probo, admirado incluso por Julio Carrión, su antítesis : « … si hubo una persona honrada en este país fue Eugenio Sánchez Delgado. Si hubo alguien que pudiera trepar y no trepó, que pudiera robar y no robó, que pudiera denunciar y no denunció, que creyera de verdad en lo que hacía, ése fue Eugenio. » (págs. 287-288) ; Como Pancho Serrano, ese campesino comunista que se alistó en la División Azul con el único objetivo de reunirse con los compañeros rusos ; como Casilda, la viuda de Mateo, que tuvo que resignarse a volver a casarse para sobrevivir y criar a su hijo, lo que no le impide, todos los meses, al igual que otras mujeres, poner flores delante de la pared del cementerio en que su marido fue fusilado ; como Mai, la esposa de Álvaro, que acepta con dolor y dignidad la actitud de su marido. Y Álvaro concluye : « …la mía no era más que una historia, una de muchas, tantas y tan parecidas, historias grandes o pequeñas, historias tristes, feas, sucias, que de entrada siempre parecen mentira y al final siempre han sido verdad. Sólo una historia española, de esas que lo echan todo a perder. » (pág. 919) Y, al fin y al cabo, es la estratagema de la relación amorosa entre Álvaro y Raquel la que permite la emergencia de un pasado muy sucio, cuyas consecuencias no dejan a nadie ileso, ni siquiera a Raquel, atrapada en su propia ratonera. A pesar de ser una obra de ficción, numerosos episodios y personajes están inspirados por hechos reales, como advierte la autora en una nota final. Mencionemos el episodio de los pozos de Arucas en que los franquistas tiraron y sepultaron en vida a unos setenta socialistas, el episodio de las mujeres que depositan flores delante de la tapia del cementerio, los espolios, legalizados por la Ley de Responsabilidades Políticas del 9 de febrero de 1939, el episodio en que Pancho Serrano abandona las filas de la División Azul para reunirse con los comunistas, el personaje de Eugenio Sánchez Delgado, inspirado por Luis Felipe Vivanco quien, falangista por ideal, rehusó hacerse demócrata de la noche a la mañana como lo hicieron muchos de sus correligionarios. En resumen, es una novela extensa, por supuesto, a veces difícil, pero es una gran novela, densa, rica, bien escrita, que se adscribe al movimiento del deber de memoria y que, a los lectores extranjeros que somos, nos permite entender mejor el silencio que rodeaba los sucesos de la guerra y de la posguerra que dividieron – y siguen dividiendo – a muchas familias españolas : « Para vivir aquí, hay cosas que es mejor no saber, incluso no entender » (pág. 746). Con o sin razón, Raquel empuja a Álvaro romper ese silencio. El lector elegirá. María Almudena Grandes Hernández (Madrid, 7 de mayo de 1960-Madrid, 27 de noviembre de 2021) fue una escritora española, columnista habitual del diario El País. Galardonada con el Premio Nacional de Narrativa en 2018. Gran parte de su obra trata de ahondar en la historia reciente de España para recuperar las huellas de un pasado oculto durante la dictadura de Francisco Franco y explicar las claves de la sociedad española de finales del siglo XX y primeras décadas del siglo XXI. |
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