Apuntes Personales y de Derecho de las Universidades Bernardo O Higgins y Santo Tomas.


1).-APUNTES SOBRE NUMISMÁTICA.

2).- ORDEN DEL TOISÓN DE ORO.

3).-LA ORATORIA.

4).-APUNTES DE DERECHO POLÍTICO.

5).-HERÁLDICA.

6).-LA VEXILOLOGÍA.

7).-EDUCACIÓN SUPERIOR.

8).-DEMÁS MATERIAS DE DERECHO.

9).-MISCELÁNEO


miércoles, 15 de octubre de 2014

155.-Discurso de Emilio Castelar (II) a


 
 Discurso de Emilio Castelar.


  

La República y la guerra carlista
1874-01-02 - Emilio Castelar
A las Cortes constituyentes 

SEÑORES DIPUTADOS: El gobierno de la nación, fiel a los compromisos contraídos con vosotros, y a los deberes impuestos por su conciencia y su mandato, viene a daros cuenta del ejercicio de su poder, y a rendiros con este motivo el homenaje de su acatamiento y de su respeto. 
Fatídicas predicciones se habían divulgado sobre la llegada de este día; fatídicas predicciones desmentidas por la experiencia, que ha demostrado una vez más cómo en las repúblicas no entorpece la fuerza del poder al culto por la legalidad. Las generaciones contemporáneas, educadas en la libertad y venidas a organizar la democracia, detestan igualmente las revoluciones y los golpes de Estado, fiando sus progresos y la realización de sus ideas a la misteriosa virtud de las fuerzas sociales y a la práctica constante de los derechos humanos. Tal es el carácter de las modernas sociedades. 
Pero si el desorden, si la anarquía se apoderan de ellas, y quieren someterlas a su odioso despotismo, el instinto conservador se revela de súbito, y las lleva a salvarse por la creación casi instantánea de una verdadera autoridad.
Así, el funestísimo período en que una parte considerable de la nación se vio entregada a los horrores de la demagogia, dividiéndose nuestras provincias en fragmentos, donde reinaba todo género de desórdenes y de tiranías, las Cortes ocurrieron al remedio de este grave daño, creando poderes vigorosos y fuertes. 
El gobierno ha ejercido estos poderes, que eran omnímodos, con lenidad y con prudencia atento a 
vencer las dificultades extrañas más que a extremar su propia autoridad. 
Dondequiera que ha habido un amago de desorden, allí ha estado su mano con prontitud y con energía. Dondequiera que ha habido una conjuración, allí ha entrado con ánimo resuelto y verdadero celo. El orden público se ha mantenido ileso, fuera del radio de la guerra, y las clases todas se han entregado a su actividad y a su trabajo. 
Desgraciadamente la criminal insurrección que ha tendido a romper la unidad de la patria, esta maravillosa obra de tantos siglos, apoderándose de la más fuerte entre todas nuestras plazas, del más provisto entre todos nuestros arsenales, de los más formidables entre todos nuestros barcos de guerra, mantiene al abrigo de inexpugnables fortalezas su maldecida bandera, que todavía extiende sombras de muerte sobre el suelo de la República y esperanzas de resurrección en las pasiones de la demagogia. La falta de tropas y de recursos ha retardado la toma de la plaza, que no puede menos caer pronto a los pies de esta Asamblea, si se tiene en cuenta la actividad y la pujanza de los sitiadores, el decaimiento y la penuria de los sitiados. 
Este sitio ha apenado a la nación por sí, y por la directa complicidad que ha tenido con el aumento de las fuerzas carlistas y con los progresos de sus numerosas partidas. Mientras los cañones separatistas disparaban sus balas al pecho de nuestro ejército, casi le herían por la espalda las huestes rebeladas en armas contra la civilización moderna, y en tanto número esparcidas por los antiguos reinos de Valencia y Murcia. Digámoslo con varonil entereza. La guerra carlista se ha agravado de una manera terrible. Todas las ventajas que le dieron la desorganización de nuestras fuerzas, la indisciplina de nuestro ejército, el fraccionamiento de la patria, los cantones erigidos en pequeñas tiranías feudales, la alarma de todas las clases y las divisiones profundísimas entre los liberales, ha venido a recogerlas y a manifestarlas en este adversísimo período. 
Las provincias Vascongadas y Navarra se hallan poseídas casi por los carlistas, y las ciudades levantan a duras penas sobre aquella general inundación sus acribillados muros. Por la provincia de Burgos amenazan constantemente el corazón de Castilla; y por la Rioja pasan y repasan el Ebro como acariciando nuestras más feraces comarcas. 
El Maestrazgo se encuentra de facciones henchido; y los campos de Aragón y Cataluña talados e incendiados, presa de esta guerra calamitosa, implacable. Por todas partes, como si el suelo estuviera atravesado de corrientes absolutistas, se ven brotar partidas, mezcla informe de bandoleros y de facciosos. Las consecuencias de los errores de todos se han tocado a su debido tiempo. La República, que estáis llamados a fundar, pasa en su origen por las mismas durísimas pruebas por que pasó en la serie de los humanos progresos la monarquía constitucional. 
No olvidéis, pues, que estamos en guerra; que debemos sostener esta guerra; que todo a la guerra 
ha de subrogarse, que no hay política posible fuera de la política de guerra. No olvidéis que peligran en este trance nuestra recién nacida República y nuestra antigua libertad, las conquistas de la civilización, 
los derechos que tenemos a ser un pueblo moderno, un pueblo europeo. 
Y no olvidéis que la política de guerra es una política anormal, en que algunas funciones sociales se suspenden, y en que precisa transitoriamente sacrificar alguna manifestación de la libertad, no de otra suerte que en la fiebre se debe suspender por necesidad la alimentación ordinaria, que es tan precisa a la vida. 
Porque, Sres. Diputados, o la guerra no es nada, o es por su propia naturaleza una gran violencia contra otra gran violencia, un despotismo contra otro despotismo: en que de algún lado se halla la razón, pero sin contar para prevalecer con otro medio que la fuerza. 
Permitidme aconsejaros, sin embargo, que uséis de estos medios de excepción y de fuerza con la templanza y la energía con que en su guerra de independencia y en su guerra de separación los usaron aquellos que se llamarán en la historia moderna los fundadores de la democracia y de la República. 
Nosotros hemos tenido estos medios en nuestras manos, y los hemos usado con toda modernización, prefiriendo que nos creyeran débiles a que nos creyeran crueles, convencidos de que basta querer imponer la autoridad para que la autoridad se imponga. 
Además de estos medios políticos se necesitan fines políticos también. Y estos fines políticos deben ser, recordando en el nacimiento de nuestras instituciones que todos los seres recién nacidos son seres imperfectos, proponeros, no una República de escuela o de partido, sino una República nacional ajustada por su flexibilidad a las circunstancias, transigente con las creencias y las costumbres que encuentra a su alrededor, sensata para no alarmar a ninguna clase, fuerte para intentar todas las reformas necesarias, garantía de los intereses legítimos y esperanza de las generaciones que nacen impacientes por realizar nuevos progresos en las sociedades humanas. 
No olvidéis cuán formidable es el enemigo que tenemos enfrente; alimentado por antiguas y tradicionales ideas Poseedor de regiones enteras las más agrias y más inaccesibles de nuestro suelo, jefe de un ejército disciplinado y valerosísimo; esperanza de aquellos que han perdido la fe de vivir con el reposo de los pueblos civilizados y libres entre el oleaje de nuestras continuas revoluciones. Y lo decimos muy claro, lo decimos muy alto; en virtud de estas patrióticas consideraciones nuestra política ha tendido, aunque tímidamente, a guardar la dirección del gobierno en lo posible a los propagadores de la República pero agrupando en torno de la República a todos los elementos liberales y democráticos para oponer esta débil unidad a la formidable unidad del absolutismo. 
Pero no basta: para proseguir y terminar la guerra con los medios políticos se necesitan al mismo tiempo los medios militares. Mucho se ha declamado contra el ejército pero a medida que se avanza en la experiencia de la vida se ve más clara la necesidad imprescindible que tienen los pueblos del ejército. Mucho se ha extrañado la inmensa importancia dada a la profesión militar; pero cuando se medita que en medio del egoísmo general representa el ejército la abnegación de sí mismo, y la sujeción a las leyes rigurosas, en las cuales se anula toda personalidad, llevando este grande y continuo sacrificio hasta inmolar su vida propia por la vida y el reposo de los demás, se comprende y se comparte el orgullo con que han mirado todos los pueblos cultos las glorias de sus ejércitos. 
Algunos pasos ha dado este Gobierno en el camino de afianzar el ejército: primero, la rehabilitación de la ordenanza; segundo, el restablecimiento de la disciplina; tercero, la reinstalación de la artillería; cuarto, la distribución de los mandos entre los generales de todos los partidos, lo cual da al ejército un carácter verdaderamente nacional. Reclutarlo, reunirlo, establecerlo, equiparlo, armarlo; restaurar la disciplina, vigorizar la ordenanza; hacerlo tan rápido para ahogar en su germen el motín, como sufrido para sostener en su rudeza la guerra, ha sido obra de cortos días y de largos resultados. 
La verdad es que por la República el ejército ha combatido en Barbarin, en Monte-Jurra y Belavierre, en Estella, en Berga y en Monreal; por la República el ejército, antes indisciplinado, de Cataluña, ha hecho en todas partes prodigios de heroísmo; por la República ha empapado en sangre las montañas y las llanuras de Arés y Bocairente; por la República ha engendrado en su fecundo seno nuevos héroes, y ha tenido en sus gloriosos anales nuevos mártires. Si la guerra civil ha de proseguir con vigor y ha de acabar con éxito, precisa que inmediatamente autoricen las Cortes el llamamiento de nuevas reservas que caigan sobre el Centro, sobre el Norte, sobre Cataluña, y contrasten la pujanza de los absolutistas. 
El pueblo armado ha contribuido también a sostener la causa de la libertad. Desvanecidos los delirios separatistas, engendro fatídico de un momento, el pueblo armado en todas partes corrió a defender nuestros derechos, a salvar nuestras queridas instituciones. Así el Gobierno se ha apresurado, en virtud de la autorización que le concedisteis, a formar una milicia en la cual tomen parte todos los ciudadanos. De esta suerte, los españoles, sin excepción alguna, contribuirán a la defensa nacional y equilibrarán sus fuerzas: que no hemos salido de la tiranía de los reyes para entrar en la tiranía de los partidos. 
Los que se quejan de la decadencia del espíritu público; los que creen al pueblo indiferente entre el absolutismo y la República, pueden recordar los voluntarios de Mora de Ebro, gastando hasta el último cartucho sin perder la última esperanza; los voluntarios de Bilbao aguijoneados de la misma decisión que sus padres; los voluntarios de Olot, de Puigcerdá, de Barberá, de Tolosa, de innumerables pueblos; los voluntarios de Tortellá, que después de haber perdido sus casas y sus bienes se consolaban con haber conservado en la desnudez y en el hambre su libertad y su República. 
A pesar de tanto esfuerzo material hubiera sido imposible sostener la guerra sin grandes y extraordinarios recursos. Conocida la penuria del Tesoro, os maravillará que hayamos podido ocurrir a los onerosísimos gastos de la guerra, que han subido a 400 millones de reales en este último interregno parlamentario. Es preciso, es urgente arreglar nuestra deuda y aumentar nuestros disminuídos ingresos sí hemos de salvar la Hacienda y restablecer la paz. 
Pero no basta con obras de consolidación; se necesitan obras de progreso; no basta con atender a la conservación de nuestras instituciones; se necesita mejorarlas y reformarlas, que no somos un gobierno exclusivo como los antiguos; somos y debemos ser un gobierno de estabilidad y de progreso a un tiempo. Y las reformas que más urgen son: establecimiento inmediato de la instrucción primaria obligatoria y gratuita, pagándola por el presupuesto general de la Nación, a fin de evitar la miseria de los maestros de escuela, mal y tarde retribuidos, por regla general, en los ayuntamientos; separación de la Iglesia y del Estado para que a un tiempo la conciencia consagre todos sus derechos, y el gobierno tome el carácter imparcial que entre todos los cultos le imponen nuestras libertades; abolición de toda corvea, de toda servidumbre, de toda esclavitud, para que solo haya hombres libres en el seno de nuestra República, lo mismo aquende que allende los mares. 
Si obedeciendo al doble movimiento de conservación y de progreso que impulsa a las sociedades modernas entráis en una política mesurada y conseguís un gobierno estable, será reconocida por Europa nuestra República. Ninguna nación, ningún gobierno tiene ya hoy antipatías invencibles a la forma republicana, como sucedía a fines del pasado siglo. Todos quieren a una que se establezca aquí un gobierno que dé verdaderas garantías al orden público y a los cuantiosos intereses que para el comercio universal entraña nuestro rico suelo. 
Una grave, gravísima cuestión internacional surgió en este crítico período con motivo del apresamiento del «Virginius». El gobierno os presentará el protocolo de este asunto, y en él podéis ver si ha sido feliz evitando una guerra más a nuestra Patria y sosteniendo los principios de derecho internacional sobre que descansan las relaciones de las sociedades humanas entre sí. Con motivo de este suceso hemos recibido nuevas pruebas de la amistad de muchos gobiernos, y nos hemos persuadido una vez más, al imponer a nuestra grande Antilla un tratado, que repugnaba a su susceptibilidad nacional, que el nombre de España es allí tan sólido y tan duradero como el mismo suelo de la isla. 
No hemos descuidado ni desatendido ninguno de los derechos de nuestra Patria, y por eso en la cuestión de las sedes vacantes hemos creído velar por prerrogativas antiguas y tradicionales, a las que solo vosotros, representantes del pueblo, podéis legítimamente renunciar. 
Nuestra situación, grave bajo varios aspectos, se ha mejorado bajo otros. El orden se halla más asegurado, el respeto a la autoridad más exigido arriba y más observado abajo. La fuerza pública ha recobrado su disciplina y subordinación. Los motines diarios han cesado por completo. Ya nadie se atreve a despojar de sus armas al ejército, ni el ejército las arroja para entregarse a la orgía del desorden. Los ayuntamientos no se declaran independientes del poder central, ni erigen esas dictaduras locales que recordaban los peores días de la Edad media. Las diputaciones provinciales no se atreven a convertirse en jefes de la fuerza pública. El orden y la autoridad tiene sólidos fundamentos, que siéndolo de la República, lo son también de la democracia y de la libertad. 
Es necesario cerrar para siempre definitivamente, así la era de los motines populares, como la era de los pronunciamientos militares. Es necesario que el pueblo sepa que todo cuanto en justicia le corresponde puede esperarlo del sufragio universal, y que de las barricadas y de los tumultos solo puede esperar su ruina y su deshonra. Es necesario que el ejército sepa que ha sido formado, organizado, armado para obedecer la legalidad, sea cual fuere: para obedecer a las Cortes, dispongan lo que quieran; para ser el brazo de las leyes. Los hombres públicos debían todos decir, así a los motines populares como a las sediciones militares: si triunfaseis aunque invoquéis mi nombre, aunque os cubráis con mi bandera, 
SEÑORES DIPUTADOS: Hora es ya de que resolvamos esta crisis; a la altura en que nos encontramos, opresa la Cámara del sueño, opreso yo mismo de la inquietud que me inspira mi grande responsabilidad, ya que ahora soy árbitro del tiempo, seré breve. 
Seré breve, me defenderé brevemente, para que no se crea que defiendo el poder que acepté casi impuesto, el poder que he mantenido vigorosamente en mis manos, el poder que entrego íntegro a esta Cámara republicana. 
Señores Diputados, la situación en que se encuentra el presidente del Poder ejecutivo ha sido con grande elocuencia resumida en breves frases por mi amigo el Sr. Labra. Me ha dicho mi amigo el Sr. Labra que yo inspiro recelos y sospechas al partido republicano. No trato de tachar de inconsecuente al Sr. Labra, aun cuando S.S. me ha tachado a mí de tal; yo lo he confesado, y creo que la inconsecuencia tiene una grande justificación cuando se inspira en grandes móviles. Yo he consumido parte de mi tiempo en una sociedad literaria, de la cual era miembro el Sr. Labra, y allí contendíamos, él defendiendo la monarquía siendo un niño, y yo defendiendo la República siendo muy joven. ¡Quién me había de decir a mí que el Sr. Labra monárquico hasta la última hora de la monarquía, y ahora desinteresado republicano, vendría a decirme que inspiro recelos a un partido por el cual he sacrificado mi existencia y he sido condenado a garrote vil por la tiranía de los Borbones! (Grandes aplausos). 
Sin embargo, tengo que decir una cosa. Yo nunca le he sido sospechoso al partido republicano en la oposición; le soy sospechoso cuando el partido republicano tiene el poder, cuando es árbitro de la fortuna y de los tesoros de la Nación, y si le soy sospechoso, es porque le digo que él solo no puede salvar la República; es porque le digo que está perturbado; es porque le digo que no gobernará como no condene enérgicamente esa demagogia. ¿Y quién tiene derecho a extrañarse de que yo, presente en el partido republicano el elemento más conservador por excelencia del partido republicano? ¿Dónde estaba yo a los 21 años, cuando se empezó una lucha entre La Discusión y La Soberanía Nacional? Estaba con el más moderado de aquellos periódicos, con La Discusión. Más tarde vino la lucha que ahora también nos separa, y en aquel gran debate, mientras unos republicanos se encontraban de parte de la utopía socialista, que prometía no sé qué edenes que no han podido traer a la tierra, yo me encontraba de parte de los individualistas. 
Adelantaron los tiempos, llegamos al terreno práctico; unos republicanos decían que no querían aliarse con los progresistas, ni aun para derribar a los Borbones y otros republicanos, en mi sentir más prácticos y más conservadores, decíamos que si no nos aliábamos con los progresistas para esta obra común, ellos entrarían en la Cámara, acatarían a los Borbones, serían llamados al poder y perderíamos toda esperanza para la democracia y para la República en España. Por consecuencia, me encuentro hoy casi en la misma situación en que me encontraba antes de la revolución de setiembre. Yo estaba por la coalición; los que ahora me combaten estaban por el aislamiento. Con vuestro aislamiento os hubierais consumido en vuestras cátedras, en vuestros periódicos y en vuestras academias; con mi coalición ha venido la libertad, la democracia y la República. 
Vino después el momento de la revolución de setiembre; y yo, teóricamente republicano, teóricamente federal, dije, sin embargo, a los hombres más eminentes de aquella revolución: habéis convenido en los derechos individuales y en el sufragio universal aceptando la monarquía, pues yo soy más conservador que vosotros: yo no tengo inconveniente en que me limitéis el sufragio y los derechos individuales, con tal que ante todo y sobre todo me deis nuestra querida República. 
Y luego, señores, vino la grande inconsecuencia de la revolución, que fue el haber levantado sobre tan generosos principios una monarquía, y para mayor mengua, una monarquía extranjera. Yo entonces busqué los procedimientos de acabar con aquella monarquía; una parte considerable del partido republicano se inclinaba a los procedimientos de fuerza; y yo, como más conservador, me inclinaba a los procedimientos parlamentarios. Pronuncióse en aquellos momentos la palabra benevolencia, que fue el veneno que mató la monarquía democrática. Y yo desde el momento en que pronuncié aquella palabra, ¿no fuí un aliado fidelísimo e incansable del partido radical? ¿No le apoyé directamente con mis votos, e indirectamente con mi silencio? 
Vino la República, no traída por los republicanos, que no tienen derecho a llamarse los fundadores de la República, sino traída por los radicales; así es que yo entré a formar parte con gran satisfacción de un ministerio en que había elementos radicales; y la noche triste para la República del 24 de Febrero, en que aquella coalición se rompió, yo dije a la minoría republicana el abismo a que se arrastraba a la República. Ya estamos en el fondo de ese abismo. 
Yo dije a la minoría que teníamos pocos hombres que pudieran representar grandes agrupaciones; que esos hombres acabarían muy pronto, y que el día en que sucumbieran de estos hombres tres o cuatro, corría los pueblos latinos aman las personificaciones más que las ideas, moriría con ellos la República. Pues bien; ya están desacreditados todos. (Rumores en la izquierda) 
Meceos en vuestras ilusiones; somos más impopulares que los moderados, que los conservadores, que los radicales, porque nuestra impopularidad es más reciente y nuestros errores se tocan más de cerca. Por consiguiente, ¿que va a pasar a esta República? ¿Dónde está el hombre que va a llevar sobre sus hombros el peso de este monte Atlante que se llama República? Es muy fácil hablar de que no se aceptará el poder de que grandes compromisos impiden apoyar a un gobierno; pero cuando este gobierno cae, cuando la autoridad va a encontrarse huérfana, cuando apenas puede salir de esta Cámara un ministerio viable, decidme: ¿Qué doctor Dulcamara tenéis, filósofos sin realidad en la vida? (Grandes aplausos) 
¿Por ventura he dejado de apoyar yo a alguno de los hombres del partido republicano? Yo apoyé al Sr. Figueras hasta el último momento; yo apoyé constantemente al Sr. Pi, y no me arrepiento de ese apoyo, y luego apoyé al Sr. Salmerón con todo mi corazón, porque es mi amigo, mi condiscípulo, mi discípulo, uno de los filósofos que más ilustran nuestra patria, y porque le quiero con toda la efusión de mi alma. 
¿Y qué sucedió? Que un día, después de agotados todos los medios de fuerza, el Sr. Salmerón no 
pudo vencer ciertos obstáculos y ciertos escrúpulos nacidos de su conciencia. 

Entonces yo me encontraba en la presidencia de esta Cámara en una beatitud perfecta, sin ninguna responsabilidad, alejado del poder, que me repugna más cada día, y tuve que bajar de mi Olimpo y venir a este potro. ¿Y por qué bajé? Porque así me lo exigía el deber, porque yo no podía volver la cara al peligro ni rehuir responsabilidades. 
El Sr. Labra nos decía: ¿por qué no imitáis la conducta del rey don Amadeo, que se fue antes de violar los principios democráticos? El rey D. Amadeo procedió noblemente, pero el Sr. Labra ha de permitirme que le diga que al rey D. Amadeo no le interesaba España tanto como me interesa a mí. Él iba a tierra donde reposan los huesos de sus padres. Yo tenía que quedarme aquí hasta morir, si es preciso, para que no perezcan en manos de la República la salud, la integridad de la patria. Y me quedé.¿Y en qué situación me encontré? ¿Era, por ventura, la situación del momento la que me preocupaba y afligía? No; con gran patriotismo, con gran energía, el ministerio Salmerón había dulcificado aquella situación: pero yo veía los resultados del desmembramiento cantonal, de la indisciplina militar, de la falta de toda autoridad arriba y toda obediencia abajo; yo veía los peligros que se cernían sobre nuestras cabezas, en el momento en que era necesario arrancar a las madres sus hijos y lanzarlos a la lucha, a la muerte, y pedí dificultades extraordinarias. Las he usado, y desafío a todo gobierno que quiera seguir la guerra con 
vigor a que gobierne con los mismos procedimientos en tiempos normales que en tiempos anormales. 
Y, señores, ¿a quién he engañado yo? ¿Qué fórmula di que no haya planteado?¿Qué promesa hice que no haya cumplido?¿Os dirigíais a un enigma, a una esfinge? Os dirigíais a un repúblico que había dicho cuanto pensaba hacer. Dijo que pensaba restablecer la ordenanza, vigorizar la disciplina, sacar con mano fuerte las reservas, aplicar la pena de muerte, conferir los mandos militares a generales de todos los partidos. ¿Y qué he hecho, Sres. Diputados, sino cumplir las promesas que os hice? ¿Quién puede llamarse a engaño? ¿Quién puede decir que yo soy desleal? ¿Sabéis por qué he hecho todo eso? Por salvar la República, que pongo sobre la libertad, sobre la democracia, sobre todo, porque no hay mejor signo de redención, de emancipación para generaciones educadas en la tiranía de los reyes que adquirir la República. Así es que yo soy liberal, muy liberal; y se conoce que soy liberal en que, habiendo tenido toda clase de poderes, casi no he usado de ellos. 
Yo soy demócrata por temperamento, por convicción, por historia: pero así como amo el sol, y el sol tiene eclipses, así cuando los fétidos pantanos de las antiguas creencias arrojan sus mías más por todas partes; cuando este suelo estremecido por tantas tradiciones absolutistas levanta cráteres que pueden incendiar hasta la médula de nuestra libertad y de nuestros derechos, entonces consiento que el humo y los vapores nublen el sol de la democracia seguro de que ese sol ha de ser eterno y esplendoroso. Pero antes que liberal, antes que demócrata, soy republicano, y prefiero la peor de las repúblicas a la mejor de las monarquías; y prefiero una dictadura militar dentro de la República, al más bondadoso de todos los reyes. 
Porque, señores, está en la naturaleza de las monarquías; les sucede siempre a las monarquías, que, tarde o temprano, anulan los derechos de las democracias; como sucede siempre a las Repúblicas que admiten el espíritu de su siglo. Y si no, ¿creéis que política ni aun socialmente es comparable el estado de las monarquías europeas con tantos siglos de grandezas, de glorias y de conquistas, con el estado político de las Repúblicas de América? Pero hay aquí una cosa, y es, que si la República de mis ideas y de mis ensueños pudiera realizarse, habría pocas repúblicas tan hermosas. Yo la pondría todas las preseas y todas las galas del arte, y haría que en ella todos los hombres practicaran todas las virtudes; pero, Señores Diputados, lo que yo tengo que hacer es la República de la realidad; y os digo que es una ley, no histórica, sino fisiológica, que todos los seres nazcan imperfectos. La encina que ha de desafiar el huracán y los siglos, es en su nacimiento un débil tallo que se doblega bajo el ala del insecto. 
El grande, el ilustre pensador que descubrió el cálculo infinitesimal y que adivinó la ley de la gravitación universal, estuvo en su cuna tan falto de inteligencia y de palabra como el último de los imbéciles. Y lo mismo ha sucedido a las repúblicas: la griega fue en su origen una oligarquía; la romana un patriciado; las de la Edad media una lucha entre caballeros feudales y condotieres y gente de municipio; la holandesa, con haber dado la libertad de conciencia y de comercio al mundo, fue el coto de algunos señores, que luego rigieron los primeros tronos de Europa; la misma República suiza que hoy se admira tanto, colección de cantones feudales, donde mandaban abades y señores y a veces hasta monjas: la República francesa, la dictadura más sangrienta y más abominable que han conocido los siglos. 
La misma República de los Estados Unidos no pudo salvarse sino por diez años de dictadura; que todos los seres, cuando más perfectos han de ser en su desarrollo nacen más imperfectos y más débiles. Por consecuencia, lo que yo deseo es que tengamos la República posible; y lo que quiero y se lo digo en su cara al partido republicano, es que tenga la mayor abnegación posible; que se deshaga cuanto pueda del poder, y que imite a aquellos artistas de la Edad media que después de haber levantado las más maravillosas catedrales, no ponían su nombre en una sola piedra. 
¿Sabéis por qué? Porque yo no necesito la adhesión de los republicanos a la República; lo que necesito es que la sostengan los elementos que no son republicanos, o que lo son hace poco, y por eso quiero, usando la frase vulgar, resellarlos para la República. No he hecho esa política porque no he podido: los ministros que hay aquí no son unionistas, no han apoyado a Posada Herrera, no han sido ni siquiera progresistas, y por consiguiente, no autorizan a que se diga que yo traigo al poder los partidos contrarios a la República. Pero lo declaro con franqueza: si algún día fuese árbitro de traerlos, si tuviera confianza en que habían de ser republicanos por convicción o por necesidad, os lo aseguro, no me tachéis de desleal, los traería al poder. Ya lo sabéis: proceded en consecuencia. 
Y aquí veo a algún amigo mío arrojarme otra vez las palabras «ahí tenéis a López: López hizo lo mismo; trajo los otros partidos al poder y lo devoraron a él». Pero, señores, ¿cuál fue el primer crimen de aquellos hombres? El haber combatido rudamente al general Espartero, sacrificando lo real a lo perfecto. 
Y luego llamó a aquellos partidos a que le ayudasen a crear -¡inocente!- la mayoría de la reina. Si yo 
trajera a los otros partidos, los traería precisamente para evitar la mayoría del príncipe Alfonso. 
Porque, después de todo, señores, aquí invocamos los grandes nombres y, creemos haberlo dicho todo. Washington, el fundador de la República y de la democracia en América; el probo, el santo, el gran ciudadano, ¿qué hizo? ¿Cómo fundó la República? Teniendo durante su segunda presidencia cinco años de facultades extraordinarias, y formando su ministerio con republicanos como Jefferson, que había sido embajador en París y estaba tachado de jacobinismo, pero con monárquicos como Jackson, que hubiera pasado por tory en la aristocrática Inglaterra. Aquel hombre llevaba al poder de la República a todos los partidos, sabiendo mejor que Napoleón aquella célebre frase: «la República es como el sol; ciego el que no lo ve». A mí me dan miedo, mucho miedo, los monárquicos con monarca, pero me dan más risa que miedo los monárquicos que no le tienen. 
Yo creo, señores, que urge fundar el partido conservador republicano; porque si no tenemos muchos matices, no podremos conservar mucho tiempo la República. Y nosotros tenemos más cualidades que nadie para ser el partido conservador de la República, porque somos los que hemos conseguido ya todo cuanto hemos predicado. Porque, después de todo, tenemos la democracia; tenemos la libertad, tenemos los derechos individuales, tenemos la República; no nos falta ya nada. (Rumores en la izquierda) No nos falta nada de cuanto hemos predicado; vosotros, los que queréis reunir al mundo para 
dividirlo luego en cantones y poner un Contreras en cada uno, sois los que tenéis aún mucho que desear. 
Pero a nosotros con dos reformas nos basta: primera, la separación de la Iglesia y del Estado; segunda, la abolición de la esclavitud. (Una voz: ¿Y la federal?) La federal; eso es organización municipal y provincial, y hablaremos más tarde; eso no vale la pena. (Risas y murmullos) El más federal tiene que aplazarla por diez años. (Una voz; ¿Y el proyecto?) Lo quemaron en Cartagena. (Grandes aplausos) No me diréis que no soy franco (El Sr. Armentia: Se acaba la paciencia). ¿Se le acaba la paciencia al Sr. Armentia? Pues, Sr. Armentia, yo tengo derecho, como S.A., a decir a mi Patria lo que pienso y lo que siento; la Cámara me juzgará; yo, antes que todo, soy hombre de honor y de vergüenza. (Aplausos) 
¡Ah! yo sería un traidor si lo dijese esto delante de una Cámara monárquica para conservar el poder, pero como se lo digo a una Cámara republicana federal intransigente, tengo en esto mucha dignidad, mucha elevación y mucha honra. (Aplausos) 
Ya sé yo que me llamaréis apóstata, inconsecuente, traidor; pero yo creo que hay una porción de ideas muy justas, que son en este momento histórico irrealizables, y no quiero perder la República por utopías. Me contento ahora con la República, y creo que han contribuido mucho a traerla varios partidos, los hombres políticos que la iniciaron, y a los cuales, sean cualesquiera las disidencias que de ellos me separen, rendiré siempre fervoroso culto. La han traído también aquellos partidos que, sea cualquiera el móvil porque en los móviles no se puede entrar, aquellos partidos, digo, que en Cádiz levantaron la bandera de la insurrección contra la dinastía de los Borbones, y creo que esos hombres hicieron más por la República que todos vuestros marinos cantonales. (Dirigiéndose a la izquierda.-Risas) 
Creo más; creo que contribuyeron a traer la República los demócratas a quienes tendía tan elocuentemente sus brazos esta noche el Sr. Labra; ellos divulgaron los derechos individuales, ellos los implantaron en una Constitución que ha de ser base de todas las Constituciones futuras. 
Y luego digo otra cosa: que el partido republicano mantenido aquí tan elocuentemente, mantenido fuera de aquí con tanto valor y pujanza, tiene que transformarse en dos grandes partidos: uno pacífico, muy pacífico, pero progresivo, muy progresivo, a quien le parezcan extrañas nuestras ideas: y otro pacífico, nada de dictatorial, nada de autoritario, nada de arbitrario; legal, muy legal; demócrata, muy demócrata, pero con un grande instinto de consolidación y de conservación, porque él tiene que consolidar y conservar la obra más grande del siglo XIX, la obra de la República. Y así es que en estas divisiones en que tanto se habla de personalidades, de conciertos, de diferencias, lo que late, lo que existe ya es el germen de esos grandes partidos. 
Vosotros apartad de la demagogia al pueblo y hacedle ver que dentro de la República tendrá el pan del alma y el pan del cuerpo, y nosotros apartemos a los elementos conservadores de la monarquía y hagámosles ver que en la República tendrán también garantizados sus legítimos intereses. (Aplausos) Hagamos esto, unámonos todos en una gran fusión, teniendo todos la franqueza de sus ideas. Si alguno de nosotros pasa en esto por impopular ¡qué remedio tiene! es muy cómoda, es muy placentera la popularidad. Yo le he devorado con anhelo, yo la he tenido, creo haberla perdido y creo en gran parte que merezco perderla, porque si no la perdiera me sentiría fuera de aquella ley de que a toda realidad acompaña un gran desengaño: que los Bautistas y los profetas están destinados a ser bendecidos, y los que gobierna están condenados a ser maldecidos, teniendo que aceptar noble y virilmente esa maldición. 
Y aquí viene como de molde la cuestión de los ejércitos y los obispos. 
Hace pocos días en una de las Cámaras prusianas, le dirigían al príncipe de Bismarck una reconvención por haber cambiado ideas de secta en ciertas ideas de gobierno y le decían lo que de seguro me va a decir el señor Armentia: «apóstata». Bismarck contestaba: «es verdad, pero cuando estaba allí era el jefe de una secta: ahora estoy aquí y soy el jefe de una nación»; y como soy jefe de una nación, aunque sin merecerlo, he sostenido en mis manos prerrogativas, las regalías que por espacio de quince siglos ha tenido la nación española. Yo no podía ni debía promover un conflicto religioso. Les podrá convenir a ciertos hombres de Estado de Prusia y de Suiza suscitar conflictos religiosos, pero a un hombre de Estado español en estas circunstancias, no le conviene tener un enemigo más en la fe religiosa, que es muy respetable, tan respetable o más que cualquier filosofía. 
Después de todo, figurémonos que el gobierno no hubiera querido usar de esta prerrogativa; el Papa hubiera nombrado los obispos y los arzobispos, y entonces el gobierno hubiera tenido que usar de principios contrarios a la libertad de la Iglesia, impidiendo que estos obispos, que a los ojos de la ley escrita no eran tales obispos, hubieran tomado posesión de sus sillas. De suerte que tenía que violar los principios de la libertad religiosa, si es que a vosotros no os parece que esos principios no se violan cuando se violan en contra de los obispos. Es necesario no tener las preocupaciones volterianas, y después de todo, lo que hemos hecho en esto ha sido dar una nueva prueba de nuestro acatamiento, así a las leyes del Estado, como a la libertad de la Iglesia. Porque el argumento de que hay presentado un proyecto de ley es un argumento baladí, que me extraña haya empleado el señor Labra. Pues qué, porque se haya traído un proyecto de ley repartiendo los bienes de propios a censo, ¿no podemos venderlos? Pues lo estamos vendiendo. 
Las leyes no lo son en el régimen parlamentario hasta que se discuten y aprueban. ¡Pues no faltaba más sino que todos los delirios que los señores diputados tuvieran por conveniente presentar sobre la mesa fueran leyes desde luego! 
¿Y que digo del ejército, señores diputados? ¿Teníamos nosotros tiempo ni medios para organizarlo de otra manera? ¿Qué era lo urgente? Organizarlo en la forma que se podía. Y créame mi amigo el Sr. Salmerón; no era posible en aquél momento supremo improvisar esos medios. Gracias que vimos vestida, armada y equipada en lo posible una parte de ese ejército, para lo cual hemos tenido que gastar 400 millones en estos cuatro meses, y ahora hay que aumentar más ese ejército, porque si no hay 50.000 hombres en las provincias Vascongadas, 30.000 en Cataluña y 15.000 en el centro, y 15 ó 16.000 caballos, y en vez de esto nos ocupamos en la desorganización del ejército y en promover la indisciplina, créanlo los señores diputados, el peligro que no corrieron nuestros padres lo correremos nosotros; pues mientras nosotros discutimos los mayores o menores grados de federación, los carlistas se organizan, y si pronto no les ponemos un ejército bastante a contenerlos, ellos procurarán venir sobre la ciudad santa de su rey, que es Madrid. 
Si por algo lamento con profundo dolor los sucesos de esa insurrección que ha condenado a los habitantes de una importante ciudad a abandonarla; que ha abierto los presidios y convertido esa ciudad en un nido de piratas; que ha traído la intervención extranjera, y que ayer mismo quemó 50 millones al destruir la «Tetuán», es porque podríamos haber dispuesto de esa fuerza para hacer frente a la insurrección carlista; por eso creo yo que la República no tiene más que un enemigo temible: la demagogia, y entiendo que es necesario evitarla a todo trance. 
Ahora, señores diputados, solo me resta deciros que, si soy sospechoso al partido republicano, si es que me habéis de sustituir, lo hagáis pronto; porque si algo me apena es el Poder, y si alguna cosa me halaga es el retiro de mi hogar, al que llevaré la satisfacción de haber dado a mi país cuatro meses de paz en lo que me ha sido posible, y en él pediré a Dios os dé el oportuno acierto para salvar las dificultades que nos rodean y llevar adelante la República; lo que ciertamente no creo pueda conseguirse sin los medios que os acabo de indicar, y que son los que exige la naturaleza de los sucesos por que atraviesa la nación, pues delante de la guerra no hay más política que seguir que la de la guerra. 


 
misceláneo 


   
Estilo de vida.



Enrique Rojas, psiquiatra: "El mejor antídoto contra la ansiedad es aprender a desdramatizar los problemas"
El experto ha ofrecido tres premisas para aprender a gestionar nuestras emociones y, en consecuencia, aquello que nos rodea.
Más información: Mario Alonso Puig, cirujano: "La alimentación tiene un impacto muy positivo a la hora de eliminar cuadros de ansiedad"

Tania Carballo
26 abril 2025

La ansiedad es el problema de salud mental más frecuente en España. A pesar de los escalofriantes datos, que indican que el 12,6% de la población sufre trastornos de ansiedad, entre el 35% y el 50% no recibe ningún tratamiento para su afección, o no es el adecuado. Según los expertos, esta prevalencia puede tener muchas razones, pero una de las más destacadas es aprender a gestionar nuestros recursos emocionales.
Biológicamente, el ser humano está preparado para sostener puntualmente momentos de estrés, especialmente cuando la huida o la reacción rápida pueden ser necesarias para sobrevivir en nuestro entorno. Cuando este mecanismo natural se activa de forma constante o sin una amenaza real, se convierte en un estado de alerta permanente que afecta a la mente y al cuerpo, deteriorando nuestra calidad de vida.
Los únicos responsables de que este mecanismo se active sin una amenaza real somos nosotros mismos y nuestra percepción alterada de la realidad. Por este motivo, el psiquiatra Enrique Rojas ha ofrecido tres premisas "para valorar los hechos que nos suceden en su justa medida" y, de esta forma, aprender a aliviar la ansiedad: saber valorar los sucesos con una visión larga, desdramatizar y tener una reacción que sea proporcionada a lo ocurrido.

1. Aprender a valorar los sucesos con una visión larga.

Enrique Rojas, uno de los psiquiatras más influyentes, ha dedicado gran parte de su obra a intentar comprender la mente humana y a ofrecer herramientas para enfrentar diferentes desafíos emocionales. Uno de esos desafíos, tal vez el más común y al mismo tiempo el más difuso, es la ansiedad.
En una publicación de sus redes sociales, el experto ha confesado que es muy difícil poner en práctica diferentes estrategias para aliviar la ansiedad, pero que, sin embargo, existen tres premisas muy simples que pueden ayudarnos. En primer lugar, Rojas habla sobre la visión larga.
Según el experto, "no quedarnos solo con la anécdota negativa de un momento o circunstancia" es la primera premisa que debemos incorporar a nuestro día a día para aliviar la ansiedad. Tenemos que aprender a mirar los acontecimientos no solo desde la emoción inmediata, sino desde una perspectiva más amplia.
La ansiedad suele surgir cuando nos aferramos al presente negativo. Nos ocurre algo desagradable y dejamos que eso ocupe toda nuestra mente y, además, perjudique al resto de nuestra vida. De esta forma, perdemos la perspectiva real de la circunstancia y minimizamos lo demás.
Cuando aprendemos a poner cada hecho en su contexto y ejercitamos la capacidad de ver más allá, muchas situaciones pierden su capacidad de desestabilizarnos. Nos damos cuenta de que lo que hoy nos inquieta, en unos días, semanas o meses, será solo un recuerdo.

2. Desdramatizar

La segunda premisa para aliviar la ansiedad, según Enrique Rojas, es desdramatizar. En la actualidad, hemos aprendido a exagerarlo todo y a convertir todos los problemas en tragedia; sin embargo, estamos cometiendo un error, ya que estamos provocándonos una mentalidad que convierte cada dificultad en una amenaza desproporcionada.
Desdramatizar no es banalizar los problemas, ni fingir que todo está bien cuando no lo está. Es, más bien, poner los problemas en su justa medida, verlos con realismo, sin adornos trágicos ni catastrofismos mentales: reconocer que hay situaciones difíciles, pero que no van a acabar con nosotros. 
En este sentido, Rojas indica que debemos aprender a hablar de nuestros conflictos de una forma más racional. Cuando cambiamos el lenguaje con el que nombramos lo que nos ocurre, también cambiamos nuestra vivencia emocional de los hechos. Una mente que sabe desdramatizar es una mente que encuentra más fácil el camino hacia la calma.

3. Una reacción proporcionada a lo ocurrido.

Por último, Rojas habla de las reacciones proporcionadas como tercera premisa. La ansiedad, en muchas ocasiones, no está provocada tanto por el hecho en sí, sino que somos nosotros los que tenemos una reacción desmesurada ante él. Esto, según el experto, "no es más que un aprendizaje que entraría dentro de la experiencia de la vida".
Reaccionar proporcionalmente implica desarrollar el dominio propio, la capacidad de regular nuestras emociones, y de no permitir que lo externo determine completamente nuestra mente. De igual forma, tenemos que ser conscientes para saber aplicarlo en nuestro día a día.

Estas tres ideas —visión larga, desdramatización y reacción proporcional— se complementan entre sí y forman una especie de brújula interior que nos ayuda a afrontar diferentes situaciones que, de forma general, nos generarían esos cuadros de ansiedad.


  
50 años de la guerra de Vietnam.


  
A 50 años de la guerra de Vietnam, este importante conflicto bélico del siglo pasado, esta llegando al olvido en el  mundo occidental, y en los Estados Unidos, como es la Guerra de Corea, solo es importante para los vietnamitas.  

 
El dilema de la diáspora vietnamita: Recordar o pasar página al legado de la guerra.

mar, 29 de abril de 2025

Los Ángeles, 29 abr (EFE).- El periodista Dzung Do tenía 14 años en 1975 cuando las fuerzas comunistas del Norte tomaron Saigón y pusieron fin oficialmente a la Guerra de Vietnam. Medio siglo después, se debate, como muchos vietnamitas de la diáspora, entre recordar o pasar página a un pasado de desarraigo que marcó sus vidas para siempre.
"Cada aniversario hay una mezcla de sentimientos. Muchos todavía odian al gobierno que ganó la guerra, otros ven esa fecha como el día en que pudieron empezar una nueva vida aquí, y algunos ya no quieren hablar de eso", cuenta en una entrevista con EFE Do, editor del Nguoi Viet Daily, el periódico vietnamita más antiguo fuera de Vietnam.
Tras la guerra, pasaron 18 años para que Do pudiera salir de Vietnam. "Tengo recuerdos vívidos de casi toda la guerra", dice el periodista que asegura que de haberse quedado en su país muy "posiblemente estaría muerto".
Do vivía con su numerosa familia cerca de un aeropuerto que servía como cuartel general del ejército de Vietnam, en un barrio rodeado de soldados estadounidenses.
"Mi madre intentó repartirnos con tres familias estadounidenses para que nos sacaran del país, pero mi papá no la dejó. Teníamos que ir o todos o ninguno", recuerda.
Tanto él como sus hermanos intentaron salir del país varias veces; dos de ellos murieron en el intento, pero uno lo logró, llegó a EE.UU. y tiempo después pudo traer a toda su familia, menos a su padre, quien falleció en el país.
"Ahora que estoy en EE.UU. pude construir una vida, una carrera, aquí tengo hijos, esposa y dejé el pasado atrás", asegura.
"Me siento afortunado por haber presenciado lo que viví, es un capítulo en la historia, pero en 10 años cuando más gente muera, no sé cuánta más gente va a recordar este momento", explica.

Una nostalgia occidental

Para Viet Thanh Nguyen, profesor y ganador del Pulitzer por su libro 'The Sympathizer', la memoria de la guerra no solo persiste en quienes la vivieron, sino también en las formas en que los países aprenden (o no) de ella.
"Pienso mucho en qué tipo de lecciones se han aprendido con tiempo, y hablando específicamente de EE.UU., creo que han sido las incorrectas", dice a EFE el escritor.
Desde su perspectiva, los gobiernos tanto republicanos como demócratas, han cambiado la narrativa de que la guerra de Vietnam fue un error costoso, tanto en vidas humanas como en reputación internacional, al interpretarla como una intervención problemática, pero justificada.
Esto, advierte Nguyen, con los años ha servido para justificar nuevas intervenciones militares, como las de Irak y Afganistán.
En su obra, el autor ha ampliado la comprensión de la experiencia vietnamita más allá del conflicto bélico, pero lamenta que, incluso hoy, muchas personas sigan asociando a Vietnam exclusivamente con la guerra.
Un acontecimiento que, en su opinión, ha perdido parte de su peso simbólico entre las nuevas generaciones de vietnamitas estadounidenses, que crecieron alejados del país e inmersos en la cultura americana, e incluso en el propio Vietnam, donde la mayoría de la población actual nació después del conflicto y ahora disfruta de la normalización de relaciones.
"Hay una gran diversidad de experiencias e historias en Vietnam y su diáspora que cuestionan esta preocupación occidental por el pasado", explica.
Además, la población actual enfrenta conflictos similares a los de otros grupos migrantes en EE.UU. desde la llegada del presidente Donald Trump al poder, lo que amplía el debate sobre la experiencia vietnamita.

Mantener viva una cultura

En este contexto vive el Vietnamese Cultural Center de Westminster, una escuela dedicada a enseñar el idioma vietnamita en Little Saigon, la comunidad conocida como "la capital de la diáspora vietnamita" ubicada en el condado de Orange de California.
En 1995, Pho Huynh fundó la escuela que cada domingo imparte clases a alrededor de 250 niños, con la intención de que su hija aprendiera vietnamita y así mantener vivas las tradiciones.
"Cuando abrimos la escuela pensé que iba a terminar pronto, que los niños ya no iban a querer estudiar vietnamita", cuenta a EFE Huynh quien cada domingo transforma la escuela secundaria Warner en un centro de aprendizaje cultural.
"Ahora sé que el vietnamita nunca va a morir", añade Huynh quien considera que hay aún mucho interés de la comunidad de traspasar a las nuevas generaciones su cultura.
A la escuela acuden niños desde los cuatros años que aprenden "buen vietnamita" con sus 30 maestros capacitados, quienes también les enseñan las tradiciones.
"También les enseñamos a comportarse, a respetar a los mayores, y respetar diferentes culturas y orígenes que es muy importante", menciona Vincent Vo, miembro de la junta directiva y amigo cercano de Huynh.
Ambos consideran importante que las generaciones nacidas en EE.UU. conozcan la historia de sus antepasados. "Es importante que los niños sepan por qué están aquí y lo que las generaciones anteriores hicieron por su libertad", apunta Vo.

 
El fin de la guerra de Vietnam hace 50 años sigue marcando a muchos estadounidenses.

Historia de Por MARK THIESSEN y JULIE WATSON, Associated Press 

En la imagen, proporcionada por Jeanie Jacobs Huffman, aparece ella en la playa, en junio de 2024, a 3,2 kilómetros (dos millas) del sitio donde el avión de su padre y su tripulación fueron descubiertos a 21 metros (70 pies) de profundidad, en la provincia de Thanh Hoa, Vietnam. (Dave Huffman/Jeanie Jacobs Huffman vía AP)

La Guerra de Vietnam impactó enormemente a la sociedad estadounidense, desde la aprobación de la Resolución de Poderes de Guerra, que restringe la capacidad del presidente para enviar tropas a combates prolongados sin la aprobación del Congreso, hasta el establecimiento de los campus universitarios como centros de activismo estudiantil.
Millones de soldados estadounidenses lucharon en Vietnam. Para algunos, la guerra, que terminó con la caída de Saigón hace 50 años, el miércoles 30 de abril de 1975, sigue moldeando sus vidas.
Entre ellos está una mujer dedicada a recuperar los restos de su padre tras la desaparición del bombardero que pilotaba sobre el Golfo de Tonkin en Vietnam; un veterano de guerra que fue abucheado como muchos otros soldados cuando regresó a casa y ahora asiste a otros veteranos en la zona rural de Alaska, y una defensora del movimiento pacifista que ha pasado décadas abogando por la libertad de expresión después de que su hermano resultara herido cuando tropas de la Guardia Nacional de Ohio dispararon contra una multitud de manifestantes en la Universidad Estatal de Kent.
Estas son sus historias.

Esperando que papá regrese a casa.

Cincuenta años después de la caída de Saigón, Jeanie Jacobs Huffman no pierde la esperanza de traer a su padre a casa.
Huffman tenía solo cinco meses cuando su padre, el comandante de la Marina Edward J. Jacobs Jr., fue reportado como desaparecido en acción cuando el avión que pilotaba para fotografiar objetivos enemigos desapareciera en 1967 sobre el Golfo de Tonkin, frente a la costa de Vietnam del Norte.
Huffman ha dedicado su vida a encontrar el avión y recuperar sus restos y los de sus dos compañeros de tripulación. También forma parte de la junta directiva de Mission: POW-MIA, un grupo sin fines de lucro dedicado a encontrar a los estadounidenses no contabilizados de conflictos pasados.
“Es mucho lo que falta, sabes, un enorme vacío en mi vida”, dijo, rompiendo en lágrimas.
Huffman. fotógrafa profesional, creó un póster con los rostros de los 1.573 soldados desaparecidos en Vietnam.
“Después de tantos años, nunca deberíamos dejar a nadie atrás”, expresó.
Hace un año, visitó el Golfo de Tonkin en un viaje con el Instituto de Paz de Estados Unidos, una organización sin fines de lucro que promueve la educación y la investigación sobre conflictos para prevenir futuras guerras. El traductor del grupo, que era de Vietnam del Norte y también perdió a miembros de su familia en la guerra, caminó con Huffman hacia el agua. Tomados de la mano, ambos lloraron, compartiendo su dolor.
Eso fue lo más cerca que he estado de él en 58 años”, dijo Huffman, refiriéndose a su padre.
Ella presiona para que la Agencia de Contabilidad de Prisioneros de Guerra y Desaparecidos en Acción (DPAA, por sus siglas en inglés) realice una operación de búsqueda submarina el próximo año con la esperanza de recuperar el avión. La agencia, que depende del Departamento de Defensa de Estados Unidos, es responsable de recuperar e identificar a los soldados listados como desaparecidos en acción o prisioneros de guerra.
Merece volver a casa”, manifestó. “Incluso si es solo un hueso o una placa de identificación. Aun las cosas tangibles, como una placa de identificación o una pieza de su avión, significan mucho para mí porque no tengo nada más”.

Encontrando la salvación después de tantas décadas.

Para George Bennett, el camino hacia la sobriedad y la salud mental continuó mucho después de volar a casa a través de San Francisco en 1968, donde los manifestantes “burlones” recibían a los soldados que regresaban en la terminal.
Alguien gritó “asesino de bebés”. Otro les escupió. A él y a sus compañeros soldados se les negó el acceso a un restaurante del aeropuerto.
Más tarde se dio cuenta de cuánto lo había cambiado Vietnam porque la guerra iba en contra del estricto sentido de valores y prácticas indígenas inculcadas por sus padres.
Miembro de la tribu Tlingit de Alaska, Bennett dijo: “Iba a comprar cerveza y volvía a casa... solo bebía cerveza y no hacía nada”.
“Creo que parte de eso fue el hecho de que me sentía avergonzado y culpable porque fui parte de la atrocidad que ocurrió en Vietnam. Siento que violé el valor y algunas de nuestras normas culturales, y eso me hizo querer huir”.
Y lo hizo, de bar en bar y de trabajo en trabajo.
Finalmente, terminó recibiendo ayuda por alcoholismo y trastorno de estrés postraumático.
Le ha llevado 30 años sentirse mejor, en gran parte gracias al apoyo de Mary, que ha sido su esposa durante 55 años. Ella insistió en que se mudaran a la ciudad de Sitka, en el sureste de Alaska, donde se ha reintegrado a su cultura nativa tlingit.
Ahora es el único enlace rural para veteranos de Alaska, y ayuda a los veteranos a obtener prestaciones en el sistema de atención médica militar.
“Realmente tuve que reencontrar mi camino espiritual”, dijo. “Me llevó un tiempo llegar allí, pero aquí estoy”.

Manifestante de la Universidad Estatal de Kent ve lecciones para hoy

Chic Canfora todavía se emociona cuando habla sobre la caída de Saigón.
Canfora formó parte de una protesta contra la guerra en la Universidad Estatal de Kent en 1970, cuando tropas de la Guardia Nacional de Ohio dispararon contra la multitud, matando a cuatro estudiantes e hiriendo a otros nueve, entre ellos, su hermano. Las balas hicieron que Canfora se agachara de golpe para cubrirse.
Cree que la protesta ayudó a unir la opinión pública que aceleraría la retirada de las tropas estadounidenses y, en última instancia, llevaría a la caída de Saigón y al fin de la guerra.
Hace una década, Canfora visitó el Muro Conmemorativo de los Veteranos de Vietnam en Washington y se sintió abrumada al ver cómo el número de nombres de los caídos disminuía después de 1970.
“Esa fue la primera vez que sentí realmente el impacto del movimiento contra la guerra y, por eso, este año es particularmente importante para mí ”, dijo, con un nudo en la garganta.
Canfora, quien enseña periodismo en Kent State, ha pasado su vida compartiendo lo que experimentó. Dijo que las lecciones aprendidas son más relevantes que nunca en medio de las medidas del gobierno del presidente Donald Trump contra los manifestantes estudiantiles, los temores de deportación para los alumnos extranjeros y lo que los críticos describen como ataques sin precedentes a la libertad de expresión en los campus.
Dijo haber visto ecos del pasado cuando el entonces gobernador de Ohio, James Rhodes, quien envió a la Guardia Nacional, calificó a los manifestantes de Kent State como “el peor tipo de personas que albergamos en Estados Unidos”.
“Era demasiado joven e ingenua para reconocer el peligro de una retórica tan incendiaria porque, en esencia, todos estos líderes de nuestro país estaban colocando blancos en las espaldas de los estudiantes universitarios estadounidenses que históricamente han servido como la conciencia de Estados Unidos”, dijo Canfora.
“Creo que los estudiantes de hoy pasan por esa misma metamorfosis de conciencia que yo experimenté en 1970”.


  
Se cumplen 50 años de la victoria de Vietnam del Norte en Saigón.

El día que cambió la historia  
Por Gastón Fiorda
30 de abril de 2025

Hace medio siglo, el 30 de abril de 1975, caía Saigón. La imagen del último helicóptero despegando desde la azotea de la embajada estadounidense marcaba el fin de una guerra brutal y el inicio de un nuevo capítulo para Vietnam. Con la victoria del Frente Nacional de Liberación y la retirada definitiva de las tropas norteamericanas, Indochina se convertía en el escenario de la derrota más humillante en la historia militar de los Estados Unidos.
A diferencia de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, Vietnam no contó con un plan de reconstrucción financiado por las potencias vencedoras. Todo lo contrario: fue empujado al aislamiento internacional, bloqueado económica y diplomáticamente por Estados Unidos y sus aliados, mientras enfrentaba amenazas militares en sus fronteras, desde Camboya en el suroeste hasta China en el norte.
En ese contexto, el Partido Comunista de Vietnam asumió el control absoluto del proceso de reunificación. Con mano firme, pero también con un relato cuidadosamente construido, se propuso consolidar la unidad nacional a través de una narrativa épica. Se exaltó la figura del combatiente revolucionario, se glorificó la resistencia y se impuso una visión de la historia que buscó borrar las diferencias del pasado a favor de una identidad común, marcada por el sacrificio y la lucha.
La guerra en Indochina no fue convencional. No hubo frentes claramente definidos, ni campos de batalla clásicos. Los combates se libraron en aldeas, selvas, ciudades y entre la población civil. Fue una guerra de desgaste que el Viet Minh y el Frente Nacional de Liberación supieron aprovechar al máximo, con una estrategia que erosionó lentamente a las fuerzas norteamericanas e inclinó a su favor el apoyo de la opinión pública internacional.
En Vietnam del Norte, el 70 por ciento de la infraestructura quedó destruida: escuelas, hospitales, fábricas y universidades. En el Sur, las consecuencias recayeron sobre los campos arados, los cursos de agua y las zonas selváticas y montañosas. El uso masivo de agentes químicos, como el tristemente célebre Agente Naranja, obligó a millones de aldeanos a abandonar sus tierras, sus animales y sus costumbres. De hecho, la contaminación y las enfermedades de largo plazo provocadas por las lluvias químicas siguen afectando las memorias colectivas del presente.
El saldo humano de la guerra también estremece: más de 58 mil estadounidenses muertos, 250.000 survietnamitas y cerca de un millón de soldados de Vietnam del Norte, entre el Vietminh y el Frente Nacional de Liberación, perdieron la vida. A eso hay que sumarle cerca de 2 millones de víctimas civiles.
En los años posteriores a la guerra, el Partido Comunista construyó una historia oficial que convirtió al pueblo vietnamita en un sujeto homogéneo de resistencia. La figura del nhân dân, el “pueblo”, fue elevada a categoría histórica: un colectivo heroico, abnegado, capaz de vencer cualquier invasión extranjera. Pero es narrativa no fue suficiente para garantizar la cohesión nacional.
Sin aliados poderosos tras la caída del bloque soviético, Vietnam entendió que debía cambiar. A fines de los años 80, lanzó una serie de reformas profundas bajo el programa conocido como Doi Moi (Renovación), que significó un giro respecto de su proyecto ideológico. Si bien mantuvo el control político del partido único, el país abrió sus puertas a la economía de mercado, apostó por la inversión extranjera y comenzó su integración al comercio global.
El cambio no fue inmediato. Las primeras transformaciones se vieron a comienzo de la década del 90. Hoy, Vietnam se muestra al mundo como una de las economías más dinámicas del Sudeste Asiático. Dejó atrás el estigma del país devastado por la guerra para convertirse en un actor relevante, con vínculos comerciales sólidos con las principales potencias. Supo reconstruirse desde las ruinas y consolidarse como un país soberano y en paz. Vive en calma, integrado a un mundo que no le hace fácil la tarea.


  
SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.


 
El dilema de Alemania con la huella de Hitler 80 años después de su suicidio.

30/04/2025 

Hace ocho décadas que el dictador Adolf Hitler decidió quitarse la vida en su búnker de Berlín. El ideólogo del nazismo fue responsable del Holocausto, el peor genocidio que se recuerda en la historia de la humanidad, donde fueron asesinados más de seis millones de judíos entre campos de exterminio, fusilamientos masivos en guetos y campos de concentración.
El búnker de la cancillería donde Hitler pasó sus últimos días se encuentra situado bajo un aparcamiento común, en un intento de las autoridades alemanas de evitar que el monumento se convierta en un lugar de peregrinación.
A pesar de los esfuerzos berlineses por recordar de manera testimonial los crímenes de la época nazi, aún quedan resquicios de la huella del dictador en la capital.

El Estadio Olímpico de Berlín, que ya ha sido sede de dos Copas Mundiales de la FIFA, se erigió como una de las grandes aportaciones de Hitler a la arquitectura del Tercer Reich al acoger las Olimpiadas de 1936. El historiador alemán Julien Rieck detalla al Telediario que "el deporte para los nazis jugó un papel muy importante en la construcción del sentimiento de comunidad en el pueblo".
Por su parte, Hanno Hochmuth, historiador del centro Leibniz, señala a RTVE que "la arquitectura estaba diseñada para abrumar e impresionar a la gente y hacerla sentir pequeña en comparación con el Führer". Hecho que, 80 años después, resulta irónico pues el último lugar donde se vio a Hitler con vida está soterrado bajo un parquin vulgar en una zona de Berlín.

Alemania, ante un reto difícil.

Ochenta años después del fin del nazismo y del suicidio de su principal actor, Alemania afronta una difícil encrucijada entre mantener viva su historia y no convertir monumentos como el lugar de la muerte de Hitler en un destino de adoración.
En la capital germana existen infinidad de monolitos en recuerdo del Holocausto. El más visitado es el Monumento a los Judíos de Europa, una joya arquitectónica formada por 2.711 bloques de hormigón, diseñada para "producir una atmósfera incómoda y confusa que busca representar un sistema supuestamente ordenado que ha perdido contacto con la razón humana", según su creador Peter Eisenman.


 
Se cumplen 80 años de la muerte de Hitler: así fueron los frenéticos ocho días de mayo desde su suicidio hasta el final de la guerra europea.

Internacional
Chema Lizarralde
NOTICIA30.04.2025 
 
Hitler murió el 30 de abril de 1945. Se suicidó cuando supo que el final era un hecho, que había perdido la guerra (y no quería acabar colgado como su amigo Mussolini). El líder nazi se quitó la vida junto a su esposa Eva Braun: él se pegó un tiro en la cabeza y ella se envenenó con cianuro. Sólo una semana después Alemania firmó las actas de capitulación y la Segunda Guerra Mundial acababa en Europa.
Al inicio de 1945 el tablero no dejaba lugar a dudas: anunciaba el final de la invasión nazi de Europa y la caída de la dictadura nazi. Los rusos se acercaban por el Este y los aliados, americanos, franceses e ingleses, lo hacían por el oeste. El destino de Hitler se decidió el 11 de febrero de 1945 en la conferencia de Yalta. Stalin, Roosevelt y Churchill acordaron cómo sería ese final y el reparto posterior.
El mismo 13 de febrero la ciudad alemana de Dresde (con muchas industrias de los nazis) fue bombardeada de manera total. Fue el bombardeo más intenso de una ciudad alemana: murieron unas 100.000 personas. El frente se deterioró al mismo ritmo que la salud mental de Hitler, que adelantó a los suyos que esa vez no iba a ser como en 1918: no habría armisticio. El Fuhrer sólo acepta la victoria o la aniquilación.
El 20 de abril de 1945, el dictador cumplió 56 años. Ese mismo día, los rusos ya estaban en los arrabales de Berlín. La batalla de Berlín se había iniciado el 16 de abril. A las dos de la mañana, 22.000 cañones soviéticos de largo alcance abrieron fuego a lo largo de todo el frente.
Pese a su maltrecha salud mental, Hitler era consciente de que todo estaba perdido. Decidió atar los pocos cabos que le restaban. Entre la noche y la madrugada del 28 al 29 de abril, se casó con Eva Brown y redactó su testamento. Ese día los soldados del Ejército Rojo caminaban por el centro de la capital alemana. A pesar de su superioridad numérica, la lucha fue casa por casa.
En la mañana del 29 de abril los soviéticos penetraron en Kreuzberg y en Mitte, los barrios más céntricos de Berlín. El 30 de abril, lanzaron un ataque contra el Reichstag, edificio en el que entraron por la noche. Para el 2 de mayo de 1945, tras notable resistencia, el Ejército Rojo ya controlaba el edificio por completo.
Soldado soviético poniendo la bandera de la URSS en el Reichstag de Berlín, el 2 de mayo de 1945. Soldado soviético poniendo la bandera de la URSS en el Reichstag de Berlín, el 2 de mayo de 1945. Yevgueni Chaldej / Distribuida por EFE
"El Alto Mando Supremo…y todo el pueblo soviético le ordena que levante el estandarte de la victoria en el techo sobre Berlín", exigió el comandante del 756º Regimiento Fedor Zinchenko al Comandante de Batallón Neustroev. La famosa foto de los dos soldados plantando la bandera en el techo del edificio es una recreación tomada el día después de la toma del edificio. 
El 30 de abril, el general Wilhelm Mohnke le explicó al Fuhrer que la Cancillería podía resistir a los soviéticos sólo 48 horas más. Hitler comunicó a sus altos mandos su decisión de suicidarse y de cómo deberían proceder con su cuerpo (cremarlo para que desapareciera). El líder nazi se encerró en el búnker junto a su esposa y su perro Blondi. Ninguno salió vivo y sus cuerpos fueron quemados con bencina en una fosa.
La cadena de suicidios prosiguió el 1 de mayo. Magda Goebbels mató con cianuro y sedantes a sus seis hijos y por la tarde se quitó la vida junto a su marido: se pegaron sendos disparos en la cabeza. Al día siguiente se suicidaron algunos generales, mientras soldados, oficiales y personal civil intentaban huir hacia territorios bajo control aliado.
Helmuth Weidling, el comandante que intentó la defensa de la capital del Tercer Reich, es ahora la máxima autoridad. Intentó buscar un acuerdo para rendirse a los soviéticos mientras dejaba huir a quien lo deseaba. En realidad, sólo algunos alemanes lograron rendirse a los estadounidenses.
El primero de mayo, el general alemán Hans Krebs, fue enviado bajo una bandera blanca para negociar un posible alto el fuego. Informó del suicidio de Hitler y leyó un documento redactado por Goebbels donde se proponía un alto el fuego y el inicio de "negociaciones de paz entre los dos estados que han sufrido las mayores pérdidas en la guerra".
El coronel general soviético Vasili Chuikov rechazó cualquier negociación y dio a Krebs un documento con sus condicionesː
  • Berlín capitula.
  • Todos los que capitulan han de deponer las armas.
  • Se garantiza la vida a todos los soldados y oficiales.
  • Habrá socorro para los heridos.
  • Se encontrará la posibilidad de negociar por radio con los aliados.
La ofensiva del Ejército Rojo sobre Berlín finalizó el 2 de mayo de 1945, cuando Weidling ofreció la rendición incondicional de la ciudad. Chuikov le pidió que redactara una orden de capitulación para ser transmitida a todos los lugares donde aún se combatía. Weidling escribióː

"Berlín, 2 de mayo de 1945. El 30 de abril de 1945, el Führer se suicidó abandonando a su destino a todos los que le habían jurado fidelidad. Fieles a la orden del Führer, vosotros, soldados alemanes, habéis estado dispuestos a continuar la batalla de Berlín, aunque vuestra munición se agotara y, dada la situación general, era absurdo seguir resistiendo. Ordeno que cese inmediatamente toda resistencia. Cada hora que sigáis luchando prolonga el terrible sufrimiento de la población civil de Berlín y de nuestros heridos. De acuerdo con el alto mando de las tropas soviéticas os conmino a abandonar inmediatamente la lucha. Weidling, antiguo comandante de la zona de defensa de Berlín".
Pero Weidling no era Hitler ni siquiera Goebbels, de modo que, en la práctica, el fin de las hostilidades tardó en llegar algo más. El 4 de mayo las tropas germanas siguieron combatiendo a las fuerzas británicas y canadienses por orden del almirante Karl Dönitz, sucesor oficial en la Cancillería del Reich, hasta el día siguiente, cuando firmaron el acta de rendición sin condiciones en el brezal de Luneburgo.

Casi un millón de muertos en la batalla de Berlín.

Entre el 16 de abril y el 2 de mayo de 1945, las pérdidas de las tropas soviéticas ascendieron a 81.116 muertos o desaparecidos, 280.251 heridos. En total, las pérdidas del Ejército Rojo en la batalla de Berlín entre muertos, heridos y desaparecidos ascendieron a unos 361.367 soldados. Las pérdidas alemanas alcanzaron los 458.000 (entre muertos y heridos) y 479.298 prisioneros, además, se calcula que murieron unos 20.000 civiles. En lo material, los rusos perdieron 1.997 tanques y cañones de asalto, 2.108 piezas de artillería y 917 aviones. Los nazis, 4.183 tanques y cañones de asalto, 20.675 piezas de artillería y 5.995 aviones.
Por los estadounidenses, el general Eisenhower exigía la "rendición inmediata, simultánea e incondicional de todos los frentes". En Reims, el 7 de mayo, tuvo lugar la ceremonia de capitulación. Pero allí no estaba representada la URSS.
Horas después, el alto mando soviético tachó lo de Reims de "inaceptable". Los rusos querían reivindicar que ellos habían tomado Berlín, ellos y no el frente oeste de los aliados. Además, dijeron que para que el pacto fuera válido, los alemanes debían cesar el fuego y entregarse como prisioneros.
Eisenhower admitió que el tratado firmado debería haberse considerado como "un acta resumida de rendición militar sin condiciones" e hizo un llamamiento a los alemanes para una "firma de formalidad". Finalmente, el 8 de mayo de 1945 el mariscal Keitel firma la rendición incondicional de Alemania nazi, ante el General del ejército rojo Gueorgui Zhúkov y otros generales aliados americanos y británicos. Acababa así la Segunda Guerra Mundial en Europa (quedaba el frente japonés).


 

 El Día de la Victoria en Europa fue el 8 de mayo de 1945, fecha en la que los Aliados de la Segunda Guerra Mundial aceptaron la rendición incondicional del III Reich en el teatro europeo de operaciones.
El Acta de rendición militar se firmó en el Cuartel General del general estadounidense Dwight D. Eisenhower, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa, el 7 de mayo en Reims, Francia; y el 8 de mayo el mariscal alemán Wilhelm Keitel firmó la rendición incondicional de la Wehrmacht en la sede de la Unión Soviética en ``Karlshorst`'', Berlín ,Alemania.

Países en los que se celebra el 8 de mayo como feriado.
  • Francia.
  • Polonia.
  • República Checa
  • Estonia
  • Letonia 
  • Lituania
  •  Eslovaquia
  • Ucrania

Países en los que se celebra el 9 de mayo.
  • Armenia 
  • Azerbaiyán 
  • Bielorrusia 
  • Bosnia y Herzegovina
  • Georgia
  • Israel 
  • Kazajistán .
  • Kirguistán ;
  • Moldavia 
  • Rusia 
  • Serbia 
  • Tayikistán 
  •  Turkmenistán 
  • Ucrania 
  • Uzbekistán.


  
1945-2025, 80 años de la segunda guerra mundial.

A 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, los actores, los combatiente, los testigos,y las víctimas  de esa gran conflicto mundial han fallecido o están apunto de expirar, es fin de la memoria histórica viviente. La segunda guerra se transformó en un mito nostálgico para los victoriosos. Se está olvidando en la conciencia colectiva de la humanidad, la devastación y el sufrimiento de este conflicto bélico, se está convirtiendo muy pronto en historia, como la Guerra de los 30 años, las Guerras Napoleónicas, u otros conflictos  internacionales importantes. Esto se refleja en la actualidad en el cine, la televisión,la prensa, la segunda guerra mundial se ha olvidado.
A ocho décadas del fin de la segunda guerra mundial, es particularmente significativo por el contexto mundial en el que se va a celebrar, no solo por iniciarse el cuarto año del enfrentamiento armado entre Federación Rusa y la OTAN en Ucrania, sino por la acentuación de la crisis de la hegemonía estadounidense a escala global, de consecuencias imprevisibles. Estados Unidos vuelve a su política tradicional  de el aislacionismo.

Si se considera únicamente el evento de la conmemoración, la misma está teñida de simbolismos diferentes en los diversos Estados europeos. Por el lado de los países occidentales y de la Unión Europea, el recuerdo del acontecimiento pasa por algunas conmemoraciones formales, meramente protocolarias, en las que siempre se señala el peligro de la guerra y, en este contexto específico, se relacionará seguramente con el peligro que representaría Rusia para la paz global. 
Por el contrario, en el caso de algunos de los Estados postsoviéticos, especialmente en la misma Rusia y en Bielorrusia, la conmemoración tiene un carácter oficial y masivo, acentuado porque la fecha es un feriado nacional; además, suele estar acompañada de un desfile militar que sirve para rendir tributo a los caídos, pero también una demostración del propio poder militar para disuadir posibles invasiones enemigas.

Indiscutiblemente esta guerra fue por lejos la más destructiva de la Historia. La misma involucra todas las grandes potencias de la época, sus áreas coloniales o protectorados —que abarcaban entonces una gran parte del mundo— y a numerosos Estados independientes que debieron alinearse bajo la presión de las potencias occidentales. Aunque la guerra tuvo un carácter mundial, no todos los Estados involucrados sufrieron de igual manera su impacto, por ello también la memoria diversa que se tiene de ese acontecimiento.
La rendición de Alemania se produjo frente a los aliados occidentales el 7 de mayo de 2025, en la ciudad francesa de Reims, para efectivizarse a partir del día siguiente; por lo tanto, el 8 de mayo se toma en Europa Occidental como la fecha de la finalización del conflicto. Sin embargo, esto no fue aceptado por la dirigencia soviética porque se minimizaba su contribución en la guerra: exigieron que la rendición de los representantes nazis debía producirse en Berlín y frente a los comandantes militares de las Fuerzas Armadas Soviéticas. En consecuencia, se acordó entre los aliados que al día siguiente se realizaría la firma de la rendición en Berlín frente a las máximas autoridades militares soviéticas, para efectivizarse a partir del 9 de mayo. Por tal motivo, durante la existencia de la Unión Soviética y ahora en Rusia y algunos de los Estados postsoviéticos, la fecha que se recuerda como finalización del proceso es esta última, conocida en el calendario oficial como el Día de la Victoria.
Esta discrepancia en la conmemoración entre el bloque occidental y Rusia no es un dato menor al construir el recuerdo de la guerra. Si se toma como fecha de finalización el 8 de mayo, pareciera que el mayor esfuerzo de la guerra para derrotar a las potencias del Eje fue realizado por los aliados occidentales; esta visión hegemónica es reforzada por el aparato de propaganda de Hollywood, desde donde se priorizan por lógica los hechos en los que estuvieron involucrados especialmente los estadounidenses y, en menor medida, el resto de los aliados occidentales.
Este mensaje, repetido a lo largo de las décadas, refuerza que se invisibiliza frente a la opinión pública que el 80 por ciento de las fuerzas armadas alemanas fue destruido en el frente soviético, y que fue este país el que sufrió la mayor cantidad de bajas, situadas en torno a los 27 millones de personas.

El frente asiático.

Por otra parte, aunque en mayo se celebra en Europa el fin de la Guerra Mundial, se suele minimizar también que el conflicto armado continuó durante unos meses más en el "Extremo Oriente" contra Japón, potencia que continuaba controlando extensas regiones de la China y toda Corea.
Además, se simplifica su conclusión diciendo que la guerra contra Japón concluyó por el uso de las dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki respectivamente. Nuevamente se disminuye en Occidente la importancia del ataque soviético el 9 de agosto sobre los territorios controlados por Japón en Manchuria, Mongolia interior, Corea del Norte y las islas de Sajalin y las Kuriles.

En cumplimiento de los acuerdos de Teherán y de Potsdam, la URSS se había comprometido a entrar en guerra contra Japón tres meses después de que concluyeran la guerra en Europa. Esa invasión realizada en la fecha pactada permitió privar a Japón de su base industrial y de materias primas en el continente, fundamentales para sostener la guerra contra los aliados. De tal modo, ante el avance soviético, la rendición de las autoridades japonesas frente a EE.UU. garantizaba el mantenimiento del capitalismo en el país. Continuar con la guerra implicaba la posibilidad de mayores pérdidas territoriales frente a la URSS, y el consiguiente cambio de sistema  politico.

Así también en Occidente, en parte por la visión eurocéntrica de los medios de comunicación occidentales y dentro del ámbito académico especializado, se soslaya en el análisis el nivel de destrucción sufrido por China a manos de Japón, así como la resistencia del pueblo chino ante la invasión. Sin embargo, una parte de la invisibilización del papel de China luego del conflicto responde a las necesidades geopolíticas a partir de la Guerra Fría. En ese momento señalar lo terriblemente destructiva que fue la invasión japonesa en China podría dar pie a la exigencia de reparaciones hacia ese país —como ocurrió en Europa con respecto a Alemania luego de la derrota—, en un momento cuando China pasaba al control de un Partido Comunista. Además, remarcar el papel imperialista del Japón anterior a 1945 —más allá de la obvia referencia a Pearl Harbor podría afectar la alianza que Washington estaba tratando de forjar en ese país con algunos sectores dominantes —antes y después de la guerra— contra la Unión Soviética y la propia China.

Por lo tanto, la revisión del pasado en Japón fue muy acotada y eso permite entender la ignorancia de casi la totalidad de su población sobre las masacres ocurridas en China —como la de Nanjing, que causó 300 mil víctimas, aunque no fue la única perpetrada por el ejército imperial japonés—.  Solo luego del colapso de la Unión Soviética en 1991 las autoridades japonesas comenzaron a reconocer estos hechos, aunque esto no se reflejó en los libros de texto utilizados por los alumnos japoneses en las escuelas o en las universidades.
 Y este silencio sistemático sobre el pasado explicaría el auge de los movimientos de derecha negacionistas del terrible pasado imperial, que crecen cada año en respaldo electoral.

Algo similar ocurrió en Alemania y otros países aliados al Eje: la necesidad de cohesionar la mayor cantidad de sectores posibles contra el enemigo comunista  llevó a silenciar el análisis sobre los apoyos sociales al fascismo y la colaboración de una parte significativa de la población local con los ocupantes nazis.
 A modo de ejemplo sobre este ninguneo oficial, en el texto escolar empleado a principios de los años 90 sobre la historia de Alemania para el periodo 1871-1970 la parte dedicada a la república de Weimar y el nazismo era casi 15 por ciento del total de páginas, una parte mínima para explicar las causas y características de ese régimen.  Más allá de la actitud oficial en Alemania Federal sobre su propio pasado, se inscribe dentro de un contexto más amplio de la tolerancia demostrada por las potencias victoriosas en el oeste hacia funcionarios y militares supervivientes del régimen nazi, algunos de los cuales se convirtieron en funcionarios de la nueva República Federal Alemana luego de 1949; incluso grupos de la inteligencia o de policia del III Reich pasaron a trabajar para los servicios de espionaje occidentales, especialmente de Estados Unidos.
En el contexto del enfrentamiento con el bloque soviético todo tipo de ayuda fue bienvenida, incluso la brindada por posibles criminales de guerra. Y este silenciamiento sobre el pasado —no solo en Alemania sino también en Austria, Francia y otros países— podría explicar en parte el crecimiento de las variantes más radicalizadas de los grupos de derecha, algunos abiertamente neo-fascistas o neo-nazis. Recién ahora, cuando algunos de esos partidos parecen con la posibilidad de formar gobierno, los partidos tradicionales y las élites gobernantes reaccionan y recurren a mecanismos—algunos polémicos— para proscribirlos.

El contexto actual.

En un panorama europeo e internacional cada vez menos previsible está por celebrarse un nuevo aniversario del Día de la Victoria en Moscú. Si en el evento de 2024, además de las principales figuras políticas, culturales y religiosas de Rusia también participaron gobernantes de los Estados postsoviéticos, además de los presidentes de Cuba, Laos y el de Guinea Bissau, este año su importancia simbólica es mucho mayor. Desde mediados de 2023 se comenzó a concebir el evento del 80° aniversario y se organizó un comité llamado "Victoria", específicamente encargado de su planificación. Se envió invitación para la participación en el desfile militar a casi 20 países, varios de los cuales ya confirmaron su asistencia, incluida Corea del Norte.
Además de lo impresionante que pueda ser el propio desfile militar nacional e internacional, mucho más importante será políticamente la repercusión que tendrá la presencia de ciertas personalidades en el escenario central. Este 15 de abril Kaja Kallas, la representante de relaciones exteriores de la Unión Europea, instó a los países miembros o candidatos a ingresar a la organización a no participar en los actos celebratorios en Moscú. 
Previamente, desde Rusia se había catalogado en dos grupos a todos los Estados. Los representantes de los países considerados "hostiles" desde 2022 no fueron invitados a asistir, básicamente la casi totalidad de los gobernantes de la UE, EE.UU., Canadá, Australia y todos aquellos que contribuyen con armas al régimen ucraniano o aplican sanciones contra Moscú en el actual conflicto.
Por el contrario, el resto de los Estados "no hostiles" participará con sus delegaciones diplomáticas habituales o con enviados especiales: así, un gran número de primeros ministros y presidentes ya confirmó su asistencia. La mayoría de estos integran actualmente los Brics o pretenden asociarse con ellos: todo un símbolo de la creciente multipolaridad que estaría reemplazando la pretendida hegemonía unipolar estadounidense.
De todas las personalidades presentes la más significativa es, sin dudas, la del presidente de China, Xi Jinping, porque puede mostrar frente a las presiones de los enemigos comunes el peso de su creciente colaboración. En un panorama internacional signado no solo por el conflicto en Ucrania sino por la actual guerra comercial, esto no es un dato menor. Todo un símbolo de los nuevos tiempos: los dos países que más pérdidas humanas tuvieron durante la guerra —y que lideran los Brics— participan conjuntamente en la conmemoración de las implicancias de una guerra mundial. Y todo el mundo occidental está excluido o autoexcluido del acontecimiento.


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