Barack Hussein Obama II |
Toma nota. Un experto explica las 4 mejores técnicas de Obama para hablar en público: "Tú también puedes usarlas" 17/09/2024 Barack Obama, conocido por su carisma y habilidad para conectar con las personas, es un maestro del arte de hablar en público. Michael Gendler, experto en oratoria y creador del método UltraSpeaking, ha analizado minuciosamente algunas de las técnicas que han hecho tan efectiva la comunicación del expresidente estadounidense. Lo mejor de todo, según Gendler, es que "tú también puedes usarlas" tanto en tu vida profesional como personal. Aquí te presentamos las cuatro claves que hacen de Obama un orador tan magnético. 1. Resumir constantemente el mensaje. Una de las características más destacadas de Obama es su capacidad para condensar sus ideas de manera clara y directa. Gendler lo llama "prompts de resumen", pequeñas frases que preparan al oyente para recibir el mensaje clave. Expresiones como "la cuestión es", "lo que quiero decir es" o "aquí está el punto clave" son recursos que el expresidente utiliza de forma recurrente. Estas frases, según Gendler, "envían una señal al cerebro del oyente: ‘Prepárate, porque aquí viene lo importante’". Un truco sencillo, pero eficaz, para que el mensaje llegue sin rodeos. 2. Usar ejemplos y analogías visuales. Otra de las estrategias más potentes que Obama utiliza es su habilidad para ilustrar ideas complejas mediante ejemplos claros o analogías que resultan fáciles de entender. Gendler subraya que, "como todos los grandes comunicadores, Obama sabe que no hay una única manera de explicar las cosas", por lo que recurre a diferentes formas de transmitir la misma idea. Un ejemplo curioso que cita Gendler es cuando Obama, hablando del comportamiento humano, comparó a la humanidad con un grupo de "chimpancés con armas", que a pesar de tener "máquinas grandes" y "plátanos suficientes", siguen queriendo los de los demás. Este tipo de imágenes hacen que el mensaje no solo sea fácil de comprender, sino también inolvidable. 3. Ser vulnerable para conectar con el público. La capacidad de Obama para conectar con su audiencia no se basa únicamente en su claridad o en su ingenio, sino también en su vulnerabilidad. Gendler destaca cómo Obama no teme compartir momentos íntimos o frágiles de su vida, algo que lo hace parecer "más real y cercano". Durante una entrevista, el expresidente contó uno de sus sueños favoritos en el que simplemente caminaba por la calle sin ser reconocido, tomándose un café tranquilo en una bodega, un sueño que lo hacía sentir como si hubiera ganado la lotería. Esta disposición a compartir aspectos personales genera una conexión emocional con el público, algo esencial para cualquier orador que busque empatía y cercanía. 4. El uso del humor para aligerar el tono. Obama también sabe cuándo y cómo usar el humor, una herramienta que le permite distender el ambiente y hacer su discurso más ameno. Gendler recalca que "el contraste entre los momentos serios y los ligeros es clave en su estilo", haciendo que el público se sienta más relajado y dispuesto a escuchar. Desde bromear con entrevistadores hasta reírse de sí mismo, el expresidente demuestra que un buen sentido del humor puede ser un gran aliado en la comunicación. Gendler añade que "al final, lo que más atrae de Obama es que parece ser él mismo en todo momento", y esa autenticidad es la clave que cualquier buen comunicador debe buscar. Estas cuatro técnicas que emplea Obama (resumir ideas, usar analogías, mostrar vulnerabilidad y no perder el sentido del humor) están al alcance de cualquiera que quiera mejorar sus habilidades de comunicación. Gendler cierra con un mensaje motivador: "Ya tienes lo que necesitas para ser un gran orador". Y si Barack Obama las usa, ¿por qué no nosotros? Michael Gendler, experto en oratoria, ha analizado su estilo y revela las claves que lo convierten en un comunicador tan efectivo. |
ANÁLISIS | EL JOVEN SEDUCTOR QUE LLEGÓ A PRESIDENTE Obama, el mejor orador del mundo
Forjó su convincente retórica durante su juventud, años despreocupados en el instituto como los que ilustran estas imágenes de 1980. Ahora sólo faltan 48 horas para que sea investido nuevo presidente de Estados Unidos. Aclamado como el nuevo Cicerón, analizamos las claves esgrimidas por Barack Obama para cautivar a la audiencia y a los votantes con primorosos discursos que evocan las disertaciones clásicas. Extractamos las mejores citas de sus intervenciones, aforismos que pasarán a la Historia. Por Charlotte Higgins y Anthony Gonzales. Fotografías de Lisa Jack En el período previo a las elecciones a la presidencia de Estados Unidos, Slate, una revista que se publica sólo en Internet, sacó a la luz un irreverente diccionario de obamaísmos, o sea, definiciones inventadas y cómicas –como obomedy, barackyogenesis o barócrates– de vocablos que han surgido de las intervenciones del presidente electo. Por otro lado (el republicano), se sucedían las puyas contra Barack, dardos que aludían a la Grecia clásica y a la antigua Roma. Cuando aceptó la candidatura del Partido Demócrata, Obama apareció ante un estratégico telón de fondo de columnas dóricas. Los republicanos dijeron que aquello ponía de manifiesto sus delirios de grandeza porque se trataba de un templo del que emergía Obama «con ínfulas de divinidad griega». Aludían a la arquitectura de la Casa Blanca, que a su vez evoca imágenes de la república romana, en cuya constitución se basa la de Estados Unidos. Citaban simbólicamente a Atenas, el mismísimo lugar del nacimiento de la democracia. Aquí está la clave que maneja Barack: para entender los próximos cuatro años de política norteamericana va a ser necesario entender algo de la política de la Grecia y la Roma de la antigüedad. La habilidad clásica de Obama como orador ha sido uno de los factores más importantes, quizás el que más, en su victoria. Todos los que le han oído hablar en persona lo clasifican en un lugar aparte de sus rivales y, de hecho, recuerda a los políticos de la antigua Atenas, donde el discurso público pronunciado ante los votantes constituía el motor de la política y donde se desarrolló el arte de la retórica, a la par que la democracia. Obama ha representado un cambio en la tendencia de los últimos presidentes, entre los que no se salva ni Bill Clinton, de empobrecer intelectualmente los discursos. En el libro de Elvin T. Lim, La presidencia antiintelectual: la decadencia de la retórica presidencial desde George Washington hasta George W. Bush, se somete la oratoria presidencial a un análisis estadístico. El autor llega a la conclusión de que, hace 100 años, los discursos se correspondían a un nivel de lectura de enseñanza superior; ahora, no pasan el nivel de un alumno de ESO. Los discursos de Obama, por el contrario, arrasan entre la audiencia. Los mejores se erigen como magníficas creaciones literarias, elegantes, llenas de referencias, con un estilo que evoca frases de Lincoln y de King, de los músicos Woody Guthrie y Sam Cooke. «La clave ha estado en la preparación, en la oratoria que no se ve. Obama ha determinado ser percibido como un académico, hogareño, familiar, producto típico del estilo de vida americano. En esta etapa previa fijó qué quiso decir, qué ideales formular, qué objetivos alcanzar, y qué críticas lanzar al oponente, por ejemplo, la idea de que el país iba a la deriva, se dividía y estaba sumido en la crisis. Personificó al líder que mantiene unidos a los ciudadanos, y era motor de cambio y transformación. Para ello, usó técnicas clásicas y modernas con mucho acierto. Ha usado un discurso claro, fuerte, pero a su vez, sencillo y conciliador, que no generó rechazo en los rivales. Además, su mensaje ha estado dirigido al cerebro, al corazón y al bolsillo del elector. Y todo, con una gran naturalidad. Eso es práctica, práctica, práctica... ante espejos, amigos, colaboradores. No se adquiere de la noche a la mañana», argumenta José Carlos Remotti, doctor en Derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona, y aleccionador en cuestiones de debate y dialéctica de cachorros de la política como Albert Rivera, de Ciutadans de Catalunya. Aunque tiene quienes le redactan sus disertaciones, una gran parte del trabajo lo hace personalmente Obama. Jon Favreau, el joven de 27 años que dirige el equipo de redactores de discursos, ha dicho que su trabajo es como «el de entrenador de bate de [uno de los mejores beisbolistas de la historia] Ted Williams». James Wood, profesor de Práctica de Crítica Literaria en la Universidad de Harvard, ha calificado su habilidad oratoria como «ciceroniana». Cicerón (106-43 a. C.), el destacado político romano de los últimos tiempos de la República, fue sin duda alguna el más grande orador de su época y uno de los más grandes de toda la Historia. Defensor de la constitución, sus críticas a Marco Antonio provocaron que fuera asesinado. Una de las técnicas más conocidas de Cicerón fue su empleo de series de tres proposiciones para recalcar determinados puntos: aunque el ejemplo más imperecedero de esta técnica latina no es de Cicerón sino el Veni, vidi, vici (llegué, vi, vencí, de Julio César). Obama lo utiliza con profusión. He aquí un ejemplo: «Esta noche nos hemos reunido aquí para reafirmar la grandeza de nuestra nación, no por la altura de nuestros rascacielos, ni por el poderío de nuestro Ejército, ni por la magnitud de nuestra economía...». En este pasaje, que corresponde al discurso de la Convención del Partido Demócrata del año 2004, Obama emplea asimismo la técnica de la praeteritio, esto es, atraer la atención sobre un tema, descartando otros asuntos de importancia que se comparan con él. Por antonomasia. Uno de los recursos más eficaces es su empleo de la expresión «un joven predicador de Georgia», declamada en su discurso de aceptación de la candidatura demócrata en el pasado mes de agosto. No citó por su nombre a Martin Luther King, en ningún momento. La palabra con la que se denomina esta técnica es antonomasia... y con ella logró la empatía del auditorio. Esto se traduce como la halagadora idea de que todos sabemos de lo que estamos hablando sin necesidad de mayores explicaciones. Así humanizó más si cabe, a Luther King. Y al mencionar Georgia por su nombre, el orador dio una localización sentimental. A Obama le gusta recurrir a lo concreto para referirse a un lugar cualquiera de Estados Unidos, con lo que se ancla a la tierra, a la realidad, como en su discurso del 4 de noviembre: «Nuestra campaña (...) dio comienzo en los jardines de las viviendas de Des Moines, y en las salas de estar de Concord, y en los porches de las casas de Charleston», dijo con topónimos. Otros de sus recursos preferidos son las anáforas y su empleo simétrico. Una anáfora es la repetición de una frase al comienzo de una oración. Los políticos la adoran. El 4 de noviembre exclamó: «Es la respuesta dada por las colas que se han formado en torno a las escuelas... Es la respuesta dada por jóvenes y viejos... Es la respuesta». También lo emplea, simétricamente, al final de la oración, como su celebrado y repetido «¡Claro que podemos!». Esa muletilla se arraiga en el estilo de los locuaces predicadores de las iglesias del país. Y es que, por supuesto, Obama no oculta la influencia del tiempo que ha pasado como feligrés en contacto con predicadores tremendamente eficaces. James Davidson, profesor adjunto de Historia Antigua de la Universidad de Warwick, señala que la predicación tiene su origen en la antigua Grecia. «La tradición de la oratoria clásica fue fundamental en la iglesia primitiva, cuando la retórica era una de las partes más importantes de la educación. Mediante los sermones, la Iglesia ha recogido esa tradición de la antigüedad. Estados Unidos la ha conservado, especialmente en las iglesias negras», recuerda. Al igual que Cicerón, Obama es un hombre de leyes. Al igual que Cicerón, Obama es un escritor de gran talento. Al igual que Cicerón, Obama es un novus homo, expresión que en latín significa hombre nuevo, que se ha hecho a sí mismo. Al igual que Cicerón, Obama entró en política sin apoyo de su familia (compárese con Clinton) y sin historial militar alguno (compárese con John McCain). La tradición romana imponía que se contara con ambos. En opinión de Catherine Steel, profesora de Clásicas en la Universidad de Glasgow, el talento que compensa todo eso y que Obama comparte con Cicerón es esa habilidad para «instaurar una genealogía de antepasados, no antepasados biológicos sino antepasados intelectuales. En el caso de Cicerón fueron Licinio Craso, Escipión Emiliano y Catón el Viejo. En el caso de Obama se trata de Lincoln, Roosevelt y King». Aristotélico. Steel subraya asimismo que la oratoria de Obama «se ajusta al ideal tripartito formulado por Aristóteles», que expuso que la buena retórica se componía de pathos, logos y ethos (emoción, razonamiento y personalidad). En lo que más especialmente destaca Obama es en ethos. Léase este pasaje de uno de sus discursos. «Soy hijo de un negro de Kenia y de una blanca de Kansas. Me crié con la ayuda de un abuelo blanco que sobrevivió a la Depresión para servir a la patria a las órdenes de Patton durante la Segunda Guerra Mundial y de una abuela blanca que trabajó en una cadena de montaje de bombarderos en Fort Leavenworth mientras él estaba en ultramar. He ido a algunas de las más prestigiosas facultades universitarias de Estados Unidos y he vivido en una de las naciones más pobres del mundo». Obama consigue transmitir la sensación de que no sólo es capaz de revivir el sueño americano sino de que él personalmente lo encarna. Cuando en inglés utilizamos la palabra «retórica», generalmente va seguida del epíteto «vacía». La retórica tiene mala fama. McCain advirtió al electorado de que no se dejara «engañar por un llamamiento al cambio, elocuente pero vacío». Con mordaz ironía, Clinton observó que «se hace campaña con poesía, se gobierna con prosa». El peligro, como ya alertaban los clásicos, está en caer en la demagogia. «Usa frases clave, lemas como ‘sí, podemos’, o ‘la audacia de la esperanza’. El gran problema de Obama es que ha sabido identificar los problemas, pero no da las medidas que va a aplicar. Lo importante es que se rodee de los mejores asesores, de un equipo del mejor nivel para acertar en las decisiones. Ahí se verá si su retórica está o no vacía de contenido», recuerda Remotti. Fue el político romano Catón (aunque también podría haber sido McCain) el que dijo: Rem tene, verba sequentur (atente a los hechos, las palabras vienen después). Cicerón era perfectamente conocedor del problema. En su libro De Oratore (sobre el orador), sostiene que sólo puede adquirirse la verdadera elocuencia si el orador ha alcanzado el estadio más alto de conocimiento, pues «de lo contrario, lo que diga no será más que un torbellino vacío y ridículo de palabrería». ¿Será capaz Obama de traducir las palabras en hechos? Barry, el encantador del sombrero de paja
Palabras en que Creer Tras las elecciones, los analistas coinciden en que Obama ha hecho ya lo imposible; ahora le toca lo difícil. Y “ya no le va a bastar la magia de las palabras”. Tanta coincidencia en el reto de pasar del dicho al hecho nos dice a la vez dos cosas: una, el manejo del discurso ha sido decisivo en su éxito; dos, eso ya no es bastante. Ahora le toca gestionar. Y nadie le va a perdonar que se contente con ello, porque se le ha elegido para transformar la realidad. Si no queremos ser víctimas de nuestros espejismos, desde este lado del Atlántico debemos encuadrar a Obama y su retórica de promisión. La oratoria americana se incardina en una comunicación directamente esculpida para suscitar emociones. En los discursos de Obama hay historias humanas en las que los oyentes pueden empatizar, sea porque les conmueve, sea porque son metáfora de sus propias percepciones. La disposición desinhibida a mostrar los sentimientos es distintiva de EEUU. Al final, los textos desgranan las piezas de un rompecabezas social, cada una de ellas simbólicamente significativa. Pero que nadie se engañe: no hay improvisación, cada uno de los párrafos ha sido construido meticulosamente, integrando sus ingredientes en una receta milimetrada para impactar. Escritos de principio a fin, son el trabajo colectivo de competentes speechwriters, y el orador los declama ante varios teleprompter invisibles. Cuando escucho la alabanza de ese estilo entre nosotros, la pregunta es: ¿Aceptaríamos en Europa una oratoria así? Con todo, es innegable que nada funcionaría si la teatralización y la dramatización no fueran creíbles y efectivas. Obama ha superado todos los exámenes. Las expectativas no han hecho sino crecer. Ahora toca transformar su poesía en prosa: esa, de renglones torcidos, con la que se hace la Historia. Juan F. López Aguilar, diputado socialista y ex ministro de Justicia. Ilusión, carisma y el poder de la palabra. Barack Obama se ha convertido ya días antes de su toma de posesión, en un verdadero fenómeno mediático mundial sin precedentes. Las expectativas creadas en torno al presidente electo son inmensas, tantas que ya en su equipo hay miedo a defraudar. Es un orador brillante, un hombre con gran carisma, hacía décadas que no se veía algo parecido. Pero el presidente electo tiene, además, una fuerza que se está revelando única, un conocimiento profundo de la América real, de la América de las clases medias empobrecidas por las sucesivas crisis, de la América menos favorecida, de lo que llaman en Estados Unidos las innercities, el centro pobre y marginal de las grandes urbes. Es esta América, junto a la América urbana y profesional, la que ha creído en el cambio y en la ilusión que representa. La responsabilidad es inmensa; la potencial desilusión sería de proporciones cósmicas. Obama tenía claro desde su juventud que quería servir a su país, ser útil a la América invisible. Su sana ambición le ha llevado a culminar una biografía que, sin ser espectacular en lo profesional, sí es un camino claro hacia la Casa Blanca, que lejos de ser la meta es y debe ser el punto de partida. Estados Unidos se encuentra en la peor recesión desde el Crack del 29. El 9 de enero se anunciaron las cifras de desempleo y la sorpresa fue mayúscula: la mayor destrucción de empleo desde la Segunda Guerra Mundial, una tragedia sin precedentes en un país que se ha reinventado cientos de veces. El legado que recibe Obama es dramático, la crisis económica y financiera, el desempleo galopante, un mundo incierto, inestable e inseguro. El equipo que ha formado parece sólido y experimentado. Ahora sólo queda que demuestre que, además de convencer, sabe y puede gobernar. Gustavo de Arístegui, portavoz del PP en la Comisión de Asuntos Exteriores |
Datos personales de Barack Obama Nombre y apellidos: Barack Hussein Obama II Fecha de nacimiento 04 de agosto de 1961 Lugar de nacimiento Honolulu Partido Político Partido Demócrata |
Experiencia de Barack Obama Barack Obama ha trabajado como organizador comunitario y como abogado en derecho civiles antes de ser elegido Senador de Estados Unidos. Organizador comunitario:Servicios sociales de parroquias católicas, entre los años 1997-2004. Abogado derechos civiles,como Asesoría jurídica, entre los años 1997-2004. |
Cargos políticos de Barack Obama Miembro de la Cámara diputados de Illinois:1996 Senador Senado de Illinois 1996-2004 Senador Senado de los Estados Unidos, periodo 2005-2008 Presidencia de los Estados Unidos |
Formación de Barack Obama Occidental College es una pequeña universidad privada mixta, de artes liberales, ubicada en Los Ángeles, California. Fundada en 1887, Occidental College, u Oxy, llamada así por los estudiantes y el alumnado, es una de las universidades de artes liberales más antiguas en la costa oeste estadounidense. Occidental se caracteriza por su combinación de rigurosos programas académicos, un pequeño pero diverso cuerpo estudiantil, y los recursos de una de las principales ciudades del mundo. Adquirió una mayor atención a través del presidente Barack Obama (de la clase 1983), que asistió a la universidad por dos años antes de transferirse a la Universidad de Columbia. La estancia del presidente Obama en Occidental College tuvo un profundo impacto en su vida. Fue en Occidental donde empezó a tomarse en serio el mundo de los libros y las ideas, y donde se dio cuenta de que podía marcar una diferencia en el mundo. Las clases que tomó, las relaciones duraderas que estableció con profesores y amigos, y sus experiencias fuera del aula ayudaron a moldear la persona en la que se convertiría. Como dice, Oxy “comenzó a darme una idea de cómo podría ser una vida con propósito”. Como muchos estudiantes, Barack Obama llegó al campus sin una idea clara de cuál podría ser su futuro. Fue en el aula del difunto Roger Boesche donde encontró su inspiración. “Tu aula es donde comenzó mi interés por la política”, le escribió a su antiguo mentor en 2016 cuando el profesor Arthur G. Coons de Historia de las Ideas anunció su retiro. Las clases de teoría política de Boesche y su habilidad para hacer comprensible lo complejo causaron una profunda impresión en mí. “Usted ayudó a inculcar la pasión por las ideas, no sólo en mí, sino en las generaciones de estudiantes que encontraron en sus cursos la inspiración que los guiaría hacia adelante”, escribió Obama. “Al plantear preguntas que han desafiado a las sociedades a lo largo de los siglos, su enseñanza e investigación nos recuerdan la importancia de la investigación y el debate constantes, lecciones que son el núcleo de nuestra democracia y que he aprovechado a lo largo de mi vida, particularmente en este cargo”. Durante la visita de Boesche a la Oficina Oval en 2009, Obama presentó a su antiguo profesor a su personal diciendo: “El profesor Boesche me enseñó todo lo que sé sobre política”, y añadió riendo: “¡Pero me puso una 'B' en un trabajo!”. Boesche explicó más tarde su versión de la historia: “Me dijo: ‘¿Por qué obtuve esta calificación?’ y yo le dije:
Barack Obana se graduó en la Universidad de Columbia y en la Escuela de Derecho Harvard Law School. Ha trabajado como organizador comunitario y como abogado en derechos civiles. Ciencias políticas en la Universidad de Columbia (1983) La Universidad de Columbia –oficialmente Universidad de Columbia en la Ciudad de Nueva York, o simplemente Columbia– es una universidad privada estadounidense ubicada en Alto Manhattan, Nueva York. Forma parte de la Ivy League y es una de las universidades más prestigiosas y selectivas del mundo, con una tasa de admisión del 3,66 %. Fundada en 1754, es la institución de educación superior más antigua del estado de Nueva York, la quinta más antigua de Estados Unidos y uno de los nueve colegios coloniales fundados antes de la Revolución de las Trece Colonias. Es reconocida como una de las más prestigiosas universidades del mundo. La universidad fue fundada en 1754 como "Colegio del Rey" (King's College, en inglés) por carta real del rey Jorge II. Después de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, el Colegio del Rey se convirtió brevemente en una entidad estatal, y pasó a llamarse Universidad de Columbia en 1784. La universidad ahora opera bajo un estatuto creado en 1787 que coloca a la institución bajo un consejo privado de administración. Ese mismo año, el campus de la universidad fue trasladado de la Avenida Madison a su ubicación actual en el barrio de Morningside Heights, donde ocupa más de seis manzanas de la ciudad, aproximadamente 32 acres (0,129 km²). La universidad abarca 20 escuelas y está afiliada con numerosas instituciones, entre ellas el Colegio de Profesores, Barnard College y la Unión de Seminarios Teológicos, con programas de licenciatura conjuntos disponibles a través del Seminario Teológico Judío de América, así como la Escuela Juilliard. Columbia administra anualmente el Premio Pulitzer. Cuenta con 96 premios Nobel y, a partir de 2011, tenía más alumnos ganadores del premio Nobel que cualquier otra institución académica en el mundo. La universidad es uno de los 14 miembros fundadores de la Asociación de Universidades Americanas y fue la primera escuela en los Estados Unidos en conceder el título de médico. Los alumnos notables de la universidad incluyen 10 jueces de la Corte Suprema de los Estados Unidos, 5 Padres fundadores de los Estados Unidos; 39 ganadores de los Premios Óscar; 18 medallistas olímpicos; 3 ganadores del Premio Turing y 29 jefes de Estado, entre ellos tres Presidentes de los Estados Unidos. En la actualidad la Universidad de Columbia opera en el extranjero los Centros Globales de Columbia, con sedes en Amán, Pekín, Estambul, París, Bombay, Río de Janeiro, Santiago de Chile y Nairobi. Licenciatura de Derecho Harvard Law School. La Escuela de Derecho Harvard (en inglés Harvard Law School o HLS) es la escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, ubicada en Cambridge, Massachusetts (Estados Unidos). Es la escuela más antigua de Estados Unidos que sigue operando continuamente. Tiene la biblioteca de derecho más grande del mundo. Introdujo lo que se convertiría en el currículum estándar para el primer-año en las escuelas de derecho estadounidenses —incluyendo clases sobre contratos, propiedad, agravios, derecho penal y procedimiento civil— en la década de 1870, bajo el Decano Christopher Columbus Langdell. En Harvard, Langdell también desarrolló la enseñanza del derecho con base en casos, que se convirtió en el modelo dominante en las escuelas de derecho estadounidenses. |
Cambridge es una ciudad ubicada en el condado de Middlesex en el estado de Massachusetts, Estados Unidos. En el Censo de 2020 tenía una población de 118 403 habitantes y una densidad poblacional de 7182 personas por km². Se encuentra al este del estado, a las afueras de Boston. Cambridge es conocida por albergar la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Según el censo del año 2000, la ciudad tiene una población de 101.355 habitantes, aunque muchas más personas van a Cambridge a trabajar. La ciudad. La población de Cambridge es muy diversa. Sus residentes, conocidos como cantabrigians, van desde distinguidos profesores del MIT y de Harvard a familias de clase obrera, pasando por inmigrantes de todo el mundo. La primera unión civil entre personas del mismo sexo en Estados Unidos se realizó en el ayuntamiento de Cambridge. Esta diversidad contribuye al ambiente liberal y puede ser comparado a Berkeley, California en algunos aspectos. Esto, junto a las históricas protestas estudiantiles y un rechazo al control legal de las rentas de arrendamiento, le ha valido la humorística denominación de «República Popular de Cambridge». Cambridge es hoy en día una ciudad renovada urbanamente, de clase media-alta y con un creciente mercado de propiedades, cruzando el río desde Boston. También se le conoce como la «ribera izquierda de Boston». Cambridge ha sido también llamada por algunos la «ciudad de las plazas» (City of Squares en inglés), ya que la mayor parte de sus distritos comerciales son grandes intersecciones conocidas como squares. En la región de Nueva Inglaterra, el término square se aplica a un área comercial, generalmente formada alrededor de la intersección de tres o más calles, y que originalmente consistía en un área cuadrada despejada. Como la mayoría de las calles se construyeron hace siglos, solo algunas plazas conservan la forma geométrica de un cuadrado. Harvard Square está, por ejemplo, formada por dos calles curvas convergentes. Cada una de estas plazas hace las veces de un centro vecinal. Entre ellas se incluyen:
Entre los barrios residenciales están Cambridgeport, al oeste de Central Square, hacia el río Charles; Riverside, al sur de avenida Massachusetts hacia el río Charles, entre Central y Harvard Square; East Cambridge; Wellington-Harrington; North Cambridge; Agassiz; Avon Hill; Brattle Street; Strawberry Hill; y Mid Cambridge, delimitada por Central, Harvard, Inman Square, y la ciudad de Somerville. En el margen occidental de Cambridge, el Cementerio de Mount Auburn es conocido por sus los distinguidos personajes ahí sepultados, por su magnífico paisajismo y por su destacado arboretum. Aunque se ven a menudo referencias al "área de Boston/Cambridge" en la prensa, Cambridge prefiere conservar una identidad propia. Historia.
Cambridge se estableció con el nombre de Newtowne (‘Ciudad Nueva’) en 1630. Newtowne fue una de las numerosas ciudades fundadas por los 700 colonos puritanos originales de la Colonia de la Bahía de Massachusetts, bajo el mandato del gobernador John Winthrop. El sitio original del poblado estuvo en el que hoy es el corazón de Harvard Square, mientras que la ciudad incluía un área mucho más grande que la actual, con varias áreas periféricas que se convirtieron en ciudades independientes a través de los años: Newton (originalmente Newtown) en 1690, Lexington (Cambridge Farms) en 1712, y Arlington (West Cambridge) y Brighton (Little Cambridge), las que fueron anexadas a Boston en 1807. En 1636 la colonia fundó el Harvard College para formar ministros y se eligió a Newtowne como sede. En 1638 se cambió el nombre a la ciudad por el de Cambridge en referencia a Cambridge, Inglaterra, para reflejar su condición de centro de educación superior en la colonia. Cambridge creció como un poblado agrícola, lentamente y siguiendo el camino a Boston, la capital colonial, por 13 kilómetros. A la época de la Guerra de Independencia, la mayoría de los residentes vivían cerca de Common y Harvard College, con granjas y haciendas abarcando la mayor parte de la ciudad. La mayoría de los habitantes eran descendientes de los primeros colonos puritanos, aunque había también una pequeña élite de Anglicanos "respetables" que no estuvieron implicados en la vida de la ciudad, preocupados de sus haciendas, inversiones y comercio, viviendo a lo largo del camino a Watertown (actual Brattle Street). La mayoría de esas fincas fueron confiscadas después de la revolución y vendidas a los Lealistas. Entre 1790 y 1840, Cambridge comenzó a crecer rápidamente con la construcción del puente West Boston o Longfellow en 1792 que conectó la ciudad directamente con Boston, haciendo innecesario viajar los 13 kilómetros a través de Boston Neck, Roxbury y Brookline para cruzar el río Charles. En 1809 se construyó un segundo puente, el Canal Bridge, que cruza el canal Middlesex. Los nuevos puentes y vías hicieron que los terrenos agrícolas y marismas se transformaran en un distrito industrial y residencial. Mucho después se construyeron carreteras como la Concord Turnpike (actual Broadway y avenida Concord) y la Middlesex Turnpike (calle Hampshire y avenida Massachusetts al noreste de Porter Square) y las actuales calles Cambridge, Main y Harvard fueron caminos para conectar distintas áreas de Cambridge hacia los puentes. Además, los ferrocarriles entrecruzaron la ciudad durante la misma época, llevando al desarrollo de Porter Square, así como a las creación de la vecina ciudad de Somerville a partir de las áreas rurales de Charlestown. Cambridge fue incorporada como la segunda ciudad de Massachusetts en 1846. Su centro comercial también comenzó a trasladarse desde Harvard Square a Central Square, zona que se convirtió en el centro de la ciudad. Entre 1850 y 1900, Cambridge adquirió la mayor parte de su actual fisonomía, incluyendo el desarrollo del tranvía suburbano a lo largo de las carreteras, barrios industriales y de clase obrera en East Cambridge, construcción de confortables casas de clase media en antiguas haciendas en Cambridgeport y Mid-Cambridge, y enclaves de clase alta cerca de la Universidad Harvard y en las colinas más bajas de la ciudad. La llegada del ferrocarril a North Cambridge y Northwest Cambridge permitieron los tres mayores cambios en la ciudad: el desarrollo de fábricas de ladrillos y construcciones hechas en este material entre las avenidas Massachusetts, Concord y Alewife Brook; la fábrica de hielo de Frederic Tudor en Fresh Pond; y el loteo de las últimas haciendas para su conversión en subdivisiones residenciales, lo que permitiría construir viviendas para los miles de inmigrantes que se llegaron a trabajar en las nuevas industrias. En 1920, Camdridge era una de las principales ciudades industriales de Nueva Inglaterra, con cerca de 120.000 habitantes. Como la industria en el este de Estados Unidos comenzó a declinar con la Gran Depresión y luego con la Segunda Guerra Mundial, Cambridge perdió buena parte de su base industrial. Además, comenzó la transición desde ser un centro industrial a uno intelectual. La Universidad Harvard siempre ha sido importante en la ciudad (tanto por la cantidad de terreno de la que es dueña como por la importancia institucional), pero comenzó a ejercer un rol más dominante en la vida y la cultura de la ciudad. La mudanza del Instituto Tecnológico de Massachusetss desde Boston en 1912 aseguró el estatus de Cambridge como el centro intelectual de los Estados Unidos. Después de los años 50, la población de la ciudad comenzó a bajar lentamente, siendo reemplazadas las familias por solteros y parejas jóvenes. A finales del siglo XX, Cambridge tenía uno de los mercados inmobibliarios más expansivos en el noreste de los Estados Unidos. Así como mantiene la diversidad en clases, razas y edades, se hace más difícil para aquellos que crecieron en la ciudad el permanecer en ella. El condado de Middlesex (en inglés: Middlesex County), fundado en 1643, es uno de los catorce condados del estado estadounidense de Massachusetts. En 2008 el condado tenía una población de 1.482.478 habitantes. La sede del condado es Cambridge. El 11 de julio de 1997, Massachusetts abolió el gobierno ejecutivo del condado de Middlesex debido principalmente a la insolvencia del condado. El condado de Middlesex sigue existiendo como límite geográfico y se utiliza principalmente como jurisdicción de distrito dentro del sistema judicial y para otros fines administrativos; por ejemplo, como distrito electoral. Cities
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ANÁLISIS | La visita de Biden a la conmemoración del Día D puede marcar el fin de una era estadounidense. Stephen Collinson 6 de junio de 2024 (CNN) – El nuevo mundo por el que la generación grandiosa se sacrificó en el sangriento oleaje de las playas de Normandía se está desvaneciendo en la historia junto con el último de los viejos soldados. El 80° aniversario del desembarco del Día D, conmemorado este jueves en Francia por el presidente Joe Biden, será probablemente la última gran ceremonia decenal a la que asista un número significativo de veteranos. Incluso un joven de 19 años que desembarcó en la mayor operación anfibia de la historia pronto cumplirá 100 años. La ceremonia conmemorativa de este año representa mucho más que una conmovedora despedida a los camaradas sobrevivientes de los más de 150.000 soldados aliados que forjaron una cabeza de playa para la liberación de Europa de los nazis de Adolf Hitler. Los presidentes, primeros ministros y reyes de los países de la OTAN se han reunido en un momento paradójico. Están inusualmente unidos, pero experimentan un creciente temor. La Alianza tiene un nuevo sentido del deber al oponerse a otra guerra iniciada por un tirano empeñado en la expansión territorial, esta vez en Ucrania. Pero desde el 6 de junio de 1944, el inquebrantable liderazgo de Estados Unidos en Occidente y su apoyo a los valores internacionalistas nunca habían estado tan en entredicho. La democracia se enfrenta a su prueba más dura en generaciones por parte del populismo de ultraderecha en marcha a ambos lados del Océano Atlántico. Mientras tanto, imperios geopolíticos como Rusia y China resurgen y amenazan con destruir el sistema mundial dominado por los valores occidentales que ha prevalecido desde la Segunda Guerra Mundial. Lo que el Día D le enseñó a mi abuelo. Durante su discurso, Biden trazó una línea directa entre el servicio y el sacrificio de los veteranos estadounidenses en el Día D y la difícil situación de Ucrania 80 años después de que las fuerzas aliadas asaltaran las playas de Normandía, haciendo un duro llamamiento para defender una vez más la democracia y derrotar a la autocracia. “No podemos permitirlo. Rendirnos a los matones, doblegarnos ante los dictadores es sencillamente impensable. Si lo hiciéramos, estaríamos olvidando lo que ocurrió aquí, en estas playas sagradas. No nos equivoquemos: no nos doblegaremos, no olvidaremos”, afirmó. Los que sirvieron en Normandía, dijo Biden, “comprendieron que nuestra democracia sólo es tan fuerte como la hagamos todos juntos. Sabían, sin lugar a dudas, que hay cosas por las que merece la pena luchar y morir. La libertad merece la pena, la democracia merece la pena, Estados Unidos merece la pena, el mundo merece la pena: entonces, ahora y siempre”. Las naciones europeas, ya sacudidas por los constantes ataques a la OTAN del virtual candidato presidencial republicano Donald Trump en su primer mandato, se vieron aún más sacudidas por su reciente comentario de que dejaría que Rusia hiciera “lo que le diera la gana” con los aliados a los que consideraba que no “pagaban sus facturas” en gastos de defensa. El comentario debilitó el credo fundacional de la OTAN de autodefensa mutua, sin el cual la alianza no tiene sentido. Algunos de los ex asesores de Trump han advertido de que podría intentar salir de la alianza si gana un segundo mandato en noviembre. Incluso si gana Biden, cada vez hay más indicios de que la voluntad de los estadounidenses de mantener las garantías de seguridad, incluso a antiguos enemigos como Alemania y Japón que les ganaron 80 años de paz, puede estar menguando. La filosofía de Trump de “Estados Unidos primero” ha arraigado profundamente en el Partido Republicano, que una vez se enorgulleció de haber ganado la Guerra Fría. Algunas figuras del Partido Republicano lideradas por el expresidente parecen sentir ahora más empatía por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que por las democracias liberales europeas que Estados Unidos reconstruyó tras la Segunda Guerra Mundial. Y el retraso de un mes en la financiación del paquete de ayuda más reciente de Biden para Ucrania suscitó dudas sobre si Washington defenderá siempre la democracia en Europa y contra la agresión de los autócratas. El jueves, Biden citó una deuda impagable con las fuerzas estadounidenses, británicas, canadienses y de otros países que participaron en la Operación Overlord. Caminó entre filas y filas de cruces blancas y estrellas de David a la sombra de pinos y robles con vistas a Omaha Beach. Aquí es donde más de 9.000 estadounidenses caídos de los 50 estados y la capital descansan a miles de kilómetros de la tierra que abandonaron para salvar a unos extranjeros a los que nunca habían conocido. ¿Realmente “volvió” Estados Unidos? Biden se deleitó viajando por el mundo tras ganar las elecciones de 2020 y declarando que “Estados Unidos volvió”. Hizo honor a sus palabras ejerciendo el liderazgo más eficaz de la alianza occidental desde el presidente George H. W. Bush al final de la Guerra Fría. Pero a muchos líderes extranjeros les preocupa que el mandato de Biden sea un interregno de normalidad más que una vuelta a la certidumbre del liderazgo estadounidense. Con su temperamento volátil, su sospecha transaccional de las alianzas y su idolatría de los dictadores, el primer mandato de Trump convirtió a Estados Unidos de baluarte de la estabilidad en una impredecible fuerza de disrupción. Tras un largo periodo de negación, muchos en las cancillerías de Europa esperan que Trump vuelva. La mezcla de aislacionismo y populismo de Trump no surgió en el vacío. Se destiló a partir de años de fracasos militares de Estados Unidos en el extranjero en lugares como Iraq y Afganistán y una creciente creencia entre muchos estadounidenses de que el mundo globalizado estaba erosionando el dividendo interno de prosperidad y seguridad que fluyó de la Segunda Guerra Mundial y fue construido por aquellos que regresaron de los campos de batalla de Europa y el Pacífico. La creciente sensación de que los estadounidenses se están cansando de su papel global ha provocado debates en algunas capitales europeas sobre la necesidad de hacer más para garantizar la propia seguridad del continente. Charles Kupchan, investigador principal del Consejo de Relaciones Exteriores, cree que la amenaza interna para Occidente es tan grande como la externa que suponen los enemigos de EE UU. “Y no es solo Trump”, dijo. “También es lo que le está ocurriendo al centro político en Francia, al centro político en Alemania, las probables ganancias de la ultraderecha en las próximas elecciones de la Unión Europea. Incluso si Biden gana, los estadounidenses, los europeos están haciendo preguntas difíciles sobre la fiabilidad estadounidense”. El éxito no estaba asegurado El desembarco de Normandía, considerado durante mucho tiempo como un triunfo, marcó el momento de la historia en el que Estados Unidos emergió realmente como una superpotencia con el poder y la voluntad de hacer del mundo un lugar seguro para la democracia. Pero en aquel momento, el riesgo de enviar una armada a través del Canal de la Mancha con un tiempo dudoso para luchar contra las endurecidas fuerzas nazis era enorme. Cuando las fuerzas aliadas desembarcaron en las playas, el presidente Franklin Roosevelt pronunció una oración por radio.
Para empezar, los temores de fracaso parecían justificados. A finales del 6 de junio, ninguna de las fuerzas invasoras había alcanzado sus objetivos del primer día. Había más de 10.000 muertos, heridos o desaparecidos. El comandante supremo aliado en Europa, el general Dwight Eisenhower, había preparado un mensaje antes de la invasión en caso de retirada. “Si alguna culpa o falta se atribuye al intento, es solo mía”, escribió. Pero el futuro presidente nunca tuvo que sacar sus comentarios de la cartera. En los días siguientes, los aliados se afianzaron lentamente en el extremo noroeste del continente. En agosto ya estaban en París y, tras combates a menudo encarnizados, en mayo de 1945 habían alcanzado la victoria en Europa. Durante muchos años después de la Segunda Guerra Mundial, las conmemoraciones del Día D carecieron de la fanfarria y la gran importancia diplomática y política que tienen hoy en día. Y existe el argumento de que el simbolismo geopolítico se ha vuelto demasiado pesado y amenaza con oscurecer el simple valor de los menguantes grupos de veteranos que peregrinan para honrar a los camaradas caídos. Sin embargo, los presidentes francés y estadounidense han aprovechado estas reuniones para renovar los lazos transatlánticos. En esta ocasión, los líderes occidentales contarán con la presencia del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, que ha descrito la lucha de su país por la supervivencia tras la invasión rusa como un eco de la batalla de los aliados contra Hitler. Los líderes o altos funcionarios rusos también han asistido a las conmemoraciones, al menos desde el final de la Guerra Fría, en honor a las asombrosas pérdidas de la Unión Soviética en su lucha contra los nazis. Pero Putin es ahora un paria y no ha sido invitado. El acto de este año tiene importantes connotaciones internas para varios dirigentes. Será la primera de las conmemoraciones del decenio en la que el rey británico Carlos III sea el jefe de Estado tras la muerte de su madre, la reina Isabel II, una figura fija en Normandía durante décadas. Y ofrece un escenario para que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y Biden, ambos políticamente debilitados, pongan de relieve sus dotes de estadistas en un momento de agitación mundial. Biden se hará eco el viernes de uno de sus predecesores, Ronald Reagan, que en 1984 viajó a un acantilado de 30 metros de altura conocido como Pointe du Hoc, que fue escalado en una audaz incursión de los Rangers del Ejército estadounidense el Día D. A pesar de las grandes pérdidas, los Rangers se apoderaron de piezas de artillería alemanas que podrían haber causado una carnicería aún mayor en las playas de invasión de Omaha y Utah. Reagan se situó frente a un monumento de piedra con la forma del emblema de los Rangers, de espaldas al Canal de la Mancha, rodeado de veteranos supervivientes de la incursión, y pronunció uno de los mejores discursos presidenciales. “Estos son los chicos de Pointe du Hoc. Estos son los hombres que tomaron los acantilados. Estos son los campeones que ayudaron a liberar un continente. Estos son los héroes que ayudaron a poner fin a una guerra”, dijo Reagan. Más tarde confesó a su diario que estaba tan conmovido que le costaba decir las palabras. El discurso tuvo lugar en un momento especialmente polémico de la Guerra Fría, con fuertes tensiones entre Washington y la Unión Soviética. Pero el claro llamamiento a la libertad de Reagan puede haber tenido algún efecto. Menos de un año después, Mijaíl Gorbachov se convirtió en secretario General del Partido Comunista Soviético y puso en marcha las reformas y negociaciones sobre armamento nuclear que condujeron al final de la Guerra Fría. Biden, al igual que el 40° presidente, se enfrenta a preocupaciones sobre su edad en su año de reelección. Y el viernes visitará el mismo acantilado para hacer un llamamiento similar para salvar la democracia. El discurso de Reagan en Pointe du Hoc no solo destaca por su poesía. Cuarenta años después, es asombrosamente relevante para una nueva era política. Y es igualmente sorprendente lo lejos que ha llegado el Partido Republicano desde el hombre que una vez lo personificó hasta el antidemocrático “Estados Unidos Primero” de su héroe actual.
Continuó: “Hoy nos une lo que nos unía hace 40 años, las mismas lealtades, tradiciones y creencias. Estamos atados por la realidad. La fortaleza de los aliados de Estados Unidos es vital para Estados Unidos, y la garantía de seguridad estadounidense es esencial para la libertad continuada de las democracias europeas. Estuvimos con ustedes entonces; estamos con ustedes ahora. Sus esperanzas son nuestras esperanzas, y su destino es nuestro destino”. En 1984, Reagan podía ofrecer esa promesa sin temor a contradecirse. Biden no puede hacer lo mismo en 2024. El sol sale sobre las playas de Normandía en el 80 aniversario del Día D. El sol ha vuelto a salir sobre las playas de Normandía, donde hace exactamente 80 años los soldados combatieron y murieron en el Día D. El jueves se celebran conmemoraciones por el aniversario, en un contexto de reanudación de la guerra en Europa. PLAYA UTAH, Francia — Mientras se acerca el crepúsculo de la generación del Día D, el sol salió el jueves sobre las playas de Normandía donde los soldados lucharon y murieron hace exactamente 80 años, para iniciar los actos de aniversario en un contexto de nueva guerra en Europa, en esta ocasión en Ucrania. La cifra cada vez más pequeña de veteranos de la II Guerra Mundial que hacen el peregrinaje de vuelta a Francia, así como la invasión rusa de plena escala en Ucrania, que acabó con la esperanza de que la guerra no volviera a destruir ciudades y vidas en Europa, añadían emoción al aniversario de los desembarcos aliados el 6 de junio de 1944. Mientras veteranos ya centenarios repasaban los recuerdos de viejos camaradas enterrados en Normandía, la presencia del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, en los actos de recuerdo junto a otros líderes mundiales que respaldan la lucha ucraniana contra la invasión rusa —como el presidente de Estados Unidos, Joe Biden— inevitablemente unirá el jueves el doloroso pasado de la II Guerra Mundial con la contienda actual. El amanecer ocho décadas después de que las tropas aliadas llegaran a la orilla bajo el fuego enemigo en cinco playas con nombres clave —Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword— dio inicio a una jornada de recuerdo de los países aliados que ahora apoyan juntos a Ucrania, y sin que Francia, la anfitriona, hubiera invitado a Rusia, otro aliado de la IIGM. París atribuyó la falta de invitación a la “guerra de agresión contra Ucrania que se ha intensificado en las últimas semanas”. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, prometió el jueves a los veteranos que “Francia nunca olvidará” su batalla para liberar a Europa de los nazis. Se estima que los muertos y heridos en ambos bandos en Ucrania ascienden a cientos de miles, y los homenajes a los más de 4.400 muertos aliados en el Día D y muchos decenas de miles más, incluidos civiles franceses, en la consiguiente Batalla de Normandía, estaban envueltos en preocupaciones sobre que las lecciones de la II Guerra Mundial se están perdiendo. “Hay cosas por las que merece la pena luchar”, dijo el veterano de la II Guerra Mundial Walter Stitt, que sirvió en divisiones de tanques y cumple 100 años en julio, durante una visita a la playa Omaha esta semana. “Aunque ojalá hubiera otra forma de hacerlo que intentando matarse unos a otros”. “Aprenderemos uno de estos días, pero yo ya no estaré aquí", dijo Conscientes de la inevitabilidad de que los grandes aniversarios del desembarco pronto se celebrarán sin veteranos de la II Guerra Mundial, un gran número de personas con uniformes y vehículos de la época, así como turistas interesados en el espectáculo, han llenado Normandía para el 80 aniversario. El rey Carlos III y el primer ministro británico, Rishi Sunak, tenían previsto participar en una ceremonia más tarde en honor de los soldados británicos que tocaron tierra allí y en la playa Sword, mientras que el príncipe Guillermo participaría en una ceremonia por las tropas canadienses que desembarcaron en la playa Juno, junto con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Biden participaría en una ceremonia en el cementerio estadounidense, con vistas a la playa Omaha. Entre los que viajaron a Normandía había algunas de las millones de mujeres que construyeron bombarderos, tanques y otro armamento, y que jugaron otros papeles vitales en la II Guerra Mundial, que durante muchos años quedaron en un segundo plano tras las hazañas de combate de los hombres. “No lo hacíamos por honores y premios. Lo hacíamos para salvar nuestro país. Y terminamos salvando el mundo”, dijo Anna Mae Krier, de 98 años, que trabajó como remachadora para construir bombarderos B-17 y B-29. Homenajeados allá donde iban, algunos con sillas de ruedas y bastones, los veteranos aprovechaban para reiterar un mensaje que esperaban fuera eterno: Nunca olviden. “Saber la cantidad de gente que murió aquí es asombroso", dijo Allan Chatwin, de 98 años, que sirvió en la Marina estadounidense en el Pacífico, durante una visita en Omaha, la playa con más muertos aliados del desembarco. Rápidamente agregó: “No sé si asombroso es la palabra”. |
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